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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Con perdón de los apologistas oficiales u oficiosos que con plausible imaginación pretenden poner a cubierto la imagen de la actual administración pública estatal y, por extensión la de la mayoría de los 212 Ayuntamientos de Veracruz, es ya hora de que éstos pongan los pies sobre la tierra y reconozcan que el horno ya no está para bollos. Todo esfuerzo por acreditar el buen desempeño de la vida económica, política y social de Veracruz resulta, a más de vano, contraproducente; más que estimular deprime, en un escenario en el que para la percepción ciudadana y colectivo popular la idea de que lejos de mejorar la entidad va de mal en peor, se consolida.

A mayor abundamiento mediático de que aquí no pasa nada, que el tránsito a la prosperidad es miel sobre hojuelas y que tanto el gobierno estatal como en su caso los municipales cumplen a cabalidad con su encargo, mayor es el malestar y rechazo que se genera en la opinión pública.

Terca como es la realidad que se pretende ocultar, ésta desmiente día con día lo que virtualmente se construye tanto en el discurso como en las notas periodísticas. Veracruz está en la olla y su gobierno próspero pisa con fuerza el terreno de lo fallido.

Veracruz involuciona

Estancamiento y deterioro galopante en el quehacer económico y su correlato de pérdida creciente de bienestar de la gran familia veracruzana, fortalecen desigualdad, pobreza y exclusión focalizada. Las serias carencias en capacidad para generar nuevos empleos y el salario congelado para los existentes, así como la paulatina pérdida de infraestructura productiva y capital social, diluyen expectativas de progreso cediendo el paso a incertidumbre y desconfianza de la sociedad en un futuro que pintando incierto, se niega a millones de veracruzanos.

Frenado crecimiento económico y bienestar, Veracruz involuciona ante la indiferencia de autoridades y partidocracia.

El malestar social generalizado se hace acompañar incrementándolo, por corrupción, simulación, ineficiencia e ineficacia, así como saqueo e impunidad en las esferas del poder público, ameritando estas, el ser exhibidas a nivel nacional por la Auditoría Superior de la Federación que, diáfanamente, coloca al gobierno de Veracruz en el primer lugar de observaciones a la cuenta pública 2012; el manejo inapropiado por decir lo menos, de recursos públicos federales puestos a disposición de la entidad alcanza niveles de escándalo.

Agregándose a esto último el constante endeudamiento en los dos niveles locales de gobierno que pese a la opacidad existente al respecto, ya no se puede ocultar.

Escenario estatal enmarcado por un tejido social en franco deterioro; caldo de cultivo propicio para conductas antisociales que afloran día con día a lo largo y ancho del terruño veracruzano, poniendo en jaque seguridad, tranquilidad, convivencia comunitaria y fortalecimiento de ciudadanía.

Ocultar el sol con un dedo ya no le reditúa ni al régimen duartista ni a los partidos políticos. Números duros exhibidos por académicos y analistas serios, nos hablan de la realidad veracruzana, mediocridad en una economía empobrecida, desempleo creciente y un régimen salarial insuficiente para cubrir necesidades básicas vitales; corrupción, ineficiencia e ineficacia de servicios públicos en el marco de una administración pública que financieramente se sostiene con ganchitos que no escapan ya al dominio de la comprensión de la opinión pública.

Situación que no escapa a la percepción y análisis que de la conducción política en la entidad se forja en el ánimo del gobierno federal. El distanciamiento del gobernador de Veracruz con el presidente Peña, es evidente; la consecuencia de esto último se evidencia también en una mayor astringencia en el flujo y control de los recursos presupuestos federales asignados a una entidad que no inspira confianza.

No se puede ni debe seguirse por este camino. O se cambian las cosas para mejorar o nos aprestamos a enfrentar el desastre en todos los órdenes de la vida económica y social de la entidad; así debería entenderlo la prensa, coadyuvando en el cambio verdadero desnudando con verdad y objetividad más que ocultar o maquillar a una realidad sofocante que no acepta ya apologías sin sustento.

Hojas que se lleva el viento

“Día del trabajo”, celebración que en México nos remite a tiempos aciagos de sumisión sindical y disciplina clientelar de los trabajadores bajo la férula del partido-gobierno hegemónico. Práctica oficial obsoleta que también nos habla del “sincretismo” con el que el pueblo trabajador más que celebrar, recrea memoria histórica trayendo al presente la permanencia de la lucha proletaria por romper las cadenas que le atan a un estado de cosas injusto e inhumano. México cambió pero la lucha sigue, como habrá de constatarse en estos días de hartazgo y reclamo.

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Y seguimos dando vueltas en la noria. Duro y dale en los círculos políticos y periodísticos con la sucesión en el gobierno de Veracruz y el paso previo de la elección de diputados federales, como si el cochinero electoral fuera respuesta válida a la problemática que aqueja a la entidad. Incapaces de entender y atender con eficacia el presente, le apostamos a un futuro incierto en el que todo puede pasar, incluso la pérdida del o los padrinazgos en que agudos analistas sustentan el pro o el contra de tales o cuales precandidatos. ¿En que bola de cristal se asegura que el PRI ganará en los comicios del 2015 y 2016? Especulación y pérdida de tiempo, cortina de humo para ocultar las miserias del presente.

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Desde estas líneas nuestra sincera felicitación al portal informativo veracruzano “Crónica del Poder”, y a sus directivos Felipe Hakim Simón, Francisco Saucedo Ramírez, Marco Aurelio González Gama, personal y colaboradores, por la distinción que le otorga el Club de Periodistas de México, AC, nominándole como acreedor a la “Presea de la libertad”. Reconocimiento que en esta ocasión distingue al periodismo alternativo digital que hace camino en la Red de Redes. Expreso también mi agradecimiento por ser generosamente acogido en sus páginas publicando mis maquinazos.

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Pulso Crítico

J. Enrique Olivera Arce

Para quienes hemos condenado el cochinero en que las tribus y grupúsculos de la llamada izquierda mexicana suelen dirimir sus diferencias y confrontar sus intereses en el Partido de la Revolución Democrática, deberíamos tener claro que la descomposición política no atañe sólo a esta entidad de servicio público. Es el sistema de partidos políticos en México el que en general viene acusando una profunda crisis que, a últimas fechas acelera su caída en picada, arrastrando consigo a la clase política, su sustento ideológico, así como su praxis histórica formal e implícita de usos y costumbres, contribuyendo a un mayor deterioro del tejido social.

Al sistema de partidos políticos le queda grande ya un México cuyas aspiraciones y expectativas de modernidad y progreso están inmersas en un proceso de involución estructural en el que frente a la desigualdad, pobreza, exclusión, abandono y estancamiento, el país se polariza; mostrándose, en un extremo, la obscena acumulación de capital especulativo y el proveniente de actividades criminales, con los paradigmáticos Carlos Slim y el “chapo” Guzmán entre los hombres más ricos del planeta  y, en el otro, más del 50 por ciento de la población en condiciones de pobreza o pobreza extrema.

El creciente vacío de poder político del Estado mexicano es algo que se percibe de manera cada vez más clara. Tanto los organismos internacionales como el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, advierten focos rojos de inminente ingobernabilidad en gran parte del territorio nacional. Calderón Hinojosa y la clase política en su conjunto, están rebasados y son los poderes fácticos los que toman la iniciativa.

Por lo que la población medianamente informada pudo constatar con el bochornoso sainete de dos días en la Cámara de Diputados, que confrontara de manera pedestre a las bancadas del PRI y el PAN y al que se sumara el oportunismo de la del verde y el disimulo cómplice del PRD, Convergencia y PT, no se necesita de agudos análisis para entender  que la representación popular en el Congreso de la Unión ha dejado de ser tal; asumiéndose como vulgar camarilla de demagogos, pillos y mentirosos, que más que negociar lo que al interés nacional compete, se disputan a la arrebatinga el botín.

Desde el momento mismo en que se asume con todo cinismo que la voluntad popular es objeto de trueque electoral, los partidos políticos dejan de cumplir su función social y, con todo merecimiento, se hacen acreedores al repudio generalizado de la ciudadanía. Ampliándose la brecha entre clase política y sociedad civil, en un creciente divorcio en propósitos, objetivos y metas de mediano y largo aliento; la carencia de escrúpulos, civilidad, credibilidad, transparencia, aceptación y voluntad política de la primera para impulsar el desarrollo del país, se hace acompañar del desencanto e indiferencia de la segunda. Condenándose a México a un permanente estado de subdesarrollo.

En la cúpula de la partidocracia se habla de corregir el rumbo. Se proponen para ello reformas estructurales con prioridad en la del Estado. Esfuerzo esteril y gatopardista, los encargados de llevarlas adelante, viejos y jóvenes, son los mismos que hoy medran con la miseria de los sectores más vulnerables  de la población; los mismos que truecan intereses electorales coyunturales por mayor carga tributaria para una sociedad postrada, no pueden ni deben asumirse como los grandes reformadores.

En otros países, con una ciudadanía educada y con vocación democrática, la situación política, económica y social que prevalece en México, sería suficiente para el consenso en torno a la reivindicación del “que se vayan todos”, en referencia a la clase política.

Nuestra aldea no escapa a la percepción de tal contexto. Con perdón del Maestro Fidel Herrera Beltrán, que todo lo ve color de rosa en  su exceso de triunfalismo sin sustento, Veracruz no es ni por asomo parte de las “ligas mayores”. Las condiciones atípicas y regresivas que prevalecen en el actual proceso electoral, son un síntoma más  de la descomposición política  que impulsa al país al salto atrás; la descomposición al interior de todos los partidos políticos, incluido naturalmente el PRI, y su constante alejamiento de los intereses de la mayoría de los veracruzanos, es un pálido reflejo de la profundidad de la crisis del sistema de partidos políticos que vive México.

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