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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Habiendo sentado sus reales en el estado tanto el autoengaño como la persistente ofensa a la inteligencia de los veracruzanos, bajo el domo protector del poder coyuntural todo es posible. Definidos por el gobernador  los límites entre la realidad real y la mediáticamente virtual que gracias a la ausencia de oposición partidista, autocensura  en medios de comunicación y carencia de participación ciudadana responsable, marchan en paralelo y sin puntos de encuentro,  hasta la estupidez tiene cabida en la entidad.

Sólo así se explica el que en un escenario diferente a las comparecencias en el Congreso local en las que pesa más el protagonismo de funcionarios y diputados, hilando en torno a más de lo mismo que preocupados y ocupados en un debate serio que pudiera dar luz sobre las condiciones fallidas del gobierno de la entidad y como salir del atolladero, el Sr. Erick Lagos, secretario de gobierno, ante un selecto ramillete de juristas con todo desparpajo afirmara que “Hoy Veracruz disfruta de una democracia participativa y plena”.

Aventurada afirmación carente de todo viso de sensatez del responsable de la política interna veracruzana y en teoría segundo de a bordo del titular del ejecutivo, que sólo cabe en el pequeño mundo feliz del círculo de enanos que medra en la administración pública de la entidad.

Formado éste en el pedestre ejercicio de la política jarocha, cargando el maletín del que manda, seguramente no ha contado con el mínimo de formación intelectual y de cultura política que demanda el cargo que ostenta; exhibiendo total desconocimiento de nuestra Carta magna y, peor aún, de la realidad nacional, por lo consiguiente también de la que en la entidad ignora el mundo feliz y próspero del proyecto transexenal Herrera-Borunda.

En su reciente encuentro con los integrantes de la Asociación “Otero Ciudadano” e invitados, el Diputado Juan Bueno Torio dando repuesta a inquietud de uno de los presentes, tuvo la atingencia de recordar que conforme a lo dispuesto por la Constitución General de la República, la democracia en México es representativa y no participativa, por lo que toca únicamente al Poder Legislativo el revisar, ponderar, modificar, aprobar o no según el caso,  las iniciativa presidenciales.

Más claro ni el agua. Guste o no, en esa realidad real nos movemos y, en tal contexto, lo dicho por el secretario de gobierno de Veracruz, es una soberana tontería, por decir lo menos. Una más de las tantas que a diario mediáticamente nos endilgan quienes viven de y para una realidad virtual ajena a la que en paralelo cotidianamente sufre la mayoría de los veracruzanos.

Si ya de sí la democracia representativa en México es tan incipiente, tomando la partidocracia para sí  lo que en justicia es del pueblo, afirmar que en Veracruz hoy se disfruta de democracia participativa plena, además de soberbio desplante retórico, es muestra evidente de carencia de ubicación política y exceso de simulación que, afortunadamente, los veracruzanos ya identifican como tónica de gobierno en la entidad.

Y aun así, el ignorante y fatuo funcionario, partiendo de la idea de que si en Veracruz -por encargo de Fidel Herrera Beltrán- interviene, decide y controla la vida interna de siete partidos políticos, cree tenerlas todas para aspirar a la candidatura de su partido a la gubernatura del estado en el 2016.

Estamos en Veracruz, todo es posible, hasta la ignominia.

Hojas que se lleva el viento

Qué tiempos aquellos, Sr. Don Simón, cuando a la dirigencia estatal del viejo y nunca renovado PRI y a la administración pública, llegaran personajes  formados en el ejercicio de una sólida conjugación de la cultura y la praxis política. El estimado profesor, abogado, pedagogo, orador, destacado escritor y hoy rector de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz,  Guillermo H. Zúñiga Martínez, quien el sábado presentara su más reciente obra literaria, es un ejemplo de ello. Hoy día, en los sexenios de la prospera simulación, la cultura no forma parte del equipaje de los jóvenes priístas que han optado por transitar los caminos de la política y el servicio público.

Tal fuera su prisa por ascender en la rueda de la fortuna, que la saliente presidente municipal de la capital veracruzana no vio ni quiso ver lo que bajo sus pies pasaba y,  en su soberbia, olvidara que el que montado en el artefacto desde arriba escupe a los de abajo, al descender tarde o temprano también será escupido. Hasta nunca Elizabeth.- Xalapa, Ver., noviembre 24 de 2013.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Gobernador de Veracruz

Javier Duarte de Ochoa

Si algo caracteriza a la actual administración pública  veracruzana, es a mi juicio el clima de simulación que permea vertical y transversalmente en todos  sus niveles.

La inveterada persistencia en mentirle a los veracruzanos sobre un próspero estado de cosas, es la constante y, hasta pareciera ser que la estrategia de comunicación social del titular del ejecutivo se sustenta en la innoble consideración de que la población es menor de edad, retrasada mental o falta de inteligencia para discernir entre una falacia y la verdad que  de manera pertinaz se impone en la realidad de la vida cotidiana.

Es por ello que no tiene nada de extraordinario el que Erick Lagos, secretario de gobierno y guía político en la entidad del perredismo en desgracia, promocione la insustentable mentira de que “en tres años se han superado las expectativas del plan de desarrollo veracruzano”, como anticipo a la tónica que habrá de imprimírsele al mensaje que, desde el Castillo de san Juan de Ulúa, emitirá el Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa con motivo de su tercer informe de gobierno.

Nada nuevo, la misma estrategia, la misma tónica, la misma falacia que de tanto repetirse a lo largo de tres años, se esperaría fuera aceptada como verdad por una ciudadanía que no termina aún de asimilar los renglones más oscuros de los mitológicos logros del  ex gobernador Fidel Herrera Beltrán.

Y no es así, la percepción de hombres y mujeres comunes en la calle indica lo contrario. El gobierno de Herrera Beltrán es referente de lo que pudo haber sido y no fue; tiempo pasado que no teniendo  retorno no desdibuja presente y futuro de la actual administración a cargo del Sr. Duarte de Ochoa.

La credibilidad en el gobierno de Veracruz alcanza ya su nivel más bajo en los tres años que están por cumplirse, en tanto que para el futuro cercano, las expectativas de un cambio para bien orientado a un alcance mínimo de la prosperidad que se oferta en el plan estatal de desarrollo, son negativas.

Luego si la estrategia de comunicación social en un proceso de rendimientos decrecientes, no cumple con la tarea asignada al  engaño y la simulación, porqué persistir en sostenerla. En medio de la opacidad reinante, nadie se lo explica. ¿A qué propósitos o intereses poco claros está orientada? ¿A quién o a quienes beneficia? Para hombres y mujeres comunes es una verdadera incógnita.

Podría pensarse que si en efecto se considera a los veracruzanos como de dudosa inteligencia, al gobierno le daría  igual si la estrategia adoptada cumple o no cumple con un propósito racional de gobierno, como también daría  igual si en una relación de costo-beneficio, los rendimientos son decrecientes en perjuicio del dinero de los contribuyentes.

Pero, si esto fuera así, no tendría sentido engañar a quienes no son capaces de discernir entre la verdad y la mentira. Con guardar silencio, omitiendo tanta verborrea falaz sería más que suficiente y más barato.

Surge entonces la duda. Si los veracruzanos son lerdos  y cortos de memoria, ¿a quién entonces se propone engañar el gobierno del Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa? ¿Cuál es la intención de mantener una política de comunicación social fallida?

¿Acaso el gobernador se engaña a sí mismo y, por ende, sus colaboradores y empleados más cercanos le siguen la corriente en tanto que la prensa oficialista se hace eco para mantenerse en el pesebre?

Permítaseme dudarlo. Confío más es una estrategia diseñada a priori con propósitos a saber cuáles. No puedo aceptar sin faltar al respeto a la gran familia veracruzana, que esta se equivocó en la elección de gobernador.

Equivocado o no en las especulaciones aquí vertidas, lo cierto es que en unos días más tendremos que tragar sapos escuchando de voz del gobernador que con los resultados alcanzados en la primera mitad de su mandato, se han superado las expectativas del plan veracruzano de desarrollo.  Como así lo anticipara el responsable de la política interna y “guía moral” del perredismo en la entidad.- Xalapa, Ver., octubre 24 de 2013.

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Pulso crítico

José Enrique Olivera Arce

“Un partido vive cuando viven una doctrina y un método de acción. Un partido es una escuela de pensamiento político y, por consiguiente, una organización de lucha. El primero es un hecho de conciencia, el segundo es un hecho de voluntad, más precisamente, de tendencia a una finalidad.”: Federico Engels

El diputado federal veracruzano Uriel Flores Aguayo en su artículo semanal, bajo el título “El PRD y Peña Nieto”, comparte con sus lectores su preocupación sobre el papel a asumir por el Partido de la Revolución Democrática frente al gobierno de Enrique Peña Nieto, a partir de la toma de protesta del priísta el próximo primero de diciembre.

“Son tiempos de definición para la izquierda mexicana, el PRD centralmente en ella”, reflexiona, agregando que es imperativo que el partido se ubique en el momento histórico, que precise como quiere ser y que quiere para México”.

Reflexiones válidas, efectivamente enmarcadas en el momento histórico que vive nuestro país. Más no precisamente por el retorno del PRI con Peña Nieto a la presidencia de la República, sino por el entorno global de una crisis recurrente más del capitalismo, dentro del cual se cuestiona el modelo neoliberal, económico y social de nuestro país que, agotado, requiere de reformas estructurales de fondo y no actos legislativos simulados, que den viabilidad al Estado-Nación para su transcurso en el nuevo siglo.

Las definiciones que se reclaman no sólo atañen a la izquierda mexicana, a un partido político en particular, sino a todo el Estado-Nación en su totalidad en un horizonte de mediano y largo plazo, no solamente en la coyuntura sexenal de de un proceso político administrativo de continuidad de la administración pública federal.

En este sentido, a mi juicio la atención, preocupación y reflexión de Flores Aguayo sobre su partido, debería ser extensiva a toda la sociedad en su conjunto. Qué y como concebir a México para la próxima centuria, a partir de lo que es hoy a la luz de realidades objetivas, así como percepciones que suman experiencias de un ayer guardadas en la memoria histórica, y el quehacer presente sin rumbo y sin un destino claro al cual arribar.

Más sin embargo, el diputado se queda corto. Su estrechez de miras dominada por el pragmatismo de los tiempos que corren, ideológicamente no dan para tanto. No obstante refleja una preocupación real y la confusión existente (izquierda sin partido, partido sin izquierda) no sólo en muchos perredistas bien intencionados, que ven en la izquierda una alternativa de lucha acorde con su concepción del mundo, de la vida y el quehacer político que exige mayor participación ciudadana en la búsqueda de equidad y democratización del país.

Su planteamiento se sustenta en premisas a mi juicio falsas que desvirtúan su preocupación e interés como hombre de izquierda.

Argumenta razones de gobierno y no de Estado en cuanto al papel del PRD como partido de oposición. Lo sustantivo a mi entender no es quien gobierne sino como gobierne, con que propósitos y con que objetivos se orientará la marcha del Estado-Nación. En este marco no se puede hacer de lado que la razón última de todo partido es la toma del poder político del Estado.

Afirma que el PRD es un partido de izquierda, cuando no lo es en el sentido clásico del concepto y denominación y, ni siquiera puede ubicársele como de “izquierda moderna” en los terrenos reformistas de la social democracia europea. Su eclecticismo ideológico, oportunismo pragmático y falta de compromiso para con las clases subordinadas en pie de lucha, le desdibuja como partido y como movimiento social.

Como una conjunción de fracciones o tribus de lo más disímbolo en propósitos y objetivos, carente de un programa unitario para la acción lo mismo para el corto plazo que en un horizonte de largo aliento, si en el marco del sistema político electoral en México se le puede considerar como partido político, este en tal escenario jurídico se ubica ideológicamente en el centro del espectro en la actual correlación de las fuerzas político electorales en el país, dominadas por cierto por las corrientes de centro-derecha.

Para dar contenido a su preocupación, Flores Aguayo recurre a los resultados de la última elección presidencial por la autodenominada izquierda, agrupada en el  “Movimiento Progresista”.

Si bien la alianza electoral cuantitativamente obtuvo algo más de 16 millones de votos, el PRD, por sí mismo participando solo en la contienda no habría alcanzado tal cifra que, objetivamente, fue un logro atribuible al liderazgo de López Obrador como candidato común. Cualitativamente, lo alcanzado es resultado de un proceso de maduración en amplias capas de la población que en medio del hartazgo y la frustración, votaran a favor de un cambio verdadero no más allá del reformismo limitado ofertado por el político tabasqueño. En esta premisa, vale acotar que con la salida de Andrés Manuel de las filas perredistas, el partido se queda huérfano de liderazgo y capacidad opositora.

Partiendo de tales premisas, considero que no hay mucho de que discutir en torno al papel que debiera jugar el PRD a lo largo del mandato del Sr. Peña, incluyendo el acto formal de toma de posesión en el seno del Congreso de la Unión. Por cuanto a la izquierda real, social y políticamente relevante, sus preocupaciones y tareas van más allá de los límites de los partidos políticos actuales cuyo agotamiento para hacer frente a las expectativas de la sociedad mexicana en el Siglo XXI, también están agotados.

El Partido de la Revolución Democrática simplemente jugará el papel protocolario que como “oposición de izquierda”, le fije e imponga el sistema político nacional. Lo demás, incluida la toma de tribuna o no en San Lázaro, es un simple show para justificar obtención y uso de las prerrogativas que se le tienen asignadas. Como sin duda ocurrirá con los partidos del Trabajo y Movimiento Ciudadano.

Luego la preocupación central de Flores Aguayo sobre el futuro de su partido, cae en el vacío por irrelevante, cuando lo que sí debería ser objeto de revisión y debate, es el papel que los partidos políticos juegan en el Estado-Nación mexicano, implicando ello  revalorar lo que la ciudadanía en general y la militancia para el caso  particular del PRD, espera de ellos. Aclarándose una confusión que ya deviene en crisis político existencial para la izquierda electoral.

Los perredistas de buena fe que vienen de la izquierda histórica, lo viven y sienten en carne propia, resistiéndose a abandonar las filas de lo que aún creen es una alternativa opositora válida en México, cuando al mismo tiempo están cada vez más convencidos de que con el PRD no van a ningún lado, ni en lo electoral ni el propósito sustantivo de todo partido que es la toma del poder.

Sentimiento de inmovilidad e impotencia que se incrementa conforme se observa un ascenso mundial de masas, en el marco de la nueva expresión de confrontación clasista frente a los triunfos coyunturales de la derecha. Una nueva oportunidad de ascenso para la izquierda, jalonada por la movilización internacional de trabajadores, profesionistas, amas de casa y estudiantes bajo banderas rojas, frente a las medidas de austeridad fiscal y precariedad del trabajo consecuencia de la crisis sistémica global. Es la hora de la izquierda al lado del pueblo y,  para los perredistas bien intencionados su partido se mantiene al margen, les fue secuestrado por una burocracia insensible, acomodaticia y corrupta. Ahora están a la deriva, confundidos ideológicamente sobre el qué hacer y frustrados por equivocar el camino.

Dentro de esta crisis ideológica, ética y moral se encuentra Flores Aguayo. Por un lado se aferra a un  PRD social y políticamente agotado, con la intención de sumarse a su rescate desde dentro, asegurando supervivencia política y modus vivendi con el cargo que detenta, por otro, su sensibilidad social y experiencias del pasado, le dice como ciudadano de a pie y simpatizante de López Obrador que el camino a seguir es participar en Morena como nuevo partido en construcción. Su indefinición y falta de decisión para abandonar el PRD, lo mismo le genera rechazo al interior de su partido y  en las filas de Morena que un vacío existencial.

Sin una u otra opción, no es nada, como nada son quienes como el diputado no se atreven a dar un paso adelante. Sobre ello se debería reflexionar, más que preocuparse por si la cúpula tribal y burocrática del PRD concilia o no con el Sr. Peña y su proyecto de continuidad.

Hojas que se lleva el viento

Gracias al talante democrático que priva en el seno del PRI en Veracruz, el Consejo Político del tricolor en asamblea celebrada el pasado domingo ratificó a Erick Lagos como presidente del CDE, cumpliendo así con la instrucción del gobernador Duarte de Ochoa de premiar al destacado organizador de derrotas. El fidelismo, de plácemes. Xalapa, Ver., 21 de noviembre de 2012.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Si aún grazna como pato, se mueve y  camina como pato, ¿podemos dudar que el ave dejará de ser pato? Para algunos ingenuos la duda persiste, no porque estén convencidos de que el palmípedo del estanque ha dejado de ser tal, sino por pensar que por su oscuro plumaje, su linaje hoy es de cisne real, ajeno al mundanal estira y afloja de la elección presidencial.

Y cuidado que son muchos los ingenuos que se han ido con la finta de que el distinguido ideólogo veracruzano, artífice de la corrupción institucional, el engaño y el desastre político y administrativo, deja la política para erigirse en académico de altos vuelos, politólogo experto en crisis y oportunidades, cuya palabra por sobre todas las cosas, debe ser escuchada lo mismo en el ámbito internacional que en los círculos del poder doméstico.

Fidel es Fidel, hoy y siempre, hasta el momento en que deba entregar cuentas al creador. La política a la mexicana está en su sangre y en su intelecto, irredento no puede abandonar, nació para la corrupción y en ella morirá.

Veracruz por derecho propio y de nadie más es su universo. Fuera del estanque quien se asume cisne negro, patito feo es, así está marcado en su naturaleza. Luego no podemos esperar que de buenas a primeras deje gobernar en paz a su próspero comodín, hechura fiel de sus insulares sueños de omnímodo virrey.

Erick Lagos al PRI. Así lo decidió Fidel. Y con el, Reynaldo Escobar Pérez a la candidatura priísta a la diputación por el distrito de Xalapa Urbano. El fidelato como proyecto trasexenal permanece incólume. Un paso más en el propósito de llevar hasta sus últimas consecuencias la imposición de la dinastía Herrera-Borunda. Le pese a quien le pese, el virreinato primero, la elección del jefe de jefes, materializado este en la persona de Enrique Peña Nieto, objetivo subordinado en tanto el fortalecimiento del presidencialismo a que aspira el mexiquense, resta autoridad e independencia a los gobernadores hoy virreyes emanados del tricolor.

Siempre mejor cabeza de ratón que cola de león asume el ideólogo que marca rumbo a Veracruz. La experiencia de la relación con Vicente Fox, no se escatima en los planes de quien sigue gobernando a la entidad desde los oscuros rincones de “la vida privada y académica”, pretendidamente impuesta “de facto” a Fidel por la camarilla que, desde Atlacomulco, aspira retornar al pasado para imponer en el futuro inmediato el viejo estilo de gobernar desde Los Pinos.

Sabedor de quien realmente gobierna en Veracruz, a regañadientes el priísmo estatal agacha la cabeza. Deja atrás rumores y maledicencia. Lo que piense el centro no atañe a la periferia. Erick Lagos va al PRI en tanto Alberto Silva vela armas en previsión a lo que para el futuro se  le tiene encomendado.

Duarte de Ochoa, entre la espada y la pared, como siempre, deja hacer, deja pasar en espera de la oportunidad que no llega ni desea. El cetro virreinal, lo sabe, es prestado y así lo manifiesta.

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