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Pulso crítico

José Enrique Olivera Arce

 En el seno de cada uno de los partidos políticos nacionales actualmente existentes, la militancia acusa el golpe mediático sobre las debilidades de sus adversarios, observando la paja en el ojo ajeno sin aceptar la viga en el propio y, mucho menos, que son manipulados por una prensa más interesada en sus propios objetivos económicos que en el devenir nacional. 

Así podrían interpretarse los dimes y diretes en torno a la venida a menos del partido Acción Nacional y  la posibilidad de una desbandada en las bases perredeístas para pasar a engrosar las filas de Morena, ampliamente propalados por la mayoría de los medios de comunicación y sus acólitos. 

No se piensa que la crisis del régimen político nacional atañe a todos los partidos, con mayor o menor énfasis en unos u otros, en una profundización de la crisis a mi juicio terminal de un sistema de partidos políticos obsoleto, decadente y sin el menor asomo de credibilidad ante una ciudadanía que dicen representar en la caricatura de democracia que se vive en México. 

Cambia la correlación de fuerzas políticas con el retorno del PRI a la presidencia de la República, dicen, como si tal cambio se diera automáticamente. La oposición gracias al llamado “pacto por México”, se subordina al proyecto de nación de Enrique Peña Nieto, afirman sin mayor análisis, ignorando que ningún partido político existente cuenta con el respaldo social de las mayorías en que descansa la correlación de fuerzas. 

En el marco de tal presunto cambio se da por liquidado al PAN, ahora disminuido tras su proceso de reafiliación, ignorándose que históricamente este partido ha sido de cuadros y no de masas, privilegiando calidad de la militancia por sobre la cantidad de afiliados o adherentes. Como también se ignora que ideológica y pragmáticamente, ya no existe diferencia alguna entre un partido confesional de derecha y un PRI simulador que le apuesta a mantener un proyecto nacional neoliberal que le coloca también a la derecha del espectro político y social. 

Por cuanto al PRD, tiempo ha que abandonara el camino de la izquierda social, enquistándose en una pseudo izquierda electoral que pragmáticamente sirve a los intereses de la derecha. Luego tampoco se puede diferenciar del PRIAN en lo sustantivo como opción para el impulso de un nuevo proyecto económico y social que trace rumbo y destino a la Nación. Cediéndole en los hechos los bártulos a Morena que, al haber optado por sumarse al sistema de partidos aceptando las reglas del juego dominantes en una falsa democracia representativa, no hace diferencia. 

Todo es mediático. Aparentemente todo cambia con el PRI nuevamente en el gobierno de la república, la verdad es que todo sigue igual en un régimen de partidos políticos parchado que, en su carácter de partidocracia de hecho, se asume como  rector de la vida nacional. Ni vencedores ni vencidos, todos son iguales, todos se tapan con la misma sábana.

Si de correlación de fuerzas se trata, habría que escudriñar el horizonte cercano en el desenvolvimiento de un cada vez mayor número de movimientos sociales, contestatarios por cierto, que haciendo mayoría se oponen y enfrentan al statu quo que auspician y propician los diversos partidos políticos. La fuerza política se resume en estos movimientos, conformando una acción de masas que en términos más prácticos que ideológicos, podría considerarse como la izquierda nacional, opuesta a la derecha rampante entronizada en el régimen político que no por caduco pierde su carácter dominante. Ahí está presente la auténtica modificación en la correlación de fuerzas políticas en México; en este nuevo escenario el presidente Peña en su afán de legitimización pretende cambiarle el rostro al país. “Movamos a México” es su consigna genérica, sin puntualizar a que México se refiere. Al México de arriba a la derecha o al de izquierda desde abajo. Los zapatistas de nuevo en la cumbre del acontecer nacional, se han encargado de poner en primer plano tal dicotomía. 

Por sus obras lo conoceréis,  reza el refrán. Si existe el mínimo de congruencia entre el ideario peñanietista y el desempeño del gobierno priísta con el respaldo del PAN y el PRD, no cabe la menor duda de que el presidente Peña optará por los caminos de arriba y a la derecha. Sus objetivos de modernización, productividad, competividad y eficiencia, así lo indican. No puede tomar el sendero de la izquierda desde abajo porque no está ni un su naturaleza ni en sus propósitos. La nueva y auténtica correlación de fuerzas en crescendo a favor de los de abajo, se encargará de demostrar que las políticas públicas y las llamadas reformas estructurales cocinadas al vapor en el Congreso y ampliamente aceptadas por el pacto entre partidos políticos, no son determinantes para mover a México ni mucho menos para cambiarle el rostro a un país que arrastra a más de la mitad de sus habitantes en condiciones de desigualdad, pobreza y, eufemísticamente en pobreza extrema. 

Basta un ejemplo: el presupuesto de ingresos y egresos de la federación ya bajo la esfera de competencia y decisión del Sr. Peña, con impacto en mayor o menor medida en las entidades federativas y en las grandes empresas nacionales y extranjeras que operan en el país, mantiene intacta la fórmula de privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas, que priva desde los tiempos del presidente López Portillo. Subsidios, exenciones y prebendas a favor de los poderosos que para calmar el hambre de los de abajo, con la bolsa del asistencialismo social es suficiente. 

 Con la salvedad de que actualmente son más los mexicanos que no pagan impuestos que aquellos cautivos que no teniendo para donde hacerse no tienen opción de sumarse a la economía informal que ya domina a México.

Los mexicanos aplicando su propio concepto de justicia tributaria, no participarán como lo desea el Sr. Peña en los esfuerzos por mover a México. Una manifestación más de donde está ubicada la nueva correlación de fuerzas que presuntamente favorece al PRI-gobierno. 

Hojas que se lleva el viento 

Gran capacidad de algunas figuras públicas de renombre en Veracruz, para a bote pronto vaticinar sin temor a equivocarse y sin el menor asomo de duda, que con el retorno del PRI a Los Pinos a diferencia de los últimos doce años a Veracruz le irá de maravilla. Posiblemente contando con información privilegiada o con grandes dotes de pitonisas,  sin rubor alguno adivinan un  futuro que hombres y mujeres de a pie no alcanzan a percibir. ¿Doce años perdidos y ahora sí, con borrón y cuenta nueva el Sr. Peña logrará trasformarle el rostro no al campo, sino al país entero? Así lo han hecho público y esperan que los veracruzanos lo crean a pie juntillas, sin parar mientes en que como Santo Tomás, hasta no ver no creer cuando de antemano para una gran mayoría existe plena convicción de que el discurso renovador del PRI es eso, discurso sin sustento de un partido político que no habiendo sido capaz de renovarse a sí mismo,  recicla hoy a un personaje de dudosa reputación, José Murat, ex gobernador de Oaxaca y ex asesor de Fidel Herrera y Javier Duarte de Ochoa, quien con todo el respaldo presidencial coordinara al Consejo Rector de eso que se dado en llamar “Pacto por México”.-  Cd. Caucel, Yuc., enero 10 de 2013.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En nuestra isla de la fantasía el Congreso local por mayoriteo de la diputación priísta y a instancias del titular del ejecutivo aprueba sin mayor trámite restarle funciones a la Secretaría de Desarrollo Social, transfiriendo programas y recursos destinados al combate a la pobreza a la Secretaría de Gobierno. Sin más propósito que, por un lado, bajar del caballo a Ranulfo Márquez en su aspiración de alcanzar la candidatura del PRI al gobierno de Veracruz y, por el otro, centralizar la operación político electoral para  los comicios del año próximo.

Esto en un escenario y contexto de un ambiente político en la capital de la República que se calienta y se enrarece a consecuencia del albazo calderonista en contra del Sindicato Mexicano de Electricistas y la aprobación por mayoría del PRI y el PAN de una Ley de Ingresos para el 2010 y su miscelánea fiscal correspondiente, a todas luces recesiva y contraria al interés de la Nación.

Lo aprobado por el Congreso local en nuestra ínsula, sin ruido, a la chita callando y sin el mayor asomo de una oposición responsable y consecuente, no puede considerarse como un hecho aislado y ajeno al ríspido clima que prevalece en la capital del país. Por ahora y en tanto no se pronuncia el pleno del Senado a favor de modificar la minuta de la Cámara de origen, el costo político de la aprobación del paquete económico recae en el PRI y su sumisa diputación federal. Interponiéndose en el camino del joven diputado federal y delfín a quien se pretende imponer como candidato priísta a la gubernatura de Veracruz, por lo que hay que poner las barbas en remojo, anticipándose a lo que viene.

De ahí que lejos de proceder a adelgazar el pesado aparato gubernamental estatal, se recurre a una medida coyuntural de “reingeniería”; poniendo en manos de Reynaldo Escobar Pérez, o sea las del propio gobernador, aquellos programas y recursos previstos para inclinar la balanza electoral a favor del partido de la fidelidad.

Y no se esperaba menos cuando ya el propio maestro Fidel Herrera Beltrán en días pasados pusiera en evidencia la incapacidad de su gabinete para seguir puntualmente las directrices emanadas del titular del Poder Ejecutivo Estatal, constatando de viva voz del Secretario de Desarrollo social,  las aspiraciones de este de desbancar al delfín de su posición de candidato impuesto. Con la medida aprobada por el Congreso, se descobija a Ranulfo al mismo tiempo que se asegura que programas y recursos no se dispersen ni sean empleados para un destino diferente a lo que electoralmente conviene.

El PAN viene con todo en su pretensión de ganar la gubernatura de Veracruz en el 2010, encabezándolo Miguel Ángel Yunes Linares. El todo incluye programas y recursos federales asistencialistas con clara orientación electoral. El maestro Herrera Beltrán así lo percibe y actúa en consecuencia centralizando bajo su control personal lo que a programas y recursos estatales se refiere. Lo que estaría por verse es si Escobar Pérez y su paso de elefante como operador político,  tocará baranda o fungirá como simple figura decorativa, sumiso firmón al servicio del patrón.

Y mientras en el aldeano ajedrez se acomodan alfiles y peones con una estrechez de miras estrictamente de corte electorero, el consenso nacional crece y se fortalece en torno a lo que para el futuro ofrece una clase política insensible y corrupta que conduce al país al despeñadero. Ya no es un secreto; la gran mayoría de la población podrá ser ignorante pero de ninguna manera pendeja; lo que esta percibe, es que cada vez es mayor el distanciamiento entre sus intereses cotidianos de supervivencia en los que se sustenta la vida económica y social del país, y los propósitos, objetivos y “buenos deseos de salvar a México”, de una nefasta partidocracia que tiene secuestrada a la endeble democracia representativa.

Clase política y sociedad civil marchan por caminos paralelos sin un punto de encuentro aceptable. Se mueven con ritmos diferentes y con grados de pertinencia y urgencia cada vez más contrapuestos para afrontar las crisis concurrentes que se agudizan.  La crisis de credibilidad, sentido común e ilegítima representatividad por la que atraviesa el sistema de partidos políticos en México, está expuesta en el terreno de lo obvio; correspondiéndose con el modelo agotado de un neoliberalismo fracasado que el gobierno de México y la clase política en su conjunto se resiste a abandonar, como ha quedado asentado con la aprobación por la Cámara de Diputados de La Ley de Ingresos y Miscelánea Fiscal para el 2010, al ponerse en el tapete de la negociación el costo político partidista y no el interés de la nación.

El PRI y el PAN, mejor conocidos hoy por la agudeza del ingenio popular como PRIAN, no son los únicos que tendrán que afrontar el costo político de las canalladas del régimen calderonista. Es el sistema de partidos políticos en su totalidad el que en las urnas habrá de cargar con el costo electoral de dejar en manos del pueblo el pagar los platos rotos de más de cinco lustros de neoliberalismo despilfarrador. Ni sabe ni quiere reconocer la profundidad de su propia crisis y mucho menos su derrota como instrumento de interés público, mediador del permanente conflicto que genera el poder fáctico confrontando al interés superior de las mayorías subordinadas.

Constituido en juez y parte, el sistema de partidos políticos en nuestro país se ha privado a sí mismo de legitimidad democrática. Sirviendo a dos amos, queda mal con aquel a quien se debe, traicionándolo. El mal que ello acarrea a México en su presente y futuro, está a la vista. En el terreno de  lo estrictamente electoral no podría estar peor; debiendo recurrir, para mantenerse, al manido expediente de la simulación, la manipulación mediática y el grosero manejo de programas y recursos asistencialistas a cambio del voto, capitalizando en su provecho la miseria que dice combatir.

Lo mismo en el ámbito federal que en nuestra insular aldea, el obligado costo electoral se cubrirá con dinero de los propios contribuyentes. Diputados federales y locales, expresión concreta de la nefasta partidocracia, así lo entienden actuando en consecuencia. En tanto que el grueso de la sociedad civil, hasta ahora paciente, conservador, conformista y la mayor de las veces indiferente, está al  límite de su resistencia.

Suele decirse que el hilo se revienta por lo más delgado. Esperemos por el bien del país que la cauda de contribuciones fiscales directas e indirectas que habrán de descarnar  la espalda de más de 50 millones de mexicanos en condiciones de pobreza y pobreza extrema, entre los que se cuenta a 2.5 millones de desempleados que sin tener ingresos deberán pagar impuestos por lo que consumen, no sea la gota que derrame el vaso.

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