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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Todo partido político surge de la sociedad y a esta se debe. Cuando deja de cumplir con su razón de ser, corresponde por tanto a la sociedad el darles sepultura y a otra cosa mariposa. Reflexión personal

En diversas ocasiones he mencionado que a mi juicio el régimen político en México acusa  una profunda crisis que se refleja en un sistema de partidos que, además de obsoletos en su concepción, han dejado de cumplir con su función social y política como intermediarios y como coadyuvantes en la administración de conflictos. La ausencia de ideología  como sustento de visión de futuro, así como un pragmatismo a ultranza, les hizo perder  brújula y rumbo.

Huérfanos de sustento ideológico, su adecuación al modelo neoliberal de desarrollo adoptado por el Estado mexicano no se dio como era de esperarse; dejando de cumplir con su rol de banda transmisora entre el gobierno y la sociedad a la que se deben.

Ayuno de credibilidad y si identificado como una partidocracia parasitaria, el sistema de partidos para la ciudadanía es hoy más un estorbo que vía para el diálogo y concertación entre gobierno y sociedad.

En octubre del 2011, bajo el título México. El sistema político nacional toca fondo , ya apuntaba: “Los partidos políticos han perdido credibilidad y confianza; la ciudadanía les considera más un oneroso lastre que instituciones republicanas forjadoras de democracia y auténtica representatividad popular frente a los poderes instituidos. Sus personeros, a todos los niveles, son ajenos a los intereses de la Nación, manifestándose con desvergüenza y cinismo extremo, anteponiendo el interés personal o de grupo  al bien común.

Se perdieron las formas y, con ello, también el contenido ideológico y programático que alimenta y enriquece el ejercicio de la política. El régimen político vigente en México y consagrado en nuestra Carta Magna, se agotó. Lo que hoy es común denominador en la llamada clase política es la mediocridad y desfachatez, que se hace acompañar de impune corrupción y ostentación de riqueza mal habida.”

Hoy día, a la luz de lo que se ha dado en llamar “Caso Veracruz”, el tiempo me ha dado la razón. El régimen político y con este, el sistema de partidos, ha dejado de responder a su razón primigenia de ser. Más que servir a la sociedad se sirve de esta, deviniendo en lo que ya en términos más peyorativos que sociológicos se le conoce como partidocracia;.privilegiándose un pedestre oportunismo pragmático por sobre la política y el bien común. El abismo entre la llamada clase política y su contraparte, la sociedad civil, se profundiza tocando fondo.

La prueba más contundente de lo anterior es el llamado “Pacto por México”. Presunta conjunción de las fuerzas políticas de este país en torno a un presidente que no confía en sus gobernados. De espaldas a una mayoría ignorada no obstante ser la que determina la conformación y equilibrio de las fuerzas políticas reales, la cúpula del régimen político dialoga, negocia, aprieta, cede e impone por cuenta de y a nombre de los más caros intereses de la Nación ahora interpretados por el Sr. Peña Nieto.

Frágil instrumento de una democracia simulada que ya el llamado “Caso Veracruz”, ha puesto a prueba. Lo que menos importa es lo que la sociedad veracruzana piense al respecto tras haber sido exhibida como objeto de cambio y manipulación electoral. Lo relevante del desaseo electoral jarocho es que ha dado pie para que las dirigencias nacionales partidistas valiéndose del chantaje, de espaldas a sus bases negocien la continuidad del pacto atendiendo cada uno a sus coyunturales intereses.

Lo que está puesto sobre la mesa de negociación con el “caso Veracruz”, no es el hambre de millones de mexicanos que presuntamente se pretende mitigar. De eso ni una sola palabra en los dimes, diretes y carretonadas de estiércol entre el PAN, PRI y PRD. El uso de programas sociales y recursos públicos con fines electorales es el pretexto para el chantaje, lo sustantivo es asegurar espacios, prerrogativas y privilegios para las cúpulas signantes.

Tan es así que para el presidente Peña, de hecho el “Caso Veracruz” está cerrado y el pacto continúa sin mayores tropiezos. Ya Cesar Camacho avaló el proceso interno de selección de candidatos del PRI y sus comparsas, Verde Ecologista y Panal. En Veracruz no pasa nada, el tricolor ganará la elección y los presuntos “ladrones de elecciones” quedarán impunes.

El hilo suele reventarse por lo más delgado. Para el caso de los partidos políticos Veracruz exhibió ser el eslabón más débil de un régimen político en crisis; la sociedad lo percibe; con o sin partidos políticos la vida sigue sin cambio alguno que merezca celebrarse. El 7 de julio próximo lo expresará en las urnas.  Ni un voto al PRI, ni un voto al PAN es la consigna que va de boca en boca frente al estercolero en que se debate la política en la entidad.- Cd. Caucel, Yuc., abril 28 de 2013

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

La esgrima mediática en relación a la elección presidencial llegó a su clímax. Nada que se agregue a lo expuesto por las partes interesadas modifica el bajísimo nivel en que los partidos políticos han colocado a la incipiente y balbuceante democracia de este país. La supuesta fiesta cívica a decir de unos y el presunto fraude en la percepción de otros, devino ya en un “Thriller” de barandilla en el que la ciudadanía hace las veces de simple espectador.

El imperio de la ley está a prueba y la impartición de justicia, ya de sí cuestionada, rehén de un régimen político cuyo único asidero es la corrupción y la impunidad en un escenario en el que el chisme, dimes y diretes al interior de una humilde vecindad decimonónica, se queda corta. Principios y valores éticos brillan por su ausencia, el objetivo es la toma del poder por el poder mismo,  a cualquier costo.

El sufragio, chueco o derecho, como única instancia para que la ciudadanía se exprese en libertad, perdió su connotación democrática; es hoy el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y su puñado de magistrados, quienes de manera inobjetable decidirán el futuro de la Nación respaldados por una legislación a modo, diseñada, aprobada y avalada por todos los partidos políticos en la que se sigue contemplando a la ciudadanía como menor de edad sin derecho “legítimo” a voz y voto en los altos designios  de los jueces.

Paradójico. En tanto se promueven los juicios orales en la impartición de justicia, en materia electoral la voz del ciudadano no tiene cabida. En un país de papel como lo es México, los papeles hablan y deciden por sí, dando soporte legalista y subjetivo a la libre interpretación por parte de los juzgadores que, con orejeras que les impiden observar el contexto social en el que actúan, sustentan sus sentencias.  La ciudadanía ofendida, víctima indefensa sólo ve y escucha tras la puerta del tribunal lo que en justicia le compete.

Las más que obvias irregularidades de la que se presume democrática, limpia y transparente elección, serán desechadas en la resolución del máximo tribunal en materia electoral; la corrupción evidente quedará  impune y la presidencia de la república (con minúsculas) entregada al mejor postor. Don dinero es el amo sistémico; legal o ilegal no puede ni debe someterse a juicio, en su libre circulación reside su legitimidad. A ello debemos atenernos.La sentencia está dictada de antemano. Gana quien más dinero apuesta, lo demás es lo de menos en el ánimo de magistrados designados a modo e interés de los partidos políticos.

La mala política arrastra al resto, confirmándose cotidianamente la paulatina pero constante descomposición de la sociedad mexicana. El deterioro del tejido social deja huellas indelebles en todos los ámbitos de la vida nacional, sin visos viables de respuestas congruentes y eficaces para frenarle.

No se juzga la elección fallida. Es la democracia quien espera la picota, en nombre de un estado de derecho que tiempo ha que hace agua en este país democráticamente bananero. A tal extremo hemos llegado.

¿Es que acaso podría esperarse otra cosa?

Hojas que se lleva el viento

Aunque usted no lo crea estimado lector, pero las entidades federativas con mayor peso específico en la industria sin chimeneas son las que menos hacen ostentación mediática de su situación. Lejos de asumirse triunfalistas simplemente trabajan para hacer del renglón turístico su gallina de los huevos de oro. Naturalmente Veracruz no figura entre estas, de ahí su constante presumir de lo que no tiene.

Por cierto, si no logramos remontar el turismo de jícama y horchata, en otros renglones de la vida económica veracruzana estamos igual o peor que en la industria sin chimeneas. Leo que muchos afirman que con la reordenación de la plantilla de los altos mandos de la administración pública veracruzana se abre un nuevo ciclo de bonanza para la entidad, aplaudiendo el acierto del gobernador por el quitar y poner de funcionarios, sin parar mientes en que el problema mayúsculo de ineficiencia e ineficacia gubernamental no reside en los empleados, sino en quien les paga. El Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa desde los inicios de su administración no ha sabido dar rumbo cierto a Veracruz. Cual aprendiz de brujo todo lo que emprende sale mal, aunque con el auxilio mediático propale lo contrario.

Y espérese, Ante la proximidad de la amenaza de la quinta tormenta tropical de la temporada en el Atlántico, el gobierno del estado ya afina los instrumentos para hincarle el diente al FONDEN. Agenda obligada que se repite año con año sin que se tomen medidas eficaces para paliar con acierto el vendaval. Los jodidos de siempre pretexto para extender la mano en busca de un auxilio federal en metálico que nunca llega a las manos de quien lo necesita.  ..

¿Ya se entero estimado lector que Veracruz es potencia mundial en atletismo?

Mérida, Yuc., agosto 5 del 2012

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

2012 quedará señalado en la historia de México como el año de la miseria moral de un régimen político caduco y corrupto que marcha de espaldas a la historia.

El cómputo distrital de la elección confirma el triunfo de Enrique Peña Nieto en la elección presidencial.  Ello debería bastar para dar vuelta a la página. No obstante y con la salvedad de que aún falta solventar la etapa de impugnaciones para que se le expida constancia de mayoría al mexiquense, son más los que protestan que los que festejan, percibiéndose un clima de incertidumbre igual o más complejo que el que se viviera en el 2006 con el apretado triunfo de Calderón Hinojosa avalado por el PRI.

Dimes y diretes van y vienen,  más sin embargo las evidencias confirman en el imaginario popular la sospecha si no de un fraude, cuando menos de un proceso electoral carente de pulcritud y apego a la norma legal, que deja a la ciudadanía un amargo sabor de boca,  abriéndose la puerta a conflictivos sucesos post electorales.

Las reglas del juego son claras, en la guerra como en el amor todo se vale, cuanto más en nuestra incipiente democracia tan afanosamente vulnerada. Este es el mensaje que el régimen político prevaleciente nos trasmite conforme se van acumulando elementos probatorios de que, si no legalmente aceptados si hablan de un burdo escamoteo  más de la voluntad ciudadana, así como de un evidente desprecio a la inteligencia de la mayoría de los mexicanos.

A estas alturas ya no es creíble para nadie que la elección del pasado domingo primero de julio fuera la más limpia y transparente de la historia, como afirma el Instituto Federal Electoral (IFE). Tampoco son creíbles los resultados de los comicios.

La duda supera a la legalidad y certeza de la elección, así como al exceso de triunfalismo anticipado de Enrique Peña Nieto y los partidos que le postularan como candidato a la presidencia de la república. Se exacerba la desconfianza y enojo en millones que confiaran en la fuerza del voto como instrumento de cambio. El sospechosismo tiende a generalizarse poniéndose en duda la legitimidad del proceso electoral y, de paso, a la actuación del “arbitro” de la contienda.

En la democracia a la mexicana de hoy se gana o se pierde por un voto, aun cuando el ganador de la contienda no alcance el 50 % más uno del total de los sufragios emitidos. En eso se está de acuerdo, no hay de otra, más no en que se gane a la mala, reviviéndose las viejas prácticas antidemocráticas presuntamente superadas.

“El PRI nunca pierde y, cuando pierde arrebata”, se decía en mis años mozos. Hoy, ostensiblemente perdió y arrebató con la connivencia de la mayoría de los gobernadores priístas y el disimulo del IFE. Siendo paradigmática la masiva compra de votos. No pasó nada, la impunidad se impuso venciendo a la buena fe de un electorado que hoy rumia su impotencia e indignación.

El triunfo del abanderado priísta es irreversible. Así debemos entenderlo conforme a derecho. La anulación de una elección presidencial en México no se concibe. Habría que preguntarse entonces si para el imaginario popular frente a un triunfo mal habido, lo es también dejar atrás rechazo, frustración e indignación  Si conforme a las reglas del juego electoral para el IFE y el TRIFE el triunfo de Peña Nieto es legal, para la ciudadanía una vez más como en el 2006 la elección se juzga  ilegítima y espuria.

Ganó México, rezan anuncios espectaculares sembrados por el PRI en todo el territorio nacional. Para la gran mayoría de los ciudadanos, por el contrario,  una vez más pierde la institucionalidad republicana. Lejos de avanzar en la construcción de una auténtica democracia representativa, la elección del pasado domingo anuncia singular retroceso. México pierde al iniciarse una nueva etapa de polarización maniquea y desencuentros entre diferentes, de la que no se puede culpar al candidato de las llamadas izquierdas; el partido tricolor y su verde satélite presuntamente ecologista, arrebataron sin decoro alguno. A estos la ciudadanía juzga como responsables al darse por burlada con el “madruguete”, avalado por la mayoría de los medios de comunicación y la propia primera autoridad del país.

¿Quién parará la ola de indignación que anima a una mayoría respetable de ciudadanos a lo largo y ancho del país?. Si la primera autoridad ya antes del cómputo oficial diera por sentado que se tenía un ganador en la persona de Enrique Peña Nieto. Si Calderón Hinojosa perdió su oportunidad de amansar las aguas hoy revueltas, quién o que autoridad dará cauce al justificado enojo. Eh ahí la incógnita que se percibe en el aire. Las marchas de protesta crecen y se multiplican con el riesgo de radicalizarse, no hay consenso nacional en torno a los resultados evidentemente ilegítimos. Peña Nieto asumiéndose ya como presidente electo y los partidos que le postularan permitiéndolo, ocupan lugar prominente en el banquillo de los acusados. No pueden ser juez y parte para acallar la protesta.

México salió perdiendo no porque López Obrador y su movimiento ciudadano sean los derrotados. Ya sabrán estos levantarse de entre las cenizas.

A diferencia de elecciones anteriores la participación ciudadana en las urnas alcanzó más del 65 por ciento del padrón electoral. La participación de un  electorado confiado en la fuerza de su voto venció al abstencionismo pero, justo es decirlo, terminó perdiendo una vez más frente a la corrupción y  criminal prostitución de conciencias y voluntades entre aquellos que menos tienen. La inducción perversa y la compra masiva del voto, quedarán impunes como marca indeleble de lo que para la democracia pudo haber sido y no fue.

Hojas que se lleva el viento

En nuestra próspera aldea del aquí no pasa nada, para algunos que desde el closet no movieron un dedo a favor de López Obrador, hoy se lamentan y juzgan como equívoca su candidatura responsabilizando de la derrota de las sedicentes izquierdas al político tabasqueño. Hubiera sido diferente con Marcelo Ebrard como candidato, dicen. A estos les digo: Si el PRI hubiera postulado a Manlio Fabio Beltrones, otro gallo cantaría a los tricolores. Parafraseando al escritor Rafael Junquera Maldonado, si el presente también es pasado, este no deja de ser un pasado que no tiene regreso. Lo hecho, hecho está y eso es lo que cuenta aunque las apariencias digan lo contrario.

En mi tránsito hacia el sureste,  pude observar ostentosos espectaculares del PRI con la leyenda “Ganó Veracruz”. Curioso consuelo en una entidad federativa en la que los números oficiales del IFE apuntan que en la elección presidencial los veracruzanos dieron el triunfo en las urnas a la candidata del PAN. Entendible, no hay que olvidar que el primer priísta de Veracruz, el que manda, dicen, no alcanza a ver más allá de su ombligo; entretenido como está jugando su propia batalla virtual en el Nintendo no se enteró que en su ciudad natal ganó Josefina

Arribo a Yucatán, entidad en la que la política  se cocina diferente guardándose una prudente distancia con la federación, encontrándome a un pueblo en su mayoría satisfecho con los resultados electorales locales. Con el voto diferenciado ganó el PRI la gubernatura y el PAN la alcaldía de Mérida, ciudad de la paz que con sus municipios conurbados aloja aproximadamente al 50% de la población yucateca. Habrá un sano equilibrio político-administrativo con beneficios en lo económico y social para todos, me aseguran.-  Mérida, Yuc., Julio 7 del 2012.

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J. Enrique Olivera Arce

“Señor, si me quitas el éxito déjame fuerza para triunfar del fracaso”: Mahatma Gandi

¡¡Te lo dije!! Me escribe un buen amigo, advirtiendo que “si Ebrard hubiera sido el candidato de las llamadas izquierdas, Peña Nieto no gana la elección”.

El hubiera no existe en política. El candidato fue Andrés Manuel y a ello debemos atenernos. Sin embargo la expresión de mi amigo da tema para la reflexión en torno a una situación que me llamara poderosamente la atención y que dejara asentado en mi artículo publicado el 22 de abril bajo el título “Andrés Manuel baila con las más feas. No hay de otra”. El político tabasqueño ha sido postulado por la coalición integrada por el PRD y las morrallas denominadas Partido del Trabajo y Movimiento ciudadano. Institutos electorales que en el marco de una partidocracia rampante y un régimen político obsoleto y corrupto, carecen de autoridad ideológica, moral y política para ser considerados como de izquierda. Una y otra vez señalé que estos partidos políticos más que aportar a la campaña electoral de López Obrador, constituían una pesada loza sobre las espaldas del candidato presidencial.

López Obrador superó los 15 millones de votos legítimos a pesar de, y no por el trabajo político desarrollado por la cúpula partidista de la Coalición “Movimiento Progresista”. Los candidatos al Senado y Cámara baja en su gran mayoría cartuchos quemados impopulares impuestos por “los chuchos” de ello dan constancia. El resultado aún en trámite de la elección confirma tal percepción.

Se jugo en la cancha de la partidocracia conforme a sus reglas y sus prácticas antidemocráticas. Luego nadie puede darse por sorprendido ante la cada vez mayor evidencia de escamoteos de la voluntad popular a lo largo y ancho del país. No obstante, gracias al Movimiento de Regeneración Nacional, “Morena”, en el que participan millones de ciudadanos convencidos de la necesidad de un cambio verdadero, irregularidades aparte de un proceso electoral inequitativo y amañado, Andrés Manuel llegó hasta donde le permitieron llegar. Hoy la decisión final y el futuro de México está en manos del “arbitro” y del Tribunal Federal Electoral, así es el juego. Los partidos postulantes de la llamada izquierda electoral ganan perdiendo.

“Morena”  trabajó intensamente a ras del suelo, en la calle, en las aulas, en el taller, en el surco, en el hogar, siempre confiando con voluntad de triunfo en el liderazgo del político tabasqueño. Jóvenes y no tan jóvenes se pusieron la camiseta y, contra la corriente y contra la estructura partidista de la coalición dominada por las tribus perredistas y sus corruptas y oportunistas dirigencias, sacaron adelante la campaña presidencial. De eso no tengo la menor duda.

Andrés Manuel cometió errores, no se puede negar. Pero así como se equivocó confiando en las estructuras partidistas coaligadas, fue certero al sustentar su campaña en “Morena”. Fue la ciudadanía organizada y movilizada la que le impulsó para cuesta arriba dejar atrás a Josefina Vázquez Mota y alcanzar a Peña Nieto. Con este impulso López Obrador gana en su propósito democratizador al lograr movilizar a más de 15 millones de mexicanos en pos de la esperanza democrática. La ciudadanía salió a la calle y con su voto manifestó su voluntad de cambio. Si hoy se pierde la elección, no fue en vano. La ciudadanía con su participación activa gano terreno y experiencia en la búsqueda de un camino más amplio para avanzar el  rescate de la voluntad popular, hoy secuestrada por la partidocracia y los poderes fácticos.

La construcción de la anhelada democracia transita por un largo camino de aciertos y errores, triunfos y derrotas. Los resultados no se alcanzan en meses o años sino en períodos históricos. Pero cada paso dado fortalece a quienes lo emprenden. Estoy seguro de que la experiencia vivida por la ciudadanía movilizada en este proceso electoral, pesará más en la vida política de México que el triunfo mismo de las llamadas izquierdas. Un importante segmento de la sociedad ha dicho basta y encontró el camino para avanzar participando consecuentemente.  Esto es un logro a mi juicio histórico. No cabe la frustración ni el desanimo, se dio el primer paso y eso es lo que cuenta. Lo que sigue para la izquierda consecuente es la autocrítica y sacar las conclusiones pertinentes para seguir marchando a paso firme y con la frente en alto.

Si Peña Nieto de ser ungido como presidente quiere gobernar, lo tendrá que hacer no en el vacío con el indignante y lastimero voto comprado. Más temprano que tarde tendrá que recurrir a la ciudadanía movilizada. En ella está el que se avance o se retroceda en la construcción del futuro de México.

Hojas que se lleva el viento

En nuestra próspera aldea jarocha siempre sí la elección presidencial, de acuerdo a los resultados preliminares (PREP), se fue a tercios. El triunfalismo priísta se vino abajo y el cacaraqueado triunfo por parte de su dirigente estatal, Erik Lagos fue pírrico. La dupla PRI-PVEM obtuvo un total de 1, 180,147 votos contra 1, 179,327 del PAN. Por su parte Movimiento progresista 1, 1012,818 sufragios. Así, Peña Nieto obtuvo menos votos en Veracruz que los obtenidos por Javier Duarte de Ochoa como candidato a la gubernatura. No cabe duda de que hizo falta el alquimista Fidel Herrera Beltrán para cumplirle satisfactoriamente al mexiquense de acuerdo a lo ofrecido.- Xalapa, Ver., Julio 4 de 2012

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Si en la coyuntura lo que está en juego es la elección presidencial, para el mediano y largo plazo la disyuntiva está entre el elegir la opción de un más de lo mismo ofertado por el gatopardismo que desde la cúpula del poder nos habla de un nuevo rumbo para seguir igual, o un proceso de cambio auténtico con el objetivo de sacudir el marasmo de la Nación y, entre todos, proponernos abatir atraso, desigualdad, pobreza, injusticia, corrupción, violencia  e impunidad.

En este orden de ideas, el primero de julio más que una típica elección presidencial lo que las circunstancias nos ofrecen es un plebiscito amplio, en el que el pueblo de México definirá si se sigue por el mismo camino, sin brújula y sin rumbo cierto recreando atraso y retroceso, o se opta por un cambio verdadero que saque al país de un atolladero que se complica en el marco de un escenario internacional de crisis, incertidumbre y nula esperanza de futuro.

Para lo más de lo mismo, no hay que pensarle mucho ni arriesgar el resto. Sólo es dejarnos llevar por la inercia, bajo la manida premisa de que el PRI o el PAN si saben gobernar. Porque no nos engañemos, en primera y última instancia las candidaturas de Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota sólo son reflejo y consecuencia del conservadurismo que aún anima en amplias capas de la población. El miedo a dar un pequeño salto hacia delante nos lleva a pensar que “más seguro lo comido ya mañana Dios dirá”, mientras lamemos impotentes las heridas que nos deja un ominoso pasado que se recrea en tiempo presente. A este dejar hacer dejar pasar, se atienen los poderes fácticos para manipular conciencias, voluntades y futuro de la Nación.

El optar por un cambio auténtico no es tan simple. Tenemos que ver con claridad el pasado, valorar el presente y otear el futuro con talante crítico. Hay que pensar y actuar en consecuencia, superando los miedos y mostrarnos a nosotros mismos de que estamos hechos. Todo cambio ofrece incertidumbre, da miedo equivocarse y tomar el camino equivocado en la encrucijada. Dar el primer paso exige valor pero también la certeza de que siempre hay la posibilidad de desandar el camino en busca de la ruta correcta. La historia de la humanidad nos ha dejado múltiples ejemplos de ello, el progreso y la marcha ascendente del hombre como inquilino del mundo está jalonado por el acierto y error en el largo y complejo transitar de los pueblos. Es de humanos equivocarse, como lo es el enmendar el entuerto.

En nuestras manos está el afrontar con valor el futuro o seguir durmiendo despiertos presas del temor a brincar la tablita.

Cambiar para seguir igual o el cambio verdadero. Dicotomía que pone en primer plano las únicas opciones a elegir. La moneda está en el aire, o nos dejamos llevar por la inercia ó nos inclinamos por el voto razonado. Pensamos y actuamos atendiendo a la razón o dejamos que piensen por nosotros. El pueblo de México lo decidirá en el pleisbicito nacional del primero de julio. Sea cual fuere el resultado no hay lugar para las lamentaciones y el reclamo, el pueblo de México habrá hablado.

Hojas que se lleva el viento

Verdaderamente lamentable y vergonzoso el que el candidato Enrique Peña Nieto haya  descalificado a priori el debate entre presidenciables organizado por el movimiento universitario #yosoy132. Su negativa a aceptar la invitación que le hiciera un importante segmento de la juventud estudiosa de México, le privó de ser partícipe en un evento de lo más trascendente para la vida democrática y civilizatoria de México. Pese a la limitación de recursos técnicos, el debate entre los tres candidatos presentes, cualitativamente superó en mucho a los dos anteriores organizados por el IFE. Mis felicitaciones para un movimiento estudiantil que entiende que lo que está en juego es el futuro de la Nación. Como era de esperarse, el priísmo en su gran mayoría menosprecio al igual que su candidato un encuentro civilizado sustentado en el diálogo fructífero, la tolerancia y el respeto a las diferencias.

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El fuego amigo se recrudece en nuestra prospera aldea conforme se acerca el primero de julio. El temor y la incertidumbre se apoderan de las altas esferas del poder y las recriminaciones mutuas no se dejan esperar. No sólo al interior del partido gobernante, también se da en las cúpulas opositoras. Caras largas en todos los abrevaderos, si gana Peña Nieto la elección, malo para el gobernador y su administración, si la pierde, peor, desestabilizándose el frágil andamiaje de la gobernabilidad en Veracruz. La simulación y el trastupije quedará exhibida y sin condiciones para negociar.

Si gana López Obrador el derrumbe en el tortuoso mundillo de la corrupción, intereses creados, prebendas e impunidad es la amenaza.  Si pierde, el ajuste de cuentas, cortadero de cabezas y el sálvese el que pueda entre servidores públicos que bajo el agua le apuestan al candidato de las llamadas izquierdas.

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La desconfianza en su propia fuerza, anida en una clase política rampante, nadie cree ni en sus propios dichos ni en lo expresado en el changarro de enfrente. A diferencia del clima de triunfalismo desbocado en el que para todos era miel sobre hojuelas, hoy el temor a la derrota resquebraja unidad, propicia la traición y en medio de la incertidumbre el transitar de las ratas de un buque a punto de zozobrar a otro en el que apenas la lumbre llega a los aparejos. Lo que está en chino es saber cual llegará incólume a puerto seguro. Nadie apuesta ya al carro completo, la elección en Veracruz a tercios, Javier Duarte de Ochoa falló en el intento de cumplir lo ofrecido a Peña Nieto.

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Del miedo a lo que venga del “#yosoy132”, el priísmo veracruzano brinca al temor de que su ingeniería electoral quede exhibida. La caza de mapaches y localización de bodegas y tienditas de compra venta de votos está a la orden del día a lo largo y ancho del estado. La militancia alquilada del PRI no es suficiente para impedir que la denuncia haga mella, ni el gobierno estatal capacitado para disimular su ingerencia en lo que ya los veracruzanos identifican como fraude. De risa, tras ser sorprendidos con las manos en la masa, el dirigente estatal del PRI confunde denuncias ciudadanas con guerra sucia. De ese tamaño es el espanto.- Xalapa, Ver., Junio 20 de 2012

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 J. Enrique Olivera Arce

Si el movimiento universitario #yosoy132, se ha declarado apartidista y así lo reconocen partidos políticos y candidatos en contienda, el riego que implica el debate convocado por los jóvenes se entiende que es parejo. ¿Por qué Enrique Peña Nieto se rehúsa a participar?

 A unos cuantos días de la elección presidencial 2012 y a dos del segundo debate que tendrá lugar en Guadalajara, la argumentación de respaldo a lo que los candidatos ofertan al electorado está agotada. Como era previsible dado el movimiento de los nomios en las encuestas, lo que de aquí a los cierres de campaña se concretará a una arremetida de descalificaciones, dimes y diretes mediáticos que bien podrían calificarse como de “guerra sucia”. Con la salvedad de que en esta batalla por nauseabundo que sea el contenido, la bacinica resulta ser un arma electoral “Light” lo mismo por su extemporaneidad que por resultar contraproducente y, también, porque el IFE no quiere darse por enterado de que algo apesta en el ambiente.

 Spots, denuncias van y vienen y, de ser atendidas por el árbitro de la contienda, será cuando ya sea demasiado tarde para remendar el descosido. Así se percibe y así lo cree a pie juntillas un buen de ciudadanos que duda de la eficacia del papel que el Instituto Federal Electoral juega en el proceso comicial en curso. Lo que no sabemos es si contrariamente a su propósito el órgano arbitral responda a un llamado desde las alturas para favorecer en tiempo y forma a un partido o candidato. Todo es posible en la viña del señor y la experiencia habla por sí misma.

 Ya había señalado que a mi juicio el proceso electoral es de “risa loca” más que ámbito propicio para la aplicación eficaz de lo que se da por llamar “guerra sucia electoral”. Primero, por lo pueril de las acusaciones y de los contenidos que a ellas dan lugar y, en segundo término, porque ya nadie se chupa el dedo. La argumentación que se esgrime para descalificar al contrario es de tal manera simplista que lo obvio es no darle credibilidad, resultando no sólo contraproducente en el ánimo e inteligencia del electorado, sino que se revierte en contra de quien acusa y demanda. Nada de la porquería que unos y otros se lanzan es nuevo bajo el sol, reduciéndose a un “deja vu” que nos remite a la fallida elección presidencial del 2006.

 No es circunstancial que el senador panista Ricardo García Guzmán saliera a sostener que “… intentar hoy engañar a los ciudadanos es cada vez más riesgoso y espero que cada vez tengan menos éxito los spots y tengan más existo las razones y los argumentos”.

 Habiendo dejado de tener efecto las encuestas, mediáticamente esgrimidas como propaganda para convencer al electorado que el candidato Peña Nieto era virtualmente inalcanzable por sus oponentes, ya a estas alturas del proceso nada que modifique las estrategias partidistas tendrá el impacto deseado. Salvo un imponderable contundente, el electorado ya tomó su decisión, lo mismo en su preferencia respecto a sufragar por tal o cual candidato que en darle la espalda a los comicios ó vender el voto al mejor postor. El segundo debate del próximo domingo no  será más que una confirmación de propuestas ya de todos conocidas. Si existe alguna expectativa al respecto es de simple morbo esperando que los candidatos se hagan pedazos con señalamientos y cuestionamientos reiterativos.

 Lo que sí da que pensar es el debate convocado por el movimiento universitario “#yosoy132”, al que ya confirmaran su participación los presidenciables con excepción de Peña Nieto, quien sin tapujos declarara que no va ante el temor de ser abucheado por los jóvenes, convencido del supuesto triunfalista de que con un tercer debate o sin este el primer domingo de julio recibirá la llave de la puerta grande de “Los Pinos”. Allá él, desdeñar a los jóvenes no es cualquier cosa.

 Lo que si es grave, más que la guerra de lodo y las charadas, debiendo  estar en primer plano a unos días de la elección, es la descarada operación de compra de votos entre los sectores de la población más vulnerables. La aberrante práctica antidemocrática, atentatoria de dignidad y derechos ciudadanos está en marcha y en vías de consolidarse, como ya es del dominio público. El valerse de la miseria de los pobres, corrompiéndoles con dinero, bienes muebles o amenazas  no es nuevo, en el PRI es de vieja data y el PAN no se queda atrás habiendo resultado tan o más dañino para la democracia que el priismo corruptor. Ríos de dinero corren con tal propósito. Todo mundo lo observa y comenta, el IFE hace como que la virgen le habla, ni ve ni escucha, conformándose con declarar que la elección está blindada.

 A la par de la compra venta de votos, la estructura de mapaches no se hace esperar. Si la propuesta no impactó, queda el recurso manido del fraude electoral. No porque López Obrador lo contemple o no como argumento para no aceptar los resultados, la población no es ciega ni sorda y observa como se teje la telaraña por la maquinaria partidista del PRIAN, principalmente en los distritos electorales rurales o en los cinturones de miseria de las populosas conurbaciones urbanas. La pregunta que flota en el ambiente es si en esta ocasión el trabajo de los mapaches será eficaz o será impedido por la movilización popular.

 La moneda está en el aire. Con la elección presidencial se juega algo más que el efímero triunfo del poder por el poder de un partido o candidato. El destino de México está de por medio y, en este marco, el futuro de las nuevas generaciones que para fortuna de todos, alza la voz para expresar su ¡Ya basta!

 Xalapa, Ver., 8 de junio del 2012

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