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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

“Peña Nieto parece entender mejor que sus rivales en qué año vive. Y a qué mexicanos les está hablando”: Ciro Gómez Leyva

No hay dinero más caro que el que no se tiene, dice la conseja popular, lo cual podría aplicarse a la incipiente democracia en México, cuando se observa la pobreza de contenido del mensaje mercadológico de las ofertas de partidos y candidatos en la contienda por la presidencia de la República.

Unos más unos menos, lo que ofrecen al electorado nada tiene que ver con la realidad en la que se vive en un país dominado por la corrupción, pobreza y la desesperanza. El no contar con una democracia representativa auténtica y sustentada en la participación conciente y consecuente de la ciudadanía, resulta demasiado caro para un México que históricamente aplica grandes esfuerzos en su intento por salir del subdesarrollo.

A unos días de que inicien formalmente las campañas proselitistas, todo está listo para que el pueblo de México se vea bombardeado por spots televisivos, planas enteras en la prensa e intenso intercambio de lo mismo sesudos análisis de reconocidos politólogos, que trivialidades y lugares comunes. Todos partiendo de la premisa de que el mensaje a emitir va dirigido a un receptor inteligente, informado y pensante que, participando en el libre juego democrático, en su momento sabrá discernir si su voto está a favor de mercancía chatarra o a favor de una renovada esperanza sobre un futuro bonancible de progreso y bienestar para todos.

Lo cierto, salvo mejores opiniones, es que el México y los mexicanos electores potenciales al cual está enfocado el mensaje electoral a emitir, de acuerdo con lo aprobado por el IFE, no se corresponde con la realidad presente que la mayoría percibimos pero que políticamente no procesamos de manera consecuente.

Con índices de pobreza y pobreza extrema arriba del 40% de la población nacional, el subdesarrollo del país está  muy lejos del México ideal que nuestra clase política contempla, punto de partida éste para las campañas políticas de proselitismo que iniciarán el 30 del presente. Las promesas a ofertar habrán de referirse a un deseable futuro y no a un pasado y presente con atraso estructural no superado. Se reivindicará una ilusión y se guardará una vez más en el baúl del olvido reivindicaciones que en la memoria histórica nos remiten a una Revolución Mexicana interrumpida, desviada y traicionada en propósitos y objetivos de desarrollo con justicia social.

La modernidad como ilusorio escenario democrático de una sociedad del bienestar en un país que, históricamente, tiene como asignatura pendiente remontar el atraso y subdesarrollo que se pretendiera superar allá en los albores del siglo pasado por hombres y mujeres que ofrendaran su vida por un México mejor, más justo y más humano. Vana ilusión cuando en nombre de ese futurismo especulativo a que nos remiten partidos políticos y candidatos, se propone dar marcha atrás en lo que con sangre derramada fuera conquistado como irrenunciable, lo mismo en derechos individuales y sociales que en soberanía e independencia nacional.

Espejitos y abalorios artificiosamente envueltos en papel de seda, cuando es sabido que sin importar el ropaje, el mono, mono se queda.

Pareciera que me contradigo con lo ya expuesto en entregas anteriores sobre Andrés Manuel López Obrador, a quien considero guarda entereza, visión, esperanza y congruencia en sus propuestas. No es así. A mi juicio pese a considerarlo el mejor contendiente por la presidencia de la República, el político tabasqueño también parte de premisas falsas en el mensaje que emite a la ciudadanía; pecando de exceso de optimismo o ingenuidad, al estimar que el receptor de su propuesta electoral en su mayoría es un mexicano libre, informado, pensante, y dispuesto a sumarse al esfuerzo de transformación del país que propone, cuando la realidad indica lo contrario.

La libertad para manifestarse en las urnas, está subordinada a la necesidad creciente de un pueblo orillado a la pobreza y a la subcultura política de la simulación y el engaño. A mayor pobreza en el país, mayor es la posibilidad de que la presunta libertad se vulnere una vez más, sometiéndose la voluntad ciudadana a prácticas electoreras perversas como la compra del voto por partidos y candidatos. Prácticas que a su vez hacen nugatorio el propósito ideal de que la ciudadanía se exprese sufragando con información, conocimiento de causa y discernimiento sobre lo que más conviene al México real en el que en suerte nos toca vivir.

La sociedad mexicana está muy lejos del ideal democrático en que Andrés Manuel López Obrador sustenta su propuesta electoral. El  listado de candidatos de la Coalición de las llamadas izquierdas, tanto al Senado como a la Cámara baja, salvo contadas y respetables excepciones, son evidente reflejo del pantanoso y corrupto escenario antidemocrático nacional que precede a la campaña política formal del tabasqueño.

Ojala y no me equivoque en esto último ni se tome a mal interpretándose mis palabras como pedestre subestimación peyorativa de un pueblo que, pese a su condición de pobreza y pobreza extrema,  constantemente da muestra de fortaleza y amor a México. Pero no es posible ignorar una realidad que pesa y determina en todo proceso electoral, Cuantimás en el presente, en el que la corrupción, el dinero y no la libre voluntad del elector parece ser la constante en un régimen político agotado, en crisis terminal que ayuno de rumbo y visión de Estado, nos arrastra en su caída.

Ni el electorado en su gran mayoría es libre para expresar su voluntad en las urnas ni la política apunta a la construcción de una democracia representativa sustentada en la búsqueda del bien común. Ausencia de ciudadanía y perversidad política van de la mano. Sin participación en la toma de aquellas decisiones que le afectan y competen, el pueblo de México seguirá siendo rehén de la partidocracia rampante.

En política todo lo que se compra con dinero es barato, afirmaba cínicamente Fidel Herrera Beltrán, resumiendo una verdad insoslayable en la realidad del México de hoy. Lo que el electorado en respuesta al mensaje de partidos y candidatos debería expresar en las urnas es que la democracia no está en venta. Pero no puede hacerse de lado que la democracia simulada está al alcance del mejor postor. Y, desafortunadamente, todo parece indicar que  ésta última le resulta en extremo barata a un régimen político que ya no da más.

“Dinero mata carita”, paradigma de nuestro tiempo en el imaginario popular. El mensaje electorero a emitir, presuntamente parece apostarle a la imagen mediática de un México inexistente cuando la realidad indica que el partido y el candidato ganador será el que más dinero aplique a la compra de conciencias y voluntades de un inerme electorado que, a cambio, recibirá más de lo mismo: espejitos y abalorios como espejitos y abalorios nos ofertarán partidos y candidatos.

Hojas que se lleva el viento

Veracruz paradigma de capacidad de convocatoria en turismo gracias al Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa. Ni la misa oficiada por el pontífice Benedicto XVI en Guanajuato, con 640 mil asistentes, pudo opacar la multitudinaria afluencia de visitantes a la Cumbre Tajín 2012, la mejor, más vistosa y más ilustrativa de las profundas raíces de los veracruzanos, desde que se instituyera este evento como el más importante de la entidad. Y viene lo mejor: Semana Santa, festividad a la que se espera confluyan en nuestras playas más de cuatro millones de paseantes, incluido el turismo tradicional de jícama y horchata que es atraído con despensas y paraguas tricolores.

Mérida, Yuc., a 25 de marzo de 2012

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