Pulso crítico
J. Enrique Olivera Arce
Andrés Manuel López Obrador afirmó que todavía no está dicha la última palabra. Y en efecto, así es. El Programa Preliminar de Resultados tiene carácter informativo pero no legal. Será cuando el IFE y el TRIFE tras completado el cómputo declaren formalmente el resultado de la elección presidencial y no antes, cuando se tenga un ganador. Cuando ese momento llegue entonces sí partidos y candidatos de conformidad con la legislación de la materia podrán aceptar el resultado o impugnarlo. Respetar tiempos y procedimientos es cumplir con la ley, el pacto de civilidad signado por los presidenciables a ello obliga.
De acuerdo a lo interior, mi optimismo se derrumbó. En mi artículo anterior escrito la tarde del domingo, señalaba que partía de un optimista supuesto de que en esta ocasión al pueblo de México no se le ha escamoteado una vez más su voluntad ciudadana. Mi optimismo se derrumbó por la noche de ese mismo día cuando el Consejero Presidente del IFE, basado en las encuestas de salida y apenas iniciado el Programa de Resultados electorales previos (PREP), anunciara que ya se tenía un ganador de la contienda, siendo avalado instantes después por Felipe Calderón en Cadena Nacional.
La sospecha de un plan preconcebido para impedir una vez más el arribo de las llamadas izquierdas a Los Pinos se impuso por sobre mis buenos deseos. Amor con amor se paga, si el PRI avalara el triunfo de Calderón Hinojosa en el 2006, hoy éste avala el presunto triunfo de Enrique Peña Nieto. Sospecha sembrada a lo largo del proceso, abonada desde la presidencia de la República y exacerbada con el imponente despliegue mediático que da por hecho el que México cuente ya con presidente electo.
Sospecha que en tierra fértil ya hace suya importante sector del electorado, estimando que nuevamente la voluntad popular ha sido burlada. Percibiéndose el dejavú de un círculo perverso que nos regresa al pasado.
Pero no anticipemos vísperas. Ni festín ni enojo, como en el futbol, esto no se acaba hasta que se acaba y obligados estamos, sin mediar pacto de civilidad alguno, a respetar lo dispuesto por la ley. Partidos y candidatos si así lo juzgan conveniente, habrán de recurrir a las impugnaciones y, resueltas estas, entonces se dará el resultado final de la elección. Nada se gana con dejarse llevar por la euforia o la indignación dando por hecho lo que aún está pendiente de resolverse.
Una vez que el triunfador de la contienda sea declarado presidente electo de México, entonces chueco o derecho, haiga sido como haiga sido, el resultado será oficial y, al que no le guste que se aguante, pues por muy incipiente que sea nuestra democracia, en ella se gana o se pierde.
Me mantengo en lo dicho es en lo concerniente a las tareas y retos para gobernantes y gobernados: “Los tiempos para dejar hacer dejar pasar, se agotaron. Una nueva sociedad, más informada y participativa se ha manifestado en tal sentido a lo largo del último tercio del proceso electoral, poniendo en jaque a la partidocracia. O se avanza en la democratización del país u ominosos nubarrones de tormenta ensombrecerán el horizonte futuro de México”.
Sea quien fuere el uncido como presidente electo, su tarea inmediata debería ser el recuperar confianza en el estado de derecho, construir la urgente y necesaria unidad nacional y asumir un liderazgo auténtico que con la participación y concurso de todos, impulse los cambios que el país exige para salir avante. Si este propósito no se emprende con visión de Estado y voluntad política, México seguirá empantanado en la espiral de violencia y corrupción que hoy nos tiene postrados de rodillas.- Xalapa, Ver., Julio 3 de 2012.