J. Enrique Olivera Arce
No hay que ir muy lejos para entender donde está el nudo gordiano que impide el avance, calidad y excelencia de la educación en México y, específicamente por lo que a nuestro entorno cercano toca, en Veracruz. No es un problema de filosofía comparada, metodología pedagógica o programas académicos. Como tampoco es necesario someter a debate el sustrato ideológico que sustenta el andamiaje del proceso educativo en las entrañas del sistema capitalista, ahora en su fase salvaje del neoliberalismo, que considera al individuo como objeto y a la educación y la cultura como mercancia cuyo valor social es determinado por la oferta, demanda y márgenes de utilidad monetaria en el mercado.
El problema es más simple. Se reduce a un fenómeno reconocido por todos, que nadie puede negar y que todos procuramos callar, al que los estudiosos califican como “cultura de la corrupción” y cuya máxima expresión en el renglón educativo, reside en el control político y administrativo que sobre éste tiene el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y organismos afines. No hay otra explicación que justifique el pésimo nivel de la educación en el país y en nuestra aldea.
Por ello resulta paradójico que el gobierno de Veracruz contemple como propósito sustantivo el impulso a la educación como instrumento de combate a la pobreza y, al mismo tiempo, exalte las falsas virtudes del charrismo sindical del magisterio veracruzano. Privilegiando a éste por sobre las necesidades concretas de transformación y cambio que exige la sociedad; avalándole como instrumento de control político del profesorado y ratificando con ello, el gatopardismo que anima a la administración pública veracruzana en su relación con la población.
Todo, cualquier cosa, menos cambiar en beneficio del bien común.
Luego entonces resultan superfluas las expresiones de compromiso con la educación tanto del gobernador como del nuevo liderazgo estatal de la Sección 32 del SNTE, en su intercambio de discursos y apapachos. De ambos lados del mostrador, la azucarada simulación más que fortalecer todo esfuerzo por incrementar calidad y excelencia de la educación, atenta contra los más caros intereses de la sociedad, cerrándose el círculo perverso.
El discurso ramplón no puede tapar el sol con un dedo. Es del dominio público que el parasitismo laboral tanto en la SEV como en la UV, guardan predominio por sobre todo intento por mejorar el proceso educativo. Políticos, periodistas, las familias de estos, así como un profesorado carente de honestidad intelectual, gravitan sobre el presupuesto destinado a la educación, presionando y pesando para impedir que las cosas cambien para mejorar.
Pero la culpa no la tiene el indio, sino el que le hace compadre. El nefasto charrismo sindical que ahoga a la sociedad, existe porque así lo quieren los agremiados que no sólo toleran corrupción y simulación sino que se prestan al manipuleo político.
Tiénese el caso de la Sra. Elba Esther Gordillo que ahora, sin consulta previa con las bases, da mediáticamente un giro a la izquierda a favor del PRI y, desgarrándose las vestiduras, quiere cargarle todo el muerto de la ineficiencia e ineficacia educativa al gobierno federal y, en lo específico a Felipe Calderón Hinojosa, su aliado electoral en el pasado reciente, cuando la responsabilidad del desbarajuste es compartido. El gobierno de Calderón tolera, como en su momento lo toleraran los presidentes priístas, el cacicazgo del SNTE y sus adláteres, en tanto que la señora Gordillo a su vez se vale del chantaje político electoral para frenar toda reforma encaminada a mejorar el proceso educativo en el país.
No es de extrañarse entonces que Elba Esther Gordillo, en un nuevo giro, por así convenir a sus intereses, hoy nos salga con: “¡Adelante señor presidente! Los maestros estamos con usted”, con motivo de la celebración del día del maestro. Un día está con el PAN, al día siguiente está con el PRI y el fin de semana vuelve a estar con el gobierno panista, utilizando al profesorado como marionetas y a la educación como moneda electoral.
Lo que es válido extrapolar a cada una de las entidades federativas que, en sus particulares circunstancias, los gobiernos estatales del PRI o del PAN se valen del SNTE para el control y manipuleo político electoral.
Pero no solo la franquicia que Elba Esther Gordillo y sus adláteres o los tres órdenes de gobierno son responsables. La sociedad en su conjunto tolera la corrupción en la enseñanza de niños y jóvenes con su silencio cómplice, como se tolera generalizadamente la corrupción pública y privada en todos los órdenes de la vida nacional.
Parafraseando al ex presidente López Portillo, gracias al gatopardismo gubernamental y corrupción consentida en el seno del sindicalismo, deberíamos sentirnos “orgullosos” de levantar la voz y decir sin pena, que la corrupción somos todos. No existe nadie que pueda desmentirnos.