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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce 

Entre tanta simulación, engaño y descaro, ya no sabe uno si lo declarado por políticos y servidores públicos en su cotidiano bombardeo mediático de imagen personal, es broma o persistencia en considerar a los receptores del mensaje como colectivo de estúpidos.

Crónica del Poder, portal digital veracruzano, publica uno más de estos petardos mediáticos bajo el título “Xalapa será modelo en la reconstrucción del tejido social: Cristchfield Hernández”. En el cuerpo de la nota se despliega el absurdo, destacándose que nuestra ciudad capital servirá de ejemplo para replicar las Jornadas de Justicia Alternativa a los 212 consejos municipales de seguridad pública como un modelo que promueve la reconstrucción del tejido social.

Si la nota formara parte del clásico “Alicia en el País de las maravillas”, no habría purrum; para los lectores amantes del surrealismo no sería motivo de asombro, estaría dentro del contexto de la obra de Lewis Carroll. Pero, no, gobierno estatal y Ayuntamiento xalapeño lo insertan como un hecho real incidiendo en la penosa realidad de Xalapa.

El universo objetivo del modelo por aplicar se refiere a 10 colonias de los varios cientos que conforman el escenario de exclusión, pobreza, desigualdad social y económica y altos índices de abandono e inseguridad de una ciudad perdida como Xalapa. A estas 10 colonias se enfocan programas asistencialistas con carácter más de corte electorero que de búsqueda real de resolver rezagos e insuficiencias, soslayándose el hecho inobjetable de que el deterioro social no es privativo únicamente de las colonias más jodidas entre las jodidas, sino de la sociedad entera. Al igual que dicho deterioro es consecuencia histórica de políticas públicas erráticas, erróneas y sin respaldo democrático de las mayorías y no necesariamente, referidas a la problemática de seguridad pública que aqueja a toda la ciudad.

El deterioro del tejido social en nuestra ciudad capital, así como en todo el territorio estatal y nacional tiene un origen, desenvolvimiento y consecuencias multifactoriales que necesariamente deben ubicarse tanto en la esfera económica como en las políticas de exclusión, clientelismo electoral y supresión de derechos políticos y sociales que dan marco a un caldo de cultivo del que devienen conductas antisociales. Pretender que el problema del deterioro del tejido social se resuelve con el fortalecimiento de la seguridad pública basado en una simulada participación ciudadana, honestamente equivale a orinarse fuera del tiesto.

Más, si tal deterioro es percibido y ubicado en los terrenos de la población económica y socialmente más vulnerable, cuando para todo mundo está claro que dicho deterioro permea de arriba hacia abajo conforme la corrupción e impunidad entre las élites priva a la población subordinada lo mismo de bienes básicos para la supervivencia que de expectativas de vida digna. Si hubiera una real intención de promover el rescate del tejido social, se empezaría de arriba hacia abajo en la pirámide social, más no es así, todo es simulación en época electoral y complicidad del alcalde Américo Zúñiga, más preocupado por mantener una costosa política de proyección mediática de su imagen que en atacar de fondo la problemática que mantiene a la capital veracruzana en el ostracismo y abandono.

Y ya que se toca el tema del deterioro del tejido social en Xalapa, vale señalar que la autoritaria y absurda medida del Ayuntamiento de “actualizar” el catastro predial de los bienes inmuebles en el municipio, fijando unilateralmente y sin consulta previa a los interesados un valor nominal que no se corresponde con el abandono en que se tiene a la capital veracruzana, ha generado no sólo irritación en los afectados, también daños patrimoniales lesionando la economía de los xalapeños. Lo mismo podría decirse del incremento en el pago del servicio de “agua potable”, saneamiento y alcantarillado en cientos de colonias en las que el servicio prestado es deficiente o inexistente. Estos abusos no se resuelven con “Jornadas de Justicia alternativa” en comunidades en la que precisamente la justicia social está ausente y sí, exhiben el afán desmedido de cargar sobre las espaldas de la población el costo de la ineficiencia, corrupción y quebranto financiero de la administración pública municipal. Fenómeno que se hace extensivo a todos los municipios veracruzanos.

Sirvan estos comentarios para ilustrar el por qué en la capital veracruzana electoralmente el PRI ha perdido presencia y posibilidades de triunfo ante la proximidad de los comicios intermedios federales de junio próximo, obligándose este partido político al reciclaje de personaje así como de vetustas y corruptas y amañadas prácticas antidemocráticas para mantenerse en el poder, como ya se observa en las colonias periféricas y no precisamente únicamente en las 10 en las que se dice se reconstruirá un tejido social en franco deterioro.

Hojas que se lleva el viento

Irrelevante la visita presidencial a San Andrés Tuxtla, Veracruz. Discursos anodinos y parafernalia electorera priísta con el clásico acarreo y entrega de “apoyos”, porra y matraca, no fueron suficientes para desvanecer en la percepción colectiva los oscuros nubarrones que ensombrecen el horizonte mediato para una entidad federativa empobrecida con un gobierno fallido. “Veracruz próspero sin hambre” a dos años de gobierno del Sr. Peña y cuatro del Sr. Dr. Duarte de Ochoa, fue la puntilla.

-ooo-

Uno de los pocos lectores de quien esto escribe, enardecido comenta que exagero en mis maquinazos al colocar a toda la llamada clase política en el mismo canasto de la corrupción e impunidad, ya que México y Veracruz cuentan con políticos honorables y comprometidos con las mejores causas de la sociedad. Cuestión de enfoques, efectivamente no todos los políticos traen al cuello la etiqueta de corruptos impunes, empero las contadas y honorables excepciones confirman la regla, sin olvidar que tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata, bien por comisión o por omisión, puesto que el silencio cómplice o el importamadrismo dejando hacer, dejando pasar para no hacer olas y perder posición y estatus, también es manifestación de corrupción.- Xalapa, Ver., febrero 18 de 2015.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Tras la tormenta perfecta, combinación y retroalimentación de naturaleza desatada y malos gobiernos, nadie puede negar que en Veracruz vivimos una crisis dentro de otra crisis que para nada no es ajena, la globalizada de una economía mundial que no logra levantar cabeza, y a la cual México, por más que Felipe Calderón insista en convencernos de lo contrario, nos tiene patas arriba.

La nuestra, crisis que hoy nos atañe en la coyuntura doméstica, pese a sus efectos desastrosos, no deja de dejar lecciones respecto al pasado, presente y futuro de nuestra realidad. La interrogante que se plantea es si tales lecciones estaremos tomándolas en cuenta o, simplemente, como desafortunadamente es costumbre, así como retornarán las aguas a sus cauces, retornaremos a nuestra normal vida cotidiana, dejando hacer, dejando pasar, hasta que nuevos golpes, quizá más severos, nos vuelvan a poner de rodillas frente a lo que naturaleza y sociedad propiciamos.

Lo irracional, a mi juicio, sería esto último: superar la contingencia y avocarnos al rescate y reconstrucción, fincando nuestro futuro sobre los mismos, frágiles y endebles cimientos, perdiendo la oportunidad de enmendar y hacer de la crisis oportunidad.

No hay mal que por bien no venga, reza la conseja popular sustentada en el más primitivo sentido común que, confiando en algo tan irracional como la suerte o la mano bondadosa del creador, deja en manos de la resignación y una nada sustentable esperanza, el que el desastre de hoy por sí solo acarree bonanza y bienestar para el mañana.

la solución deseada a los pequeños o grandes avatares de nuestro infortunio presente, sin analizar origen, desarrollo y consecuencias del mal o males que nos aquejan, queda así a la buena de Dios, evadiéndose una responsabilidad personal y colectiva fincada en nuestras propias conductas, actitudes, costumbres; en la manera de hacer las cosas en el afán de satisfacer nuestras necesidades con el menor esfuerzo, el menor costo, y vivir el hoy con toda intensidad, ante la incertidumbre de si mañana veremos nuevamente el sol.

La previsión se constituye en algo aleatorio, ignorando el pasado y las lecciones de su legado, al mismo tiempo que para las generaciones presentes importe un bledo lo que heredaremos a las venideras. En tal manera de pensar y de actuar, se sustenta la inviabilidad de lo que hoy conocemos como desarrollo sustentable, utópica teoría que se escucha agradable en el discurso de políticos y galardonados expertos, pero inalcanzable en sus objetivos y efectos propuestos.

Así como también resulta cómodo atribuir los embates de la naturaleza que hoy nos daña y lastima, únicamente al “cambio climático”, (o al reparto agrario cardenista) como insiste Calderón Hinojosa, presidente designado de la República, y no a la conducta de la raza humana.

Científicamente está comprobado que mucho tienen que ver los cambios que sufre en el tiempo el planeta entero, entre ellos el climático, alterando el comportamiento de la naturaleza pero lo cierto es, siempre a mi juicio, el que no hacemos absolutamente nada para adecuarnos a estos y aliviar en la medida de lo posible sus efectos. La previsión, pese a las alertas tempranas de la comunidad científica, no entra en los planes de una sociedad inmersa en el acumular y acumular riqueza material, así sea a costa de acelerar el cambio anunciado y profundizar sus efectos, renunciando a tranquilidad y calidad de vida presente y futura.

No podemos seguir manteniendo tal actitud, so pena de lamentarnos mañana nuevamente de lo que hoy y siempre hemos propiciado y auspiciado. El cambio en nuestra sociedad, se reclama con urgencia; cierto, problema y búsqueda de soluciones es global, como lo es la crisis concurrente mundial –social, económica, política, ambiental, que a todos nos afecta, pero en nuestro entorno doméstico, frente a la coyuntura, su necesidad, urgencia e importancia, es evidente. No podemos sentarnos a esperar “que el destino nos alcance” año tras año.

El pueblo veracruzano en estos días aciagos, ha dado muestras palpables y extraordinarias de unidad, solidaridad y generosidad, frente a la tragedia que viven miles de familias hermanas. La espontaneidad de todos rebasa al propio gobierno y a los partidos políticos. En ello estriba el poder hacer todo lo que nos propongamos hacer, para cambiar conductas, actitudes y manera de pensar. Coincido con el gobernador, Mtro. Fidel Herrera Beltrán, cuando dice que “Veracruz está de pie”. Quizá exagera, cuando de todos es conocido que más bien estamos de rodillas, pero en su intencionalidad su postura en esta ocasión le considero correcta. Estamos doblados pero no vencidos, entre todos saldemos adelante.

Unidos solidariamente, con la misma generosidad y desprendimiento que hoy nos motiva, si hacemos lo correcto, atendiendo más a la racionalidad científica que a la corrupción, improvisación y al ahí se va, podríamos hacer de la crisis oportunidad, construyendo un Veracruz mejor que el que recibiera el embate de las fuerzas desatadas de la naturaleza.

La reconstrucción de la entidad exige nuevos cimientos, en lo económico y en lo social. No podemos ni debemos construir sobre lo viejo, a todas luces ya inoperante. Infraestructura de calidad y eficacia, rescate del campo con visión social, reconocer con honestidad intelectual fortalezas y debilidades de nuestra realidad orográfica e hidrológica y poner en marcha un gran esfuerzo de planificación integral en consecuencia, así como muchas otras cosas en las que los expertos deberán puntualizar.

Para ello no basta el espontáneo granito de arena aportado por cada quien, hay que sumar esfuerzos de manera organizada, hombro con hombro, comunidad por comunidad, la suma del trabajo de todos en torno a un solo objetivo: El Veracruz que deseamos para nuestros hijos. ¡Ojalá y nos cayera el veinte!

Para no variar en mi estilo crítico, podría sugerir también que en cuanto a nuestra clase política, lo más recomendable sería “que se vayan todos”. Entre menos estorben, mejor, pero que le vamos a hacer, sin políticos, sus ocurrencias y sus barbaridades, podríamos morir de aburrimiento antes de un nuevo ciclón y, entonces, saldría más caro el caldo que las albóndigas.

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