J. Enrique Olivera Arce
“La ciudadanía de Brasil debe pagar 35 mil millones de dólares para que el futbolista Neymar siga cobrando sus 22 millones de euros al año, para que las corporaciones hagan su publicidad, y para que los habitantes de Río sigan viviendo como viven.” Claudio Lomnitz
Los procesos cuantitativos en la sociedad son por naturaleza lentos y no exentos de estancamiento y retroceso, hasta que se derrama el vaso.
Los últimos acontecimientos en Brasil son un ejemplo de ello. La cantidad cedió el paso a la calidad y, lo que para muchos fueran actos vandálicos de una multitud inconforme, se transformó en un movimiento ciudadano pacífico en el que el descontento y el hartazgo social puso a gobierno, partidos políticos y poderes fácticos contra la pared. Hecho que el politólogo Massimo Modonesi califica como El fin de la revolución pasiva en Brasil (La Jornada 22/06/2013).
Todo empezó por una manifestación de protesta ante el incremento del precio del pasaje del transporte público en perjuicio de los sectores más vulnerables de la población. La protesta en unos cuantos días subió de tono en cantidad y calidad, las demandas populares se elevaron cualitativamente exigiendose reformas políticas y económicas en contra de la exclusión, pobreza, desigualdad y corrupción.
Para el pasado miércoles 26 de junio la fuerza de la movilización popular en las principales ciudades del país -tras obtener que el gobierno frenara el alza del transporte-, bajo las banderas de “Passe Livre” y con el respaldo de los sindicatos logró que a instancias de la presidente Dilma Rousseff, los diputados aprobaran una ley que obliga a que las regalías petroleras se destinaran a educación y salud, al mismo tiempo que los senadores por su lado aprobaran una reforma legal que equiparara penalmente los actos de corrupción con crímenes “hediondos”, como el homicidio calificado, así como la iniciativa de la propia mandataria para la realización de una amplia consulta popular sobre una urgente reforma política.
Si aceptamos que en política no hay coincidencias, no podemos dejar de considerar que lo que acontece en la superpotencia económica latinoamericana, es continuidad de las movilizaciones de protesta en Egipto, España, Portugal, Grecia, Turquía, de los “indignados” en la Unión Europea y Wall Street en los Estados Unidos de Norteamérica, no estaríamos equivocados al afirmar que los llamados efecto dominó y efecto mariposa, toman presencia e impactan ya en todo el mundo globalizado.
Los estertores del modelo neoliberal impulsado por el Tatcherismo” y el Consenso de Washington se expresan en su abierto rechazo de los pueblos. Los sectores más avanzados y progresistas del orbe están diciendo ¡Ya basta!, no más de lo mismo. La resistencia popular en el mundo frente a la globalización neoliberal en crisis, está llegando a su punto más álgido. El vaso medio vacío o medio lleno se está derramando con consecuencias aún impredecibles.
Las barbas en remojo
Frente a este fenómeno, cabe entonces preguntarnos si en México se le está previendo o, en su defecto, ni se le ve ni se le escucha cuando deberíamos estar preparados para evitarlo o cuando menos paliar el temporal.
El malestar y descontento de los mexicanos frente a una economía que no crece y cuyos efectos sociales ya están a la vista, va en crescendo. La respuesta del gobierno del Sr. Peña parece ser la de tundir con palos de ciego a una realidad inobjetable que le rebasa. Persistir en mantener a cualquier precio el modelo neoliberal de desarrollo a instancias del gobierno de Washington, organismos financieros internacionales como el FMI, el Banco Mundial y la OCDE, no ofrece buenos augurios.
Las reformas estructurales, panacea paradigmática de la estrategia peñista para el crecimiento y desarrollo, además de que no resuelven problemas en lo inmediato de la coyuntura, no ofrecen expectativas de éxito para el mediano y largo plazo, en tanto no atacan frontalmente deformaciones estructurales históricas de fondo en lo social, como la desigualdad, pobreza extrema, exclusión, precarización del empleo y seguridad social, así como la petrolización de las finanzas públicas, limitada productividad y competividad de la fábrica nacional en lo económico.
Tampoco resuelven efecto y consecuencias de la crisis globalizada, como la vulnerabilidad del mercado externo, la volatilidad financiera y una galopante contracción del mercado interno acompañada del deterioro de ingreso y consumo en la mayoría de la población, que exigen respuesta inmediata.
La corrupción rampante, se cuece aparte. En tanto no se resuelva esta lacra histórica, todo lo demás es por demás.
Los cortos y limitados alcances de las reformas planteadas, a partir de su imposición extralógica y origen cupular, se observan ya como contraproducentes y son objeto de rechazo por amplias capas de la población jalonadas por una clase media en proceso de pauperización. No es nada circunstancial que al diputado Manlio Fabio Beltrones su experiencia de dicte proponer institucionalizar el llamado “Pacto por México”, para legitimar lo que de facto impone la cúpula de la dupla presidencia-partidocracia.
El problema de fondo es que el modelo adoptado de desarrollo y todo lo que este arrastra, está agotado y no se quiere reconocer tal status, mientras el descontento y el hartazgo social crece y se manifiesta ya en todo el territorio nacional, como evidente rechazo al actual régimen político, al que se identifica como el artífice del deterioro del todo nacional.
La amenaza del desborde está latente y no hay indicios en nuestro país de que las barbas se pongan en remojo.
¿Cuánto tiempo tardará en impactar a México el efecto dominó de la indignación movilizada? Seguramente más pronto que tarde, el horno no está ya para bollos. Sacar avante las reformas fiscal y energética en un proceso transparente y terso es el reto, si antes no se derrama el vaso con llevar adelante la pretensión de privatizar el suministro de agua por parte de la CONAGUA (La Jornada 28/06/2013).
Por lo pronto en nuestra bucólica aldea del son y la salsa, gobierno y sociedad caminan por sendas diferentes, en medio del avance de la corrupción y deterioro creciente de la gobernabilidad. De espaldas a la realidad y a las necesidades reales de los veracruzanos, nos aprestamos para elegir diputados locales y autoridades edilicias, sin parar mientes en que ya las elecciones locales no son garantía para frenar corrupción, impunidad, estancamiento y retroceso.
Mientras los partidos y candidatos salpiquen a lo largo de campaña tras campaña electoral, Don Javier Duarte puede dormir tranquilo, seguro de que el Veracruz próspero no es Brasil.
Como diría el clásico, “que sea lo que Dios diga”.
Hojas que se lleva el viento
Confirmando su posicionamiento como organismo serio y comprometido, “Otero Ciudadano” bajo la entusiasta conducción de Leonor de la Millar Huerdo dio un marco de apertura, diálogo constructivo y respeto, a la presentación de propuestas de los candidatos de Movimiento Ciudadano, PAN, PRD y PRI tanto a la diputación local de los distrito urbano y rural de Xalapa, como a quienes aspiran a gobernar la capital veracruzana.
A este escenario cívico se sumó la Red de Comunicadores Independientes de la entidad, cuyos integrantes reconocen en Otero Ciudadano punta de lanza como una vía válida de participación en la tarea de construir democracia y ciudadanía. A lo largo de las intervenciones de los candidatos invitados, destacó como “un garbanzo de a libra”, el ex alcalde de Xalapa y ex diputado federal, Ricardo Ahued, quien invitado por la Alianza Veracruz para adelante, busca la diputación por Xalapa urbano.
Don Ricardo no perdió el tiempo en rollos estériles o desplantes demagógicos. Con la congruencia que le caracteriza, sin tapujos, y con la cruda franqueza de quien conoce el paño, mostró un retrato hablado de Veracruz, del deterioro de la política y los políticos, de la corrupción e impunidad, de la inseguridad en aumento que sufre la población, de las limitaciones y potencial del distrito que pretende representar, así como de Xalapa y su problemática presente y futura.
Impactando las aseveraciones de quien en su momento fungiera como vicepresidente fundador de Otero Ciudadano, sobre la creciente deuda pública que ahoga a la administración estatal, servicios públicos de salud colapsados en la entidad, sin faltar el lastimoso tema de los más de 60 mil xalapeños sin servicios públicos básicos y sin expectativas de mejorar en el corto plazo.
No presentó propuestas y promesas, reconociendo que quienes resulten electos simplemente deberán desempeñar fielmente el trabajo para el que estarán obligados. Habló el ciudadano con los pelos de la burra en la mano y no el candidato priísta, reconociendo con respeto calidad y carácter plural de sus anfitriones.- Xalapa, Ver., junio 30 de 2013.
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