Pulso crítico
J. Enrique Olivera Arce
Palo dado ni Dios lo quita, es la tesis de Manlio Fabio Beltrones cuando de la extinción de la paraestatal Luz y Fuerza del Centro y la liquidación de más de 40 mil trabajadores manuales y administrativos se trata. La decisión de Calderón Hinojosa estuvo apegada a derecho y, en todo caso, es su bronca el tener que pagar las consecuencias políticas, económicas y sociales por haberlo hecho a mansalva en sábado y en la oscuridad de la noche, es el cuento de moda que hoy nos trata de vender el PRI.
Y vaya que tiene seguidores. En la polarizada discusión que en torno al albazo se da en todos los círculos sociales, parecen tener mayoría los que gracias a los medios de comunicación electrónicos y los impresos más reaccionarios de este país, le cargan todo el muerto a los trabajadores y a su sindicato, acusándoles con exceso de ligereza, de ser los villanos, responsables de la debacle financiera de la empresa de servicio público propiedad, hasta el pasado domingo, de todos los mexicanos. “Los onerosos privilegios contractuales de los electricistas del SME, provocaron la quiebra y propiciaron la ineficiencia operativa de la empresa en perjuicio de millones de usuarios”, es la tónica del discurso de los aplaudidores de Calderón, al que han erigido en héroe nacional.
Lo que no se dice, porque el gran público no lo sabe o no lo percibe al haberlo ocultado tanto el gobierno calderonista, los medios de comunicación y el PRI que por décadas auspiciara el desorden técnico, administrativo y financiero de la empresa y se valiera de algunas dirigencias del sindicato para sus trastupijes electorales, es que la empresa contaba con un selecto cuerpo de burócratas de alto nivel, con un Consejo de Administración en el que participaran secretarios de hacienda, de economía y de energía, entre ellos Calderón Hinojosa y Agustín Cartens, en su momento, y un Director General avalado por la presidencia de la República. Si hay responsabilidades que perseguir, también hay responsables y estos, a no dudarlo, son los que a lo largo de los años han fungido como cabezas de la empresa ahora extinta y no los trabajadores subordinados a las decisiones tomadas desde la dirección.
Tampoco es del dominio público que otro tanto igual de trabajadores que vienen prestando sus servicios en empresas diversas, proveedoras de Luz y Fuerza del Centro, sin deberla ni temerla, serán seguramente despedidos al extinguirse el negocio. Así responde el “presidente del empleo” a sus promesas de campaña.
Por cuanto a “los privilegios” de que gozaran los trabajadores y la directiva sindical, si bien hasta el domingo estaban muy por arriba del común de la clase obrera, estos son conquistas laborales acumuladas a lo largo de 95 años de lucha gremial y no dádiva graciosa de un gobierno solapador. Lo paradójico es que quienes mayormente señalan lo desproporcionado y abultado de tales “prebendas”, son trabajadores que no han tenido acceso a estas porque ni están organizados ni mucho menos cuentan con historia de lucha proletaria y conquistas arrancadas a la patronal en cada revisión del contrato colectivo. Más que señalar a los trabajadores electricistas como criminales y malos mexicanos, bien les convendría analizar si están a gusto y de acuerdo en trabajar a cambio de salarios de hambre y exiguas o nulas prestaciones, bajo el control de un sindicato de protección al servicio del patrón.
Tampoco la mayoría que aplaude a Calderón, lo sabe y bien han procurado los gobiernos de Vicente Fox y Calderón Hinojosa de no divulgarlo, que tras la “valiente medida” se oculta la aviesa intención de privatizar la red de distribución hasta el sábado por la noche operada por la empresa extinta, en beneficio de empresas extranjeras interesadas en utilizarla en proyectos de comunicación de datos mediante fibra óptica, existiendo contratos firmados en lo oscurito para tal fin. Eso lo sabe la cúpula del PRI y tan lo sabe, que ya un diputado de este partido político promueve en la Cámara de Diputados un punto de acuerdo exhortando a la presidencia de la República a dar a conocer tales contratos y sus términos al Congreso de la Unión.
Pero lo que más llama la atención es la ausencia de memoria histórica. Ya nadie se acuerda que bajo los mismos pretextos, supuestos despilfarros, costo oneroso de operación de la empresa y “privilegios” de los telefonistas sindicalizados, acompañados de un sinnúmero de perjuicios a los usuarios, el gobierno de Carlos Salinas extinguió Teléfonos de México para posteriormente privatizarle. El mal servicio que proporciona esta empresa y las tarifas por arriba del estándar internacional con que opera, subsiste hasta la fecha, pero sus nuevos propietarios han acumulado enormes fortunas con un monopolio del Estado mexicano entregado en bandeja de plata a empresarios de los que, incluso, se afirma, son simples prestanombres del ex presidente Carlos Salinas.
Flaca memoria histórica que impide razonar que si ya nos saquearon una vez, lo volverán a hacer, como con el también escandaloso caso de la banca nacional entregada a empresas extranjeras o el petróleo, patrimonio de la Nación, cuya explotación reside ya, prácticamente, en manos de las trasnacionales.
¿Quién sigue en el proceso de extinción privatización? ¿La CFE? ¿Pemex? ¿El IMSS? ¿El ISSSTE? ¿Los ahorros de los trabajadores? O de plano tenemos que irnos haciendo a la idea de que todo el conjunto del gobierno, por ineficiente, ineficaz, despilfarrador, y auspiciador del enquistamiento de una alta burocracia con salarios diez veces o más que lo que devengaba el mejor pagado de los obreros electricistas hoy en la calle, deberá ofertarse en venta de garaje hasta extinguir el Estado.
Bien por los aplaudidores gratuitos, su ignorancia los redime. En ellos descansará la responsabilidad histórica de haberse negado, más por ausencia de conciencia de clase que por envidia, a defender el patrimonio nacional.
Que mal para un Manlio Fabio Beltrones y su partido, el PRI, que con pleno conocimiento de causa, juez y parte en el saqueo, con la sonrisa en los labios se pliegan a los intereses de Calderón Hinojosa y poderosos consorcios trasnacionales en demerito del futuro de este país y su aguantadora población. Para estos adalides tricolores que dicen saber gobernar y que de dientes para afuera afirman combatir la pobreza y promover el desarrollo, por su traición a México y a la historia de este país, mi más profundo desprecio.
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