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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En tanto se le sigue rascando al cochinero, más detritus arroja, confirmando el grado de descomposición política y moral que se viene viviendo en Veracruz con la llegada al poder de Fidel Herrera Beltrán y sus presuntos amafiados. Muladar del que Miguel Ángel Yunes Linares saca provecho,  alimentando lo mismo su sed de venganza que el respaldo social de la minoría que con su voto le permitiera acceder a la gubernatura de dos años.

Lo que no toma en cuenta el gobernador Yunes, es que la descomposición política preñada de corrupción, impunidad, simulación y engaño, lo mismo marca a Tirios que a Troyanos incidiendo en su contra,  en tanto la percepción en el imaginario colectivo se consolida en torno a la idea de que la alternancia en el gobierno lejos de ofrecer cambio alguno, recicla el más de lo mismo.

De esto último, la terca realidad deja constancia. La persecución del “duartismo” satisface el morbo pero no da de comer ni aliviana el clima de inseguridad.

 A Miguel Ángel Yunes se le eligió para gobernar, no para ser un pésimo gendarme incapaz lo mismo de rescatar el tiradero que el de ofrecer seguridad y confianza a la ciudadanía. Ni endereza a la alicaída administración pública a su cargo ni abate los altos índices de criminalidad que azotan a la entidad. Olvidándose de lo sustantivo que es el gobernar a una entidad federativa con más de ocho millones de habitantes cuya mayoría se debate entre pobreza y pobreza extrema.

No se trata de pedir peras al olmo. Sabido es que no está en manos del gobernante veracruzano el abatir desigualdad y pobreza. El gobierno no crea empleos,  no mejora la calidad de los salarios y, mucho menos determina la orientación de la economía en su conjunto. Empero si está obligado a generar condiciones favorables para la inversión,  ampliación y modernización  del aparato productivo, lo que obviamente no se está haciendo, antes al contrario, en tanto el énfasis del gobernador siga puesto en seguir sacando mierda de la “Caja de Pandora” de la que presume abriera, la entidad a nivel internacional no ofrece a inversionistas externos y domésticos condiciones para el rescate, reordenación y ampliación de la economía veracruzana.

No todo es responsabilidad del gobierno de la alternancia. Sabido es que a nivel nacional el horno no está para bollos. La economía mexicana está caminando al borde de la recesión. Las llevadas y traídas reformas estructurales del gobierno de Peña Nieto -a contracorriente impuestas-  lejos de incidir en mejorar la precaria situación le profundiza, incrementándose desigualdad, desempleo, pobreza y exclusión. Matada que fue la “gallina de los huevos de oro”, los recortes al gasto público inciden de manera notable en las arcas públicas veracruzanas, a la par que generan incertidumbre en el sector privado.

Empero, no obstante las condiciones adversas, el gobierno veracruzano cuando menos debería reconocerles, ajustando objetivos y metas por alcanzar en su tan ambicioso como inviable “Plan estatal de Desarrollo”. Así como aceptar que dado el entorno negativo lo que cuando menos esperan los veracruzanos de su gobierno es el saneamiento de las arcas públicas con el consiguiente reordenamiento de la administración y si, indudablemente, un clima de seguridad que de tranquilidad en los hogares.

A cinco meses de asumir el cargo, Miguel Ángel Yunes trepado en el ring no da señales de querer afrontar lo sustantivo. Cinco meses que cuentan mucho para un gobierno de escasos dos años de gestión. El tiempo sigue corriendo y ya en pleno proceso electoral auspiciando la guerra sucia, ante una economía eclipsada el gobernador no ofrece respuestas aceptables.

Hojas que se lleva el viento

Teniendo como marco el clima de descomposición política que priva en la entidad, la elección edilicia va. Lo que está en duda es si la gente estará dispuesta a dar su aval en las urnas a partidos y candidatos. Descontento y hartazgo social sigue dominando el panorama.

Cd. Caucel, Yucatán. Mayo 4 de 2017

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

 “La naturaleza política de la democracia, puede mirarse a través de tres elementos generales…: lo primero que la democracia exige es que todo su engranaje tenga como base el reconocimiento de los derechos humanos y estos cuenten con plenas garantías para su realización, pero a la vez que sirvan como limite al poder del Estado; lo segundo que haya una efectiva separación e independencia de los poderes públicos y que las leyes no sean usadas como arma política; y lo tercero que la representatividad, las autoridades tengan legitimidad y atiendan y actúen siguiendo las demandas de los diversos grupos sociales y su discurso aliente la elevación de la conciencia política y social de la ciudadanía.- Manuel Humberto Restrepo Domínguez

Siguiendo esta línea de pensamiento de Restrepo Domínguez, cabe preguntarse si en nuestra incipiente democracia con las condiciones de descomposición política y social que hoy día prevalecen a lo largo y ancho del país,  Enrique Peña Nieto tiene razón cuando afirma que: “Quienes dicen que México está en crisis, es porque la tienen en la mente” (xeu.com-mx 28/03/2017).

Si la sociedad mexicana atravesara por un proceso de polarización en el que más o menos la mitad de la opinión pública percibiera que todo marcha bien, que la corrupción y la inseguridad acompañadas del desempleo, desigualdad y pobreza, únicamente anidan en la mente de quienes resistiendo se oponen a la versión oficial, la aseveración presidencial encontraría eco calificándose como acertada. Empero, la terca realidad indica que tal polarización no existe, ni los consensos se dividen por partes iguales, las mayorías no solo perciben el estado crítico del Estado mexicano, en su cotidianeidad lo viven en carne propia.

En lo político el régimen acusa una crisis terminal de principios y valores que se refleja en la ausencia de honestidad, representatividad y legitimidad en una democracia representativa secuestrada por la partidocracia, mermando credibilidad y confianza en las instituciones.

En lo económico, las reformas estructurales neoliberales impulsadas por Peña Nieto y sus aprendices de brujo, lejos de estimular crecimiento y desarrollo agudizan estancamiento y retroceso,  tanto en el aparato productivo como en unas finanzas públicas que dejaran de contar con la “gallina de los huevos de oro”.

En lo social, la inseguridad pública y criminalidad en ascenso en todas sus denominaciones, siendo el pan de cada día conviven con exclusión, salarios de hambre y desempleo creciente,  estimulando lo mismo la reproducción ampliada de la economía informal, la desigualdad y la pobreza que la migración de compatriotas que buscan en el extranjero mejores oportunidades; resultando nugatoria la obligación del Estado por preservar el reconocimiento de los derechos humanos otorgando plenas garantías para su realización.

 “No vivimos en el peor de los mundos…” afirma Peña Nieto. Pero tampoco México es el mejor cuando más de 50 millones de mexicanos carecen de la seguridad de saber a ciencia cierta si comerán mañana.

Si esto no configura la condición de crisis del Estado mexicano, efectivamente con toda certeza el Sr. Peña nieto se expresa con verdad. Luego entonces, más que reprobar su mandato cabe elevar nuestro nivel de aceptación, reconociendo que por sobre una percepción equívoca de una mayoría “ignorante” que ve moros con tranchete, debe imponerse el pensamiento lúcido, coherente y congruente de la minoría ilustrada que hoy por hoy nos conduce al despeñadero. Cuestión de enfoques.

Hojas que se lleva el viento

Mientras a Veracruz le va como en feria viviendo en plena penuria política, económica y social, nuestra aldeana expresión de la partidocracia preocupada y ocupada en la arrebatinga electoral, en una disputa de todos contra todos por ganar el derecho a colocarse donde hay… o había antes del saqueo.

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A la Confederación Nacional Campesina lo único que le queda como reminiscencia de su histórico papel como paladín del agrarismo, es el sombrero de ala ancha de sus hoy dirigentes, encumbrados terratenientes millonarios.

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El alcalde xalapeño, Américo Zúñiga, dispuesto a vender caro su apoyo al candidato del PRI al gobierno de nuestra ciudad capital, le pisa duro al acelerador rescatando el voto duro entre las organizaciones de tianguistas y vendedores ambulantes que, a últimas fechas,  les ha dado por poner sus barbas en remojo simpatizado con las propuestas de MORENA… por si acaso.

Xalapa, Ver., 29 de marzo de 2017

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Pulso crítico

Enrique Olivera Arce

Me pregunto si para aquellos que en la elección para gobernador de dos años votaran por la alianza PAN-PRD, cifrando sus esperanzas en un cambio orientado al rescate de una administración pública quebrada por un gobierno corrupto y fallido, hoy a cien días de la toma de posesión del Sr. Miguel Ángel Yunes Linares estos mismos electores guardan las mismas expectativas de cambio y de progreso con las que concurrieran a las urnas el año próximo pasado.

La respuesta está a flor de labios de estos esperanzados electores. Sólo ellos podrán afirmar a ciencia cierta, si su voto contribuyera a un cambio tangible en propósitos y objetivos del gobierno de la alternancia, o, por el contrario, su respuesta es negativa.

Empero, más allá de la respuesta explícita, para el observador cuenta lo que se percibe; más si se considera que socialmente toda percepción conlleva un alto contenido político que por sí mismo refleja el estado de ánimo de la sociedad. Y, en este caso concreto, todo pareciera indicar que existen más dudas que respuestas. El gobierno de la alternancia no responde aún a las expectativas de esa minoría social que sufragara a favor de la alianza y éstas se mantienen a la expectativa,  estando muy lejos de respaldar el quehacer de la administración en lo que va del mandato del Sr. Yunes Linares.

El beneficio de la duda que inspirara en la gente un nuevo gobierno dispuesto a imprimir cambios significativos en la tarea de rescatar a la administración pública veracruzana, se diluye e incluso, los partidos políticos que como tales llevaran al triunfo electoral a la alianza expresan públicamente más escepticismo que confianza; las dirigencias partidistas tanto en el ámbito nacional como en la aldea, guardan silencio y están dejando solo en el atolladero al gobernador al imponerse una ominosa realidad por sobre expectativas y esperanzas.

Más ahora, ya inmersos en el proceso electoral en el que los intereses personales y de grupo pesan más que interés y voluntad política de un gobernante empantanado en sus propias contradicciones. Miguel Ángel Yunes Linares está solo tanto en su combate contra fantasmas del pasado que en la difícil tarea de gobernar.

Se dice que ello es resultado de su estilo personal de gobernar, que está en su naturaleza pelearse contra todos y por todo. En justicia habría que insistir que por encima de tal consideración, están los factores adversos que, lo mismo en el entorno internacional que nacional y sin duda en nuestra propia entidad federativa se oponen a un terso rescate de la administración pública veracruzana; a todos consta que la federación respalda a Veracruz de dientes para afuera, dejó hacer y deshacer a su antojo a la pandilla de depredadores y hoy consiente impunidad y olvido forzando al gobernador a aceptar que en el régimen político vigente todo cambio es para permanecer igual.

Igualmente me pregunto si las mayorías que votaran en contra de la alternancia, lo hicieran para mantener el statu quo apostándole nuevamente al dejar hacer dejar pasar o, por el contrario, conscientes de que con la alianza Pan-PRD el esperado cambio y rescate de la administración pública estaría vedado, saliendo de guatemala para entrar a guatepeor. Esto sin contar en que para muchos el sufragar en contra, inercialmente mantendría la hegemonía priísta en la innoble tarea de gobernar saqueando pero salpicando.

El cómo esta mayoría lo mismo se mantiene indiferente que apostándole al más de lo mismo,  aceptando sin chistar las candidaturas partidistas a los gobiernos municipales que notablemente apuntan hacia un retorno al pasado, también para el observador se percibe poco o nulo respaldo al gobierno de la alternancia como opción de buen gobierno, manteniéndose al margen o bien, socavando con su silencio, en el mejor de los casos, la tarea que se echara a cuestas el gobernador de dos años.

Si esto es así, tanto para la minoría como para las mayorías, la base social de apoyo y respaldo en que se sustentaría el gobierno de la alternancia, a cien días de mandato para efectos prácticos podría afirmarse que es nula; cayendo en suelo estéril la semilla de unidad, compromiso y esfuerzo solidario que el gobernador reclama de la ciudadanía.

Cada quien para su santo, es la tónica dominante en el seno de una sociedad escéptica que aún no logra asimilar el cómo es que dejara que una pandilla de delincuentes diera al traste con una administración pública, arrastrando consigo a toda la entidad.

Así las cosas, pasarán otros cien días y otros más sin que el ansiado cambio y rescate se concrete; antes al contrario, el pronóstico es que las cosas irán para peor, incrementándose el deterioro político, económico y social en demérito de gobernabilidad y gobernanza en la entidad y, por lo consiguiente del bienestar de los veracruzanos. En todos está el dejar hacer dejar pasar nuevamente, o hacer posible el cambio desde abajo gobernando con una participación responsable a quienes gobiernan. Llegó la hora de rescatar la política y con ello la democracia representativa. Mañana será demasiado tarde.

El que calle hoy no tendrá cara para reclamar mañana.

Hojas que se lleva el viento

Histórico.  Para Ripley, la mayoría en el Congreso Veracruzano le dijo no a la solicitud del gobernador  de reestructuración de la deuda pública. La razón se impuso por sobre el voluntarismo de Yunes Linares complicando el arranque del gobierno de la alternancia.

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Escudado en un mediocre y triste desempeño como senador de la república, Héctor Yunes Landa más en un afán protagónico que con la intención de aportar algo positivo a la turbulenta vida política de la entidad, sin más  y en referencia a los primeros cien días del gobierno de la alternancia, afirma que a Veracruz le iba mejor con Javier Duarte. A él sin duda, para los veracruzanos tal aberrante aseveración sonó, con perdón de mis cuatro lectores, como mentada de madre. Por muy que el gobierno de Yunes Linares apunte a ser una administración fallida más, no puede comparar ésta con el inmisericorde saqueo impune, cinismo y desvergüenza del fidelismo-duartismo sin pecar de demagogo. Y aun así guarda la absurda esperanza de alcanzar en el 2018 la nominación como candidato del PRI al gobierno de la entidad. Aunque como andan las cosas de descuajaringadas en el seno de la partidocracia, todo es posible.

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Y a propósito de la partidocracia, en su expresión aldeana en su momento señalamos que el Movimiento de Regeneración Nacional al transformarse en partido político aceptaba tácitamente someterse a las reglas del juego de los dueños de las canicas, sumándose al juego de la partidocracia, sus contradicciones, mañas y trastupijes electorales, renunciando a sus orígenes. Lo que se observa en su participación como instituto político de interés público en el proceso electoral en curso, confirma nuestra aseveración; Morena, con sus asegunes,  ya es un partido más, bailando al ritmo de la descomposición política en la que Veracruz es nítida expresión del “desmadre nacional” de un régimen político que pide a gritos ser colocado en el basurero de la historia.

Xalapa, Ver., marzo 15 de 2017

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

No cabe ya ninguna duda. Nos saquearon, esta realidad es ya del dominio público. Doce años viviendo bajo un clima de simulación, engaño e impune corrupción salpicada de violencia criminal inseguridad e indefensión, arrojan resultados que hoy no sólo son motivo de indignación, también y eh aquí lo sustantivo, de un desastre en todos los órdenes de la vida económica, política y social de Veracruz. Doce años de gobiernos priístas que dejan como legado una entidad federativa de rodillas y sin visos de recuperación en el corto plazo.

Realidad inobjetable  que obliga  a reflexionar sobre lo que el futuro inmediato depara a Veracruz con el mini gobierno de dos años. ¿Será esperanzador como machaconamente insisten quienes confían en las bondades  que traerán consigo la alternancia política con un gobernador de extracción panista, o todo lo contrario?

¿Será que a los doce años de nefasto gobierno le seguirán otros dos de más de lo mismo?

Expectativas y dudas se entrecruzan, entretejiéndose y retroalimentándose entre sí. Nada hasta ahora indica que las expectativas de cambio tengan asidero creíble; tampoco las dudas se disipan. Todo, en el amplio contexto de un país en crisis,  pareciera anunciar  mayor incertidumbre en torno al que, cómo y con qué,  el nuevo gobierno estatal afrontará una realidad a todas luces adversa,  lo mismo en los terrenos de la economía que en las empantanadas aguas de un tejido social que, pese a la resistencia de amplias capas de la población que se niegan a dejarse arrastrar,  tiende a profundizar su descomposición.

El desánimo no es poca cosa, ni disminuye en sus alcances, cuando día con día, pareciera no tener fin el atascadero en que nos metieran los peores gobernantes que Veracruz ha padecido.

No bastan las buenas intenciones, voluntad política y pretendida apertura democratizadora. El reto es mayor y el tiempo juega en contra de la alternancia en una coyuntura por demás compleja; conforme pasan los días el juego entre acreedores que exigen pago oportuno y las disponibilidades del erario estatal para cumplir en tiempo y forma, topan con pared frente a los recortes presupuestales de la federación para el 2017,  conformando una nueva y no prevista circunstancia que pone en una clara desventaja al sucesor de Duarte de Ochoa.

Esto sin considerar el hecho de que Veracruz navega entre las turbulentas aguas de un régimen político caduco que a nivel nacional hace agua. Marco referencial en cuyo contexto Miguel Ángel Yunes Linares tendrá que optar entre el someterse a la estrategia autoritaria y empobrecedora del gobierno de Peña Nieto o, en su defecto, responder a las demandas crecientes de una población cansada de un atole con el dedo que ya no le satisface, incrédula y harta de políticas públicas que anticipan más corrupción, más impunidad, saqueo y pobreza que el deseable bien común.

A lo que habría que agregar que la alianza PAN-PRD está respaldada electoralmente por una minoría, insuficiente para dar soporte a una pretendida democratización de la sociedad veracruzana, acotada, como todo proceso presuntamente democratizador que fluye de la cúpula a la base, por los intereses de antigua data o de reciente creación, que determinan el quehacer gubernamental.

La minoría gobernará a las mayorías y estas, subordinadas, bailarán al son que se les toque desde palacio de gobierno ¿o transitarán contracorriente? Es una incógnita por despejar.

Nadie en sus cabales, desea que le vaya mal a Veracruz. En el barco siniestrado vamos todos. Luego lo deseable es que el por ahora gobernador electo, frene y ponga fin a tanta corrupción impune,  ineficiencia e ineficacia de una administración pública saqueada, limpie y ordene la casa y pague lo que como gobierno se debe, creando el mínimo de condiciones para un ulterior rescate que saque a la entidad de su actual postración. Empero, si dos años son pocos para la tarea, con mayor razón si a los 24 meses del nuevo gobierno, le restamos los que obligadamente se destinan a las campañas políticas del 2017 y 2018, habida cuenta de que si algo distrae y aleja a los servidores públicos de sus responsabilidades  es la grilla electoral, la especulación futurista y el todos contra todos entre partidos políticos y candidatos. Tiempos perdidos que la voluntad política y buenas intenciones del mini gobierno no subsanaran.

Luego cabe entonces anticipar negros nubarrones más que un esperanzador amanecer. Espero, deseando mejor destino para Veracruz, estar equivocado en mi percepción. El tiempo lo dirá.

Cd. Caucel, Yuc., octubre 7 de 2016

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J. Enrique Olivera Arce

Javier Duarte de Ochoa

Javier Duarte de Ochoa

Tras un prolongado y madrugador pre proceso electoral 2016, formalmente arranca la contienda por la absurda minigubernatura de Veracruz que, de manera arbitraria, el congreso local le aprobara a Javier Duarte. Pre proceso que entre otras cosas, a más de desgastante, se viera descarrilado por el propio gobernante en su afán de dar continuidad al proyecto transexenal de Fidel Herrera Beltrán. A ello se suma el estira y afloja en torno a la designación de candidatos a la diputación local que entre otras cosas, habrá de calificar la elección de gobernador.

En consecuencia y en congruencia con usos y costumbres veracruzanos, toda la atención de la llamada clase política y por lo consiguiente la prensa de la entidad, está puesta en el proceso que iniciando el pasado lunes está arropado por un clima negativo de especulación, chismes y rumores, lo mismo al interior de los partidos contendientes que al exterior de éstos. Bombardeando con dimes y diretes a un electorado potencial que, por principio mirón de palo, se mantiene al margen alimentando lo mismo desconfianza que rechazo a una actividad político electoral que no le merece credibilidad.

Incredulidad, desconfianza y rechazo que se ha ganado a pulso una partidocracia simuladora y rapaz, alejada de los intereses más caros de una ciudadanía que no se siente representada en la toma de decisiones que le competen.

Aspirantes y expectativas en el arranque

Son tantos los que queriendo alcanzar la gubernatura estatal, aspiran a la soñada nominación como candidatos por sus respectivos partidos o por la vía de candidatos independientes, y hasta sin registro oficial, que el arranque del proceso es un verdadero galimatías en el que lo único que genera en la percepción ciudadana, es que todos aspiran al poder por el poder mismo. Mucho ruido mediático y pocas nueces en el sube y baja de personajes conocidos unos y desconocidos otros para la población, que el objetivo central que debería importarnos, como es el rescate y reconstrucción de Veracruz se pierde en el río de tinta vertido para hacer pesar mediáticamente a uno u actor beligerante..

Acostumbrados a la rancia dinámica inercial del juego electoral, todo se hace girar en torno a los personajes que de manera directa o indirecta, cuentan con mayores posibilidades de éxito en su propósito. Lo mismo para ensalzarlos que para exaltarlos o denostarlos y descalificarlos, a la par que éstos, afanosamente muestran el músculo con la clásica movilización y concentración de simpatizantes y presuntos seguidores ávidos de escuchar y aplaudir el manido discurso, preñado de promesas y lugares comunes, incluído el hoy de moda que habla de crítica y distanciamiento para con el gobernador fallido.

Paradójicamente, aspirantes, seguidores y amanuenses a modo, coinciden en destacar del discurso la hueca alusión al cambio y rescate, enriquecida con la vana promesa de ejemplar castigo para los prevaricadores. Paradójico, en tanto que cambio, rescate y reconstrucción no pasan por la vía electoral ni los aspirantes se expresan con claridad en lo que para cada uno significa el sacudir a Veracruz de su marasmo y ponerlo en el camino correcto, con más ánimo de expresar lo que la audiencia quiere escuchar que de tomar con autenticidad el toro por los cuernos.

Verdadera Torre de Babel que anidada en el ruido mediático, hace de la palabra hablada o impresa cortina de humo tras la cual se oculta ausencia de voluntad política para afrontar con seriedad y al costo político implícito, las tareas que exige un proceso real de cambio y tranformación para la entidad. Lo cual dentro de la turbiedad de la contienda electoral que desembocará en la elección de julio del 2016, resulta hasta cierto punto lógico. Nadie en sus cabales se comprometería a transformar la realidad presente con un límite de tiempo acotado, en el mejor de los casos, de no más de 15 meses calendario.

Y tan es así esto último, que no hay nada que verse sobre propuestas fundadas en un diagnóstico puntual, sectorial y regional, a partir del cual trazar un curso de acción viable cuando menos para crear las condiciones necesarias para que, en los años posteriores al absurdo de dos años, se cuente lo mismo con brújula que con rumbo cierto para encauzar a la entidad en las tareas del crecimiento y desarrollo. Esto bajo la premisa de que las finanzas quebradas de la administración pública no constituirán palanca alguna para un plan o programa aceptable para limpiar el cochinero, antes al contrario.

Pero aún hay más. No basta con un buen diagnóstico del estado que guarda la vida económica y social de la entidad para sustentar un plan emergente de gobierno. A ello obligatoriamente habría que sumarle en previsión, las tendencias más generales de la estrategia neoliberal peñista que inciden o no para avanzar o retroceder y, con mayor razón, aquellas tendencias que en el marco del mundo globalizado, amenazan al todo y, por ende a las partes, con transitar por un periodo de tiempo no cuantificado de estancamiento, recesión y deterioro social que a partir del 2016, condicionan la marcha de la sociedad planetaria.

Sin este marco de referencia, sea cual fuere el llamado a gobernar a Veracruz en el mini periodo de dos años, a juicio de quien esto escribe, toda propuesta, programa o promesa no pasaría más allá de un simplista onanismo retórico y esto, es desafortunadamente lo que a estas alturas se alcanza a percibir lo mismo en partidos, coaliciones y aspirantes a candidatos que en el coro mediático. Lo cual debería parecernos grave y preocupante en tanto el futuro de Veracruz nos atañe a todos.

El V informe

Y es en este escenario turbio y desalentador que Javier Duarte de Ochoa, en un acto más de triunfalismo sin sustento y exaltada simulación, rinde su V informe de gobierno sin el mínimo de honestidad y conocimiento de causa de una realidad que le rebasa y abruma. Con el más bajo índice de aceptación, popularidad y credibilidad, el gobernante fallido se exhibirá desnudo ante sus gobernados, firmemente convencido de que vistiendo atuendo de finos hilos de oro y pedrería sin par, justifica la prosperidad de los veracruzanos que sólo anida en su mente desquiciada

Y al final del día, prolegómeno del nuevo año de mal gobierno, despilfarro, corrupción impune y desvaríos, de su V informe sólo quedará en el imaginario colectivo la interrogante de donde quedó el dinero que hoy es deuda.

Xalapa, Ver., 14 de noviembre de 2015.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En mis maquinazos he insistido en que a estas alturas no tiene ya ningún caso tratar de enmendarle la plana al Sr. Duarte de Ochoa, lo mismo con críticas fundadas, denuncias, señalamientos, e incluso, con chistoretes de mal gusto y pedestres majaderías. Como gobernador fallido, escudado en la impunidad, todo lo que haga o deje de hacer está contaminado de origen y, por tanto, resultaría irrelevante para una sociedad agraviada y dolida que ya no espera nada bueno de la actual administración pública veracruzana.

No obstante, no se puede hacer de lado que aún falta un año escaso para el cambio de estafeta y que, en ese lapso, es prácticamente impredecible cuanto daño más podría infringirle a Veracruz. Luego no puede uno permanecer indiferente o ajeno a las patadas de ahogado que, en su impotencia y desesperación por salir incólume del hartazgo y reclamo generalizado, apuntan en todas direcciones.

Bastaría con hacer un recuento del alcance de los daños que al pueblo veracruzano infringiera en menos de 30 días, para entender que la enfermiza y perversa conducta de Javier Duarte aún da para más, lo mismo si es de motu propio que acelerado por factores externos a su insano entendimiento.

Si todo parara en sus desplantes de triunfalismo sin sustento, o en sus barbaridades reactivas expresadas en las conferencias tempraneras de los lunes, como la última, en la que afirmara que el problema de Veracruz no es de economía sino de liquidez, no habría razón para ocuparse o preocuparse en el resto de tiempo que queda de su mandato. Empero, lo grave y se constituye en amenaza latente, es que se cree lo que piensa, dice y entiende de su entorno. Una alucinación fuera de lugar podría derivar en mayores descalabros para Veracruz. Luego la prioridad debería girar en torno al cómo frenarle antes de que sea demasiado tarde.

No obstante, en honor a la verdad en un esfuerzo de objetividad y congruencia se debería considerar que la crisis generalizada por la que atraviesa Veracruz, no únicamente gira en torno a un pésimo gobierno estatal. Factores diversos que están fuera de la orbita de la administración pública veracruzana pesan, influyen y determinan el curso de los acontecimientos. Ante la falta de previsión en el país, tanto de la crisis de un mundo globalizado como de su expresión neoliberal en México, sustentada en un proyecto de nación rapaz y empobrecedor, tienen que ver incidiendo lo mismo en la economía que en el deterioro de la vida política y social de la entidad. Poco se puede hacer desde las esferas del poder formal para paliar los efectos negativos de un entorno mundial y nacional cuya crisis lejos de atemperarse se profundiza. Realidad real que al no entenderse y mucho menos considerarse en las tareas de gobierno, conduce a los palos de ciego que tunden a la población en su conjunto.

La sucesión

Y es en este marco referencial que formalmente está por iniciar el proceso de sucesión encaminado a materializar el absurdo del gobierno de dos años. Proceso ya de sí descarrilado en el que ante el obvio vacío de poder, se imponen intereses electoreros que nada tienen que ver con la búsqueda de soluciones congruentes y realistas para el rescate de lo que hoy por hoy es un tiradero. Confrontación de intereses que pudieran derivar en actos violentos que pusieran en riesgo tanto el frágil y cuestionado estado de derecho como el enrarecido clima de la inseguridad en la entidad.

Si esto último es así, el evitar desaguisados fuera de orden, correspondería a los partidos políticos, haciendo contrapeso a todo intento del aún gobernante por imponer el candidato a sucederle en su intención de dar libre curso al proyecto transexenal que, en el 2009, me tomara la libertad de calificarle en mis maquinazos como “proyecto de la dinastía Herrera-Borunda”.

Lo que habría que preguntarse es si los partidos políticos en contienda, lo mismo en su ámbito local o nacional, están en condiciones de asumir su papel de contrapeso, tomando el toro por los cuernos y exigiéndole al Sr. Duarte un fuera manos del proceso electoral en puerta. Lo cual, a la luz de su comportamiento en el tema de la deuda pública y su presunta reestructuración, resulta harto difícil considerar como viable. Partidos y aspirantes a candidatos, aún no están convencidos de que la última palabra en el proceso de sucesión está fuera del alcance del fallido gobernador y más por temor que por convicción, optan por el dejar hacer dejar pasar antes que hacerse acreedores a una de las tantas patadas de ahogado del Sr. Duarte.

Lo extraordinario del caso es que en tanto no se resuelva el tema de la sucesión, economía estatal y finanzas públicas sigan el curso inexorable de su proceso de deterioro y descomposición, agravándose un estado de cosas ya insostenible para la gran familia veracruzana que sí, efectivamente, pudiere devenir en una escalada más en el enrarecido clima de vulnerabilidad del estado de derecho e inseguridad pública, si al margen de los partidos políticos la ciudadanía toma cartas en el asunto para hacer valer sus expectativas de cambio y transformación de la terca realidad veracruzana. Así que aguas, más vale prevenir que lamentar.

Hojas que se lleva el viento.

La vida política en la entidad está polarizándose, al interior del PRI y lo mismo al interior de toda la partidocracia. En el PRI como resultante del autoritarismo del dirigente estatal que exigiendo a contracorriente respeto al gobernador, desprecia a las corrientes mayoritarias de la militancia que respaldan a los senadores Yunes Zorrilla y Yunes Landa para darle cabida al continuismo fidelista. Y lo mismo en el resto de los partidos en contienda cuya militancia se divide entre los que de buena fe aceptan las directrices de sus dirigencias y, los que por sus intereses en juego se les oponen. Todos contra todos mientras a Veracruz se lo llevan al baile las muchachas.

Y, por lo pronto, la mayoría que no milita en ningún partido, como buen mirón de palo, solo observa indiferente como se negocia su destino.

Xalapa, Ver., noviembre 3 de 2015.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En política lo que se ve, es.. Anónimo

En medio de una profunda crisis de aceptación social y credibilidad, el gobernador de Veracruz se resguarda con patadas de ahogado que ponen en condiciones de alto riesgo ya no solo la ya de frágil condición que guardan tanto la economía como la hacienda pública estatal, también la gobernabilidad y la paz pública Patadas de ahogado de un gobernador fallido que, con la complicidad de un poder legislativo abyecto y el silencio del judicial, colman ya el hartazgo de una sociedad lastimada y dolida.

Esto a ciencia y paciencia de una población que, como invitado de piedra, no tiene ni voz ni voto en una democracia simulada, en la que una minoría privilegiada y corrupta se despacha con la cuchara grande con toda impunidad, haciendo y deshaciendo a su antojo ante el silencio masoquista de las mayorías.

Pálido reflejo de la crisis de representatividad que acusa en el entorno más amplio del contexto nacional el régimen político vigente -sustentado en una partidocracia voraz, insensible, corrupta- por principio obsoleto por obvia caducidad de su función social y política, Veracruz se debate en su propio lodo.

Crisis veracruzana que la mayoría de los medios de comunicación en la entidad parecen ignorar, o bien le descartan en su agenda de negocios, atendiendo más a sus intereses coyunturales cortoplacistas que a la función que la sociedad le tiene encomendada.

Se dice que el hilo se revienta por lo más delgado y Veracruz se encuentra ya en tal tesitura como parte del todo nacional, exhibiendo la podredumbre de las póstulas que afloran en el cuerpo económico, político y social de la entidad. Si Veracruz en el pasado destacara por su pujanza económica, su fortaleza política al servicio de gobernabilidad y gobernanza del partido detentador del poder formal, y un tejido social proclive a la cultura y el progreso, hoy por hoy no es ni la sombra de lo que endenantes fue. Así lo asienta la estadística oficial, lo percibe la población y lo ratifica una clase política ramplona, rapaz y acomodaticia, que se resiste a aceptar su flagrante divorcio con la llamada sociedad civil, renunciando a la salvaguarda de las mejores causas de la sociedad veracruzana.

Lo paradójico de esta situación es que percibiéndolo, una inmensa mayoría de la población en Veracruz deja hacer deja pasar, avalando con su silencio y ausencia de ciudadanía responsable y consecuente, todo aquello que por principio le afecta y lastima. “Palo dado ni Dios lo quita”, dice para sus adentros la víctima del desorden, el saqueo y la corrupción oficial impune, haciendo gala de un enorme sentimiento de resignación frente a lo que presumiblemente no está en sus manos remediar. Y de eso se vale quienes gobiernan profundizando el lamentable y desastroso estado de cosas que tiene postrada a la entidad.

Y aún más paradójico, el observar que la mayoría de los medios de comunicación y sus “formadores de opinión”, presuntamente mejor informados que la audiencia a la que dicen servir con verdad y objetividad, toma el rábano por las hojas, destacando lo accesorio y callando lo sustantivo; contribuyendo por comisión u omisión al deterioro generalizado de una entidad federativa que debiera tener mejor destino.

El que paga manda y, con este criterio empresarial, la prensa, salvo contadas y honrosas excepciones, dice lo que el régimen corrupto quiere escuchar y propalar. Sin parar mientes en que la terca realidad real desmiente a la palabra escrita. O, en el mejor de los casos, contribuyendo inconscientemente con cortinas de humo sustentadas y alimentadas con rumores, chismes y maledicencias en torno a la grilla que no política, en el quehacer gubernamental y partidista; constituyéndose en juez y parte de la crisis del régimen y agotamiento de la administración duartista en la entidad.

En este escenario pedestre, sociedad, gobierno, política y prensa son a la par víctima y victimarios de sus propias contradicciones. Y es en este marco que la posibilidad del tan necesario como urgente rescate de la buena marcha de Veracruz, se aleja cada vez más en un ominoso horizonte dejando camino libre al más de lo mismo.

¿Hasta cuando? Es lo que debería preguntarse una sociedad que con más visos de masoquista que de protagonista activo de su destino presente y futuro, es parte del problema y no de una esperada solución al círculo perverso que nos ahoga.

Hojas que se lleva el viento

Estando constituido el gobierno de Veracruz por los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, ninguno se salva en el perverso quehacer cotidiano por el que transita el desastre generalizado de la entidad. Los tres poderes se cubren con la misma sábana, haciendo nugatorio todo esfuerzo de la población por hacer valer el escuálido y maltrecho estado de derecho. La democracia representativa está secuestrada y el principio de soberanía popular vulnerado. Y sin embargo, lo aceptamos como algo natural y con ello somos felices, compartiendo con Duarte de Ochoa la tan distante como ilusoria prosperidad que nos motiva a seguir avalando en las urnas al dinosaurio tricolor y sus espurios satélites.

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No podemos ni debemos olvidar que el PRI en Veracruz electoralmente es primera minoría, representando en el Congreso local a su voto duro y a un reducido número de veracruzanos apáticos o mal informados. A nadie más, luego la aprobación por mayoriteo del tricolor de la aberrante iniciativa de Javier Duarte, de endeudar de por vida a los veracruzanos con una cuestionable “reestructuración de la deuda pública”, no cuenta con el reconocimiento y aval de la mayoría del electorado. Vale la pena refrescar la memoria para actuar en consecuencia y negarse a la posibilidad del triunfo del tricolor en los comicios venideros.

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Si no fuera porque el PRI es parte del gobierno y lo que a su interior acontece nos afecta a todos, su enlodado acontecer cotidiano en Veracruz no debería de ocuparnos y mucho menos preocuparnos, salvo para tomar nota de sus debilidades y atacarlo en las urnas donde más le duele, negándole el sufragio a sus candidato en elecciones venideras. La descalificación de las dos corrientes mayoritarias encabezadas por Yunes Landa y Yunes Zorrilla por parte de Duarte de Ochoa y el presidente estatal del tricolor, debería ser una más que obvia ventaja para la oposición, empero, hasta esta opción nos es negada en tanto no se percibe una oposición responsable y capaz de una alianza con la ciudadanía y ofertar un programa mínimo unitario tendiente a revertir el actual estado de cosas. Más de lo mismo es lo que se espera.

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A mis cuatro lectores: El Semanario en línea “Pulso crítico”, por razones de índole financiera y técnica está temporalmente suspendido en la Web. Esperamos que a la mayor brevedad quede subsanado el problema. Gracias por su comprensión.

Xalapa, Ver., 29/10/2015

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Pulso crítico

 Enrique Olivera Arce

La solidaridad nos hermana. Con reconocimiento y afecto para Aurelio Contreras Moreno. Un periodista más sufriendo los embates de lo absurdo.

Caray, en todos lados se cuecen habas y la sensación de inseguridad es la constante.

Si no es por una cosa es por otra que la sociedad no está tranquila, aunque hay de inseguridad a inseguridad, pues lo mismo tiene que ver con corrupción e impunidad y violencia desatada sea por un fenómeno natural catastrófico, o de criminalidad consecuencia del deterioro lo mismo del tejido social que del estado de derecho, que la que provoca en el ánimo de la gente un salario que no alcanza para maldita la cosa , el no tener lo suficiente para atender la salud y educación de los hijos o el pago de la hipoteca.

Sea cual fuere la causa, motivo o razón, la sensación de inseguridad o su materialización, se hace presente en todos lados y sin distingo de estrato social, militancia partidista, o lugar de residencia; haciéndose acompañar por la terca incertidumbre del no saber a ciencia cierta que nos depara el mañana, cercano o lejano pero siempre incierto y azaroso.

Como carga no deseada y de la cual no podemos desprendernos, guarda estrecha relación con el cómo y a que grado se percibe; cómo nos afecta en lo individual y colectivo, o bien, como pretendemos ignorarla para hacernos menos pesada la existencia.

Pareciera que como muchas otras cosas que no alcanzamos a entender del todo, lo más cómodo es aceptar que la inseguridad es permanente compañera de camino de la naturaleza humana. Nada es seguro, todo es incierto y vencer la percepción o sensación de inseguridad es el pan nuestro de cada día. Enfrentarla y atemperarle es el reto y tarea cotidiana.

Toda esta verborrea viene a cuento mientras leo, por un lado, que en Veracruz o en Tamaulipas la percepción de inseguridad frente a la violencia criminal, venga de donde venga y sea cual fuere su grado o intensidad, cobra prioridad en la jerarquización de preocupaciones de la gente. De esta percepción se alimenta lo mismo el discurso oficial que el río de tinta que vuelcan los medios de comunicación para estar en sintonía con las audiencias. Nada pareciera ser más importante que la amenaza desquiciante directa o indirecta de ser víctima de una violencia desbordada en la que hombres y mujeres de a pie se ven reducidos a “daño colateral”.

En tanto que, en otras latitudes, como es el caso de la sociedad yucateca, en el imaginario colectivo la amenaza que genera inseguridad, es aquella que atentando contra la salud de las personas, gira en torno al piquete de un mosquito infectado y trasmisor del dengue o más grave, de la fiebre chikungunya. Esta amenaza toca todos los hogares, pobres o ricos, ocupa un lugar privilegiado en los medios de comunicación, y es motivo de preocupación lo mismo en autoridades y partidos políticos, que entre empresarios y académicos.

Nada hoy día inquieta más a los yucatecos y a los que sin ser nacidos en estas tierras peninsulares radican en esta entidad federativa, que ser una víctima más de la chikungunya. De ese tamaño es la paranoia colectiva y de ese tamaño es la capacidad para minimizar o ignorar amenazas de otra índole, que las hay.

Luego todo es relativo y, en este mosaico plural y diverso que es México, como en la Viña del Señor, hay de todo, todo cabe, y todo es posible. Si no es el piquete de un mosquito otra cosa será, pero la inseguridad al igual que la corrupción impune, está presente y nos iguala alimentando nuestros miedos.

Hojas que se lleva el viento

Tal es nuestro estado de sumisión frente a un régimen político que nos mantiene secuestrados, que ante la catástrofe de un gobierno fallido como el de Veracruz, la sociedad espera que sea el gobierno federal el que venga al rescate poniendo a Javier Duarte a buen recaudo. El gobernante y sus marionetas lo saben y en consecuencia actúan como actúan, burlándose lo mismo de las instituciones republicanas que de la voluntad mayoritaria de una población que, en su descontento y hartazgo, es incapaz de hacer valer el papel que la democracia representativa le asigna como mandante. Que pena. Así, no tiene ningún sentido la queja, la crítica o la denuncia, si como pueblo no estamos dispuestos a considerarnos ciudadanos y actuar responsablemente tomando al toro por los cuernos.

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De lo que podemos estar seguros y no hay indicios de que las cosas sean diferentes, es que en Veracruz el proceso sucesorio que desembocará en la elección para dos años del sucesor del Sr. Duarte de Ochoa, se descarriló en medio del pantano, reduciéndose a un pedestre pleito callejero en el que de todo se vale. Ofreciendo la vida política en la entidad, a propios y extraños, nauseabundo escenario en torno al cual gravita lo mismo la crisis económica, el creciente deterioro social o las finanzas públicas quebradas de un gobierno inconsecuente y fallido. En este marco, quien parece llevar la peor parte es el partido en el gobierno, habiéndose fracturado y derrumbado gracias a los buenos oficios del gobernador, lo ganado por los senadores tricolores en su proselitismo adelantado, quedó atrás, reducido a frases hechas, falsas denuncias y afán desmedido por decir lo que los veracruzanos lastimados y ofendidos, quieren escuchar. La idea de rescate de una entidad federativa siniestrada, es letra muerta y, frente a Yunes Zorrilla y Yunes landa, Juan de los Palotes en medio del desmadre generalizado se siente con tamaños para contender por la minigubernatura. Facil, sólo hay que subir al ring de barriada y entrarle al intercambio de mordidas y piquetes de ojos.

-ooo-

Ciego e insensible a todo lo largo de su vida pública, Javier Duarte de Ochoa pareciera estar despidiéndose de los veracruzanos, haciendo público su “legado histórico”.

Sin tener la menor idea de lo que sucede en su entorno y el mal que con su pésimo desempeño causara a Veracruz, el aún gobernador evidencia que el revoloteo de mariposas en su cerebro ya no le permite el afrontar su mandato con lucidez y responsabilidad. Sólo en un estado grave de insanía mental es posible afirmar que la administración pública veracruzana en los tiempos que corren es sólida y confiable. Y que ello constituye el legado que se deja a las nuevas generaciones.

Triunfalismo sin sustento en medio del desorden administrativo, endeudamiento que raya en el absurdo y corrupción impune, ha sido la constante del paso de Javier Duarte en el servicio público. Así lo registra la realidad real y así quedará inscrito en la historia de Veracruz. Este es el legado que los veracruzanos perciben, dejará el mandatario cuando de manera pública y expresa en amplios círculos de la sociedad se exige renuncie y deje el paso libre a un proceso sucesorio lo más pacífico y constructivo posible.

Cd. Caucel, Yuc., octubre 14 de 2015.

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Pulso crítico

Enrique Olivera Arce

Si alguien debería saber de la relación entre política y economía, lo es sin duda el presidente de la Comisión de Hacienda del senado de la república. Con información privilegiada y hablando el mismo idioma del secretario Videgaray, José Yunes Zorrilla debe contar con elementos de juicio suficientes para afirmar con toda seguridad  que “…El país va caminando en la dirección correcta no obstante lo volátil y complicado del entorno internacional”.

Tal afirmación implica, por un lado, conocer a detalle el entorno internacional a que hace referencia y lo insoluble de una crisis globalizada que representa para el mundo entero algo más que una simple amenaza. Por el otro, antecedentes históricos, situación actual y tendencias para el futuro inmediato, tanto de la economía nacional como de las políticas públicas que animan al proyecto neoliberal de país que impulsa el Sr. Peña Nieto. Esto le coloca en el quehacer político como uno de los hombres del presidente responsables de estrategia y conducción del México de nuestros días.

Luego no habría razón para que hombres y mujeres de a pie, sin mayor conocimiento que lo que se nos ofrece mediáticamente, podamos albergar la menor duda de que el senador veracruzano está en lo cierto al afirmar que México camina en la dirección correcta. Y sin embargo, no convence, como tampoco convence en su totalidad el proyecto de país que se nos impone. Correspondiendo al propio Estado mexicano, con la información que difunde y pone a disposición de la audiencia, el alimentar desconfianza e incredulidad.

Si nos atenemos a lo que por un lado difunde el Banco de México, el INEGI, y la propia Secretaría de Hacienda, la información respecto a la marcha presente y futura de la economía nacional y su caldo de cultivo social que le arropa, es contradictoria y resta congruencia al triunfalismo que pareciera carecer de sustento, con el que se afirma que todo es miel sobre hojuelas  a pesar del entorno internacional negativo,  que condiciona sistémicamente el comportamiento de la economía y finanzas públicas de cada país, chico o grande, débil o poderoso  que sea.

Está claro y así debemos entenderlo, que el senador Yunes Zorrilla no se manda solo, como tampoco el propio Secretario de Hacienda. Su estrecha vinculación con el presidente Peña y su compromiso con el proyecto neoliberal de país, obliga, entre otras cosas, a mostrar y exaltar lo positivo de la estrategia neoliberal, ya que mostrar el lado oscuro no sería políticamente correcto. Luego el triunfalismo debe tomarse con cautela para que, en su momento, no nos agarren con los dedos tras la puerta.

Y digo que con cautela, porque el confiar en exceso en el triunfalismo gubernamental tiene consecuencias, como ha quedado demostrado en Veracruz.

Más aún, cuando es evidente que el entorno negativo internacional está más allá de las posibilidades reales del gobierno de México para paliar la crisis globalizada y sus efectos en el ámbito doméstico. Como ejemplo, bastaría saber que el peso específico de la política monetaria de USA o el precio internacional de la mezcla del crudo, es tal que como espada de Damocles, pende sobre nosotros determinando presente y futuro del quehacer económico y financiero nacional.

Y para no ir muy lejos ni meternos en honduras, también es evidente que en el terreno microeconómico, el del bolsillo cotidiano de las mayorías, el triunfalismo macroeconómico no pesa en la percepción que anida en el imaginario colectivo. A contrario sensu de la afirmación gubernamental, la realidad real se encarga de convencer a hombres y mujeres que algo anda mal en lo que se propone construir el régimen peñista. Controlada o no la inflación y la paridad cambiaria frente al US dólar, el deterioro del empleo y el poder adquisitivo del salario es creciente y permanente; la reducción del consumo familiar y el incremento de la pobreza como corolario, ya es tema cotidiano. Frente a ello no hay triunfalismo que valga.

La estrategia neoliberal es empobrecedora y excluyente, aquí, en la Unión Europea, o en China. Convencer de lo contrario en un país que arrastra a 55 millones de seres humanos en situación de pobreza y pobreza extrema, con el argumento de que gracias a las llamadas reformas estructurales,  México va por buen camino reflejándose ello en la mejoría en el nivel de vida de sus habitantes, me parece fuera de lugar.

Empero, acostumbrados ya al triunfalismo sin sustento, palabras más, palabras menos de los hombres del presidente, ni perjudican ni benefician, simplemente en el imaginario colectivo fortalecen la idea de la necesidad impostergable de cambio de rumbo.

Hojas que se lleva el viento 

Bajo el título:  Zonas económicas especiales: Nueva escalada neoliberal, el 25 de agosto del presente año comentaba en mi maquinazo que a mi entender las Zonas Económicas Especiales que propone el presidente Peña, son en esencia un paso adelante en el proyecto neoliberal del Sr. Peña, pero tambien un paso atrás para el pueblo de México. “Un giro de 180 grados tanto en la economía nacional como en las políticas públicas y la política política, que por principio de cuentas, auspiciará mayor aceleración de desigualdad y pobreza entre regiones y, al interior de cada una de éstas, polarizando y confrontando al México neoliberal “modernizante” con el México más atrasado y estancado en el subdesarrollo”.

Estimo no estar equivocado en tal apreciación. El anuncio en Puerto Chiapas del proyecto de tres zonas especiales en el sur-sureste, por su localización geográfica, potencial productivo e intencionalidad, lo dejó claro, priorizándose el interés privado por sobre el interés social más general en una estrategia de expoliación y saqueo lo mismo de recursos naturales que de pueblos enteros. Pero aún hay más, en la negociación en lo oscurito del Acuerdo Transpacífico (TPP), que signara el gobierno de México  a espaldas de la ciudadanía y a instancias del gobierno norteamericano, en el orden nacional ya se contemplaba la inserción de las Zonas Especiales de Puerto Lázaro Cárdenas, Puerto Chiapas  y el corredor Coatzacoalcos-Salina Cruz en este acuerdo multinacional que nos subordina a intereses supranacionales que se sintetizan en la frase que se le atribuye al presidente Obama: “No dejaremos a países como China escribir las reglas de la economía global”.

 Abriéndose la puerta en un acuerdo asimétrico más, a poderosas trasnacionales energéticas y alimentarias en perjuicio de la fábrica nacional, sin que mediara consulta alguna a los actores políticos, económicos y sociales por involucrar en estas regiones.

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Cuestión de enfoques. Si Juárez no hubiera muerto otro gallo cantaría, así, para el titular de Sedesol, José Antonio Meabe, si la pobreza se midiera en México en base a estándares internacionales, para nuestra tranquilidad este flagelo se abatiría en un 77 por ciento. Chingón ¿No?

Cd. Caucel, octubre 7 de 2015. 

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En memoria de los próceres socialistas del agrarismo veracruzano.

Suele decirse que los toros se ven mejor de lejos. Para quien esto escribe cobra plena vigencia el decir popular cuando, desde la apacible y dinámica capital yucateca, a distancia se observa de conjunto el desgarriate que se vive en Veracruz. Si ya de sí es grave el estancamiento de una economía en la que de manera negativa inciden finanzas públicas quebradas, más grave aún resulta el que la política política lejos de contribuir a su rescate, sea un factor más en la agudización de su deterioro.

Se insiste en ver el árbol y se pierde de vista el bosque, generándose un círculo perverso en el que por sobre el interés más general de Veracruz y sus habitantes, predomina el interés coyuntural, personal o de grupo, en la búsqueda del poder por el poder, sin parar mientes que con ello lo que se está perdiendo es precisamente el poder que deviene del ejercicio de la política, cediéndole terreno a una crisis generalizada que lastima y deteriora aún más al tejido social en la entidad.

Resultando una verdadera paradoja el que en los círculos del poder político se hable de crisis, sin aceptar que se está parado sobre ella y no precisamente como un fenómeno sistémico globalizado. Como es el caso del gobernador veracruzano que sin el menor pudor nos dice que “Veracruz, está preparado ante el panorama económico mundial previsto para 2016”. Afirmación que no se puede entender como uno más de los desbarres en que incurre un mandatario tan ignorante como simulador, sin caer en la misma actitud de ligereza y estupidez de quien lo expresa.

Javier Duarte, y así a mi juicio deberíamos entenderlo, con su cortedad de miras en el discurso refleja el desconocimiento casi generalizado de lo que se debe entender en el marco de la crisis sistémica globalizada, como panorama económico mundial adverso. Tal desconocimiento a su vez implica el no reconocer que la crisis sistémica multidimensional tiempo ha que llegó para quedarse, lo mismo en México que en la entidad veracruzana y, por lo consiguiente, el no estar preparados para mayores descalabros económicos y con estos, un mayor deterioro del tejido social. Insisto, por lo que se observa y se vive día con día en la entidad veracruzana, tanto la crisis económica como sus nocivos efectos de desigualdad, pobreza y violencia, se ignora por aquellos que desde el poder público deberían prender la alerta roja y tomar medidas para paliarla.

La economía veracruzana está inmersa en una espiral crítica negativa, y no necesariamente como consecuencia de 10 años de un pésimo gobierno. Existen elementos históricos que muestran fehacientemente que el atraso, estancamiento y retroceso vienen de muy atrás, configurándose como factores estructurales y no como un fenómeno de coyuntura derivado de cuatro lustros de corrupción y saqueo en las esferas de la administración pública. Ejemplo de ello, entre otros elementos a considerar, es la quiebra de la industria azucarera, la pérdida de valor de la ganadería extensiva, y la venida a menos de la actividad pesquera predominantemente artesanal.

Esto sin considerar el estancamiento de las manufacturas, la construcción, y pérdida de dinamismo y valor cuantitativo y cualitativo de la extracción petrolera. (Leer a Hilario Barcelata Chávez).

Javier Duarte, desde su campaña como candidato a la gubernatura, lo ignoró, e impuso una visión triunfalista sin sustento, que ha mantenido a lo largo de su gestión. Bajo esta prospera premisa, la clase política en su conjunto se desentendió de la economía y perdió de vista lo importante priorizando lo superfluo. Hoy de dientes para afuera, habla de crisis, sin entenderla ni reconocerla, circunscribiéndola al ámbito de las finanzas publicas, en el marco de la política política y en el escenario de la sucesión en el gobierno de Veracruz.

El gobernador Duarte de Ochoa y quienes aspiran a sucederle, en su discurso así lo reflejan, independientemente del estado de insanía que, resultante de impotencia y ausencia de capacidad de maniobra para administrar el conflicto político de la sucesión, viene aquejando al fallido gobernante.

Así las cosas, desde lejos es posible percibir de conjunto que en Veracruz dentro del mismo costal conviven la crisis económica, la crisis política y la crisis mental de quien gobierna, haciéndose una, cada vez más profunda que atañe a todos los veracruzanos.
Lo verdaderamente grave, es que del interior del costal se pretende salga el sucesor de Javier Duarte, con lo que se cerraría el círculo perverso que irremediablemente conduce al más de lo mismo… Hasta que el cuerpo social aguante.

Hojas que se lleva el viento

El consenso cada vez más amplio y justificado en torno al tema de los normalistas de Ayotzinapa, es apenas la punta del iceberg de un movimiento generalizado de resistencia que se opone lo mismo al modelo neoliberal de país que a un régimen político caduco que se sostiene con autoritarismo, represión y violencia. La respuesta nacional a la infortunada frase del Sr. Peña, afirmándoles a los familiares de los 43 normalistas desaparecidos que “está del mismo lado”, es apenas un pálido reflejo de lo que está anidando en el imaginario colectivo.

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27 de septiembre de 2015, fecha que se inscribe en la memoria histórica como el día que formalmente, entre acarreo multitudinario, bufonadas y chistoretes, se dio sepultura a la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de Veracruz y, con ello, compartiendo la misma tumba, al ideario, programa y banderas socialistas del agrarismo mexicano.

Cd. Caucel, Yuc., a 30 de septiembre de 2015.

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