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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

El manotazo del Sr. Peña Nieto instruyendo a la PGR para impugnar el blindaje de los gobernadores de Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua, a mi juicio pretende ir más allá de un interés genuino por combatir la corrupción. No es circunstancial el que casi simultáneamente imponga a Enrique Ochoa Reza como presidente del CEN del PRI.

De hecho, la medida adoptada es un claro deslinde de su gobierno con el viejo PRI, que ya constituye una pesada carga en su propósito transexenal de dar continuidad a su proyecto neoliberal de país.

La derrota en siete de doce procesos electorales estaduales en el presente año, para Peña Nieto no fue resultado de políticas públicas equivocadas de su gobierno, como lo dejara entrever Manlio Fabio Beltrones en su renuncia como dirigente nacional del tricolor. Lo atribuye a un partido político que incapaz de vender y defender con acierto y eficacia la bondad de las reformas llamadas estructurales, se ha mantenido prácticamente al margen dejando en manos de los gobernadores el respaldo a la estrategia “modernizadora” presidencial.

La semana pasada al referirme a la caducidad del régimen político en México,  señalaba que el PRI ha dejado de serle funcional al presidente. La reacción aunque tardía de Peña Nieto parece confirmarlo.

El PRI ahogado en sus propias contradicciones no está con dios ni con el diablo. Los intereses del partido en el mosaico nacional, se identifican más con  los respectivos virreyes en cada entidad federativa que con la estrategia trazada por el gobierno del Sr. Peña. No ha habido interés real del PRI para acompañar  -más allá del posicionamiento retórico del discurso mediático-, al presidente en la instrumentación y consolidación de  las reformas estructurales en que este sustenta su concepción de modelo de país al que deberíamos aspirar los mexicanos.

En Veracruz a lo largo de los últimos doce años, y con énfasis en la primera mitad del mandato Peñista, el PRI ha respondido en todo tiempo a cubrirle las espaldas al gobernador en turno en su interminable secuela de saqueo y corrupción impune, desentendiéndose de lo que para Peña Nieto es prioritario para el país.

Y si bien, omiso Peña Nieto dejó hacer, dejó pasar, el rechazo callejero cada vez más amplio a las reformas y pérdida de aceptación de su mandato reflejada en las urnas, le obliga tardíamente a reaccionar,  poniéndole un hasta aquí a tres gobernadores, entre ellos, al fallido de Veracruz que contribuyera activamente a la derrota electoral.

Sumándose a la vieja práctica de decir lo que la gente quiere escuchar para,  en su pretensión de recuperar el terreno perdido, concluir su mandato con el respaldo social y  la fuerza necesaria para imponer su proyecto transexenal.

El que no ayuda que no estorbe

Con Ochoa Reza, Peña Nieto pretende recuperar el control sobre el partido en el gobierno. O bien, dejarle morir reduciéndolo a su mínima expresión. Puesto que no hay de otra, ya que la opción de renovarle adecuándolo a los propósitos neoliberales del régimen, es tarea algo más que imposible. Los intereses creados heredados y la inercia de una corrupción que anida en todos los niveles, está inscrita en el ADN del dinosaurio viviente. A lo cual habría que sumarle el rechazo popular a una institución caduca a la que se identifica en el imaginario colectivo como  ajena a los intereses más caros de la nación.

Ante el transcurrir de un tiempo que al Sr. Peña se le escurre entre los dedos y el cada vez más amplio movimiento social de rechazo a las políticas públicas emanadas de Los Pinos, si el viejo PRI no ayuda que no estorbe. Es al parecer la conclusión a que ha llegado Peña Nieto. De ahí a mi juicio  su estate quieto presuntamente en defensa de la legislación anti corrupción que le aprobara el Congreso de la Unión.

En este escenario, la pregunta obligada es si un tecnócrata salido del pesebre de los aprendices de brujo, artífices de las reformas presuntamente estructurales, podrá recuperar ya no solamente el control del partido, sino incluso, los niveles de confianza y credibilidad en su propia militancia.

Por lo pronto, lo más execrable del PRI, como es el caso del ex gobernador Ulises Ruíz, ya brincó ante la imposición del ex director de la CFE como dirigente nacional, considerando fuera de lugar la intervención presidencial atropellando a la “nomenklatura” de la vieja guardia partidista, o, la oportunista postura de la CNC, exigiendo como moneda de cambio la vuelta al pasado en el reparto de posiciones, prebendas y canonjías clientelares.

En la aldea

En la aldea, la vida política de la entidad veracruzana, conducida por Duarte de Ochoa, se concentró en impedir la llegada a la gubernatura del enemigo número uno del fidelismo, desentendiéndose de los propósitos y objetivos que con carácter prioritario pretende alcanzar el presidente. Y peor aún, desviando, por decir lo menos, recursos federales destinados a dar soporte a la estrategia presidencial, orillando a la entidad a un palpable desastre económico y social, generador del protagonismo exacerbado del descontento y el hartazgo.

De ahí que en el imaginario colectivo pese más la impugnación de la PGR que abona a la exigencia de la renuncia de Javier Duarte, que la imposición del dirigente nacional del tricolor.

Con un PRI en los hechos descabezado en Veracruz y sin más visión que la electoral cortoplacista para lo que viene en el 2017 y 2018, lo accesorio se impone sobre el principal, los propósitos y objetivos del Sr. Peña se consideran irrelevantes ante el reto doméstico de recuperar el gobierno de Veracruz.

Faltaría ver si la alternancia con Miguel Ángel Yunes Linares, contribuye o no a lo que el presidente exige, cumpliendo con aquellas tareas a las que el PRI les diera la espalda. Si el PAN como partido en el gobierno de Veracruz cumple con las expectativas presidenciales, la opción para el relevo en el 2018 está más que cantada.

Lo que suceda en el futuro cercano, está condicionado a la realidad real, en un país en el que el descontento y el hartazgo están al límite. El no a las reformas presuntamente estructurales domina en la calle. ¿Podrá el PAN revertirlo para hacerse merecedor a la confianza del Sr. Peña? Es pregunta.

Mérida, Yuc.- Julio 13 de 2016.

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Pulso crítico

Enrique Olivera Arce

Contrastando con el quehacer compulsivo de una llamada clase política inmersa en la guerra de lodo, la mayoría de la población en la entidad veracruzana vive su día a día comprometida con los avatares de una cotidianeidad cada vez más incierta y azarosa, sintiéndose ajena a lo que la partidocracia disputa en el proceso electoral en curso.

El bombardeo mediático no cesa, los tiempos de campaña se acortan y el mensaje de los candidatos contendientes no prende entre los veracruzanos, juzgándosele poco alentador frente al reto de rescatar a Veracruz lo mismo del desastre económico que de la corrupción impune que permea en todos los niveles de la administración pública.

No hay que ir muy lejos para percibirlo. Basta escuchar a familiares y amistades cercanas; a lo que se comenta en los centros de trabajo o lugares públicos de esparcimiento, para constatarlo. El peso de la vida cotidiana se impone por sobre el interés que podría o debería despertar el proceso político que desembocará con la elección del gobernador de dos años y el relevo de la Legislatura local. A lo sumo, se privilegia el comentario sobre el hartazgo que provoca el bajuno perfil del proceso en curso con vanas promesas de campaña alejadas de la realidad circundante, así como de dimes y diretes cargados de detritus que se intercambian partidos y candidatos, en una guerra de todos contra todos en la que el gobierno estatal no es ajeno y en la que la mayoría de los medios informativos son también actores beligerantes a conveniencia.

Si en los círculos políticos y periodísticos pragmáticamente  preocupa y ocupa el destino final de la contienda electoral, para el grueso de la población, mirón de palo al fin en una democracia simulada, el incierto final pareciera le tiene sin cuidado que, al fin y al cabo, el triunfo para unos u otros, buenos, malos o feos,  no es garantía alguna del tan necesario como urgente cambio que la entidad exige. Más de lo mismo entre los mismos, no motiva participación y compromiso de las mayorías para con un proceso electoral que naciera viciado de origen.

Confirmándose en Veracruz la no correspondencia entre el régimen político nacional vigente y las expectativas presentes y futuras de una sociedad en la que el descontento y el hartazgo le ha abierto los ojos. La ausencia de credibilidad y confianza en el régimen y  las instituciones de que de él dimanan, así como en el sistema de partidos políticos que le soporta, es ya denominador común en una población que no confía ni espera más de una democracia representativa secuestrada, dominada y controlada por mafiosas estructuras en las que la corrupción impune es su mejor carta de presentación.

Ya no es sólo reflejo del todo nacional  lo que se vive en Veracruz. La cloaca en que se ha transformado la vida política de la entidad es parte viva y actuante de un Estado-nación que habiendo perdido rumbo y destino, se sustenta en un régimen político que tocando ya a las puertas de la obsolescencia ni ve ni escucha lo que la realidad demanda.

Si queremos una democracia viva y actuante como sustrato del cual partir para el rescate y transformación de Veracruz, la tarea de todos empieza por rescatar la política política y,  este esfuerzo, no pasa ni por el actual proceso electoral ni por la llamada clase política y adláteres convenientemente comprometidos con el statu quo, está en el día a día con la participación y voluntad colectiva por incorporar a nuestra vida cotidiana el interés por el bien común, con el compromiso de arrojar a la partidocracia corrupta y larvaria al basurero de la historia. Basta ya de dar vuelta tras vuelta en el perverso círculo vicioso de una improductiva noria que no conduce a nada.

Hojas que se lleva el viento

Al presentar ante el Pleno del Senado el dictamen con proyecto de decreto por el que se expide la Ley Federal de Zonas Económicas Especiales y se adiciona el artículo 9 de la Ley General de Bienes Nacionales, el presidente de la Comisión de Hacienda y Crédito Público del Senado de la República, José  Yunes Zorrilla, aseveró que este instrumento legal propiciará condiciones de convergencia económica en favor de la población que habita el sur y centro del país sin perjuicio para el resto de los mexicanos. Afirmación del legislador priísta que debemos guardarla convenientemente en el morral de los recuerdos, como una expresión más de medias verdades y medias mentiras en la escalada del proyecto neoliberal que, impulsado desde Washington, pretende oponer el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), al proceso de integración regional de América Latina. Las comunidades indígenas asentadas en el sur-sureste de México más temprano que tarde desmentirán al legislador veracruzano, denunciando mayor desigualdad, pobreza, exclusión, discriminación, intolerancia y despojo de sus territorios a consecuencia del propósito último de las Zonas Económicas Especiales.

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La lógica de la guerra sucia electoral en Veracruz: “Estás conmigo o estás con Javier Duarte y sus mapaches”. Y bajo esta premisa el candidato, candidata o partido político que mayor cantidad de mierda en contra de sus adversarios esparza a lo largo y ancho de la entidad será el ganador de la contienda.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

No está de más insistir en que el rescate de Veracruz debe contemplarse con una visión integral y de futuro, participativa e incluyente. El desempeño de la administración pública, hoy desastrosa y sin rumbo, es importante en la coyuntura, pero no lo es todo por más que se considere su brutal endeudamiento como limitante para la buena marcha del estado.

La crisis de Veracruz, dentro de otra crisis que ya es global, es estructural y tiene carácter histórico. Es la crisis de obsolescencia de una sociedad cuya economía ya no da para más bajo las actuales condiciones de un sistema de producción y acumulación de capital caduco.

Desigualdad, pobreza y exclusión en el medio rural, así como una creciente precarización en el medio urbano, son la constante regional y sectorialmente a lo largo y ancho del territorio veracruzano. El aparato productivo estatal demanda con urgencia un proceso profundo de actualización tecnológica, innovación, reordenación y anclaje a una realidad nacional e internacional que reiteradamente nos hemos propuesto ignorar. No podemos seguir engañándonos con la falsa premisa de un Veracruz cuya prosperidad descansa en la fortaleza de un potencial pródigo en recursos naturales y el denodado esfuerzo de sus habitantes, cuando la realidad exhibe atraso y retroceso.

Tampoco podemos seguirle la corriente a quienes vaticinan bienestar y progreso a partir de las llamadas reformas estructurales del gobierno de Peña Nieto, cuando la realidad indica que estas más que incidir positivamente en la economía estatal, profundizan su crisis, generando desempleo, capacidad instalada ociosa, descapitalización del aparato productivo y pérdida de expectativas y confianza en el futuro.

Estamos ya en pleno proceso electoral y la ciudadanía no conoce un diagnóstico serio, regional y sectorial, en el que pudiera sustentarse la propuesta de gobierno de todos y cada uno de quienes aspiran a la gubernatura de dos años. Anclados estos en lugares comunes y el ya desgastado discurso amenaza de encarcelar a los prevaricadores, pasan por alto que la problemática toral de la entidad es de carácter estructural y no de coyuntura por más que esta esté marcada por 11 años o más de un pésimo desempeño de gobiernos estatales corruptos e ineficientes.

Hablar de rescate sin atender el fenómeno económico, es insistir en el más de lo mismo, sin atacar origen y consecuencias de estancamiento, retroceso y deterioro del aparato productivo y tejido social, que van de la mano anidados en una estructura productiva que ha dejado de responder a las necesidades vitales de la población.

Bastaría observar, a manera de ejemplo, a una industria azucarera sustentada en fábricas chatarra con zonas de abastecimiento de materia prima, asentadas en suelos empobrecidos por un monocultivo sostenido por más de dos siglos de las que dependen productores permanentemente subsidiados. O el amplio litoral veracruzano sin presencia de una industria pesquera moderna, generadora de efectos económicos multiplicadores, respaldada por una industria naval acorde a nuestro potencial marítimo. La lista de ejemplos es larga de enumerar, pero que conforman, determinan y explican el por qué lejos de avanzar retrocedemos.

Curándose en salud la dirigencia estatal del PRI afirma que en dos años no es posible hacerlo todo. Sabia reflexión de quien descubriendo el agua tibia, no tiene ni la más mínima idea de lo que Veracruz requiere para salir de su marasmo. Antes que descubrir el hilo negro, tiene que aclararse que se entiende por el todo y cuál de las partes de ese todo, debería privilegiarse en el orden de prioridades del minigobierno.

Hasta donde es posible escudriñar entre tantos pedestres dimes y diretes, nuestra aldeana clase política no tiene la respuesta. La expectativa para los electores no puede ser otra que más de lo mismo, independientemente del color de la camiseta de quienes aspiran a suceder al corrupto gobernador fallido y a ocupar un lugar en la renovación de la cohorte de prevaricadores y simuladores en el Congreso estatal, cuando no habiendo voluntad de cambio la motivación dominante es el saqueo.

Hojas que se lleva el viento

Exhumando el cadáver con propósitos eminentemente electorales, a mi juicio es la interpretación correcta que debería considerarse ante la conmemoración anual de la revolución agraria en México por una organización que, como la Confederación Nacional Campesina (CNC) y las Ligas estatales de comunidades agrarias y sindicatos campesinos afines, interrumpieran y traicionaran el proceso de reforma agraria integral que impulsara la Revolución Mexicana. Simulación y oportunismo que en el marco de un PRI venido a menos, requiere en épocas electorales de lo que queda del clientelismo rural. Más ahora, en el que el neoliberalismo paulatina y contundentemente desmantela y privatiza la propiedad social de la tierra y sus frutos. En respuesta a esta fingida exaltación a los mejores principios y valores de la lucha agraria, el campesinado mexicano va tomando conciencia de que llegó la hora de abandonar el tren.

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Con más de cuatro millones de pesos mensuales que presuntamente son pagados a medios periodísticos por el Ayuntamiento de Xalapa, el alcalde, Américo Zúñiga Martínez no logra remontar la imagen negativa que de su desempeño perciben amplios sectores de la población en la capital veracruzana. El impacto de la promoción personal en medios, prácticamente viene siendo nulo ante los problemas no resueltos por el ex secretario de Trabajo del gobierno estatal.

Cómplice por omisión del clima de inseguridad que se vive en Xalapa, el joven alcalde evade su responsabilidad, dejando en manos de la autoridad estatal la protección de una ciudadanía que se percibe a sí misma como en estado de indefensión ante la violencia criminal que se ha venido apoderando de la capital veracruzana.

Así como también es responsable por omiso ante el problema creciente de la vialidad, deterioro de la infraestructura urbana, invasión de espacios públicos por el comercio informal y ni qué decir del constante crecimiento anárquico de la mancha urbana que genera rezago y pésima calidad de los servicios públicos.

Siendo evidente que rebasado por una realidad inocultable, la imagen pública el Ayuntamiento xalapeño no se corresponde con la imagen mediática de eficiencia, eficacia y atención a la ciudadanía, que día con día un buen número de medios informativos abonan a favor de Américo Zúñiga. Luego el dispendio de recursos públicos destinados al rubro de comunicación social resulta gravoso para un Ayuntamiento con disponibilidades financieras escasas y, con mayor razón en un 2016 que amenaza con sequía en las finanzas públicas de los tres órdenes de gobierno.

Calladito, el alcalde sería menos gravoso para los contribuyentes, a más de no forzar la obligada comparación entre imagen mediática y desempeño real, que poco abona en favor de quien aspira a una senaduría.

El dispendio de recursos públicos en proyección de imagen personal, cuando el cuerpo de bomberos de nuestra ciudad capital sobrevive en la indigencia, debería decirnos algo.

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Ya inmersos en un atípico proceso electoral que desembocará con la elección del gobernador de dos años, resulta por demás incongruente y patético el que el Consejo General del Organismo Público Local Electoral (OPLE) Veracruz, encargado de la organización, seguimiento y control del ejercicio comicial, esté envuelto en dimes y diretes, jaloneos, fuego amigo y arbitraria interpretación del marco legal, incrementando, desconfianza y carencia de credibilidad en la legalidad de las próximas elecciones que ya han hecho verano en el imaginario colectivo. Se explica tal situación en un régimen político que vive una crisis terminal, pero no se justifica de ninguna manera si se pretende llevar la fiesta en paz.

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Siempre en el marco de la elección que tendrá lugar en junio del presenta año, también resulta por demás patético el observar la enorme distancia que existe entre un presidente nacional del PRI que afirma que su partido trabaja para generar mejores gobernantes, y su contraparte en el CDE tricolor en Veracruz, que se afana en destruir con actitudes porriles la ya de si desgastada imagen de lo que los veracruzanos perciben de un gobierno emanado del tricolor.

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La interrogante de moda: ¿El PRI de Héctor Yunes Landa es el mismo que el que en la entidad encabeza Javier Duarte de Ochoa? Las respuestas se dividen y polarizan. Y por cierto, el soñador veracruzano que aspira a gobernarnos, afirma que gracias a las reformas legislativas de última generación que el Congreso de la Unión le aprobara al Sr. Peña, “la cuesta de enero” será leve para los veracruzanos. Baja el precio de las gasolinas, sube el precio del gas doméstico y de los productos de la canasta básica alimentaria y no alimentaria. ¿Dónde está el gane para los ciudadanos de a pie?

Cd. Caucel, Yuc. Enero 6 de 2016.

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En Perspectiva

J. Enrique Olivera Arce

Parafraseando a Marx, decimos que los pueblos no pueden regresar a ser niños, a menos que caigan en el infantilismo.

Alejandro Nadal


Si de algo puede estar segura la humanidad,  es que frente a la crisis sistémica del capitalismo nadie sabe como enfrentarla. El sistema está enfermo y nadie sabe de qué y que tan grave es la enfermedad.  Diagnósticos van y vienen  y los presuntos médicos sólo atinan a formular pronósticos que van,  desde un simple catarrito hasta una tormenta perfecta. Sin faltar los merolicos que ofreciendo remedios caseros de negro historial, un día niegan la existencia del mal y al siguiente se desdicen, según la audiencia y el lugar. Sin faltar los dimes y diretes entre quienes le apuestan al «catastrofismo» y los que califican a tal estado de ánimo como traición a la patria.


Ante tal incertidumbre, son pocas las voces que cuando menos ofrecen lo que a su alcance tienen a mano, como sería el caso de Barack Obama que contempla al gobierno de su país y a su disponibilidad monetaria, como el último bastión que en el mundo existe para frenar la debacle.


Y si nadie sabe, nadie cree. Imponiéndose la incredulidad como otra faceta más de la crisis global que el planeta está viviendo. Ya nadie confía ni en su vecino más próximo, mucho menos en el gobierno y los banqueros, en tanto crece el clamor popular dejándose escuchar en varios países del orbe,  la consigna que en el 2001 se pusiera de moda en Argentina «Que se vayan todos».


Llama la atención entonces, que en México el Senado de la República realice un foro de notables cuyo propósito es el dilucidar cual debería ser el mejor camino para «crecer» en el marco de la turbulencia recesiva de una crisis cuya profundidad no sólo se desconoce, sino que se insiste en minimizar para no incurrir en «condenable» catastrofismo. Cuando es de todos sabido, y en eso si existe certeza, que históricamente el germen del mal viene de lejos y que el modelo de país adoptado e impuesto a lo largo de los últimos cinco sexenios presidenciales, apenas abonó las raíces de la simulación, engaño, corrupción  e impunidad, de una realidad que hoy, sumada a los efectos de la crisis planetaria, padecemos los mexicanos.


De todo lo ahí expuesto, sólo se salva la intervención de la Dra. Denise Dresser, con su retrato hablado del México que todos conocemos pero que todos negamos. «Somos Víctimas de un sistema económico disfuncional, institucionalizado por una clase política que aplaude la aprobación de reformas que no atacan el corazón del problema. Presidentes, secretarios de Estado, diputados, senadores y empresarios que celebran el consenso para no cambiar». «País de cuates y cómplices», fue su sentencia. Reiterando lo que con magistral visión nos ofrece Sara Sefchovich, en su libro «País de mentiras»

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«Torrente implacable, duro, amargo, corrosivo y certero de la realidad mexicana», afirmara Sergio Aguayo Quesada respecto a la crónica dura del México de siempre.

Se dice hasta el cansancio que crisis es oportunidad. Ojalá y el catastrofismo de quienes quieren ver la realidad con otros ojos,  lejos de condenarse a priori, sea escuchado y valorado como un grito de alerta digno de ser atendido. México no aguanta más simulación, engaño y gatopardismo. Hagamos de la crisis oportunidad para cambiar.

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PLAZA PÚBLICA

Miguel Ángel Granados Chapa

Lunes 12 de enero de 2009


Los oyentes que han entregado su confianza al profesionalismo de Carmen Aristegui, y por eso lamentaron su forzada ausencia de las ondas sonoras, pueden ya escucharla de nuevo (ahora en MVS, un grupo en pleno movimiento), algo a que tienen derecho.

A las seis de la mañana de hoy lunes comenzó a ser restituido el derecho de una importante porción de oyentes de noticias en la radio de escucharlas en voz de Carmen Aristegui, que a lo largo de tres lustros labró ya un sólido prestigio profesional y ganó la confianza de su auditorio. Éste -es decir un vasto conjunto de personas- resultó ofendido con la decisión empresarial (torpemente empresarial pues se prescindió de una presencia buscada por el público) de sustituirla por quién sabe quién en su emisión matinal de XEW. A partir de hoy, aunque sea con demora de un año, sus oyentes podrán seguir de nuevo su trabajo y satisfacer a través de esa labor el derecho a la información de que deben disfrutar.

En la estación que se sintoniza en el 102.5 del cuadrante de FM en el Distrito Federal y sus alrededores (y en las emisoras del grupo MVS en varias ciudades de la República) comenzó esta mañana un nuevo programa a cargo de Carmen Aristegui, donde se llamará a «las cosas por su nombre», manera coloquial de afirmar que allí se buscará informar con veracidad, sin doblez y sin trabas contrarias a la ética.

Ver nota completa en el Blog de Kikka Roja

Hasta ahora, buena parte de las encuestas de intención de voto para el año que comienza prometen al PRI una mayoría legislativa; es probable que también retenga las gubernaturas de Campeche, Colima, Nuevo León y Sonora, e incluso que recupere Morelos.


Si estos resultados se confirmaran, estaríamos ante una prueba contundente de la desilusión mexicana con la democracia. El regreso del PRI no sería un episodio más de alternancia en el poder, sino la expresión del desencanto con una experiencia que los priístas esperan que quede reducida a la condición de mero paréntesis. Podrían interpretarlo de esa manera porque es muy poco lo que han hecho para cambiar. Su partido es el mismo de antes de 2000; las caras son las mismas, incluso entre los más jóvenes, que en lugar de abrir las ventanas, sacudir y barrer la casa, se han limitado a asumir los usos y costumbres de sus mayores, y ahora se les parecen tanto que son viejos prematuros. Enrique Peña se parece cada vez más a Joaquín Gamboa Pascoe, y Humberto Moreira a Carlos Jonguitud.


Tampoco han variado las prácticas de los priístas; peor que eso, el clientelismo y el patrimonialismo que en el pasado representaban la imagen de marca del PRI hoy en día son recursos generales a los que acuden todos los partidos, al igual que el pandillerismo con que pretenden resolver conflictos internos, como ocurría en los años 50, y como hicieron los adversarios de Patricia Mercado que ahora administran el Partido Socialdemócrata. Y si de ideas hablamos, las posturas de los priístas obedecen más a cálculos estratégicos que a objetivos precisos de gobierno y de administración.


No son pocos los ejemplos de encuestas cuyas predicciones resultan equivocadas, pero si el PRI regresa no traerá consigo ninguna certidumbre, a pesar de que su triunfo sería en buena medida producto de la desesperación ciudadana ante las intolerables incertidumbres que nos aquejan. Muchos de los que defienden este regreso aspiran a la predictibilidad del autoritarismo; se han olvidado del hartazgo con las incompetencias y la corrupción, de las crisis económicas que la destruyeron o de las complicidades criminales que sustentaban el orden público; aceptan, sin pensarlo mucho, la cantinela de que los priístas sí sabían hacer las cosas. Es decir, los hoy simpatizantes del PRI promueven la restauración no sólo de un partido, sino de todo un arreglo político, una de cuyas piezas centrales era el partido. Sin embargo, no se les ocurre exigirle que haga las reformas a que lo obligaban, primero, los escándalos de los 80 y de los 90, luego, la derrota, la competencia partidista y la emergencia de votantes activos.


Quienes ahora apoyan al PRI como un mal menor y sin mayores condiciones están favoreciendo a las corrientes más conservadoras de ese partido -que son también las más oscuras e inquietantes- y pierden de vista que, contrariamente a lo que esperan, la restauración sería desestabilizadora porque el antiguo partido hegemónico regresaría al poder en un entorno político muy distinto al del México de la segunda mitad del siglo XX.

Los dos soportes centrales del predominio priísta eran el Estado y el presidencialismo, y ambos han experimentado transformaciones profundas que difícilmente podrían ser revertidas. El fortalecimiento de los intereses privados y el ascenso de los gobernadores son dos de los factores que limitan el poder del gobierno federal y de las comisiones reguladoras y, por otro lado, el presidencialismo ya no es lo que era. Desafortunadamente, el accidentado paso del enamorado Vicente Fox por Los Pinos le causó más cambios que la democracia, al menos en términos de las percepciones públicas, porque demostró que para ser presidente no se necesita siquiera un certificado de sanidad mental. No en balde uno de los primeros cometidos del presidente Caderón ha sido la reconstrucción de la dignidad de la institución presidencial que despedazó la frivolidad del foxismo.


Si el PRI regresa e intenta restablecer una estructura centralizada del poder, como es previsible, en vista de que no hay señales de que haya aprendido otra cosa, habrá conflictos con los demás partidos, con los gobernadores, entre los gobernadores, con los legisladores, entre los legisladores, por mencionar sólo algunos. La ambicionada certidumbre estaría todavía más lejos de nuestro alcance.

El regreso del PRI no sería una restauración, sino el estrepitoso final de ese partido que hemos estado esquivando durante casi una década.


La Jornada. 08/01/09

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Si alguna vez tuvo sentido, la fórmula convencional para desear «¡feliz y próspero año nuevo» lo ha perdido por completo en esta oportunidad, porque raras veces fueron tan claros los signos de que para la mayor parte de las personas el ciclo que se inicia no vendrá acompañado de los elementos que hacen felices a las personas y les proveen bienestar creciente.

Si bien nos va, tendrán que vivir con modestia los que podían hacerlo con cierta holgura, y se volverán menesterosos quienes mal que bien colmaban sus necesidades básicas. Claro que seguirá habiendo un millón o dos de personas a los que ninguna crisis afecta porque poseen patrimonios resistentes y suelen ser dueños de habilidades que les permiten obtener provecho de situaciones adversas para la mayoría. Pero casi todas las capas de la sociedad resentirán los crecientes efectos perniciosos de una crisis que no es como las que ha padecido México de modo casi rítmico, cíclico, sino que por su extensión universal genera consecuencias difícilmente eludibles.

No es de buen gusto predecir males, y no le cuadra hacerlo a un espíritu generalmente optimista como el de quien firma estas líneas. Pero es imposible sustraerse a la realidad, cuyas líneas principales quedaron ya trazadas en el año que acaba de expirar. No nos caerán infortunios por sorpresa, sino que ocurrirá lo previsible, que es previsible porque está en curso. La economía entrará en una espiral perversa en que efectos nocivos generan nuevos efectos nocivos. El consumo decaerá porque los desempleados no tienen poder adquisitivo y su número aumenta a tal punto que aun las autoridades encargadas de la estadística laboral, generalmente prestas a disfrazar y aun ocultar las cifras verdaderas, han tenido que reconocer una tasa de desempleo mayor que nunca. Crecerá la morosidad de los tarjetahabientes, castigados por altas tasas de interés impagables, y los bancos tendrán que restringir el crédito para no quedar al descubierto.

Menores flujos de dinero inciden a su vez en achicamiento de la economía, como empezará a verse de inmediato en el mercado de vehículos automotores, en que acaso quede lugar sólo para el consumo conspicuo, el de las enormes camionetas blindadas o que lo parecen. Por añadidura, el jueves pasado quedó abierta la frontera para automóviles y camiones usados procedentes de Estados Unidos, que abatirá los precios en ese mercado, en beneficio de los compradores que, a la larga, pagarán costos mayores, directamente por el mantenimiento oneroso e indirectamente por el daño social que las gangas automotrices generarán al alterar el medio ambiente a causa de su tecnología obsoleta.

La crisis económica incluirá la creciente salida de capitales, mexicanos o extranjeros, y la disminución de los ingresos principales de nuestro país, pues se abatirá el turismo, los precios del petróleo se mantendrán en los bajos niveles a que tendieron en los últimos meses de 2008, y dejarán de crecer las remesas de quienes trabajan en Estados Unidos a causa de la propia recesión estadunidense que los planes audaces y al mismo tiempo prudentes del nuevo presidente de ese país apenas podrán revertir en el plazo inmediato.

Las dificultades materiales de la gente en general acrecentarán la inseguridad, que encuentra en la pobreza un conveniente caldo de cultivo. Jóvenes imposibilitados para incorporarse al mercado laboral, cuenten con calificación o sin ella, tendrán a la mano la terrible tentación de engrosar la peor expresión de la economía informal, el narcomenudeo, una actividad que tiene clientela creciente y ofrece gratificaciones prontas y gordas. Es verdad que también está plagada de riesgos, como el de la muerte violenta causada por choques entre grupos rivales o por ajuste de cuentas. Pero el peligro de ser detenido y encarcelado no inhibirá a ningún muchacho de nuevo ingreso a esa innoble rama de la economía, porque sabe que el riesgo es menor, casi inexistente y salvable.

En ese escenario, dibujado aquí a grandes y burdos trazos (pero que no será radicalmente distinto si se le esboza con información precisa), se renovará la Cámara de Diputados, y media docena de entidades elegirán gobernador. El proceso electoral animará un poco la economía, porque el gasto de los partidos y los órganos electorales, aun disminuido, es fastuoso, pero generará tensiones sociales mayores que las causadas por la disputa electoral normal, pues la crisis económica y de la seguridad exacerban los ánimos y los hace proclives al choque y al disenso.

Como ocurrió en elecciones locales en los años 2006 y 2007, el PRI resultará el partido mejor librado en la contienda que se resolverá en julio. Quizá no haga retroceder el tiempo hasta antes de 1997 y no alcanzará, como dejó de hacerlo en ese año, la mayoría absoluta en la nueva legislatura. Pero apenas cabe duda que formará el grupo parlamentario de mayor tamaño, no por sus méritos ni por su acierto al presentar candidatos, sino por la irresponsabilidad e ineficacia de sus oponentes.

Si bien al partido tricolor lo afecta la falta de un liderazgo único, como el que inveteradamente ejerció el presidente de la República, sus disensiones no lo aproximan a la ruptura porque son resolubles con un adecuado reparto de posiciones y el poder y el dinero que ello conlleva. En cambio, la división interna en el PAN y en el PRD (y en su frente más amplio) puede causar daño electoral a esas formaciones. No es que las diferencias sean causadas por factores diversos que el dinero y el poder. Pero en ambos casos se agregan a la disputa interna tomas de posición, doctrinarias e ideológicas, como las que oponen al panismo histórico, centrista, con el de la extrema derecha que está en abierta impugnación al gobierno.

Y no se diga lo que ocurre y ocurrirá en el PRD, que no podrá mantener los niveles de votación a que llegó hace dos años, por la virtual escisión que ya padece, que no se resolverá en fractura pero tampoco se aliviará.

No será, pues, un buen año, casi por donde lo miremos. Sólo queda un posible factor atenuante: poner al mal tiempo buena cara. Ojalá podamos hacerlo.

Tomado de: Revoluciones MX

México, S. A.: Para cerrar el año con broche de oro y honrar la tesis del «catarrito», a lo largo de la semana que concluye los mexicanos recibieron una serie de espeluznantes noticias: crece el número de despidos, y en 2009 será peor; con inflación al alza, el salario ínfimo general promedio «aumentó» 2.32 pesos diarios; en noviembre la tasa oficial de desempleo abierto alcanzó la cota más alta de cuando menos los últimos nueve años, acercándose peligrosamente al registro que este indicador reportó en la crisis de 1995-1996; y que el pronóstico económico para México en los próximos 12 meses, en el mejor de los casos, se ha fijado en menos 0.1 por ciento.

 

Se  ensombrece  el  futuro  económico

 

El Universal 20/12/08.- La situación económica en el país se va deteriorando poco a poco. Ayer, la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) consideró que ha comenzado la recesión industrial en México, ya que por primera vez en muchos años en octubre se contrajo la actividad de los cuatro componentes de la producción industrial como la minería, manufactura, generación de electricidad y construcción, y con ello se inicia el tránsito por lo que será la más difícil recesión. El miércoles, el INEGI informó que la producción industrial cayó 2.7% en octubre.

Por su parte, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), comentó que México registrará en 2009 el crecimiento más bajo de América Latina y previó que el PIB subiría sólo 0.5%. Bárcena detalló, en videoconferencia, que esta baja en la actividad económica repercutirá en mayor desempleo, incremento de la pobreza y un aumento en la informalidad. La estimación para el desempleo urbano en México es que pase de 4.9% en 2008, a 5.7% en 2009

 

Desempleo, el más alto en 8 años

México (El Universal 20/12/08).- La tasa de desempleo en México durante noviembre se ubicó en 4.47%, en comparación con el mismo periodo de hace un año, el mayor nivel desde abril de 2000, de acuerdo con información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

El resultado superó las expectativas de los analistas económicos, que pronosticaron una tasa de 4% y esperaban un repunte del empleo por las contrataciones que realizan las empresas previo a las fiestas decembrinas. En este entorno, ayer el Banco de México modificó a la baja su estimación de crecimiento económico para 2009 y la ajustó a un rango negativo de 0.11%, lo que representaría una generación de sólo 81 mil puestos de trabajo.

 

Aumento insuficiente del salario mínimo

México (Diario de Yucatán).- Diputados del PAN, PRI y PRD coincidieron en que el aumento al salario mínimo debe ser superior al 6%, ya que el incremento de 4.6% resulta bajo e insuficiente. La Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami) acordó anteayer un aumento al salario mínimo de 4.6% aplicable a las tres áreas geográfica.

 

Leer  «La farsa de los salarios mínimos» de Arturo Alcalde Justiniani en La Jornada

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

De paseo por  tierras del sureste,  no pude sustraerme a la costumbre. Desde un cómodo ciber recurrí a mis portales de noticias favoritos, entre los que destacan «gobernantes.com» y  «crónica del poder.com»,  para enterarme de lo que ahí se escribe sobre los últimos acontecimientos de la política veracruzana. Nada nuevo bajo el sol, la guerra sucia aunque subiendo de tono se mantiene en la misma línea, confrontado un apanicado  priísmo fiel con la aún lejana posibilidad de que Miguel Ángel Yunes Linares pudiera acceder en el 2010  a la candidatura panista a la gubernatura del estado. Lo dominante no es ni por asomo el interés más general de los veracruzanos; los dimes y diretes, conservan esencia, sustancia y el mal olor ya previsto en estos menesteres de la política ramplera de espaldas al pueblo.

 

En este escenario, en el que por cierto al gobernador se le ha visto salirse de sus casillas, perdiendo compostura y mostrando las aristas más débiles de su personalidad, atraen mi atención dos hechos que podrían ser irrelevantes para hombres y mujeres comunes al margen de la clase política, de no ser porque se ratifica una vez más el bajísimo nivel, tanto del Congreso local como de quien se ostenta como secretario general de gobierno en la administración fidelista.

 

En tanto que en la Legislatura,  por mayoriteo e ignorando a la oposición,  los diputados fieles atienden a la consigna dictada, reformando por mayoriteo y al vapor  el Código Electoral vigente, adecuándolo a modo para que cumpla con los  intereses y espectativas futuras de Fidel Herrera Beltrán, por su parte Reynaldo Escobar Pérez, por consigna o abyecta sumisión, presenta  una denuncia por calumnia y difamación en contra del diputado y presidente estatal del PAN, Alejandro Vázquez Cuevas, motivada por los cuestionamientos que en la reciente comparescencia del gobernante ante la representación popular local, formulara en tribuna la bancada panista por lo que a su juicio constituyen irregularidades e inconsistencias en el ejercicio de la administración pública veracruzana.

 

Dos hechos, a mi juicio reprobables. Más allá de las consecuencias que en los procesos electorales del 2009 y 2010, pudieran derivarse de las reformas al Código Electoral, una vez más se recurre al autoritarismo antidemocrático y a la legislación por consigna, de espaldas al interés más general de la sociedad veracruzana. En tanto que la ya nada extrañable conducta del Secretario General de Gobierno, habla por sí misma, tanto de la ignorancia en materia de derecho constitucional del abogado litigante,  como de su afán protagónico por mostrarse  en el contexto de la guerra sucia declarada, como fiel servidor doméstico del titular del Poder Ejecutivo. Al mismo tiempo que exhiben,  a nivel nacional e internacional, la ausencia de cultura democrática en una entidad federativa que presume de encontrarse en el umbral del primer mundo.

pulsocritico@gmail.com

En Perspectiva

J. Enrique Olivera Arce


Un científico trata de entender la realidad y resolver las contradicciones. Un político trata de esconder las realidades para no tener que enfrentarse a las contradicciones.

René Drucker Colín


En mi colaboración para la revista «Análisis Político, del 15 de enero comenté que existían indicios más que suficientes para percibir que 2008 sería un año negro para México y para el mundo. Tal percepción se ha ido materializando, al grado de que 11 meses después la violencia en el país ha llegado a niveles inimaginables, en tanto que en las principales economías de occidente oficialmente se ha declarado la recesión; anticipándose un 2009 catastrófico que impactará en el mundo entero.


Veracruz no escapa al ominoso panorama. De ahí que sea plausible el esfuerzo del gobernador Herrera Beltrán por trasmitir optimismo, al mismo tiempo que anuncia medidas tendientes a minimizar los efectos de la crisis global, pretendiendo tranquilizar a la sociedad. A sus propios colaboradores, les ha pedido no sumarse al «catastrofismo» y redoblar esfuerzos por sacar adelante los programas de gobierno bajo su responsabilidad. Sin embargo, a mi juicio todo ello es insuficiente cuando la realidad rebasa la capacidad de previsión y de instrumentación de medidas anticrisis aún en los países mejor equipados. La crisis es sistémica y abarca todo afectando a todos por un periodo que los más optimistas calculan no será menor a tres años.


Por otra parte,  no puede pasarse por alto que estamos en los prolegómenos de un año electoral, por lo que el exceso de optimismo que trasmite el gobernante se podría interpretar más como «blindaje político», que como un mensaje destinado a convencer de que en Veracruz se toman medidas preventivas que nos permitan salir más o menos bien librados de la crisis.


En este contexto se entiende el que hasta ahora secretario de Finanzas, Javier Duarte de Ochoa, insista de manera reiterada en considerar como panacea el que las finanzas públicas de la administración veracruzana  se mantengan en un sano equilibrio y a tono con las políticas anticíclicas del gobierno federal; aunque objetivamente la realidad le desmiente, dando la impresión de que no sabe, no lee, no estudia, o no le interesa valorar la profundidad de una crisis que ya está presente en la entidad. La verdad es que el joven aspirante a gobernador de Veracruz, como todo el gabinete, simplemente sigue el libreto marcado por el Maestro Fidel Herrera Beltrán.


Las finanzas públicas sanas son una cosa y otra, muy distinta, es el efecto que estas puedan tener en la economía real, tras más de dos décadas de políticas públicas neoliberales contrarias a un deseable  desarrollo económico y social equilibrado. Más cuando se insiste en colocar a la bursatilización de un impuesto, como eje del «blindaje» frente a la crisis, en el ámbito sectorial y regional de la economía veracruzana. Soslayándose el hecho de que las finanzas públicas y la economía estatal en manos privadas, marchan por caminos paralelos sin un punto de encuentro que recíprocamente les fortalezca. El incremento de disponibilidades presupuestales y reservas,  proviene de aportaciones federales y de cargas fiscales que la empresa privada no podrá soportar mucho tiempo, así como de una deuda que tendrán que pagar en un  futuro cercano las próximas administraciones estatales y municipales.


Insistimos. Veracruz no es una ínsula autárquica y  próspera; la entidad es parte y no el todo de un México con más de 40 millones en condiciones de pobreza extrema. Luego no se puede afirmar que a los veracruzanos les va bien cuando al resto de la Nación le va mal. Todos vamos en el mismo barco y este no encuentra ni rumbo ni puerto seguro, frente a una crisis económica planetaria que arrastra consigo a otras no menos graves, como la alimentaria, la de salud pública, la ambiental, la energética, la cultural, y la de confianza y credibilidad en un sistema que en su tránsito al futuro, se manifiesta en un presente catastrófico para todos.


Evadir la realidad, para trasmitir certidumbre y confianza, pretendiendo tapar el sol con un dedo incurriendo en un exceso de optimismo por parte de las autoridades, políticamente no funciona cuando el deterioro de la economía real se refleja en la vida cotidiana de la población. Antes al contrario, se revierte en contra del propio gobierno, generando irritación social y un instintivo rechazo a todo lo que de este provenga.


Finanzas públicas sanas, no garantizan votos, si el propósito de evadir la realidad es con fines electorales. La mayoría de la población, sujeta a salarios congelados, o en el desempleo, mide la profundidad de la crisis cotidianamente en su mesa y no en imágenes prefabricadas difundidas mediáticamente. Si Javier Duarte de Ochoa quiere ser gobernador, tiene que convencer con realismo, aunque se salga del libreto.


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