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Tag Archives: Elecciones 2009

En perspectiva

J. Enrique Olivera Arce

Asentadas las aguas, festinando quienes obtuvieran las mieles del triunfo electoral y lamiéndose sus no pocas heridas los perdedores, la vida política en México mantiene su errática marcha en el marco de una cada vez más profunda brecha entre la clase gobernante y la gran mayoría de la población, en un escenario global de crisis económica.

Mientras tanto, el gobierno y los partidos políticos hacen caso omiso del mensaje emitido por más del 50 por ciento de los mexicanos en edad de votar, que el pasado domingo 5 de julio manifestaran su hartazgo, descontento y rechazo al demeritado ejercicio de la política a cargo de un estamento social insensible, desideologizado y acomodaticio que el pueblo, con desprecio manifiesto llama simplemente, sin distingo partidista, “los políticos”.

El tema, para la clase política, no pasa de ser anecdótico y quedará para la historia de este país como una expresión más de una reiterada costumbre popular de apatía y desinterés de algunos mexicanos para con los procesos electorales federales intermedios. Renglón aparte, para ésta el proceso concluyó con resultados más o menos satisfactorios para el sistema de partidos políticos, destacando el triunfalismo de un PRI que con la derrota del PAN y la debacle de la izquierda electoral, ya da como un hecho que el dinosaurio entrará por la puerta grande a Los Pinos en el 2012. Tanto festinan que se olvidan que su propia crisis está tocando fondo, sin contar con respuestas para lo que viene.

En tanto que para el ciudadano común, no uncido al voto duro partidista,  con el amargo sabor de boca de saberse una vez más engañado y manipulado, retorna a su vida cotidiana a continuar rumiando su hartazgo, descontento, y rechazo al rumbo de un país sin brújula,  a sabiendas de que el desastroso estado de cosas actual  no se modificará un ápice con el relevo en la Cámara baja del Congreso de la Unión.

Cuanti más aquel convencido de que el México de hoy y de siempre, le ha dado la espalda, excluyéndole del trabajo remunerador, la educación, la salud, la vivienda digna y de las más mínimas expectativas de crecimiento y desarrollo,  en un país de más de 40 millones de pobres o en condiciones de pobreza extrema.

Paradójico. Para este ciudadano excluido, la izquierda electoral no parece significarle nada, como en nada le beneficia el que el PRD de espaldas a la realidad, ante su rotundo fracaso en las urnas, hable hoy de reconstrucción, unidad y armonía, a partir de la permanencia y mea culpa de una cúpula pragmática y corrupta que se siente desplazada del pastel a repartir en el 2012. No. Este ciudadano no siente ninguna necesidad de sumarse electoralmente al cochinero de las llamadas tribus, al oportunismo del PT o a la abulia burocrática de Convergencia.

Tampoco hasta ahora, percibe algún beneficio vinculándose a un movimiento de izquierda social que, en su confusión y anarquía, girando únicamente en torno a la figura de Andrés Manuel López Obrador, no atina a comprender que la denuncia y protesta callejera o mediática no substituyen a la ideología, a la organización y a la construcción de cuadros, en torno a un programa mínimo para la acción consecuente de masas  en la búsqueda de respuestas concretas a la desigualdad y la pobreza. Para el ciudadano excluido el “combate a la mafia” no le retribuye mejores condiciones de existencia.

La sociedad está en crisis. El deterioro creciente del tejido social es más que evidente. A su atención debería avocarse la clase política. Frente a esta realidad no cabe el discurso triunfalista o la falsa autocrítica. Las crisis concurrentes, económica, de seguridad pública, de educación y de salud, entre otras, no esperan ni se justifica su desatención con cínicas declaraciones como que México requiere de 60 años para abatir el analfabetismo. Las prontas soluciones se requieren hoy, no mañana. Las respuestas no pueden esperar a que los diputados electos, legitimen su elección salvando a la patria cuando tomen posesión, o que el dinosaurio recale en los amplios jardines de Los Pinos en el 2012.

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Millones de electores que apoyaron a la coalición Por el Bien de Todos en 2006 no revalidaron su decisión de apoyar un cambio por la izquierda. O bien se abstuvieron, o anularon la boleta o prefirieron votar al PRI.

Sumados, los votos efectivos de la izquierda (PRD, PT, Convergencia) arañan 20 por ciento del total, pero la idea de conformar un amplio frente de izquierda ha sido superada por los antagonismos partidistas y los conflictos intestinos. Junto con el PAN, el PRD –y en él se incluyen todos sus líderes– es el gran perdedor de esta contienda. A la evidencia de su escasa e inamovible implantación nacional se añade ahora la pérdida de posiciones en sus antiguos cotos de influencia (que aún lo salvan de un desastre mayor).

De hecho, el resultado nos remite a las traumáticas elecciones intermedias de 1991, cuando la votación del PRD se desplomó en comparación con las elecciones de 1988. Entonces el cardenismo sufrió la campaña de odio emprendida por el gobierno de Salinas de Gortari, la sistemática ofensiva bipartidista orquestada para impedir el surgimiento de una tercera fuerza real, pero también, hay que subrayarlo, el joven PRD sucumbió a sus propios errores de apreciación política, a la subestimación de sus adversarios y a sus ya entonces evidentes limitaciones organizativas que lo confinaban a ciertas regiones y sectores.

Esta vez, de nuevo contra la izquierda se han aliado sin el menor recato los poderes fácticos, el gobierno, las cúpulas empresariales más temerosas del populismo, es decir, el pasado y el presente de una elite que sólo cambia desde arriba, a cuentagotas y siempre preservando los intereses privilegiados de la clase dominante. Pero en esta derrota ha contribuido como nunca la propia izquierda que en estos tres años ha sido incapaz de poner en pie la fuerza electoral ganada en el 2006, consumiéndose en estériles debates internos, cuya trascendencia intelectual y política aparece nublada por la mezquindad de los líderes que hoy deberían rendir cuentas y no meras justificaciones. (Cuando se observa el panorama completo es válido preguntarse si no habría sido menos costoso – en términos éticos y políticos– la división que la espiral de descalificaciones en que se ha convertido la lucha interna dentro del PRD y entre los partidos del hoy moribundo Frente Amplio Progresista.)

Si, en efecto, existe una contradicción de fondo entre los partidarios de Nueva Izquierda y el resto de las corrientes que siguen a Andrés Manuel López Obrador, la pregunta a estas alturas es si aún pueden caminar juntas bajo la forma de un partido o si, separadas, es posible cierta unidad de acción con vistas a 2012. O, sencillamente, nada hay que hacer, salvo esperar la extinción política de alguna de las partes.

Una respuesta convincente exige un análisis riguroso de la coyuntura, la disposición a revisar la estrategia seguida por todos los involucrados y a incorporar al debate a aquellas voces que puedan aportar algo. Exige autocrítica, realismo y honestidad. La simplificación sistemática de los temas a discusión, cuando no la reducción al absurdo de las otras posiciones, disminuye las propias, las caricaturiza sin remedio y las anula.

Es indispensable volver a los temas esenciales de 2006, a la política con mayúsculas: la izquierda no puede darse el lujo de abandonar en los hechos la cuestión social sin desdibujarse, pero eso es lo que en verdad ocurrió durante la campaña: los grandes asuntos del empleo y la salud, por ejemplo, se transformaron en meras referencias simbólicas o mediáticas, en espots o denuncias sin calado, carentes de filo crítico o movilizador. La crisis, con todas sus terribles secuelas, no es, por desgracia, el gran asunto político y moral que debería ocupar los mayores esfuerzos de la izquierda social, parlamentaria, intelectual, partidista, sobre todo cuando todos los análisis confirman que la recuperación está lejos, pero las consecuencias podrían ser explosivas a corto plazo. Una coalición popular exige claridad en los objetivos y una política de alianzas sujeta a los humores cotidianos de los líderes.

Cansado de los experimentos, el electorado, volátil por naturaleza, prefirió dar su confianza –erosionada por el abstencionismo– a una opción esencialmente conservadora al votar por el PRI como el partido del orden, antes que refrendar en las urnas la deteriorada legitimidad del gobierno panista. Por desgracia, el país es hoy un poco más bipartidista que ayer, aunque el poder político aparezca fragmentado en compartimientos cerrados, más cercanos al autoritarismo que a la democracia. Y algo más: en esta feudalización hacen su agosto los poderes fácticos, sobre todo los medios que ya se perfilan –con todo y candidato– hacia 2012. Ellos quieren ser los intérpretes de la nueva razón de Estado transformada por los cambios inevitables de la política. Quieren la contrarreforma electoral, un presidencialismo a modo y un régimen representativo que sea funcional al despliegue de sus intereses presentes y futuros. Es el fin de una época.

En medio del hartazgo, el Presidente ha pedido colaboración para renovar el cogobierno con el PRI. Y éste, satisfecho de su resucitación, se apresta a concederla bajo sus propias condiciones. La historia se repite, pero ahora contada al revés. El panismo no tiene proyecto y hace agua y Peña Nieto avanza para salvarlos a todos. Y la izquierda, ¿qué dice?

La Jornada 09/07/09

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Elecciones 2009. Cualquier similitud con la trama y personajes de la película de Cantinflas “Si yo fuera diputado”, es simple coincidencia.

Los resultados de la elección del pasado domingo, de acuerdo a lo registrado por el Programa de Resultados Electorales Parciales (PREP),  con el  99.87 % del total de casillas habilitadas en el país, habrán de prestarse a múltiples lecturas en los próximos días que bien podrían ser valiosas lecciones para la clase política.


En términos gruesos, apegados a la legalidad electoral vigente, lo determinante en la elección de diputados federales es el triunfo del PRI sobre el PAN, con 2´970,620 votos de diferencia, a favor del primero. Con ello podríamos darnos por satisfechos. Constituye, en teoría, un freno y acotación significativa desde el Congreso a las pretensiones de la derecha calderonista. Como contrapartida, en el Distrito Federal, centro neurálgico del país y bastión del lopezobradorismo,  el PRI ni pintó ni pesó por lo consiguiente en la elección.


Queda la duda de si la derrota del PAN respondió a una estrategia electoral equivoca dictada desde Los Pinos, o esta fue fruto del rechazo y repudio de amplios sectores de la sociedad, como continuidad de la elección del 2006, al gobierno del considerado “espurio” presidente Calderón Hinojosa. De lo único que podemos estar seguros es que no existen visos de que el triunfo priísta se corresponda con una plataforma de propuestas que haciendo suyas los candidatos a diputados federales, respondan a las necesidades y demandas, reales y sentidas, de la sociedad. Así como también podríamos estar seguros de que la izquierda electoral, dividida y perdida en la confusión ideológica y programática, tocó fondo y sin expectativas a la vista de recomposición en el corto plazo.


Entrando un poco más a detalle en la numerología, no basta con los resultados gruesos para que doblen las campanas del triunfo en los partidos punteros. La cuestionada representatividad popular ha quedado exhibida como insuficiente para nuestra incipiente democracia en construcción. El abstencionismo al que se le suma para un primer análisis el voto nulo, ascendió en el territorio nacional a más del 60 por ciento de los ciudadanos legalmente empadronados. Esto es grave y se presta a no pocas interpretaciones que incluso ponen en tela de duda objetivos y eficacia del proceso electoral. Se festina el triunfo legal y se subestima el fracaso, en términos de legitimidad,  de la democracia representativa en México.


La elección en Veracruz


En este marco, los resultados electorales en Veracruz se inscriben con la misma tesitura. Confirmándose con el 100% de las casillas computadas, lo que a mi juicio he dado en llamar  “triunfo pírrico de la fidelidad”.


De un total de 5 millones 221 mil ciudadanos empadronados, se recibieron en las urnas 2´361, 957 sufragios efectivos – descontando los considerados nulos-, siempre en base al PREP. Lo que equivale al  45.2 % del total del padrón; contra un abstencionismo del orden de 54.77 % que sumado a los votos nulos arroja un 58.78 % en relación al total. Porcentaje aproximado al 60% que se venía manejando a nivel nacional semanas atrás.


A su vez, en 17 Distritos electorales de la entidad el PRI triunfa legalmente con 1´112,296 sufragios, que representan el 47 % del total de votos útiles y el 21.3 % de la totalidad de votantes potencialmente habilitados para sufragar. En tanto que los partidos que se le opusieran sumaron en conjunto 1´249 280 votos, correspondiéndoles el 52.9 % en relación al número de votos útiles y el 23.9 % del total potencial. En términos de correlación de fuerzas la fidelidad en Veracruz queda en desventaja frente a sus oponentes. Entre otras cosas, el PAN no está muerto en la entidad, no olvidemos que hasta el momento de redactar esta nota, gana 4 distritos y suma a su favor más de 800 mil votos.


A la luz de la aritmética, haiga sido como haiga sido y muchos sabemos como fue, el triunfo del PRI en la entidad es contundente e inobjetable hasta el momento del cierre del PREP, y así se registra legalmente con los números provisionales anotados. En términos de representatividad democrática, con apenas el 21.3 % del total del padrón, frente al 23.9 de sus adversarios, el triunfo a mi juicio resulta cuestionable; prácticamente no contribuye en nada a la vida democrática de Veracruz. Además de que pone en duda las aseveraciones que otorgan a la administración priísta de Fidel Herrera Beltrán  una cifra cercana al 90 % de aceptación ciudadana.


El nuevo reacomodo de las fuerzas políticas en Veracruz, indican, primero, que el verdadero triunfador de la elección del domingo fue el abstencionismo, al que se le sumara el voto nulo que parece si estar pesando en el resultado final de la elección. Segundo, no todo es rojo en la entidad. Tercero y quizá lo más importante, en el actual proceso electoral para la sociedad salió más caro el caldo que las albóndigas; demasiada pérdida de tiempo y valiosos recursos públicos para elegir 21 diputados federales,  que sólo representan a una minoría atrapada por una partidocracia que responde directa o indirectamente a los poderes fácticos.


Un triunfo de la fidelidad veracruzana legalmente soportado pero, a mi juicio, democráticamente irrelevante como expresión política de una sociedad plural.


De ahí que el llamado del gobernador a la conciliación, en previsión a lo que viene en el 2010, debería enfatizarse al interior de nuestra entidad, más que pretender que a nivel nacional el encono generado por la “guerra sucia” pase al archivo muerto.


Lo destacable

La suma de sufragios a favor de Convergencia y PT, resulta insignificante como plataforma de lanzamiento en las aspiraciones futuras de Dante Delgado Rannauro. Su partido en Veracruz no supo o no quiso estar a la altura de una circunstancia coyuntural que pudo haberle sido favorable. ¿Insistirá el senador en su propósito de gobernar a Veracruz?

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México, 6 de julio.- El líder nacional del PAN, Germán Martínez Cázares, anunció esta tarde su renuncia al cargo y que convocará a una elección interna en un plazo de 30 días.

Dijo que al no haber logrado las metas que se propuso para la contienda electoral del pasado domingo y sabiendo que como líder del Partido Acción Nacional (PAN) debe asumir la responsabilidad de todos y cada uno de los resultados en los comicios federales y locales, asume también las consecuencias.

En conferencia de prensa, expresó que no fue posible convertir de manera legítima y democrática la aprobación que tiene el presidente Felipe Calderón entre los ciudadanos, en confianza para los candidatos de Acción Nacional.

«La derrota es el momento más claro para demostrar que en Acción Nacional hay dignidad, ética de la responsabilidad y cultura de la dimisión.   «Anuncio que el día de hoy he tomado la decisión de renunciar a la Presidencia Nacional del PAN, convocaré de acuerdo a nuestros estatutos generales a una sesión de consejo general para elegir en un plazo de 30 días un nuevo presidente nacional», precisó.

Nota completa en:   El Financiero en línea


PREP concluye conteo con PRI a la cabeza en Congreso

El Universal en línea

El Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) concluyó el conteo de sus actas 15 minutos antes de lo previsto por Instituto Federal Electoral (IFE), y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) obtuvo 15 millones 518 mil sufragios, con lo que ganó en 137 distritos electorales.

De acuerdo a los resultados preliminares, la coalición Primero México, conformada por el PRI y el Partido Verde Ecologista de México, ganó en 50 distritos, con lo que confirma la mayoría absoluta del tricolor en el Congreso de la Unión con 241 legisladores.

El Partido Acción Nacional (PAN) quedó en la segunda posición con 71 distritos tras sumar  9 millones 549 mil votos que representan 147 curules.

Mientras que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) confirmó su tercera posición en las preferencias electorales al quedar con 4 millones 164 mil sufragios, lo que redituó para el sol azteca en 39 distritos y 72 diputados.
La coalición formada por Convergencia y el Partido del Trabajo ganó en tres distritos, el primero obtuvo seis diputaciones y el segundo nueve.

Nueva Alianza obtuvo ocho curules en la Cámara de Diputados federal.

De confirmarse estas tendencias, el Partido Social Demócrata (PSD) perdería el registro, al quedarse en 1.3% para refrendarlo, ya que necesitaba al menos 2%.

Hernández: Nuevo bipartidismo

Hernández: Nuevo bipartidismo

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


“El ganador no toma todo porque, para gobernar, requiere del concurso de los demás. Es el fin de los gobiernos divididos y el inicio de los compartidos.”

Manlio Fabio Beltrones

Las encuestas electorales, como ya es públicamente sabido, arrojan aquellos resultados que benefician a quien las paga. Sin embargo, sin querer queriendo algunas veces suelen ser útiles. Reflejan la dinámica del proceso de reacomodo de las diversas fuerzas políticas a lo largo de un proceso electoral, la intencionalidad  del ejercicio como instrumento propagandístico de manipulación social y, por qué no, también una aproximación consecuente a la realidad.

Fidelidad

Fidelidad

Bajo esta óptica, llama la atención la amplia difusión de un panfleto a todo color repartido en todo el Estado a través de la prensa escrita en donde vino encartado,con el que se divulgan los resultados de la última encuesta de Mitofsky, que a 12 días de la elección del 5 de julio otorga al PRI en Veracruz carro completo. Y no es para menos, pues apenas una semana antes tanto el PRI como el PAN daban por hecho que el carro completo era prácticamente imposible para ambos partidos, dado el clima de polarización que ha venido caracterizando al proceso electoral en marcha.

Folletín en mano, en los círculos políticos y tertulias de café se discuten los resultados apuntados; la sorpresa no es minúscula y la justificación de los mismos para quien se inclina a favor del priísmo, es atribuible, como siempre, al “efecto Fidel” y no a los candidatos, sus perfiles, propuestas o promesas de campaña. Para quienes no comulgan con la “fidelidad”, la encuesta está cuchareada y ven en ella mano negra. Los menos, analizan, echan números, recurren a rumores y comentarios que con anterioridad mencionaban que el PRI podría perder 5 o 6 distritos y, no cuadrándoles las cifras, llaman a tener paciencia y esperar los resultados finales de la elección, ante la posibilidad de sorpresas no esperadas como el triunfo del candidato del PANAL en Huatusco.

En términos de racionalidad democrática, si es que ello tuviera cabida en las actuales circunstancias del país, lo que debería estar a discusión no es la certeza o falacia de la posibilidad del carro completo para uno u otro partido; elementos como la legalidad y la legitimidad de la elección tienen mayor peso, ante el cuestionamiento de la representatividad democrática y rechazo creciente al sistema de partidos políticos en México. Esto no se da, prevaleciendo la fórmula calderonista del “haiga sido como haiga sido”, con un voto se gana.

Pasándose por alto que, estimándose a nivel nacional alrededor de un  60% de abstencionismo como escenario más optimista para el 5 de julio, en Veracruz sobre este mismo supuesto, los partidos contendientes se disputarían un máximo de 2.1 millones de votos, correspondiéndole al ganador con carro completo, si nos atenemos a los porcentajes expuestos en el panfleto de marras, apenas algo así como un poco más de 1 millón de sufragios. Lo que equivale a que la bancada priísta veracruzana en la Cámara de Diputados,   habría sido electa por el 20  % del total de votantes registrados en el padrón electoral de la entidad.

Esto último sin contar con que de darse un muy posible incremento en el bajísimo y por tanto poco creíble porcentaje que la encuesta le asigna al PRD y Convergencia, este sería a costa de los dos partidos punteros.

Triunfo pírrico para el PRI y su carro completo, que podría ser legal pero no de ninguna manera legitimo;  lejos de reflejar el más del 90 por ciento de aceptación del proyecto priísta de la Fidelidad, como presume el propio gobernador Herrera Beltrán,  pondría en evidencia la pobreza de la representatividad democrática en la vida política de una sociedad plural como la veracruzana.

Y lo más preocupante. De acuerdo con la encuesta de marras, la votación a favor del PAN, PRD y partidos menores alcanzaría el otro 20 % restante, dando lugar a un empate entre el partido que gobierna en Veracruz y los que se le oponen, generándose un clima de polarización política que lejos de atemperarse una vez pasada la elección, se vería  recrudecido precisamente en el punto de partida para el proceso electoral del 2010, poniendo en riesgo la gobernabilidad en la última fase de la administración a cargo del Maestro Fidel Herrera Beltrán.

¿Esto es lo deseable para el PRI en Veracruz en su aspiración a carro completo? Seguramente no, pero el triunfalismo desbocado suele ser mal consejero en un régimen en el que se rinde culto a la egolatría.

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J. Enrique Olivera Arce


Ante el riesgo de que el intercambio de inmundicia a que podría dar lugar el debate anunciado entre Beatriz Paredes Rangel del PRI y Germán Martínez del PAN, fortaleciera en la ciudadanía la idea de votar en blanco o nulificar el sufragio, Jesús Ortega, Presidente Nacional del PRD entró al quite y bajo el argumento baladí de ausencia de equidad, facilitó la tarea al IFE, al TRIFE  y a los presidentes nacionales del tricolor y el blanquiazul de evitar incrementar el ya de sí enrarecido clima de descomposición en que ha caído el actual proceso electoral.


No hay debate televisado, sin embargo, bacinica en ristre cada quien por su lado y por todos los medios a su alcance, los partidos punteros mantendrán a nivel de piso  su línea de denigración de la política y torpedeo a la línea de flotación de la incipiente democracia.


¿O es que,  atendiendo a lo que cotidianamente difunden los medios de comunicación, podría esperarse del fallido debate un intercambio civilizado de ideas y propuestas? Indudablemente que no.


La espiral de mutuo descrédito en que se revuelven PAN y PRI, a unos cuantos días de que concluyan las campañas políticas, es tan intensa que por simple reacción inercial el intercambio de inmundicias era más que inevitable. Por razones obvias, toda la clase política tenía que evitar que la mierda desbordara el bacín y que mejor que un colaboracionista experto en la materia como Jesús Ortega,  se prestara a ponerle freno a tal desatino.


Desafortunadamente, el destino alcanzó a nuestros inefables políticos. El mal viene de atrás y ya no hay tiempo para borrar del imaginario popular la profundidad de la crisis por la que atraviesa el sistema de partidos en México. La corrupción e impunidad brota por doquier y son los mismos partidos los que se han encargado de destapar la cloaca. Para la ciudadanía no pasa desapercibido escándalo tras escándalo en el que se ven involucrados personeros de la vida política nacional, estrechamente vinculados con los más oscuros intereses de quienes se disputan el destino de México como botín.


El cochinero no se ha cerrado aún. Falta mucho por ver de aquí a los cierres de campaña. Aún queda mucha mierda en las alforjas del PAN el PRI y el PRD, por lo que no es de dudarse que entre ella habrá que recorrer el camino entre nuestro hogar y las urnas. Más ello no debe ser inconveniente para, armados de fe más que de confianza, cumplamos con nuestra obligación y deber cívico de sufragar. Que la responsabilidad de un proceso fallido no quede en la ciudadanía.


Lo que pase después del cinco de julio será otro boleto. Otro escenario en el que la responsabilidad depositada en el arbitro de la elección y en el tribunal que habrá de sancionarla, estará en juego. Esperemos que nuestro voto se respete por el bien de todos.

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Acusó que la actitud del ex candidato presidencial es la de un extremista de izquierda

Ciudad de México.- El líder nacional del PRD, Jesús Ortega, arremetió contra Andrés Manuel López Obrador a quién acusó de traicionar sus principios y engañar a la militancia perredista con su llamado a votar por el PT en Iztapalapa.

“Quienes siendo militantes del PRD llaman a votar por los candidatos de otros partidos, no actúan congruentemente, y en realidad traiciona sus principios y pretenden engañar a los ciudadanos que militan, simpatizan y trabajan con el PRD”.

Acusó que la actitud del ex candidato presidencial es la de un extremista de izquierda y aseguró que los extremos siempre terminan por juntarse, “con esa actitud al margen de sus intenciones le hacen el favor a la derecha que es nuestra verdadera adversaria”.

Ortega señaló que la eventual expulsión de López Obrador del PRD se dará desde los órganos institucionales del partido pero una vez que pase la elección federal del 5 de julio.

Nota completa en: Milenio 17/06/09

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


El debate va. Las opciones de votar o no votar, inclinarse por el voto válido o por el voto nulo, a 20 días de la elección están en el ánimo de amplios sectores de la población.

En términos de racionalidad, siendo la democracia representativa en México asignatura pendiente por construir, el hacer valer lo dispuesto en la Constitución General de la República, que otorga a todo ciudadano el derecho a votar y ser votado, asumiéndose el pueblo como mandante, da lugar a que todas las opciones electorales sean respetables y legítimas, incluyendo el llamado voto en blanco o voto nulo. No obstante, la sola idea de castigar a la clase política impugnando de facto a un proceso electoral contrario a los intereses de las mayorías sin que tal determinación se haga acompañar por acciones organizadas de movilización social, no parece tener justificación alguna. No beneficia en nada a la ciudadanía ni tiene consecuencias legales, éticas o políticas  para aquellos a los que se pretende castigar.

Una elección se gana,  así sea por un voto, con la suma aritmética de sufragios válidos a favor de un partido o candidato, lo mismo si votan millones que si la participación en las urnas se reduce a unos cuantos miles. Lo demás, simple apunte para el anecdotario, o tema para tres años de denuncias y protestas que ni le van ni le vienen a la clase gobernante.

Sin embargo, “haiga sido como haiga sido”  el origen de la campaña a favor del voto nulo, lo que no se puede perder de vista es que para el imaginario popular tiene un carácter simbólico que va más allá del marco legal, rebasando incluso el que tanto tenga de grosor y sensibilidad el carapacho que recubre el cinismo de la clase política. El descontento ciudadano ha ido en aumento, generalizándose, justificando la indignación y la búsqueda de instrumentos o vías alternativas por las cuales manifestar o canalizar el rechazo al actual estado de cosas. Y que mejor que en la coyuntura, darle la espalda a los partidos políticos negándoles el voto, aún a sabiendas de que con ello no cambia nada.

Si bien no estoy de acuerdo en lo personal con la aplicación de voto nulo como castigo al sistema político que prevalece en México, no puedo dejar de considerar que, frente al cómodo abstencionismo, el asistir a las urnas y votar, así sea de balde, constituye un paso progresista en el largo trecho por recorrer en la tarea de dignificación de la política y  rescate de la democracia representativa. No porque los políticos escuchen y atiendan a la necesidad de cambio, ellos están en contra, sino visto como un aún tímido primer avance en la toma de consciencia nacional de la necesidad de avanzar en la tarea pendiente de construir desde abajo la organización popular y democrática de que hoy se carece; un partido político unitario capaz de oponerse a la tendencia fascista que hoy desde las altas esferas del poder real se impulsa en México con el contubernio del PAN y el PRI como soporte.

Bajo esta óptica, el voto nulo se entiende y justifica. Calderón Hinojosa  se equivoca si cree que el pueblo de México está de acuerdo con su teoría de  desideologización del quehacer público y las tareas del desarrollo económico y social, con la que pretende justificar la profundización de los procesos de privatización de la industria energética y alimentaria, de los servicios de educación y salud, así como la imposición de la flexibilización laboral y el congelamiento de los salarios. El voto nulo, en la coyuntura, le demostrará lo contrario.

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J. Enrique Olivera Arce


Así podría denominarse el barquichuelo blindado de la fidelidad en Veracruz. Cual moderno Nautilus, nada ni nadie le impide navegar con rumbo cierto. Al mando de experimentado capitán y,  con un inmejorable timonel que en medio de las  turbulentas y oscuras aguas de un país al que por doquier le brotan ámpulas anunciadoras  de desastre,  avizora puerto seguro para un día después del cinco de julio próximo y, por qué no, también para el 2010.


Teniendo como marco el escenario de un Veracruz en el que no pasa nada ni nada nos inquieta, salvo caer en las garras del capitán garfio y su casaca azul, la mayoría de los medios de comunicación hicieron gala de su capacidad informativa para destacar el mediocre papel de Javier Duarte de Ochoa, candidato priísta a diputado federal por el distrito electoral con cabecera en Córdoba, en un debate auspiciado por el IFE que no trascendió más allá de las paredes de las instalaciones del árbitro fallido del proceso electoral en puerta, opacado como fue por el fantasma del llamado voto en blanco.


El timonel asignado se dio por satisfecho. Tanto que ya anuncia gira triunfal a lo largo y ancho de los 20 distritos electorales que le son ajenos, para trasmitir el optimista mensaje de lo que su tecnocrática concepción  del mundo, de México y de Veracruz, ofrece como propuesta electoral del PRI para sacar al buey de la barranca.


Fuera del marco de un contexto nacional en el que el puntero de la crisis que afecta a México es evidente que no es la desquebrajada economía e incluso tampoco la de la inseguridad al amparo de propiciatorias medidas equívocas de la guerra contra la delincuencia organizada, el joven timonel habló y habló sin dedicar una sola frase a la cima del iceberg que ya sobresale entre las agitadas aguas: la crisis política de un sistema de partidos que, agotado, carece ya de oxígeno para afrontar la también crisis de credibilidad de una ciudadanía harta de simulación, corrupción e impunidad.


Postura congruente la del experto en el debe y el haber, para aquellos ya acostumbrados al blindaje verbal del submarino rojo que, cual gota de agua destilada, navega a profundidad de periscopio entre el estercolero. No así para un imaginario popular en el que la sola opción de castigar a la clase política sufragando a favor de nada  -porque eso es el inútil voto en blanco o nulo-, le entusiasma más que atender a campañas políticas anodinas y carentes de sentido práctico, que conducen a un más de lo mismo.


La política real de este cada vez más hundido país no significa nada para quien las técnicas presupuestales y las falsas salidas economicistas que a la crisis sistémica global ofrece el agotado modelo neoliberal, significan todo. Fiel al capitán y a la nave, el timonel se descubre a sí mismo como el ecléctico salvador del futuro incierto; ofrece puerto seguro en la tierra prometida y bonanza bursatilizada para todos.


Podrá ser diputado federal porque así el voto duro del priísmo lo decidirá, pero dudo que los galones de capitán lleguen a adornar el sombrero de tres picos de Javier Duarte de Ochoa,  joven timonel que cierra ojos y oídos al clamor mayoritario de la gente.

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