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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Andanada de críticas vertidas en torno a las vacaciones que se tomara el Sr. Dr. Duarte de Ochoa impidiéndole estar presente en la entidad para enfrentar la amenaza anunciada de la tormenta tropical “Ernesto”, como si su presencia pudiera contrarrestar los efectos del meteoro en suelo veracruzano. Fuego amigo, inquietud social y escándalo mediático a modo, como ingredientes para preparar la puesta en escena de un escándalo mayor, el rumor del próximo abandono del juego del titular del poder ejecutivo estatal  y el nombramiento de un gobernador interino, cargo que bien pudiera recaer en el senador electo Héctor Yunes Landa, dicen sus panegiristas. Esto en respuesta  a las medidas adoptadas por el equipo de transición del aún candidato priísta a la presidencia de la república para fortalecer al joven Duarte de Ochoa que, como se sabe, no quedó bien parado tras los resultados que en Veracruz arrojara la elección federal.

Al priísmo estatal no le gustó que desde el CEN del PRI se enviara  un refuerzo  con la encomienda de auxiliar al gobernador en el rescate de orden y gobernabilidad, como es el caso de Enrique Ampudia, experimentado operador político de todas las confianzas del equipo de transición de Peña Nieto que, de facto, se asume por encima del Comité Directivo Estatal del tricolor, apuntalando a la administración duartista

Hasta aquí las implicaciones políticas de “Ernesto” y la ausencia del gobernador. Lo que debería ser motivo de verdadera preocupación para los veracruzanos es la falta evidente de previsión frente a la amenaza del cambio climático y la recurrencia de impactos ciclónicos en la entidad. Las medidas adoptadas hasta ahora y ampliamente difundidas por los medios de comunicación, están referidas a lo estrictamente coyuntural, ante, durante y después de ahogado el niño. Todo el énfasis se pone en el escenario político de atención oportuna y eficaz a las víctimas del desastre y, poco o nada se hace por tomar medidas eficaces para minimizar daños más que anunciados.

Se dice que Veracruz cuenta con un mapeo completo de zonas y localidades susceptibles de afectación; se mantiene una estrecha observación del comportamiento de los caudales de ríos y lagunas interiores; se advierte a la población de posibles amenazas ante la proximidad de un fenómeno natural no controlable ¿Y? 

Lo cierto es que tiro por viaje el daño es mayor que lo previsto; viento y lluvia se ceban sobre regiones y localidades consideradas de alto riesgo. Desborde de cuerpos de agua, derrumbes, vías de comunicación deteriorados por la fuerza de las aguas y comunidades enteras afectadas en viviendas, enseres domésticos, animales de crianza y sustento económico-productivo. Afortunadamente la pérdida de vidas es mínimo, más no así el estrés social resultante de la impotencia y pérdida de bienes materiales difícilmente reemplazables.

La inmediatez como respuesta gubernamental. El Fondo Nacional de Desastres Naturales (FONDEN) siempre a la mano para auxiliar a supuestas  o reales víctimas del desastre. Recorrido obligado de las autoridades de los tres órdenes de gobierno, cobijas, despensas y la presencia siempre responsable de las fuerzas armadas en apoyo a la población civil. Una vez tomada la foto evaluado los daños y declarada oficialmente la magnitud del siniestro, a esperar una nueva acometida. Hasta ahí las cosas.

Mapeo de zonas de alto riesgo y políticas públicas de prevención sirvieron para maldita la cosa. El auxilio a la población en el mejor de los casos tarda meses ¿o años? en aterrizar y, a los damnificados les vuelve a llover sobre mojado sin que se tomen medidas de fondo de respuesta a los efectos de los desastres naturales, hoy magnificados por un cambio climático que ya no está a discusión.

Que se sepa, ni reubicación de localidades, población, cultivos y ganado están a la orden del día. Antes al contrario, gracias a la corrupción se siguen tolerando asentamientos irregulares, fraccionamientos residenciales costeros, ganadería extensiva en zonas inundables y cultivos agrícolas año con años siniestrados. El FONDEN y el Seguro Agropecuario Catastrófico (SAC), cubre la mayor parte de los daños, dicen las autoridades sin que se establezca una auténtica política integral de prevención que apunte a la solución de esta problemática para el mediano y largo plazo.

Así las cosas, con la presencia del gobernador o sin ésta, el daño está hecho. “No es bombero”, como dijera el gobernador Alemán Velasco. Cómo políticamente se quiera interpretar el papel asumido por el Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa  ante la presencia de “Ernesto”, lo que debería estar en la agenda de prioridades en materia de prevención brilla por su ausencia. El cambio climático ya tomó carta de naturalización a nivel global, ya está entre nosotros, su nefasta presencia es ignorada y eso sí debería ser motivo de verdadera preocupación. Lo demás es grilla y así deberíamos asumirlo.

Hojas que se lleva el viento

Mucho ruido y pocas nueces sobre el tema del organismo fiscalizador del Congreso local. Para nadie es un secreto que el Sr. Audirac es un pillo de siete suelas al que se le atribuyen múltiples irregularidades en el desempeño de su función. Unas de motu propio a través de las empresas contables de su propiedad y otras inducidas por intereses políticos concretos que le son impuestas. Sin embargo a mi juicio su posible reelección o substitución no es el problema de fondo del ORFIS. Corrupción, simulación, valores entendidos y dependencia del poder ejecutivo estatal son vicios de origen del organismo que van de la mano con otros de igual calibre de las Legislaturas en turno. ¿Quién le pone el cascabel al gato?

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