Pulso crítico
J. Enrique Olivera Arce
Al tenor de la frase clásica, ni perjudicó ni benefició, sino todo lo contrario, quiero calificar así al año que culmina. Estancamiento y retroceso en todos los órdenes de la vida nacional como herencia de una primera alternancia virtual y, más de lo mismo en el marco de una elección presidencial cuestionada, por decir lo menos, con la que se inicia una nueva edición corregida y aumentada del retorno del PRI a Los Pinos que, en lo sustantivo se niega al reconocimiento de la profundidad de la crisis que nos inmoviliza y, por ende, a corregir rumbo y destino.
Esperanza de cambio como quimera entre las mayorías, y gatopardismo como ofrenda gubernamental a la ingenuidad masoquista de los mexicanos. Celebración de la ratificación de la derecha como hilo conductor de la historia nacional y lamentos y desgarre de vestiduras de un fracaso más de la izquierda en el terreno electoral, como síntesis del final de un ciclo y el inicio de otro.
Visión personal que indudablemente pareciera lleva consigo una gran carga de pesimismo, cuando mediáticamente se afirma lo contrario. Una cosa es el fallido gobierno de Felipe Calderón Hinojosa y otra, muy distinta, la renovada esperanza que anima a los mexicanos con el gobierno de Enrique Peña Nieto, se propala por todos los medios.
Nada nuevo bajo el sol, modorra inercial de un México sin rumbo y sin destino cierto y la indiferencia de una mayoría acotada por la desinformación mediática y secuestrada por una partidocracia rampante al servicio de una voraz minoría. Es el México de ayer de hoy, y de siempre que bate palmas por lo que nos deja el viejo año anunciando con fanfarrias el inicio de otro ciclo anual, tan malo o peor que el que se va. Ni uno ni otro, preñados de inmovilismo y carencia de visión de futuro, perjudican ni benefician, sino todo lo contrario a un pueblo que se niega a sí mismo cifrando sus esperanzas en el Dios omnipotente hacedor de incierto destino.
El tiempo no perdona, la realidad sigue su curso río abajo arrastrando todo entre sus turbulentas aguas; Ayeres acumulados siempre en espera del cambio que no se da, pesan sobre la espalda cada vez más encorvada, los sueños juveniles de un mejor mañana, ahora difusos, inalcanzables se escapan como arena entre las manos.
No hay un mañana, siempre el presente recreando el pasado borra entendimiento y esperanza, aunque esta, muriendo al último, no deja de ser compañera de camino de la incesante lucha por la quimera que nos acompañará a la tumba. La edad y la cercanía de la muerte fortalecen la impaciencia. El saber que no alcanzaremos a ver el futuro anhelado alimenta el egoísmo de los viejos, pretendiendo quemar etapas caemos en querer arrebatarle el futuro a los que precedemos en el camino andado.
Todo a su tiempo, nos dice el sabio tiempo, mientras nos arrebata el tiempo para alcanzar a tener entre las manos el fruto por largos años anhelado, otorgándonos a cambio el bien logrado pesimismo que aniquila.
Y sin embargo, el sueño en la brevedad de la vida que se extingue es perenne y, muy en lo profundo, aún acariciamos con optimismo la idea de que nada es eterno, la posibilidad de cambio y un mejor mañana para el país que nos viera nacer, iluminan el último tramo por recorrer.
Mientras haya vida la lucha continua y a esta última idea me aferro. Quiero compartirla con quien quiera compartirla, deseando sinceramente que no por inalcanzable hombres y mujeres, jóvenes y viejos de buena voluntad desmayen en perseguir la quimera que alimenta sueños y realizaciones. Por el bien de México que el 2013 en la permanente pugna del hombre contra lo humano, deje algo positivo en nuestros corazones.
Como colofón, traigo a la memoria las palabras al pie de la horca del patriota y dirigente comunista checo, Julius Fucik:: “He vivido por la alegría, por la alegría he ido al combate, y por la alegría muero. Que la tristeza nunca sea unida a mi nombre. Hombres: yo os amé. Estad alertas.» Frases de un militante revolucionario que supo encontrar su sino en el perseguir un ideal trascendente; sin disposición a entregar la vida con alegría por aquello en lo que creemos y defendemos, la brevedad del ser y querer ser resulta estéril.
Hojas que se lleva el viento
Pedro Ojeda Paullada falleció hoy sábado a la edad de 78 años. Quien esto escribe sirvió bajo sus apreciables órdenes como Delegado Federal de Pesca en Quintana Roo. Descanse en paz.-
Cd. Caucel, Yuc., a 29 de diciembre del 2012