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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Difícil si no es que imposible tratar de rasguñar el futuro incierto cuando nos aferramos a ser lo que éramos hace apenas un instante… Reflexión personal

Cuando la vida cotidiana gira en torno al cardiólogo, al gastroenterólogo, al odontólogo, al oftalmólogo, al urólogo, al gerontólogo, al terapeuta y su correlato de análisis clínicos, dietas especiales y demás obligaciones que nos impone el peso de la edad, es la hora de hacer un alto en el camino y reflexionar sobre lo que a nuestro escaso juicio justificara nuestra presencia en el mundo de los vivos.

La hora del balance entre lo que somos y lo que hubiéramos querido ser, lo que recibimos, lo que dimos y lo que no dimos de nosotros mismos a nuestros semejantes, aceptando con talante autocrítico que en nuestra precaria existencia es más lo que esperamos que lo que logramos al paso del tiempo.

Con el México que nos viera nacer, algo hay de eso. A doscientos años de declararnos independientes de unos voraces colonizadores que nunca se fueron de la vida nacional, observamos que la salud del país siendo deficitaria, se deteriora aún más día con día, debiendo recurrir a especialistas que, a cual más, diagnostican minusvalía, sin ofrecer otra cosa que recetas extra lógicas, sin dar oportunidad al paciente de enfrentarse por sí mismo a una agobiante realidad.

Es la hora de hacer un alto en el camino. Retomar la sabiduría de un Morelos, la insistencia indomable de un Zapata por defender lo que es de todos, la audacia de un Francisco Villa, la visión de futuro de los Constituyentes del 57 y 17, o el espíritu nacionalista de Lázaro Cárdenas y, a la luz de su experiencia vivida reflexionar sobre lo que un rico pasado histórico devino en mediocridad, corrupción, desigualdad, pobreza y remedo de vida en democracia.

Postrado de rodillas frente a los poderes fácticos, el México de hoy requiere de sus hijos para con ambicioso talante crítico y autocrítico, formular un balance entre lo que esperábamos como país independiente, soberano y próspero y lo que hoy al paso del tiempo con pesar contemplamos frente al espejo. Ya no para prolongar lo decrépito de una sociedad que en el tiempo perdiera lo mismo rumbo que principios y valores, sino para ofrecer un México mejor para las nuevas generaciones.

Si la senectud en el hombre es el anuncio ineluctable de lo que pudo haber sido y no fue, en un país potencialmente beneficiado para tenerlo todo, es oportunidad para un renacer rico en experiencia acumulada, en nuevos bríos para desprenderse de lo que sobra en las alforjas y afrontar el presente con visión de un futuro digno de la raza humana.

Para mi generación ya es algo tarde para ello, se va cerrando el ciclo. Perdimos tiempo y energía. El balance es negativo; siendo mayor el déficit que el logro transformador que haría de nuestros sueños libertarios realidad. La vida se agota y magra herencia dejamos; es más lo que las nuevas generaciones reclaman para sí y las venideras que lo que queda de aquella imagen de país a la que muchos aspiráramos en nuestros años mozos.

Es ahora la oportunidad para las generaciones que precedemos de demostrar de qué están hechas para retomar memoria histórica y pugnar por hacer realidad el sueño de ese gran patriota -entre otros de igual talla universal-, el cura Morelos y Pavón, siervo de la entonces joven Nación.

Es su hora, México reclama de su juventud la reconstrucción nacional, sabiéndose de antemano que sabrán en la reflexión sobre su pasado, presente y expectativas de futuro, encontrar el hilo conductor de la historia en el quehacer cotidiano de hombres y mujeres comunes, en la vitalidad de un pueblo que en sus orígenes e identidad encuentra voluntad y fuerza para que cual Ave Fénix en un permanente renacer, flaqueza y renuncia no sean nunca las últimas palabras en lo perenne del sueño libertario.

Hojas que se lleva el viento

Si la clase política abandonando ideología como guía para una acción consecuente ha optado por un grosero pragmatismo, la sociedad civil desconfiando del futuro le juega las contras con la misma moneda, atendiendo a los tiempos políticos con singular intuición; habiendo aprendido a vivir en la coyuntura ni suda ni se acongoja ante el fenómeno que en Veracruz viven los que viven de la poliquería electoral, el de “los adelantados”. Todo a su tiempo, de ahí que resulte harto ocioso el que los senadores veracruzanos descuiden su compromiso con la entidad federativa que representan para darse baños de pueblo, ofertar lo que no está en sus manos dar y cacaraquear las reformas del Sr. Peña como panaceas para alcanzar una tan incierta como volátil prosperidad. Todo a su tiempo cuando lo que sobra es tiempo y la llamada sociedad civil se lo toma en serio, ignorando propósitos, objetivos y falsas promesas de precampañas tempraneras; viviendo su día a día con relativo éxito y dentro de las posibilidades que su realidad ofrece, a sabiendas de que un gobierno partidocrático corrupto y simulador no es garantía de futuro. Si la clase política, no ve, no escucha, el pueblo llano pie a tierra vive con intensidad su presente velando armas para lo que el mañana depare.- Xalapa, Ver., abril de 2014

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Teniendo en perspectiva la elección presidencial del 2012, tras un conflictivo proceso electoral que aún no concluye en Veracruz, cabe a mi juicio hacer algunas apreciaciones en torno a la alianza de Convergencia, PRD y PT en la entidad. En primer término, reitero que tal coalición no fue derrotada al participar en condiciones asimétricas en una “elección de Estado”, como afirma Dante Delgado Rannauro. Se derrotó a sí misma, habiendo nacido electoralmente muerta. En su oportunidad lo señalamos observando que a Convergencia le convenía más ir solo que mal acompañado; el cargar con el lastre del PRD y su alianza con el PAN en otras entidades federativas, anunciaba por anticipado la derrota en la elección de gobernador.

Al día de hoy, tras los resultados en las urnas, Convergencia se ha negado a una autocrítica seria y opta por el camino fácil de la impugnación, colgándose de los reclamos del panismo veracruzano que podrían o no prosperar en el Tribunal Electoral de la Federación. Mientras su principal coaligado, el PRD azul, festina las migajas que alcanzaran con su traición, a la par que desnuda una vez más ante la opinión  pública su oportunismo y desverguenza, anunciando un día la expulsión de “los traidores” y, al siguiente, la reivindicación de éstos atendiendo a necesidades de “rentabilidad electoral”. El PT, quizá por su insignificante presencia en Veracruz, simplemente da por concluida su participación en la alianza pactada.

Con todo el respeto que me merecen los veracruzanos honestos que de buena fe militan en los partidos coaligados, debo decirles que se pasan de ingenuos si asumen que, con estos,  Veracruz tendrá una participación destacada de la izquierda en la búsqueda de la presidencia de la República en el 2012. Si con anterioridad al proceso electoral del presente año, afirmara que el PRD era un cadáver viviente, hoy hago extensiva tal apreciación respecto a lo que queda de Convergencia y el PT. En la inteligencia de que pequé de igual ingenuidad, estimando que Dante Delgado Rannauro podría tener oportunidad de hacer un papel más decoroso en una elección a todas luces polarizada entre el partido de Calderón Hinojosa y el del gobernador Herrera Beltrán. El candidato de mi preferencia no sólo fue derrotado, también contribuyó con su equívoca estrategia a la percepción generalizada del derrumbe de las fuerzas de “centro izquierda electoral” en Veracruz.

Tal percepción generalizada es hoy punto de partida para lo que viene. O la militancia recobra el control de sus respectivos institutos políticos en un esfuerzo por democratizarles e inyectarles nueva vida, o los abandonan en busca de nuevas expectativas de participación política. No hay de otra, con la salvedad de que la elección presidencial del 2012 está a la vuelta de la esquina.

En este escenario entra el movimiento lopezobradorista, que en la entidad deberá optar en seguir manteniéndose al margen de la Izquierda electoral, supuestamente representada por el PT y el PRD,  ó sumarse al rescate desde abajo de estos partidos políticos, trabajando por la unidad de la izquierda en torno a un candidato presidencial único. No hay otra opción de participación electoral del lopezobradorismo bajo las condiciones impuestas por la  legislación vigente, salvo entregar la plaza al enemigo, dejando las cosas como están, o entrando en una alianza “contra natura” con el PRD azul o con el PRIAN.

Convergencia perdió su oportunidad en la izquierda para el 2012. Sin identidad propia que le distinga en el espectro político, se corrió a la derecha entregándose al PAN como uno más de sus satélites. El lopezobradorismo le pasará factura. Al tiempo.

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J. Enrique Olivera Arce

En Veracruz, para la llamada “izquierda electoral” llegó la hora de la autocrítica y la racionalidad democrática. No puede pensarse en una desgastante lucha por el reconocimiento de las irregularidades que sustenten la impugnación parcial de la elección de gobernador, sin el reconocimiento de los propios errores que condujeran a la derrota en las urnas del candidato postulado por los tres partidos en coalición,  habida cuenta de que a sabiendas de las condiciones en que habría de participarse en un proceso electoral atípico, al que se ha dado en llamar “elección de Estado”, aceptaran hacerle el juego al PAN y al PRI. (Dante Delgado, exceso de confianza frente a una realidad adversa)

Nadie puede darse por engañado. Desde antes de iniciarse el proceso ya se sabía del pleito personal entre el gobernador y Miguel Ángel Yunes Linares y como este derivaría en una guerra sucia electoral sin cuartel. Las limitaciones ofrecidas por una legislación electoral federal y estatal inequitativa, un árbitro amañado, así como las condiciones asimétricas de disponibilidad legal y extralegal de recursos materiales, humanos y financieros, fueron aceptadas desde el momento mismo en que se decidiera contender.

El diseñar una estrategia de participación respetando tiempos y reglas del juego apegada a derecho, tras observarse que a lo largo del proceso los adversarios actuarían en contrario, es algo que deberá revisarse con mucha objetividad.

Igualmente es el caso de la alianza parcial entre tres partidos que prácticamente partían de cero. El supuesto de que se repetiría la experiencia del 2006, cuando desde la elección presidencial a la fecha de la firma del convenio de coalición, el PRD se encontraba prácticamente dividido, liquidado para la ciudadanía,  y sumido en su propio cochinero, en tanto que el PT y Convergencia apenas habían obtenido en la elección del 2009 el mínimo de votos para no perder el registro, fue una inconsecuencia estratégica y táctica que terminó en desastre.

En 80 días no se puede cosechar lo que no se sembró en cuatro años.

Esto obliga a pensarse en serio en la necesidad de poner los pies sobre la tierra, replantearse la reconstrucción de los tres institutos políticos desde abajo y sujetos a condiciones de racionalidad democrática, con vías a su participación como alianza de centro izquierda en la elección presidencial del 2012. Sin un proceso auténtico de autocrítica, corrección y trabajo intenso a todos los niveles, esto no será posible.

La simulación ideológica en esta ocasión fue factor de peso en la configuración de la derrota electoral de centro izquierda. Los tres partidos en alianza se han asumido como centristas, de izquierda, o socialdemócratas,  sin serlo. Identificados por la ciudadanía en Veracruz como enemigos irreconciliables del calderonismo, se aliaron en otras entidades con el PAN y con el colaboracionista Jesús Ortega y sus seguidores, exhibiéndose como oportunistas y acomodaticios. Los veracruzanos que en el 2006 votaran por la opción de izquierda que encabezara Andrés Manuel López Obrador, así los vieron y les dieron la espalda en las urnas. 500 mil votos “útiles” posiblemente ingresaron a la cuenta de los candidatos del PAN o del PRI. Que desperdicio.

El actual  e inconcluso proceso electoral demuestra con creces que las candidaturas competitivas no se inventan ni se imponen desde la cúpula, se construyen a lo largo del tiempo en la vida partidista y con la participación activa de la militancia. Sin vida de partido sustentada en la participación democrática, la artificialidad de una candidatura queda a expensas de la corrupción y las componendas, siendo por principio rechazada por los electores e incluso, por la misma militancia.

Los resultados obtenidos en el presente proceso electoral tienen mucho que enseñar al respecto en los tres partidos en alianza. La cúpula del PRD en Veracruz mostró su cara más sucia, despreció a su militancia y traicionó a sus aliados en la coalición. El PT no fue capaz de elegir a sus dirigentes estatales, debiendo recurrir a un comisionado de la dirigencia nacional, en tanto que Convergencia, durante el lapso de tiempo comprendido entre la elección del 2006 y la del presente año, careció de vida de partido, supeditándose a las decisiones cupulares del centro, por cierto muy cuestionables. Debería asimilarse la lección y actuar en consecuencia.

La unidad para el 2012

Con el mutuo destape para el 2012 de Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, se inicia una nueva etapa para los tres partidos políticos en cuestión. Divididos no ofrecen ser competitivos frente al PRI y el PAN, que irán con todo, los primeros en su afán de retornar a Los Pinos y, los segundos, a mantenerse a cualquier costo en la presidencia de la República. Siendo, por tanto, más que exigible la unidad de las fuerzas políticas de centro izquierda. De ahí la pregunta obligada: ¿podrá construirse de aquí al 2012 un proceso que desemboque en un frente amplio, unitario, en torno a uno de uno de los dos aspirantes destapados, ante el embate de la derecha? O esperaremos el triunfo de un indeseable bipartidismo en México.

En las condiciones actuales, tal frente único a mi juicio es imposible. La división es profunda y la vida democrática de partido inexistente. En tanto las bases no tomen el control, dominarán los intereses cupulares. Andrés Manuel lo dijo con todas sus letras, confía en las bases del perredismo, no en las dirigencias partidistas. Por su lado, Marcelo Ebrard, en su calidad de Jefe de Gobierno del D.F.,  requiere lo mismo de su acercamiento con Calderón Hinojosa que de “los chuchos” para construir su candidatura. Lograr la unidad para 2012 sin una solución a fondo de la crisis que viven los partidos de centro izquierda electoral, parece ser un reto insuperable.

Y mientras debería de esperarse una autocrítica seria, responsable para avanzar, la inconsecuencia de Convergencia se repite: el presidente nacional de este partido declara, en respuesta a López Obrador, que respetará los tiempos electorales. Vaya pérdida de tiempo y prevalencia de ingenuidad política. O los tres partidos se depuran, reconstruyen y se ponen en serio a trabajar desde ya en torno a un programa unitario, o se olvidan del futuro.

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