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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Cae más pronto un hablador que un cojo, más en la casa del jabonero, en donde el que no cae resbala… Sabia conseja popular que para todo y en todo se acomoda sin más sustento que el sentido común que suele superar en no pocos casos a la filosofía, hermana mayor que de tanto incursionar y profundizar en lo que pudo haber sido y no fue, termina por perderse en el laberinto de su propia soledad. Si, la sabiduría popular en épocas de pragmatismo a ultranza, confusión ideológica e incertidumbre frente a un futuro incierto, suele quedar como anillo al dedo cuando la política deja de tener sentido en el imaginario colectivo,  como es el caso de lo que se está viviendo en Veracruz.

Sin rumbo ni brújula, con un timonel ajeno al bien común, la sociedad veracruzana navega al garete. El discurso proselitista que tantas expectativas levantara,  quedó en eso, simple herramienta retórica con la pretensión de decir lo que los veracruzanos querían escuchar. A nueve meses de distancia de su toma de posesión como gobernador de dos años, Miguel Ángel Yunes Linares es juzgado por la opinión pública como un hablantín pendenciero, incapaz de sustentar sus dichos con hechos palpables que apunten a un desempeño eficiente y eficaz del gobierno de la alternancia.

Creyó a pie juntillas que con enfocar sus baterías en contra de sus adversarios políticos con Javier Duarte a la cabeza, los veracruzanos reconocerían su férrea voluntad por sanear a una administración pública postrada y saqueada. Se equivocó. Para el imaginario colectivo el combate a la pandilla de corruptos servidores públicos, no pasa de lo anecdótico alimentando mediáticamente el morbo de lo más atrasado de la sociedad, cuando el interés general exige un buen gobierno, capaz de enderezar la nave escorada retomando el rumbo del bienestar general, expresado éste en inversión pública y privada, empleos, mejores salarios, seguridad y servicios públicos de calidad.

Gobierno implica conducción y gobernabilidad,  entendida esta como estrategia y praxis de gobierno  convertidas en ejercicio del poder institucionalizado con implicación social y económica,  trascendiendo como paradigma político. Otra cosa muy distinta cuando no se observa conducción y el poder institucionalizado se decanta y diluye perdiéndose gobernabilidad. Veracruz con Miguel Ángel Yunes Linares se encuentra en tal tesitura en una espiral de violencia que pone en entredicho lo mismo al estado de derecho que el fin último del gobierno de dos años.

Si su interés residiera únicamente  en rescatar y sanear a la administración y finanzas públicas estatales, el tiro le ha salido por la culata. Para sus gobernados se percibe no solo el no cumplimiento de tal propósito, sino todo lo contrario. Perdiéndose un tiempo valioso en tanto que el deterioro económico y social en la entidad sigue cuesta abajo, arrastrando consigo al quehacer político cuya mediocridad en vísperas del proceso electoral del 2018, es más que evidente. Tanto que se da como un hecho el que por sobre la razón de Estado, Yunes Linares imponga como candidato a sucederle en la gubernatura a uno de sus vástagos.

Faltándole escasos 15 meses de gestión al frente del gobierno de Veracruz, no solo cual invitado a la casa del jabonero resbala, también peca de soberbia ignorando la conseja popular que nos dice que más pronto cae el hablador que el cojo. Soberbia que su partido no ignora y que su aliado, el PRD, mirando para otro lado se hace como el tío Lolo.

Partido político este último que bien se guarda de decir esta boca es mía, salvo por las esporádicas declaraciones del politólogo, destacado operador político y ahora filósofo, Uriel Flores Aguayo, que invita a no ver todo en blanco y negro, sino ponderar los medios tonos, puesto que “ni todo está mal ni todo está bien” con el gobierno de la alternancia, sino todo lo contrario.

De ahí que la interrogante obligada del momento, alimentada por la idea de que el gobernador de Veracruz sería nominado como candidato plurinominal al senado en el 2018, es si éste obtuvo el poder institucionalizado para no poder o es una expresión más de la descomposición generalizada en el país de un régimen político cuya fecha de caducidad está vencida.

Cd. Caucel, Yuc., agosto 26 de 2017

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

A la par que el presidente Peña y su canciller empecinados insisten en ver la paja en el ojo ajeno, asumiendo una postura intervencionista en el seno de la OEA que no respalda el pueblo de México, la crisis multidimensional que acusa el país se profundiza.

Acusando el nivel más bajo de aceptación de sus gobernados en los últimos 50 años del presidencialismo en México, el inquilino de Los Pinos pareciendo desentenderse de la creciente demanda de la seguridad pública ante los embates del crimen se ocupa y preocupa más por los asuntos internos de Venezuela que por asegurar gobernabilidad y gobernanza democrática en su país, incidiendo negativamente en la crisis que en todos los órdenes de la vida nacional es más que evidente.

Crisis que por cierto Peña Nieto niega, afirmando no existe más allá de una percepción de un pueblo que se niega a reconocer hechos positivos  que hablan de un país pujante, de un México que avanza a pasos firmes por la senda del desarrollo cuando la terca realidad le desmiente.

El descontento y el hartazgo crecen a lo largo y ancho del país,  y no necesariamente en el terreno político-electoral. Desigualdad, pobreza, desempleo, deterioro del tejido social y pérdida de expectativas de bienestar pesan más en el ánimo de la población que el discurso triunfalista. El consenso social en torno a la necesidad de un cambio de régimen que atraiga paz social y nuevos derroteros para el país es cada día más amplio. La gente quiere y exige un cambio y la élite política nacional no ve ni escucha.

La realidad, siempre la terca realidad, se expresa por diversos medios y caminos. La violencia desatada y sin control de los últimos días en Veracruz, es su reflejo en nuestra aldea. Nadie está ni se siente seguro ahora ni en el interior de su propia vivienda, mientras la llamada clase política del régimen caduco se preocupa y ocupa del incierto escenario electoral para el 2018.

No sólo es la inseguridad pública, también la inseguridad en el empleo, la inseguridad frente al costo de la vida que supera el poder adquisitivo del salario, o el acceso a la educación superior, entre otros factores negativos cuyos efectos se resienten cotidianamente en el seno de la familia, conforman un estado de cosas que va más a allá de la simple percepción en el imaginario colectivo y que parecieran no figurar en la agenda político-electoral, salvo en el manido discurso de la simulación de una desacreditada partidocracia.

“Tanto va el cántaro al agua…” , que el descontento y el hartazgo rebasa ya la capacidad gubernamental para contenerle. Ya no es sólo el doble poder que impone con terror la delincuencia a lo que se enfrenta el gobierno de la alternancia, la movilización de protesta ciudadana, con todo y represión en contra,  se deja sentir con toda intensidad ante la incapacidad gubernamental para atender y resolver lo que en justicia reclama la población.

El cambio es ya ineludible. O se empieza desde arriba, o  desde abajo con las consecuencias que ello implica, los veracruzanos de a pie tomarán la iniciativa. ¡Ya basta!

Hojas que se lleve el viento

Ahora sí, como anillo al dedo, no es lo mismo ser cliente que tendero. A dos días de llegar a término el séptimo mes de gestión del gobernador Yunes Linares, se da como fallida a la administración de una alternancia nacida de la alianza del PAN con el PRD, incapaz de cumplir con los ofrecimientos de una campaña electoral sustentada en la venganza política.

Tras la mampara de la violencia criminal desatada, brillan por su ausencia lo mismo rescate de la administración y finanzas públicas que de una economía en recesión. La entidad permanece postrada con pobreza y desempleo en ascenso, las finanzas públicas estatales en quiebra, la administración un desgarriate y el gobernador, como vocero de lujo de su gestión, solo atina a reafirmar su indignación ante un estado de cosas que rebasándole se le derrama.

Xalapa, Ver., 28 de junio de 2017

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En el imaginario colectivo la percepción cobra peso político cuando la realidad, siempre la terca realidad, se encarga de confirmar lo percibido. Tal es el caso a mi juicio de la incidencia de percepciones sobrepuestas en la vida política de México y, específicamente en Veracruz,  que se objetivizan   en el quehacer cotidiano de la gente, impulsando resistencia y una cada vez mayor agudización en la descalificación del régimen político vigente y la democracia representativa que de este emana.

La pérdida de credibilidad y confianza toca ya a las instituciones republicanas, poniendo en riesgo gobernabilidad y gobernanza en amplios territorios de la nación y regiones específicas de Veracruz, en los que el doble poder marcado por una delincuencia en ascenso y un poder público corrupto e incapaz de ponerle freno,  niega la posibilidad en el corto plazo de recuperar seguridad  y paz social. Lo que para la autoridad se concibe como percepción popular sin sustento, para la población es ya realidad irrefutable, cobrando un peso político que seguramente se reflejará en los resultados electorales próximos en Edomex, Coahuila, Nayarit y Veracruz con su consiguiente impacto en la elección presidencial en 2018.

La descomposición política en las entidades federativas mencionadas, ya no es percepción anidada en “mentes calenturientas”. La corrupción e incapacidad del aparato gubernamental es obvia, la democracia representativa pende de un hilo y la partidocracia rampante pierde el control, teniendo que recurrir, como en Edomex, a lo que ya se califica por los conocedores del paño como una “elección de Estado” auspiciada por el gobierno de Peña Nieto.

En Veracruz, doce años de saqueo de las arcas públicas y la consiguiente pérdida de hegemonía del PRI en la entidad, tiene a la vida política de la entidad desquiciada, sin pies ni cabeza. El gobierno de la alternancia sin recursos, sin visión y acosado por la violencia delincuencial, se manifiesta incapaz de poner orden en el proceso electoral en curso. En un todos contra todos, aflorando las más bajas pasiones, el interés personal y de grupo se impone por sobre el bien común en la trasmisión del poder municipal en las 212 demarcaciones municipales.

La huella de Fidel Herrera y Javier Duarte contamina todo el espectro político-electoral chocando con la estrecha visión de futuro y de gobierno del Sr. Yunes Linares a quien, por cierto, sus cálculos respecto a la bondad de la alianza con el PRD han resultado fallidos; si bien los votos aportados por el PRD le permitieran ganar legalmente  la gubernatura, estos no han sido suficientes para la legitimación ante las mayorías de la alternancia como opción de gobierno. La elección en el 2016 se fue a tercios y la alianza PAN-PRD quedó en franca minoría en la correlación de fuerzas político-electorales, reflejándose en la ausencia de consensos en la conducción del proceso electoral en curso. Una cosa es ganar y otra, muy distinta, sostener el triunfo.

En términos prácticos, el PRD no aporta nada social y políticamente a la alternancia. El PAN tendrá que vérselas solo para concretar el proyecto político del Sr. Yunes Linares.

Hechos objetivos y no solo percepción aislada confirman lo que bulle  en el imaginario colectivo, definiendo intención del voto. La alternancia en Veracruz está resultando fallida;  el PRI aún no asimila la derrota del 2016 y pasivamente contra corriente espera la del 2017; el PAN a la greña en la entidad, el PRD, en franca desbandada. En tanto que MORENA no actúa en consecuencia con visión y congruencia no obstante a sabiendas de que tiene el triunfo al alcance de la mano. Esto en el marco de un clima de corrupción oficial que no cede y una violencia criminal que tiene lo mismo a la población en ascuas que a un gobernador contra la pared.

Así y en tanto los partidos políticos dominantes velan armas, el grueso de la población en espera de su oportunidad. En Junio próximo se verá que tanto peso político-electoral tiene el imaginario colectivo en condiciones atípicas como las que hoy vive México. El sufragio será nuevamente de castigo.

Hojas que se lleva el viento

En Yucatán también se cuecen habas. No obstante mantenerse a la cabeza entre las entidades federativas que acusan mayor grado de seguridad pública, paz social y armónica convivencia entre desiguales, ya empiezan a aflorar señales ominosas de corrupción oficial y colusión con particulares que ponen en entredicho al gobierno estatal de origen priísta. Ya corre el rumor de un conflicto de intereses en la ejecución de las obras de lo que será la Zona Económica Especial de Progreso, señalándose insistentemente al senador Emilio Gamboa Patrón y su grupo como parte activa.

El brutal asesinato de la Sra. Emma Gabriela Molina Canto en la capital del estado parece estar destapando la “Caja de Pandora” en la maraña de corrupción oficial y privada que vincula a Yucatán con Tabasco y Quintana Roo.

Cd. Caucel, Yuc., abril 5 de 2017.

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J. Enrique Olivera Arce

Si partimos del supuesto de que en la elección de junio al voto de los simpatizantes de Miguel Ángel Yunes Linares se sumara el del descontento y hartazgo,  dando el triunfo a la alianza PAN-PRD y con ello, dar paso a la alternancia en el gobierno de Veracruz, habría entonces que considerar que ante el pedestre diferendo entre  Javier Duarte de Ochoa y su sucesor,  no son pocos los veracruzanos que hartos de dimes y diretes descalifican a ambos por igual.

“Tan malo el pinto como el colorado”, es lo que se escucha. Mermando el respaldo inicial otorgado en las urnas al hoy gobernador electo.

 Descontento y hartazgo no tienen color de camiseta. Luego el voto de castigo que beneficiara al PAN-PRD,  no necesariamente representa un cheque en blanco para Yunes Linares. Tan volátil es,  que de la noche a la mañana lo mismo puede expresar confianza en la alternancia para obtener respuesta a sus expectativas de retorno a la normalidad democrática, paz social y bienestar, que amplio rechazo caso de no cumplirse con lo que la ciudadanía espera del cambio de estafeta.

De ahí que el capital político con el que iniciará Yunes Linares su mandato, a mi juicio estará sujeto en el futuro inmediato al alza o a la baja conforme se frene o continúe  el clima de incertidumbre y malestar que aqueja a una gran mayoría de  los veracruzanos. Y este estado de ánimo, por lo que se alcanza a observar,  no necesariamente va de la mano con la oferta política, económica y social de una alternancia que, para empezar, aparentemente no cuenta con el respaldo presidencial pues de otra manera Peña Nieto ya hubiera frenado a Javier Duarte en su estrategia de defensa al costo que sea.

Oferta que habrá de concretarse en el llamado “Plan Estatal de Desarrollo” que, su momento será aprobado por la Legislatura local y, que, siempre a mi juicio, no es garantía de congruencia en la tarea de rescatar a la entidad de la situación que se viene arrastrando a lo largo de la última década.

Esto último podría confirmarse con la tónica de la orientación tecnocrática que se pretende dar al “Plan Estatal de Desarrollo”, basada en algo tan jalado de los pelos como “una economía creativa para Veracruz” (De Interés Público 2016/08/09), tesis sustentada por el  economista Francisco Montfort en su carácter de coordinador responsable de la elaboración del documento y que a todas luces está fuera de contexto ignorándose la realidad real del país y de la entidad.

A ello habría que sumarle el hecho de que en el ámbito de la política política, la alternancia no será torpedeada únicamente los partidos políticos opositores, también por el “fuego amigo” de entre las filas de un PAN dividido, así como por las naturales contradicciones de una alianza que, ante la proximidad de los comicios municipales del 2017 y la “madre de todas las batallas” en el 2018, se antoja endeble y de muy corta duración si se considera que el PRD para sobrevivir debe renunciar a sus coqueteos con la derecha e intentar rescatar su identidad como partido de izquierda electoral, dejando sólo al PAN en la tarea de gobernar.

Luego cabe  preguntarse si el gobernador electo contará con una base social sufrientemente amplia como para que durante su mandato la fiesta marche en paz. El tiempo se encargará de poner las cosas en su exacta dimensión, empero, en el presente más allá del pleito que domina el escenario mediático, la economía veracruzana sigue cuesta abajo sin visos de interés alguno por su rescate y reordenación.

Hojas que se lleva el viento

A rio revuelto ganancia de pescadores. Conforme empiezan a pesar en las espaldas de Miguel Ángel Yunes los kilos perdidos de Javier Duarte, priístas como el senador Héctor Yunes Landa ven en la crisis veracruzana oportunidad para llevar agua a su molino. El 2018 está a la vuelta de la esquina y los anhelos de revancha están a la orden del día.

No está de más insistir. Morena no debe perder tiempo subiéndose al ring mediático. La tarea de construcción de una estructura partidista desde abajo que responda a los retos del 2017 y 2018,  tiene prioridad.

Xalapa, Ver., agosto 11 de 2016.

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J. Enrique Olivera Arce

En política lo que se ve, es.. Anónimo

En medio de una profunda crisis de aceptación social y credibilidad, el gobernador de Veracruz se resguarda con patadas de ahogado que ponen en condiciones de alto riesgo ya no solo la ya de frágil condición que guardan tanto la economía como la hacienda pública estatal, también la gobernabilidad y la paz pública Patadas de ahogado de un gobernador fallido que, con la complicidad de un poder legislativo abyecto y el silencio del judicial, colman ya el hartazgo de una sociedad lastimada y dolida.

Esto a ciencia y paciencia de una población que, como invitado de piedra, no tiene ni voz ni voto en una democracia simulada, en la que una minoría privilegiada y corrupta se despacha con la cuchara grande con toda impunidad, haciendo y deshaciendo a su antojo ante el silencio masoquista de las mayorías.

Pálido reflejo de la crisis de representatividad que acusa en el entorno más amplio del contexto nacional el régimen político vigente -sustentado en una partidocracia voraz, insensible, corrupta- por principio obsoleto por obvia caducidad de su función social y política, Veracruz se debate en su propio lodo.

Crisis veracruzana que la mayoría de los medios de comunicación en la entidad parecen ignorar, o bien le descartan en su agenda de negocios, atendiendo más a sus intereses coyunturales cortoplacistas que a la función que la sociedad le tiene encomendada.

Se dice que el hilo se revienta por lo más delgado y Veracruz se encuentra ya en tal tesitura como parte del todo nacional, exhibiendo la podredumbre de las póstulas que afloran en el cuerpo económico, político y social de la entidad. Si Veracruz en el pasado destacara por su pujanza económica, su fortaleza política al servicio de gobernabilidad y gobernanza del partido detentador del poder formal, y un tejido social proclive a la cultura y el progreso, hoy por hoy no es ni la sombra de lo que endenantes fue. Así lo asienta la estadística oficial, lo percibe la población y lo ratifica una clase política ramplona, rapaz y acomodaticia, que se resiste a aceptar su flagrante divorcio con la llamada sociedad civil, renunciando a la salvaguarda de las mejores causas de la sociedad veracruzana.

Lo paradójico de esta situación es que percibiéndolo, una inmensa mayoría de la población en Veracruz deja hacer deja pasar, avalando con su silencio y ausencia de ciudadanía responsable y consecuente, todo aquello que por principio le afecta y lastima. “Palo dado ni Dios lo quita”, dice para sus adentros la víctima del desorden, el saqueo y la corrupción oficial impune, haciendo gala de un enorme sentimiento de resignación frente a lo que presumiblemente no está en sus manos remediar. Y de eso se vale quienes gobiernan profundizando el lamentable y desastroso estado de cosas que tiene postrada a la entidad.

Y aún más paradójico, el observar que la mayoría de los medios de comunicación y sus “formadores de opinión”, presuntamente mejor informados que la audiencia a la que dicen servir con verdad y objetividad, toma el rábano por las hojas, destacando lo accesorio y callando lo sustantivo; contribuyendo por comisión u omisión al deterioro generalizado de una entidad federativa que debiera tener mejor destino.

El que paga manda y, con este criterio empresarial, la prensa, salvo contadas y honrosas excepciones, dice lo que el régimen corrupto quiere escuchar y propalar. Sin parar mientes en que la terca realidad real desmiente a la palabra escrita. O, en el mejor de los casos, contribuyendo inconscientemente con cortinas de humo sustentadas y alimentadas con rumores, chismes y maledicencias en torno a la grilla que no política, en el quehacer gubernamental y partidista; constituyéndose en juez y parte de la crisis del régimen y agotamiento de la administración duartista en la entidad.

En este escenario pedestre, sociedad, gobierno, política y prensa son a la par víctima y victimarios de sus propias contradicciones. Y es en este marco que la posibilidad del tan necesario como urgente rescate de la buena marcha de Veracruz, se aleja cada vez más en un ominoso horizonte dejando camino libre al más de lo mismo.

¿Hasta cuando? Es lo que debería preguntarse una sociedad que con más visos de masoquista que de protagonista activo de su destino presente y futuro, es parte del problema y no de una esperada solución al círculo perverso que nos ahoga.

Hojas que se lleva el viento

Estando constituido el gobierno de Veracruz por los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, ninguno se salva en el perverso quehacer cotidiano por el que transita el desastre generalizado de la entidad. Los tres poderes se cubren con la misma sábana, haciendo nugatorio todo esfuerzo de la población por hacer valer el escuálido y maltrecho estado de derecho. La democracia representativa está secuestrada y el principio de soberanía popular vulnerado. Y sin embargo, lo aceptamos como algo natural y con ello somos felices, compartiendo con Duarte de Ochoa la tan distante como ilusoria prosperidad que nos motiva a seguir avalando en las urnas al dinosaurio tricolor y sus espurios satélites.

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No podemos ni debemos olvidar que el PRI en Veracruz electoralmente es primera minoría, representando en el Congreso local a su voto duro y a un reducido número de veracruzanos apáticos o mal informados. A nadie más, luego la aprobación por mayoriteo del tricolor de la aberrante iniciativa de Javier Duarte, de endeudar de por vida a los veracruzanos con una cuestionable “reestructuración de la deuda pública”, no cuenta con el reconocimiento y aval de la mayoría del electorado. Vale la pena refrescar la memoria para actuar en consecuencia y negarse a la posibilidad del triunfo del tricolor en los comicios venideros.

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Si no fuera porque el PRI es parte del gobierno y lo que a su interior acontece nos afecta a todos, su enlodado acontecer cotidiano en Veracruz no debería de ocuparnos y mucho menos preocuparnos, salvo para tomar nota de sus debilidades y atacarlo en las urnas donde más le duele, negándole el sufragio a sus candidato en elecciones venideras. La descalificación de las dos corrientes mayoritarias encabezadas por Yunes Landa y Yunes Zorrilla por parte de Duarte de Ochoa y el presidente estatal del tricolor, debería ser una más que obvia ventaja para la oposición, empero, hasta esta opción nos es negada en tanto no se percibe una oposición responsable y capaz de una alianza con la ciudadanía y ofertar un programa mínimo unitario tendiente a revertir el actual estado de cosas. Más de lo mismo es lo que se espera.

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A mis cuatro lectores: El Semanario en línea “Pulso crítico”, por razones de índole financiera y técnica está temporalmente suspendido en la Web. Esperamos que a la mayor brevedad quede subsanado el problema. Gracias por su comprensión.

Xalapa, Ver., 29/10/2015

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Enrique Olivera Arce

Dicen que autoelogio es vituperio. Acepto el riesgo.

Siempre dentro de la esfera subjetiva de la percepción me anticipe observando que negros nubarrones en la vida de la Nación anunciaban el tocar fondo de un régimen político sustentado en una partidocracia en crisis; los partidos políticos habiendo perdido confianza y credibilidad se desbarrancaban y con ellos la incipiente democracia representativa que el pueblo de México se ha dado, y así lo publique en diciembre del 2011 en un maquinazo que llevaba por título: “ ¿Crisis del régimen político en México”.

Me colgaron la etiqueta de tremendista y “contreras”. Pareció exagerado lo que en mis juicios se contradecía con una realidad en la que no pasaba nada; argumentándose que el seguro retorno del PRI ante el mal gobierno de Felipe Calderón, aseguraba el rescate del Estado-nación, afrontando con responsabilidad los estropicios de la alternancia, dando un nuevo rumbo a la economía, a la política y a la vida social del país.

Con el arribo de Enrique Peña Nieto al gobierno de la república, la integración de un gabinete federal de experimentadas chuchas cuereras y un experto economista al frente de la secretaría de hacienda, así como posteriormente la aprobación en cascada de reformas presuntamente estructurales ampliamente difundidas como panacea para sacar a México del ostracismo, mi reiterada insistencia en una crisis que sólo en la forma pareciera inexistente, fue suficiente motivo para ser objeto de burla y descalificación.

Aguanté la burla sin quitar el dedo del renglón, la crisis política percibida se profundizaba, ahora acompañada de descalabros concretos en la economía e incremento de conductas antisociales radicales que la guerra declarada de Calderón en contra de la delincuencia organizada exacerbó. Guerra que Peña Nieto continuó, con otra estrategia igual de ineficaz.

Hechos posteriores ratificaron la percepción vertida en mis maquinazos; politólogos y analistas en la prensa nacional con mayor información y mejores elementos de juicio y olfato político concentraron sus baterías en un proceso galopante de descomposición política, deterioro de la economía y malestar social. Persistiendo en quienes siguiendo llamándome “contreras” la idea de que no pasaba nada, antes al contrario, en México se respiraba un aire de seguridad, certidumbre, bonanza y prosperidad bajo la conducción priísta del país que se reflejaba en Veracruz. El PRI si sabe gobernar, me insistían.

Peña Nieto desestimó la gravedad de la crisis

En el gobierno federal el estado crítico del régimen fue desestimado, así como sobreexpuesto por el llamado “Pacto por México”. La crisis hizo crisis, arrastrando consigo a todo el régimen político en su conjunto con consecuencias directas en credibilidad y confianza en las instituciones republicanas así como en el consenso social en torno al gobierno peñista. En este marco de deterioro, Ayotzinapa jugaría el papel de detonador del descontento y hartazgo acumulado, abriéndose la caja de Pandora y exhibiendo la carencia de capacidad de respuesta del régimen político vigente para administrar el control de daños, primero, para posteriormente mostrar las llagas de una sociedad enferma paradigmáticamente conducida por una cleptocracia corrupta, voraz y sin llenadera.

El considerado “crimen de Estado” por lo acontecido en Iguala, paralizó al gobierno, enmudeció a los partidos políticos y desató una movilización social sin precedente en las últimas décadas; aflorando abiertamente en una sociedad lastimada, los signos inequívocos de la corrupción e impunidad en las altas esferas del gobierno y una resistencia creciente en la base de la pirámide poblacional. A ello siguió la brusca caída en el precio del crudo mexicano, el deterioro de las finanzas públicas en los tres órdenes de gobierno, el recorte al presupuesto federal aprobado por el Congreso de la Unión, el estancamiento del crecimiento y la paulatina pero constante pérdida del empleo y poder adquisitivo del salario así como el punto de quiebre de las fuerzas político-electorales. Los negros nubarrones en la percepción de un tundeteclas provinciano se materializaron en una compleja y muldimensional crisis del Estado mexicano que el gobierno de Peña Nieto parece o pretende ignorar o subestimarle.

México vive hoy lo que la maestra Dulce María Sauri Riancho, ex presidente nacional del PRI calificara como “la tormenta perfecta”. Pasada esta –cuándo, quien sabe- Es de esperarse el inevitable “tsunami” y el pago de los platos rotos por los mismos de siempre.

Mi observación no estaba del todo errada; mi percepción personal de la crisis es apenas pálido reflejo de estudios más agudos y profundos de analistas y politólogos calificados, que por diversos caminos están llegando a la conclusión de la necesidad impostergable de un proceso de rescate y renovación ya no sólo del régimen político, sino de la estructura misma del Estado mexicano como un todo, proponiendo un Congreso constituyente que dé a México una nueva Constitución Política para el Siglo XXI que de viabilidad a la refundación del Estado.

El régimen político rebasó su fecha de caducidad

Hoy día, la crisis de representación tanto de los partidos políticos como de la administración pública en sus tres niveles de gobierno, ya no anida sólo en la percepción colectiva; objetivamente en hechos concretos se exhibe como tal en todo el territorio nacional. El régimen político, alcanzó su fecha de caducidad, los partidos políticos sin excepción han perdido su razón de ser, están divorciados de la sociedad con el agregado de que la llamada clase política se niega a reconocer la gravedad de una crisis con síntomas de padecimiento terminal. El Sr. Peña Nieto y sus “reformas estructurales” pagan el costo de la imprevisión, impaciencia y ausencia de un diagnóstico preciso de la realidad nacional, en medio de un torbellino que se refleja en estancamiento económico, creciente deterioro del tejido social y una movilización de hartazgo y resistencia.

No es la economía ni la crisis globalizada del neoliberalismo, como muchos piensan la que arrastra al resto en este proceso de deterioro, en México es a mi juicio, la política política que ha perdido rumbo, principios y justificada existencia. Bajo este supuesto, la elección de junio próximo no es la mejor salida para corregir el entuerto, antes al contrario, agudizará las contradicciones del régimen con resultados nada optimistas.

Con preocupación aquellos que me llamaran “contreras”, expresan el existir de un consenso cada vez más amplio de que Peña Nieto llevó a las muchachas al baile equivocado y que eso habrá de reflejarse en las urnas.

¿Y de Veracruz y su pésima administración pública?

Bajo el título: “Duarte un peligro para Veracruz” en mayo del 2010 y en plena campaña electoral del entonces candidato priísta a la gubernatura de Veracruz, ya advertía que nada bueno esperaba a la entidad.

El 25 de diciembre del mismo año, ya siendo gobernador el Sr. Duarte de Ochoa, en otro maquinazo expresé que: “Javier Duarte de Ochoa está obligado a poner las barbas en remojo;  por lo que publican los medios de comunicación el joven gobernador tiende a seguir el mismo camino de su antecesor, improvisando, errando el camino, y apoyándose, con honrosas y contadas excepciones, en lo más nefasto de la llamada clase política y cúpula sindical, en aras de un inconsciente deseo de legitimarse con exacerbado protagonismo y falso triunfalismo; a sabiendas de que la situación que guardan las arcas públicas, la reducida captación y déficit fiscal que le hace dependiente en grado superlativo de las aportaciones federales, el cada vez mayor endeudamiento público, así como el deterioro creciente de la economía veracruzana, obliga a gobernar con cautela, mesura, humildad  y buen juicio”.

Rematando, en abril del 2011, ya siendo del dominio público la tendencia de la nueva administración pública veracruzana a cargo del Sr. Dr. Duarte de Ochoa, bajo el título El discurso de Javier Duarte. Entre la realidad y la utopía en un maquinazo más expresé: “… La honestidad de un gobierno no sólo radica en cuidar el buen manejo de las finanzas públicas y que nadie le meta mano al erario en provecho propio. Eso es relevante, pero no substituye a la honestidad intelectual que exige el reconocer, con humildad y buen juicio, que la siempre necia realidad supera nuestras fortalezas y posibilidad de transformarle por decreto. No reconocer nuestras debilidades es engañarnos a nosotros mismos y, en su caso, como conductor de la vida política, económica y social de Veracruz, es engañar al pueblo que en usted confía.”

Percibiendo que el gobernante veracruzano transitaba ya por el delgado hilo de un triunfalismo desbocado y sin sustento, colocándose en la cúspide del arco iris ocultando o pretendiendo ignorar la realidad de la entidad y de su propia administración. “La prosperidad” consolidada, como cortina de humo mediática, pretendiendo ocultar el arribo de lo más atrasado y corrupto de la llamada clase política al gobierno de la entidad, confirmándose que el Dr. Duarte efectivamente resultaba ser y es un peligro para Veracruz.

Ya en los prolegómenos del quinto año de gobierno del Sr. Dr. Duarte de Ochoa, la realidad, sí, la necia realidad se está encargando de exhibir todo el daño que un gobierno fallido puede acarrearle a una sociedad ávida de progreso, seguridad y bienestar. Hechos concretos, no palabras que se lleva el viento, así lo confirman. No me equivoque advirtiendo de la proximidad de la llegada del lobo, los números duros hablan por sí de ineficiencia, desorden administrativo y “una licuadora” financiera que no logra ocultar a los ojos de la Auditoría Superior de la Federación el saqueo de que ha sido objeto el erario público veracruzano. Mis detractores ahora coinciden en que el peor legado de Fidel Herrera Beltrán ha sido el haber impuesto a su delfín.

Si el autoelogio es vituperio, asumo el riesgo de escupir para arriba. Está confirmado que el nuevo PRI no sabe gobernar. Mis maquinazos a lo largo de los últimos seis años, han pecado de congruencia, así como de una atinada y oportuna crítica sin más ánimo que contribuir con un granito de arena a despejar el fétido ambiente político que ahoga a México y a nuestra entidad.- Xalapa, Ver., febrero 22 de 2015.
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J. Enrique Olivera Arce

“Todo el país ha sido cultivado con mucho esmero durante los años recientes para que se esparza en él la desobediencia y la insurrección”. José M. Murià

Gobernador de Veracruz

Gobernador de Veracruz

Estimo que en el estilo personal de gobernar cuenta, y cuenta mucho si no es que lo determina, el origen, las raíces familiares, el entorno de crecimiento y desarrollo, educación, experiencia, ambiciones personales y, sin duda, el estilo de vida a que está acostumbrado el gobernante. Salvo un excepcional garbanzo de a libra, considero que nadie en la llamada clase política escapa a esta condicionante.

No es por tanto casual el que en Veracruz suframos un gobernador como el Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa, cuyo estilo personal de gobernar a mi juicio acusa pobreza de atributos sólidos en su hoja de vida.

En la entidad y fuera de ésta, tal estilo es considerado mediocre y, dada la conformación de nuestra clase política en México, eso es ya decir mucho, más cuando el estilo de gobernar no se ve reforzado con una mediana visión de Estado, sensibilidad, tacto y voluntad política en el desempeño de la función para la cual fue electo. Atributos estos que se sustituyen con alegórica fantasía y triunfalismo mediático, pagado y sin sustento, al cual es aplicable la fábula del emperador desnudo.

Hombre de pocas luces

Si el gobernador veracruzano superara en algo la mediocridad y egocentrismo en su estilo personal de gobernar, habría empezado por rodearse de un equipo de funcionarios preparados, eficientes y eficaces que suplieran sus deficiencias y carencias y, además, desde el inicio de su mandat, romper el cordón umbilical que le mantiene atado a su padrino y antecesor en el ejecutivo estatal. Lejos de ello, así como se ha mantenido el lazo que le une a Fidel Herrera Beltrán, en la misma forma se rodea y hace equipo o establece relaciones de complicidad, con lo más atrasado de nuestra aldeana clase política.

Ser sensible a las necesidades del pueblo que gobierna, saber observar, valorar la realidad y escuchar para actuar en consecuencia, al fin hombre de pocas luces no se le da; sus limitaciones reflejadas en su hoja de vida no se lo permiten. Si a ello le agregamos tozudez para conservar y preservar su propia visión de una realidad inexistente, el retrato hablado está completo.

Luego es absurdo el pretender que el Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa sea congruente con la situación de profunda crisis que hoy día vive México. No está ni en un talante autocrítico que pudiera orientarle, ni en su estilo triunfalista de gobernar; mientras México entero sufre una crisis combinada de estancamiento económico, confusión e inmovilidad del régimen político, deterioro de un estado de derecho cuestionado, así como una movilización social sin precedentes que en la calle expresa descontento y hartazgo, para el gobernador en Veracruz se vive una próspera etapa de prosperidad, seguridad, paz social, economía boyante y en constante crecimiento, acompañada por la aceptación, credibilidad y confianza en las instituciones de los gobernados.

Si el Sr. Peña es incapaz de lograr encontrarle la punta al mecate, desbarrando y dando palos de ciego para poner a salvo ya no su personal proyecto de nación y presuntas reformas estructurales que le sustentan, sino como prioridad su mandato constitucional, en Veracruz el gobernador presume y lo divulga a los cuatro vientos, de que aquí las cosas son diferentes, aquí sí se sabe cómo gobernar.

Ya no es carencia de tacto político que exige guardar cuando menos las apariencias, sino pecado capital de incongruencia y ausencia de visión de Estado. Pasando por alto que Veracruz no sólo es parte y responde al todo nacional, sino que además contribuye en gran medida al deterioro que en todos los órdenes acusa el Estado-Nación. El análisis, diagnóstico y resultados reflejado en estadísticas oficiales divulgadas ampliamente, así lo confirma. Y aun así, el Sr. Dr. Duarte de Ochoa ni suda ni se acongoja, insistiendo cotidianamente en su visión triunfalista de una realidad que no entiende o no quiere entender. Los problemas que aquejan al presidente de la república no son problemas de la incumbencia del gobernador de Veracruz, así de simple.

Para tranquilidad de nuestra conciencia y salud mental, ya no le exijamos peras al olmo con desgastantes señalamientos, crítica y denuncias. Es tan desgastante como estéril perder el tiempo en ello cuando hay otros temas de mayor relevancia de los que ocuparse y preocuparse. Faltan dos años para que termine la pesadilla, el aguantar es la opción. ¿O existe otra?

El proceso electoral en marcha.

Y en este marco se ubica el actual proceso electoral que desembocará en la entidad con la elección de diputados federales. Proceso de capital importancia para el Sr. Peña, exigido a contar con mayoría absoluta en el Congreso de la Unión y que en la entidad veracruzana es desdeñado, privilegiándose en el orden de prioridades electorales la sucesión en el gobierno de Veracruz. ¿Falta de control de la vida política por parte del gobernador? ¿O es el no entender donde tiene puesta la prioridad electoral el presidente de México?

Lo más grave es que son las dos cosas. Ni hay control ni se entiende la señal presidencial. De otra manera los madrugadores senadores no andarían por la libre agitando e avispero, ni el fuego amigo al interior del partido gobernante estuviera poniendo en riesgo en la entidad el por cierto ya dudoso triunfo del PRI en la elección del año próximo. ¿En 2015 vamos a elegir gobernador de dos años o diputados federales? Se pregunta una población confundida.

Si el no saber gobernar es el estilo personal que prevalece, en la hoja de vida del Sr. Dr. Duarte de Ochoa está la respuesta, no hay de otra y así lo debemos aceptar para no seguir dando vueltas a la noria, exigiéndole más de lo que el gobernante puede y está dispuesto a dar.

Para estar en consonancia, pensemos en cuál en una muy flaca caballada, será la mejor opción para suceder al actual mandatario y olvidemos el desgranar la mazorca tratando de encontrar en la mediocridad de la llamada clase política, las mejores opciones para ocupar en el 2015 una curul en la Cámara baja del Congreso de la Unión. O de plano, si convencidos estamos de la inutilidad de tratar de que las cosas cambien para bien en los terrenos de la partidocracia, dejemos que se sigan haciendo bolas, gobernador, partidos y políticos, y esperemos con paciencia la hora del sumar a favor del voto de castigo.

Hojas que se lleva el viento.

Dentro de lo relativo que es lo que debemos entender por libertad, destaca el descaro del deteriorado régimen político mexicano, que nos receta una llamada ley de movilidad universal para proteger los derechos de terceros atentando contra los derechos de todos, en su esfuerzo por tapar el pozo tras el niño ahogado. Lo que no se atreven a decir explícitamente diputados, senadores y el mismo Sr. Peña, “autor” de la iniciativa, es que ante el miedo de que la movilización social tome el camino de una auténtica y legítima rebelión, están optando por el camino fácil de un estado de excepción en México que les de seguridad.

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Para “la gente bonita” lo más destacado de la XXIV Cumbre Iberoamericana que inicia mañana en Veracruz, es el contar con la presencia del rey de España, mandatario que representa lo más rancio del trivial glamour de la aristocracia europea en el ámbito de la crisis económica, corrupción, saqueo y exclusión. Para “la prole” el referente principal indudablemente será José Mújica, presidente de la República Oriental del Uruguay, hoy por hoy paradigma mundial de gobernante honesto y comprometido con su pueblo. Dos visiones en el México dividido, polarizado y transitando por la peor crisis de Estado en los últimos cincuenta años.

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No nos esforcemos en ponerle cortinas al edificio cuyos cimientos apenas estamos pretendiendo construir. Todo a su tiempo, el cambio y transformación del país es un proceso largo, azaroso y no libre de obstáculos que exige voluntad, toma de conciencia, serenidad, trabajo, disciplina, sacrificio, noción de unidad basado en la solidaridad y respeto al pluralismo, así como visión de futuro y mucha paciencia confiando en la fortaleza de un pueblo dispuesto.

No por mucho madrugar amanece más temprano, diría mi abuela y eso cabe para quienes estén dispuestos a transformar a México poniéndolo al servicio de todos. Si no es hoy con nosotros, será mañana con las nuevas generaciones, pero será y en ello hay que confiar.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

“La gente que mejor comprende la justicia son aquellos a quienes se les ha negado”. Daniel Raventós · Julie Wark.

Que mejor oportunidad para que el decálogo para el control de daños del Sr. Peña, dado a conocer en cadena nacional, sea aprobado sin ruido ni sombrerazos por el Congreso de la Unión, que la muerte presuntamente súbita del PRD. Senadores y diputados sin obstáculos otorgarán su respaldo absoluto a las reformas legales y medidas anunciadas.

Sin necesidad de un nuevo “pacto por México”, simplemente porque así lo ha concebido y decidido el primer círculo del poder presidencial, en fast track, sin consulta previa a la ciudadanía y ni siquiera a las bases partidistas, las nuevas reformas van.

Nuevamente una minoría partidocrática, representada por un insignificante –en cantidad y calidad- grupo de notables, se impondrá sobre el interés más general de la población en un intento más del control de daños del régimen y darle salida a la crisis.

Esto sin importar la soberanía de las 32 entidades federativas que conforman la Unión y los esfuerzos autonómicos del Distrito Federal.

Dándose un paso más en la marcha atrás de la vida democrática en el Estado mexicano con la profundización del estado de excepción en marcha.

Lo grave no es la farsa legislativa, a ello ya se nos tiene acostumbrados en el marco de la democracia representativa secuestrada y simulada. Lo verdaderamente grave es que con medidas tardías y antidemocráticas, se pretenda resolver la crisis multimodal y multidimensional por la que atraviesa el Estado mexicano, dejando intacta con el borrón y cuenta nueva, una estructura sustentada en abuso de poder, corrupción, impunidad y saqueo, origen del conflicto que hoy se pretende resolver.

Con un mayor control centralizado y fascistoide de la población, estima el Sr. Peña salir del aprieto, atacando consecuencias e ignorando el origen de la crisis.

Para quienes saben del paño, y ya no sólo en el ámbito de la academia, el decálogo no resuelve lo sustantivo. Andarse por las ramas sin enderezar el árbol torcido, ya fue juzgado y condenado en cuestión de minutos por una opinión pública que, en su despertar, ya no cree ni en el Padre Nuestro.

Modificar la Constitución y someter a la población con una cauda de medidas administrativas, presuntamente novedosas, a costa de la soberanía del Municipio Libre y de las propias entidades federativas, así como de las libertades ciudadanas, desde su anuncio ya generó descontento y rechazo; enrareciendo aún más el clima de “insubordinación” consecuencia del deterioro económico y los crímenes no resueltos que ofenden, agreden y lastiman a los mexicanos.

Tapar el pozo tras el niño ahogado, no es controlar los daños, antes al contrario, hacen más complejo e irresoluble el conflicto en marcha. Dando paso a intolerancia y represión por parte de los tres órdenes de gobierno, ante la impotencia de éstos para frenar oleada tras oleada de indignación y resistencia.

La prensa internacional, que ya tiene vela en este entierro, da ya por sentado que el decálogo propuesto es un fracaso anunciado más del régimen político mexicano, con el Sr. Peña a la cabeza. La prestigiada casa editorial, The Economist vocera de los centros del poder global, hace patente sus dudas respecto a la eficacia de las medidas por adoptar del gobierno mexicano. Dudas que se hacen extensivas a la opinión pública mundial y, con mayor razón entre los mexicanos que, en su mayoría están entendiendo que el problema no es de malandrines y policías, criminalidad y justicia, de tal o cual malandro, incluyendo los de cuello blanco, sino de la incapacidad de un régimen cuya crisis interna ya no le permite dar más, salvo más de lo mismo.

Deslindándose la población del ejercicio de gobierno de un régimen cuestionado, el problema ya ocupa el ámbito de problema de Estado, exigiendo, como señala el rector de la UNAM, de cirugía mayor y no de paliativos inicuos como las medidas anunciadas.

El PRI perderá ganando

Muerto, insepulto y mal oliente el PRD, como desde endenantes se ha venido afirmando en estos maquinazos, paradójicamente el PRI pierde ganando. Sin la connivencia de las llamadas izquierdas que la corrupción y carencia de sustento ideológico redujera a oscuros intereses tribales, la cadena de trasmisión de control y manipulación de las grandes masas de desposeídos, está rota y, con ello, negados los canales de comunicación, concertación y gatopardismo a modo que, a lo largo de varias décadas, equilibraran la correlación de fuerzas político electorales. El equilibrio se ha perdido y las masas buscan su propio camino al margen del control institucional.

En los próximos comicios el PRI podrá levantarse con el triunfo legal, con una mayoría relativa consecuencia de ignorancia, valemadrismo, y no poco masoquismo social que inercialmente arrastra la sociedad mexicana, pero no podrá aspirar al mínimo de legitimidad que gobernanza y gobernabilidad exigen. No más beneficio de la duda; desde el primer momento descontento, rechazo y resistencia popular determinarán la agenda electoral y quehacer gubernamental, percibiéndose con justeza que el Sr. Peña tiene razón cuando coloca a Iguala-Ayotzinapa como en parte aguas de un antes y un después en la vida económica, política y social de México.

El Revolucionario Institucional seguirá siendo el mismo de siempre, medrando larvariamente en una sociedad distinta que se niega a reconocer.

El después construido con memoria histórica sobre el antes, en el terreno electoral será el punto de quiebre para el régimen caduco; la respuesta a los grandes problemas nacionales estará en la calle y el PRI estará atado de manos para recomponer a su favor un nuevo escenario que ya en este momento le es adverso. Paradójicamente, no es la oposición sino el propio presidente priísta el que define la debacle de la hegemonía septuagenaria del tricolor.

Hojas que se lleva el viento.

De plácemes un gobernador que no aprende en cabeza ajena. Nuevamente el Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa se toma la libertad de asumirse como la voz autorizada de todos los veracruzanos, afirmando que el presidente Peña Nieto cuenta con el respaldo absoluto de Veracruz. Y nadie entre su pequeño círculo de consejeros de cabecera le indica que hay que hincarse al paso de la procesión. En su discurso ni son todos los que están, ni están todos los que son, privando en la entidad una mayoría que rechaza las medidas de control de daños anunciadas por el Sr. Peña, e incluso, en desacuerdo con la administración pública veracruzana que no ofrece elementos para que el gobierno fallido recupere credibilidad y confianza

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Y dale que dale, duro y tendido, nuestros senadores priístas de frente y hasta topar con pared, mantienen su adelantada campaña proselitista orinando fuera del tiesto, incapaces de entender el tardío mensaje del Sr. Peña de que llegó la hora de modificar el discurso. Y aún hay más, incapaces también de entender que la agenda electoral ya no la define la cúpula de su partido sino la presión popular en rebeldía que ya no está aceptando más atole con el dedo. El “yo soy Ayotzinapa” del presidente es la señal, y no la digieren.

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Sentido por el pueblo de México el deceso de Don Alberto Bolaños “Chespirito” y con este sentir nos solidarizamos, deseando que el emblemático artista descanse en paz. Lo que no se vale es que tanto Televisa como el PRI capitalicen la sensible pérdida manipulado para crear una cortina más de humo, para así distraer la atención del respetable en momentos de álgida crisis. Menos mal que la película “La dictadura perfecta”, ya se encargó de desnudar el clima de complicidad entre los oscuros intereses económicos de Televisa y los del régimen político en México, y el pueblo de a pie ya no se traga la triquiñuela. La crisis sigue y las movilizaciones sociales también.

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Las redes sociales rebasaron en mucho al papel tradicional de la prensa oficialista. Realidad que deberían tomar en cuenta las áreas de comunicación social de los gobiernos estatal y municipal en la asignación de recursos públicos para propaganda de imagen. Cuando la prensa, sobre todo la impresa va, las redes sociales ya vienen de regreso, nulificando todo esfuerzo gubernamental tendiente a convencer a la opinión pública de que aquí no pasa nada, Veracruz cabalga en caballo de hacienda, y tenemos el mejor gobernador y el mejor alcalde de toda la historia. – Xalapa, Ver. 30 de noviembre de 2014.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

¿“Que quieren, qué imaginan, tras cual sueño se lanzan todos estos que por costumbre callan y de repente irrumpen en tumulto?” Adolfo Gilly, Historias Clandestinas, México 2009.

Mucho ruido y pocas nueces. Tanto es el ruido mediático en torno a los presuntos avances que en materia económica y social colocan a Veracruz en los primeros lugares en el espectro nacional, que tiro por viaje la realidad desmiente lo propalado y se impone por sobre el optimismo que se pretende inocular en la población.

En el complejo imaginario colectivo, la percepción que de la realidad real da sustento a credibilidad, confianza y seguridad a la población,  no se ve correspondida con una imagen virtual que, en el proceso comunicacional orquestado desde palacio, satisfaga ya a unas mayorías que con talante crítico cuestionando su entorno son más selectivas en el creer o no creer.

Duda e incertidumbre dominan el escenario en un Veracruz estancado en lo económico y con marcado deterioro del tejido social.

La desconfianza en los servidores públicos toca ya a la puerta de credibilidad y confianza en las instituciones en demerito de gobernanza y gobernabilidad. La respuesta a un pretendido encauzamiento del descontento y hartazgo por los caminos de lo que la ley dispone, en amplios sectores de la población es irse por la libre.

Los instrumentos de control social con que cuenta el Estado en sus tres órdenes de gobierno, están rebasados;  el corporativismo sindical y político antaño eficaz, ya no responde a las nuevas condiciones de una correlación de fuerzas políticas que, fuera de cauce, se manifiestan ajenas a partidos, organismos y asociaciones tradicionales,  reivindicando atención y resistencia al actual estado de cosas que priva en la entidad.

No es circunstancial el que un cada vez mayor número de estudiosos, desde la academia,  con datos duros, contemplen a un Veracruz postrado en una  crisis que desde el gobierno estatal no se ve ni se escucha pero que sí, mediáticamente le pondera a salvo de los altibajos de un país que, como México, transita sin rumbo claro en el pantanoso escenario del expansionismo neoliberal y reacomodo geopolítico y geoestratégico de los centros de poder global.

 La realidad veracruzana se exhibe a flor de piel. Pobreza, desigualdad, exclusión, desempleo, discriminación, corrupción, violencia e inseguridad,  lejos de atemperarse se agudizan en un escenario en el que la administración pública dice avanzar en su combate. La imagen mediática de un Veracruz próspero y pujante a cargo de la prensa oficialista,   se desdibuja; hueca palabrería se desvanece ante la confirmación de mentira y simulación así como de  ausencia de visión de pasado, presente y futuro en la conducción política de la entidad.

Veracruz marcha al garete. Sólo la acción intuitiva del pueblo trabajador le mantiene a flote. Creatividad, empeño, esfuerzo productivo y paciencia infinita, a contracorriente hombres y mujeres comunes escribiendo su propia historia salvan a la entidad del desastre ante la indiferencia de un gobierno que le ha fallado a los veracruzanos.

Lo hemos señalado. El privilegiar en la agenda política el tema de la sucesión en el poder ejecutivo del gobierno estatal por sobre la búsqueda de respuestas al crítico estado de cosas que aquejan a Veracruz, es reflejo de la necesidad sentida de un cambio real en la conducción del gobierno de la entidad. Deseo inconsciente de que los tiempos se acorten y el cambio de estafeta ofrezca expectativas reales de crecimiento económico, movilidad social y mejoría en los estándares de bienestar para todos.

Paradójicamente,  la mayor incidencia de tal reflejo se da entre los primeros círculos del poder político -del que se hacen eco los medios de comunicación-, sin parar mientes en que siendo corresponsables del desbarajuste que en todos los órdenes de la vida económica y social del “estado próspero”,  proyectan  éste al futuro con el anhelo sucesorio anticipado.

Por la libre, dice la ciudadanía, actuando en consecuencia. Marchas, plantones, protesta colectiva y organización para participar en la búsqueda de respuestas al margen de la intermediación de partidos políticos e instrumentos de control social, son síntomas de la crisis que acusa Veracruz. Y van en crescendo en todo el territorio estatal, sin que se atienda a la enfermedad, antes al contrario, se le pone más leña al fuego descalificando, criminalizando y reprimiendo la movilización social, agudizando esta y profundizando la crisis que ya tocando  fondo,  no parece ser motivo de preocupación alguna entre gobernantes y gobernados. Cada quien en lo suyo hasta que la cuña apriete parejo.- Xalapa, Ver., marzo 12 de 2014.

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