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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Tanto en el gobierno federal como en  las cúpulas empresariales, algunas voces motivadas por el reciente viaje del Sr. Peña a China, festinan el que México registre costos de mano de obra 19.6 por ciento menores que en ese país asiático, al ser ello incentivo para la inversión e incremento de competividad.

De acuerdo al Bank of América Merrill Lynch, en 2003 los salarios en México eran 189 por ciento superiores a los que privaban en China, revertiéndose tal relación para el presente año, lo que en teoría para quienes festejan tal deterioro salarial en nuestro país, en efecto teóricamente ello favorece la competividad y posición comercial de nuestro país en el mercado mundial de capitales y bienes y servicios.

Sin embargo, a mi modesto entender, si bien tal disparidad favorece al sector exportador, es preocupante que no se observe con la misma óptica de optimismo la repercusión que los bajos salarios tienen para un mercado interno deprimido y, por ende, para el crecimiento económico, distribución del ingreso y calidad de vida y bienestar de la mayoría de la población.

A menor salario menor consumo, en una economía cuya mayor fuerza laboral gravita en torno a los sectores productivos no exportadores, en los que por cierto, PEMEX aparte, también descansa el sistema tributario nacional.

Lo que estaría por verse, es si con el régimen salarial de nuestro país, la pretendida competividad se hace acompañar de la democratización de los incrementos de productividad que, como señala Luis Videgaray, está contemplada en los objetivos de la estrategia económica del gobierno que preside el Sr. Peña. Puesto que ya es lugar común en México que el empleador hace como que paga y el empleado hace como que trabaja, al no existir correspondencia entre el trabajo realizado, el salario percibido y el costo al alza de los requerimientos mínimos de supervivencia de la fuerza laboral.

A esto habría que agregar que gracias al castigo fiscal al ingreso de los causantes cautivos y el estancamiento en la generación de empleos, más del 50 por ciento de la población ocupada se ubica ya en la economía informal, y sigue creciendo. Reduciendo el ingreso gasto de la administración pública en sus tres órdenes de gobierno y, por tanto, incrementándose el déficit presupuestal en detrimento de eficiencia y eficacia en la atención a la población.

Luego no debería verse con tanto optimismo el que el salario de los mexicanos sea inferior al de los trabajadores chinos que, análisis aparte, han mantenido altos índices de productividad a los que no se puede aspirar en nuestro país; sin considerar, además, que el mercado mundial no está para bollos; repercutiendo negativamente estancamiento, recesión y proteccionismo en la mayoría de los países europeos y en Estados Unidos de Norteamérica, Canadá y Japón, en las exportaciones mexicanas.

Mismo China, segundo socio comercial de México, pese al potencial de mercado que representa, mantiene una relación comercial asimétrica en la que las exportaciones totales de nuestro país ascienden apenas a 449 millones de dólares frente a 56,936 millones por concepto de importaciones procedentes del país asiático.

De ahí que más que cifrar esperanzas en el incremento de competitividad por bajos salarios, la lógica indica que el énfasis se debería poner en el fortalecimiento del mercado interno, revalorando el peso específico de la micro, pequeña y mediana empresa y el trabajo de los mexicanos, reactivando la fábrica nacional con mayor ingreso y consumo y reduciendo la brecha de desigualdad entre los que tienen todo y los que menos tienen.

Hojas que se lleva el viento

 “Aunque usted no lo crea”, nos dice en su columna “Carrusel” Marco Aurelio González Gama, recién estrenado como socio de Crónica del Poder , citando de diversas fuentes las fortalezas de la economía de México. Considero que no tenemos por qué no creer. No existe duda al respecto si consideramos como válida la numeralia oficial.

No obstante, lo paradójico es que con tal fortaleza, una macroeconomía robusta, una política monetaria estable y una inflación moderadamente contenida por el banco de  México, la microeconomía reflejada en  el empleo, ingreso, gasto, consumo y contribución fiscal de la mayoría de la población exprese lo contrario. México no anda bien.

 Como todo lo contrario a lo que en el marco de la simulación y triunfalismo sin sustento de la administración pública veracruzana, debemos entender por impulso al desarrollo sustentable y prevención frente a los efectos del cambio climático. La sustentabilidad del desarrollo es utopía que se trae a colación con tintes demagógico-electorales y los planes para preservar a Veracruz de los efectos del cambio climático, una falacia que la realidad se encarga de exhibir.- Xalapa, Ver., abril 15 de 2013 

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Diseñadas, propuestas y aprobadas por la cúpula de la clase política, ahora compartiendo complicidades en el llamado “Pacto por México”, las presuntas reformas estructurales encaminadas a sacar al país de su actual atolladero, carecen de sustentabilidad democrática y, por ende de legitimidad y consenso entre la contraparte, la sociedad civil.

Por ahora las ya aprobadas en el seno de la partidocracia expresada en el Congreso de la Unión y Congresos locales, está visto que son rechazadas implícita o explícitamente por aquellos sectores de la población más informados y participativos, empezando por quienes se sienten afectados.

Sin consulta previa y sin más sustento que la decisión presidencial de llevarlas adelante, tanto la reforma laboral, la educativa y en proceso la de telecomunicaciones, por decir lo menos en medio de la polémica son en principio cuestionadas. Los legisladores subordinados al Poder Ejecutivo en una democracia sin división de poderes real, se tomaron la libertad de hablar y decidir de espaldas a sus representados.

Por el bien de la Nación, pretexto explícito de las reformas peñanietistas, no se acepta marcha atrás, como ya quedó claro en el discurso oficial, autoritario y vertical del presidente Peña. Sin embargo, la ley no es sinónimo de justicia para un gobierno obligado a gobernar para todos salvaguardando el bien común.

Se escuchará a las voces disidentes, pero su opinión es irrelevante. “Cartucheras al cañón, quepan o no quepan”, como ya es el caso de una reforma educativa que apunta más a restringir derechos de mentores que a la búsqueda de una necesaria y urgente calidad de la educación en México.

Muy al estilo de Margaret Tatcher, “La dama de hierro”, las corrientes conservadoras en México ahora impulsadas por el Sr. Peña tras cuatro lustros de estira y afloja,  no acepta medias tintas, o se está a favor o se está en contra de lo que, a juicio del oficialismo, siente las bases para una mejor inserción del país en el concierto del mercado mundial. Desigualdad y pobreza están al margen de los intereses fácticos. Productividad y competitividad del individuo es el camino.

Democratizar productividad y competividad es el propósito explícito, como lo ha hecho saber el secretario de hacienda y cerebro tras el trono, Luís Videgaray. Lo implícito es minimizar al Estado y privatizar a ultranza la vida económica y social del país, bajo el apotegma del tatcherismo de “Menos sociedad, más individuo”, en una versión tardía de un neoliberalismo radical que tiene de cabeza al mundo, socializando las pérdidas y privatizando la ganancia a favor de unos pocos.

Lo que es rescatable, en todo caso, es que a partir del no hay retorno en materia de reforma laboral y educativa, nadie se puede dar por sorprendido. La reacción impone un retroceso político y social en el que el garrote amenazador se exhibe sin pudor alguno. La “Ley de Herodes” por sobre todo intento por ciudadanizar la política y democratizar la vida del país  es la senda trazada.

Triste escenario sin futuro para las mayorías.

Hojas que se lleva el viento

Ricardo Ahued, gozando de amplia fama pública de empresario honorable y exitoso, y sin cola que le pisen por su desempeño en la administración pública, como alcalde de Xalapa y como diputado federal, corre el riesgo de echar por la borda su prestigio participando en un proceso electoral que, desde sus prolegómenos, se viene distinguiendo por ser el de mayor desaseo en los últimos tiempos de la política veracruzana. El sabe su cuento y el riesgo que corre, ni hablar.

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Y a propósito del proceso electoral en marcha que desembocará en la elección de diputados locales y alcaldes constitucionalmente de cuatro años, al partido-gobierno veracruzano se le pasó la mano. No sólo debilitó a los partidos opositores, los destruyó de una manera que debería avergonzar a nuestra doméstica y aldeana clase política. Sin oposición que valga la pena, el PRI va sólo, ganará la elección pero perderá la poca credibilidad que merece del electorado. Y el gobernador haciendo como que la virgen le habla sin parar mientes en el enorme daño que le infringe a nuestra incipiente democracia.- Xalapa, Ver., abril 14 de 2013

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