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Daily Archives: abril 21st, 2009

Guillermo Almeyra*

La negativa de los integrantes de la ALBA a firmar la resolución final de la conferencia de la OEA, que ha sido redactada ya desde hace ocho meses atrás, ha modificado profundamente ese cónclave de la organización que una vez fue el «Ministerio de Colonias» de Estados Unidos y que hoy se resiste a obedecer a Washington.

Previamente a la Conferencia Cumbre de Trinidad y Tobago de la Organización de Estados Americanos (OEA), reunida el 17 de abril, se realizó la Cumbre de la ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), que reúne actualmente a Bolivia y Venezuela en Sudamérica, Nicaragua y Honduras, en Centroamérica y Cuba y Dominica, en el Caribe, con Ecuador como observador.


Las resoluciones de esta organización son sumamente importantes y prepararon el desarrollo de la posterior conferencia de la OEA, que contó con la participación del presidente Barack Obama encabezando la delegación de Estados Unidos.


Puede observarse, en la declaración de Cumaná, no sólo la decisión de poner fin al bloqueo a Cuba sino también de exigir la descolonización y la independencia de Puerto Rico. Además, al antiimperialismo, se agrega una clara definición anticapitalista y la exigencia de un cambio en la producción, la distribución de mercancías y los consumos para salvar los recursos ambientales y asegurar la equidad social (o sea, un régimen social no regido por las ganancias del capital). Asimismo la ALBA defiende el carácter público de todos los servicios fundamentales y la soberanías nacionales, que están depositadas no en los gobiernos sino en los pueblos, y plantea medidas concretas de unificación regional, las más importante de las cuales son la creación de una moneda de referencia (el Sucre) y la unificación de las reservas en divisas. Este es un  trascendental paso adelante hacia una alternativa anticapitalista a la crisis y un resultado positivo de la crisis misma. En efecto, ésta obliga a avanzar socialmente a los países dependientes que deben cargar con el peso de un desastre provocado por el capitalismo y por el imperialismo.


Ninguno de los países del ALBA está industrializado o tiene una importante clase obrera y sólo dos de ellos (Venezuela y Bolivia) cuentan con grandes riquezas naturales de modo tal que la subsistencia misma del proyecto sólo es posible extendiéndolo hacia los países más industrializados (Brasil, Argentina, México), que tienen gobiernos que buscan negociar con el imperialismo (en vez de crear un nuevo sistema social) pero donde existen fuertes movimientos sociales y un potente sentimiento antiimperialista (que dichos gobiernos no pueden ignorar en el momento de tomar posiciones). La ALBA, por lo tanto, hará  esfuerzos políticos hacia esos gobiernos pero será, de hecho  e incluso a pesar de las debilidades de muchos de los dirigentes nacionales que la integran, un factor de politización alternativo para los pueblos, con independencia de sus gobiernos actuales (Lula, Fernández de Kirchner, Calderón), que vacilan frente a Washington o que lo sirven de rodillas, como el mexicano.


La negativa de los integrantes de la ALBA a firmar la resolución final de la conferencia de la OEA, que ha sido redactada ya desde hace ocho meses atrás, ha modificado profundamente ese cónclave de la organización que una vez fue el «Ministerio de Colonias» de Estados Unidos y que hoy se resiste a obedecer a Washington.


La radicalización política y social en América Latina en lo que va de este siglo, la misma presencia de la movilización en Estados Unidos desde el gran movimiento y paro de los inmigrantes que fue determinante para el triunfo de Obama, se han visto impulsados por la  crisis del capitalismo que, además de dejar claro el carácter criminal y antisocial del sistema, debilitó fuertemente a las transnacionales y  la hegemonía de Estados Unidos y puso a este país a la merced de que Rusia, China y Japón sigan comprando sus bonos en vez de cambiar de moneda de referencia.


Obama tuvo que ir a Trinidad y Tobago no como patrón sino como un miembro más, minoritario, de una asamblea que le impondrá el fin del bloqueo a Cuba y hasta podría imponerle al reingreso de Cuba a la OEA, que así se modificaría fundamentalmente y se debilitaría mucho frente a la ALBA. Puesto que la crisis mundial continuará profundizándose en los próximos años (ya que las medidas del gobierno de Washington o de la Unión Europea) sólo sirven para salvar a los responsables de la misma, reproduciendo sus condiciones de base y  agravándola, la relación de fuerzas sociales será aún más desfavorable que la que se expresó en Trinidad y Tobago y dará márgenes para la lucha de liberación social de nuestros pueblos.


Los países que tienen gobiernos aliados de Washington (México, Colombia, Perú) no estarán inmunes a este proceso. Los actuales Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y la dolarización de la economía, como en Ecuador, tienen sus días contados (sobre todo si el dólar se derrumbase, en el caso de que Washington siga imprimiendo billetes sin valor y de que otros países los rechacen). Los posibles retornos de la derecha al gobierno, en Chile, o su afirmación en Perú ante la falta de una alternativa o la crisis de los gobiernos débiles (como el argentino) no cambiarán el panorama general. América Latina rompe lazos de dependencia, el imperialismo está más débil y desprestigiado que  nunca, la vieja OEA servil está muerta aunque aún no enterrada y muerto está el bloqueo a Cuba.

Tomado de: SINPERMISO.

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Apenas el 30 de marzo, ante la reina Isabel II en Londres, Felipe Calderón Hinojosa mencionaba que «México está tomando un papel más activo para que la voz de América Latina sea escuchada en todo el mundo», agregando que «el país ha retomado su liderazgo natural en la región y está llevando su representación a los foros multilaterales» (Milenio.com 31/03/09).


En la Cumbre de Las Américas que recién concluyera, la realidad se ha encargado de desmentirle. En el conjunto de los 34 jefes de Estado reunidos en Puerto España, Calderón Hinojosa fue simplemente mirón de palo. La prensa mundial lo ignoró; ni una nota ni mucho menos una sola fotografía alusiva al cordial encuentro entre Barack Obama y sus pares latinoamericanos, hicieron referencia al presunto liderazgo de México.


Eh ahí el resultado del triunfalismo falaz asumido por Calderón y que debería ser tomado en cuenta por algunos gobernadores que,  padeciendo del mismo mal, hacen caso omiso de la terca realidad. Como coloquialmente se dice: más pronto cae un hablador que un cojo y eso, en el manicomio foxista, no se perdona; más pronto que tarde la ciudadanía habrá de cobrarse en las urnas la insanía de quienes no perciben como necesaria tanto a  la congruencia como a la honestidad intelectual en la vida política de México.


Nuestro país no sólo ha perdido el liderazgo histórico en el concierto latinoamericano. También ha quedado en evidencia que está solo frente al dinámico proceso de cambio que anima a la mayoría de los países del Continente, incluido nuestro poderoso vecino del norte. Si en algún momento se pensara que Colombia, con el Presidente Uribe, compartía tal soledad, la realidad afirma lo contrario en tanto que el gobierno del país natal de García Márquez, acorralado, se pliega al liderazgo latinoamericano de Brasil y Venezuela.


El neoliberalismo, en el marco de la crisis sistémica global, fue enterrado oficialmente el mes pasado en Londres, y con ello el rumbo unipolar del mundo. Barack Obama y la mayoría de los líderes de los países del Continente así lo entienden y así lo manifestaron en la Cumbre de Las Américas, hablando de igual a igual entre pares; planteando una nueva relación entre diferentes,  sustentada en el respeto mutuo, la colaboración compartida,  y la libre determinación de cada país para afrontar sus realidades. Para Felipe calderón, el cambio de época para América Latina que de ello se deriva, no pasó más allá de la retórica en una manifestación más de un triunfalismo sin sustento.


No se puede seguir así, con tal nivel de obcecación. México debe contemplarse a sí mismo bajo una nueva óptica, abriéndose a la nueva dinámica de América Latina que deja atrás al llamado Consenso de Washington en la búsqueda de nuevos y más amplios horizontes. Reconocer si, sus fortalezas, pero sin ignorar el lastre histórico de nuestra desigualdad, rezago, pobreza y corrupción que determina lo que hoy somos ante el mundo y ante nosotros mismos como Estado-Nación. No podemos seguir siendo ni el país de Alicia y sus maravillas ni el manicomio nacional que,  en su demencia,  contempla Vicente Fox.


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