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Tag Archives: La izquierda a debate

En mi opinión

Uriel Flores Aguayo

13 de noviembre de 2010

Aprovechando que era necesario nombrar a un dirigente interino, oportunidad histórica para relanzarlo, hace casi dos años le manifesté a Jesús ortega, que había que rescatar al PRD veracruzano de su tendencia a la muerte por inanición. Simuló entender la situación y nos engañó con cortinas de humo. En ese momento se dictó la suerte para el partido del sol azteca que, en Veracruz, se ha convertido en un membrete fantasmal. Este PRD marginal no tiene liderazgo, en tanto que quienes lo administran no entienden ni les interesa promoverlo como un partido real y con identidad. Su máxima labor es mantener una chambita.


Con estos u otros representantes el PRD llegará hasta el dos mil doce, después vendrán los deslindes y las convocatorias a nuevos partidos de izquierda. Es evidente que está por agotarse su ciclo de vida; le puede ocurrir lo que pasó con los partidos paleros (PPS, PARM Y PFCRN) después del campanazo electoral de 1988.

La más baja presencia legislativa en su historia la tiene el PRD en estos momentos al contar sólo con dos diputados; ya de por si su actividad sustancial será marginal para tener que cargar con la mala fama que le dejaron sus inmediatos antecesores. Un partido acéfalo, sin ideas, sin compromiso social real y sin lucha no puede ser más que un cascaron a la deriva. Peor: palero.

La crisis política de México, expresada en crisis de partidos, precariedad democrática y débil estado de derecho, también tocó al PRD, deslavándolo de ideología, abaratando sus principios e incorporándolo, conformista, al “estatus quo”, al sistema de explotación y control del país. Si ya es una contradicción tener políticos ricos con pueblo pobre, lo es más que, entre los primeros, estén los que se llaman de izquierda.

El PRD nacional es de autoconsumo y anda sin rumbo, confundido, sin pueblo, sin lucha y sin reflexión. El PRD habla de sí mismo y da la espalda a su razón de ser que son los ciudadanos y, sobre todo, los más pobres. Para sus dirigentes se trata de tener poder a costa de lo que sea, lo cual explica su línea aliancista con el PAN, en un acto no sólo de desmesura sino de liquidación de la izquierda como opción de gobierno con identidad propia.

En esa ruta burocrática y politiquera obviamente están chocando con Andrés Manuel López Obrador, bajo cuyo impulso muchos de sus detractores llegaron a ocupar cargos legislativos.

Para quienes tenemos una definición histórica de izquierda la tarea política del momento es rescatar y refundar al PRD tanto en Veracruz como en el resto del país. Es de elemental acuerdo que la izquierda tenga un solo candidato a la presidencia de la republica, pero de similar importancia es que se plantee a la nación un proyecto de trasformaciones sociales, económicas y políticas profundas. No se trata nada más de que llegue determinada persona sino de comprometer el voto, el honor y hasta la vida por cambios trascendentes que, por lo tanto, no deben ser “gato pardistas”.

Con todo y el humo enredador que producen la demagogia y la guerra mediática estamos obligados a transparentar nuestras obligaciones y a definirnos públicamente. Por lo tanto, luchemos por que el PRD deje de ser la caricatura que es y se constituya en un partido democrático y de izquierda; reconozcamos la valía de López obrador, y apoyemos activamente su posición de principios. Muchos pensarán que únicamente se puede mover este sistema con una revolución, tal vez estén en lo cierto pero creo que no saben en lo que nos meteríamos; es preferible seguir intentando por medios pacíficos aunque se llegue a los límites de la desesperación y el desaliento. Para seguir intentando tener un país con justicia y prosperidad se requiere mucha paciencia, coherencia y no bajar las banderas que tienen que ver con colores, siglas y coyunturas pero más con actitudes y formas de ser ante la vida.

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

El fenómeno de la comunicación afecta en profundidad a toda la organización social y ésta debe ser aprehendida en términos de relaciones de fuerza y no de comunicabilidad o de incomunicabilidad. Los modelos comunicacionales no explican la sociedad, sino que es la estructura social la que explica los modelos comunicacionales.

Armand Mattelart

Son muchas las lecturas a que se presta el absurdo accionar de un  Calderón Hinojosa que aparentemente de buenas a primeras, decide de un plumazo extinguir tanto a la paraestatal Luz y Fuerza del Centro como al Sindicato Mexicano de Electricistas y sus más de 45 mil agremiados. Cada interpretación depende de la posición que se tenga en la escala social, del conocimiento sobre el tema y del grado de compromiso para con este sufrido país. Los mismo tratándose de la marcha de reclamo del pasado jueves, objeto de todo tipo de especulaciones, que del rumbo que debería tomar el movimiento de masas que encabeza Andrés Manuel López Obrador.

Como ciudadano común, dependiente de la información y desinformación mediática a que estamos sometidos, quiero detenerme en una de las tantas aristas del tema que hoy es motivo tanto de preocupación como de posicionamientos encontrados, así  como de una desparpajada indiferencia: El papel que en el conflicto han jugado los principales medios de comunicación de masas, lo mismo electrónicos que impresos que contribuyen a la construcción de la opinión pública.

A mi juicio, si algo de relevante ha tenido la marcha y mitin en el Zócalo de la Ciudad de México, en un país en el que el reclamo popular sólo queda en eso frente a la ceguera y falta de sensibilidad de las autoridades, es su contribución a la toma de conciencia de sectores importantes de la población y, específicamente entre los que se consideran de izquierda en un amplio espectro que va del radicalismo extremo al colaboracionismo sistémico, en torno al papel que le corresponde jugar a los medios de comunicación de masas, como soporte ideológico de un sistema político, económico y social tan corrupto e ineficaz como el que domina en México.

Y no me refiero a aquellas personas que de manera intuitiva descalifican a tal o cual medio, lanzando improperios en su contra o en contra de sus personeros más destacados que día a día atraen la atención del auditorio, bajo el considerando que es a mentadas de madre como habrán de resolverse los graves problemas de un país sin rumbo cierto y sin avezado timonel. No. Me refiero a los sectores más avanzados de la izquierda que percibiendo el fenómeno,  hasta antes del actual conflicto se circunscribían a denunciar lo obvio considerándolo per se y no como expresión intrínseca del capitalismo, sistema social, económico y político dominante en el planeta.

Para estos últimos, si nos atenemos a la poca información difundida al respecto, ha quedado claro que no son los medios en sí los que juegan en contra de los movimientos populares, sino el sistema capitalista en su conjunto del cual estos son lo mismo parte que  voceros y conformadores de una opinión pública que debe ser manipulada ideológicamente y sujeta a los intereses trascendentes del sistema dominante. Tarea en la que los López Dóriga, o un desdibujado Ciro Gómez Leyva, entre otros, son apenas simples y serviles peones al servicio del patrón y el gran capital. Combatir a  tal o cual medio o a estos últimos con estériles denuncias y reclamos, carece de sentido; si hoy son estos mañana serán otros, prevaleciendo siempre la función central de respaldar ideológicamente al sistema del cual son parte activa.

A estas alturas del conflicto social desatado por Calderón Hinojosa, cuyas consecuencias a favor del régimen y del poder fáctico real a decir de los voceros calderonistas son irreversibles, tal toma de consciencia rebasa las expectativas generadas por la movilización del jueves último, haciéndose acompañar por la convicción de que el avance de la izquierda tanto social como electoral por el camino de una simulada democracia representativa, tiende a cerrarse. No es coincidencia el que entre las bases del movimiento que encabeza López Obrador, algunos presionen a este a dejar de lado el camino pacífico de la protesta, el reclamo y la denuncia en torno a un gobierno insensible, ineficaz y anti democrático, para avanzar por la vía de la organización, el programa y la acción consecuente en  el combate al sistema capitalista en su conjunto,  haciendo sentir el peso específico del descontento popular frente a un estado de cosas ya inaceptable.

Como tampoco es coincidencia el que el tema de la muerte de las ideologías y la lucha de clases, ocupen ahora lugar destacado en el debate entre amplios sectores de la izquierda. Tema que transversalmente pasa por el papel de los sindicatos y organizaciones de masas, en un retorno al marxismo como instrumento de análisis de la realidad concreta y guía para la acción.

En política las coincidencias no existen como tampoco la angelical caridad cristiana que muchos esperan de los medios masivos de comunicación. Todo gira en torno a los objetivos del sistema dominante, sus contradicciones y su capacidad histórica de supervivencia. Así lo están entendiendo aquellos que leyendo entre líneas se ocupan de obtener de la marcha del SME las mejores lecciones, sin detenerse en la interpretación simplista de la desgastante pugna intra e interpartidista por sacarle el mayor provecho electoral a una movilización social que busca respuestas en escenarios y caminos diferentes.

Que tanto influya lo anterior en el conjunto de la izquierda en México, está por verse. Lo relevante es que el tema ya está puesto en el centro del debate.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

“Como en el debate universal acerca de lo público,  la ideología manda y condiciona”.

Adolfo Sánchez Rebolledo

El pasado martes 22 de los corrientes, Julio Hernández López en su ya imprescindible columna “Astillero” en La Jornada, pone sobre el tapete de la discusión un tema que ya es motivo de preocupación y en torno al cual se ha venido construyendo un consenso cada vez más amplio. Bajo el título de “Replanteamientos necesarios” Julio hace referencia a la situación que tiene al país al borde del desastre y la actuación de la izquierda social en México, la que se ha venido expresando a través del Movimiento de Resistencia Pacífica que encabeza Andrés Manuel López Obrador, frente a una realidad que exige definiciones claras y contundentes para enfrentarle.


Ya en alguna ocasión, sobre el mismo tema hice hincapié en que México no va a cambiar a partir de mentadas de madre, chistes de mal gusto, protestas masivas o reiteradas denuncias, a las que la clase política presta oídos sordos. Así también deje asentado que, a mi juicio, la izquierda social debería pasar a la construcción de una sólida organización sustentada en definiciones ideológicas con visión de largo plazo, un programa mínimo para la acción consecuente en la coyuntura, en torno al cual se posibilite la aglutinación y unificación  de fuerzas hoy por hoy dispersas, y desde abajo, como ha insistido Andrés Manuel, identificar y formar cuadros comprometidos que al margen de los partidos políticos representen legítimamente los intereses de sus comunidades.


Contemplar si, la participación del Movimiento en los procesos electorales acompañando y apoyando a los partidos que conforman el Frente Amplio Progresista (FAP) y a sus candidatos, cuando éstos así lo requieran, lo justifiquen y ello contribuya al fortalecimiento de la izquierda social, pero sin caer en el juego espurio de las componendas electoreras en que suele incurrir con frecuencia la llamada “izquierda electoral”. Manteniendo independencia, autonomía y libertad de movimiento en atención a los propósitos y objetivos concretos de mediano y largo plazo de la movilización popular. No atender a esta necesidad objetiva, ha dado lugar a que a lo largo de cuatro años la izquierda social le haga el trabajo sucio y desgastante tanto al PRD como al PRI, oponiéndose y denunciando el desastre del (des) gobierno ilegítimo de Calderón Hinojosa y al PAN, para que éstos partidos  lo aprovechen en su propio beneficio y, de paso, beneficiando a los poderes fácticos.


Coincido plenamente con lo expuesto por Julio. Andrés Manuel López Obrador debe definir el rumbo del movimiento y definirse a sí mismo. No puede mantenerse indefinidamente un liderazgo social en la izquierda,  cuando este se sustenta en torno a un solo hombre que siembra duda y desconfianza en la ambivalencia de una lucha popular de largo aliento y los intereses coyunturales de contiendas  electorales. No se puede confiar en quien tiene un pie en el PRD y otro en partidos políticos distintos, con fines electorales,  y al mismo tiempo conducir un movimiento de masas independiente. Más que un solo Andrés Manuel, el movimiento requiere de miles de Andrés Manuel surgidos desde abajo, en la comunidad, el barrio, la escuela, la academia,  el sindicato, el surco, el taller, que a lo largo y ancho del país, más que denunciar lo obvio, construyan, organicen y promuevan respuestas propositivas ideológicamente consecuentes con la necesidad de cambio.


México se ha situado a la cola de América Latina, marchando a contracorriente de la tendencia general de abandono de las recetas neoliberales y construcción de nuevas alternativas de desarrollo frente a la crisis sistémica global. Dentro de este esquema de involución, la izquierda se ha constituido en simple compañero de viaje de la derecha, actuando bajo las reglas y candados de una ley electoral recesiva que favorece a una clara tendencia al bipartidismo y al pensamiento único y en las que la participación plural y democrática no tiene cabida. Tal postura política no tiene futuro, de persistirse en ella el movimiento nacional de resistencia terminará hundiéndose en las mismas aguas en las que hoy naufraga el calderonismo neoliberal.  La definición ideológica y política es exigencia impostergable. Al margen de etiquetas y poses engañosas, la izquierda tiene que definirse por sí misma y para sí misma, ideológica y programaticamente sobre el futuro deseable para este país sin rumbo y sin destino, actuando en consecuencia.


Esperemos que la opinión vertida por Julio,  abra paso a un debate serio y responsable en el que como bien señala Adolfo Sánchez Rebolledo, la ideología mande y condicione.

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Quienes imponen como único reto del país llegar a la Presidencia de la República en 2012 se equivocan. El tema del poder sólo tiene sentido si está subordinado al proyecto nacional, a la propuesta de lo que hay que transformar y cómo.


El gran tema nacional somos los mismos mexicanos y la proyección de la sociedad, el Estado, la economía del futuro ante el deterioro general. En ese sentido, la búsqueda de la solución de México para las corrientes consideradas de izquierda, democratizadoras, sociales progresistas, revolucionarias, es unificar, construyendo un nuevo proyecto nacional. Los hombres que representen la vía de solución, los que encabecen mañana, no vendrán de una candidatura, sino de un proceso; no pueden venir de la generación de divisiones y rupturas, sino de la búsqueda de soluciones concretas al deterioro social. La izquierda, por tanto, debe regresar a ser referente de cambios y transformaciones, de reformas a todos los niveles, de compromiso con los cambios posibles y reuniendo los objetivos de la sociedad con los de la política.


México continúa hoy, a casi 200 años de su Independencia y 100 de su revolución, ante la disyuntiva de ver hacia el sur y ser parte del sueño latinoamericano o ser parte del norte y del Destino Manifiesto. Para los mexicanos y el debilitamiento ideológico de la izquierda mexicana, la doctrina Monroe se hizo realidad y fuimos integrados y metidos a la América del Norte de manera vergonzante. Una complicidad silenciosa, salvo con pocas excepciones, ha levantado la objeción sobre las consecuencias del Tratado de Libre Comercio, que nos ha convertido en un protectorado que redujo al mínimo el concepto de soberanía e independencia, sobre el cual nos andamos preparando para celebrar.


Junto a la pérdida de identidad y ubicación ante el mundo global; ante el hecho de ser celebrantes de la Independencia y dependientes y subordinados sobrevino la paralización del país. Con ello, se nos vinieron los problemas encima, y los que eran pequeños se hicieron grandes, y los esporádicos se hicieron crónicos.


El tema de la pobreza no nada más se extendió, sino que cambió su estructura y se manifiesta por gente dispuesta a consumir lo peor en la alimentación a pesar de que la enferma, la violenta, la individualiza; gente que se convierte en carne de cañón del clientelismo político que la une a la política, no para demandar y luchar, sino como para convertirse en escenografía y en votos cautivos.


La violencia tuvo un vasto ejército de reserva ante la falta de certidumbre en todo y la caída de la educación, la salud, el empleo.


El debate de nuestros recursos se hace con la idea de polarizar, no unificar. Mientras se debatía, se extraía, como siempre, para beneficiar a los mismos. Los excedentes actuales fueron cambiados por cemento en una obra pública que no convence como prioritaria o resultado de un diagnóstico nacional no sólo sobre la propiedad del petróleo, sino sobre la aplicación de la riqueza que los gobiernos se han repartido y gastan sin ningún control ni participación.


La sociedad acumula problemas y los gobiernos deciden al margen de ella. Los mecanismos electorales se han hecho maniqueos y las fuerzas políticas, los candidatos, compiten para demostrar que el otro es peor. Los conceptos, los valores no existen en el discurso político, y la práctica es usos y costumbres para ganar el poder y luego desaparecer tras él.


La izquierda, pensada como sinónimo de cambio democrático, de reformas, debe asumirse como la gran organizadora social, ideológica y política de un proyecto social. No es en abstracto ni resultado de primero llegar al poder rodeado de vacíos, sino de un proceso y una amplia colectividad que desde la crítica, la diferencia incluida, unifique, organice desde abajo, teja nuevos intereses comunitarios, reviva el valor del trabajo, procese conflictos y construya espacios democráticos.


Las estrategias de poder, por el poder mismo, sin conceptos ni compromisos históricos, son un peligro porque se basan no en fortalecer, sino en debilitar, dividir, polarizar, y conducen al retroceso.


A 200 años, México y el Estado surgido de la Independencia no ha podido, a la fecha, construir una Hacienda Pública, derivada de la visión del saqueo. El criollismo desde la visión oligárquica, como el ladino desde la visión nacional, crearon una supuesta mayoría cultural que impuso la construcción del país con base en falsedades y no reconocer realidades.


Quienes organizan hoy rupturas, bajo la justificación de purificar, para llegar al poder, actúan contra un proceso histórico de varias generaciones de luchas sociales, democráticas, reformadoras. Los cambios se hicieron con rupturas como las de 1968, 1985, 1988, consolidadas con mentalidad reformadora. Las crisis políticas y económicas fueron usadas como puentes para construir, solucionar, tejer organizaciones.


Hoy la crisis, que se profundiza, nos debe preparar para construir salidas y una solución nacional de largo plazo.


La Jornada. 03/03/09

De acuerdo con la teoría, la actual crisis económica tendría que desembocarse en una derrota contundente tanto para el PAN como para el PRI en las urnas. La extensa investigación académica sobre el tema del comportamiento de los votantes en un contexto democrático no podría ser más claro: la situación económica es uno de los factores más importantes para determinar el sentido del voto de la población. Cuando la economía crece los ciudadanos tienden a respaldar a los partidos en el poder. En contraste, las crisis económicas son desastrosas para los partidos gobernantes y sus aliados. La victoria de Barack Obama en Estados Unidos, por ejemplo, hubiera sido mucho más complicada si no fuera por los evidentes signos de crisis económica que se asomaron en las semanas antes de la elección presidencial.


Sin embargo, actualmente nos encontramos en un escenario inverosímil en que aun con las crisis económica, política, social y de seguridad en que se encuentra el país, Felipe Calderón aparentemente mantiene una tasa de aprobación ciudadana que se aproxima a 66 por ciento y su fiel aliado, el Revolucionario Institucional, cuenta con el primer lugar en intención de voto para las elecciones de julio, casi tres veces más que la que existe actualmente para el PRD (véase Consulta Mitofsky y El Universal, entre otras). ¿Qué explica esta anomalía?


En primer lugar, algunos factores nos obligan a matizar estos datos. Aún no contamos con candidatos formales y el electorado mexicano ha demostrado ser cada día más sofisticado y crítico de las propuestas y los perfiles de los candidatos. Asimismo, los 23 millones de espots que están en proceso de transmisión tienen la potencial intención de reorientar la opinión pública y cambiar la imagen de los partidos políticos durante los próximos meses.


Otro factor es que lo peor de la crisis económica todavía está por manifestarse. Puede ser el caso de que para las elecciones de julio estemos hundidos en la fase más crítica de la crisis, con efectos inesperados sobre los resultados electorales.


No obstante, los niveles tanto de aprobación para Calderón como de intención de voto para el PRI no dejan de llamar la atención. Y lo que realmente preocupa es que se explican por factores estructurales que no se cambiarán de la noche a la mañana y que incluso podrían profundizarse en los próximos meses.


La popularidad del presidente en funciones es el resultado directo de su pacto con los principales medios electrónicos de comunicación. Esta alianza es lo que explica la falta de acción del Congreso en la apertura del mercado de telecomunicaciones, así como exabruptos graves como el perdón otorgado por el Instituto Federal Electoral (IFE) a las televisoras la semana antepasada.


Lamentablemente, conforme se vaya agudizando la crisis económica se fortalecerá este vínculo entre el poder Ejecutivo y los poderes fácticos. Ante la protesta social que se agudizará durante los próximos meses, el presidente estará más desesperado que nunca por contar con los reflectores televisivos. Esta situación lo colocará en una posición aún más debilitada ante los chantajes de Tv Azteca, Televisa y otros medios de comunicación.


Con respecto al tricolor, su fortaleza electoral está íntimamente relacionada con el corporativismo y el clientelismo que predominan en las entidades que gobierna. Este año en lugares como el estado de México, Oaxaca, Veracruz y Sonora, seguramente veremos votaciones en favor de los candidatos del PRI que nos recordarán los peores tiempos del acarreo y la compra y coacción del voto. El IFE tendría la responsabilidad de intervenir para prevenir y castigar estas prácticas, pero sus acciones hasta la fecha no levantan gran esperanza en su voluntad de asegurar el cumplimiento del estado de derecho en la arena electoral.


El viejo partido de Estado también cuenta con un as bajo la manga: la nueva Ley de Emergencia Económica. Esta propuesta de ley busca inyectar cantidades importantes de dinero público a la economía, así como flexibilizar la contratación de obra pública y servicios gubernamentales, justo en un momento en que los gobernadores están buscando todas las vías posibles para comprar votos e influir en la contienda electoral. Todo parece indicar que el PRI podría ser el principal beneficiario de esta nueva discrecionalidad en el ejercicio de los recursos públicos.


No existe, desde luego, ninguna garantía de que el Revolucionario Institucional vaya a triunfar en las próximas elecciones federales. Todavía quedan muchos meses de campaña y la experiencia nos demuestra que la realidad política puede cambiar de manera rápida y totalmente inesperada. Sin embargo, si el PRD y la izquierda parlamentaria quieren tener alguna posibilidad de expandir su presencia en el país, no pueden permitirse el lujo de esperar con los brazos cruzados algún acontecimiento fortuito que cambie el escenario, sino que es urgente actuar desde ahora para transformar los términos del debate político nacional y plantear una visión clara y contrastante de su proyecto alternativo de nación.


La Jornada. 23/02/09

Ante una crisis mundial del capital, cuando se abre la posibilidad de optar por un modelo distinto al neoliberalismo, es indispensable refundar el partido electoral de la izquierda en el país, porque en las condiciones actuales que vive el Partido de la Revolución Democrática (PRD), «ha dejado de servir a la sociedad mexicana», afirmó Enrique Semo Calev, historiador e investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México.


En entrevista, tras participar en un homenaje a los líderes sociales Othón Salazar Ramírez y Arnoldo Martínez Verdugo, convocado por el colectivo Rumbo Proletario, afirmó que «quizá ha llegado el momento de que se cumplan muchos de los objetivos del movimiento de 1968, y que se renueve, entre otros factores, el sindicalismo mexicano y el papel de los intelectuales, que deben estar al lado de las causas del pueblo».


Luego de destacar la trayectoria del dirigente magisterial comunista, Salazar Ramírez, quien falleció el pasado 4 de diciembre a los 84 años, aseguró que «es el modelo de dirigente que podría renovar al sindicalismo de México. Es posible que hoy no se vean muchos líderes como él, pero surgirán de nuevo. El mismo pueblo que produjo a Othón, que es producto del pueblo, generará nuevos dirigentes magisteriales».

Nota completa: La Jornada 14/12/08


José Agustín Ortiz Pinchetti: La apuesta de AMLO


Podría hablar del cálculo estratégico de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), pero me gusta más la palabra apuesta, pues implica riesgo y competencia. AMLO arriesga su suerte a la certeza de que el pueblo de México despertará, se organizará y tomará el poder. Él quiere ser partícipe de esta toma de conciencia, organización y victoria, pero no confía mesiánicamente en sí mismo, sino en la capacidad de la gente de cambiar su circunstancia.


Sus competidores también toman en cuenta al pueblo, pero para ellos es una masa a la cual se puede halagar, engañar, corromper. PAN y PRI usan los mismos mecanismos. El clientelismo, la demagogia y, sobe todo, la manipulación de los medios. AMLO no puede ni quiere usar los viejos instrumentos de la política mexicana. PRI y PAN saquean impunes a los dineros públicos y tienen el apoyo de la oligarquía, los monopolios y las televisoras. Así que el obstáculo que tendrá que afrontar el pueblo con AMLO o con otros líderes es formidable. Es la vieja estructura de castas que viene desde la Conquista y que se resiste al cambio.


Nota completa: La Jornada 14/12/08

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


La crisis de la izquierda electoral mexicana ya se estancó en un punto muerto. Con el pragmático corrimiento a una postura centrista de lo que queda del PRD, que se inclina pendularmente a la derecha convalidando las tesis neoliberales de la libertad de mercado y respaldando las políticas públicas del calderonato, prácticamente la izquierda histórica se queda sin referente en el sistema de partidos políticos en México. Con la renuncia de la actual estructura a los orígenes ideológicos, doctrinarios y programáticos del partido del sol azteca, la oposición electoral de centro izquierda pierde legitimidad y eficacia en la búsqueda del poder por la vía institucional.

 

En este contexto, las corrientes que al interior del PRD  que dicen oponerse a las comandadas por «los Chuchos», pretendiendo el rescate del partido desde su interior, convalidan a su vez la permanencia en el espectro político nacional de un instituto político que ya no representa a la izquierda; resultando,  por tanto,  irrelevantes en los esfuerzos de transformación y cambio en la vida política, económica y social de un país sin rumbo.

 

Como contrapartida, el movimiento social que encabeza Andrés Manuel López Obrador, no se decide a su transformación en un  nuevo partido político que aglutine y organice a lo mejor de la izquierda en torno a una estrategia electoral de mediano y largo plazo en la búsqueda del poder. El propio político tabasqueño, manejando los tiempos electorales, se resiste a abandonar las filas del sol azteca; argumentando que no es el momento, sin parar mientes en que lo que está propiciando es la radicalización de lo más atrasado del movimiento ciudadano, abriéndole la puerta a manifestaciones anarquizantes y expresiones «lumpen» que ni se corresponden ni contribuyen a la organización que convoca, anclando a sus seguidores en una visión cortoplacista, de corte electorero, de antemano condenada al fracaso.

 

En tal sentido vale la pena leer «Organización, partido y movimiento», de Adolfo Sánchez Rebolledo, publicado en La Jornada en su edición del pasado jueves 4 de los corrientes, que poniendo los puntos sobre las ies, da luz sobre las contradicciones entre el movimiento de resistencia pacífica y la función, objetivos y estrategias de un auténtico partido político de izquierda.

 

Así las cosas, frente a la crisis en la economía real y en los prolegómenos de las elecciones del 2009, la izquierda da la razón a Jesús Ortega; observando desde el margen como mirón de palo, el desarrollo de un proceso político al que no ha sabido o no ha querido integrarse, perdiendo una oportunidad histórica. Faltaría ver si en la coyuntura y con carácter provisional, el Frente Amplio Progresista, ahora integrado  por Convergencia, PT, y el movimiento ciudadano de resistencia pacífica que encabeza Andrés Manuel, tienen la suficiente visión organizativa y programática para aglutinar y conducir a las urnas con relativo éxito, en el 2009 y 2012,  a la ahora dispersa izquierda social.

 

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Por: Luis Hernández Navarro

Aunque sucedió hace 10 años, la muerte de Mónico Rodríguez es más actual que nunca. En un momento en el que la izquierda partidaria mexicana se hunde en el pantano de la corrupción, el abandono de los principios y el oportunismo político, la trayectoria vital de Mónico muestra que no todo está perdido. En la estirpe de los indómitos, de la que él forma parte destacada, está una de las claves para la recomposición ética de la izquierda.


El 4 de diciembre de 1998, a los 70 años de edad, falleció Mónico Rodríguez. Con los acordes de Tampico Hermoso y La Internacional, interpretados por la banda Atlacholoaya y la bandera roja con la hoz y el martillo cubriendo su féretro, sus parientes, camaradas y amigos le dieron la despedida.


Tornero calificado, experto en la fragua, organizador sindical, peluquero fracasado, ceramista, inventor y fabricante de un cañón antiaéreo, pintor, laudero y dirigente comunista, Mónico Rodíguez perteneció, tal como lo dijo de su amigo y compañero Rubén Jaramillo, a la estirpe de los indómitos. Aunque nunca tuvo poder o fama, durante años su nombre fue una leyenda entre los luchadores sociales de Morelos y el sur de Puebla, que lo visitaban en su casa y taller mecánico de Chiconcuac, Morelos, para enterarlo y escuchar sus consejos.


Nació en Torreón, Coahuila, el 13 de abril de 1918. Su ombligo quedó enterrado en el patio de la vecindad en que vivía su familia. Su padre, Samuel, fue un simpatizante magonista que se unió a las filas de la División del Norte durante la Revolución y luego se hizo comunista. Obrero ilustrado, medio filósofo y medio poeta, leguleyo, pendenciero y tomador, Mónico aprendió de él las primeras lecciones de la lucha de clases.


La vida de Mónico transcurrió entre sentimientos ambiguos de admiración y rechazo hacia su padre. La magia de su arrolladora personalidad se desvanecía a los ojos de su hijo cuando maltrataba a su madre. «Yo le daba la razón a él -decía a propósito de las diferencias religiosas entre sus progenitores-, pero se la negaba cuando la golpeaba.»


Junto a su familia viajó por varias regiones petroleras del país y sufrió todo tipo de privaciones. A los 14 años terminó el cuarto grado de primaria. La colección de El Machete -el periódico del Partido Comunista Mexicano (PCM)- fue su biblioteca y diccionario. En sus páginas se enseñó en política, cultura, poesía, economía e historia. Estudió marxismo en El a, b, c del comunismo, de Bujarin. Aprendió de su papá que el «comunismo es el arte y la ciencia de la liberación del proletariado».


Con 15 años de edad cumplidos entró a trabajar al ingenio de El Mante, rechazando una beca para continuar sus estudios en la ciudad de México. Cuatro meses más tarde se convirtió en aprendiz de mecánico, a pesar de que su padre le decía: «vale más ingeniero chambón que obrero chingón». Anhelaba rescatar a su madre de los maltratos de su esposo.


Aventajado en asuntos de mujeres, dio su primer beso a una muchacha que le parecía una virgen proletaria. La ensoñación que le produjo ese primer contacto con los labios femeninos se convirtió en pesadilla al enterarse de que su doncella era tuberculosa. Casi no pudo atender a su segunda ilusión amorosa. «Más que en mis brazos la tuve en mi cartera», decía. Finalmente, años más tarde, ya en Morelos, después de un difícil cortejo, se unió a Alberta, quien sería la abnegada compañera de su vida y madre de sus hijos. Como buen comunista, aceptó casarse por la iglesia, con ella vestida de blanco.


Mónico Rodíguez trabó en Zacatepec, Morelos, una profunda amistad y relación política con Rubén Jaramillo, que duraría hasta el asesinato del líder campesino, en 1962. Fue el responsable de organizar las huelgas en el ingenio y la zafra azucarera de 1942 y 1948, la lucha de nueve pueblos en Atencingo, y la organización de células comunistas y sindicatos democráticos en el corredor textil de Puebla y Tlaxcala. Participó en la promoción de la huelga ferrocarrilera de 1958-1959 y como dirigente de los padres de familia en la movilización magisterial de 1958-1960 y la toma del edificio de la Secretaría de Educación Pública. Fue el vínculo para acercar a Rubén Jaramillo con Othón Salazar. Años después, junto con un grupo proveniente del espartaquismo, trató de reorganizar a los jaramillistas. En 1962 se encontró con Lucio Cabañas. Apoyó la lucha indígena de Yalalag contra el cacicazgo y los primeros intentos de organización en Tlahuitoltepec, Mixe.


Aunque fue cuadro profesional del PCM durante 12 años, su combatividad, independencia y compromiso con la lucha lo llevaron a tener múltiples conflictos con la burocracia del partido, despreocupada por hacer trabajo obrero o por brindar formación comunista a los líderes. Su familia vivió esos años con múltiples penurias y carencias, literalmente en la miseria. La gota que derramó el vaso fue cuando la dirección del partido le ofreció una beca para que sus hijos estudiaran en la ciudad de México, pero, en lugar de ello, los internó en un hospicio.


Vestido con el mismo saco gris de siempre, de rostro pequeño y angulado, calvo, de barba cana, cejas extensas y arqueadas y nariz larga de anchas fosas nasales, Mónico estuvo rodeado de muchas personas que lo quisieron y admiraron. Hombre sencillo y modesto, enemigo del puritanismo y la mojigatería, con una sabiduría ganada a golpes de vida, viajó y promovió la organización autónoma de obreros y campesinos. El célebre astrónomo Luis Rivera Terrazas, camarada suyo de andanzas, decía que al triunfo de la revolución socialista en México la ciudad de Puebla sería rebautizada como Monicotlán.


La vida de Mónico ha sido transmitida por militantes que lo conocieron y respetaron, como Vicente Estrada y Francisco González. En Radio Educación, Ricardo Montejano divulgó una espléndida serie de entrevistas que le hizo. Julián Vences escribió su biografía en el libro Comunista y carmelita descalzo. Su yerno, Renato Ravelo -hoy también finado-, dio a conocer fragmentos de su lucha en Los jaramillistas.


La Jornada 09/12/08

Santiago Alba Rico

Rebelión

El mismo día en que la FAO informa de que el hambre afecta ya a casi 1.000 millones de seres humanos y valora en 30.000 millones de dólares la ayuda necesaria para salvar sus vidas, la acción concertada de seis bancos centrales (EEUU, UE, Japón, Canadá, Inglaterra y Suiza), inyecta 180.000 millones de dólares en los mercados financieros para salvar a los bancos privados.

Frente a un dato como éste sólo caben dos alternativas: o somos demagógicos o somos realistas. Si invoco la ley natural de la oferta y la demanda y digo que en el mundo hay mucha más demanda de pan que de operaciones de cirugía estética y mucha más de alivios contra la malaria que de vestidos de alta costura (y mucha más también de viviendas que de créditos hipotecarios); si reclamo un referéndum kantiano que pregunte a los ciudadanos europeos si prefieren destinar las reservas monetarias de su país a salvar vidas o a salvar bancos, estoy siendo sin duda demagógico. Si, contra la razón y la ética, acepto que es más urgente, más necesario, más conveniente, más eficaz, más provechoso para la humanidad, impedir la ruina de una aseguradora y la quiebra de una institución bancaria que dar de comer a miles de niños, socorrer a las víctimas de un huracán o curar el dengue, entonces estoy siendo realista.

No hay en mis palabras ni una brizna de ironía. Las cosas son así: una verdad redonda que no consiente aplicación es demagógica; una monstruosidad puntiaguda que no admite alternativa es realista. Para tener mucho o tener poco -o incluso para tener sólo las ganas de tener algo- hay que dejar de lado todas las redondeces y aceptar todas las puntas y todos los pinchos.

La minoría organizada que gestiona el capitalismo -ministros, banqueros, ejecutivos multinacionales, corredores de bolsa y periodistas económicos- puede invocar a Hayek con arrogancia en momentos de bonanza y exigir con aplomo la intervención del Estado cuando está a punto de despeñarse porque sabe que su impunidad es proporcional a nuestra dependencia. Por eso mismo -admitámoslo- los ciudadanos europeos convocados a un hipotético referéndum kantiano («el banco o la vida») responderíamos sin duda con realismo a favor de los bancos, conscientes de que todo lo que nos importa -desde el abrazo de nuestras novias hasta la sonrisa de nuestros niños- es una concesión suya. La minoría organizada que nos gobierna ha tomado como rehén a la humanidad y, si no acudimos en ayuda de los secuestradores, puede ahora rematarnos a todos.

Para una humanidad cautiva es realista ceder al chantaje y dejar a un lado la verdad, la compasión, la sensibilidad, la solidaridad. Un sistema que, cuando las cosas van bien, mata de hambre a 1.000 millones de personas y que si van mal puede acabar con todo el resto, es un sistema no sólo moral sino también económicamente fracasado. En esto tiene razón el periodista Iñaki Gabilondo y es bueno, casi ya revolucionario, que lo escuche mucha gente [1]. Pero se equivoca al evocar la caída del Muro de Berlín, por muy retóricamente eficaz que sea la ocurrencia, porque si algo tuvo que ver el capitalismo en la derrota de la Unión Soviética, no puede decirse que la Unión Soviética -ya desaparecida- sea la causa de la agonía capitalista. El capitalismo, sencillamente, no funciona.

Hay algo hermoso, emocionante y precursor en el hecho de que seis Estados poderosos hayan coordinado una acción concertada para intervenir masivamente en la economía: eso es lo que se llama «planificación». En tiempos de Marx, el capitalismo era sólo «una excepción en algunas regiones del planeta» y, si ha llegado a cubrir el conjunto de la superficie del globo, ha sido gracias a una permanente intervención estatal, a una «planificación» ininterrumpida que combinaba y combina los desalojos de tierras, las acciones armadas, las medidas proteccionistas, los golpes de Estado y los acuerdos internacionales. Nunca a lo largo de la historia un experimento económico ha dispuesto de medios más poderosos ni de condiciones más favorables para demostrar su superioridad. En los últimos sesenta años, la minoría organizada que gestiona el capitalismo global se ha visto apoyada, a una escala sin precedentes, por toda una serie de instituciones internacionales (el FMI, el Banco Mundial, la OMC, el G-8, etc.) que han excogitado en libertad, y aplicado contra todos los obstáculos, políticas de liberalización y privatización de la economía mundial. Después de 200 años de existencia libre, apoyado, defendido, apuntalado por todos los poderes y todas las instituciones de la tierra, el trasto viejo y homicida nos ha traído hasta aquí: 1.000 millones de seres humanos se están muriendo de hambre y, si no corremos ahora a socorrer a los culpables, los demás quizás acabemos enterrados con los más pobres después de habernos matado unos a otros.

Parece, pues, que planificar para salvar bancos y aseguradoras no sirve. ¿Y planificar para salvar vidas? Esto no lo hemos probado aún. Capitalismo y socialismo no se retaron en mundos paralelos y en igualdad de condiciones, cada uno en su laboratorio desinfectado y puro, sino que el socialismo nació contra el capitalismo histórico, para defenderse de él, y nunca ha fracasado porque nunca ha tenido ni medios ni apoyos para poner a prueba su modelo. Lo poco que intuimos en la actualidad es más bien esperanzador: a partir de una historia semejante de colonialismo y subdesarrollo, el socialismo ha hecho mucho más por Cuba que el capitalismo por Haití o el Congo.

Cuando se habla de «socialismo en un solo país» se olvida que igualmente imposible es «el capitalismo en un solo país» y que por eso se ha dotado de una musculosa organización internacional capaz de penetrar todos los rincones y todas las relaciones. ¿Qué pasaría si la ONU decidiese aplicar su carta de DDHH y de Derechos Sociales? ¿Si la FAO la dirigiese un socialista cubano? ¿Si el modelo de intercambio comercial fuera el ALBA y no la OMC? ¿Si el Banco del Sur fuese tan potente como el F.M.I? ¿Si todas las instituciones internacionales impusiesen a los díscolos capitalistas programas de ajuste estructural orientados a aumentar el gasto público, nacionalizar los recursos básicos y proteger los derechos sociales y laborales? ¿Si seis bancos centrales de Estados poderosos interviniesen masivamente para garantizar las ventajas del socialismo, amenazadas por un huracán? Podemos decir que la minoría organizada que gestiona el capitalismo no lo permitirá, pero no podemos decir que no funcionaría.

Cuba es el único país del mundo en el que, incluso después de un ciclón que ha destruido el 15% de sus viviendas, lo realista sigue siendo salvar vidas y lo demagógico robarle la comida a un hermano. En EEUU, tras el paso del mismo ciclón, lo realista es que la fiscalía de Texas monte un dispositivo para proteger de los delincuentes sexuales a las víctimas de la catástrofe y lo demagógico es pedir ayuda económica al gobierno. Ahora Iñaki Gabilondo se lo ha dicho a millones de españoles que creían esto eterno y natural: planificar para salvar bancos no sirve. ¿Y planificar para salvar vidas? Es el único medio que existe para que el realismo deje de ser criminal y la verdad, la compasión y la solidaridad dejen de ser demagógicas.

[1] Véase la noticia

Santiago Alba Rico es filósofo y escritor español, miembro de Rebelión.

José Saramago

José Saramago

Me ausento de este espacio durante veinticuatro horas, no por necesidad de descanso o falta de asunto, simplemente para que la última crónica se mantenga un día más en el lugar en que está. No estoy seguro de que lo merezca por la forma en que dije lo que pretendía, sino para darle un poco más de tiempo mientras espero que alguien me informe donde está la izquierda…

Hace alrededor de tres o cuatro años, en una entrevista a un diario  sudamericano, creo que argentino, entre la retahíla de preguntas y respuestas solté una declaración que inmediatamente supuse que iba a causar agitación, debate, escándalo (hasta este punto llegaba mi ingenuidad), comenzando por las huestes locales de la izquierda y a continuación, quien sabe, como una onda que se expandiera en círculos, en los medios internacionales, tanto políticos, sindicales o culturales que de la dicha izquierda son tributarios. En toda su crudeza, sin escamotear su propia obscenidad, la frase, puntualmente reproducida por el periódico, era la siguiente: “La izquierda no tiene ni puta idea del mundo en que vive”. A mi intención, deliberadamente provocadora, la izquierda así interpelada, respondió con el más gélido de los silencios. Ningún partido comunista, por ejemplo, empezando por aquel del que soy miembro, salió a la palestra para rebatir o simplemente argumentar acerca de la propiedad o la falta de propiedad de las palabras que pronuncié. Con mayor  razón, tampoco ninguno de los partidos socialistas que se encuentran en los gobiernos de sus respectivos países, pienso, sobre todo, en los de Portugal y España, consideró necesario exigir una aclaración al atrevido escritor que había osado lanzar una piedra al putrefacto charco de la indiferencia. Nada de nada, silencio total, como si en los túmulos ideológicos donde se refugian no hubiese nada más que polvo y telarañas, como mucho un hueso arcaico que ya ni para reliquia serviría. Durante algunos días me sentí excluido de la sociedad humana como si fuese un apestado, víctima de una especie de cirrosis mental que provocaba que no diera pie con bola. Llegué a pensar que la frase compasiva que andaría circulando entre los que así callaban sería más o menos ésta: “Pobrecillo, ¿qué se podría esperar de él con esa edad?” Estaba claro que no me encontraban opinante con la estatura adecuada.

El tiempo fue pasando, pasando, la situación del mundo complicándose cada vez más, y la izquierda, impávida, seguía desempeñando los papeles que, en el poder o en la oposición, les habían sido asignados. Yo, que mientras tanto había hecho otro descubrimiento, el de que Marx nunca había tenido tanta razón como hoy, supuse, cuando hace un año reventó la burla cancerígena de las hipotecas en los Estados Unidos, que la izquierda, allá donde estuviera, si todavía le quedaba vida, abriría por fin la boca para decir lo que pensaba del asunto. Ya tengo la explicación: la izquierda no piensa, no actúa, no arriesga ni una pizca. Pasó lo que pasó después, hasta lo que está ocurriendo hoy, y la izquierda, cobardemente, sigue no pensando, no actuando, no arriesgando ni una pizca. Por eso no es de extrañar la insolente pregunta del título: “¿Dónde está la izquierda?” No doy albricias, he pagado demasiado caras mis ilusiones.

El cuaderno de Saramago.

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