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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

No es un asunto menor ni manida y frívola idea de lealtad a la camiseta.  En las actuales condiciones del país, con un régimen político en crisis y frente a la elección presidencial de julio próximo, es un asunto de la mayor relevancia el mantener y sostener con valentía la congruencia entre el pensar y el quehacer en las lides políticas.

Manuel Bartlett, ex secretario de gobernación y ex gobernador de Puebla, lo ha dicho todo: es un tema de conciencia, así como de coincidencias con las izquierdas y con Manuel López Obrador, cuando afirma que con el tricolor “ni a la esquina”. No se puede ser leal a la camiseta cuando no se está de acuerdo con el rumbo que ha tomado el partido en el que se milita.

Para el ex senador del PRI en la pasada Legislatura, es la hora de las definiciones: o se está por el más de lo mismo o se está por el tan necesario como urgente cambio de brújula, rumbo y timonel. Como seguramente también para muchos priístas honestos, el modelo neoliberal impuesto por los últimos gobiernos priístas y continuado por los de Vicente Fox y Felipe Calderón, tras haber empobrecido a México y orillarle al borde del desastre, no puede ni debe continuar.

Ni Peña Nieto ni los aún aspirantes del PAN a la presidencia de la República, ofertan en sus propuestas nada que indique modificación alguna al modelo económico y social dominante. Antes al contrario, proponen mantenerle y profundizarle hasta sus últimas consecuencias, como en el caso de la privatización del petróleo, la energía eléctrica, la educación y  la salud, a las que se ha venido oponiendo Manuel Bartlett y otros distinguidos priístas, coincidiendo con las tesis de Andrés Manuel López Obrador en congruencia con el nacionalismo revolucionario que diera vida al PRI y hoy abandonado por el tricolor.

Lo que está en juego es el futuro de México. Prebendas, canonjías, intereses creados,  y el ansia del poder por el poder mismo de los partidos contendientes, es secundario y cuestionable. No cabe la lealtad a la camiseta y el remordimiento por “patear el pesebre”, cuando pragmáticamente en nombre de tales frivolidades se subordina el interés superior de la Nación. Se está con México o no se está, es la determinación a que se tendrá que llegar con un sentido claro de honestidad intelectual sobre lo que hoy tenemos como país y el que deseamos heredar a las nuevas generaciones.

Muchos priístas, panistas o perredistas jóvenes  o de la vieja guardia, necesariamente tendrán que tomar tal determinación, inclinando la balanza a favor del cambio o a favor del más de lo mismo. Los dictados de su conciencia, dirán la última palabra frente a las urnas el primero de julio próximo.

Esto último conlleva un ajuste en la correlación de fuerzas tanto al interior de la partidocracia como en el conjunto de la vida política del país, que podría dar lugar a nuevas escisiones en los partidos mayoritarios; tanto entre encumbrados actores como en la base militante. Sumándole  ingredientes adicionales al ya atípico proceso electoral en marcha en el que la polarización de fuerzas entre la derecha y el centro izquierda parece ser la constante.

Más que el amor interesado o no a la camiseta, serán la conciencia de una sociedad informada y las coincidencias con el PRI y el PAN o con las propuestas de Andrés Manuel López Obrador, las que determinarán el sentido del voto. La postura asumida por el priísta Manuel Bartlett cae en tierra fértil, esperemos el fruto de su determinación. Xalapa, Ver.-

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