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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce
Esto no se acaba hasta que se acaba, suele afirmarse en las confrontaciones deportivas. Bueno, también el sentido común en el imaginario colectivo tiene aplicación en la vida política de un Estado-nación como México o en una entidad federativa y, para el caso de la veracruzana, nunca como hoy día cobra plena vigencia., el gobierno de Javier Duarte cae dentro de esta tesitura: El silbato de la indignación y hartazgo social dio término al encuentro. ¡Esto ya se acabó! Y a otra cosa mariposa.

Por donde se le quiera ver, sectorial o regionalmente, el sexenio en curso llegó anticipadamente a su fin. Agotado hasta sus últimas consecuencias, la pérdida de autoridad moral, política, financiera, económica, y social, así como ineptitud evidente, rebasó toda expectativa de credibilidad y confianza en un gobierno a todas luces fallido.

Nada que justifique el optimismo obligado de un Flavino Ríos, secretario de gobierno, se contempla para lo que falta en el 2015 y el sexto y último año de mandato constitucional de Javier Duarte “Aún hay tiempo”, para enderezar la nave, afirmara el funcionario público y político sureño, ante un nutrido grupo de propietarios de medios de comunicación, columnistas y algunos reporteros.

Mucho menos el optimismo de algunos sectores veracruzanos de clase media, que imbuidos más por el interés coyuntural que por honesta convicción, aún confían, primero, que el gobierno duartista pague lo que debe y, en segundo término, el cifrar esperanzas en torno a una posibilidad real de que la administración pública estatal les resarza el status económico y social perdido.

Y aún hay más, el optimismo sin sustento de los ingenuos que consideran que con abundancia de críticos y manidos señalamientos y denuncias mediáticas, corrupción impune cederá el paso a la justicia enjuiciando y encarcelando a los responsables de saqueo y desastre.

Lo perdido, perdido está, no hay vuelta de hoja. Así se colmen las cárceles de servidores públicos saqueadores, los miles de millones de pesos “extraviados”, no regresarán a las arcas públicas ni el aparato productivo se resarcirá de las pérdidas y, mucho menos, los veracruzanos mejorarán en sus condiciones de vida. Más de 10 años de saqueo inmisericorde, malos gobiernos y un aparato productivo dejado a su suerte, pesan y pesan mucho en un proceso casi irreversible de deterioro de un tejido social puesto a mansalva entre la espada y la pared.

No hay nada positivo que en lo que resta del sexenio duartista pudiera esperarse. Haciendo agua por doquier, ya se acabó.

Lo que sigue es el rescate de un Veracruz en ruinas y éste, si es que existe la disposición de afrontarlo con seriedad, Cabría entonces pensar, no sin cierto escepticismo, que en el mini gobierno de dos años, cuando menos se sienten las bases para recuperar si no las pérdidas, cuando menos el rumbo perdido. Lo cual, a mi también ya desgastado juicio y como dicen en mi pueblo, no es enchílame otra.

El contexto.

Y no es enchílame otra porque a su vez Veracruz está inserto en una realidad nacional en la que el modelo económico, social y político neoliberal que impulsa el Sr. Peña, más que como aspiración impuesta a un nuevo orden de cosas en el que las leyes del mercado se impongan por sobre la fuerza del Estado presuntamente en beneficio del bien común, se reduce a más saqueo, más corrupción y más impunidad.

Si la reforma energética, estimaran los tecnócratas aprendices de brujo -intereses norteamericanos aparte-, abriría el camino para la consolidación del modelo neoliberal, la realidad inercial del saqueo como paradigma de Estado, impone otra cosa: el obsequio de los recursos estratégicos de México al capital privado, doméstico e internacional; ampliando las oportunidades de corrupción, impunidad, enriquecimiento y acumulación individual para unos cuantos connacionales en detrimento de millones de mexicanos ahora sumidos en desigualdad, pobreza y pobreza extrema.

El mal es nacional y no es menor y en ello va implícito el agotamiento de un régimen político vigente, sin legitimidad democrática, credibilidad y confianza. Expresándose lo mismo en el desastre multidimensional veracruzano, que en una iniciativa privada sin iniciativa que, en la entidad, marcha sin visión de futuro a la zaga de una clase política aldeana ineficiente y corrupta.

Bajo este esquema imperante como contexto, nada que ofrecer a los veracruzanos para un auténtico rescate. Desigualdad, pobreza y miseria extrema, es lo que se aprecia en el horizonte inmediato y, en este panorama, miente todo aquel político que con aspiración a gobernar a la entidad, afirme con desparpajo que va a sacar al buey de la barranca.

Ni honestidad, ni preparación y capacidad que valga, parece suficiente para que un gobernador de dos años revierta la tendencia dominante. Con mayor razón, si no se está dispuesto a enfrentar al toro por los cuernos aceptando tanto la realidad real dominante como la ingente necesidad de reconstruir el aparato administrativo gubernamental y crear condiciones para una reordenación y reconversión del aparato productivo estatal, hoy por hoy obsoleto y agotado, al que irían aparejadas políticas públicas incluyentes de generación de empleos remunerativos, fortalecimiento del mercado interno y un auténtico combate desde sus causas últimas a desigualdad y pobreza. Lo cual no se vislumbra en un discurso que elude reconocer que por sobre la racionalidad económica y social que se pretende alcanzar con el proyecto de país del peñismo, objetivamente se impone la cultura del saqueo y la simulación como paradigma de Estado.

Así que ni para donde hacerse. Dejar hacer, dejar pasar; más de lo mismo hasta donde el cuerpo social aguante, para una sociedad que, a su vez, elude el compromiso de poner un alto a la corrupción impune. La dinámica de la inercia marcada por el interés coyuntural individual de sobrevivencia, opone una muralla de complicidad a la búsqueda del bien común.

Lo único que queda para quien quiera asumir que hay otras alternativas, es la resistencia del nosotros ante el avasallamiento del yo sistémico… O poner en silencio la otra mejilla.

Hojas que se lleva el viento

Mecánicamente se piensa que con la llegada de Manlio Fabio Beltrones a la presidencia del CEN del PRI, está asegurada la candidatura del senador Héctor Yunes Landa a la minigubernatura de Veracruz. Sin siquiera percibir que lo que en estos momentos cuenta no es el padrinazgo político sino la necesidad de un régimen en crisis de frenar su propia debacle. El país conducido por un grupo de tecnócratas neoliberales vinculado a intereses capitalistas creados, internos y externos, se le escurre entre las manos a un Sr. Peña Nieto que no ha contado con el necesario respaldo del partido gobernante, y que de hecho acepta el propio Beltrones al afirmar que la sana distancia entre el partido y el presidente no ha funcionado.

Y así es en efecto, el PRI no ha sido funcionalmente útil en la tarea de administrar el conflicto resultante de la confrontación de propósitos neoliberales modernizantes con una dinámica inercial del peso histórico de una sociedad liberal, construida con parches socializantes fruto de la Revolución Mexicana. De ahí que para solventar el déficit de control, confianza y credibilidad, el peñismo para sobrevivir tenga que recurrir a lo más rancio del priísmo salinista, “la vieja guardia de la mafia institucional”.

“Seré un presidente cercano al presidente”, afirma Manlio Fabio, interpretando esa necesidad del peñismo y, eso, como mensaje a quien quiera ponerse el saco en Veracruz, es jerarquizar como prioridad a una política política que sirva tanto a la necesidad de fortalecer al deteriorado gobierno peñista en la coyuntura, como el construir un valladar estratégico que con eficacia se oponga en el 2018 a la “amenaza populista” de López Obrador para asegurar la continuidad del proyecto de modelo de país en curso. A esta necesidad se deberá la designación del candidato priísta idoneo y no al compromiso amical entre compadres.

Necesidad a la que, por cierto, deberá poner atención una izquierda responsable para adecuarse a los nuevos tiempos.

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Y para que no haya duda de que la impunidad en México no tiene retorno, el INE declara que violar la ley no es suficiente para privar de su registro al partido verde, poniendo en evidencia la existencia de un estado de derecho a modo y conveniencia del presidente en turno. La ley de Herodes es la constante.

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Con el número 312 fechado el 12 de agosto del año en curso, el Semanario Pulso Crítico cumplirá 6 años ininterrumpidos incursionando en la Red de Redes. Fruto de un esfuerzo periodístico alternativo y ciudadano de quien esto escribe, ha dejado constancia de que si se puede cuando se quiere en el ejercicio de la libertad de expresión, decir sin ataduras y en el filo de la navaja lo que se piensa, gracias a los amplios canales de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación puestos al alcance de todos. En estos días aciagos el riesgo es alto pero vale la pena intentarlo, peor sería para un ciudadano de a pie, el cargar con el silencio cómplice que doblega y atenta contra la libertad de la palabra.

Xalapa, Ver., 9 de agosto de 2015.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En la reunión del priísmo nacional con el presidente Peña, el mandatario se pronunció en contra de los “adelantados”, manifestando que ““Hoy no hay espacios para proyectos personales. No obstante que algunos se adelantan al calendario electoral de 2018, para los priistas son tiempos de trabajar.” Esto en el contexto de la sucesión presidencial y en la necesidad de que se mantenga la unidad partidista en torno a las tareas que exige el aterrizar las llamadas reformas estructurales, pero también con el objetivo de recuperar en un esfuerzo concentrado, credibilidad y confianza en la acción de gobierno.

Para el caso de Veracruz, el contexto dentro del cual se da la sucesión del titular del ejecutivo es otro, respondiendo a tiempos electorales diferentes. Y aunque guarda relación con el proceso electoral del 2018, la elección del 2016 en la entidad atiende a circunstancias coyunturales locales muy específicas en las que pareciera no cabe el llamado presidencial a frenar aspiraciones tempraneras, dejando en libertad al gobernador Duarte de Ochoa de diseñar y operar sus propias estrategias para lograr una sucesión afín a intereses y propósitos del gobierno estatal y del propio partido gobernante.

Pienso que el Sr. Duarte así lo entiende y esta es a mi juicio la razón por la que, lejos de frenar aspiraciones tempranas, las auspicia y alienta, incluso en aquellos aspirantes ajenos al PRI para dar a los veracruzanos un mayor número de opciones electorales siguiendo la tónica de la reciente elección de diputados federales. Y, por lo que al PRI toca en lo específico, el que a mayor número de aspirantes más rico sea el rejuego en un proceso de selección en el que el más apto y más competido pueda ser el elegido como candidato a la gubernatura.

Decir que esta estrategia en lo local se contradice con el llamado presidencial, ya que lejos de fortalecer unidad genera dispersión, polarización y fuego amigo al interior del priísmo estatal, considero no es procedente; el PRI de antemano se sabe nunca está unido en las preliminares y cierra filas en las definitivas. A más de que también es público y sabido que en la coyuntura actual lo que menos priva en el partido tricolor es la unidad en torno al gobierno duartista. Luego lo que cabe es manos libres para todos los aspirantes aunque el piso de despegue sea diferenciado, más como distractor que como hándicap electoral.

Y en esas estamos, muchos son los llamados y uno solo será el escogido. El más audaz, el más preparado, el más competitivo, y el que mayores amarres tenga y consolide en el inevitable padrinazgo oficial y extraoficial.

Hay luz verde pues desde palacio, y la estampida de los búfalos se deja sentir con toda intensidad lo mismo en las cuadras priístas que en las de sus opositores. De aquí para adelante el que tenga más saliva tragará más pinole, sin perder de vista que no necesariamente el elegido será el que mayores y mejores atributos acumule, sino el que sea congruente con la estrategia trasexenal y modelo de país no del gobernador, sino del señor de las reformas estructurales que despacha en Los Pinos.

Y aquí es donde habría que poner atención en lo que se debe entender por más audaz, más capaz, más preparado y más competitivo, y a quién corresponde el calificar tales virtudes. Querámoslo o no, el llamado presidencial en el contexto del 2018, cobra entonces vigencia para el 2016 en una entidad que destaca por contar con la tercera fuerza electoral del país.

Para los intereses concretos de hombres y mujeres de a pie –si es que a estos pudiera interesarles-, el bombardeo mediático, el baño de pueblo y la parafernalia a la vieja usanza no es necesariamente la señal de quién podría ser el próximo gobernador, sino que ésta surgiría de la temática, contenido y énfasis del discurso proselitista. Lo que está en juego es la continuidad y consolidación del proyecto neoliberal del Sr. Peña y, a la búsqueda de este objetivo tendrán que avocarse todos y cada uno de los gobernadores vigentes en el 2018. Qué o no convenga a México es otro cantar.

Entre la pléyade de aspirantes los hay de diferentes tamaños y, de entre estos, los de mayor estatura indudablemente ninguno milita en la cuadra duartista aunque así se quiera aparentar. Mucho menos el que la mayoría este a la altura del objetivo de Peña Nieto para el 2018. Luego, sin mayor esfuerzo, debe entenderse que las posibilidades al interior del PRI apuntan a los senadores Yunes Zorrilla y Yunes Linares y, quizá, en los terrenos de la oposición, al diputado federal panista Juan Bueno Torio si consideramos los servicios que éste ha prestado en el terreno de los grandes temas de interés nacional, en los que el PRI y el PAN juegan en la misma cancha.

Seguramente el gobernador lo sabe y de ahí su presunto respaldo al senador Héctor Yunes Landa, como el más idoneo para conciliar los intereses locales representados por su gobierno y los de Peña Nieto en el ámbito nacional. Como sabría seguramente también que el senador Yunes Zorrilla sacrificaría el interés político local en aras de la continuidad y consolidación del proyecto peñista, aún a costa de dejar mal parada a la actual administración estatal como ya se observa.

Es al PRI y a su militancia en la entidad, a quien toca en teoría decidir si se inclina por el candidato del duartismo o por el de Peña Nieto. Lo cierto es que más allá del marco teórico, pragmáticamente el peso específico del presidencialismo siendo mayor que los intereses creados locales, será el que diga la última palabra. El gobernador debería saberlo y sopesarlo, así que las “manos libres” para los aspirantes tiene un límite: no contrariarse con el proyecto peñista. Y en este supuesto, una cosa es el discurso de dientes para afuera exaltando el quehacer político y gubernamental del presidente y otra, muy distinta, es el compromiso real de respaldar el proyecto neoliberal en curso. El mensaje es claro: “Hoy no hay espacios para proyectos personales”. A los priístas y no priístas, tocaría identificar quien es el aspirante que realmente convendría a la cúpula priísta estatal a la hora de la definición.

Aunque no puede olvidarse que las circunstancias responden a coyunturas concretas. Lo que es hoy no necesariamente será mañana, pudiendo suceder imponderables no considerados, cambiando totalmente el panorama. El tiempo y la profundización de la crisis por la que atraviesa el mundo y México en particular, lo dirán.

Por lo pronto, para la mayoría de la población hay asuntos más urgentes y de mayor relevancia por atender, que perder tiempo cifrando esperanzas en una sucesión a la veracruzana que no sacará al buey de la barranca.

Hojas que se lleva el viento

Habiendo reconocido la magnitud de la pobreza en México y su incidencia en el crecimiento, el presidente Peña tiene ante sí el reto estructural más importante del Estado y, por lo consiguiente, los gobernadores son corresponsables en la tarea. Para el empresariado mexicano, el abatir el flagelo estructural requerirá de 200 años al paso que va la economía nacional. La pregunta para quienes aspirar a gobernar a Veracruz: ¿Cómo, en dos años que operativamente se reducen a 14 meses escasos, se revertiría la tendencia negativa?

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Mediáticamente la capital veracruzana se recupera de su postración gracias al buen gobierno del alcalde Américo Zúñiga. La realidad desmiente este optimista visión, Xalapa va de mal en peor lo mismo en infraestructura urbana que en servicios públicos y calidad de vida de sus habitantes. No hay inversión productiva, no hay empleo, la economía informal crece, los problemas de recoja de basura, vialidad y transporte público no se resuelven y en el caso de quienes cuentan con trabajo remunerado el salario es insuficiente para sostener una vida familiar digna. Cuestión de enfoques.

Xalapa, Ver., julio 29 de 2015

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