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En Perspectiva

J. Enrique Olivera Arce

En México, país de discursos triunfalistas y hechos concretos cuestionables, en materia forestal son escasos los proyectos exitosos enfocados a la reforestación de amplias zonas en las que la racionalidad comunitaria se imponga al afán desmedido de lucro de empresas privadas o talamontes clandestinos. Programas oficiales van y vienen, divulgándose información sobre inversiones multimillonarias en apoyo a la conservación y recuperación de bosques, más no sobre resultados concretos que pudieran tomarse como paradigmas en una tarea de interés nacional que va aparejada al clima y al agua, elementos sustantivos para la vida humana. Por eso es de llamar la atención el que diversos medios de comunicación, entre ellos la revista veracruzana Análisis Político, del Lic. Melitón Morales Domínguez, publicaran la noticia sobre el otorgamiento del Premio Medioambiental “Goldman 2008” al campesino de origen indígena, Jesús León Santos, por su destacada labor a lo largo de 25 años en pro de la reforestación de su región en el estado de Oaxaca.

José León Santos se hizo merecedor a dicho premio, equivalente al “Nobel” en materia ecológica, al comprometerse conjuntamente con otros comuneros de la Mixteca Alta a  revertir el proceso de desertificación de la región, recurriendo a técnicas precolombinas que le trasmitieran indígenas mayas de Guatemala. Gracias a  su visión y al esfuerzo colectivo comunitario, la tarea tuvo el éxito deseado, no sólo reforestando con más de cuatro millones de árboles de especies nativas, sino que también con el trabajo comunal se desarrolló un sistema de agricultura orgánica sostenible, con énfasis en en la conservación y reproducción  de semillas nativas de maíz. Al día de hoy la Mixteca Alta está restaurada, reza el artículo difundido por los medios, hay árboles y alimentos y los mantos freáticos alimentan a infinidad de manantiales de agua fresca. Rescatándose actividades tradicionales como la artesanía de la madera y la agricultura de auto subsistencia.

El ejemplo de un esfuerzo colectivo ha cundido en las zonas indígenas de Oaxaca, fortaleciéndose el ya casi olvidado espíritu de la solidaridad, la colaboración y la ayuda mutua, rescatándose la tradición del tequio prehispánico a la par que se fortalece el sentido de identidad comunitaria. Nada que ver con los propósitos, objetivos, normas de operación, y asistencialismo “social” orientado a generar ciudadanos pasivos y votantes cautivos, que ofrecen los programas oficiales y cuyos pobres resultados están a la vista.

El ejemplo de Jesús León Santos y los comuneros de la Mixteca Alta oaxaqueña, baste para afirmar que el hombre del campo, los indígenas empobrecidos de amplias zonas serranas del país, motivados, con visión de futuro sustentada en la experiencia acumulada a lo largo de siglos, pueden transformar su realidad requiriendo acaso, más que limosnas oficiales, comprensión, y un apoyo gubernamental  honesto y bien intencionado que confíe en la sabiduría campesina y en el deseo no escuchado de participación democrática de millones de compatriotas. En su profundo sentido de comunidad que opone al yo el nosotros y en una memoria histórica que se trasmite de generación en generación, radica su fuerza. El mensaje que nos deja tal experiencia paradigmática, más allá del hueco discurso triunfalista, es que el recate de nuestros bosques, la soberanía alimentaria y el cuidado del agua está en manos de todos, sólo se requiere voluntad y organización colectiva para la acción constructiva.

pulsocritico@gmail.com

http://pulsocritico.com

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