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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Las dificultades no están en la economía, sino en las políticas generadas que exigen que los gobiernos sangren al paciente para sanarlo. William Black

 Estimado lector, Eduardo de la Torre Jaramillo con su respuesta puntual nos apagó la luz. Si lo que nuestro buen amigo pretendía era  iluminarnos el camino de la comprensión respecto a la política del conocimiento y los saberes que esta reclama en un contexto determinado, neta que no lo logra, dejándonos, a mi juicio, más confundidos que endenantes.

Sin embargo, muy muy en el fondo de alguna manera ubica o intenta ubicar el tema en otro, de mayor amplitud, como es el de la llamada “Sociedad del Conocimiento en el marco de la globalización”.  Asunto por demás discutido a nivel internacional en el seno de la academia,  desde que el sociólogo Peter F. Drucker pronosticara que con la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC´s) en la aldea global, se sentaban las bases para un poderoso impulso al ascenso de la sociedad a un estadio superior que dejaba atrás a la revolución industrial y sus conflictos de clase.

En el 2002 se celebró el Primer Congreso ONLINE del Observatorio para la CiberSociedad, en el que se diera un controvertido debate sobre el futuro de las TIC´s y su carácter de vehículo herramental para acceder a la que se denominara sociedad del conocimiento o sociedad de la información; por cierto, apenas si se tocó el papel de la ciencia y de la técnica en los diversos estadios del desenvolvimiento de la humanidad.

Las ponencias presentadas y las conclusiones generales a las que se arribara en dicho congreso, están disponibles en la WEB para su consulta:

http://www.cibersociedad.net/congreso/comus.htm

Siendo invitado como observador ponente, presenté un trabajo bajo el título “El hombre común y la academia”, en el que ya entonces, apoyándome en la lectura de Armand y Michéle Mattelard, estimaba que conocimiento, política del conocimiento y sociedad del conocimiento, deberían contextualizarse dentro del marco del modelo neoliberal que contempla a lo global y lo local, globalizadores y globalizados, clases dominantes y clases subordinadas; intentando  entender el rol que asumen hombres y mujeres comunes frente a la “idola” de la academia, así como el papel de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la actual etapa de la sociedad global, ya etiquetada como “postmoderna”.

Ideología neoliberal

Atendiendo a mis artículos sobre el tema a discusión, Eduardo cita a Daniell Bell quien en 1960 escribiera “el fin de las ideologías”, faltándole para mi gusto hacer referencia a Francis Fukuyama, autor de “El fin de historia y el último hombre”, publicado en 1992, en el que sustenta la tesis de que la historia como lucha de ideologías ha terminado cediéndole el paso a una democracia liberal tras el fin de la guerra fría.

 Ambos autores con treinta años de diferencia coinciden en rescatan el pragmatismo liberal norteamericano, elevándolo a la categoría de pensamiento único, como paradigma de una nueva etapa del capitalismo ahora unipolar con los Estados Unidos de Norteamérica como centro del poder global. La realidad de la historia reciente les desmiente; la globalidad unipolar tras el derrumbe de la Unión Soviética resultó ser un mito y el pragmatismo norteamericano devino en una fase más acabada, actualizada, salvaje y depredadora del capitalismo, la del neoliberalismo.  

Las ideas no mueren. La ideología, entendida esta como “el conjunto sistemático de representaciones, valores y creencias, que refleja la forma en que los miembros de una formación social viven sus condiciones de existencia y las justifican o rechazan”, no llega a su fin  por decreto, como podría pensarse siguiendo el hilo de la argumentación de Eduardo en su afán de dejar huérfano al quehacer político de toda influencia ajena al pragmatismo neoliberal y a los saberes alternativos que se le oponen.

En el mundillo de la academia, autores como Jacques Adda, Elmar Atvater, o Richard B. Du Boff, entre otros pensadores, niegan lo sustentado tanto por Daniell Bell como por Francis Fukuyama, coincidiendo en afirmar que ni las ideologías están muertas ni el fin de la historia de la modernidad llega con la caída del bloque soviético, para dar paso a la “neomodernidad” con la sociedad del conocimiento y el pensamiento único como paradigma; atinadamente señalan que el capitalismo en su nueva fase y con otras modalidades “…pretende evitar, disgregar y, por último, eliminar las fronteras políticas, económicas y sociales que traban la acumulación a escala mundial del capital, caracterizándose por la progresiva unificación de los mercados mundiales de bienes, servicios y capitales, y por una integración mundial de la producción”.

En suma, la globalización de la vida económica, política y social del planeta para estos autores, responde a propósitos y objetivos del capitalismo como sistema global  sustentado en una ideología que le es propia.

Y en este contexto, el neoliberalismo como producto sistémico, se sustentaría en la creencia o postura doctrinal (ideología) de que los gobiernos son incapaces de intervenir en el mercado de modo eficiente por lo que:

1)    El gobierno no debe intervenir, sino aproximarse en la medida de lo posible a la idea de “Estado mínimo”.

2)    El mercado no sólo es sustituto del Estado, sino la alternativa preferente, por que actúa mejor.

3)    La asignación y la utilización de los recursos ha de sustentarse en los precios de mercado, que deberán ser lo más parecidos posible a los internacionales.

4)    Los objetivos de política nacional, los problemas económicos internos y las fronteras nacionales no deben actuar como obstáculos. 

A partir de esta presunción se propone imponer a nivel global el modelo de crecimiento y desarrollo afín a sus propósitos, valiéndose de políticas del conocimiento, públicas y privadas, e instrumentalmente,  de las tecnologías de la información y la comunicación que, política y culturalmente, le faciliten la tarea de someter a Estados-nación e individuos, orillándoles a concebir el mundo y la vida de manera uniforme bajo la óptica capitalista.

Si esto no es un tema ideológico, ¿entonces qué es? Pregunto a nuestro amigo De la Torre, quien se  queda con la idea de que nuestros problemas colectivos no son problemas de ideología, geometría política, voluntad política, de falta de decisión o de inmoralidad; sino que siendo de orden técnico son fracasos cognoscitivos o que tienen su origen en una organización deficiente del conocimiento.

En la aldea

Mi buen amigo se cuida de ubicar su respuesta puntual a quien esto escribe,  en un país y en una entidad federativa determinada, México y Veracruz. Para el caso es lo mismo, lo global y lo local dialécticamente se interactúan, retroalimentan y responden a denominadores comunes; la única diferencia es que como en todo proceso socio histórico, unos llegan primero y otros después. En nuestro país el salto y adecuación al modelo neoliberal se atoró en la transición, ideológica y pragmáticamente el viejo régimen surgido de la Revolución Mexicana  no acaba de morir y el nuevo no acaba de nacer. De ahí la necesidad de las reformas presuntamente estructurales de la administración peñista.

En Veracruz el problema por su inmediatez nos parecería aún de mayor envergadura, percibiéndose que el peso de la inercia y raigambre histórica es mayor que los propósitos y objetivos del modelo neoliberal, reflejándose en una clase política parasitaria, acomodaticia, corrupta  y miope,  que erráticamente actúa por instinto, mal entendida disciplina partidista e interés personal, y no por conocimiento y conciencia del rumbo que poderes formales y fácticos imprimen a la vida económica y social de la nación y, por ende, de la entidad. La excepción, cuando existe honestidad intelectual,  hace la regla.

El sólo observar que se privilegia el tema de la sucesión en el gobierno estatal por sobre la problemática marcha económica y social de Veracruz, nos da la medida y en esto coincido con Eduardo,  improvisación, soberbia  e impúdica ausencia de llenadera, substituyen al proceso cognoscitivo de la realidad.

Para de la Torre esto no parece estar claro, por eso se inclina a favor de la eficiencia y eficacia operacional,  tanto de la seudo representación democrático popular como de la administración pública, pidiéndole peras al olmo y aspirando a una clase política integrada por ilustrados súper héroes que, multidimensional y multisectorialmente se apropien del conocimiento universal y actúen en consecuencia, para así cumplir a cabalidad con sus encargos de gobernanza y gobernabilidad en la aldea.

Sueño guajiro; aún en la utópica sociedad del conocimiento. Como reza la conseja popular: «Pa los toros del jaral, los caballos de allá mismo». Veracruz tiene la clase política que se merece.

El tema da para más. Por hoy para mi es suficiente, cierro este maquinazo citando a Carlos Tello, ex secretario de Programación y Presupuesto: “Al imponer su forma de pensar, ver, analizar y actuar políticamente, los neoliberales buscaron –y así lo declararon a los cuatro vientos- no sólo acelerar el crecimiento económico de los países sino, también, mejorar las condiciones generales de existencia de su población. Evaluado por los resultados, no se logró ninguna de las dos cosas”.

 Agradezco a mi buen amigo Eduardo de la Torre Jaramillo el que se ocupara de mis maquinazos.- Xalapa, Ver., 4 de febrero del 2013.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Amigo lector, ¿no está de acuerdo con mi maquinazo? ¿Considera que con una clase política culta le iría mejor a México? Cuestión de enfoques mi estimado. Lo que habría que definir es que debemos entender  por “política del conocimiento”, concepto al que hace referencia Eduardo de la Torre Jaramillo, no sin antes considerar qué debemos entender por conocimiento en la política para entender el porqué para el autor de “François Hollande/Edgar Morin: diálogo sobre la política “, es asignatura pendiente en el bagaje cultural de la mayoría de nuestros políticos; empezando por preguntarnos: ¿que conocimiento?, ¿conocimiento para qué? Y ¿para que sociedad y al servicio de quien estaría éste?

Sin una respuesta racional a estas interrogantes, a mi juicio estaríamos hablando de una abstracción, habida cuenta de la amplitud y complejidad que en sí misma encierra la palabra “conocimiento”.

Política del conocimiento no significa lo mismo que conocimiento de la política entendida esta bien como dominio de la teoría que como praxis resultado de la experiencia.

Atendiendo al texto de Eduardo de la Torre, el conocimiento de la política debería estar subordinado a una política concreta, la del conocimiento; en un lugar y en un tiempo determinado, así como en el marco ideológico en el que anida,  para saber de que se trata esta última. Lo cual el autor no especifica.

Es por ello que en el maquinazo al que usted refiere su desacuerdo, hago hincapié en la necesidad de contextualizar la idea del déficit de conocimientos en nuestra clase política refiriéndome a un marco concreto, el del modelo neoliberal que desde el exterior se nos ha impuesto, referido al México de hoy y no al México de cualquier tiempo.

Ya que para mi gusto no es lo mismo conocer de la política como instrumento en la búsqueda del bien común para todos los mortales, que como herramienta de la que se vale la minoría plutocrática para poner a su servicio el bien común, caso del neoliberalismo como expresión del capitalismo salvaje que hoy por hoy prevalece a escala global.

Como le digo estimado lector, es cuestión de enfoques.

“Política del conocimiento”

Quiero decirle aprovechando el viaje, sin temor a equivocarme, que en dicho marco hoy día en México y la mayoría de las naciones del orbe, no existe una política del conocimiento ajena a propósitos y objetivos neoliberales; es por ello que, desde temprana edad el conocimiento válido al que se tiene acceso es aquel que se trasmite lo mismo a través de modelos educativos y  libros de texto amañados, que con los medios electrónicos e impresos y las nuevas herramientas de la comunicación y la información; conocimiento enfocado a condicionar y someter al individuo a la ideología dominante, al pensamiento único que modela la concepción del mundo y de la vida en pueblos y naciones, en los términos e interés de la clase dominante por el cabal cumplimiento de la estrategia sistémica de incremento sostenido de la rentabilidad del capital,  por sobre la legítima aspiración de las mayorías a la libertad y el bienestar para todos.

Luego el conocimiento implícito valedero para nuestra llamada clase política, es aquel que conciente o inconcientemente en términos de congruencia y pragmatismo, le condiciona, limita y somete a la política del conocimiento dominante.

Si esto es así, entonces no podemos pedirle peras al olmo pretendiendo que los políticos, con preparación, eficiencia y eficacia, se incorporen al mundo de la modernidad atendiendo al conocimiento de la política, en el contexto de una política de conocimiento que no sea aquella neoliberal oficialmente adoptada por el Estado mexicano, orientada a servir al capitalismo salvaje.

En primera y última instancia, habría que considerar si nuestros políticos, ilustrados o no, le son funcionales al sistema. Por lo que se vive en México indudablemente desde el presidente Peña para abajo, sin distingo partidista, si que lo son reduciendo frente a los avatares del mercado al Estado mexicano y eso,  mi estimado  lector, es lo que cuenta para los propósitos neoliberales

Cabe entonces preguntarse:

¿Es al conocimiento impuesto por la ideología neoliberal al que debemos remitirnos al hablar de la “política del conocimiento” ó el conocimiento de la política en México?

¿O a otro conocimiento ajeno a la ideología dominante que norme conductas y quehaceres de la llamada clase política?

Ahí se lo dejo de tarea mi estimado, invitándole a leer “La revolución de los ricos”, libro de Carlos Tello y Jorge Ibarra, UNAM, 2013.

Otros saberes alternativos

Aclaro que indudablemente existen otros saberes en la política -la no formal y ajena a lo electoral-, que hace verano para nuestra fortuna en cada vez más amplios sectores de la población, lo mismo en el ámbito intelectual que en el común de hombres y mujeres que los oponen al neoliberalismo en su vida cotidiana; resistiendo y generando otra política u otras políticas alternativas del conocimiento retomando el hilo conductor de nuestra identidad, experiencia histórica y afanes libertarios.

Ejemplo de esto último es la experiencia de 20 años del EZLN, con otros paradigmas, otros valores, otras conductas, otra forma de vida, que enriquece teoría y praxis en el conocimiento de la política a nivel internacional. Gobernar obedeciendo, es conocimiento político trascendente que no cabe en los paradigmas de la cultura política neoliberal. Es otra cosa y así lo están entendiendo un cada vez mayor número de movimientos sociales que ya marchan sobre los mismos pasos que el zapatismo.

 Luego si hay de saberes a saberes políticos, cuando hablamos de política del conocimiento o del conocimiento político, lo menos que se debe hacer es contextualizar estos conceptos en el marco de la ideología, paradigmas y valores que en lo personal más nos satisfagan. De lo contrario, insisto, hablar en abstracto de la carencia del conocimiento en la mayoría de nuestros políticos para insertarse y desempeñarse con acierto en una moderna política del conocimiento, es simple juego de palabras, cortina de humo para distraer de asuntos de mayor envergadura y relevancia para el país.

Este es mi pienso estimado lector. Esperemos que Eduardo de la Torre Jaramillo, desde su óptica panista y con la autoridad que como estudioso de la ciencia política le da el conocer del paño, a  usted y a un servidor nos ofrezca mayor luz sobre el tema.- Cd. Caucel, Yucatán, enero 22 de 2013.

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