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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En Veracruz, la protesta ciudadana anti-Peña se dio en las urnas

En un escenario de indiferencia popular ajena al tibio regocijo priísta, a los posicionamientos de diputados de las llamadas izquierdas, a la protesta de jóvenes violentos, y al mitin pacífico de “Morena” en el Monumento a la Revolución en la capital del país, alrededor de medio día de hoy sábado 1 de diciembre, Felipe Calderón entregó simbólicamente la presidencia de la República a su sucesor, Enrique Peña Nieto, cumpliéndose con el protocolo que mandata la Carta Magna.

El “presidente del empleo” deja el poder en un clima de claroscuros que confirma que nadie es monedita de oro. Reconocida su valía por unos y denostado por otros por lo que consideran condujera al país al borde de un Estado fallido, entrega la estafeta a un Enrique Peña Nieto igualmente aceptado por unos y rechazado por otros. Expresando ello el grado de polarización que, al margen de los partidos políticos,  priva a lo largo y ancho de México.

Sucesión presidencial y primer día de gobierno de Enrique Peña Nieto que se da en un clima de merma del Estado de derecho, deterioro del tejido social y cuestionamiento tanto de las instituciones republicanas como de la llamada clase política y el duopolio televisivo. El cambio, más que incitar a la celebración popular, ofrece barruntos de desconcierto e incertidumbre sobre el camino por transitar.

Por sobre la esperanza en la bondad de un nuevo escenario sexenal de trabajo y prosperidad, el fantasma del autoritarismo, desempleo, pérdida de calidad de vida e inseguridad de la gran familia mexicana, se otea un horizonte nada benigno para las mayorías. Escepticismo más que pesimismo se percibe en el ambiente.

La amenaza de los efectos de la crisis global, latente en diversos campos de la vida nacional, se materializa con focos rojos encendidos en la economía, con mayor énfasis en la familiar, sin que se vislumbre para el corto y mediano plazo alguna señal de blindaje efectivo frente a lo que viene.

Tiempos difíciles para México y complejo escenario a desentrañar para el presidente Peña y su mediocre gabinete . El qué hacer y el cómo hacer en lo inmediato, es la incógnita por resolver. Tanto en la coyuntura como en un horizonte de largo aliento, son muchas las prioridades, escaso presupuesto y base social de apoyo, la deuda es creciente y los reclamos rebasan ya la capacidad de respuesta eficaz de la administración pública,  lo mismo en el ámbito federal que en los estados y municipios. Por donde empezar, eh ahí el dilema para el nuevo gobierno.

Renglón aparte, 12 años de virreinato en las entidades federativas complican políticamente el panorama. Retomar el control y reordenar el ejercicio del poder en todo el territorio nacional, no va a ser fácil. Los partidos políticos, como instrumentos parcelados de control ahora al servicio de los gobiernos estatales, no fácilmente caminarán al ritmo que se les marque desde el centro renunciando a los intereses creados generados a lo largo de los displicentes mandatos de Vicente Fox y Felipe Calderón.

El anuncio soportado en reformas legislativas de acabar con la manga ancha en los tres órdenes de gobierno, más que buena señal en las entidades federativas, es amenaza. Corrupción e impunidad sin dar cuenta y razón a nadie pesan mucho en el ánimo de los gobiernos locales. Alcanzar transparencia, oportuna rendición de cuentas y fortalecimiento democrático de ciudadanía, no entraba en los cálculos de la clase política de “provincia”. Se les acabó la fiesta y la música sonará en otra parte. Con el “rey muerto”, los virreyes son historia.

Restablecer el tejido social, recuperando confianza en el Estado de derecho y las instituciones, a la par que se enfrenta con visión de Estado a la crisis económica global, es el reto en lo inmediato. El presidente Peña tendrá que demostrar calidad de estadista, excelente administrador y talante democrático de su cuestionado arribo a la primera magistratura del país, conciliando los grandes temas y propósitos de su gobierno con lo que la gente espera del nuevo presidente. El México de hoy que recibe de Calderón Hinojosa así lo exige.

Hojas que se lleva el viento

No todo estuvo mal en el gobierno de Calderón Hinojosa, resultados positivos y rotundos fracasos, están en la balanza. La historia se encargará de tasarlos en su justa dimensión por lo que no proceden revanchismos a priori ni insensatas cacerías de brujas. En Veracruz es más lo que hay que agradecerle al chaparrito pelón de lentes, que lo que hay que echarle en cara. Xalapa le debe haber resuelto la demanda de más de diez años de un libramiento que aliviara a la ciudad de los riesgos del tráfico de transporte pesado por la Av. Lázaro Cárdenas, la más importante y de mayor aforo.

Con una inversión de más de cinco mil millones de pesos, con tecnología avanzada y una gran visión de futuro, el gobierno federal entregó el tramo “Perote-Corral Nuevo” de la autopista México-Veracruz, dotando a los xalapeños del ansiado libramiento, obra monumental que reduce tiempos y costos a los usuarios en los traslados lo mismo al Distrito Federal que al puerto de Veracruz. Vale la pena observar y valorar socialmente el Puente Xalapa”, portento de ingeniería a la altura del primer mundo. No se lo pierda.

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