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Tag Archives: Participación popular

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Inaceptable coctel en el que con la mezcla de demagogia y confusión se pretende embaucar o, lo que es peor aún, manipular la conciencia social para ocultar los verdaderos propósitos y objetivos buscados por el  PRI, en su intento de recuperar hegemonía por la vía del autoritarismo antidemocrático.  

La construcción de un Estado moderno, sustentado en un pensamiento único impuesto desde la presidencia de la República, con el respaldo como base social de apoyo en un PRI que no escapa a la crisis de credibilidad de todos los partidos políticos en México, no es el camino y por tanto, a mi juicio debe ser rechazado.

 Así concluyo frente al discurso del senador veracruzano Héctor Yunes Landa, quién olvidándose o a propósito pasándolo por alto, de que en la conformación del Estado en su acepción más general, confluyen la autoridad, la población y el territorio en el que esta se asienta, en su artículo semanal argumenta que “es impostergable y de la mayor prioridad lograr la unidad de todas las fuerzas que conforman el Estado mexicano, y, posteriormente, lograr la participación de la sociedad al lado de su Estado, para lograr la transformación que le urge a México”.

 Los estudiosos del paño, con toda autoridad podrían abundar al respecto. Por lo que a mi toca, ignorante de la teoría del Estado, me queda el entender de manera muy elemental que el Sr. senador confunde Estado con Gobierno, democracia con absolutismo, y unidad con sometimiento. Y a ello me remito.  

El Sr. Yunes Landa parte de la idea equívoca de que la correlación de fuerzas políticas está determinada por el peso específico de las cúpulas de los tres partidos más importantes del espectro, y no por la expresión plural de la ciudadanía en las urnas. Ignorando que el pacto cupular por México no substituye al pacto social que históricamente los mexicanos nos hemos dado.  

Como el Sr. senador lo señala, México vive bajo un régimen presidencialista.  En este  en teoría el poder emana y reside en el pueblo. No se trata de un Estado-Nación con una monarquía absolutista en el que Enrique Peña Nieto pudiera, emulando a Luis XIV, afirmar  “El Estado soy yo”, para que en torno a el se sumara “su sociedad” en una estrecha e indisoluble unidad.  

El presidente Peña en nuestro régimen republicano, se debe al pueblo que le eligió y como mandatario está obligado y condicionado a la voluntad soberana de sus mandantes. Si es que aún tiene algún valor nuestra Carta Magna. 

No se puede confundir Estado con el gobierno encargado de llevar a cabo las funciones que el propio Estado le delega, subordinado a la voluntad y conciencia del bien común de las mayorías de una sociedad plural que, para una armónica y pacífica convivencia en todo el territorio, se da y sujeta  a si misma a la normatividad jurídica que conocemos como estado de derecho. 

Luego a mi modesto entender, tal discurso de quien representa a Veracruz en el Senado de la República -que por cierto comparten muchos en el tricolor-, refleja una actitud soberbia de quien cree a pie juntillas que el PRI, por el solo hecho de haber ganado la elección presidencial, está en condiciones de unificar al pueblo de México en torno al cuestionado proyecto de gobierno del presidente Peña. Esto al margen de toda consideración del pluralismo ideológico, diversidad y peso de los actores económicos y de la profunda brecha social entre los que teniendo todo no tienen llenadera, y los millones de mexicanos cuyo único proyecto válido de vida es asegurar el pan de cada día.  

El PRI ganó la elección presidencial no por contar con una fuerza social propia, mayoritariamente determinante. Fue la incapacidad organizativa de sus antagonistas para trascender las reglas del juego impuestas desde la cúpula de la partidocracia;  la ignorancia o valemadrismo de un segmento importante de los votantes, y la capitalización de la pobreza.

La mayoría obtenida en las urnas por el Sr. Peña es relativa y no alcanzó para legitimar el proyecto de gobierno propuesto del ahora presidente de la República. 

Así las cosas, para nuestro senador la unidad nacional y consenso mayoritario, es un asunto de acrítica voluntad y paciente comprensión y sometimiento de la sociedad para con su “Estado” y no un conflicto político entre diferentes por resolver.  

Flaco favor del Sr. Yunes Landa para un partido político que pretende renovarse reencontrándose con la población y, sin duda, para el presidente Peña en sus esfuerzos por limar aquellas asperezas que le impiden legitimarse a plenitud.

Sin participación de la sociedad en aquellos temas que le competen, entre otros, el fortalecimiento y modernización del Estado mexicano y la renovación del pacto social que ello implica, la unidad nacional es simple entelequia, por muy prioritaria que esta sea para el PRI-gobierno en su intento de sacar avante el proyecto de gobierno con el que se pretende abatir rezago y atraso. 

La democracia representativa lleva implícito, así sea en teoría, el componente de democracia participativa. Sin esta última la democracia a secas en México es simple ficción, como se desprende de lo dicho por un senador de la República que aspira a gobernar a su estado natal. 

Hojas que se lleva el viento 

El gobernador de Veracruz se comprometió a reducir en un 50% los índices de pobreza en Veracruz. Ya veremos si su administración, con una disponibilidad de recursos de más de 18 mil millones en el presente año, es capaz de cuando menos abatir hambre y sed de justicia en la entidad.

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El PAN no apoyó a los pueblos indígenas en Veracruz, ahora es diferente, afirmó el Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa. Expresión proselitista en tiempo de elecciones que descalifica a un gobernador que está obligado a gobernar para todos. 

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Al calor del comal electoral ya inició el brincadero de los políticos chapulines. Vaya falta de respeto para sus votantes y al cargo para el cual fueran electos… Y sin embargo, el masoquismo entre los veracruzanos se impone depositando confianza y respaldo una vez más en quienes les traicionaran. Así es la farándula política jarocha, con o sin el ave negra de Nopaltepec. Xalapa, Ver., marzo 27 de 2013

Pulso crítico

 J. Enrique Olivera Arce

Las apariencias engañan. Escribiendo al bote pronto y con la pretensión de ser “políticamente correcto” evitando ser víctima del incesante rumor que tiene azolada a la sociedad veracruzana, al remitirme al caramelo informativo que difunde la Sra. Gina Domínguez Colío desde la Coordinación General de Comunicación Social del gobierno de Veracruz, me fui con la finta, dando crédito a lo expuesto en el comunicado oficial en el que se diera cuenta de los festejos patrios en la entidad.

Craso error que me llevara a exaltar la participación de patriotas y confiados veracruzanos que sobreponiéndose al miedo, celebraran con júbilo un aniversario más de la gesta independentista de México. Pifia que en mi anterior entrega me llevara a la afirmación de que en Veracruz “El amor patrio, tradición y memoria histórica se impusieron por sobre la incertidumbre, el rumor y el miedo…”  Y peor aún, agregando que con ello le hemos respondido al Dr. Duarte de Ochoa con confianza en su gobierno y fe frente a la adversidad.

Pasada la euforia del primer momento habiendo atribuido a los veracruzanos lo que ni por asomo es, ya con información fidedigna caí en cuenta de mi error. Lo que mediáticamente pudiera parecer una cálida, alegre y espontánea participación popular haciendo honor a la memoria histórica y justo reconocimiento a nuestros héroes nacionales, cuando menos en la capital veracruzana no pasó de ser simple jolgorio priísta, alimentado con acarreo de humildes familias y modestos servidores públicos, en el que la mano de la alcaldesa Elizabeth Morales, no fue ajena.

La Sra. Morales quiso cumplir su ofrecimiento al gobernador y a su partido de concentrar 10 mil personas en la Plaza Lerdo, lo cual no sucedió, ni es físicamente posible cuando de todos es sabido que tal sitio se llena hasta el tope con escasamente un millar. Triste es reconocerlo, pero así fue. Tanto que en respuesta al tradicional grito, la escasa multitud, se desató en “vivas” por consigna al gobernador Duarte de Ochoa, como si éste fuera el homenajeado. La sociedad xalapeña no logró vencer el miedo y mucho menos desatendió la ola de rumores. Lo que se impuso fue la necesidad de humildes familias de la cual siempre se aprovecha el priísmo rampante.

Luego cabe entonces pedir disculpas a mis dos o tres lectores, con el compromiso de no basar más mis opiniones en el comunicado oficial del gobierno veracruzano, sin antes confrontarlo con la percepción que de la realidad construye el imaginario popular. Pues “si nada es verdad, nada es mentira sino que todo es del color del cristal con que se mira”, preferible equivocarse escuchando la voz del pueblo que caer en el engaño de los caramelos mediáticos de Doña Gina Domínguez.

No obstante, como veracruzano puedo afirmar que Veracruz está lastimado, pero no herido y mucho menos vencido. Si como pueblo queremos hacerle frente a lo que ahora nos es adverso tenemos que aceptar el liderazgo de Javier Duarte, contribuyendo a su fortalecimiento con unidad y cohesión si, pero exigiendo un gobierno eficaz y para todos.

Reitero: no nos defraude gobernador.

A quienes cumpliendo con la tradición, con alegría y talante nacionalista  festejaran en familia y en la intimidad de su hogar la conmemoración de nuestra gesta independentista, mi comprensión y reconocimiento. Ya vendrán nuevos y mejores tiempos en los que los ciudadanos recuperemos los espacios públicos que hoy nos han sido secuestrados.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

La histeria colectiva que se desatara el pasado viernes en Xalapa, ciudad capital de Veracruz, sustentada más en el rumor que en el hecho real, lamentable por la pérdida de vidas humanas, pero controlado por las autoridades, nos da la medida del impacto negativo en la sociedad  de la “guerra” declarada por Calderón Hinojosa a la delincuencia organizada. “Guerra” absurda no por  innecesario combatir el poder creciente del crimen en gran parte del territorio nacional, sino porque metodológicamente, de principio a fin,  ni es eficiente ni mucho menos eficaz en sus resultados, cuando de ello se deriva el caos que paulatinamente se apodera de México.

El titular del poder ejecutivo federal podrá decir misa, presumiendo con un triunfalismo falaz que la tal guerra-que ya no es guerra, dice- se va ganando, que todo está bajo control, haciéndose de ello eco los gobiernos estatales y municipales, la verdad es que se generaliza el consenso de que sucede todo lo contrario.

Lamentándose y, en algunos casos hasta condenándose, el que se ante la ineficaz y corrupta actuación de los cuerpos policiacos hubiera echado mano de las fuerzas armadas, sacándolas a la calle; politizándose un tema que ya da lugar a que se cuestione al Congreso de la Unión por no acotar las atribuciones presidenciales en materia de seguridad y, de paso, a los gobiernos estatales, por seguirle interesadamente el juego a Calderón Hinojosa. Pero ese es otro cantar, del que sólo los especialistas tienen elementos para opinar.

Lo que quiero destacar en relación a las manifestaciones de histeria colectiva que se dieran el viernes en Xalapa es lo, a mi parecer, nocivo de la desinformación y el rumor. Ambos fenómenos se circunscribían al ámbito político, alimentados por la falta de transparencia en el quehacer gubernamental, conveniencia de los diversos actores de la mal llamada clase política, y el papel de los medios de información como extensión del interés por divulgar aquello que le es conveniente a sus particulares fines mercantiles, así como para gobierno estatal y/o municipal en su caso. Hoy, para nuestro infortunio, el rumor invade el ámbito privado de la sociedad en su conjunto, generando incertidumbre, desazón e incluso miedo entre la población, en perjuicio de la normalidad social y económica de la ciudad y sus alrededores.

Extrapolándose a nuestro entorno más cercano la percepción de un clima de violencia que, siendo ya parte cotidiana de la vida en sociedad de otras regiones y localidades del centro y norte del país, e incluso en las zonas turísticas del Caribe Mexicano, que no es común ni de lejos en la capital veracruzana. Vivimos en paz y un hecho, aislado y bajo control oportuno, prácticamente paralizó a la ciudad, gracias a rumores que, con el auxilio del teléfono celular y no necesariamente como operativo orquestado por oscuros intereses, corrieran como pólvora impactando negativamente en la población.

El gobernador Duarte de Ochoa reaccionó con celeridad ante lo acontecido en la noche del jueves y madrugada del viernes. Reunió al Consejo de Seguridad, se tomaron medidas preventivas que se consideraran oportunas  y llamó a la población a mantener la calma, aunque extemporánea y poco eficaz en sus alcances frente al rumor que desde temprana hora corría ya por toda la ciudad.

El Comandante de la Región Militar, fue más preciso en la descripción de los hechos que alteraran la vida de la ciudad capital. No obstante, ello, lejos de tranquilizar a la población, dio pie a la oleada de especulaciones que aún no cesan, a los que se han sumado  no pocos medios informativos de la localidad.

Sin embargo, en nuestra politizada y jarocha realidad, nada puede considerarse como hecho fortuito o, en su caso gratuito. De un hecho lamentable y sin precedentes en Veracruz, la expansión del rumor también jugó el papel de distractor, cortina de humo en la que el tema de la inseguridad frente a la delincuencia organizada y sus secuelas, se elevó al primer plano en la percepción de la gente, como factor determinante en la vida colectiva.

Entre la bruma, el problema toral de la galopante carestía de la vida que afecta a la mayoría de la población perdió presencia relevante. Así, el alza de los combustibles, el anuncio de los industriales de un inminente aumento en el precio de los alimentos y el transporte, la autorización del gobierno estatal del incremento en las tarifas de peaje en autopistas y puentes, la aprobación del pago de impuestos sobre impuestos por parte del Congreso local, y el aumento aplicado al consumo de agua -no potable- en el municipio,  pasó a segundo plano en el ánimo de la gente. Perdiéndose de vista que la miseria y el hambre no sólo también atentan contra la seguridad e integridad física y moral de personas y familias enteras, sino que guardan especial privilegio en el actual estado de cosas que afecta a los mexicanos.

Cabiendo entonces la interrogante de ¿a quién, en última instancia,  benefició desinformación y rumor?

Pero también procede preguntarse si la rapidez con que cundieran las manifestaciones de histeria, no es resultado de la ausencia de credibilidad en gobierno y medios de comunicación, a la par que surge la duda de si ello pudiera ser fruto colateral de una sociedad desinformada, manipulada por la TV, y reacia a organizarse para, a través de la participación responsable, controlar vida y milagros en nuestra ciudad capital. Una sociedad organizada, solidaria e interactiva, no sería presa fácil del rumor y la desinformación, mucho menos, caer en un estado de histeria colectiva.

Las autoridades estatales y municipales se han comprometido a erradicar violencia e inseguridad en la entidad y, en lo específico, en nuestra tradicionalmente pacífica capital veracruzana. Esperemos que así sea y no se de el caso, también muy comentado, de asegurar el proponerse contar con una Xalapa limpia, atractiva para propios y visitantes, transformándole en un destino turístico de aceptable nivel, cuando los camiones recolectores de basura brillan por su ausencia.

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