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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Como si ya estuvieran rindiendo frutos tanto la Financiera Nacional de Desarrollo lanzada por el Sr. Peña, como la inversión anunciada por este del orden de 338,669 millones de pesos para el presenta año, se echan las campanas al vuelo y se da por hecho que con ello se resuelve el problema de atraso y abandono del campo mexicano, sin parar mientes en que la problemática que acusan los sectores agropecuario, forestal y pesquero no es sólo de dinero o de financiamiento barato.

Ignorándose el carácter dual de la economía rural que establece sustanciales diferencias culturales y tecnológicas entre la economía de mercado y la de autoconsumo sustentada en la milpa, práctica ancestral dominante en el territorio nacional que da identidad y arraigo a la tierra al campesinado.

Como tampoco se toma en consideración que a estas alturas del año, tales anuncios no pueden tener otra intención que dorarles la píldora a hombres y mujeres del agro con vías a las elecciones del 2015. Pretendiéndose ablandar a una población rural que viendo en la reforma energética una seria amenaza a sus intereses presentes y futuros es proclive al voto de castigo.

El contar con un programa nacional de financiamiento enfocado al sector rural y nada es lo mismo, si se trata de rescatar a la economía agraria de este país. Por experiencia se sabe que la atención al campo debe ser integral o se abona al fracaso; así como también está demostrado que el escollo toral a la capitalización y crecimiento de la economía rural no reside en la producción y productividad sino en la relación asimétrica de los productores con el mercado. El TLCAN como antecedente cercano lo confirma.

Sin corregir el problema estructural de dicha relación, entre más dinero se invierta en la producción primaria mayor es la transferencia neta de capital del campo a los monopolios agroalimentarios y agroindustriales. Resultando siempre perdedor el eslabón más débil de la cadena productiva, el campesino minifundista o el pescador artesanal.

Adicionalmente, sin infraestructura, organización de la producción, organización social de los productores, asistencia técnica e innovación tecnológica no hay financiamiento, por muy barato que éste sea, que asegure incrementos a la producción y rentabilidad de la inversión aplicada. Paso inicial que no se contempla, de acuerdo a lo anunciado.

Luego ello obliga a pensar en que la medida gubernamental derivará en más programas asistencialistas, sin mayor propósito implícito que, por un lado, la manipulación del sector rural para que no ofrezca resistencia o se oponga al despojo ya previsto en la reforma energética, allanándole el camino a las poderosas empresas trasnacionales y, por el otro, avanzar en el proceso “modernizador” de privatización de la propiedad social iniciado durante el régimen salinista.

No es nada circunstancial el que simultáneamente al anuncio de la puesta en marcha del programa de financiamiento, en el marco de la plenaria de la Confederación Nacional Campesina el Sr. Peña hiciera hincapié en que “la reforma energética puede significar nuevas fuentes de ingresos para los propietarios o titulares de terrenos, en los casos en que se extraiga gas o petróleo de sus tierras… porque recibirán una contraprestación justa, y además transparente a los ojos de todos”. Como tampoco es circunstancial el mensaje del senador Manuel Cota Jiménez ungido como secretario general del Comité Ejecutivo Nacional de la CNC, pretendiendo atar al campesinado a la panacea reformista y neoliberal del presidente de la república.

Lo cual indica por donde se pretende transitar en una nueva relación entre gobierno y campesinado (inicio de la revolución verde para la CNC). Sin perder de vista que ante la proximidad del proceso electoral del 2015, Peña Nieto y su partido requieren del rescate y reconstrucción del andamiaje clientelar en el sector rural.

En nuestro entorno más próximo, Veracruz, es aún más preocupante el tañer de las campanas por políticos, pseudo líderes agrarios y textoservidores. Ni el gobierno estatal ni los productores agrícolas, pecuarios, forestales y pesqueros, salvo limitadas y muy focalizadas excepciones, están preparados para involucrarse en el corto plazo en las acciones del programa a cargo de la Financiera Nacional de Desarrollo; la carencia de autoridad y liderazgo, la quiebra evidente de la industria azucarera, el abandono de los cultivos de granos básicos y las condiciones oligopólicas del mercado de leche y cárnicos, así como el bajísimo nivel tecnológico de la pesca artesanal constituye un lastre que no se borra por decreto.

Y, sin mayor análisis, no puede echarse en saco roto que en la entidad los productores en su gran mayoría están organizados para votar y no para producir de manera planificada y sistemática, luego el programa nacional de marras por principio de cuentas se politizará y se partidizará, constituyendo un buen pretexto para fortalecer la estructura electoral del PRI a la par que un buen botín para la corrupción dominante.

Tampoco debería ignorarse que el campesinado tiene memoria histórica que se fortalece con agravios cotidianos. El primer paso entonces sería el recuperar confianza y credibilidad en la acción de gobierno, lo que en las condiciones actuales de descontento y rechazo, con la Espada de Damocles pendiendo sobre el régimen de propiedad social de la tierra, parafraseando al Sr. Peña, “no será fácil”; tampoco se puede asegurar para cuando rinda frutos el sueño guajiro de incorporar al campo mexicano a lo que los intereses del mercado globalizado demandan.

Pero no hay mal que por bien no venga, si se oferta crédito suficiente y barato hay que tomarle la palabra al gobierno, ya mañana Dios dirá a favor del quien se vota, si se paga el crédito, se va a fondo perdido o a cartera vencida. La burra no era arisca…

Hojas que se lleva el viento

La celebración del Sr. peña Nieto por sus 24 meses de gestión al frente de la Presidencia de la República seguramente no será compartida por los invitados de piedra, millones de mexicanos que si bien pudieren aceptar que en los dos sexenios panistas el país acusó inmovilidad legislativa, no pueden pasar por alto que en la actual administración priísta es el gobierno en su totalidad quien padece inmovilidad crónica. 20 meses de falso debate, aprobación sin consulta a la ciudadanía de las reformas peñistas y el sepultar de una vez por todas a la Revolución Mexicana privatizando los bienes de la nación,  es de lo único que se puede presumir. Infraestructura, economía, seguridad y bienestar social conforman un escenario de deterioro, estancamiento y retroceso que de entrada, descalifican al Sr. Peña y su gestión.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Peña Nieto no es monedita de oro, como se pudo observar en los resultados de la elección presidencial del 2012. Sin embargo, habiendo iniciado su mandato con un afán renovador que por principio de cuentas apuntaba a un combate real a la corrupción,  se ganó el beneficio de la duda, sobre todo, en amplios sectores de clase media impactados por la defenestración y encarcelamiento de “la maestra”, Elba Esther Gordillo.

Hoy día las cosas son diferentes, el presidente Peña acusa un notable descenso en popularidad, el beneficio de la duda se ha perdido y sus reformas presuntamente estructurales, como el mismo afirma, encuentran resistencia y rechazo en amplios sectores de la población.

Entre errores propios del “aprendizaje” de inicio de sexenio, arrastre no previsto de inercias nocivas de usos y costumbres políticas, y un entorno internacional negativo, la falta de claridad de rumbo y destino propició un sub ejercicio presupuestal a lo largo de 9 meses del orden de 28 mil millones de pesos,  que impactó en la vida económica de las entidades federativas y, por ende, en el conjunto de la economía nacional, generándose un clima de estancamiento y desaceleración cercano a la recesión que ya impacta, a su vez, en la economía familiar.

Caldo de cultivo para el descontento y protesta ciudadana, que enmarca el rechazo a las reformas laboral, de comunicaciones, educativa y fiscal propuestas por el titular del ejecutivo federal.’ Así como el estira y afloja en el Congreso de la Unión por una reforma electoral que pretende modificar sin consenso,  reglas del juego  para la partidocracia.

Esto como prolegómeno a la “madre de todas las batallas”, la reforma energética, que en sus propósitos y alcances no del todo explicitados,  más que sumar divide lo mismo a las fuerzas político-electorales, que a las élites empresariales, academia y a una escéptica opinión pública poco informada pero perspicaz en sus percepciones.

Ante la proximidad del Primer Informe de Gobierno del Sr. Peña, las cosas no le pintan como este deseara y, en su frustración e impotencia, se obliga a sí mismo a imponer más que a convencer, mostrándose proclive a un autoritarismo que, de entrada, genera más rechazo y resistencia social a leyes y políticas públicas reformistas que se derivan de modificaciones constitucionales que viene aprobando un Congreso  pusilánime, sometido tanto al poder ejecutivo como a intereses coyunturales partidistas.

En este escenario de deterioro económico con pinceladas de inseguridad e ingobernabilidad en diversas regiones del país, el presidente Peña anuncia una más de sus reformas en cascada, la del sector agropecuario, sin tener claro que con la continuidad de la contrarreforma salinista en el campo, se mete en camisa de once varas.

Si bien México está ávido de incrementos substanciales en productividad y rentabilidad de la fábrica nacional para hacerle frente al mercado mundial en condiciones de los mínimos de competitividad que este exige, no se puede aplicar tabla rasa en aplicación de políticas públicas neoliberales en un sector en el que la desigualdad social, económica, tecnológica e incluso orográfica, climática y ecológica, es la constante.

El afirmar que se buscaría pasar de los subsidios a los incentivos productivos, buscando poner al día las normas y reglamentos del sector para incentivar las inversiones, combatir la pobreza, generar más empleos y elevar su productividad, como lo comentara el Sr. Peña con diputados de su partido, sin tener a mano un diagnóstico socio-histórico de la conformación estructural del campo mexicano, es a mi juicio un paso al vacío.

A lo largo de más de 70 años el  PRI-gobierno, en congruencia con su traición a los postulados de la Revolución Mexicana, con una Reforma Agraria más ambiciosa en el papel que en los hechos, lo intentó todo, valiéndose de diversas fórmulas, unas extralógicas y otras de manufactura nacional, contando con lo mejor del pensamiento agrario que, teórica y pragmáticamente estuviera a disposición del régimen. El PRI topó con pared al igual que en su momento, con la alternancia aconteciera con el PAN en el poder.

La contrarreforma salinista  continuada con Zedillo, lo único que logró fue profundizar las contradicciones propias del sector, agudizándose desigualdad, pobreza y abandono de la producción en el campo mexicano.

De que la estrategia asistencialista que substituyera al paternalismo populista, con fines más electoreros que de racionalidad productiva, ha sido un fracaso, no hay duda. La fórmula no funcionó, salvo para incrementar corrupción. Debe por tanto someterse a una revisión estricta para actuar en consecuencia. Se requiere una reforma sí, pero de fondo, que incida a profundidad en la estructura agraria y productiva del campo mexicano  pero, por favor, sin pensar en Monsanto, sus semillas transgénicas y su control de la producción y del mercado, como beneficiario directo.

Y este nuevo capítulo de una reforma agraria inacabada, traicionada y vuelta a traicionar por la revolución hecha gobierno, considero no puede ser otro que aquel que surja tanto de un diagnóstico preciso, regional, micro regional y por cuencas hidrológicas de la realidad del campo mexicano, pero sobre todo, de un nuevo pacto social incluyente en el medio rural, que con visión de largo aliento   y voluntad política, convenga en que no es ya posible que el campo mexicano continúe transfiriendo capital neto vía políticas de precios de alimentos y materias primas, al hoy magro desarrollo nacional.

Si profesores, sindicatos, pequeños, medianos y grandes empresarios, están brincando de la sartén al comal con lo que ya se aprobara en materia de reformas presuntamente estructurales, no quiero imaginarme lo que sucedería, no estando el horno para bollos, si a continuación de la reforma energética, diputados y senadores le entraran a una reforma agropecuaria como la que pretende el Sr. Peña. Este debe pensarlo dos veces antes de que se le incendie la pradera en su afán modernizador y transformador, que no es otro que darle oxígeno a un neoliberalismo trasnochado cuyo fracaso histórico transita a lo largo y ancho de los llamados países del primer mundo.

Hojas que se lleva el viento

El gobernador veracruzano les modificó la plana a sus críticos. Personalmente el Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa, ante la cúpula de la Confederación de Cámaras Industriales (CONCAMIN), aclaró que las 600 empresas de nueva creación en el trienio en curso, no son MIPYMES, sino grandes empresas aportadoras de multimillonarias inversiones en dólares y generadoras de más de 200 mil nuevos empleos. Las MIPYMES ordinarias de nueva creación, para ser precisos mencionó, ascienden a 8,400.

Como en su momento Fidel Herrera respondiera a la crítica por sus presuntos logros en materia de construcción de un titipuchal de puentes, si no las han visto, búsquenlas, que 9,000 empresas de nueva creación no se pueden esconder bajo la alfombra.- Xalapa, Ver., noviembre 13 de 2013.

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Por el Taller de Economía Social y Políticas Públicas. Facultad de Economía, UNAM

En México durante el sexenio de Fox se intentó cobrar IVA a alimentos y medicinas pero no se concretó esa iniciativa. De haberse aprobado estaríamos en una peor situación. Al mes de marzo de 2008, de acuerdo al Banco de México -institución encargada de medir la inflación del país- anunció que el crecimiento anual de todos los precios de los bienes de consumo de los mexicanos fue de 4.25%, pero si se considera sólo los incrementos de precios de los alimentos la inflación fue de 7.66%. Entre los productos con mayores incrementos están: tomate verde (139.3%), aceite vegetal comestible (33.3%), jitomate (79.4%), aguacate (43.3%), huevo (23.49%), arroz (12%) y pollo (10%). Ir al artículo >>>

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