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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En política lo que se ve, es.. Anónimo

En medio de una profunda crisis de aceptación social y credibilidad, el gobernador de Veracruz se resguarda con patadas de ahogado que ponen en condiciones de alto riesgo ya no solo la ya de frágil condición que guardan tanto la economía como la hacienda pública estatal, también la gobernabilidad y la paz pública Patadas de ahogado de un gobernador fallido que, con la complicidad de un poder legislativo abyecto y el silencio del judicial, colman ya el hartazgo de una sociedad lastimada y dolida.

Esto a ciencia y paciencia de una población que, como invitado de piedra, no tiene ni voz ni voto en una democracia simulada, en la que una minoría privilegiada y corrupta se despacha con la cuchara grande con toda impunidad, haciendo y deshaciendo a su antojo ante el silencio masoquista de las mayorías.

Pálido reflejo de la crisis de representatividad que acusa en el entorno más amplio del contexto nacional el régimen político vigente -sustentado en una partidocracia voraz, insensible, corrupta- por principio obsoleto por obvia caducidad de su función social y política, Veracruz se debate en su propio lodo.

Crisis veracruzana que la mayoría de los medios de comunicación en la entidad parecen ignorar, o bien le descartan en su agenda de negocios, atendiendo más a sus intereses coyunturales cortoplacistas que a la función que la sociedad le tiene encomendada.

Se dice que el hilo se revienta por lo más delgado y Veracruz se encuentra ya en tal tesitura como parte del todo nacional, exhibiendo la podredumbre de las póstulas que afloran en el cuerpo económico, político y social de la entidad. Si Veracruz en el pasado destacara por su pujanza económica, su fortaleza política al servicio de gobernabilidad y gobernanza del partido detentador del poder formal, y un tejido social proclive a la cultura y el progreso, hoy por hoy no es ni la sombra de lo que endenantes fue. Así lo asienta la estadística oficial, lo percibe la población y lo ratifica una clase política ramplona, rapaz y acomodaticia, que se resiste a aceptar su flagrante divorcio con la llamada sociedad civil, renunciando a la salvaguarda de las mejores causas de la sociedad veracruzana.

Lo paradójico de esta situación es que percibiéndolo, una inmensa mayoría de la población en Veracruz deja hacer deja pasar, avalando con su silencio y ausencia de ciudadanía responsable y consecuente, todo aquello que por principio le afecta y lastima. “Palo dado ni Dios lo quita”, dice para sus adentros la víctima del desorden, el saqueo y la corrupción oficial impune, haciendo gala de un enorme sentimiento de resignación frente a lo que presumiblemente no está en sus manos remediar. Y de eso se vale quienes gobiernan profundizando el lamentable y desastroso estado de cosas que tiene postrada a la entidad.

Y aún más paradójico, el observar que la mayoría de los medios de comunicación y sus “formadores de opinión”, presuntamente mejor informados que la audiencia a la que dicen servir con verdad y objetividad, toma el rábano por las hojas, destacando lo accesorio y callando lo sustantivo; contribuyendo por comisión u omisión al deterioro generalizado de una entidad federativa que debiera tener mejor destino.

El que paga manda y, con este criterio empresarial, la prensa, salvo contadas y honrosas excepciones, dice lo que el régimen corrupto quiere escuchar y propalar. Sin parar mientes en que la terca realidad real desmiente a la palabra escrita. O, en el mejor de los casos, contribuyendo inconscientemente con cortinas de humo sustentadas y alimentadas con rumores, chismes y maledicencias en torno a la grilla que no política, en el quehacer gubernamental y partidista; constituyéndose en juez y parte de la crisis del régimen y agotamiento de la administración duartista en la entidad.

En este escenario pedestre, sociedad, gobierno, política y prensa son a la par víctima y victimarios de sus propias contradicciones. Y es en este marco que la posibilidad del tan necesario como urgente rescate de la buena marcha de Veracruz, se aleja cada vez más en un ominoso horizonte dejando camino libre al más de lo mismo.

¿Hasta cuando? Es lo que debería preguntarse una sociedad que con más visos de masoquista que de protagonista activo de su destino presente y futuro, es parte del problema y no de una esperada solución al círculo perverso que nos ahoga.

Hojas que se lleva el viento

Estando constituido el gobierno de Veracruz por los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, ninguno se salva en el perverso quehacer cotidiano por el que transita el desastre generalizado de la entidad. Los tres poderes se cubren con la misma sábana, haciendo nugatorio todo esfuerzo de la población por hacer valer el escuálido y maltrecho estado de derecho. La democracia representativa está secuestrada y el principio de soberanía popular vulnerado. Y sin embargo, lo aceptamos como algo natural y con ello somos felices, compartiendo con Duarte de Ochoa la tan distante como ilusoria prosperidad que nos motiva a seguir avalando en las urnas al dinosaurio tricolor y sus espurios satélites.

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No podemos ni debemos olvidar que el PRI en Veracruz electoralmente es primera minoría, representando en el Congreso local a su voto duro y a un reducido número de veracruzanos apáticos o mal informados. A nadie más, luego la aprobación por mayoriteo del tricolor de la aberrante iniciativa de Javier Duarte, de endeudar de por vida a los veracruzanos con una cuestionable “reestructuración de la deuda pública”, no cuenta con el reconocimiento y aval de la mayoría del electorado. Vale la pena refrescar la memoria para actuar en consecuencia y negarse a la posibilidad del triunfo del tricolor en los comicios venideros.

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Si no fuera porque el PRI es parte del gobierno y lo que a su interior acontece nos afecta a todos, su enlodado acontecer cotidiano en Veracruz no debería de ocuparnos y mucho menos preocuparnos, salvo para tomar nota de sus debilidades y atacarlo en las urnas donde más le duele, negándole el sufragio a sus candidato en elecciones venideras. La descalificación de las dos corrientes mayoritarias encabezadas por Yunes Landa y Yunes Zorrilla por parte de Duarte de Ochoa y el presidente estatal del tricolor, debería ser una más que obvia ventaja para la oposición, empero, hasta esta opción nos es negada en tanto no se percibe una oposición responsable y capaz de una alianza con la ciudadanía y ofertar un programa mínimo unitario tendiente a revertir el actual estado de cosas. Más de lo mismo es lo que se espera.

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A mis cuatro lectores: El Semanario en línea “Pulso crítico”, por razones de índole financiera y técnica está temporalmente suspendido en la Web. Esperamos que a la mayor brevedad quede subsanado el problema. Gracias por su comprensión.

Xalapa, Ver., 29/10/2015

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Pulso crítico

 Enrique Olivera Arce

La solidaridad nos hermana. Con reconocimiento y afecto para Aurelio Contreras Moreno. Un periodista más sufriendo los embates de lo absurdo.

Caray, en todos lados se cuecen habas y la sensación de inseguridad es la constante.

Si no es por una cosa es por otra que la sociedad no está tranquila, aunque hay de inseguridad a inseguridad, pues lo mismo tiene que ver con corrupción e impunidad y violencia desatada sea por un fenómeno natural catastrófico, o de criminalidad consecuencia del deterioro lo mismo del tejido social que del estado de derecho, que la que provoca en el ánimo de la gente un salario que no alcanza para maldita la cosa , el no tener lo suficiente para atender la salud y educación de los hijos o el pago de la hipoteca.

Sea cual fuere la causa, motivo o razón, la sensación de inseguridad o su materialización, se hace presente en todos lados y sin distingo de estrato social, militancia partidista, o lugar de residencia; haciéndose acompañar por la terca incertidumbre del no saber a ciencia cierta que nos depara el mañana, cercano o lejano pero siempre incierto y azaroso.

Como carga no deseada y de la cual no podemos desprendernos, guarda estrecha relación con el cómo y a que grado se percibe; cómo nos afecta en lo individual y colectivo, o bien, como pretendemos ignorarla para hacernos menos pesada la existencia.

Pareciera que como muchas otras cosas que no alcanzamos a entender del todo, lo más cómodo es aceptar que la inseguridad es permanente compañera de camino de la naturaleza humana. Nada es seguro, todo es incierto y vencer la percepción o sensación de inseguridad es el pan nuestro de cada día. Enfrentarla y atemperarle es el reto y tarea cotidiana.

Toda esta verborrea viene a cuento mientras leo, por un lado, que en Veracruz o en Tamaulipas la percepción de inseguridad frente a la violencia criminal, venga de donde venga y sea cual fuere su grado o intensidad, cobra prioridad en la jerarquización de preocupaciones de la gente. De esta percepción se alimenta lo mismo el discurso oficial que el río de tinta que vuelcan los medios de comunicación para estar en sintonía con las audiencias. Nada pareciera ser más importante que la amenaza desquiciante directa o indirecta de ser víctima de una violencia desbordada en la que hombres y mujeres de a pie se ven reducidos a “daño colateral”.

En tanto que, en otras latitudes, como es el caso de la sociedad yucateca, en el imaginario colectivo la amenaza que genera inseguridad, es aquella que atentando contra la salud de las personas, gira en torno al piquete de un mosquito infectado y trasmisor del dengue o más grave, de la fiebre chikungunya. Esta amenaza toca todos los hogares, pobres o ricos, ocupa un lugar privilegiado en los medios de comunicación, y es motivo de preocupación lo mismo en autoridades y partidos políticos, que entre empresarios y académicos.

Nada hoy día inquieta más a los yucatecos y a los que sin ser nacidos en estas tierras peninsulares radican en esta entidad federativa, que ser una víctima más de la chikungunya. De ese tamaño es la paranoia colectiva y de ese tamaño es la capacidad para minimizar o ignorar amenazas de otra índole, que las hay.

Luego todo es relativo y, en este mosaico plural y diverso que es México, como en la Viña del Señor, hay de todo, todo cabe, y todo es posible. Si no es el piquete de un mosquito otra cosa será, pero la inseguridad al igual que la corrupción impune, está presente y nos iguala alimentando nuestros miedos.

Hojas que se lleva el viento

Tal es nuestro estado de sumisión frente a un régimen político que nos mantiene secuestrados, que ante la catástrofe de un gobierno fallido como el de Veracruz, la sociedad espera que sea el gobierno federal el que venga al rescate poniendo a Javier Duarte a buen recaudo. El gobernante y sus marionetas lo saben y en consecuencia actúan como actúan, burlándose lo mismo de las instituciones republicanas que de la voluntad mayoritaria de una población que, en su descontento y hartazgo, es incapaz de hacer valer el papel que la democracia representativa le asigna como mandante. Que pena. Así, no tiene ningún sentido la queja, la crítica o la denuncia, si como pueblo no estamos dispuestos a considerarnos ciudadanos y actuar responsablemente tomando al toro por los cuernos.

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De lo que podemos estar seguros y no hay indicios de que las cosas sean diferentes, es que en Veracruz el proceso sucesorio que desembocará en la elección para dos años del sucesor del Sr. Duarte de Ochoa, se descarriló en medio del pantano, reduciéndose a un pedestre pleito callejero en el que de todo se vale. Ofreciendo la vida política en la entidad, a propios y extraños, nauseabundo escenario en torno al cual gravita lo mismo la crisis económica, el creciente deterioro social o las finanzas públicas quebradas de un gobierno inconsecuente y fallido. En este marco, quien parece llevar la peor parte es el partido en el gobierno, habiéndose fracturado y derrumbado gracias a los buenos oficios del gobernador, lo ganado por los senadores tricolores en su proselitismo adelantado, quedó atrás, reducido a frases hechas, falsas denuncias y afán desmedido por decir lo que los veracruzanos lastimados y ofendidos, quieren escuchar. La idea de rescate de una entidad federativa siniestrada, es letra muerta y, frente a Yunes Zorrilla y Yunes landa, Juan de los Palotes en medio del desmadre generalizado se siente con tamaños para contender por la minigubernatura. Facil, sólo hay que subir al ring de barriada y entrarle al intercambio de mordidas y piquetes de ojos.

-ooo-

Ciego e insensible a todo lo largo de su vida pública, Javier Duarte de Ochoa pareciera estar despidiéndose de los veracruzanos, haciendo público su “legado histórico”.

Sin tener la menor idea de lo que sucede en su entorno y el mal que con su pésimo desempeño causara a Veracruz, el aún gobernador evidencia que el revoloteo de mariposas en su cerebro ya no le permite el afrontar su mandato con lucidez y responsabilidad. Sólo en un estado grave de insanía mental es posible afirmar que la administración pública veracruzana en los tiempos que corren es sólida y confiable. Y que ello constituye el legado que se deja a las nuevas generaciones.

Triunfalismo sin sustento en medio del desorden administrativo, endeudamiento que raya en el absurdo y corrupción impune, ha sido la constante del paso de Javier Duarte en el servicio público. Así lo registra la realidad real y así quedará inscrito en la historia de Veracruz. Este es el legado que los veracruzanos perciben, dejará el mandatario cuando de manera pública y expresa en amplios círculos de la sociedad se exige renuncie y deje el paso libre a un proceso sucesorio lo más pacífico y constructivo posible.

Cd. Caucel, Yuc., octubre 14 de 2015.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

México es un país de leyes. Son tantas, tan variadas, unas absurdas otras contradictorias que entre ellas, como dicta la conseja popular, el que no cae resbala…En ellas descansa nuestro surrealista e inverosímil  Estado de derecho…

Confundidos, entre otear el futuro y renovarse ó  retornar al  pasado maniqueo, los priístas se pierden entre sus propias contradicciones mientras el país se les escurre entre las manos.

Ya nada será igual para el PRI

 La historia no se repite, nadie se baña dos veces en el mismo río y, sin embargo, insisten en tropezarse con la misma piedra con el manido pretexto de modernizar al país.

Con Peña Nieto a la cabeza, tras un pírrico triunfo en la elección presidencial del  2012 y no obstante que los resultados de esta se fueran a tercios, confiaron en una tersa restauración del presidencialismo de antaño. Ignoraron la composición real de las fuerzas políticas y el clima de descontento y hartazgo de importantes segmentos de la sociedad mexicana que, en la alternancia, heredaban de dos sexenios panistas. Así como minimizaron un movimiento social convergente que diera a López Obrador más de 16 millones de votos.

Les fallaron los cálculos. México ya no es el que pensaran tanto en el diseño de la campaña presidencial de Peña Nieto como en la de arranque del sexenio.

 Peña Nieto hoy

 Los mexicanos de hoy no le dieron vuelta a la página para iniciarse confiados en nuevas lecturas de la realidad bajo la restauración del viejo régimen priísta por sus epígonos.

Antes al contrario, reafirmando tanto su percepción subjetiva como objetivamente viviendo en carne propia las condiciones de deterioro del país en todos los órdenes de la vida nacional, con resistente suspicacia antes que borrón y cuenta nueva el mexicano de hoy asume que la alternancia no enriquece por si democracia política y bienestar social. Dicen que la burra no era arisca…

En los inicios de la actual administración a cargo del Sr. Peña, quien estas líneas escribe señalaba la valía y plena vigencia de la conseja popular que nos dice: “Más vale paso que dure que trote que canse…”, en referencia a un ímpetu desbocado por diferenciarse de la administración calderonista, sin atender a la realidad real de un México que al margen del gobierno se construye y reconstruye día a día.

 El arrancar el sexenio queriéndose comer todo el pastel de un solo bocado, trae hoy a cuento lo que para muchos representa el fracaso del primer año de gobierno del Sr. Peña. Mucho ruido y pocas nueces sin resultados dignos de apuntarse como materialización de promesas de campaña.

 Peña Nieto y las mayorías

 Sustentado en un falso diagnóstico, se consideró que con tener bajo control a las dirigencias del PAN y el PRD a través de un acuerdo cupular mal llamado “Pacto por México”, con ello en automático cooptarían a las militancias opositoras para respaldar mayoritariamente tanto la legitimización del Sr. Peña como al ramillete de reformas presuntamente estructurales que, a su particular modo de ver las cosas, se requieren para encarrilar al país por el camino de la modernización, abundancia y el bienestar.

Fallaron los cálculos. La militancia de los tres principales partidos en que se sustenta el régimen político, no ha respondido de manera homogénea y consensuada a lo pactado por sus dirigencias con el presidente Peña; tampoco ha quedado demostrado fehacientemente que sumadas,  constituyan la mayoría de las fuerzas políticas que se requiere para legitimar el mandato del Sr. Peña y avalar sus reformas empobrecedoras y privatizadoras.

Más de dos tercios de la población en edad de votar, se mueven por la libre, aceptando, cuestionando o rechazando; no se sienten incluidos en los acuerdos cupulares del llamado “Pacto por México” y el control de este segmento mayoritario de la sociedad no está a cargo de los partidos políticos. En ello reside la debilidad del intento de restauración del viejo régimen y sus afanes por conducir al país por la vía del autoritarismo gatopardista.

Hoy a nueve meses de distancia de haber tomado las riendas de la administración pública, el Sr. Peña ni ha obtenido la legitimización por parte de sus gobernados ni mucho menos, el aval mayoritario a sus reformas.

Aplaudido por unos y denostado por otros, el único logro a la vista es la continuidad de la polarización social y política en un clima de incertidumbre, descontento y hartazgo. Cuestionándose lo mismo desde la confusa y fragmentada izquierda que en los bastiones empresariales de derecha, a un régimen que no está cumpliéndole a las mayorías.

 Democracia representativa y división de poderes en duda

 La unidad consensuada en torno a una visión presuntamente modernizadora a la que aspiran Peña Nieto, su partido y los poderes fácticos, queda en el tintero mientras la  división entre los mexicanos se agudiza en un escenario económico adverso y socialmente deteriorado que auspicia mayor desigualdad, pobreza y exclusión.

Que mejor prueba de que se viene arando en el desierto, que frente al rechazo popular el Primer Informe de Gobierno del presidente Peña se entregue al Congreso de la Unión por la puerta de atrás del el recinto de la Cámara de Diputados, convertido este de facto en bunker blindado con cercos metálicos y bajo la custodia de la fuerza pública al que el mexicano de a pie no tiene acceso. Nada mejor para ilustrar el divorcio entre un régimen caduco y un pueblo que no es escuchado.

Y ahí, en el rincón del bunker, el mismo día por la noche, se fraguaba la traición a México. Bajo el asedio de unos cuantos miles de profesores, al amparo de la Bandera Nacional  los diputados protagonizaban  un ignominioso y vergonzoso espectáculo seguido paso a paso por las cámaras del Canal del Congreso; unos aprobando por consigna y mayoriteo sin mayor análisis y discusión y otros simulando férrea oposición, para en el pleno entre eufóricos alaridos y de espaldas a la Nación, aprobar una ley más de las muchas con las que en el papel, solo en el papel, se soporta al Estado de Derecho, la inconsulta ley general de profesionalización docente.

Más allá de lo que en sí representa esta ley secundaria para la educación y para el magisterio y sus derechos constitucionales, más allá de su aceptación o rechazo, lo que queda en evidencia para la historia es la confirmación cínica, premeditada y servil, de una tácita renuncia a la democracia representativa en México, por parte de quienes el pueblo eligiera como sus representantes.

Con toda propiedad y certeza, el diario La Jornada en su edición del lunes 2 de los corrientes, destaca en primera plana tan vergonzoso sainete con el titular: “El pacto por México aplasta al Congreso”. El acuerdo cupular, ilegítimo y antidemocrático colocado por encima de la soberanía en que se sustenta la democracia representativa.

Peña Nieto y su partido se anotan un triunfo pírrico más; el vergonzante ensayo para lo que viene con la iniciativa de reforma energética les es exitoso. Para el señor Peña ha quedado  plenamente demostrado que el mayoriteo por consigna en el Congreso de la Unión, sin mayor trámite  es el camino. «Las reformas van», afirma sin el menor rubor.

En el inter, las mayorías de un pueblo ofendido aprenden la lección y se preparan por su lado para lo que sigue en un ejercicio más del juego del gato y el ratón.  

A partir del pasado lunes en su cambiante devenir México y su realidad real, es otro. Frente a la burla legislativa y la simulación plasmada en el primer informe de gobierno del Sr. Peña, la correlación real de fuerzas políticas y sociales se enriqueció en toma de conciencia. La percepción de una democracia representativa secuestrada por la partidocracia se objetiviza,  el descontento, hartazgo y rechazo disperso, toman forma coherente y organizada en el imaginario colectivo.

Lo que no entraba en los fallidos cálculos de los restauradores del viejo régimen.

Peña Nieto gana al imponer sus reformas, perdiendo de entrada su oportunidad de trascender como el gran reformador, así como la partidocracia su viabilidad como opción política para impulsar por el sendero democrático las tareas del desarrollo. Inmersos en la simulación se están quedando solos,  y en ello reside hoy la fuerza de la protesta social.

Con reformas o sin estas, con más leyes o sin estas, la democracia representativa y división de poderes, están en duda. El Congreso de la Unión se descalifica a sí mismo. Será la correlación real de las fuerzas políticas internas en México la que hablará por sí sin falsos intermediarios.- Xalapa, Ver., 3 de septiembre de 2013.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

El movimiento inercial de la tendencia a descalificar a los adversarios políticos en un proceso electoral polarizado y contaminado más que todo por fobias enfermizas,  todo lo que pueda restar ventaja  no al PAN sino a Miguel Ángel Yunes Linares, se refleja en la mayoría de los medios de comunicación, incluidos aquellos que no dependen del boletín oficial para atender la demanda noticiosa de sus lectores. A lo que habría que agregar la descontextualización de la información en relación al marco más amplio del acontecer nacional e internacional, reduciéndole a chisme de aldea.

De ahí que en las notas periodísticas sea lugar común el que se privilegie lo accesorio por sobre lo principal, sesgando la información en pro de destacar todo lo que confluya a promover la imagen del gobernador del estado, así como a “calentar” la confrontación política entre el propio gobernante y su enemigo irreconciliable. No se a ciencia cierta si esto ya se de de manera mecánica, espontánea,  o atendiendo a consigna específica ó contraprestación económica, pero por ahora esto no viene al caso. Lo cierto es que, en términos generales, la información que fluye en torno a la contienda electoral en marcha atiende más al escándalo mediático que a las necesidades reales o sentidas  de la entidad u ofrecimientos de los actores que se disputan la gubernatura de Veracruz, observándose lo anterior lo mismo en los medios impresos que en la televisión o portales informativos en la internet.

Lo anterior, a mi juicio, no sólo empobrece el papel social de la prensa, también contribuye al deterioro de la vida democrática en la entidad.

La mañana del miércoles tuve oportunidad de escuchar lo expresado en conferencia de prensa por el senador con licencia Dante Delgado Rannauro, aspirante a la gubernatura por la coalición “Diálogo para la Reconstrucción de México” (DIA) a la gubernatura de Veracruz, prevaleciendo en su intervención lo que, de acuerdo a su visión, la entidad requiere para detonar crecimiento económico y mejoría de las condiciones de vida de los veracruzanos; sintetizando el contenido de la propuesta que ha venido divulgando entre diversos grupos de la sociedad, con énfasis en la necesidad de una intensa movilización social que sacuda el marasmo y estancamiento que hoy se vive en la entidad para dar paso a detonantes de desarrollo y bienestar de la población.

Concluida la intervención del ponente, se inició la fase de preguntas y respuestas, llamándome la atención el que la mayoría de los reporteros que intervinieran, de motu propio o por encargo de sus redacciones, ignoraran contenido e intencionalidad de lo expuesto por Dante Delgado. Las baterías se concentraron en aspectos secundarios, atendiendo a la coyuntura, y buscando comprometer al precandidato en su posicionamiento en torno al clima de confrontación y descalificaciones al que se le ha dado en llamar “guerra sucia” electoral. La visión de mediano y largo plazo que debería prevalecer en torno a lo que sería un posible programa sexenal en el contexto de la situación de deterioro que vive el país, estuvo ausente en la preocupación de los reporteros.

Dante Delgado Rannauro no evadió las insistentes preguntas, respondiendo con mesura, respeto a la vida interna de los partidos y a sus oponentes en la contienda. No obstante, no perdió oportunidad para calificar como de perversas a situaciones tales como el despilfarro de recursos en las precampañas y su validación por parte del Instituto Electoral de Veracruz, o bien, la manera como se copta a aquellos que se dejan “tocar las pompas”, atendiendo con respeto a las inquietudes de los representantes de los medios de comunicación y lo que estos querían escuchar de boca del precandidato, sin dejar de insistir en el contenido de su propuesta y de su visión de lo que es hoy Veracruz y lo que el contempla en un horizonte de mediano y largo plazo para el futuro de la entidad.

De un total de cerca de treinta reporteros de distintos medios, tres o cuatro, a lo sumo, interpelaron al precandidato de la coalición de centro izquierda. Salvo una señorita que pidió una aclaración sobre las políticas que se proponían para la atención de las comunidades indígenas, nadie más pretendió siquiera hacer referencia a detalles puntuales de la propuesta, concretándose a operar sus grabadoras o cámaras fotográficas. Lo referente al crecimiento económico, desarrollo humano y proyección a futuro de Veracruz, pasó a segundo plano, lo accesorio suplió al principal. Y así se observó en la publicación de la noticia al día siguiente, por las empresas informativas que quisieron hacerlo, complementada de manera más amplia con la referente a lo expresado por Dante Delgado en las visitas de cortesía que este realizara a las sedes de diversos medios de comunicación de la capital veracruzana.

Llama por ello la atención que se insista mediáticamente que no hay propuestas ni confrontación de ideas entre los diversos candidatos; poniéndose énfasis en que debe tener lugar un debate de altura entre quienes aspiran a gobernar a Veracruz y, sin embargo, cuando se presenta una propuesta concreta, de uno u otro de los actores involucrados, simplemente se le ignora o se trata superficialmente. Con ello, los medios de comunicación lejos de contribuir al enriquecimiento de la vida política, económica y social de Veracruz, se suman a su deterioro. La desinformación, conciente o inconciente, es lo que le llega a la población y en base a esta es que los ciudadanos deben sustentar sin mayor reflexión o análisis, su decisión personal a la hora de ejercer el sufragio.

Son muchas las tareas de impulso al crecimiento económico y bienestar de los veracruzanos en que todos debemos ocuparnos y, en ello, corresponde a los medios de comunicación y a quienes les sustentan, poner su granito de arena para llevarlas adelante. Si de lo que se trata es de propiciar una amplia y decidida movilización social, como la que propone Dante Delgado Rannauro, para detonar crecimiento y desarrollo, ésta no sería posible sin el auxilio y participación conciente, decidida,  y consecuente de la prensa. La sociedad espera cumpla con tal cometido y no se quede en el esteril ejercicio de los dimes y diretes a que se nos tiene acostumbrados en la política jarocha.

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Pulso Crítico

J. Enrique Olivera Arce

¡Que bonito es Veracruz! ¡Y falta lo mejor!

Lo que tenía que pasar, pasó. Héctor Yunes Landa se juega su última carta en rebeldía ante el Tribunal Federal Electoral. ¿Y ahora qué? Se preguntan sus miles de seguidores en territorio veracruzano, tras considerar que hasta aquí llega la aventura del diputado local con licencia en su pretensión de ser el abanderado del PRI en la justa electoral por la gubernatura.

La moneda está en el aire y son pocos los que aún confían en que Yunes Landa pudiera por un golpe de suerte alcanzar ansiada pre candidatura, tras la advertencia del legislador de que no renunciará a su partido, dejando a sus leales en libertad de optar por el camino que mejor convenga a sus intereses políticos. ¿Cuáles intereses? ¿Sumarse a la cargada en apoyo de Duarte de Ochoa, virtual candidato? ¿Sumarse a los seguidores del neopanista Miguel Ángel Yunes Linares? ¿Incorporarse a las filas de la alianza de nunca jamás, compartiendo nuevas esperanzas en un proyecto que parece haber nacido para perder con un Dante Delgado Rannauro que no da color?

Vaya dilema para un ejército de más de 100 mil priístas que aseguran por la  vida de su madre que sus firmas, ahora desechadas por la Comisión de Asuntos Internos del PRI estatal, son auténticas.  Si bien hoy se sienten colgados de la brocha, confundidos y lastimados, lo que les mantiene con la frente en alto es saber que actuaron de buena fe, que no se les puede tachar de traidores y que le apostaron a un hombre íntegro, valiente, que no claudicó ante la incomprensión de correligionarios y amigos, ni las amenazas ni mucho menos con los intentos de soborno bajo el agua. Como el “implanchable”, le califico destacado analista político.

La carne es débil. Algunos, los más viejos quizá, seguirán siendo leales a la camiseta, por convicción, por inercia o por comodidad. Sin embargo, nadie sabe ni nadie está en capacidad de prever cuantos de ese ejército de desencantados formado en “Alianza Generacional”, negarán su voto al candidato oficialista. Mal cálculo de la cúpula priísta en la entidad en su afán de ungir al delfín, cerrándole la puerta en sus narices a Yunes Landa porque así lo decidió “quien manda en Veracruz”.

No hay fijón, dicen los fieles de la ola roja; La aventura de Héctor así como empezó, terminó, sin que su actitud en rebeldía mellara la fuerza y unidad del partido. “Las firmas auténticas recabadas por “Alianza Generacional”, son mínimas y quienes las suscribieran no tienen ningún peso”. Dando por cerrado el expediente. ¿Será esto cierto? O la borrachera de un sobredimensionado inicio de pre campaña, derroche de recursos públicos incluido, de un Javier Duarte de Ochoa que ufano acepta cabalgar a nancas en el “caballo del hacendado”, nubla la visión de quienes minimizando y desdeñando el peso electoral de “Alianza Generacional”, olvidan que en el 2004 el Maestro Fidel Herrera Beltrán obtuvo del TRIFE la victoria con una diferencia de apenas 26 mil votos sobre su más cercano oponente.

Y mientras esto sucede en los patios del PRI, en los que por cierto se rumora la pronta salida de Jorge Carballo, presidente del CDE, ante los apremios de una presunta investigación de su persona por parte de la PGR, el malestar crece entre los xalapeños ante una andanada más de los desclasados desnudos de Cesar del Angel, que exigen y esperan pronta respuesta del gobierno del estado a su propuesta de hurgar en el pasado y aplicar el peso de la ley al virtual candidato del PAN a la gubernatura. Turbio inicio del proceso electoral, ahora amenizado con la ingrata música de viento del Registro Nacional de Electores, que investiga la existencia en el padrón de cuando menos 50 mil “turistas” dispuestos a vender su voto al mejor postor.

¡Que bonito es Veracruz! ¡Y falta lo mejor!

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noserinde

Resistencia Morazán, Miércoles 12 de agosto de 2009

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


En tanto que en México nos encontramos en la víspera de una elección que muchos consideran ya como fallida, en un acto que podría considerarse como suicida el gobierno de facto de Honduras declaró unilateralmente que ese país deja a la Organización de Estados Americanos (OEA). Pudo más la soberbia y ceguera de una oligarquía criolla, sumisa históricamente a las poderosas trasnacionales norteamericanas agroalimentarias y del ferrocarril,  que el interés vital de esa pequeña nación centroamericana.


El diario La Jornada reporta que horas antes,  molesto por preguntas de la prensa local, que sugerían que en Honduras no hubo golpe,  el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza respondió: “Yo no sé cómo llaman ustedes cuando un grupo de militares, mandado por militares, en un operativo militar, saca a un presidente de su casa, lo sube a un avión militar y lo saca a otro país. Eso es un golpe militar”.


Con la medida adoptada por los golpistas, Honduras queda prácticamente aislada. Privada del suministro de petróleo subsidiado que le venía proporcionando Venezuela, con una economía que depende en un 70 % de remesas de migrantes y exportaciones al mercado norteamericano -opciones hoy a la baja-, queda a merced de lo que el gobierno de Barack Obama  determine como lo más conveniente en términos de política exterior del gobierno de USA.


Así, el anacrónico golpe de Estado, calificado por el gobierno espurio de Roberto Micheletti cómo legal, en base a la manera por demás irregular de interpretación de la legislación hondureña, pero ilegítimo desde el punto de vista de la comunidad internacional, frente a un pueblo polarizado que confronta a una clase media acomodada con la mayoría popular  tiene casi nulas posibilidades de salir avante. Anunciándose una derrota para la ultraderecha latinoamericana  que, alentada por los sucesos en Honduras, aún guarda la esperanza de que con la salida de José Manuel Zelaya se frena el avance de la izquierda bajo el impulso de Hugo Chávez al amparo del ALBA.


La Vicecanciller “interina”, Martha Alvarado, quien diera lectura al documento en el que se diera a conocer en cadena nacional de radio y televisión la decisión del gobierno espurio de abandonar la OEA, el día anterior habría declarado que “…no le importaba el aislamiento de Honduras, si eso equivalía a haber dado un alto a la embestida de Chávez”.


Para el politólogo centroamericano Agustín Haroldo Locón Solórzano, el centro del huracán se ha puesto, por parte de la derecha hondureña e internacional, en la encuesta popular que el gobernante Manuel Zelaya estaba por realizar el día 28. “Concebida como una encuesta porque la Constitución hondureña no contempla el referéndum como mecanismo de consulta nacional en atención de los principales problemas del país. Pero los demás órganos del Estado fallaron en contra del procedimiento presidencial, que en todo caso, no contradecía el orden constitucional porque era una simple encuesta según lo argumenta el presidente Zelaya, pero amenazaba con realizar una consulta a la sociedad hondureña y la misma se ve con temor por quienes poseen intereses vinculantes con el capital estadounidense. La encuesta popular que se proponía para agregar una cuarta urna en las elecciones generales de noviembre, fue considerada como una amenaza a la Constitución por parte de los poderes establecidos en Honduras. Una encuesta que sugería a la población si aprobaba la posibilidad de formar una Asamblea Nacional Constituyente para reformar la Constitución. La reforma constitucional no significa un peligro para la oligarquía hondureña, ni para la derecha concentrada en las capas medias urbanas, ni para la compañía bananera, el peligro radica en que al reformar la ley constitutiva hondureña se agregue en el nuevo estatuto constitucional la consulta popular como una ampliación de la democracia hacia la participación ciudadana en asuntos de interés nacional”.


Si esto es así, se podría considerar al golpe de estado como de carácter preventivo. La oligarquía hondureña, y en ello coinciden las del conjunto de América Latina, no ven con buenos ojos al avance democrático que se viene observando en países como Ecuador, Bolivia o El Salvador. Sólo que al parecer en el “experimento” anacrónico en Honduras el tiro les ha salido por la culata.


Faltaría conocer para completar el cuadro, hasta donde el Congreso norteamericano y el Departamento de Estado, que vela por los intereses de las trasnacionales en el exterior, estarían de acuerdo en que Barack Obama se mantenga en su dicho de no respaldar las pretensiones de la oligarquía hondureña.

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Pulso crítico


J. Enrique Olivera Arce


En algunos países europeos en los que el sistema electoral merece a los ciudadanos mayor grado de confianza y credibilidad, el voto en blanco constituye una opción válida para el electorado, habida cuenta de que con ello se manifiesta el rechazo a los partidos políticos o a candidatos que no responden al bien común. La suma de votos en blanco, para la clase política y para el gobierno, es así un claro mensaje de la tendencia de la opinión pública a tomarse en cuenta en la mayoría de los casos.


El voto en blanco en un sistema electoral como el mexicano, carente de transparencia, confianza y credibilidad, a diferencia de Europa, resulta, al igual que el abstencionismo, contraproducente; favoreciendo, por un lado al fraude electoral y, por otro, a los partidos mayoritarios a los que se pretende castigar. De ahí que la propuesta de diversas corrientes que, a través del internet, llaman a sufragar en blanco en la elección de julio próximo, a mi juicio resulta improcedente. Ni sería tomado en cuenta como mensaje de rechazo ni contribuiría a sanear nuestra incipiente democracia. Tanto el gobierno como la clase política en México, cotidianamente hacen gala de insensibilidad y oídos sordos frente a una opinión pública mayoritariamente insatisfecha.


De los males el menor. A mi juicio lo procedente será sin duda votar por el candidato menos peor de entre la mediocridad que se nos ofrece como oferta electoral. Ejerciendo un derecho al que no podemos ni debemos renunciar, así como cumpliendo con la obligación cívica que emana de la Carta Magna cuya plena vigencia exigimos los ciudadanos. A mayor número de votos válidos menor será la oportunidad del agandalle y el fraude electoral. Y si este último se repite una vez más en contra de la voluntad ciudadana, como sociedad tendremos la calidad moral y política para impugnarlo, privando de legitimidad democrática a los triunfadores espurios y la justificación plena para cuestionarlos.


Lo anterior viene al caso considerando que las tempraneras encuestas nacionales sobre la intención del voto,  están ya indicando una clara tendencia del electorado a castigar a los partidos políticos, absteniéndose de sufragar o nulificando el voto;  estimándose que el sufragio efectivo no rebasaría el 40 por ciento del padrón electoral, en perjuicio de la legitimidad de la representación democrática en la Cámara Baja del Congreso de la Unión. Esto particularmente grave en tanto daría continuidad a la polarización social y política derivada de la elección del 2006, cunado el país exige la unidad de propósitos frente a la crisis.


La protesta o rechazo sin objetivos claros para avanzar no tiene sentido. Más que por el voto en blanco o la abstención, debe apostarse por la participación razonada y consecuente, generando condiciones para, desde abajo y de manera organizada, exigir a la representación popular cumpla con el cometido para el cual es electa.


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Por: Héctor Tajonar

Milenio.com 04/03/09

El PRI tiene un ADN autoritario, y eso no se quita. Como lo muestra su propia historia, en su estructura genética perviven los peores vicios de la política mexicana: la corrupción y la impunidad, la simulación y el cinismo, el camaleonismo y el gatopardismo, el chanchullo y la connivencia, el corporativismo y el clientelismo.

Hace 80 años, el 4 de marzo de 1929, nació el Partido Nacional Revolucionario (PNR), ancestro del PRI. Surgió del poder, con el principal fin de retenerlo. Hoy las encuestas lo sitúan como favorito para las elecciones intermedias de este año e incluso para recuperar la presidencia en 2012, lo cual no representa un signo alentador para la transición democrática.


Durante siete décadas, el PRI fungió como partido de Estado, no ideológico, y pudo mantener la cohesión dentro de la coalición revolucionaria. Fue el apéndice electoral del gobierno para la asignación de cargos de elección popular, así como para instrumentar la designación presidencial del sucesor en el cargo.


Su organización corporativa, le permitió controlar las demandas de la clase trabajadora, de los campesinos y del llamado sector popular, mediante una mezcla de negociación e imposición que produjo un desarrollo económico desigual que, salvo excepciones, hizo innecesaria la represión.


El partido hegemónico cumplió así su función primordial de control político, en su relación simbiótica con el gobierno. Ello se tradujo en un clima de estabilidad social que pareció resquebrajarse en 1968, cuando el gobierno reprimió la disidencia estudiantil. La estabilidad fue recuperada mediante un proceso de apertura y reforma política que permitió absorber las demandas democráticas e hizo posible la alternancia pacífica del poder presidencial en el año 2000.


No todo ha sido negativo en la historia del PRI: durante su hegemonía se crearon instituciones e industrias (la mayoría de ellas ineficientes), en alguna época hubo crecimiento económico y, sobre todo, se mantuvo la estabilidad. Pero todo eso se logró a costa de la construcción de una cultura política democrática.


El PRI tiene un ADN autoritario, y eso no se quita. Como lo muestra su propia historia, en su estructura genética perviven los peores vicios de la política mexicana: la corrupción y la impunidad, la simulación y el cinismo, el camaleonismo y el gatopardismo, el chanchullo y la connivencia, el corporativismo y el clientelismo.


El código de ética del PRI está sintetizado en el apotegma de uno de sus representantes ilustres, Gonzalo N. Santos: «La moral es un árbol que da moras y sirve para una pura chingada». De acuerdo con Carlos Monsiváis, las Memorias del Alazán Tostado son el «documento más valioso para entender la idiosincrasia de los revolucionarios institucionalizados». (Letras libres, diciembre 2000). Imposible olvidar el segundo dogma del decálogo priísta: «Un político pobre es un pobre político», de la autoría de Carlos Hank González, quien supo aplicarlo a cabalidad.


Otro de los preceptos inamovibles del PRI es: la impunidad hasta la muerte. Si algo hay que reconocerle a ese partido es su inquebrantable compromiso con la defensa de los intereses aviesos de sus miembros, como los de los gobernadores Mario Marín o Ulises Ruiz, por mencionar sólo dos destacados ejemplos.


El pragmatismo del PRI, el partido de la mil máscaras, lo ha hecho experto en el arte de las apariencias y los virajes: se ha puesto siempre la casaca del presidente en turno, llámese Cárdenas o Alemán, Echeverría o Salinas. Ya sin la égida presidencial, pretende ahora adoptar la vestimenta socialdemócrata. Cambiar, para seguir igual. Esa es la norma.


El PRI es el partido Dorian Gray. Al ver y oír al gobernador del Estado de México en la televisión, todos los días, haciendo campaña para el 2012 sin que el IFE se inmute; bien peinado, vestido y entrenado en el histrionismo de la vieja demagogia priísta, no puedo dejar de recordar al personaje de la célebre novela de Oscar Wilde, en el que un rostro joven correspondía al de un individuo anciano con el alma maltrecha. Tal es el retrato del octogenario Partido Revolucionario Institucional.


El Latinobarómetro muestra el poco aprecio de los mexicanos por la democracia. La mayoría prefiere un gobierno eficaz a uno democrático, porque aun no tiene la experiencia de uno que reúna ambas características. Si el PRI llegase a recuperar la presidencia, acaso jamás lo conocería. Y algo peor: el PRI es un gran pedagogo. Sus pupilos rondan por todo el espectro político, aplicando sus bien aprendidas lecciones. Así como el PRI ha perdido la hegemonía del poder político, tampoco conserva ya el monopolio de la corrupción y de los otros vicios de la política que hoy invaden a todos los partidos.

htajonar@artemultimedia.com.mx

Más de 8 mil millones de pesos para que los 78 millones de ciudadanos, si asisten todos a las urnas (lo que no va a ocurrir), elijan a sus diputados.


Aquí no pasa nada, parecen decir las autoridades del Instituto Federal Electoral (IFE) y los dirigentes de los partidos. Éstos, en conjunto, recibirán para gastos de campaña, gastos ordinarios y otras «actividades específicas» la cantidad de 3.6 mil millones de pesos, aproximadamente, más lo que cuesta mantener el IFE, cuyo presupuesto de operación es de alrededor de 5.2 mil millones más. La suma de gastos presupuestados, según la nota de Alonso Urrutia en La Jornada (27/1/09), rebasa la que se estimó en el acuerdo del Consejo General del Instituto para el ejercicio fiscal de 2008, en el que se presumía de ajustes por austeridad, para luego pedir a Hacienda una ampliación de casi mil 500 millones más por necesidades derivadas de la reforma electoral. Como sea, estamos hablando de más de 8 mil millones de pesos para que los 78 millones de ciudadanos, si asisten todos a las urnas (lo que no va a ocurrir), elijan a sus diputados.


A ojo de buen cubero cada diputado costará 16 millones de pesos, más lo que ganen mensualmente durante los tres años que ocuparán sus curules. Por otro lado, pero dentro de las mismas cifras mencionadas, partidos que nunca debieron tener registro, como Nueva Alianza (de Elba Esther Gordillo), recibirán (en este caso) 254 millones de pesos. El Socialdemócrata un poco menos: 190 millones.


Agréguese a lo anterior el costo de las campañas locales para gobernadores, presidentes municipales y diputados locales que también se llevarán a cabo este año. Estas cantidades millonarias se antojan todavía más extravagantes cuando uno se asoma a los métodos por los cuales se está designando a los candidatos a diputados.


En todos los partidos (sí, en todos) las candidaturas se están decidiendo por cuotas de poder de grupos internos, de gobernadores en turno y hasta por nepotismo de líderes bien colocados, nada que ver con asambleas de delegados democráticamente electos o por votación directa de las bases de los partidos.


Es cierto es que así ha sido antes y más cuando el PRI era el partido «casi único». Pero uno esperaba (quizá con ingenuidad) que la transición democrática iniciada hace 30 años siguiera en curso y que los partidos se hubieran puesto a tono con esa esperanza de millones de mexicanos.


Nada. Las cosas siguen iguales que antes, pese a que el corporativismo sindical ha disminuido su peso sustancialmente.


Los partidos insisten en arreglos de cúpulas y los miembros de éstas continúan el palomeo que antes dominaba en el priísmo como modus operandi de los de mero arriba, comenzando por el presidente de la República. Éste influye poco ahora, pero los gobernadores, los dirigentes partidarios, los líderes «indispensables» y otros que por ahí andan son los que deciden y los que, a la vez, se oponen a toda suerte de democratización en el interior de sus organizaciones políticas. Las bases de los partidos, que no han sabido exigir sus derechos (incluso estatutarios), no cuentan; el 5 de julio se convertirán en bases de la sociedad, comunes y corrientes, y votarán o no según su amor por la camiseta partidaria (que en realidad es prestada), casi de la misma manera que los ciudadanos sin partido que no resuelvan abstenerse.


Si no hay democracia en el interior de los partidos, ¿por qué la habría en el ejercicio de la representación política? Aunque sea criticable (que no debiera serlo) que en las cámaras los diputados y los senadores respondan a los partidos que los llevaron ahí, razón por la cual a cada partido se le reconoce una bancada y un líder, uno esperaría que las lealtades de los legisladores fueran con su partido (y con sus electores) y no, como ocurre y ocurrirá, con quienes les dieron el visto bueno para ser candidatos, tanto uninominales como plurinominales. (Dije entre paréntesis que no debiera ser criticable que los legisladores respondan en primer lugar a sus partidos y luego a sus electores, porque en una sociedad con partidos políticos se supone que los ciudadanos votan por éstos, por sus propuestas y planteamientos, y no por quienes individual o grupalmente los hicieron candidatos mediante arreglos en la cúspide ajenos a la democracia más elemental y a las bases de esos mismos partidos.)


Las próximas elecciones entrañan ya (y nadie podrá cambiarlas) vicios de origen: por un lado un IFE que, al igual que los candidatos a diputados y que los anteriores consejeros electorales (Ugalde y compañía), es producto de negociaciones partidarias entre los «peor es nada» que escogieron para dirigirlo y, por otro lado, partidos divididos e incapaces de escoger a sus candidatos mediante reglas democráticas y transparentes para todo mundo.


No deberá sorprender a nadie, así las cosas, que la abstención el próximo julio sea mayúscula. Si esto ocurre el costo de cada diputado será muy superior al señalado al principio, por el escaso beneficio que obtendrá la República.


Mientras tanto, miles de personas pierden sus trabajos y otras miles (millones) no los consiguen, los costos de los productos básicos e indispensables para más o menos vivir aumentan, la inseguridad persiste, cierran empresas, disminuyen las remesas de nuestros paisanos en Estados Unidos y, en fin, se ve un horizonte negro que los panistas no quieren que se explote en las campañas de la oposición (porque la crisis no la provocó -dijo Germán Martínez- Felipe Calderón).


Sin embargo, hay una pequeña luz de esperanza: que el PAN y sus aliados (reales y formales) sean derrotados en todos los frentes y no sólo en la Cámara de Diputados federal.


Tomado de: La Jornada 29/01/09

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