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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Siendo la constante el desencuentro entre información oficial y terca realidad, el optimismo que pretende inocular el presidente Peña en relación a sus panaceas reformistas, se pierde en el vacío. La sociedad mexicana, cansada, frustrada y con cada vez mayores muestras de hartazgo, hace caso omiso del mensaje presidencial, ateniéndose a lo que en su vida cotidiana percibe: un gobierno fallido, incapaz de dar respuestas congruentes y eficaces en el combate a la inseguridad, pobreza, desigualdad y pérdida de expectativas de progreso para las nuevas generaciones.

En su mensaje de año nuevo el Sr. Peña afirmó que el 2014 sería de eficacia y resultados gracias a las reformas ya aprobadas por el Congreso de la Unión. A su regreso del Foro de Davos, se obliga a declarar que los beneficios de las reformas estructurales se irán «cosechando» gradualmente y que la actual generación conocerá de las bondades de las medidas adoptadas por su gobierno. Diluyendo indefinidamente en el tiempo los beneficios que afirmara se verían materializados en el presente año.

La realidad se impone. Hubo necesidad de que el Fondo Monetario Internacional le señalara que los efectos de las reformas no se verían en México en el presente año y que en Davos se le corrigiera mencionándole que sin seguridad no hay avances,  para que modificara el discurso.

La población observa, valora y duda, encontrando en las contradicciones en que incurre la administración pública en los tres órdenes de gobierno, razones para resistir a la aventura reformista del presidente Peña.

La no correspondencia entre propósitos de gobierno y rezagos manifiestos en la administración pública para aterrizar las reformas, es evidente. El peso específico de la corrupción e inercia burocrática es mayor que lo deseable explícitamente expuesto en el discurso. Si la sociedad no estaba preparada para asimilar la andanada de reformas presuntamente estructurales, la administración pública en los tres órdenes de gobierno, tampoco; generándose un empantanamiento en la mayor parte del territorio nacional que difícilmente podrá ser superado en el presente año y que se refleja en desacuerdos al interior de la administración y, hacia el exterior, en confrontaciones con diversos sectores de la vida económica y social del país.

En tanto que el deterioro económico y del tejido social, van en crescendo; incrementándose pérdida de confianza y credibilidad en las autoridades y profundizando la brecha entre sociedad civil y la llamada clase política. No hay asideros que permitan confiar en que en el corto y mediano plazo reformas que no tocan en lo más mínimo rezagos estructurales históricos, puedan incidir en mejores condiciones de vida de la mayoría de la población.

Con y sin reformas, fenómenos como desigualdad y pobreza, marcan presente y futuro de un país que no logra encontrar caminos viables para abandonar los terrenos del subdesarrollo y dependencia del exterior. Antes al contrario, tales lastres se agudizan. Los límites entre un gobierno fallido y un Estado fallido se difuminan, pendiendo de un hilo. El estado de derecho como marco de convivencia ya no es suficiente para marcar la diferencia.

El acumulado de pobreza crece y la desigualdad le acompaña. Más del cincuenta por ciento de la población en condiciones de pobreza y más del 60 por ciento de la economía en la informalidad, no auguran nada bueno; con o sin reformas presuntamente estructurales el país va en picada. El deterioro del tejido social es evidente, a la pérdida de valores se agrega la pérdida de expectativas de progreso, haciendo del cumplimiento de la ley letra muerta.

Si el neoliberalismo pretende más sociedad y menos Estado anteponiendo individualismo a solidaridad colectiva, lo está logrando, cada vez es mayor el sentimiento de que frente a la ineficacia del Estado el camino idóneo es rascarse cada quién con sus propias uñas; sobrevivir es el reto, al costo que sea. El surgimiento y expansión de las autodefensas comunitarias frente a la delincuencia, es un grito de alerta. Lo que habría que preguntarse es si la búsqueda de justicia por propia mano es el mejor camino para México.

El régimen político, incapaz de dar respuesta a la demanda social, está en crisis y no se quiere reconocer. Negarse mediáticamente a la realidad que le supera y rebasa, contribuye al deterioro en todos los órdenes de la vida nacional. O se avanza en el sendero del cambio verdadero, dando cauce a la democratización y participación consecuente de la ciudadanía en la toma de decisiones en aquello que le compete, o las reformas peñistas, más que panaceas terminarán como toda medida autoritaria e injusta, en el basurero de la historia. No se quiere entender así y las consecuencias están a la vista. No es posible avanzar sin atender rezagos históricos, afirma el rector de la UNAM, enfatizando en los niveles de desigualdad y pobreza acumulados a lo largo de 500 años; palabras sabias evidenciando el desencuentro y divorcio entre una clase política sorda y ciega y un país que merece un mejor destino.

Hojas que se lleva el viento

Y a propósito de desencuentros, en Veracruz el gobierno fallido a cargo del Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa, rebasa los límites de la paciencia de una sociedad lastimada y dolida a la que no se le quiere ver ni escuchar.- Cd. Caucel, Yucatán, enero 27 de 2013.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


Lamentable el lastimero tono del mensaje de Felipe Calderón en Davos recomendando que se cuide la generación de expectativas, pues cuando son cada vez más negativas pueden carecer de fundamentos sólidos e inhibir a los agentes económicos, cuando la realidad nacional nos dice que quien carece de de fundamentos sólidos para conducir la buena marcha del país es el propio declarante, quién a su vez es factor determinante para inhibir la más mínima expresión de confianza y credibilidad en su gestión. Tal trivialidad es sólo comparable con el cinismo del ex presidente priísta Ernesto Zedillo, que sin mayor empacho declarara ante el mundo que México destinó mayores recursos de los contribuyentes en el rescate bancario, que los que hoy destinan los Estados Unidos por el mismo concepto.  Vaya exponentes del PRIAN.


Si lo declarado por el chaparrito pelón de lentes iba dirigido a sus connacionales en México para generar optimismo y confianza frente al escenario de recesión económica en que ya estamos inmersos, el tiro le salió por la culata. La terca realidad e incluso el gobernador del Banco de México, lo desdicen; el desempleo y los salarios congelados, frente a la escalada de precios impulsada por la devaluación del peso frente al U.S. Dólar, no pueden sino generar expectativas negativas en la mayoría de la población, agente económico sustantivo, sin necesidad de que los medios de comunicación se hagan eco del pesimismo que impacta ya en el ánimo de un sector empresarial, que califica la profundidad de la crisis en función de la pérdida de liquidez y disminución de sus ganancias.


El asumir actitudes pesimistas, que paralizan e inhiben, no tendría cabida si, frente a la crisis,  quienes gobiernan mantuvieran el mínimo de congruencia, oportunidad,  y buen juicio en la conducción del país. Lo cual no se da en México, antes al contrario, el gobierno va a la zaga de los acontecimientos, hoy dice una cosa y al día siguiente afirma lo contrario,  presionado por el descontento y protesta de la ciudadanía, sin el menor asomo de ánimo y voluntad política para imprimir cambios que el buen juicio recomienda, tras más de 25 años de mediocridad y estancamiento.


Si en desacuerdo con lo que vive y piensa el pueblo de México, lo declarado por Calderón estaba destinado a la cúpula mundial de la política y los negocios reunida en Davos, mucho peor aún. La mayoría de los ahí reunidos no sólo expresan pesimismo sino que lo difunden  abiertamente frente a la debacle de la economía en sus propios países y en el mundo, generando expectativas ciertas que les obligan a pensar en una refundación sistémica del capitalismo.  Lo que tiene mayor relevancia en tanto los presentes en su gran mayoría, son defensores a ultranza del neoliberalismo como expresión pragmática del capitalismo salvaje de los últimos años del Siglo XX y principios del actual.


La ligereza de Calderón en tal contexto, no pudo haber generado más reacción que una soterrada sonrisa de compasión para un país subdesarrollado, que, entre otras cosas, sufre el (des) gobierno de un iluso.


Como colofón, vale la pena destacar que el interés planetario frente a la crisis global,  está puesto no en Davos, sino en Belém de Pará, Brasil, donde tiene lugar la Séptima Edición del Foro Social Mundial, contando con más de de 100 mil participantes.


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