Pulso crítico
J. Enrique Olivera Arce
Sin lugar a dudas, el futbol no tiene la culpa. El que como espectáculo sea funcional a otros intereses más allá de los estrictamente comerciales y cuya pretensión sea el manipular y distraer a la opinión pública, estableciendo cortinas de humo que oculten o intenten ocultar problemas de fondo que inciden de manera relevante en la vida política y económica de la sociedad, no justifica el que se satanice a priori un evento recreativo de alcance mundial.
Vivir el momento, disfrutar del espectáculo y olvidarse del día a día bajo el acoso apremiante de necesidades insatisfechas, no está reñido con el entender que el circo es efímero y que, una vez concluido, la vida sigue.
Independientemente de que como espectáculo sea un gran negocio privado del que se benefician unos pocos a costa de los más, el futbol como un deporte popular cuya práctica está al alcance de todos y, por ende, merecedora de ser considerada como ejercicio pleno del derecho a la salud y a la recreación, esta debe ser apoyada y estimulada en todo tiempo y a todos los niveles y no sólo llevarle a primer plano con motivo de un evento comercial, por muy importante que este sea.
No obstante, una cosa es Juan Domínguez y otra, muy distinta…
El que como espectáculo el futbol escénico juegue el doble papel de oportunidad recreativa para las mayorías y el de manipulador y distractor del que se valen las clases dominantes para afianzar su control ideológico, sobre todo, en niños y jóvenes en los que hay que imbuir desde temprana edad la idea de las bondades que individualmente ofrece ser competitivo en una sociedad de desiguales, no elimina por sí la necesidad de jerarquizarle; privilegiando ocupación y preocupación por aquello que por su trascendencia en nuestra vida cotidiana tiene mayor relevancia que el resultado de un encuentro deportivo, así sea el triunfo o derrota de la representación del futbol escénico-comercial del país de que se trate.
Empezando por tomar conciencia de la necesidad de separar lo que es deporte y recreación de lo que es manipulación y distractor, para no dejarse llevar perdiendo lo más por lo menos. La contienda mundial celebrándose en Brasil no elimina guerras, mitiga hambre o resuelve crisis económica y deterioro social.
Por lo que toca a México, dado el proceso privatizador y empobrecedor que impulsan gobierno y partidos políticos, es especialmente importante separar lo uno de lo otro para que no nos tomen con los dedos tras la puerta.
Peña Nieto y el Futbol.
Baste para tal efecto leer el discurso pronunciado por Enrique peña Nieto al recibir a sus pares en Nayarit con motivo de la Cumbre de la Alianza Pacífico.
Subordinando el papel de México a simple esquirol de los poderes fácticos trasnacionales, utiliza al balompié como símil de identidad nacional, productividad y competitividad en el libre mercado. Exaltando el desempeño de la selección nacional en el mundial de Brasil y soslayando el triste papel que asume el gobierno de México en el concierto de los esfuerzos de la mayoría de los países latinoamericanos que pugnan por liberarse de las cadenas de los organismos financieros internacionales.
Apoyado en el “éxito” alcanzado por el colectivo mexicano empatando con Brasil, se guarda de hacer referencia tanto al estado que guarda la fábrica nacional de estancamiento y recesión, como al lastimoso desempeño del Estado mexicano en el proceso latinoamericano de integración económica en el mercado global, dependiendo de los vaivenes de la crisis económica, financiera y social de nuestros vecinos del norte.
Esto sin considerar que en paralelo a su exaltación a la “gesta” futbolera nacional, está “goleando” al pueblo de México impulsando un proyecto económico y social sustentado en políticas públicas privatizadoras, que incluyen la entrega del territorio nacional a las empresas petroleras y gaseras domésticas y extranjeras.
El discurso dirigido a sus pares en Nayarit estuvo orientado a convencer en el extranjero que en México no pasa nada, todo es prosperidad y disposición exitosa a la participación e integración a los mercados en la Cuenca del Pacífico. Y, para uso doméstico, palabras de aliento capitalizando para su gobierno el “momento” de entusiasmo y efímera alegría, en favor de un acercamiento –empatía le llaman ahora-, con el pueblo que dice no a las reformas neoliberales.
Lo destacable es que pese a la pasión que despierta la sed de triunfo y la esperanza depositada en el futbol profesional mexicano, al parecer no escapa en la percepción de las mayorías el hecho de que, en el Congreso de la unión, se cocina la traición a México en materia de telecomunicaciones, energía y entrega del territorio al libre mercado energético. Lo que se piensa y escribe en las redes sociales, conjugando deporte-espectáculo y política, es apenas un pálido reflejo del sentir nacional en un pueblo ignorado, lastimado, ofendido, y excluido de las grandes decisiones que afectan presente y futuro de la Nación.
La pasión ahora desbordada ante el desempeño de la selección de futbol, no es eterna. Pasado el evento mundialista, la realidad cruda y terca que lastima y genera rechazo y resistencia, retornará para tomar el sitio que a sí misma se asigna. De la borrachera futbolística, se pasará de golpe a los efectos de lo que la economía dicta al bolsillo de los mexicanos. El espectáculo dejará satisfechos a sus dueños, los jugadores ganen o pierdan retornarán con fama y dinero, mucho dinero y, los “fans”, a lidiar con su vida cotidiana. El circo es efímero y la necesidad de pan es permanente.
Hojas que se lleva el viento.
Y a propósito de deporte e intereses comerciales y políticos, los xalapeños no se dejan envolver por el bombardeo publicitario promoviendo los Juegos Centroamericanos y del Caribe que tendrán lugar en noviembre próximo. Primero está la ciudad y su gente y así se expresa en diversos sectores de la población. No estándose de acuerdo con una Xalapa maquillada para la ocasión, la respuesta a problemas de fondo que ya hacen inviable la sana convivencia entre desiguales, así como el futuro ordenado de la mancha urbana, es exigencia permanente a un Ayuntamiento que privilegiando un evento deportivo internacional cuyos beneficios económicos se quedarán en unas cuantas manos, no sabe qué hacer para agarrar al toro por los cuernos y cumplirle a sus gobernados.
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Con todo respeto, es absurdo el sólo pensar que el debate cupular en torno a los alcances de la reforma electoral y su adecuación en el marco jurídico estatal, fortalece la imagen del Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa y favorece al buen éxito del proyecto transexenal Herrera-Borunda. Antes al contrario, demerita la poca o casi nula autoridad política del gobernante, reflejando que en los tendidos es mayor el interés porque ya tire la toalla y se retire que por su visión política futurista. Y mientras el gobernador alcanza su más bajo nivel de popularidad y aceptación, al interior del PRI a contracorriente se cocina la candidatura del pavorreal o gallinazo de la fidelidad, vocero oficial del régimen duartista, como aspirante a gobernador de dos años. Lo que para el caso es lo mismo, continuidad a favor del saqueo impune que tanto ha dañado a Veracruz.