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Tag Archives: El PRI en Veracruz

Pulso crítico

Enrique Olivera Arce

En el marco de la tragicomedia en que un gobierno fallido arrastra a la vida política de la entidad, no deja de sorprender el que los aspirantes a la minigubernatura de dos años insistan en orinar fuera del tiesto.

Tras meses de precampaña, los aspirantes inician el proceso de registro formal de sus intenciones sin modificar un ápice la tónica triunfalista y mesiánica con la que han bombardeado a propios y extraños. El yo por delante, fuera de contexto con el que asumen ser los llamados a transformar para bien a una entidad federativa postrada y en constante deterioro en todos los órdenes, habla por sí del carácter triunfalista y sin sustento del discurso

De espaldas a un ominoso horizonte nacional e internacional en el que estancamiento y recesión sistémica es la única luz que se vislumbra al final del túnel, machaconamente reiteran su disposición de salvataje para enderezar el gran entuerto en escasos 18 meses. Yo estoy listo, yo puedo, yo estoy limpio, yo generaré miles de empleos con mejores salarios, yo protegeré a los veracruzanos de la violencia criminal, yo acabaré con corrupción e impunidad, yo aseguraré un futuro pleno de oportunidades para los jóvenes. Yo, yo y sólo yo, y nadie más, es la cantaleta de moda en el proceso electoral en marcha, como si de un solo hombre o mujer dependiera el enderezar el rumbo y retomar el sendero perdido.

En contraste, la realidad real ofrece un panorama distinto. No hay respuesta válida para una crisis sistémica global. El deterioro económico es generalizado en todo el orbe y su tendencia a profundizarse se agudiza. En México el INEGI anuncia recesión y el Banco de México advierte que las posibilidades de crecimiento y rescate del empleo son limitados. El gobierno federal aprieta el cinturón y los recortes al presupuesto son ya pan de cada día,  en detrimento de tan optimistas como infundados propósitos y objetivos de un presidente Peña al que el país se le escurre entre los dedos.

Ni a cual ir, tanto quienes aspiran a la gubernatura como los que se apuntan para el relevo de la Legislatura en funciones, cojean del mismo pie.  Cual iluminados tenedores de una varita mágica capaz de enderezar al jorobado más contrahecho, pasan por alto que la realidad real les desmiente.

Ni apego al contumaz contexto de una realidad real ni la más mínima idea de lo que siendo deseable es posible realizar en el corto período de transición. Sólo el prurito de convencer con un falso discurso a un electorado potencial que, curándose en salud por principio niega el sufragio a una partidocracia corrupta, voraz e impune que a fin de cuentas, su propósito último es mantener secuestrada a una incipiente democracia representativa.

Hoy precampañas, mañana campañas, para culminar en junio próximo con una elección que por principio para el imaginario colectivo no garantiza nada que no sea más de lo mismo.

Estimados lector@s, si buscan que alguien les cuide, les de empleo, les mejore el salario y les asegure una vida digna, no lo piense mucho, sólo voten deshojando la margarita. Para el caso es lo mismo, con  más de lo mismo te gratificará con creces el poder del yoyo.

Hojas que se lleva el viento

Indignante el que texto servidores al servicio del autismo oficial,  califiquen a la megamarcha universitaria como fruto de la manipulación político partidista del PAN, orquestada desde las sombras por Miguel Ángel Yunes Linares. Si esta burda maniobra del denostado gobernador fallido estuviera respaldada por algún viso de verdad, su difusión por diversos medios tendría que interpretarse como un flaco servicio al PRI y a sus precandidatos, al exhibir una capacidad de convocatoria y manipulación social de la alianza opositora que está muy lejos de tener. Para el grueso de la sociedad, la maniobra duartista no es otra cosa que una expresión palpable de desprecio ya no sólo a la comunidad universitaria y al respaldo que le diera la Benemérita Escuela Normal Veracruzana, también a la inteligencia de los veracruzanos. Patadas de ahogado de un pseudo gobernador aferrado con desesperación a un cargo que la sociedad le niega.

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Pulso crítico

Enrique Olivera Arce

Objetiva o subjetivamente, en calidad de opinante de a pie, puede quien esto escribe coincidir o no en primer término con los cuatro lectores que nos siguen y, en segundo término con una audiencia más amplia que de rebote leen estos maquinazos. Lo único cierto es que es la realidad real la que se encarga de validar o descalificar una opinión vertida a vuela pluma sobre un estado de cosas por demás incierto e inquietante.

Partiendo de esta premisa, vale la pena insistir en la necesidad de tomar conciencia de que lo que se oferta en una campaña política no necesariamente será cumplida. Más aún,  cuando en el caso de Veracruz es del dominio público que la principal limitante para quien sea electo como gobernador de dos años en junio próximo, es la conjunción de  la obligada sequía en las finanzas públicas estatales y municipales y los compromisos partidistas que haga suyos quien resulte vencedor en la contienda.

No hay dinero ni para pagar las obligaciones contraídas con la misma burocracia, mucho menos para cubrir los adeudos pendientes con empresarios, profesores, jubilados, Instituciones de educación superior, becarios, etc., etc, etc, luego la pregunta casi unánime de la ciudadanía ante ofrecimientos y promesas de quienes ya inician formalmente su campaña proselitista, es con qué ojos mi querido tuerto.

La respuesta cómoda para el caso del candidato del PRI y sus adláteres,  es que se confía en que el presidente Peña saldrá al quite, volcando el erario público federal en apoyo a Veracruz. Lo que no se dice es en qué rubros, cómo, cuándo  y con  cuánto, habrá de rescatarse a una administración pública quebrada, como tampoco se toma en cuenta que el régimen peñanietista ya no quiere queso,  sino salir de la ratonera al no haber previsto que la crisis económico financiera que globalmente afecta a todo el planeta,  pondría a México entero contra la pared sin que las presuntas reformas estructurales incidan positivamente en crecimiento y desarrollo sino incluso, para blindar al país contra efectos y consecuencias de la crisis.

En tanto que, para el caso de la aún no formalizada alianza del PAN con el PRD, bastaría con poner orden en la casa, aplicar la ley a los saqueadores del erario público y sentar las bases para el rescate de una economía deteriorada y recesiva, a partir de la alternancia en el ejercicio del poder formal y la construcción de una  transición presuntamente democrática. Sin que se haga la más mínima mención a lo que en pesos y centavos costaría enderezar entuertos y barrer bajo la alfombra; mucho menos, de donde se obtendrían los recursos para el logro de tales por ahora buenos propósitos.

En ambos casos, el discurso voluntarista, orientado a decirle a la gente lo que esta quiere escuchar, raya en la demagogia careciendo de sustento real, cuando debería aceptarse y así hacérselo saber a la audiencia, que tendría que partirse de cero, sin que lo deseable pueda ser soportado por una hacienda pública endeudada y sin capacidad real de maniobra para obtener e  incrementar el capital líquido que exige la tarea.

Por cuanto a los compromisos partidistas, vinculados a los que imponen los poderes fácticos que como poder real desde las sombras mueven la cuna, éstos, independientemente del color de la camiseta, están presentes en todo tiempo, pesan y determinan tanto en el diseño como en la operatividad del quehacer gubernamental; privilegiándose en el orden de prioridades por sobre buenos propósitos, buenas intenciones y ofrecimientos proselitistas de campaña.

No pudiéndose hacer de lado en este contexto la intencionalidad transexenal que anima la estrategia del gobierno del Sr. Peña Nieto que, en materia electoral, contempla la elección del 2016 como antesala de la presidencial en el 2018 y, por ende, la sumisión de partidos políticos y gobernadores a la continuidad del proyecto neoliberal que a contracorriente se le impone al pueblo de México.

Disponibilidad de recursos frescos y compromisos contraídos, será entonces la limitante para el ejercicio de un gobierno con el pueblo e incluso, para un gobierno cercano a la gente.

Así que, como bien apunta uno de mis cuatro lectores, independientemente de formación, capacidad y experiencia de quienes aspiran a gobernar a Veracruz,  todo quedará en promesas, sin que existan visos de que lo ofrecido habrá de cumplirse. Lástima Margarito, bajo este supuesto, se confirma la idea de que se cambiará para seguir igual, o peor, en tanto no se demuestre lo contrario.

En este escenario, los dos años de gobierno transcurrirán sin pena ni gloria, pues en tanto se toman medidas para “limpiar la casa”, la crisis económica que va de la mano de otra, más profunda, que es la social, derramará el vaso. Escenario en el que algunas voces ya se apuntan para predecir que el neoliberalismo saldrá adelante en sus propósitos electorales, frente a los embates de un “populismo de izquierda” que a la chita callando socava la vida democrática de Veracruz y quizá no estén del todo equivocados. El neoliberalismo empobrecedor como expresión hegemónica de un capitalismo en crisis, no abandonará así como así cediéndoles la estafeta a sus adversarios.

Cuestión de enfoques, ni el neoliberalismo impulsado por  el PRI, el PAN, el PRD y la morralla partidista de acompañamiento, ni ninguna otra corriente política autonombrada como de izquierda, por muy reformista que ésta sea, a mi juicio contempla en propósitos y objetivos programáticos  el cambiar de caballo a mitad del río. Totalmente descontextualizado respecto a una realidad dominada por la crisis global y su incidencia en México, el proceso electoral en curso transcurrirá a “la antigüita”, bajo la común tesitura partidista de insistir en orinarse fuera del tiesto. Lo que se piensa, se dice y se hace, inter y extramuros de la llamada clase política y medios de comunicación afines, seguirá transitando por el camino de ignorar que nuestra aldeana y doméstica realidad jarocha no escapa a efectos y consecuencias de la crisis neoliberal globalizada que tiene de rodillas hasta al país mejor pintado.

Allá ellos, las mayorías ya empiezan a pensar y actuar diferente, sabedoras de que la lumbre ya llegó a los aparejos, siendo testigo de calidad “la volatilidad” financiera en el bolsillo de cada uno y las consecuencias que, en el nivel de vida individual y familiar, ya está afectando a todos por igual. El deterioro económico y social es evidente y los anuncios de mayor control de la macroeconomía, revalorización del peso y elevación paulatina del precio del petróleo, son para la ciudadanía, eso, simples anuncios de ocasión como los que vierte el fallido gobernador Duarte de Ochoa al negarse al clima de inseguridad que de percepción colectiva, ya anidó como realidad en un Veracruz en el que el poder formal se comparte con la delincuencia.

Dicen los que saben del paño, que el descontento y hartazgo social no incide negativamente en propósitos, estrategias, objetivos y modo de operar en las campañas políticas y sus ulteriores resultados en las urnas. Quien esto escribe piensa que sí. Y si los expertos insisten en que la política es de circunstancias, y que estas son favorables para alcanzar el éxito deseado en el actual proceso electoral gracias a las fortalezas y nivel de experiencia y competitividad de los candidatos designados, no están lejanos los tiempos en que los patos le tiren a las escopetas en una coyuntura marcada por el rechazo creciente al quehacer político de la partidocracia en una sociedad lastimada y ofendida.

El tiempo lo dirá. Esperemos que sea para bien.

Hojas que se lleva el viento

Los gobiernos neoliberales de los últimos tiempos, primero matan a la gallina de los huevos de oro, privatizando la industria energética nacional para, más tarde, desgarrándose las vestiduras anunciar que con recursos presupuestales en el presente año se atenderá a su rescate. Ahogado el niño urge tapar el pozo, nos dice Luís Videgaray, secretario de hacienda y uno de los aprendices de brujo que en torno a Peña Nieto, artificiosamente construyen una realidad virtual con pies de barro ajena a los intereses más caros de la nación.

-ooo-

Mientras toda la clase política y medios de comunicación se ocupan del tema electoral, Javier Duarte de Ochoa se despacha a su antojo con la cuchara grande sin que nadie le amarre las manos. Y así seguirá hasta finalizar su mandato, ofendiendo y lastimando al pueblo que dice gobernar.

-ooo-

Avieso plan para ahogar financieramente a la Universidad Veracruzana denuncia el destacado economista Hilario Barcelata Chávez, responsabilizando al gobierno fallido a cargo de Duarte de Ochoa. Alerta roja que debería ser tomada en cuenta por alumnos y ex alumnos de nuestra principal casa de educación superior. Mañana podría ser demasiado tarde.

Xalapa, Ver., enero 27 de 2016.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

La credibilidad en el discurso es sin duda sustento del capital político que se incrementa o se pierde a lo largo de los procesos políticos. Esta a su vez retroalimenta percepciones, construye imaginarios y conforma escenarios que dan contexto a la correlación dada en un momento determinado, de las diversas fuerzas políticas que participan en el proceso. Así, la fortaleza del discurso se sostiene en base a la congruencia entre el decir y el actuar y su correspondencia  con la realidad que la sociedad percibe.

De ahí la importancia de credibilidad y congruencia y su estrecha relación con la percepción social de la realidad. Lo que en los últimos tres años se viene observando, tanto a nivel nacional como en nuestra ínsula veracruzana, es el cada vez mayor distanciamiento entre lo que la sociedad percibe en la cotidianeidad de su realidad, y el patético contenido de un discurso político carente de congruencia y, por tanto, de credibilidad. La consecuencia está a la vista y los diversos partidos políticos pagan el costo por ello.

La expresión más palpable de lo anterior es el deterioro del partido que gobierna a Veracruz, sin que por ello se pueda afirmar que la oposición política se salva de manera alguna. Tal es la simbiosis ideológica y programática tanto del discurso y lo que en los hechos se observa del PRI y el PAN, que la ciudadanía no observa diferencia alguna entre ambos institutos políticos; percepción ciudadana que se refleja  al interior del partido gobernante, tanto que su propia militancia tiende a perder la brújula en un proceso cada vez más notorio y peligroso de fractura. La corriente de la fidelidad, hasta hace pocos meses factor de unidad y fortaleza del PRI en la entidad, conforme se acerca el final del sexenio de Fidel Herrera Beltrán, se desdibuja y pierde terreno en un clima de falta de credibilidad y de congruencia.

El discurso triunfalista ya no impacta en la sociedad; no porque se desconozcan los logros de la actual administración pública veracruzana, antes al contrario, se ponderan y aplauden, pero carecen de suficiente sustento como para contrarrestar los efectos negativos lo mismo de la percepción subjetiva, que de lo que objetivamente se vive en la cotidianeidad de una economía recesiva que acusa retrocesos palpables en la capacidad real de compra de las mayorías, fortaleza del mercado interno y disminución de la rentabilidad del capital. Realidad esta última que no se ve reflejada en el decir y actuar del partido gobernante, antes al contrario, con medias verdades y medias mentiras pretende ocultarla a la vista de todos,  vendiendo una imagen mediática en la que se nos dice hasta el cansancio que “vamos bien”, que “el esfuerzo continúa” y que “viene lo mejor”.

Todo pintado de un rojo granate que se deslava a lo largo y ancho de Veracruz. La fidelidad imponente de ayer adquirió una tonalidad tornasol que hoy tiende a claro oscuros confusa y contradictoria en los que la incredulidad de la sociedad en su discurso tiende a ser la constante.

La corriente de la fidelidad perdió rumbo y perdió el piso en su afán de trascender. La guerra implacable contra todo lo que se apartara del pensamiento único, se le revierte al interior de sus propias filas, traslapándose paradójicamente el combate al adversario panista con el canibalismo en lo interno. El proceso anticipado de imposición de candidato a la gubernatura estatal y el flujo de recursos públicos que se le adjudica, expresa fehacientemente tal contradicción en el PRI estatal. La diferencia entre adversario y enemigo político se perdió y, con ello, congruencia y credibilidad en un hueco discurso sin sustento convocando a la unidad. Llamado que a su vez se da dentro de otra paradoja: el priísmo estatal, o más bien la corriente de la fidelidad para ser precisos, se combate a sí misma combatiendo a un panismo que, en el ámbito nacional, en objetivos de mediano y largo plazo es su aliado natural tanto en la búsqueda de un antidemocrático bipartidismo a modo como en la defensa de los intereses del poder fáctico que mal conduce los destinos de la Nación.

De ahí que la campaña “Afielate” con vías al fortalecimiento de la corriente de la fidelidad para la elección en puerta, no sólo se contemple por la ciudadanía como cursi y anacrónica, también se considera al interior de las filas del priísmo como ajena a su propia circunstancia.

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J. Enrique Olivera Arce

«Te acuso de pretender incurrir en los mismos vicios  que yo por costumbre pongo en práctica, es el concepto de la «propaganda espejo» que hoy se ha puesto de moda en Veracruz»,  escribí en el mes de octubre en mi colaboración titulada «La paja en el ojo ajeno. Guerra sucia en Veracruz» publicada en este espacio que tan generosamente me brinda gobernantes.com.

No estaba errado en mi percepción. Ya en los prolegómenos del proceso en el que habrá de elegirse a la diputación federal veracruzana que nos represente en la Cámara de Diputados, arrecia la guerra sucia mediática entre el PRI y el PAN, anunciando lo que en los próximos meses será un abierto y despiadado intercambio de heces fecales. Contribuyendo los medios impresos y electrónicos, incluyendo internet, a solicitud pagada por los partidos contendientes, o a título gratuito en busca de prebendas y canonjías por parte de los comunicadores.

Lenguaje y contenido en los mensajes propalados por los beligerantes, va subiendo de tono y en tanto el presidente estatal del PRI, grosero y petulante en su naturaleza, a falta de ideas y propuestas arremete con improperios, acusando a los panistas de promover a su partido haciendo proselitismo con recursos públicos federales, estos contestan, con igual talante, acusando al gobierno priísta de Fidel Herrera Beltrán de hacer lo propio valiéndose de los programas sociales bajo su conducción.

Curándose en salud, el gobernador, experto en el manejo del doble discurso, ya anticipó que están por aparecer campañas sucias debido al proceso electoral Federal que se avecina, y adelantó que él mismo es uno de los objetivos de esos ataques por los buenos resultados que ha dado a los veracruzanos, en respuesta a la amenaza panista de recurrir al IFE, denunciando la intensa promoción que Herrera Beltrán hace de su imagen, tiñendo de rojo y bajo el lema «fidelidad» a todas las acciones de su gobierno, bajo el argumento de que dicha promoción impacta directamente en los comicios federales del 2009.

Mala señal, en tanto que la temprana confrontación involucra tanto a Felipe Calderón como a Fidel Herrera Beltrán, en desdoro de su respectivo mandato. Lo que como suele suceder, ello impactará en el ejercicio del gasto público en demerito de la entidad, pagando los platos rotos, como siempre, una ciudadanía que no tiene vela en el entierro. Pues como es por demás sabido, el pleito es cupular y ajeno a los intereses de un pueblo más preocupado y ocupado en paliar la carestía y estirar el salario, que en los asuntos político-electorales. A más de juzgarse absurdo y contradictorio en una entidad federativa en la que el priísmo afirma que sin mayor esfuerzo arrasará en las elecciones del 2009, 2010 y 2012.

Con razón o sin ella, lo cierto es que las partes beligerantes, al sacarse sus trapitos al sol, lo único que están logrando con su actitud es exhibir sus respectivas miserias; confirmando lo que todo el mundo sabe y abiertamente comenta: tan malo es el giro como el colorado, ni uno ni otro se salva de la percepción generalizada en torno a la prevalencia de la corrupción en el quehacer político y en el servicio público. La única diferencia es el color de las despensas y el tamaño de los espectaculares.

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J. Enrique Olivera Arce

La cada vez más compleja y al mismo tiempo tan impredecible vida política del país, en la que se entreteje lo obsoleto de usos y costumbres presuntamente superadas, y un remedo de modernidad neoliberal que propone políticas públicas que no conducen a nada que apunte a un México mejor, está inmersa en el marco de un champurrado ideológico carente de racionalidad, congruencia y apego a la realidad imperante, -como la llamada «economía social de mercado»-, hace prácticamente imposible para hombres y mujeres comunes el encontrarle sentido práctico a la identificación y compromiso para con cualquiera de las expresiones que conforman el sistema de partidos políticos.

Todos son iguales, es la percepción que se percibe. No hay modo de diferenciar a uno de otro; carentes de representatividad, su eficacia electoral se mide por su mayor o menor cercanía con los intereses del poder real, la oligarquía dominante.

Lo que se debería entender por partido político, está tan alejado de la vida política de México que «democracia», «participación ciudadana», «ética política», entre otros conceptos que deberían ser sustento doctrinario, resultan ser ya no mera utopía, sino simple ilusión. No son valores generalmente aceptados en un sistema de partidos políticos controlados por el autoritarismo, la corrupción, la impunidad y el cacicazgo. El modelo adoptado de franquicia comercial, no los contempla en su catálogo.

La descomposición tribal al interior del PRD, es ejemplo de ello. La franquicia, en bancarrota técnica, se aferra a un cascarón de estructura, sostenida aún gracias al  reparto mafioso de prerrogativas, prebendas y cargos de elección entre las cúpulas integradas por políticos profesionales, encargados de hacerla comercialmente viable entre las clases populares. La militancia de base queda reducida, más que a clientela, a simples mirones de palo con función de comparsa promocional. Observemos como principios y valores se reducen a una simple pugna por gerencias, subgerencias y representaciones regionales.

Pero no es el único. Para el PAN, a diferencia del PRD, negocio de barriada, la franquicia es de empresarios para empresarios. Por naturaleza lo mismo oferta contratos petroleros que  el ahorro para el retiro de los trabajadores ó las pantuflas de la abuela. En tanto que  el PRI, un día amanece como social demócrata y al día siguiente se declara socialista, sin comprometer su gatopardismo «revolucionario e institucional». Su actividad comercial es apta para todo público y para toda ocasión, mientras salpique. Lo que le facilita las alianzas más disímbolas para no ver reducidas sus prebendas y prerrogativas. Observémoslo en una Beatriz Paredes, experta en alquimia electoral que lo mismo acepta a las huestes de la profesora Elba Esther Gordillo, a la corruptela sindical de PEMEX o a las tribus perredistas controladas por los chuchos. Cada voto cuenta en la caja registradora del negocio, el cinismo y la simulación es su bandera.

Atrás del triunvirato que controla la partidocracia nacional, se asoma tímidamente la chiquillada, ávida de reflectores, escasa en capital político y recursos económicos, para la que, en el usufructo de su incipiente emprendimiento, lo único que cuenta es el registro y el dinero público con el que este se hace acompañar. Su peso específico en el conjunto  no le permite otra cosa. En este contexto sobresale la actitud suicida de Convergencia y el PT, que se saliéndose del libreto, pretenden jugar el juego de los mayores.

En este abigarrado escenario, más tianguis pueblerino que sistema de partidos, no es extraño entonces que en Veracruz, sin mediar consulta, consenso ni protesta a la vista pero si malestar bajo las aguas de la militancia histórica, el gobernador Herrera Beltrán impone en la  dirigencia estatal del PRI  a uno de sus más cercanos colaboradores; sin contar este con cualidades y méritos partidistas más allá de su docilidad y proclividad a la simulación y la mapachería. Jorge Carvallo Delfín, queda así al frente del CDE del tricolor, en preparación no a  la elección del 2009, planchada por anticipado, sino al choque de trenes esperado en el 2010. El «experto» en lucrar políticamente con la pobreza de los más desprotegidos, anuncia desde ya una «feroz batalla legal» para poner un alto a los panistas,  y evitar el uso clientelar de los programas asistenciales federales; el impoluto y demagogo comal no se muerde la lengua.

José Yunes Zorrilla habiendo cumplido estatutariamente con su periodo, deja la presidencia estatal tras un meritorio trabajo de reconstrucción de la estructura del partido, y se va, frustrado y molesto, con la consigna de no hacer olas, desgastar y reducir su imagen, para no hacerle sombra al delfín Duarte de Ochoa.  Si lo que pretendió en su desempeño fue reagrupar, sumar fuerzas y buscar la unidad de lo más representativo del priísmo veracruzano, sus logros quedan en entredicho, porque así lo dispone quien administra la franquicia.

Cada partido político, a su manera, contribuye así al deterioro de la vida política nacional, mientras el país se nos escurre entre las manos.

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