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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

No podía esperarse otra cosa. Sólo la ingenuidad, corta visión o arreglo simulado  de la cúpula perredista bajo el control de “los chuchos”, le permitió al PRD confiar en que en el llamado pacto por México o en el Congreso de la Unión, las dirigencias formales o de facto del PRI y PAN hicieran honor a su palabra.

La reforma energética fue aprobada,  promulgada y entra en vigor a partir de este sábado, en tanto que el compromiso de sacar adelante la ley secundaria que normaría la consulta ciudadana, quedó en la congeladora del senado. Tengan su consulta, diría Gustavo Madero al perredismo, cuando afirmara que la consulta en los actuales términos plasmados en la Carta Magna, no aplica ni en la energética ni en el resto de las reformas ya aprobadas tanto en el Congreso de la Unión como en los correlativos de las entidades federativas.

Estaba más que visto. Cartucheras al cañón quepan o no quepan. El talante autoritario del presidente Peña anidado en lo más reaccionario de su partido, llegó para quedarse. El sólo pensar que no prosperarían las llamadas reformas estructurales por la oposición de la izquierda electoral, más que bordar en el vacío ante un hecho inminente rondaría en los terrenos de una supina estupidez política.

El subestimar la probada capacidad de maniobra del PRI-gobierno, sobrevalorar el peso social y político de las llamadas izquierdas representadas por un tribal PRD en decadencia, si no es que a estas alturas insepulto, o es ingenuidad política de la cúpula chuchista o juego perverso previamente pactado en lo oscurito con el dueño de las canicas.

El error, de motu propio o negociado, para el PRD fue el haber aceptado jugar en el llamado pacto por México, bajo las reglas impuestas por Peña Nieto y en franca oposición a la izquierda social bajo el liderazgo de López Obrador. A partir de ese momento, sacrificando lo más por lo menos, se propició y auspicio la división de la izquierda electoral, el divorcio con los movimientos sociales opositores al actual régimen, así como el freno a la inercia  del descontento y rechazo a una elección presidencial cuestionada de origen.

Sin estrategia de mediano y largo plazo, el PRD abandonó la resistencia opositora plegándose en la coyuntura a los acuerdos del pacto peñista. Participó activamente en el diseño y aprobación de las reformas laboral, educativa, de comunicaciones, financiera y hacendaria, pretendiendo frenar la energética a cambio de migajas pactadas en una reforma política que no beneficia a nadie y mucho menos a nuestra incipiente democracia.  Hoy es dado observar que no obtuvo nada a cambio, más que el desprecio de sus adversarios y el rechazo de amplios sectores de la izquierda electoral y social que sintiéndose traicionados, fijan ya fecha de caducidad al partido negro amarillo.

Las reformas van, porque así lo quiere Peña Nieto, incluida la energética, afirmáramos en artículo anterior. No procedía duda alguna al respecto. Sin objetivamente división de poderes en México no podría esperarse otra cosa de senadores y diputados sumisos, obedientes y alcahuetes. El PRD no lo entendió así o no quiso entenderlo, prestándose al juego de Peña Nieto; reduciendo a la izquierda electoral a su mínima expresión y abriendo la puerta a un nefasto bipartidismo sustentado en lo más reaccionario de la derecha, hoy representada sin distingo alguno por el PRI y, a la zaga, el PAN.

Con pacto o sin pacto, con representación en el legislativo o sin esta, el PRD ya no es nada. La historia que cotidianamente viven y escriben los pueblos ya le colocó en el basurero. Otras fuerzas, otra izquierda más conciente y consecuente, reclama ya para sí el espacio vacío aprestándose para una lucha que apenas empieza.

Las reformas ya constitucionales, son hechos consumados, verdad jurídica, dicen los que saben del paño. Movilizaciones y protestas callejeras no modifican en nada este hecho incuestionable. Pretender echarlas abajo por la vía de multitudinarios mítines callejeros, desgastante protesta social y ruido mediático, es tanto como mantenerse en la misma posición que condujera al PRD al fracaso y al ridículo, resistiendo para fortalecer al indeseable autoritarismo que deviene de la restauración del viejo régimen.

Frente a hechos consumados, legales pero no legítimos, cabe entonces el alto en el camino, la reflexión autocrítica y el reagrupamiento de la izquierda social en base a estrategias claras e incluyentes. Sin organización y militancia conciente en torno a un programa de clase que oriente y ordene para la acción consecuente, el camino de la protesta es estéril frente al autoritarismo gatopardista de una clase política insensible.

Leyes del embudo y de Herodes

“La reforma energética a la población le vale madre”, afirmara de manera contundente el dirigente nacional del PAN y a mi juicio tiene razón. Para la mayoría del pueblo de México el reformismo peñista ni le beneficia ni le perjudica en tanto no viva en carne propia sus efectos, luego se muestra indiferente en la forma percibida, atento y preocupado bajo la superficie alimenta hartazgo y descontento. Quebrado el espíritu nacionalista y de profundo sentido humanista de la reforma del 17 a la Carta Magna y con ello el pacto social que nos une,  leyes más, leyes menos, no hacen Estado de derecho.

Para la mayoría -que para la partidocracia se muestra indiferente y ajena a la trascendencia de las reformas-, bástele saber que las únicas leyes válidas y vigentes en nuestro bananero país, son la del embudo y la de Herodes. La vía electoral y concertacesiones en las Cámaras, rato ha que dejo de ser opción para el cambio verdadero y a eso se atiene.

Cuando de hecho en este país no existe ciudadanía conciente y responsable, como lo reconociera Gustavo Madero, la democracia a secas en México considerada por el Sr. Peña como madura, con el 66 % de los mexicanos en condiciones de pobreza, sin oportunidades y sin expectativas de futuro, no existe. Como no existe democracia representativa cuando senadores y diputados atienden a todo menos al interés de sus representados.

Para una izquierda responsable y con visión de largo aliento, en su laberinto reivindicar democracia construyendo ciudadanía participativa es la tarea pendiente para recuperar el camino extraviado. La lucha será ardua y prolongada y así se debería entenderse para no caer en pesimismo y desanimo.

No entenderlo así, privilegiando pragmatismo coyuntural electorero o protesta callejera sin sentido claro por sobre propósitos y objetivos de largo plazo, es a mi juicio volver a caer en el juego del dueño de canicas y reglas del juego que en el terreno legislativo empinara al PRD.- Mérida, Yuc., diciembre 21 de 2013.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Izquierda en México

El diputado Jesús Zambrano, líder de la corriente Nueva Izquierda —que ocupa la presidencia del PRD— dijo que los permisos (licencias) no existen y que “no se puede ser perredista cuando conviene y dejarlo de ser cuando no conviene”. Expuso que el sol azteca “no tiene espíritu masoquista como para dar permisos a sus militantes para que vayan a otra trinchera y desde ahí nos disparen y golpeen… en los hechos esta división al final divide a la izquierda y termina haciéndole el juego a los que dice combatir”.

Esto en respuesta a López Obrador quien pidiera licencia a su militancia en el partido del sol azteca.

Sin apasionamiento y al margen de considerar que la dirigencia nacional del PRD no representa más a la izquierda electoral,  estimo que Zambrano tiene toda la razón. Se es o no se es, sin medias tintas como pedir licencia para combatir a su propio partido en los procesos electorales, así sea como resultado de la indudable traición de las corrientes que encabezan “los chuchos” y su alianza de facto con Calderón Hinojosa y su partido.

Ya son muchos meses (¿O años) los que han transcurrido sin que el lopezobradorismo se defina, jugando al gato y al ratón con amenazas, abiertas o veladas, de no ir ya más con “los chuchos” sin que se decida de manera evidente al rescate del partido de la Revolución Democrática y/o dar el paso lógico de romper en definitiva con el PRD y construir su propio camino más allá de los intereses electorales de coyuntura.

Tal juego da que pensar. O Andrés Manuel López Obrador “blofea” con la fuerza y estructura del movimiento que encabeza, dando por sentado que fuera del PRD no hay nada que hacer, o bien, carece de visión, estrategia y voluntad política para auspiciar que sean las propias bases partidistas las que, democráticamente, tomen el control de las dirigencias nacional y estatales rescatando lo poco que queda del partido.

Me inclino por lo segundo. López Obrador y su círculo cercano, ganados por la prisa coyuntural de pesar en la elección de Edomex y la presidencial del 2012, no ven más allá de los procesos electorales perdiendo visión de largo plazo y cayendo en el juego electorero del esteril debate sobre las alianzas que conjuntamente promueven “los chuchos” y el calderonismo, en contraposición al propósito explícito del lopezobradorismo de impulsar un proceso de cambio en México favorable a las mayorías. Sin dejar de lado que precisamente en el círculo cercano a López Obrador, paradójicamente opera el salinismo en contra de tal propósito.

De ahí que el juego del gato y el ratón, más que fortalecer al lopezobradorismo lo desgasta ante sus propios seguidores y la opinión pública en general. Asumiéndose que por encima del interés nacional prevalece en López Obrador el interés electorero de alcanzar nuevamente la candidatura de la izquierda electoral a la presidencia de la República. Perdiéndose la ventaja comparativa del tiempo como factor decisorio para influir en la población con vías a la creación de un nuevo partido político de izquierda, una vez concluida la elección presidencial del 2012.

Se es o no se es. Con alianzas con la derecha, o sin estas, López Obrador debería definirse, de una vez por todas, decidiendo si rompe o no con el PRD y no curándose en salud con una cuestionable licencia temporal.

Se está aún a tiempo para sepultar en definitiva el nauseabundo cadáver y emprender un nuevo camino alejado del oportunismo y pragmatismo tribal con que el PRD refleja la crisis generalizada del sistema electoral y partidos políticos en México.

La última palabra la tienen las propias bases perredistas y no Andrés Manuel López Obrador. ¿Se está o no se está con el PRD y su espuria dirigencia? ¿Se está o no se está a favor de la construcción de un nuevo partido de izquierda, que atienda a las nuevas condiciones de un Estado-Nación que se desmorona entre las manos de una clase política insensible, oportunista e ineficaz?

En tanto las bases no hablen, el desgaste profundizará la crisis de la izquierda electoral. Con Andrés Manuel o sin éste, una izquierda fragmentada, carente de ideología, visión de Estado, y de un programa mínimo, aceptable y consensuado que le una en el corto plazo, topará con pared tanto en la elección del Edomex como en la presidencial del 2012, facilitándole la tarea a la derecha representada lo mismo por el PAN que por el PRI.

Ya se habla de una desbandada cupular no consensuada con las bases, luego la pregunta obligada es si la militancia está de acuerdo en también pedir “licencia”, o seguirá prestándose al juego de “los chuchos” y su alianza con el PAN. Si llegase a darse el caso de una licencia masiva, debe darse por hecho que revienta anticipadamente el Partido del Sol Azteca quedando fuera de las cercanas contiendas electorales, de ahí que las “licencias” de Andrés Manuel y sus seguidores en el PRD, no tiene ninguna razón de ser.

Ya que la militancia al paso de los años no ha sido capaz de rescatar al partido, o rompe en definitiva buscándose transitar por nuevos caminos, o se seguirá con el desgastante juego del gato y el ratón que auspicia Andrés Manuel como estrategia fallida, con un muy previsible abandono del lopezobradorismo por mero cansancio. ¿Esto es lo que se quiere? Si es así, Carlos Salinas y Felipe Calderón habrán cumplido su propósito de destruir a la izquierda en México.

Lo menos que se puede esperar de la izquierda es congruencia. Se es o no se es.

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