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Category Archives: Elecciones 2016

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Si partimos del supuesto de que en la elección de junio al voto de los simpatizantes de Miguel Ángel Yunes Linares se sumara el del descontento y hartazgo,  dando el triunfo a la alianza PAN-PRD y con ello, dar paso a la alternancia en el gobierno de Veracruz, habría entonces que considerar que ante el pedestre diferendo entre  Javier Duarte de Ochoa y su sucesor,  no son pocos los veracruzanos que hartos de dimes y diretes descalifican a ambos por igual.

“Tan malo el pinto como el colorado”, es lo que se escucha. Mermando el respaldo inicial otorgado en las urnas al hoy gobernador electo.

 Descontento y hartazgo no tienen color de camiseta. Luego el voto de castigo que beneficiara al PAN-PRD,  no necesariamente representa un cheque en blanco para Yunes Linares. Tan volátil es,  que de la noche a la mañana lo mismo puede expresar confianza en la alternancia para obtener respuesta a sus expectativas de retorno a la normalidad democrática, paz social y bienestar, que amplio rechazo caso de no cumplirse con lo que la ciudadanía espera del cambio de estafeta.

De ahí que el capital político con el que iniciará Yunes Linares su mandato, a mi juicio estará sujeto en el futuro inmediato al alza o a la baja conforme se frene o continúe  el clima de incertidumbre y malestar que aqueja a una gran mayoría de  los veracruzanos. Y este estado de ánimo, por lo que se alcanza a observar,  no necesariamente va de la mano con la oferta política, económica y social de una alternancia que, para empezar, aparentemente no cuenta con el respaldo presidencial pues de otra manera Peña Nieto ya hubiera frenado a Javier Duarte en su estrategia de defensa al costo que sea.

Oferta que habrá de concretarse en el llamado “Plan Estatal de Desarrollo” que, su momento será aprobado por la Legislatura local y, que, siempre a mi juicio, no es garantía de congruencia en la tarea de rescatar a la entidad de la situación que se viene arrastrando a lo largo de la última década.

Esto último podría confirmarse con la tónica de la orientación tecnocrática que se pretende dar al “Plan Estatal de Desarrollo”, basada en algo tan jalado de los pelos como “una economía creativa para Veracruz” (De Interés Público 2016/08/09), tesis sustentada por el  economista Francisco Montfort en su carácter de coordinador responsable de la elaboración del documento y que a todas luces está fuera de contexto ignorándose la realidad real del país y de la entidad.

A ello habría que sumarle el hecho de que en el ámbito de la política política, la alternancia no será torpedeada únicamente los partidos políticos opositores, también por el “fuego amigo” de entre las filas de un PAN dividido, así como por las naturales contradicciones de una alianza que, ante la proximidad de los comicios municipales del 2017 y la “madre de todas las batallas” en el 2018, se antoja endeble y de muy corta duración si se considera que el PRD para sobrevivir debe renunciar a sus coqueteos con la derecha e intentar rescatar su identidad como partido de izquierda electoral, dejando sólo al PAN en la tarea de gobernar.

Luego cabe  preguntarse si el gobernador electo contará con una base social sufrientemente amplia como para que durante su mandato la fiesta marche en paz. El tiempo se encargará de poner las cosas en su exacta dimensión, empero, en el presente más allá del pleito que domina el escenario mediático, la economía veracruzana sigue cuesta abajo sin visos de interés alguno por su rescate y reordenación.

Hojas que se lleva el viento

A rio revuelto ganancia de pescadores. Conforme empiezan a pesar en las espaldas de Miguel Ángel Yunes los kilos perdidos de Javier Duarte, priístas como el senador Héctor Yunes Landa ven en la crisis veracruzana oportunidad para llevar agua a su molino. El 2018 está a la vuelta de la esquina y los anhelos de revancha están a la orden del día.

No está de más insistir. Morena no debe perder tiempo subiéndose al ring mediático. La tarea de construcción de una estructura partidista desde abajo que responda a los retos del 2017 y 2018,  tiene prioridad.

Xalapa, Ver., agosto 11 de 2016.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Congruente con el estado de descomposición política que prevalece en Veracruz, el proceso sucesorio transita por el nada edificante sendero del absurdo. Exhibiéndose entre dimes y diretes, intercambio de acusaciones y pedestres actitudes de ramplón protagonismo, una crisis institucional que desde endenantes ya tocara fondo. Haciéndose eco de ésta, los medios de comunicación al fin y al cabo compañeros de camino, tomando parte activa en un pleito que a la mayoría de la población ni le va ni le viene,  pierden el piso sumándose a la descomposición existente hacen de la sucesión un show mediático  que opera como el gran distractor.

Problemas torales que aquejan a todos los sectores de la población, como la recesión económica que se hace acompañar por restricción del gasto público, desempleo,  pérdida del valor adquisitivo del salario y, por ende mayor desigualdad, pobreza y abatimiento del mercado interno en detrimento del aparato productivo, pasan a segundo plano. El show que vende está referido al diferendo entre el gobernador  saliente y su sucesor. Descontándose de antemano el que la alternancia sirva para maldita la cosa, salvo para profundizar y agudizar una crisis estructural que va más allá de  los dimes y diretes en torno a una administración pública estatal fallida, el saqueo impune de la hacienda estatal, y el destino carcelario de un gobernador por ahora intocable.

Siempre en el camino de lo absurdo, sin el menor talante crítico, se festina mediáticamente al gobernador electo por su iniciativa de diseño y puesta en marcha de un “Plan Veracruzano de Desarrollo” para el bienio, haciendo de lado el hecho irrefutable de que en las condiciones actuales, ni será un plan ni mucho menos de desarrollo para una entidad federativa con una economía postrada, por decir lo menos. Lo importante es seguir el libreto del show distractor, a sabiendas de que en escasos 18 meses, mucho se habría de avanzar si todo para en un simple rescate y reordenación de la administración pública recuperándose confianza y credibilidad.

Lo destacable es que la señora rectora de la Universidad Veracruzana, se trepe al carro de la simulación, haciendo gala de deshonestidad intelectual respaldando la iniciativa de un inviable “plan de desarrollo”, comprometiendo  a la institución de educación superior a su cargo con su participación activa en el llamado “Comité Rector del Plan Veracruzano de Desarrollo»; tarea en la que, de entrada, se  desconoce o a priori se descarta el contexto más amplio de la crisis nacional e internacional dentro de la cual se inscribe la que particularmente vive Veracruz. Lo urgente es seguir le el juego al sucesor del peor gobernador que ha padecido la entidad. Lo importante puede quedar en el tintero para mejores ocasiones.

El absurdo sobre la razón. La visión kafkiana por sobre el pensamiento crítico. Al fin y al cabo, solo es un show mediático con el que distraer en  los tendidos al siempre mirón de palo, en tanto Peña Nieto desentendiéndose de su papel de embajador de Obama, toma las riendas del gobierno nacional.

Hojas que se lleva el viento

En este surrealista escenario y teniendo como fondo las declaraciones del comisionado de Peña Nieto para la depuración y renovación del Partido Revolucionario Institucional, Enrique Ochoa Reza,  respecto a la honestidad a toda prueba del priísmo, en la entidad veracruzana la fuerza inercial  de la costumbre,  ¿o interés creados específicos?, exhibe una paradoja mediática:   En tanto de manera orquestada se combate en los medios informativos a Javier Duarte, gobernador priísta origen del descontento y el hartazgo que se volcara en las urnas en contra del dinosaurio tricolor, derramando ríos de tinta en torno a las hasta ahora sólo declaraciones del gobernador electo,  simultáneamente se destaca como un hecho el que para el 2018 el PRI renovado recuperará la gubernatura de Veracruz.

Se considera nuevamente a Héctor Yunes Landa como el llamado a revertir la alternancia. O bien, elevándose a la calidad de iluminado al senador José Yunes Zorrilla, se le augura  seguro triunfo como candidato del PRI en el 2018 a la gubernatura de Veracruz sin entender que el joven y dinámico político peroteño dejó hacer, dejo pasar, perdiendo la quizá más importante oportunidad de su vida pública. La candidatura en el 2016  era suya y la dejó ir.

El 5 de junio se registraron traspiés coyunturales que serán superado gracias al espíritu renovador de un partido político hoy copado por la aristocracia tecnócrata del presidente, es la tónica de la mayoría de los medios de comunicación en la entidad que aún no registran el cambio de época. Triunfalismo sin sustento como en su momento se echaran las campanas al vuelo con la imposición del carga maletas  de Fidel Herrera aplaudiéndose a Duarte de Ochoa por  sus nefastas y aberrantes  ocurrencias, tendiéndole la alfombra roja por más de cinco años de pésimo mandato.  

Con los resultados de la elección de junio, quedó en evidencia la recomposición de las fuerzas políticas y político electorales en Veracruz. No más un partido hegemónico en una sociedad plural de desiguales. La sociedad veracruzana es otra y en el 2018 se repetirá el fenómeno de una elección a tercios, con la salvedad de que gracias a Peña Nieto, es de esperarse que el PRI descienda a tercera minoría. Ya no será Duarte de Ochoa el responsable de la debacle tricolor, serán las fallidas “reformas estructurales” las decisorias. A más gasolinazos e incremento de las tarifas eléctricas, menos votos para el PRI y para la alianza PAN-PRD. A mayor resistencia de la protesta social,  con sus asegunes mayor presencia para una izquierda responsable. Nuevos vientos para una nueva época en el despertar de los veracruzanos, que la inercia mediática no puede o no quiere asimilar.

Cd. Caucel, Yucatán. Agosto 3 de 2016

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

El manotazo del Sr. Peña Nieto instruyendo a la PGR para impugnar el blindaje de los gobernadores de Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua, a mi juicio pretende ir más allá de un interés genuino por combatir la corrupción. No es circunstancial el que casi simultáneamente imponga a Enrique Ochoa Reza como presidente del CEN del PRI.

De hecho, la medida adoptada es un claro deslinde de su gobierno con el viejo PRI, que ya constituye una pesada carga en su propósito transexenal de dar continuidad a su proyecto neoliberal de país.

La derrota en siete de doce procesos electorales estaduales en el presente año, para Peña Nieto no fue resultado de políticas públicas equivocadas de su gobierno, como lo dejara entrever Manlio Fabio Beltrones en su renuncia como dirigente nacional del tricolor. Lo atribuye a un partido político que incapaz de vender y defender con acierto y eficacia la bondad de las reformas llamadas estructurales, se ha mantenido prácticamente al margen dejando en manos de los gobernadores el respaldo a la estrategia “modernizadora” presidencial.

La semana pasada al referirme a la caducidad del régimen político en México,  señalaba que el PRI ha dejado de serle funcional al presidente. La reacción aunque tardía de Peña Nieto parece confirmarlo.

El PRI ahogado en sus propias contradicciones no está con dios ni con el diablo. Los intereses del partido en el mosaico nacional, se identifican más con  los respectivos virreyes en cada entidad federativa que con la estrategia trazada por el gobierno del Sr. Peña. No ha habido interés real del PRI para acompañar  -más allá del posicionamiento retórico del discurso mediático-, al presidente en la instrumentación y consolidación de  las reformas estructurales en que este sustenta su concepción de modelo de país al que deberíamos aspirar los mexicanos.

En Veracruz a lo largo de los últimos doce años, y con énfasis en la primera mitad del mandato Peñista, el PRI ha respondido en todo tiempo a cubrirle las espaldas al gobernador en turno en su interminable secuela de saqueo y corrupción impune, desentendiéndose de lo que para Peña Nieto es prioritario para el país.

Y si bien, omiso Peña Nieto dejó hacer, dejó pasar, el rechazo callejero cada vez más amplio a las reformas y pérdida de aceptación de su mandato reflejada en las urnas, le obliga tardíamente a reaccionar,  poniéndole un hasta aquí a tres gobernadores, entre ellos, al fallido de Veracruz que contribuyera activamente a la derrota electoral.

Sumándose a la vieja práctica de decir lo que la gente quiere escuchar para,  en su pretensión de recuperar el terreno perdido, concluir su mandato con el respaldo social y  la fuerza necesaria para imponer su proyecto transexenal.

El que no ayuda que no estorbe

Con Ochoa Reza, Peña Nieto pretende recuperar el control sobre el partido en el gobierno. O bien, dejarle morir reduciéndolo a su mínima expresión. Puesto que no hay de otra, ya que la opción de renovarle adecuándolo a los propósitos neoliberales del régimen, es tarea algo más que imposible. Los intereses creados heredados y la inercia de una corrupción que anida en todos los niveles, está inscrita en el ADN del dinosaurio viviente. A lo cual habría que sumarle el rechazo popular a una institución caduca a la que se identifica en el imaginario colectivo como  ajena a los intereses más caros de la nación.

Ante el transcurrir de un tiempo que al Sr. Peña se le escurre entre los dedos y el cada vez más amplio movimiento social de rechazo a las políticas públicas emanadas de Los Pinos, si el viejo PRI no ayuda que no estorbe. Es al parecer la conclusión a que ha llegado Peña Nieto. De ahí a mi juicio  su estate quieto presuntamente en defensa de la legislación anti corrupción que le aprobara el Congreso de la Unión.

En este escenario, la pregunta obligada es si un tecnócrata salido del pesebre de los aprendices de brujo, artífices de las reformas presuntamente estructurales, podrá recuperar ya no solamente el control del partido, sino incluso, los niveles de confianza y credibilidad en su propia militancia.

Por lo pronto, lo más execrable del PRI, como es el caso del ex gobernador Ulises Ruíz, ya brincó ante la imposición del ex director de la CFE como dirigente nacional, considerando fuera de lugar la intervención presidencial atropellando a la “nomenklatura” de la vieja guardia partidista, o, la oportunista postura de la CNC, exigiendo como moneda de cambio la vuelta al pasado en el reparto de posiciones, prebendas y canonjías clientelares.

En la aldea

En la aldea, la vida política de la entidad veracruzana, conducida por Duarte de Ochoa, se concentró en impedir la llegada a la gubernatura del enemigo número uno del fidelismo, desentendiéndose de los propósitos y objetivos que con carácter prioritario pretende alcanzar el presidente. Y peor aún, desviando, por decir lo menos, recursos federales destinados a dar soporte a la estrategia presidencial, orillando a la entidad a un palpable desastre económico y social, generador del protagonismo exacerbado del descontento y el hartazgo.

De ahí que en el imaginario colectivo pese más la impugnación de la PGR que abona a la exigencia de la renuncia de Javier Duarte, que la imposición del dirigente nacional del tricolor.

Con un PRI en los hechos descabezado en Veracruz y sin más visión que la electoral cortoplacista para lo que viene en el 2017 y 2018, lo accesorio se impone sobre el principal, los propósitos y objetivos del Sr. Peña se consideran irrelevantes ante el reto doméstico de recuperar el gobierno de Veracruz.

Faltaría ver si la alternancia con Miguel Ángel Yunes Linares, contribuye o no a lo que el presidente exige, cumpliendo con aquellas tareas a las que el PRI les diera la espalda. Si el PAN como partido en el gobierno de Veracruz cumple con las expectativas presidenciales, la opción para el relevo en el 2018 está más que cantada.

Lo que suceda en el futuro cercano, está condicionado a la realidad real, en un país en el que el descontento y el hartazgo están al límite. El no a las reformas presuntamente estructurales domina en la calle. ¿Podrá el PAN revertirlo para hacerse merecedor a la confianza del Sr. Peña? Es pregunta.

Mérida, Yuc.- Julio 13 de 2016.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Si alguna duda quedaba sobre la crisis en México de un régimen político agotado y caduco que, habiendo tocado fondo no encuentra salida racional, baste ver lo que sucede en Veracruz para confirmarlo.

La corrupción impune niega el estado de derecho y este, en su inoperancia auspicia el dejar hacer, deja pasar ante la imposibilidad práctica de recuperar un mínimo de gobernabilidad en la entidad que le justifique. Puede más la insania de un gobernador fallido que ha perdido la razón, que la razón de Estado, ante la indiferencia del gobierno central que, desde el altiplano, contra todo y contra todos obsesionado está concentrado en imponer reformas y políticas públicas contrarias a lo que la ciudadanía espera de un buen gobierno.

A pesar de la autocensura obligada, la mayoría de los medios de comunicación veracruzanos se han soltado el pelo, ampliamente secundados por la prensa nacional exhiben la miseria de un gobierno ayuno de división de poderes en el que el titular del ejecutivo, en su afán de salvar el pellejo, tunde a palos lo que en las redes sociales se califica ya como “la piñata veracruzana”.

Para quien esto escribe, no hay necesidad de entrar en detalles; la prensa diaria, impresa o en línea está siendo pródiga en ello, dando cuenta puntualmente de hechos inéditos en la conducción de un gobierno que ya son del dominio público. En su momento y con toda anticipación, ya apuntábamos de la necesidad, como prioridad inexcusable el frenar a Duarte de Ochoa, impedir un mayor daño gracias a los coletazos de impotencia a que habría lugar de no hacerlo.

Esto último antes de iniciar el proceso electoral que desembocara en la elección del 5 de junio. Hoy a escasos 25 días de la elección la terca realidad lo confirma y justifica la opinión vertida. Habiendo sido derrotado en todos los frentes, el resultado del sufragio aceleró temor e impotencia, floreciendo lo peor de la condición humana en quien obligado estaría lo mismo a aceptar que respetar la voluntad ciudadana expresada en las urnas.

La descomposición del régimen, reflejada hoy en Veracruz, está a la vista de todos. Impotencia, sectarismo, autoritarismo y resistencia a ceder terreno a reivindicaciones de necesidades sentidas y reales de la población, habla de un divorcio de Estado entre gobernantes y gobernados. La brecha entre los dos estamentos cada día es más amplia y, el gobierno lejos de escuchar y ponderar con racionalidad lo que en México se está viviendo, se concreta a amenazar a aquellas personas o movimientos sociales que piensan diferente.

Pluralismo e inclusión como norma de convivencia civilizada, quedan en simple retórica en el  discurso oficial.  Pensamiento único, cartucheras al cañón, quepan o no quepan, es lo que el régimen anhela y ofrece.

O estás con las reformas estructurales o estás en contra; estás conmigo o  en mi contra, es la bandera del Sr. Peña Nieto. No hay marcha tras afirma y es secundado en ello por sus subordinados, aprendices de brujo que no ven más allá de un presunto complot por parte de un populismo que, desde las trincheras del neoliberalismo aldeano, hay que combatir hasta erradicarlo de la mente de los mexicanos.

En tal orden de prioridades, lo demás es lo de menos. Fiel tardíamente a la consigna que en su momento dictara Washington, para Peña Nieto y su reducido grupo de iluminados, lo determinante es vencer al populismo, aquí y fuera de nuestras fronteras, en tanto que la realidad real, como se lo echara en cara el Sr. Obama, exhibe su incapacidad e ineficacia en la atención a la economía macro y micro,  y los efectos negativos en la vida de las mayorías empobrecidas de una globalización mundo en la que los poderosos perdidos en sus propias contradicciones, no saben cómo paliar su propia crisis.

Peña Nieto afirma que no ha sido omiso. Veracruz entero lo desdice. Lo que se vive hoy con los últimos coletazos de quien ya se siente tras las rejas, pudo frenarse a tiempo, hoy ya es tarde. Gobernabilidad y estado de derecho están en entredicho. Para el imaginario popular ni hay gobernador ni hay gobierno. La anarquía es un hecho. El atentar impunemente contra la integridad física del gobernador electo por parte de una organización lumpen, es apenas la punta del iceberg que está emergiendo. Lo de siempre, se va a investigar y se actuará conforme a la ley con aquel o aquellos que resulten responsables. Lo que nadie cree ni incita a confianza alguna.

Si esto no es tocar fondo, no sé a ciencia cierta cómo podría calificarse la tragedia. Ya no es gobierno, partidos o actores políticos que le representan y sostienen quienes han fracasado. Es el régimen vigente en México cuya fecha de caducidad está vencida. Tanto como para que el partido endenantes hegemónico a lo largo de más de 8 décadas, haya dejado de serle funcional.  No más clientelismo sustentado en sindicatos y organizaciones agrarias; no más paternalismo ni apapacho a la mayoría empobrecida, no más PRI en los términos históricamente conocidos. O se está con el neoliberalismo o se está con el execrado populismo, no hay más lugar a medias tintas.

Roto el pacto social que los mexicanos se dieran, la administración de conflictos está rebasada. Frente a movimientos sociales de protesta y resistencia que surgen por doquier, al régimen sólo le queda el uso de la fuerza. “El Estado soy yo”, y la población acata, se dobla o se atiene a las consecuencias, es la bandera del gobierno peñanietista. A la amenaza le sigue la represión como secuela de incapacidad e impotencia para gobernar a un país que no se entiende.

El régimen político fuera de época y sustentado en una partidocracia corrupta e indolente, ya no se corresponde con una realidad nacional en la que el gatopardismo ya no tiene cabida.

Veracruz está en sintonía. Ayuna la entidad de un gobierno respetable y respetado, el violentar lo mismo la ley que la elemental armonía social que la convivencia entre diferentes recomienda como sustento de la gobernabilidad, es la tónica. Ausencia de credibilidad y confianza en instituciones e institutos políticos, es la respuesta ciudadana ante un régimen político que ya no da más. De aquí a la anarquía sólo hay un paso.

La alternancia como solución al conflicto, no da señales de enmendar el entuerto. Si con gobiernos priístas se orilló a Veracruz al desastre, con el PAN como conductor de la administración pública, a contracorriente de la realidad nacional e internacional, sin recursos, sin el respaldo de las mayorías y con un priísmo que va por la revancha, en el marco de la crisis generalizada que como la humedad se extiende a lo largo y ancho del país, nada halagüeño debe esperarse.

Y es en este escenario crítico que nuestra aldeana clase política y sus adláteres desde los medios de comunicación, cifran sus esperanzas, las propalan y esperan sean escuchadas y atendidas, en que por la vía electoral, en el 2017 o en el 2018, cual Ave Fénix Veracruz recuperará el rumbo perdido. Falsa expectativa, ni el sistema de partidos ni el régimen político están en condiciones de lograrlo. Los canales de comunicación entre Gobierno y ciudadanos están rotos; la participación ciudadana va por lo suyo por caminos diferentes. O se apuesta a un nuevo pacto social que renueve rumbo y destino en México restableciendo la unidad de Estado, o Veracruz con o sin el mesías en turno,  profundizará su caída.

Hojas que se lleva el viento

Una vez más. Un nuevo intento del PRI en Veracruz tras la derrota, por renovarse y recuperar la hegemonía perdida. Sin aún reconocer a ciencia cierta el porqué de su derrumbe electoral, el tricolor sustenta su estrategia de renovación en un mayor protagonismo de su vieja guardia respaldada con sangre joven, entreverando generaciones. Algo así como la “Alianza generacional” que le sirviera como plataforma de despegue a Héctor Yunes Landa. Esfuerzo en vano, o el PRI se renueva en su totalidad prescindiendo de los mismos rostros, las mismas mañas y los mismos intereses creados que le orillaran a la derrota, o seguirá el mismo camino que el PRD deambulando entre las tumbas como cadáver viviente. El camino para su renovación, a mi juicio, debería ser el de la democratización plena de su vida interna. ¿Será eso posible? Es de dudarse, la democracia y participación de sus bases en la toma de decisiones no está en su naturaleza.

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Ensoberbecido por el resultado de la elección del 5 de junio, Cuitláhuac García  olvida que es gracias a López Obrador y al partido al que se debe y no a su tesitura triunfalista personal que Morena creció electoralmente en Veracruz. Se subió al ladrillo y ya se mareo, perdiendo todo viso de humildad. Jugó y perdió, así que ahora a otra cosa mariposa, o se pone a trabajar en serio en pro del fortalecimiento de la estructura partidista, auspiciando claridad programática, organización, cultura política y cercanía con movimientos sociales, o las bases se encargarán de bajarle de la nube.  Así de simple.

Mérida, Yuc.- Julio 5 del2016.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Tras advertencia no hay engaño. Héctor Yunes Landa, ex candidato a la mini gubernatura de dos años en Veracruz, se dice traicionado cuando es del dominio público que se traicionó a sí mismo.

Tras un largo periplo en busca de la candidatura, contra viento y marea le fue  concedida por su partido en circunstancias tales en las que la derrota en las urnas  -y fuera de ellas-,  estaba más que cantada y, aun así, la aceptó a sabiendas de que su principal oponente no era Miguel Ángel Yunes sino el llamado primer priísta de Veracruz.

Esto en una coyuntura social y política en el que el anti priísmo se consolidaba lo mismo en Veracruz que en la mayoría del territorio nacional.  El rechazo al autoritarismo represivo y las reformas estructurales, así como políticas públicas impulsadas e impuestas  por el gobierno de Peña Nieto y el clima de corrupción impune y violencia criminal en la entidad, no dejaba lugar a dudas. En la elección del 2016 el descontento y el hartazgo social participarían protagónicamente en contra del PRI, su alianza con partidos satélites a modo y sus candidatos.

Nada que en el imaginario colectivo no anidara como oportunidad para echar al PRI del gobierno.

Yunes Landa no lo consideró así. No lo vio o no lo quiso ver, confiando en la fortaleza de una estructura partidista más virtual que real y en una estrategia electoral  a todas luces equivocada. La realidad se encargó de lo demás, reflejándose en las urnas el cinco de junio. Descontento y hartazgo, como protagonistas de primer nivel, fueron disputados por la oposición, el voto de castigo se polarizó entre la derecha y la izquierda electoral, dándole el triunfo a la alianza PAN-PRD y, de manera significativa fortaleciendo a Morena que por primera vez participara en una elección de gobernador en la entidad.

Luego en donde reside la traición. Tras advertencia no hay engaño. El senador le apostó al voto duro tradicional cargando con todo en contra sobre sus espaldas.  Pudo más el disputado voto de castigo que su escasa visión sobre una realidad que nunca quiso aceptar. Hoy ni llorar es bueno. Si acaso se puede hablar de traición,  es aquella infringida por los gobiernos priístas a una sociedad lastimada y dolida  a la que no han querido ver ni escuchar.

Paradójicamente,  con el auxilio de una prensa afín al gobernador electo, ve en Morena, López Obrador y Cuitláhuac García como responsables de un oscuro pacto con el gobernador fallido para restarle los votos necesarios para vencer a Miguel Ángel Yunes Linares en las urnas. Paradójicamente en tanto que con ello fortalece a los opositores al PRI en el camino al 2018 exhibiendo las miserias de un partido político venido a menos que, subestimando a los electores, atribuye triunfos y derrotas a pactos cupulares y no a la voluntad ciudadana.

Perdiendo el tiempo

Y mientras el senador Yunes Landa clama traición rumiando su derrota, el otro Yunes, hoy virtualmente gobernador electo, desesperado ve escurrírsele el tiempo entre los dedos, perdiendo oportunidad para la ansiada legitimización que solo puede consolidar ofreciendo respuestas contundentes al descontento y el hartazgo que le dieran el triunfo en las urnas. “El pueblo quiere sangre”, se dice, y la sangre no llega al rio. Como último recurso se dirige a Peña Nieto exigiendo justicia para Veracruz, aceptando que a nivel local no hay forma de echar a Duarte de Ochoa del gobierno y meterle a la cárcel como ha prometido. Mucho menos asegurar que los miles de millones que se dan por desaparecidos, regresen a las arcas públicas.

Obnubilado por la poca respuesta a sus palos de ciego, se olvida de lo sustantivo y se concentra en lo accesorio. La prioridad es venganza, es el discurso que la gente quiere escuchar, la crisis multisectorial y multidimensional que vive Veracruz aun habiendo tocado fondo  puede esperar.

Así, Yunes Linares lejos de concentrarse en el diseño de una estrategia de corto plazo que asegure un buen gobierno, se desgasta quemando pólvora en infiernitos. Perdiendo un tiempo valioso para los veracruzanos  de espaldas a una realidad real nacional en la que,  frente a los recortes presupuestales a que se obliga la federación y el clima social de rechazo que ello genera en la población,  en el ánimo de Peña Nieto y sus aprendices de brujo el combate a la corrupción impune es tarea secundaria, quedando en el papel como simple recurso retórico y  mediático para justificarse ante la presión y la crítica internacional.

Nada extraño para Veracruz. Perder el tiempo en grilla, especulación, chisme mediático, está inscrito en usos y costumbres de una entidad en la que la política electoral ocupa el primer lugar en el orden de prioridades. Economía y bienestar de la gente, para nuestra aldeana clase política y un buen de medios de comunicación, pasan a segundo término, siempre con la esperanza de que el poder mesiánico de quienes gobiernan,  sea garantía de salpique y prosperidad.

Hojas que se lleva el viento

¿Con qué ojos?, señalábamos en maquinazo anterior en referencia a promesas de campaña de quienes aspiraban a la mini gubernatura de dos años. La terca realidad se impone. No hay con que dar cumplimiento a lo ofertado en materia de obra y servicios públicos. Tampoco para resarcir a la Universidad Veracruzana y hacer efectiva la aportación del gobierno estatal en el esquema de autonomía aprobado por el Congreso. Yunes Linares iniciará su mandato a partir de cero en las arcas públicas, con obligaciones de pago de adeudos cuyo monto real al día de hoy se desconoce y, por si fuera poco, con aportaciones federales mermadas por los recortes anunciados por el secretario de hacienda y la inviabilidad de incrementar recursos fiscales propios. Mal augurio para los dos años de mini gobierno, descontento y hartazgo seguirán siendo protagonistas de primer nivel en un Veracruz postrado y sin visos de cambio real.

Al gobernador electo sólo le queda, para legitimarse, seguir con el juego del gato y el ratón, hasta donde la ciudadanía aguante.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

A reserva de los resultados del cómputo oficial de la elección del pasado domingo, con base en los preliminares difundidos por los OPLES es posible adelantar, como un hecho por ahora irreversible, que estos se inscriben en el marco de un proceso polarizado de recomposición y redistribución de las fuerzas político electorales en México.

El país cambió y el mapa electoral para la elección presidencial en el 2018 permite delinear la hipótesis de que la contienda se dará entre el conservadurismo afín al neoliberalismo y el “populismo” representado por la nueva izquierda.

Corresponderá a los que saben del paño, el estudiar este fenómeno que, a mi juicio, confronta al modelo neoliberal impulsado por Peña Nieto y su gobierno con un movimiento emergente de masas en resistencia.

El ascenso de Morena

El ascenso meteórico de Morena en su segunda participación en un proceso electoral, no lo considero circunstancial. Si bien como instituto político es de nueva creación en el espectro partidista, no lo es así como un movimiento social más de resistencia,  anidado en amplias capas de la población que se oponen a las políticas privatizadoras y empobrecedoras que acompañan a la profundización del neoliberalismo en el país; Morena no surge por generación espontánea,  ni puede considerarse su capacidad organizativa y penetración en el seno de la sociedad únicamente por la tozudez y acción unipersonal de Andrés Manuel López Obrador.

Morena, como movimiento social, tiene un amplio camino andado, reivindicatorio de la soberanía nacional y de resistencia a la privatización de la industria energética nacional, contando con una amplia estructura de cuadros en la mayoría de las entidades federativas y, en especial, en la hoy denominada Ciudad de México, centro político del país. Viéndose fortalecido en su tránsito a partido político por el descontento y deseo implícito de resistencia lo mismo en el movimiento obrero independiente que en segmentos empobrecidos de las clases medias y comunidades originarias. Y, si bien, está obligado a sujetarse a las reglas del juego electoral impuestas por la partidocracia tradicional, no deja de responder a las expectativas de cambio del modelo neoliberal dominante.

Para un buen número de politólogos y comentaristas, representa a un populismo de izquierda, añejo, rancio y retrógrada que   en la mayor parte de América Latina,  está siendo desplazado por un nuevo concepto de modernidad política que se ajusta a las necesidades globales de crecimiento económico y desarrollo en las que se privilegia el modelo neoliberal dictado desde los centros del poder mundial. Empero, esta visión impuesta por la ideología neoliberal, minimiza y desprecia el anhelo libertario y voluntad de cambio de millones de seres humanos, víctimas de opresión, exclusión, desigualdad y hambruna de un proyecto de Estado-nación  cuyo objetivo y propósito último, es la acumulación de ganancia y reproducción ampliada  del capital al costo que sea.

Tal visión, parcial, interesada y corta de miras, subestima y estigmatiza por ello a Morena y,  en general,  a todo movimiento de masas que se oponga a las políticas públicas neoliberales, partiendo de la idea de que el pueblo de México no caerá en la trampa dejándose seducir por falsos mesías que ofertan un “populismo” decadente y opuesto a la modernidad y al desarrollo.

Esta corriente de opinión soportada en medias verdades y medias mentiras mediáticas es favorable a la derecha y al régimen peñista y su proyecto transexenal; suma votos de segmentos conservadores de las clases medias fortaleciendo electoralmente al PAN y, con ello, polariza la correlación de fuerzas políticas.

De otra manera, considero no es explicable la “sorpresa” electoral del pasado domingo; tomando con los dedos tras la puerta a un priísmo soberbio y caduco que, más por costumbre y seguidismo que por convicción propia, da soporte social al peñismo. El PAN se fortalece al igual que la izquierda electoral de nuevo cuño representada por MORENA, en tanto que el PRI habiendo dejado de serle funcional al régimen, incrementa su pérdida de hegemonía.

Veracruz

A ello, en este marco referencial, por lo que toca a Veracruz se suma el descontento y hartazgo provocado por un gobierno fallido ayuno de visión de Estado, que incurriría en manifestaciones extremas de corrupción e impunidad alejándose de todo principio de gobernabilidad y racionalidad político administrativa. Contribuyendo el sentir de las mayorías al proceso general de redistribución y polarización de las fuerzas político electorales.

Derrotado el PRI el pasado domingo en Veracruz, la pugna por el poder político se concentrará entre la derecha extrema y la emergente nueva izquierda. La derecha apoyando y respaldando el modelo neoliberal y su oponente, al movimiento cada vez más amplio de resistencia entre las clases oprimidas y empobrecidas.  Proceso en el que la derecha deberá legitimarse cumpliendo los ofrecimientos de campaña de la alianza PAN-PRD para el período 2017-2018, en tanto que MORENA tendrá como reto el construir un frente amplio de oposición y resistencia que aglutine a las fuerzas progresistas para la contienda presidencial en el 2018.

El PRI, desplazado, afirma estar llamado a sostener una oposición civilizada y racional, sin ubicarse en la nueva realidad política de la entidad. Si se pensara más allá de la coyuntura, tendría que reconocer que tras su derrota, la tarea inmediata no es hacer oposición al PAN en el gobierno, sino impedir que su “estructura” clientelar sea borrada del mapa. Si se pudo, dice la gente y, bajo esta premisa, los liderazgos espurios del sindicalismo obrero oficial, de la Liga de Comunidades Agrarias y del magisterio, sostén de viejo PRI, tienen los días contados.

Sin dientes, el partido caduco no es nada. Si de responderle a Peña Nieto se trata, el PAN en Veracruz –y no necesariamente con el PRD, cadáver insepulto- es el alfil del 2018 para la continuidad del proyecto neoliberal transexenal. Así considero lo debería entender MORENA en la entidad y actuar en consecuencia, más que perder tiempo y recursos subiéndose el ring de los reclamos y las impugnaciones. Ganó perdiendo y de ello se debe tomar conciencia para seguir avanzando.

Xalapa, Ver., junio 7 de 2016

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Tras largos meses, más que los dos contemplados en la legislación electoral vigente, por fin concluyó la labor presuntamente proselitista de los candidatos al mini gobierno de dos años en Veracruz. Presuntamente, ya que más que atender con propuestas racionalmente viables a los votantes potenciales abonando a un ejercicio participativo y democrático,  ésta devino  en carretadas de lodo en una guerra campal de todos contra todos en la que,  paradójicamente,  la temática dominante fue la ética política y moral pública y privada, ampliando más que reduciendo la brecha entre la llamada sociedad civil y la clase política.

Tiempo, recursos públicos y paciencia de la ciudadanía, desperdiciados inútilmente,  si de fortalecer democracia y gobernabilidad se tratara, en tanto que lo que hoy día prevalece es un rechazo casi unánime a partidos, clase política y política política de cañería, confirmándose el punto de quiebre del régimen político vigente ayuno de credibilidad y confianza.

Sin árbitros legitimados y si ampliamente cuestionados, el próximo domingo los veracruzanos con mayoría de edad concurrirán a las urnas sin más elementos de juicio para decidir su voto, que la percepción negativa de la inutilidad del sufragio como vía para rescatar a Veracruz, hoy en manos de la corrupción, el saqueo, la impunidad, y el clima de inseguridad y violencia criminal que mantiene en ascuas a la población.

Nada que modifique esta percepción anidada en el imaginario colectivo. Cotidianamente confirmada en los hechos con la ausencia de gobernabilidad, consecuencia del divorcio entre sociedad civil y el peor gobierno que ha padecido Veracruz; transitando cada quién por caminos diferentes.

Y mientras se ratifica en las urnas el hecho consumado del secuestro de la democracia representativa y la voluntad popular, quien de facto para los veracruzanos es gobernador únicamente en el papel, mantiene,  con el mismo talante de valemadrismo y desprecio para con los gobernados que le caracteriza,  una situación que pareciendo insostenible no lo es, en tanto el manto de la indiferencia e  impunidad desde Los Pinos le protege y sostiene.

Lo que sigue

Empero, la guerra sucia no termina con la elección del próximo domingo. Todo indica que el intercambio de detritus va para largo. Siendo casi seguro que los comicios se van a tercios, la estrategia fidelista de tronar la elección para impedir la llegada de cualquiera de los dos Yunes en contienda,  rendirá frutos auspiciando la impugnación del proceso electoral; dejando en manos del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación la judicialización del resultado final de la elección, o bien, la nulificación del proceso toda vez que se han acumulado suficientes elementos probatorios para su procedencia. Faltaría ver hasta dónde llega la mano que mece la cuna y que tanto interés tiene Peña Nieto en considerar a Veracruz como alfil para su proyecto neoliberal transexenal.

Lo que queda

Lo que sí, a mi juicio queda de positivo de la contienda por la mini gubernatura de dos años, es el cada vez mayor consenso en torno a la idea de que o la política política se ajusta tanto a la realidad económica y social de la entidad como a las expectativas de cambio de una sociedad dinámica, o a Veracruz se lo llevan al baile las muchachas.

No es ya no sólo deseable, sino imperativo, el que se ponga freno a la  simulación y corrupción impune que a lo largo de más de dos lustros,  domina el quehacer gubernamental y vida política en una entidad federativa que merece mejor destino. Si no es hoy, será mañana pero la toma de conciencia de la ingente necesidad de cambiar para bien, calando en el imaginario colectivo tomará como referente al actual proceso electoral en Veracruz como parte aguas en la vida política de la entidad. No más de lo mismo, no más masoquismo e indiferencia frente a los que nos compete a todos.

Hojas que se lleva el viento

Rescato del cochinero político que se ha vivido en Veracruz, la tarea que con humildad, congruencia y buen juicio, emprendiera Armando Méndez de la Luz, candidato a gobernador postulado por Movimiento Ciudadano, proponiendo el rescate de la democracia representativa en la entidad. Llamando a tomar conciencia de que la soberanía, como lo establece la carta Magna, reside en el pueblo, debiéndola ejercer éste consecuentemente  con responsabilidad, exigiendo a los mandatarios honestidad, transparencia, eficiencia y eficacia en el manejo de la cosa pública. Garbanzo de a libra que, a mi juicio, por su preparación, experiencia y realismo, resultara ser el mejor candidato de los siete contendientes que aspiran a la mini gubernatura de dos años.

Xalapa, Ver., 01/06/2016

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Vaya dilema para el electorado veracruzano. No votar o de, entre los peores, sufragar por el menos peor. Y no es para menos, el descompuesto proceso electoral que en unos días culminará con la elección del mini gobernador de dos años y el relevo en la Legislatura local, nos coloca a hombres y mujeres de a pie en tal tesitura.

Copados entre dos fuegos, en el medio de una insensata guerra de lodo financiada con recursos públicos, no hay opción válida que soportada en propuestas realistas y viables, permita avizorar la más mínima señal del cambio que los veracruzanos exigen.

Ya en la recta final del proceso, la guerra sucia electoral ahora telefónicamente se traslada a los hogares veracruzanos, que joda. Huérfanos de madre operadores políticos sin distingo de color de camiseta, insensibles no respetan hora ni merecido descanso familiar para trasmitir sus nauseabundos mensajes.

Considerándonos retrasados mentales o bien, los candidatos designados por los partidos políticos están dispuestos a jugarse el todo por el todo para convencer a los votantes potenciales de que no vale la pena perderse el descanso dominical cumpliendo con el deber cívico de sufragar el próximo 5 de junio. Vaya manera de inhibir el voto.

Esto aparejado a una campaña de miedo, filtrando el rumor de posible violencia a lo largo del ejercicio comicial, bajo el supuesto de que a menor número de votos los resultados del sufragio se definirán por el llamado voto duro de partidos y candidatos contendientes. Supuesta estrategia que teóricamente beneficiaría a quienes, cual la marquesa de la historia, saben cómo mover el abanico en menesteres electorales clandestinos históricamente aplicados. Tocaría a la ciudadanía caer o no en el garlito.

Lo cierto es que no se puede dejar en el tintero es el que con justificada razón existe un consenso casi unánime de que Veracruz padece el peor gobernador de su historia, y casi unánime también es que hasta donde se tiene memoria,  nunca se había vivido un proceso electoral tan pedestre, ofensivo y a todas luces  repugnante que sin duda invita al abstencionismo o, en su caso al voto nulo.

Voto duro

Más allá de la lectura de la bola de cristal o la especulación, lo que sí se puede ya establecer como seguro a tres semanas del ejercicio comicial, es que la elección de gobernador se irá a tercios, con muy poca diferencia numérica  entre los tres candidatos punteros y en la que el llamado voto duro o clientelar, poco podrá aportar a la contienda; el clientelismo electoral cada vez es menos tal y al interior de los partidos no existe consenso consolidado respecto a los candidatos postulados de espaldas a las militancias. Correspondiendo al amplio segmento de los indecisos el definir el resultado de la elección.

Empero, no se puede ni debe echarse en saco roto el peso del voto duro de Morena, partido de alcance nacional de nueva creación cuya militancia, seguidores de AMLO  y simpatizantes de vieja data, se enriquece e incrementa tanto por un natural rechazo a las políticas públicas del gobierno federal peñista como por el descontento y hartazgo generado por un gobierno estatal fallido y corrupto. Voto duro  en crescendo que responde más a  posicionamientos ideológicos en el imaginario colectivo que a un pragmatismo coyuntural referido a una elección de orden local dominada por intereses creados; posicionamiento que objetivamente se concreta en un justificado rechazo histórico a todo lo que huela al PRI, al PAN y al PRD, en la lucha social de resistencia frente a reformas neoliberales presuntamente estructurales que privatizadoras y empobrecedoras,  atentan contra la soberanía y patrimonio nacional, el empleo, la educación y salud  pública así como  el bien común.

A la par que cuenta y cuenta mucho en la conformación del voto duro de Morena el descontento y hartazgo en amplios sectores de la sociedad veracruzana frente al abandono infraestructural y productivo, endeudamiento gubernamental,  desempleo,  precarización de las clases medias urbana y rural, así como un ineficiente e ineficaz combate a la delincuencia. El 5 de junio se verá si es tal o el descontento y hartazgo  queda en simple  llamarada de petate.

Pegar donde más duele

Quedaría entonces el hacer de tripas corazón y pegarle a nuestra clase política donde más le duele, derrotándoles en las urnas mediante una copiosa votación asumiendo una actitud responsable, reflexiva, congruente con lo que se está viviendo, que demuestre fehacientemente que la sociedad ha cambiado, que la población se asume más participativa e informada y dispuesta a recuperar para sí la democracia electoral secuestrada. La cita es en las urnas.

Con la elección ya a la vuelta de la esquina, solo queda el asumir que en esta ocasión y dado el clima de rechazo que ha generado el proceso en curso, la ciudadanía sabrá poner freno antes y durante el ejercicio comicial al más que anunciado fraude electoral con el que el gobierno estatal pretende justificarse ante Peña Nieto.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Sepultadas por el lodo, si alguna vez existieron, han quedado propuestas concretas sobre el qué hacer, cómo y con qué encauzar el rescate de Veracruz. Para vergüenza de todos, la sociedad veracruzana se ha dejado envolver por una guerra de intercambio de detritus ético y moral, en un proceso electoral que, desde sus orígenes y a 20 días escasos de la elección del sucesor del gobernador fallido, no ha aportado nada positivo que merezca destacarse a un ejercicio presuntamente democrático. Lo único que deja en la ciudadanía es un mal sabor de boca al constatarse el desprecio a la inteligencia de los veracruzanos por parte de una clase política corrupta, oportunista y ajena a los más caros intereses de una entidad federativa hoy postrada y sin esperanzas.

Nadie se salva. Unos por comisión y otros por omisión, partidos y candidatos a la gubernatura han exhibido públicamente sus miserias, evadiendo el necesario compromiso para con la búsqueda de soluciones viables a la problemática toral de un Veracruz que se desliza en el tobogán de la desigualdad,  la pobreza, la inseguridad y pérdida de expectativas de bienestar y progreso.

La sola posibilidad de un cambio para bien por la vía electoral, no se vislumbra. Los electores están frente a la disyuntiva de elegir de entre los peores al menos peor, siempre en el marco del más de lo mismo resultado de un régimen político caduco que ya transita por los caminos de la obsolescencia.

Incluso Morena, partido de nueva creación, se ubica en tal tesitura.  Su candidato no logra substraerse  del lastre de una más que justificada pérdida de confianza y credibilidad en la política, en los partidos políticos y en una llamada clase política que no ve más allá de los intereses personales o de grupo, motivo y razón de su quehacer social.

Lo comentamos en el pasado reciente. Un movimiento social de largo aliento, como el de regeneración nacional, una vez transformado en partido político queda sujeto a las reglas del juego de la partidocracia dominante; atado de manos y en un proceso constante de alejamiento de su origen como ente social de lucha y resistencia frente a un neoliberalismo que no por encontrarse en agonía como expresión del capitalismo salvaje del siglo XXI, ceja en sus propósitos privatizadores y empobrecedores de las mayorías.

Señalábamos que la elección del 2016 habría que considerarla como prolegómeno de la del 2018, en la que se enfrentaría un nuevo proyecto de nación impulsado por Morena al modelo neoliberal transexenal de Peña Nieto. A la luz de lo que se vive hoy día en Veracruz, deterioro galopante de la vida económica y social acompañado de niveles inéditos de descomposición política, tal confrontación se desdibuja en todo el ámbito nacional, pareciendo que todo se reduce a simple ajuste mafioso de cuentas en las altas esferas de una partidocracia al servicio de los poderes fácticos, trasnacionales, domésticos e incluso aldeanos cacicazgos.

Ya no es la búsqueda del poder por el poder mismo, ahora todo indica que la manzana de la discordia es el botín en una insana competencia por la acumulación de riqueza entre la llamada clase política y los detentadores del poder real, el capital especulativo. El pragmatismo coyuntural se impone por sobre tareas de Estado de largo aliento; subordinándose el bien común al afán desmedido de lucro marcado por el libre mercado que todo trastoca.

En este pesimista escenario,  el próximo 5 de junio los electores, hoy simples convidados de piedra, habrán de enfrentarse a su propio nivel de consciencia y voluntad de cambio actuando en consecuencia en las urnas; de cómo se vote  dependerá no necesariamente un cambio para bien, este está descartado de antemano, sino fundamentalmente,  el que la ciudadanía pueda expresarse libremente manifestando su rechazo al actual estado de cosas y su deseo implícito de intervenir en la toma de decisiones en todo aquello que le compete.

Si hasta el cansancio se ha dicho basta, que sea en las urnas en el que el descontento y el hartazgo cobren vigencia plena de manera consecuente. Será el sufragio mayoritario el que determine si los veracruzanos nos conformamos con el más de lo mismo o estamos dispuestos a participar en favor de un proceso de transformación y cambio que saque a la entidad de su actual marasmo. Determinación que implícitamente conlleva el no permitir que una vez más la voluntad popular sea escamoteada y manipulada por los delincuentes electorales de siempre; desde ya hay que preservar el derecho a la libre elección evitando la intromisión del clásico “mapache” y su compra de conciencias. No más explotación electoral de pobreza e ignorancia, de la ciudadanía depende.

Hojas que se lleva el viento

Ignorantes, calificó Duarte de Ochoa a quienes se oponen a la criminalización del aborto. Y en la misma frecuencia, Héctor Yunes Landa, candidato del PRI y sus satélites a la mini gubernatura de dos años, se declara a favor de la vida desde la concepción hasta la muerte, doblando las manos frente al poder eclesiástico e identificándose con lo más retrógrado y conservador del PAN, así como rompiendo generacionalmente con la juventud progresista de la entidad. En un tema tan controversial, el senador con licencia calladito se hubiera visto más bonito.- Xalapa, Ver. 12/05/2016

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J. Enrique Olivera Arce

El politólogo y destacado comentarista Alfredo Bielma Villnueva, se pregunta si ya se tocó fondo en Veracruz. La respuesta la tiene la ciudadanía, empero, para quien esto escribe la crisis por la que atraviesa la entidad veracruzana tocó fondo desde muy endenantes. El tiempo, once años de saqueo y mal gobierno, así como una estructura económica ineficiente e ineficaz se han encargado de ello, acompañados de un galopante deterioro social marcado por desigualdad, pobreza, desempleo e inseguridad.

Lo grave de esta situación es que no sólo no se le ve salida a la crisis, sino que incluso, se le ignora en sus aristas más agudas, posponiéndose la búsqueda de cursos de acción viables que le den respiro. Y no hablo precisamente del cambio de estafeta en el gobierno estatal, parte de esta crisis, sino del deterioro generalizado, multiregional y multisectorial, que ha puesto a Veracruz de rodillas.

Números duros lo confirman y bolsillo y percepción ciudadana lo reflejan.  A lo largo y ancho de la entidad el abandono, la pobreza y la desigualdad se enseñorean colocando a Veracruz entre los últimos lugares en los indicadores de crecimiento económico y desarrollo relativo. Si esto no es tocar fondo, no sé cómo podría considerársele.

Y aun así, sin parar mientes en la profundidad de la crisis, la clase política sin distingo de color de camiseta, de espaldas a la realidad cifra sus esperanzas en que en 18 meses escasos, el sucesor del gobernador fallido detenga el tobogán y rescate a Veracruz. Vana esperanza. Ni en dos años ni en ocho con los mismos y el más de lo mismo, el mesías más pintado, más honesto y más dispuesto,  podrá evitar morder el polvo en el intento. Esto, en tanto no se reconozca la profundidad de la crisis, se tome plena consciencia de ella y se acepte que sin la sociedad organizada y participando activamente con pleno conocimiento de causa, la vía electoral no es paliativo y mucho menos solución.

Paradójicamente, la prensa estatal llamada a poner los puntos sobre la ies advirtiendo sobre la necesidad de observar más allá de una absurda pugna electoral, no se ve en el espejo; ramplona, acomodaticia y rayando en la ignorancia se pierde en trivialidades pasando por alto lo sustantivo.

A mi juicio tiene que entenderse que el problema siendo de todos, no sólo es de gobernanza y saneamiento de administración y finanzas públicas sino fundamentalmente de una estructura económica obsoleta, ineficiente e ineficaz, en algunos casos herencia de modelos productivos decimonónicos,  que ya no se corresponde con las actuales necesidades  y expectativas de progreso de una población en constante crecimiento.

Castidad virtuosa no es solución

Reflexionando sobre este pesimista escenario y atendiendo al bombardeo mediático a que la clase política tiene sometida a la población, me recuerda a una tía ya entrada en años que, tras haber enterrado a dos maridos y en vísperas de sus terceras nupcias, ante la sociedad de su tiempo se asumía como casta y virtuosa.

De una sociedad construida sobre la hipocresía y la simulación, en la que valores y principios éticos y morales se autoproclaman ante el poder del que dirán y no en la convicción personal y colectiva de entender y ejercer la vida en común, no se puede esperar nada valedero. Si la tía de marras chocaba por su virginal simulación, lo mismo podría decirse del o los candidatos al mini gobierno de Veracruz que,  pretendiendo ganar votos,  autoproclamando limpieza y honestidad en su persona solo dan lugar a soterrada condena y chascarrillos de mal gusto.

Veracruz requiere de visión de Estado y no santurrones de parroquia, exige hombres y mujeres de buena voluntad, lo suficientemente honestos intelectualmente como para reconocer y aceptar que la crisis veracruzana les rebasa y que es la sociedad en su conjunto y no un  mesías de ocasión, la que debe afrontarla tomando al toro por los cuernos.

Hojas que se lleva el viento

Con un fructífero diálogo con el senador José Francisco Yunes Zorrilla, presidente de la Comisión de Hacienda del Senado, la Asociación Veracruzana de Comunicadores “Froylan Flores Cancela”,  inauguró su transitar por la vida pública de la entidad. Con la asistencia de más de 50 propietarios de medios, articulistas, columnistas, caricaturistas y reporteros gráficos, en un clima de pluralidad, tolerancia y respeto el legislador federal dio puntual respuesta a inquietudes y preguntas que se le formularan en torno a la vida política y económica de la entidad, con énfasis en la coyuntura electoral. Buen inicio de una organización gremial de la que se espera algo más que servir únicamente de pasarela para la proyección de imagen y lucimiento de políticos y servidores públicos.

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