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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Analistas y expertos tenían razón, las elecciones en julio próximo no pueden considerarse más que como atípicas. No tanto por la conducta social y política de partidos y candidatos en la búsqueda del voto que les asegure el triunfo, que, en lo sustantivo no se diferencia gran cosa de la observada en las dos últimas contiendas presidenciales, sino en el  contexto interno y externo dentro del cual tiene lugar el proceso electoral en curso.

En lo interno, pobreza, desigualdad e inseguridad creciente percibida, condicionan lo mismo lo que la ciudadanía espera de las elecciones que el discurso proselitista enfocado a trasmitir lo que el electorado quiere escuchar. A diferencia del pasado, la audiencia impone el tenor del discurso y los candidatos demagógicamente a ello se pliegan.

En lo externo, la crisis global, -multidimensional como la califica Alfredo Halife Rahme-, que actúa negativamente lo mismo en lo económico y financiero que en lo social y político, requiere de respuestas congruentes y claras para el mediano y largo plazo sobre el rumbo a seguir por un país que, inserto en la globalidad del fenómeno se exige a sí mismo crecimiento económico con justicia social, para así atender a las necesidades crecientes de una población que rebasando los 110 millones de habitantes alrededor del 40% viven en condiciones de pobreza. Partidos y candidatos no pueden obviar el marco referencial de la crisis global, sin perder el marco conceptual de lo que la ciudadanía espera de ellos.

Lo atípico está dado en un proceso apenas perceptible de cambios profundos en el país y en sus habitantes a los que el traje a la medida ya les queda chico, como sucede también en otras latitudes del orbe. Lo típico es que partidos y candidatos se niegan a reconocerlo, pretendiendo ajustar tanto a la política como a los ciudadanos a sus ambiciones y  propósitos y no a la inversa. En el transcurso de las próximas semanas ya se verá de qué cuero salen más correas.

Congruencia

Conciliar el requerimiento electoral en la coyuntura en base a promoción de imagen, discursos a cual más trillados y promesas de campaña, con un planteamiento de fondo que concrete propuestas viables en torno a las reformas y cambios estructurales que el país requiere, es de considerarse nada fácil. Hablarle claro al electorado sobre los escollos a librar para retomar el camino del desarrollo en el mediano y largo plazo, si no se tiene honestidad intelectual y voluntad política para compartir con la ciudadanía un proyecto de Nación distinto y acorde con la realidad de México y del mundo, es bordar en el vacío. Sin congruencia todo queda en el discurso y así termina por juzgarlo un pueblo tan desencantado como incrédulo.

Lo que es o no es posible emprender, siempre bajo la óptica de cada aspirante a la presidencia de la república, debería ponerse en primer plano, aún a costa de sacrificarse aceptación  y simpatía entre aquellos sectores de la población que, privilegiando necesidades sentidas en la coyuntura, no necesariamente estarían de acuerdo en subordinar éstas a las necesidades reales de un país que, acusando estancamiento y retroceso, requiere de drásticas medidas para impulsar los cambios que México requiere.

Esto naturalmente que no entra en los planes y estrategias de campaña. Al electorado lo que hoy este quiere escuchar y está dispuesto a secundar sin mayores compromisos o sacrificios. La tarea inmediata es convencer para obtener el triunfo. El ya mañana Dios dirá termina por dominar la tónica de las campañas políticas, manifestándose como ausente el cómo y el con qué se pretende cambiar a México tras el relevo de titular del Poder Ejecutivo federal.

Complejidad

Lo complejo del asunto para los presidenciables es que para unos segmentos de la sociedad, el país no demanda más allá de maquillajes sectoriales y regionales, en tanto que, para otros, la solución a problemas coyunturales pasa necesariamente por un cambio estructural a fondo que genere las condiciones necesarias para que la atención a necesidades sentidas de la población, vaya de la mano con las reales que el México de hoy demanda, para así enfrentar y salir avante en el entorno de la crisis globalizada y la problemática interna de estancamiento económico con inseguridad.

No se puede satisfacer a todos sin generar conflicto al atentarse contra intereses creados aún siendo estos legítimos y respetables, cuando a diferencia del pasado dominado por el partido hegemónico, la elección presidencial se reducía protocolariamente a un simple cambio de estafeta ó, más recientemente, a la llamada “alternancia”, trasvase entre equipos gobernantes de una partidocracia con intereses y propósitos más o menos comunes.

Otro México, otra ciudadanía

A ello habría que agregar el que los candidatos hoy se enfrentan a una ciudadanía plural, más joven, informada y beligerante que, tras una supuesta apatía e indiferencia, a su modo participa, juzga y califica, como se pudo constatar en Tres Marías, Morelos, cuando Josefina Vázquez Mota queriendo darse un artificioso “baño de pueblo”, interrumpiera el descanso del Jueves Santo de los paseantes ahí reunidos. La irreverencia de la improvisada audiencia que le abucheara a su antojo, le obligó a poner distancia de por medio abandonando el lugar con la cola entre las piernas. Es otro México, otra ciudadanía, a la que hoy enfrentan partidos y candidatos.

Aquí en Yucatán, el priísmo con mayor sensibilidad al contrario, hizo mutis, respetando el asueto generalizado del fin de la Semana Mayor pero, bien se las arregló para financiar el traslado, tortas y refresco de miles de humildes familias de diversos municipios del interior a los más de 10 sitios de playa de la costa yucateca. La compra de conciencias y voluntades no podía faltar dentro de lo típico del proceso electoral en curso, aprovechando el tricolor ocasión y necesidad de la población objetivo.

Hojas que se lleva el viento

Los aspirantes al Senado y a la Cámara de diputados, ayunos de comprensión de la realidad del país y de sus respectivos distritos electorales, carentes de ideas propias para convencer a sus electores se acogen al discurso de los presidenciables, haciéndose eco, sin mayor aporte en su ámbito de competencia, de lo que estos dicen o dejan de decir. El voto diferenciado en su momento les abrirá los ojos.

Chelem puerto, Yuc. 7 de abril del 2012

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