En Perspectiva
J. Enrique Olivera Arce
Hasta donde mi percepción lo permite, considero que Calderón Hinojosa no perdió con el triunfo de Josefina Vázquez Mota por sobre las aspiraciones de Ernesto Cordero, como mucho se dice. Al contrario, su partido, el PAN, salió fortalecido de la contienda interna por la candidatura presidencial, mostrando músculo y una estructura electoral inesperada. Se dice fácil, pero lograr que más del cincuenta por ciento de militantes y adherentes, en día domingo partidos de futbol de por medio y con un mínimo de irregularidades, manifestara en abierto sus preferencias, dice mucho a favor de la estructura panista a nivel nacional.
Ya quisieran tanto el PRI como el PRD, poder llevar a cabo una elección interna abierta sin mayores tropiezos y, sin que resulte un clásico cochinero de la magnitud a que ya nos tienen acostumbrados.
Ahora bien, considero que no se debe hacer de lado que el triunfo de Vazquez Mota se sustentó en actitud y discurso encaminado a convencer en primer término a una la militancia conservadora por tradición histórica. No podía ser de otra manera so pena de ser rechazada por amplios sectores de lo más radical de la derecha panista. No obstante, a lo largo de su pre campaña dejó entrever presencia, capacidad, experiencia y flexibilidad para convencer a un electorado de indecisos que, sin militar en el PAN, pudieren no comulgar con las propuestas del PRI-PVE y Movimiento progresista. Matando así dos pájaros de una sola pedrada hasta donde lo permitiera un laxo Instituto Federal Electoral.
Esto último apenas una muestra del tono con que Josefina afrontará a sus oponentes a lo largo de la campaña electoral. Sin perder de vista que “Haiga sido como haiga sido”, Calderón estará dispuesto a respaldarle con todo.
En este marco estimo que se van aclarando las cosas en el reacomodo de las diversas fuerzas políticas que electoralmente se expresan en México. Mediando de por medio la mano presidencial, el PAN se correrá hacia el centro, cediendo en donde haya que ceder y apretando hasta donde las circunstancias lo ameriten sin perder su inclinación ideológica de derecha, con una campaña destinada a convencer tanto a lo más conservador de la sociedad mexicana, como a los sin partido que a última hora se inclinan simplemente por cumplir con su compromiso cívico sin mayores broncas.
Por su parte, el Movimiento progresista ya mostró sus cartas. De una izquierda intransigente ha pasado a un discurso suave y terso en las formas y firme en el contenido, corriéndose en igual forma al centro del espectro político electoral para ganarse a una clase media que está y no está por el cambio que requiere con urgencia el país. El pacto de las izquierdas, a mi juicio histórico, entre López Obrador, Marcelo Ebrard y Cuauhtemoc Cárdenas apunta en esa dirección.
En cuanto al PRI, mis dudas. No logra abandonar actitudes, discurso y concepción de estructura partidista propias del siglo pasado. Pareciendo que se conforma con su voto duro como si este fuera suficiente para alzarse con el triunfo. Paradójicamente lejos de fortalecerse en el centro del espectro, lo mismo coquetea discursivamente con la derecha que con la izquierda sin lograr una clara definición que atraiga a los indecisos, antes al contrario, con sus palos de ciego y su pésima elección de candidatos, se aleja de su ubicación centrista tradicional. Esta percepción obliga a pensar en un desdibujamiento de un PRI otrora triunfador que no aprendió de las lecciones del 2000 y 2006.
Si esta percepción es pretendidamente correcta, estaríamos hablando de una polarización de las fuerzas políticas del país en el que el PRI, sus aliados y su candidato presidencial, jugarían nuevamente el papel de compañeros de viaje sin destino cierto en un proceso electoral en el que el PAN y el Movimiento Progresista, se disputarían nuevamente la presidencia de la República con resultados por ahora impredecibles.
A escasos cuatro meses y medio de la elección, pueden suceder muchas cosas, no obstante, corregir rumbo y visión para adecuarse a las nuevas circunstancias de un México al borde del desastre, resultaría ya extemporáneo para el PRI. Ya lo veremos, si Calderón no dispone otra cosa.