Pulso crítico
J. Enrique Olivera Arce
- La basura en el nuevo PRI no es hecho aislado.
Ahora que los economistas veracruzanos pretenden formar un bloque que les permita involucrarse y pesar en la búsqueda de soluciones a la aguda problemática que tiene postrada a la entidad, vale preguntarles qué respuesta viable podrían aportar para que, de una vez por todas, el gobierno del estado reconozca la profundidad de una crisis en la que la combinación de insolvencia gubernamental y deterioro creciente de la demanda agregada, impide crecimiento económico, generación de nuevos empleos y combate efectivo a desigualdad y pobreza.
Crisis que arrastrando al quehacer político, se da en un escenario de pérdida de confianza y credibilidad en los gobierno estatal y municipales, con repercusión en gobernanza, gobernabilidad y principio de autoridad sustentada en un efectivo Estado de derecho.
Estimo que los economistas, aún con la escasa información disponible, tienen mucho que decir al respecto.
Y en este tenor cabe aclarar que el descontento ciudadano y crítica recurrente que merecidamente en la mayoría de los casos da lugar una administración pública ineficiente e ineficaz, no necesariamente es únicamente consecuencia del mal desempeño de los servidores públicos o su escasa preparación para conducir los destinos de Veracruz. También cuentan factores externos ajenos a la voluntad de quienes hoy gobiernan a la entidad en un entorno nacional e internacional negativo.
Pues si en estos días el Sr. Dr. Duarte de Ochoa dejara el gobierno de la entidad, su substituto se encontraría igual de atado de manos. La insolvencia en todos los órdenes de la administración pública veracruzana, está anudada por un lado, a la nefasta herencia de Fidel Herrera Beltrán y, en el otro extremo del mecate a los balbuceantes intentos del gobierno federal por resolver una más que crítica situación del desempeño de la economía y deterioro del tejido social.
Lo que cambiaría, en todo caso, “es el estilo personal de gobernar” que no escaparía al clima de opacidad, simulación y corrupción impune que priva en Veracruz, así como de la tendencia a la apropiación privada del capital social en todo el territorio nacional.
A juicio de quien esto escribe, lo que más afecta a la percepción colectiva de la crisis que vive Veracruz es el desbocado optimismo sin sustento que anima al gobierno duartista; negándose públicamente una realidad que le desborda y, por ende, la renuncia a encaminar la acción de gobierno a la búsqueda de políticas públicas y medidas eficaces que coadyuven a paliar la crisis interna en tanto las condiciones en el orden nacional e internacional no nos sean favorables.
Triunfalismo gubernamental que más que estimular confunde a los gobernados y, en la medida en que las mayorías no encuentran explicación al verdadero fondo del problema, el descontento y hartazgo social se manifiesta en groseras críticas personalizadas que se ceban en el gobernador del estado y en su primer círculo de colaboradores.
Lo que se ha comentado en torno a la portentosa inversión pública (42 mil millones de pesos) para Veracruz en el presente año, anunciada por el Sr. Dr. Duarte de Ochoa en la rueda de prensa del pasado lunes, es apenas un pálido reflejo de ello. Comentario público que por cierto ignora el Sr. Coordinador de Comunicación Social del gobierno estatal, persistiendo e mantener una estrategia informativa equívoca en la relación gobierno- ciudadanía.
Tocaría entonces al gremio de economistas, desde la academia o el servicio público, hacer su aporte colectivo para una mejor comprensión de la problemática estatal proponiendo aquellas soluciones viables que a su entender sean congruentes con la realidad que se vive en Veracruz; coadyuvando por una parte a la comprensión y aceptación de ésta por las autoridades y, por el otro, a dar contexto racional a la interpretación ciudadana del desempeño gubernamental del por qué hoy la entidad vive bajo la conducción de una administración pública fallida.
Y, de paso, orientar a la clase política para que sin distingo partidista acepte que la solución a los problemas de Veracruz no pasa necesariamente por el desgastado camino electoral.
Hojas que se lleva el viento
El nuevo PRI se desgarra las vestiduras ante la bochornosa, por decir lo menos, conducta de su ahora ex dirigente en el Distrito Federal, el rey de la basura y líder mafioso de uno de los últimos bastiones clientelares priístas en la capital de la república que por décadas sirviera a los intereses lo mismo electoreros que represivos del tricolor. Incongruente manifestación moralina de un PRI que a decir de Emilio Gamboa Patrón –como “El chupón”, le conocen en Yucatán- y uno que otro priísta soberbio y despistado, no daña a su partido.
Falsa apreciación, para la opinión pública no siendo un caso aislado el del pepenador de basura y de prebendas políticas y económicas, se le ubica en el perenne escenario de corrupción y prostitución de la vida política nacional por un viejo PRI que se resiste a cambiar. La última elección presidencial con la compra de votos es el ejemplo más cercano de ello y, en nuestra aldea para no ir muy lejos, ¿acaso no es del dominio público que en la cúspide del “pinche poder”, las tetas y algo más fueran la llave para acceder al paraíso? ¿No es cierto que prostituyeran liderazgos de la oposición poniéndolos al servicio del oriundo de Nopaltepec y sus herederos políticos? ¿Alguien olvida la manida frase atribuida a Herrera Beltrán de que en política todo lo que se compra con dinero, es barato?
Por dignidad y vergüenza calladitos se verían más bonitos antes que negar su condición de corruptos y corruptores. La sociedad ya es otra, mejor informada y más crítica y participativa, ya veremos si en los próximos comicios el PRI sale incólume del atascadero.