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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

¿Por fin se libró Veracruz de un gobierno  fallido, corrupto e impune?

Para nada, la despedida de Javier Duarte ha sido un juego más en la larga cadena de simulación con la que el ahora gobernador con licencia  se ha burlado de la ingenuidad política de los veracruzanos.

Tanto la solicitud de licencia y su aceptación por parte de una Junta de notables (Junta de Coordinación Política de la Legislatura local), así como la designación “fast  track” (dedazo) de Flavino Ríos Alvarado como gobernante sustituto, no es otra cosa que  un acto de prestidigitación pactado para, hasta el último minuto de noviembre próximo, hacerle la vida imposible al gobernador electo.

Ganar tiempo, en la estrategia de desbancar a Yunes Linares es la jugada; dejar correr los días y esperar activamente que el TEPJF se pronuncie en contra del triunfo electoral del choleño  y en ello descansa el pacto acordado entre Javier y Flavino. Presión, mucha presión sobre los señores ministros y cero respaldo del gobierno estatal a las exigencias del por ahora gobernador electo y su partido.

47 días no dan para más. ¿O acaso como señalan los “fans” del ex secretario de gobierno, bastan y sobran para limpiar la casa? 

Pretender que la población acepte que la licencia de Javier Duarte responde a quedar en libertad de defenderse de lo indefendible y poner a salvo su buen nombre y el de su familia, es tanto como esperar que los veracruzanos estén ciegos y sordos para no ver ni entender la profundidad del saqueo inmisericorde e impune a lo largo de los últimos doce años. Luego la motivación que impulsara la solicitud de licencia a 48 días de concluir su mandato, es otra y no la que con todo descaro explícitamente ofreciera el defenestrado y aún “primer priista” de Veracruz en su despedida.

Si la instrucción  vino de Los Pinos, o fue una decisión que a motu propio tomara Javier Duarte, a estas alturas es irrelevante. Lo destacable es que como quedara asentado en la entrevista televisiva  con Loret de mola, para Javier Duarte la mejor defensa es el ataque, con la pretendida intención de evitar que Yunes Linares tome posesión como gobernador de Veracruz.

Estrategia perversa que si no le evita ser enjuiciado, cuando menos se lleva entre las patas al por ahora gobernador electo. Contando para ello con la complicidad no sólo de un puñado de diputados locales, también  con la de Flavino Ríos Alvarado que, como es del dominio público, no ha tenido empacho en respaldar  a Duarte atacando a Yunes Linares desde la secretaría de gobierno.

Pacto al que sin duda implícita o explícitamente  no es ajeno el propio presidente Peña, su secretario de gobernación y el sedicente dirigente nacional del PRI.

Más de lo mismo en una continuidad pactada. No se puede esperar otra cosa y sí, como ya se otea en el horizonte próximo, la puntilla para un Veracruz ofendido, lastimado e inerme ante los juegos perversos de un poder formal que sin disimulo alguno, jugando con lumbre y sin ya nada que perder, carente de autoridad moral y política le apuesta  al todo por el todo a costa de la precaria supervivencia de millones de veracruzanos.

Lo lastimoso es que estos millones, indiferentes cual mirones de palo, aún confían en un inexistente estado de derecho, dejando hacer, dejando pasar en espera de mejores tiempos… Y algunos, unos pocos, aplauden la ilegítima designación de Flavino Ríos como bateador emergente.

Hojas que se lleva el viento

Hundida la nave en nauseabundo cieno, en el colmo del absurdo el PRI en Veracruz aún le apuesta a recuperar en la elección municipal del próximo año el terreno perdido. Ajeno al pensar y al sentir de los veracruzanos, desde ya baraja sus cartas para imponerle a la militancia los mismos rostros, las mismas mañas, como si no pasara nada tras la defenestración de Javier Duarte y su camarilla delincuencial. Y en estos mismos terrenos Pepe y Héctor Yunes jalando agua para su molino. O los priístas no han evaluado la profundidad de la crisis de credibilidad y supervivencia que vive su partido en la entidad, o de plano  la derrota de junio les hizo perder la chaveta. A buen entendedor pocas palabras, Veracruz entero no quiere nada con el PRI.-

Cd. Caucel, Yuc., octubre 14 de 2016

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Bueno, era lógico esperarlo. La dinámica inercial del viejo régimen puede más que la sensatez y el buen juicio en el proceso electoral en marcha, como se puede observar en la tónica del discurso de quienes aspiran al gobierno de dos años en Veracruz.

Las mismas mañas, los mismos vicios que apuntan a considerar a los votantes potenciales como menores de edad, incapaces de pensar y discernir sobre lo que ven, escuchan y perciben lo mismo en el discurso proselitista que en la parafernalia en la que se cobija la demagógica retórica. Nada que indique disposición a considerar que los tiempos que corren ya no son los mismos que aquellos en los que engañar y manipular a la audiencia era el camino para sumar adhesiones y sufragios, como tampoco hay visos de una aceptación tácita de una realidad real que indica que Veracruz y el mundo han trascendido el tiempo, ya no son los mismos.

Más en un Veracruz, entidad federativa en la que el repudio a la élite gobernante va de la mano con el descontento y hartazgo de una población dañada, lastimada e incrédula en la que su vida cotidiana está preñada de inseguridad e incertidumbre. La sociedad veracruzana ha cambiado, toma conciencia de su cotidiano existir y de sus necesidades reales y sentidas, las que no ve reflejadas en propuestas descontextualizadas y ajenas a la realidad real.
Una frase de campaña de uno de los aspirantes lo dice todo: “Dos años bastan…”, sin parar mientes en quien la expresara, que no sólo el daño infringido a Veracruz por un gobierno fallido, también el deterioro económico y del tejido social al paso del tiempo, son de tal magnitud que no dos, sino acaso 10 o más años son necesarios para enderezar entuertos y restablecer normalidad, confianza y certidumbre en el futuro.

Esto, sin considerar como contexto más general, que Veracruz es parte de un todo nacional que con la instauración del modelo neoliberal de país por los últimos gobiernos a lo largo de más de tres décadas, no escapa a la pérdida de expectativas de crecimiento con bienestar y desarrollo con justicia social para las mayorías.

Desigualdad, pobreza e inseguridad, como constante es el fruto perverso de este modelo y todos vamos en el mismo barco. Contexto que profundiza y agudiza la inviabilidad de conjugar con éxito en el menor tiempo posible lo deseable con lo posible. Luego en este marco de referencia, dos años de gobierno no bastan para reencontrar el camino perdido; cuantimás si a nivel nacional el gobierno priísta con Peña Nieto a la cabeza, no sólo no tiene intención de cancelar el modelo privatizador y empobrecedor en curso, sino todo lo contrario, insiste en llevar las presuntas reformas estructurales hasta sus últimas consecuencias.

Con este escenario como referencia, a mi juicio, insisto, no todo lo que los aspirantes consideran quiere la gente escuchar, tiene visos de verdad, reduciéndose a simple expresión demagógica ajena a lo que los veracruzanos esperan de una renovada administración pública estatal.

Certeza o demagogia, que los veracruzanos juzguen por sí mismos antes de emitir su voto en junio próximo.

Hojas que se lleva el viento

Según anuncia el senador José Yunes Zorrilla, la minuta de la Cámara de Diputados referente a la Ley Federal de Zonas Económicas Especiales y la adición al artículo noveno de Bienes Nacionales, será dictaminada en las primeras semanas del mes de marzo. Una escalada neoliberal más que responde a compromisos con los poderes fácticos, domésticos y externos, y no a las necesidades reales de la mayoría de los mexicanos. Y aún hay más, Peña Nieto anuncia que en 2017 le recetará a México otra andanada de las llamadas reformas estructurales, privatizadoras y empobrecedoras como corresponde al modelo de país impuesto por los organismos financieros internacionales. Esto en el marco de un escenario de crisis global insoluble y barruntos nacionales de recesión y retroceso económico que anuncia más despidos, más pobreza y más desigualdad. ¿Aguantaremos los mexicanos más de esta sopa?

-ooo-

Gracias a una argucia legal los partidos políticos que contienden por la minigubernatura de dos años en Veracruz, evaden la veda electoral y reciben recursos frescos del erario público para actividades proselitistas, utilizando “patiños” como precandidatos simulando una competencia democrática a su interior que no es tal, toda vez que ya está definido quién en definitiva les abanderara en la justa. Ni hablar, es la partidocracia la que hace las reglas del juego esperando que los electores potenciales se traguen el garlito. Y luego acusan a López Obrador de crear “Juanitos”.

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Pulso crítico

Enrique Olivera Arce

 «La democracia sufre un vacío de comunicación que ha sofocado el debate y, en los hechos, negado la importancia crucial que la deliberación pública tiene para la forja de un buen gobierno». Rolando Cordera campos

Desde hace algunas semanas, el ex diputado federal Uriel Flores Aguayo ha venido señalando la necesidad de un debate constructivo que enriquezca la vida política de Veracruz, privilegiando respeto, diálogo y confrontación de ideas y propuestas. Encomiable llamado, cuando lo que se percibe es precisamente ausencia de diálogo y debate responsable ya no sólo entre la clase política, también en el ámbito académico, en torno a los problemas torales de la entidad.

El análisis serio, de profundidad, incitando al diagnóstico del actual estado de cosas y a la formulación de propuestas viables, para el corto y mediano plazo es aislado y se pierde en el vacío. Es más importante el intercambio de dimes y diretes en torno a la definición de las candidaturas al mini gobierno de dos años, que entender y atender lo que debería ser prioritario para un Veracruz que vive una crisis dentro de otra, más amplia, como podría ser la que acusa el país en su conjunto ahora acicateada lo mismo por un acuerdo comercial asimétrico y negativo para México en la Cuenca del Pacífico, que la pretensión de llevar adelante reformas neoliberales, presuntamente estructurales, al precio que sea, incluido el uso de la fuerza.

Nada que no sea el contexto aldeano de la coyuntura electoral -descarrilada por cierto por los afanes continuistas del clan Herrera-Duarte-, preocupa y ocupa a nuestra llamada clase política y a la prensa afín a los primeros círculos del poder formal. Y es en este escenario que Flores Aguayo pierde también la brújula, al ubicar su llamado al debate en los mismos términos, circunscribiéndolo al tema o temas electorales en boga, a los dimes y diretes e incluso a confrontaciones personales, como una manera de adecentar y oxigenar el clima político electoral, sin parar mientes que con ello está contribuyendo al proyecto de regeneracionismo lampedusiano de un régimen político caduco y obsoleto.

Más de lo mismo

Cierto, entre la llamada clase política, el tema electoral es prioridad. Más no por eso debería evadirse el debate de altura sobre una temática que, guste o no, es determinante lo mismo para quienes resulten candidatos a la gubernatura y, con mayor razón, para el futuro cercano de los veracruzanos. Sea quien fuere quien resulte electo gobernador, más temprano que tarde habrá de enfrentar el escenario adverso consecuencia tanto del deterioro económico del país y de la entidad, como aquel de orden social fruto del descontento y el hartazgo que ya se asoma por sobre la superficie de encrestadas aguas.

Esto, además de una administración pública quebrada en lo administrativo y financiero, carente de credibilidad y confianza, que se revuelca en el cochinero de la corrupción impune. Quiebra financiera, moral y política cuya solución no está en manos del más pintado y con mayor razón, el intentarlo siquiera en un periodo acotado de gobierno insuficiente incluso para desenmarañar la madeja y encontrarle el hilo al mecate.

Consecuencia de tal obcecación no puede ser otra que la imprevisión y la improvisación, debiendo pagar nuevamente los platos rotos la mayoría de los veracruzanos cuyo acceso a la toma de decisiones que le competen, le está vedada. Un proceso de cambio para seguir igual, en tanto que la sucesión de antemano está amarrada al proyecto transexenal de peña Nieto.

“Es imposible debatir sin información, no hay tema y se habla al vacío…”, nos dice Flores Aguayo. Y podría tener razón. Antes de debatir hay que informarse, filtrar la información disponible separando la paja de lo sustantivo, y a eso debería contribuir la prensa, empero, a su vez esta se encuentra atada de manos ante la falta de rendición de cuentas y transparencia en el quehacer gubernamental.

Si se habla del PRI y sus enredos sucesorios, me dice un buen amigo, analista y comentarista político, es porque no hay más tela de donde cortar. Pasando por alto que más allá de dimes y diretes electoreros, la crisis multidimensional de Veracruz periodísticamente da para eso y más si hubiera compromiso con la necesidad de un cambio real.

Lo paradójico, es que Flores Aguayo privilegia la necesidad del debate, pero al mismo tiempo acepta la inviabilidad de lo que propone por falta de información fidedigna en que sustentarlo. A lo que yo agregaría, por exceso de desinformación y ausencia de interés a todos los niveles, por trascender los límites de nuestra aldeana visión de lo que debemos entender por política y lo que este corto entendimiento significa en la vida de 8 millones de veracruzanos. Pero si existiera voluntad para debatir en torno lo prioritario, la información disponible reiteradamente propalada por investigadores serios de la Universidad Veracruzana, sería más que suficiente para su inicio.

No hay tal voluntad política. Basta y sobra con lugares comunes como la frase hecha: “Veracruz, un estado que nos llama, nos convoca y exige trabajar en unidad”, para salir del paso en una coyuntura estrictamente de corte e intencionalidad electoral.

“Primero el programa” ¿Y el diagnóstico puntual qué?

Primero el programa, después el candidato, es la señal que baja de la cúpula priísta, dijera el presidente del CDE del PRI en Veracruz en un encuentro con periodistas. Si la lógica no miente, la frase es acertada, primero lo primero. ¿Más de qué programa se habla en la cúpula tricolor si no se antepone diagnóstico y debate para concertar, conciliar y establecer consenso? Y esto cabe para todos los partidos en contienda. Luego parcialmente Flores Aguayo en su cortoplacismo, tiene razón. Información y debate antes que programa y candidato en una racional jerarquización de prioridades que contribuya a enderezar el rumbo.

Hojas que se lleva el viento

El régimen político en torno al cual giran las vidas y haciendas de los mexicanos, en su obsolescencia no logra superar la etapa patriarcal antidemocrática, de exclusión y clientelar. Aún se sigue requiriendo del “dedazo” cupular para que se mueva la rueca. Se observa en todo el espectro partidista y permea al resto de la sociedad. La situación político electoral que se vive en Veracruz lo refleja, cuando lejos de que la selección de candidatos sea fruto de un proceso democrático, ésta esté condicionada a lo que desde la cúpula de la pirámide se considere como lo más conveniente. Resultado de ello, es una democracia representativa simulada y contraria a la búsqueda del bien común. Régimen patriarcal que no se atreve a dar el paso adelante legislando en torno a una auténtica y legítima reforma de Estado. El peso histórico de los intereses creados, personales y de grupo, es superior a una necesidad objetiva que requiere de urgente atención. La sociedad y un país que viven anclados en el pasado, sin eufemismos lo demandan.

-ooo-

Cuando se requiere del uso de la fuerza pública y no de la fuerza de la razón para llevar adelante las presuntas reformas estructurales que le aprobara un congreso sumiso y omiso al presidente Peña, es que algo anda mal y no se hace nada para corregir el entuerto. La violencia de Estado es incapacidad para convencer, lo que deriva en impotencia sectaria del aparato gubernamental para gobernar con la razón. Con amenazas y palos, mis estimados, no se construye ni modernidad ni buen gobierno salvo en las mentes retrógradas de los aprendices de brujo.

-ooo-

La mayoría de los acarreados al evento en que rindiera el senador veracruzano Pepe Yunes su informe legislativo, son los mismos de siempre, profesionales por definición y obvia necesidad. ¿Cuándo se acabará con esta indignante práctica onerosa de exhibición de un falso respaldo político? Ni construye ciudadanía ni fortalece nuestra incipiente y balbuceante democracia.

Xalapa, Ver., 01 de Diciembre de 2015.

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Por Denise Dresser

Grupo Reforma

Ciudad de México.-  Basta con ver la cara de los priistas en cualquier acto público. Basta con advertir las sonrisas compartidas, los rostros complacidos, los abrazos entusiastas. Están felices y se les nota; están rebosantes y no lo pueden ni lo quieren ocultar. Saben que vienen de vuelta, saben que están de regreso, saben que encuesta tras encuesta los coloca en el primer lugar de las preferencias en las elecciones estatales y cada vez más cerca de recuperar el control del gobierno federal.

El PRI resurge, el PRI revive, el PRI resucita. Beneficiario del panismo incompetente y del perredismo auto-destructivo, el Revolucionario Institucional está a un paso de alcanzar el picaporte de Los Pinos tan sólo dos sexenios después de haber sido expulsado de allí.

Para muchos mexicanos esta posibilidad no es motivo de insomnio ni de preocupación. Hablan del retorno del PRI como si fuera un síntoma más de la normalidad democrática. Un indicio más de la alternancia aplaudible. Un indicador positivo de la modernización que México ha alcanzado y que ya sería imposible revertir. «El país ya no es el mismo que el de 1988», advierten quienes no se sienten alarmados por la resurrección priista. «El PRI no podría gobernar de manera autoritaria como lo hizo alguna vez», sugieren quienes celebran los logros de la consolidación democrática. «Los priistas se verían obligados a instrumentar las reformas que hasta ahora han rechazado», auguran los oráculos del optimismo. Y ojalá tuvieran razón las voces de aquellos a quienes no les quita el sueño la posibilidad de Enrique Peña Nieto en Los Pinos, Manlio Fabio Beltrones en la Secretaría de Gobernación, Beatriz Paredes en cualquier puesto del gabinete, y Emilio Gamboa en la presidencia del PRI.

Ojalá fuera cierto que una nueva era de presidencias priistas sería señal de alternancia saludable y no de regresión lamentable. Ojalá fuera verdad que tanto el país como el PRI han cambiado lo suficiente como para prevenir el resurgimiento de las peores prácticas del pasado. Pero cualquier análisis del priismo actual contradice ese pronóstico, basado más en lo que sus proponentes quisieran ver que en la realidad circundante. Como lo escribe el columnista Tom Friedman en The New York Times, en México hoy coexisten tres grupos: «Los Narcos, los No’s y los NAFTA’s»: los capos, los beneficiarios del statu quo y los grupos sociales que anhelan el progreso y la modernización. Y hoy el PRI es, por definición, «El Partido del No». El que se opone a las reformas necesarias por los intereses rentistas que protege; el que rechaza las candidaturas ciudadanas por la rotación de élites que defiende; el que rehúye la modernización sindical por los «derechos adquiridos» que consagró; el que no quiere tocar a los monopolios porque fue responsable de su construcción. El PRI y sus bases son los «No’s» porque constituyen la principal oposición a cualquier cambio que entrañaría abrir, privatizar, sacudir, confrontar, airear o remodelar el sistema que los priistas concibieron y del cual viven.

A quien no crea que esto es así, le sugiero que lea los discursos atávicos de Beatriz Paredes, que examine la oposición pueril de Enrique Peña Nieto a la reelección, que reflexione sobre los intereses cuestionables de Manlio Fabio Beltrones, que estudie los negocios multimillonarios de Emilio Gamboa, nuevo dirigente de la CNOP y próximo presidente del partido. Allí está el PRI clientelar, el PRI corporativo, el PRI corrupto, el PRI que realmente no cree en la participación ciudadana o en los contrapesos o en la rendición de cuentas o en la apertura de la vida sindical al escrutinio público.

Si la biografía es micro-historia, entonces se vuelve indispensable desmenuzar la de Emilio Gamboa ya que su selección reciente para una de las posiciones más importantes del priismo revela mucho sobre el ideario, los principios y el modus operandi de la organización. Emilio Gamboa, descrito en el libro coordinado por Jorge Zepeda Patterson, Los intocables, como el broker emblemático de la política mexicana; el intermediario entre el dinero y el poder político. Vinculado al Pemexgate, al quebranto patrimonial en Fonatur, al crimen organizado vía su relación con Marcela Bodenstedt y el Cártel del Golfo, a las redes de pederastia, al tráfico de influencias. De nuevo en la punta del poder dentro de su propio partido.

Ése es el PRI del 2010, y si no lo fuera, su dirigencia ya habría denunciado a Emilio Gamboa junto a tantos que se le parecen. Pero no es así. El PRI  nuevo milenio y el que se apresta a gobernar a la República sigue siendo un club transexenal de corruptos acusados y corruptos exonerados; de cotos construidos sobre la intersección de la política y los negocios; de redes tejidas sobre el constante intercambio de favores y posiciones, negociadas a oscuras. En una conversación telefónica grabada y ampliamente diseminada -que a pesar de ello no ha hecho mella en su carrera política- Emilio Gamboa le dice a Kamel Nacif: «va p’a tras». Y ése es el mismo mensaje que el PRI envía sobre el país bajo su mando.

Si te gustan y si estas de acuerdo con mis planteamientos, te agradecería que los reenviaras a tus amigos, parientes y contactos, en el entendido de que trato de hacer conciencia y ciudadanos críticos y participativos.  México lo hacemos todos los días ¡todos!

Gracias!

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