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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Tiempo ha, tanto que se pierden los recuerdos, representando a la dirigencia nacional de la CNC en el Plan Chontalpa, Tabasco, tenía como tarea sustantiva el auxiliar al Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización y a la Comisión del Río Grijalva de la SRH, en  la promoción social y económica, organización y consolidación de 22 ejidos colectivos y su integración como Unión de Ejidos Colectivos, primera en su género en el país. Tarea nada fácil en la que tras un fracaso previo de autoritarismo e imposición por parte del gobierno de Díaz Ordáz, había que remontar la experiencia negativa y resistencia fruto de la desconfianza, a base de convencimiento tanto en lo individual y familiar como en asambleas plenarias en cada ejido.

Ello enfrentando simultáneamente resistencia y boicot por parte del gobierno estatal y poderosos intereses privados, que veían con malos ojos tanto la colectivización en el medio rural como el paulatino empoderamiento político y económico del sector ejidal en la región.

En estas andanzas, el trabajo sustantivo estaba en campo, podría decirse que a pie de surco; desde el amanecer hasta bien entrada la tarde el equipo integrado por entusiastas  jóvenes promotores del DAAC y la CNC, recorríamos todos y cada uno de los ejidos objetivo, sin más propósito que convencer de las bondades económicas y sociales de la organización y capacitación, a la par que estableciendo vínculos entre la organización social para el trabajo y la organización colectiva de las actividades productivas.

El esfuerzo aplicado tanto por las promotorías como por los propios ejidatarios integrados en la Unión de Ejidos Colectivos “Lázaro Cárdenas del Río”, rindió frutos positivos. Las actividades productivas colectivizadas y sustentadas en la ganadería, la agricultura mecanizada, industria azucarera, explotación forestal y rescate y consolidación de la producción cacaotera y arrocera, así como el transporte ejidal y servicios de educación, salud y comercio interior, contribuyeron a elevar la calidad de vida en las 22 cabeceras de igual número de ejidos participantes. Empero, este resultado duró poco. Habiéndose previsto un proceso de 12 años para la consolidación del proyecto, al concluir el sexenio de Luís Echeverría el gobierno federal decidió ponerle fin, suspendiendo el respaldo técnico y  financiero, auspiciando el retorno a la parcelación y dando entrada a la explotación petrolera en las 32 mil hectáreas del plan.

Al día de hoy, ni el recuerdo queda de un ambicioso proyecto que muchos llegaran a considerar como el “niño bonito” del echeverrismo. De López Portillo a Peña Nieto el gobierno federal le dio la espalda, dejando el plan a su suerte como una víctima más de las actividades petroleras en La Chontalpa y Región Lagunar del Estado de Tabasco.

Todo esto viene a cuento porque en mis constantes encuentros con ejidatarios del Plan y habida cuenta de que trabajaba para la CNC en un proyecto presidencial sin ser priísta, uno de los argumentos manejados para convencer era el que debería tomarse conciencia de que el gobierno echeverrista era como un ferrocarril en el que había que treparse en tanto éste fuera para adelante, mejorando las condiciones de vida del ejidatario y su familia; ver en el gobierno federal, a la CNC y al PRI como aliados, compañeros de camino a los que había que concederles el beneficio de la duda. Pero una vez que el ferrocarril se desviara y tomara un rumbo distinto, cual ágil saeta había que abandonarle y esperar el arribo de otro medio de transporte que acercara a los 22 ejidos y a su Unión  al destino deseado.

Este símil fue entendido en parte, la mayoría de los 22 ejidos colectivos se bajaron del trenecito, optaron por el reclamo y la resistencia desconfiando de un gobierno que les daba la espalda. Dejaron al PRI, se olvidaron de la CNC y cambiaron de camiseta sumándose al PRD. La minoría no se bajó a tiempo, retornó al trabajo parcelado rascándose cada quién con sus propias uñas, y hoy pagan las consecuencias por confiar en un gobierno que ni les ve ni les escucha.

Algo similar está sucediendo en los tiempos que corren. El campesinado nacional, abandonado por el gobierno federal, desmantelada la infraestructura productiva, traicionado por líderes espurios, y dejado a su suerte, se está bajando del ferrocarril oficial, consciente de que las instituciones agrarias son una farsa, la CNC es un cascarón vacío y el PRI extravió el rumbo abandonando la lucha por la justicia económica y social en el campo. Si alguna vez el sector ejidal fuera la base social de apoyo y respaldo del gobierno y del PRI, esta condición está perdida y, con ello, el voto duro o clientelar que legitimara los triunfos electorales del tricolor.

El campesinado nacional con la paciencia infinita que le caracteriza, al pie de la vía espera el arribo de un nuevo ferrocarril que les acerque a un mejor destino. La pregunta obligada es si en el 2018 hombres y mujeres de nuestro campo  encontrarán un tren que satisfaga sus crecientes necesidades.

Cd. Caucel, Yuc., noviembre 8 de 2017

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Partiendo de la idea de que el sexenio duartista está agotado, no creo tenga sentido seguir dándole vueltas a la noria en torno al enlodado par de tenis colgados a la puerta de palacio. Hoy más que nunca los veracruzanos debemos dejar atrás el ominoso pasado reciente y poner el énfasis en lo que sigue, el rescate de un Veracruz postrado que exige de sus hijos el mejor esfuerzo, la más diáfana visión de futuro y el compromiso de sacar, entre todos, al buey de la barranca.

¿Se podrá dar este paso adelante?

Es lo que me pregunto al observar a un pueblo dividido y apático, más no por ello entregado lamiendo sus cadenas. El malestar, la indignación, el hartazgo y rechazo al actual estado de cosas en cada vez más amplios sectores de la población, mantiene viva la resistencia pero, no basta resistir, hay que pensar, proponer, rescatar lo rescatable, construir y elevarse por sobre la mediocridad de una clase política que renunciando a su papel en la búsqueda del bien común, fiel a su dinámica e intereses poco claros, nos mantiene en calidad de infantes secuestrados

Reflexión nocturna que no por simple elucubración de un tundeteclas trasnochado, deja de cobrar vigencia como uno más de los muchos buenos deseos de acompañar a Veracruz en la búsqueda de mejor destino. Es el confiar en la fuerza del nosotros por sobre la debilidad del yo, individualista, domesticado y esteril.

Como reflexión para mis adentros está bien, pero a lo nuestro.

El tratar de entender que pasa en nuestro entorno doméstico y nacional bajo el encuadre de una crisis que abarca la globalidad del mundo, no prevista por quienes nos gobiernan o deshonestamente ignorada, para hacer del saqueo paradigma de proyecto de país al que debemos someternos.

Y es en este marco que no deja de preocupar la obviedad del hecho de la imposición de reformas y políticas públicas que, a más de no estar sustentadas en un diagnóstico serio y a profundidad de lo que es México, hoy y lo que ha sido a lo largo de su historia, ignoran el pensar y el sentir de las mayorías. El triunfalismo sin sustento que perdiera al gobernador de Veracruz y el que nos ofrece Peña Nieto en su mensaje relativo al Tercer Año de mandato, lo confirma.

Haciendo caso omiso de la realidad real y de la historia que le retroalimenta, el proyecto de nación neoliberal va, al precio social que haya que pagar y sin prever las consecuencias, igual que como tampoco hubo talante previsor frente a la globalidad de un mundo y un sistema económico y social en crisis Es un catarrito temporal, dijo Cartens en su momento y, sobre esa imprevisión se dejó correr el tiempo y se pactaron con la complicidad activa de la partidocracia, las reformas presuntamente estructurales. El catarrito diagnosticado en el sexenio de Felipe Calderón, resultó ser neumonía y el parasetamol institucional aplicado desde los inicios del gobierno peñista, para la administración y control de daños, remedio equívoco e insuficiente para minimizar y paliar las consecuencias en un México que hoy por hoy se escurre entre los dedos.

Cartucheras al cañón, quepan o no quepan, dijo Peña al congreso cortesano, y las reformas van contra corriente, sin freno a la vista que se oponga a la caída. La debacle económica marcha de la mano de la profundización de la crisis institucional, acunando más desigualdad, más pobreza, más violencia, más corrupción y más impunidad, en medio de un estado de derecho que no merece credibilidad y confianza.

Contra todo y contra todos, las reformas van, insiste Peña Nieto y, en concordancia, de facto y antes de anunciado el esquema de zonas económicas especiales, el titular de la Sagarpa indica que por instrucciones de Los Pinos, las reglas de operación de los programas a su cargo, “se modificarán para bien”… buscándose “convertir los subsidios asistencialistas en incentivos a la productividad, impulsar y hacer barato el crédito, fortalecer la tecnificación de riego y la modernización del agro, innovación tecnológica e integración de cadenas de valor y ordenamientos de mercado”. Sin aclarar sobre que agro habrá de actuarse, habida cuenta de que en el México rural conviven la propiedad social y privada de la tierra, así como formas de vida tradicional y “moderna”, predominando la pulverización parcelaria, la agricultura de temporal y de autoconsumo, la pesca artesanal ribereña, la explotación irracional de nuestros bosques, así como usos y costumbres ancestrales en la producción de alimentos.

No. A espadas de esta realidad, el Estado mexicano implementará reformas tendientes a modificar la estructura agraria de México, por decreto y desde arriba, pretendiendo lograr que los productores con más saliva se traguen el pinole, excluyendo a los menos aptos y menos competitivos hoy aferrados a una parcela antieconómica que no concurre al mercado con la eficiencia y eficacia que demandan los circuitos mercantiles. El campo al servicio del mercado bajo las reglas del mercado, en la que el Estado, al margen, premiará a los ganadores, como de facto ya sucede en el sector agropecuario, forestal y pesquero “moderno”, de alta concentración de capital e innovación tecnológica.

Morelos y Zapata son historia no considerada. La tierra será de quien la trabaje bajo esquemas de dominación propios de la hacienda, ahora neoliberal, reduciéndose el papel de nuestros campesinos minifundistas, mano de obra barata, a simples siervos acasillados del gran capital doméstico y extranjero.

Y en esta escalada tendiente a borrar todo vestigio de reforma agraria cardenista (por “populista”), la política económica sometida a los designios del mercado global, se hace acompañar de una política política llamada a polarizar aún más a la sociedad mexicana. O estás con el Estado neoliberal o estás en contra y a favor del populismo de Estado, es el mensaje de Peña Nieto. No hay medias tintas, enfrentando al México bronco de los desposeídos con el México de una minoría que, respondiendo a recetas extralógicas, le apuesta a destiempo a la modernidad privatizadora y empobrecedora del primer mundo.

Y las reformas van, no hay vuelta de hoja en el proyecto transexenal pactado entre poderes fácticos y partidocracia. Cueste lo que cueste y se oponga quien se oponga es el mensaje. Hasta que la terca realidad -parafraseando a Carlos Puebla-, mande a parar haciendo prevalecer, como en los territorios libres zapatistas, el mandar, obedeciendo la voluntad del nosotros por sobre el egoísmo individualista del yo que anima y retroalimenta el proyecto peñista del absurdo.

Hojas que se lleva el viento.

Me pregunto si el deterioro del tejido social es reflejo de una clase política insensible, corta de miras y excluyente o, a la inversa, si la clase política es reflejo, consecuencia objetiva del deterioro de una sociedad conformista e incapaz por sí misma de dejar atrás el dejar hacer dejar pasar, y comprometerse por un cambio positivo que coloque al país en el camino del progreso y el bienestar equitativo para todos. Mi reflexión personal no encuentra respuesta ni está a mi alcance dilucidar en qué momento sociedad y su llamada clase política, se hicieron uno para conformar un único proceso de deterioro que en todos los órdenes se vive en México.

Mi amigo Melitón Morales Domínguez, director y propietario de la revista Análisis Político, con una experiencia de 37 años en la brega periodística, me dice que si quiero dormir a pierna suelta, a mi edad debo dejar de idealizar el bosque pensando que lo que cuelga de las matas de coco son peras y perones. Quizá tenga razón.

Xalapa, Ver., 3 de septiembre de 2015

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J. Enrique Olivera Arce

Como si ya estuvieran rindiendo frutos tanto la Financiera Nacional de Desarrollo lanzada por el Sr. Peña, como la inversión anunciada por este del orden de 338,669 millones de pesos para el presenta año, se echan las campanas al vuelo y se da por hecho que con ello se resuelve el problema de atraso y abandono del campo mexicano, sin parar mientes en que la problemática que acusan los sectores agropecuario, forestal y pesquero no es sólo de dinero o de financiamiento barato.

Ignorándose el carácter dual de la economía rural que establece sustanciales diferencias culturales y tecnológicas entre la economía de mercado y la de autoconsumo sustentada en la milpa, práctica ancestral dominante en el territorio nacional que da identidad y arraigo a la tierra al campesinado.

Como tampoco se toma en consideración que a estas alturas del año, tales anuncios no pueden tener otra intención que dorarles la píldora a hombres y mujeres del agro con vías a las elecciones del 2015. Pretendiéndose ablandar a una población rural que viendo en la reforma energética una seria amenaza a sus intereses presentes y futuros es proclive al voto de castigo.

El contar con un programa nacional de financiamiento enfocado al sector rural y nada es lo mismo, si se trata de rescatar a la economía agraria de este país. Por experiencia se sabe que la atención al campo debe ser integral o se abona al fracaso; así como también está demostrado que el escollo toral a la capitalización y crecimiento de la economía rural no reside en la producción y productividad sino en la relación asimétrica de los productores con el mercado. El TLCAN como antecedente cercano lo confirma.

Sin corregir el problema estructural de dicha relación, entre más dinero se invierta en la producción primaria mayor es la transferencia neta de capital del campo a los monopolios agroalimentarios y agroindustriales. Resultando siempre perdedor el eslabón más débil de la cadena productiva, el campesino minifundista o el pescador artesanal.

Adicionalmente, sin infraestructura, organización de la producción, organización social de los productores, asistencia técnica e innovación tecnológica no hay financiamiento, por muy barato que éste sea, que asegure incrementos a la producción y rentabilidad de la inversión aplicada. Paso inicial que no se contempla, de acuerdo a lo anunciado.

Luego ello obliga a pensar en que la medida gubernamental derivará en más programas asistencialistas, sin mayor propósito implícito que, por un lado, la manipulación del sector rural para que no ofrezca resistencia o se oponga al despojo ya previsto en la reforma energética, allanándole el camino a las poderosas empresas trasnacionales y, por el otro, avanzar en el proceso “modernizador” de privatización de la propiedad social iniciado durante el régimen salinista.

No es nada circunstancial el que simultáneamente al anuncio de la puesta en marcha del programa de financiamiento, en el marco de la plenaria de la Confederación Nacional Campesina el Sr. Peña hiciera hincapié en que “la reforma energética puede significar nuevas fuentes de ingresos para los propietarios o titulares de terrenos, en los casos en que se extraiga gas o petróleo de sus tierras… porque recibirán una contraprestación justa, y además transparente a los ojos de todos”. Como tampoco es circunstancial el mensaje del senador Manuel Cota Jiménez ungido como secretario general del Comité Ejecutivo Nacional de la CNC, pretendiendo atar al campesinado a la panacea reformista y neoliberal del presidente de la república.

Lo cual indica por donde se pretende transitar en una nueva relación entre gobierno y campesinado (inicio de la revolución verde para la CNC). Sin perder de vista que ante la proximidad del proceso electoral del 2015, Peña Nieto y su partido requieren del rescate y reconstrucción del andamiaje clientelar en el sector rural.

En nuestro entorno más próximo, Veracruz, es aún más preocupante el tañer de las campanas por políticos, pseudo líderes agrarios y textoservidores. Ni el gobierno estatal ni los productores agrícolas, pecuarios, forestales y pesqueros, salvo limitadas y muy focalizadas excepciones, están preparados para involucrarse en el corto plazo en las acciones del programa a cargo de la Financiera Nacional de Desarrollo; la carencia de autoridad y liderazgo, la quiebra evidente de la industria azucarera, el abandono de los cultivos de granos básicos y las condiciones oligopólicas del mercado de leche y cárnicos, así como el bajísimo nivel tecnológico de la pesca artesanal constituye un lastre que no se borra por decreto.

Y, sin mayor análisis, no puede echarse en saco roto que en la entidad los productores en su gran mayoría están organizados para votar y no para producir de manera planificada y sistemática, luego el programa nacional de marras por principio de cuentas se politizará y se partidizará, constituyendo un buen pretexto para fortalecer la estructura electoral del PRI a la par que un buen botín para la corrupción dominante.

Tampoco debería ignorarse que el campesinado tiene memoria histórica que se fortalece con agravios cotidianos. El primer paso entonces sería el recuperar confianza y credibilidad en la acción de gobierno, lo que en las condiciones actuales de descontento y rechazo, con la Espada de Damocles pendiendo sobre el régimen de propiedad social de la tierra, parafraseando al Sr. Peña, “no será fácil”; tampoco se puede asegurar para cuando rinda frutos el sueño guajiro de incorporar al campo mexicano a lo que los intereses del mercado globalizado demandan.

Pero no hay mal que por bien no venga, si se oferta crédito suficiente y barato hay que tomarle la palabra al gobierno, ya mañana Dios dirá a favor del quien se vota, si se paga el crédito, se va a fondo perdido o a cartera vencida. La burra no era arisca…

Hojas que se lleva el viento

La celebración del Sr. peña Nieto por sus 24 meses de gestión al frente de la Presidencia de la República seguramente no será compartida por los invitados de piedra, millones de mexicanos que si bien pudieren aceptar que en los dos sexenios panistas el país acusó inmovilidad legislativa, no pueden pasar por alto que en la actual administración priísta es el gobierno en su totalidad quien padece inmovilidad crónica. 20 meses de falso debate, aprobación sin consulta a la ciudadanía de las reformas peñistas y el sepultar de una vez por todas a la Revolución Mexicana privatizando los bienes de la nación,  es de lo único que se puede presumir. Infraestructura, economía, seguridad y bienestar social conforman un escenario de deterioro, estancamiento y retroceso que de entrada, descalifican al Sr. Peña y su gestión.

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J. Enrique Olivera Arce

Con el arribo de Américo Zúñiga Martínez a la presidencia municipal se inicia una nueva etapa para la vida social y económica de la capital veracruzana. El tiradero queda y la desconfianza en la autoridad también. No obstante, en el ánimo de sus habitantes no faltan destellos de esperanza confiándose en que el cambio de estafeta ofrece expectativas de cambio y de progreso.

Cualquier cosa es mejor que lo que le deparó a Xalapa la pésima administración a cargo de Elizabeth Morales es el sentir generalizado, esperándose que con Américo las cosas sean diferentes.

Esto, sin faltar una corriente de escepticismo en cuanto al desempeño y alcances de una administración que no por nueva deja de llevar a cuestas la carga negativa de la extracción priísta del alcalde en turno. De antemano se tiene por sabido que por muy buenas intenciones estas se ven limitadas por la formación partidista y el sometimiento a la autoridad y caprichos del que se dice manda en Veracruz.

Si corrupción, ineficacia y carencia de voluntad política para atender demandas crecientes, reales y sentidas de la población fue la constante a lo largo de los últimos tres años, no puede ignorarse que el PRI nunca llamó al orden a la alcaldesa y que el pésimo desempeño de ésta fue consentido y tolerado por el Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa, quien renglón aparte, tampoco ha dado muestras de apego y compromiso para con los xalapeños.

Dice la conseja popular que quien sirve a dos amos, con uno queda mal. De ahí que para salir avante, el alcalde tendrá que desenvolver todas sus dotes de alambrista para guardar un sano equilibrio entre sus compromisos partidistas de campaña y servirles a cabalidad a los contribuyentes que le pagan y esperan beneficios tangibles para el municipio…  ¿Podrá?

Luego es lógico el que la opinión pública se divida entre los que confían en el joven ex funcionario fidelista y los que dudan de la oferta de buen gobierno del joven Zúñiga. Sin faltar aquellos a los que ni les va ni les viene la crisis de identidad y atraso en que se debate nuestra ciudad y lo que, al respecto haga o deje de hacer la administración municipal.

Nadie es monedita de oro. Américo no tiene porqué ser la excepción. De su y desempeño eficaz depende el ganar aceptación por una mayoría ahora dolida y al borde del hartazgo. Y en ello deberíamos estar concientes para con talante crítico pero propositivo,  sumar y no dividir y restar, concediéndole el beneficio de la duda.

El alcalde recién desempacado viene ofreciendo las perlas de la virgen en su afán por rescatar confianza y credibilidad en beneficio de la autoridad que el representa, luego a el corresponde ponerle límite al beneficio que se le otorga en el plazo que considere prudente, así como en base a su desempeño al frente de la comuna,  en manos de la población está el refrendar o dar por terminado el maridaje.

Tiempo al tiempo sin bajar la guardia  y todos saldremos ganando. Xalapa merece y exige la contribución solidaria de sus habitantes, no todo viene de la administración municipal; la participación consecuente y responsable de la población  es condición para salir del bache. En ello va implícita la tarea de construir ciudadanía y a ello debemos avocarnos para nunca más votar a ciegas deslumbrados por los espejitos y abalorios que con recursos públicos obsequian candidatos a cambio del sufragio. Que la nefasta experiencia que toleramos dejando hacer y deshacer a Elizabeth Morales nos sirva de lección.

Hojas que se lleva el viento

Cancelada la Reforma Agraria surgida del movimiento armado y desmantelado el campo mexicano por los gobiernos neoliberales, ahora el Sr. Peña Nieto reitera a bombo y platillo el anuncio de un renovado y modernizador impulso a una reforma agraria sui generis sustentada en políticas públicas que nos remiten al porfiriato, privilegiando concentración de la tierra, productividad y competividad, sin el menor asomo de conocimiento de la realidad del agro mexicano y de la historia nacional. No debe extrañarnos entonces que ya se escuche el cabalgar de un Emiliano Zapata que vuelve por sus fueros en las tierras del sur de la patria.

-ooo-

Cada seis meses quien esto escribe cambia de aires, pasando una corta temporada en Yucatán y en cada ocasión Mérida su capital,  me recibe con enjundiosas mejorías que le permiten conservar su status como la ciudad más progresista del sur-sureste de México. En este mes de enero la ciudad blanca considerada internacionalmente como “De la paz”, celebra el 472 Aniversario de su fundación con nuevas obras de infraestructura urbana a la que Dulce María Sauri Riancho, ex gobernadora de la entidad, califica como “Los regalos para Mérida”. Y no es para menos, gobierno del estado, Ayuntamiento e iniciativa privada, en un año calendario  han proyectado y realizado diversas obras e inversiones de gran envergadura que, en mucho,  superan  los logros y anuncios fantasiosos de tres años de gobierno estatal y municipal en la capital veracruzana. Así se las gastan los yucatecos en un clima de colaboración, complementariedad, coordinación y eficacia de los tres órdenes de gobierno.- Cd. Caucel, Yucatán, enero 8 de 2014.

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J. Enrique Olivera Arce

Como en los viejos tiempos. Parafernalia onerosa con cargo a recursos públicos, acarreo de miles de campesinos procedentes de diversas partes del país, el clásico lonche y el aplauso fácil acrítico y zalamero, fue el escenario propicio montado por el gobierno de Veracruz para que el Sr. Peña convocara a la nación a cambiarle el rostro al campo mexicano.

Sin mediar una obligada autocrítica de un gobierno priísta por el desmantelamiento del sector social de la economía agraria por gobiernos emanados del mismo partido político, y en un discurso que en nada reflejara sentido e intencionalidad de la Ley Agraria promulgada por el presidente Carranza en 1915, el actual mandatario ofreció lo que de antemano se sabe no podrá cumplir. El rescate del campo mexicano va más allá de buenas intenciones y simulada pose de agrarista modernizador. La tarea no es cualquier cosa que pueda inscribirse en políticas públicas productivistas y en afanes por alcanzar niveles competitivos  en el mercado. Antes que todo, la simbiosis entre el campo y quienes lo hacen producir es una forma de vida hoy en franco deterioro que no se puede restablecer de un plumazo con medidas tecnocráticas de planeación del territorio, sin antes recuperar el sentido humanista de la Reforma Agraria que concibiera el Constituyente del 17.

Modernizar el campo como objetivo para ponerlo al servicio del consumidor de las grandes ciudades, bajo el supuesto de que con ello el productor rural será el directamente beneficiado, es afirmación demagógica. Oferta de un gobierno priísta sin sustento a más que ajena a la realidad de un  México profundo que arrastra más de 50 millones de pobres, en su mayoría de origen campesino expulsados de su tierra por carencia de oportunidades resultado de políticas públicas neoliberales que, privilegiando los dictados del mercado generan miseria, desigualdad y recreación de prácticas de explotación de la mano de obra rural propias del subdesarrollo.

Si de algo se puede estar seguro, es que el presidente. Peña conmemoró en Veracruz un aniversario más de la promulgación de la Ley Agraria de espaldas al campesinado nacional, sepultando  en definitiva el espíritu agrarista emanado de la Revolución Mexicana que usufructuara su partido por más de 70 años. Faltará ver si el obituario modernizador es compartido por la mayoría de un campesinado abandonado a su suerte.

Y a tono con la política agraria modernizadora del gobierno del Sr. Peña, la administración pública veracruzana por conducto de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario, Rural y Pesca (Sedarpa), reducirá el número de proyectos productivos y apoyara en el presente año los más rentables para tener más impacto y un mejor efecto en la entidad. El titular de la dependencia, Manuel Emilio Martínez de Leo, justificó lo anterior señalando que  “…lo importante es tener más resultados y más involucramiento de los productores”.

De acuerdo con el criterio oficializado de la Sedarpa, la atención al campo será focalizada, con énfasis en incrementos de productividad y competitividad y orientada a los productores con mayor disponibilidad de tierra, recursos humanos, técnicos y financieros, ya que son estos los que mayores posibilidades ofrecen tanto de involucramiento como de resultados, entendiéndose el “involucramiento” como capacidad de gestión y administración de los proyectos productivos a su cargo.

Siendo obvio que los pequeños productores vinculados a actividades agropecuarias y pesqueras consideradas como de bajo impacto económico-productivo, no gozarán de los beneficios de apoyos gubernamentales, salvo los establecidos en los programas asistencialistas. Lo cual es lógico ya que de acuerdo al criterio asumido, están muy lejos de cubrir el requisito de productividad, rentabilidad y competividad exigible para participar con éxito en el mercado.   En igualdad de circunstancias quedarán decenas de miles de productores que no han salvado la barrera de la producción de autoconsumo, incluidos los pueblos indígenas. Para ellos, los programas de asistencia social que trocan limosna y clientelismo electoral por dignidad.

Pero no para ahí la cosa. No puede dejar de pensarse que las políticas públicas de apoyo al campo seguirán teñidas de corrupción: proyectos productivos para los cuates o prestanombres asociados. Práctica común que reduce aún más el padrón de beneficiarios de las políticas públicas de impulso a la producción agropecuaria y pesquera, a la par que incrementa desigualdad y pobreza en el medio rural. Todo en nombre de una presunta modernización del campo veracruzano tras la que se oculta el desvío de recursos para financiar tareas electorales.

Hojas que se lleva el viento

El pacto por México se materializa en Veracruz con el contubernio entre el priísmo y la espuria dirigencia perredista en la entidad. “El pacto de Perote” promovido por el senador José Yunes Zorrilla, salta a la vista como instrumento electoral en contra de las aspiraciones de un panismo dividido pero eficaz. Con la llamada izquierda maiceada muy al estilo de Fidel Herrera Beltrán, una posible alianza electoral entre el PAN y el PRD, con vías a la elección de alcaldes y diputados locales, quedará como caricatura de lo que pudo haber sido y no fue. Cd. Caucel Yuc., a 6 de enero de 2013

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J. Enrique Olivera Arce

Dejo Mérida minutos antes de iniciarse el festejo con el que las autoridades estatales y municipales celebraran el que organismos internacionales, incluyeran a la ciudad blanca, con más de un millón de habitantes, entre las 100 ciudades más seguras y pacíficas del mundo.

Merida Yucatan. Norte-sur

Retorno a Xalapa, con la percepción de que dejo una ciudad enfrascada en sus propias y peculiares contradicciones y  contrastes. Un norte próspero y pujante con todas las ventajas urbanísticas e inmobiliarias que no es común observar en la mayoría de las capitales de nuestras entidades federativas, contrastado con un sur de la ciudad,  pobre, excluido de la modernidad y del interés de las autoridades por su desarrollo y bienestar de la gente, asiento de “colonias dormitorio” pobladas con migrantes del interior del estado y entidades vecinas, en su mayoría indígenas de origen maya.

Políticamente multipolarizada, la ciudad concentrando más del 50% de la población del estado, vive el derrumbe de un panismo que no asimila aún la derrota en la reciente elección municipal, careciendo del cómo y con quién recuperar la gubernatura y, un PRI que, aunque fragmentado, ya anticipadamente trabaja en la sucesión de Ivonne Ortega Pacheco que tendrá lugar en el 2012.

Esto en el marco de un gobierno estatal en el que la Sra. Ortega Pacheco auspicia la división del partido en el poder, a la par que se confronta con lo más representativo del mundo empresarial yucateco, expresión del poder fáctico que determina rumbo y destino de la Península; perdiendo aceptación entre la clase media y media alta por su altanería y frivolidad como estilo personal de gobernar.

Situación esta última que se agudiza a raíz de la intempestiva y sorpresiva presencia en Mérida de Carlos Salinas de Gortari, con el fin expreso de disciplinar a Ivonne Ortega Pacheco, como se interpretara entre los meridenses a los que no escapa el hecho de que su gobernadora está encaprichada en no aceptar fácilmente que se le imponga desde el centro a Emilio Gamboa Patrón, “el chupón” –así se le conoce localmente-, como candidato del PRI a la gubernatura en el 2012.

Arribo a Veracruz, enterándome que en el World Trade Center -sede oficiosa del gobierno estatal-, se le rendía homenaje al ex presidente Venustiano Carranza, con motivo del 96 Aniversario de la Promulgación de la Ley Agraria. Horas más tarde, leía en los medios informativos en línea, el contenido del boletín oficial y la versión publicada del evento en cuestión. Resultándome paradójico que en el discurso y lo declarado a la prensa, la trascendencia histórica de la Ley Agraria como antecedente del reparto cardenista de la tierra y del proceso inconcluso de Reforma Agraria, pasara a segundo plano. El Ejido, las Comunidades Agrarias y la reivindicación de una justicia social que nunca llega, no pesan en el ánimo de una nueva clase política que carece de conocimiento y sentido de la historia.

Paradójico pero lógico. No podía esperarse otra cosa.. Tras el desmantelamiento en el sexenio del priísta  Carlos Salinas  de la infraestructura de soporte al campo, la apertura legal a la privatización del ejido, y el TLCAN, tratado asimétrico de libre comercio que pusiera en desventaja al sector agropecuario nacional, -con el beneplácito de las organizaciones agrarias, corporativas y clientelares-, la visión que hoy se tiene del sector rural, responde estrictamente a la concepción neoliberal de un capitalismo en decadencia. El mercado como ley suprema, con productividad y competitividad mercantil individualizada como doctrinas dominantes, es objeto de culto; a la par que se “resuelve” pobreza y exclusión del sector social con la caridad nociva del asistencialismo. Nadie advierte que el modelo neoliberal está agotado, a más de inviable en la realidad veracruzana, como panacea de rescate, recuperación y expansión de la economía agraria.

La verborrea vertida en el espacio denominado en el idioma y concepción de nuestro principal socio comercial en el TLCAN, ignoró al campesino, a la agricultura de autosubsistencia, al ejido y comunidades agrarias, como expresiones aún vivas de la realidad del campo veracruzano. Privilegiándose el interés de una minoría de productores agropecuarios privados, enfocado a una presunta mayor competitividad y rentabilidad económica.

Pobreza, desigualdad, minifundismo, vaciamiento y migración en el agro, pérdida de soberanía alimentaria, así como exclusión y pobreza extrema en las comunidades originarias, rezagos históricos no superados, son prietitos en el arroz que no tienen cabida, salvo para retóricas promesas economicistas, en el discurso y en los hechos del neoliberalismo en el poder.

Una vez más, desde el World Trade Center, ante una clase política insensible e improvisados “campesinos” acarreados, el triunfalismo sin sustento y el aplauso fácil vuelve a las andadas.

No estoy soñando. Me encuentro nuevamente en el terruño, con su también necia realidad, asumiéndose que el escenario de fondo es la preparación anticipada de la maquinaria electoral priísta para lo que viene en el 2012. Promesas y compromisos difíciles de cumplir, por delante en el discurso oficial. Pareciera que el Dr. Duarte de Ochoa nuevamente está en campaña.

Fuentes:  E-consulta ; Política al Día ; Imagen del GolfoEntorno Político

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Lo más cómodo sería que campesinos indígenas abandonaran su tierra

De espaldas a la historia de México, el presidente Felipe Calderón pidió a los habitantes de las localidades chiapanecas afectadas por los deslaves en los últimos días trasladarse a Amatán o cualquier cabecera municipal, pues, dijo, la causa de la pobreza es la dispersión y sostuvo que el reparto agrario lo único que hizo fue amarrarlos a sitios que están más expuestos a derrumbes. “La causa de la pobreza en México es la dispersión, a la hora que vino el reparto, qué bueno que le dieron casi a todos, pero mandaron a la gente casi, casi a amarrarse a sus parcelas”, sostuvo al señalar las condiciones del lugar donde las casas fueron destruidas por el alud de lodo.

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

El 30 de enero del 2008 y con motivo del homenaje conmemorativo del 35 Aniversario de la muerte de Alfredo V. Bonfil, publiqué un artículo que intitulado  “Se conmemora la muerte de Alfredo V. Bonfil con 35 años de traición, se publicara tanto en la revista “Análisis Político”, de Melitón Morales Domínguez, como en el portal de Carlos de Jesús Rodríguez, “Gobernantes.com”. Hoy dos años después, tras la farsa electorera montada hace dos días en La Antigua, Ver., me permito la libertad de reproducirlo toda vez que lejos de cambiar las cosas a favor del hombre del campo, con la actual crisis se recrudece desigualdad, pobreza y abandono en el sector rural, observándose una economía campesina de subsistencia en franca indefensión y atenida a la caridad otorgada por programas asistencialistas de un Estado desmantelado que le ha dado la espalda a la Reforma Agraria, reivindicación sustantiva de la Revolución Mexicana.

En perspectiva

J. Enrique Olivera Arce

En memoria de Felipe Galván, camarada entrañable.

Al conmemorarse el  trigésimo quinto aniversario de la muerte de Alfredo V. Bonfil, de algo estamos  seguros muchos de los que trabajáramos en su cercanía y bajo su conducción: En los años que estuvo al frente de la Confederación Nacional campesina, existían  expectativas de rescate, recuperación y desarrollo para el campo mexicano con las que no se cuenta al día de hoy. Existía credibilidad en las instituciones de la República y en los varios miles de promotores, extensionistas y funcionarios, encargados de llevar adelante los postulados del Libro Tercero de la Ley Federal de Reforma Agraria a lo largo y ancho del país. Así como existía credibilidad y confianza en el liderazgo de  la más importante organización de masas surgida del cardenismo.

Tales expectativas se fueron perdiendo a partir del sexenio priísta de la administración de la abundancia, muriendo más tarde con la reforma neoliberal  salinista que abría la puerta para la privatización de las tierras ejidales y la pérdida de oportunidades de desarrollo económico y social para el campesinado nacional. La renuncia por la vía jurídica del Estado a su obligación solidaria con hombres y mujeres del sector rural, se hizo acompañar con el desmantelamiento de las instituciones republicanas de soporte a la trunca nueva etapa de la Reforma Agraria en México  que impulsara el gobierno del presidente Echeverría.

A treinta y cinco años de la muerte de Alfredo y el grupo de jóvenes, sus más cercanos y leales colaboradores, al explotar el avión en el que sobrevolaban tierras veracruzanas — lo que originara la explosión nunca fue aclarado-, todo homenaje que con un falso  triunfalismo hable de un presente promisorio sin hacer un recuento objetivo de los logros alcanzados durante la gestión del líder indiscutible de la Campesina; de los poderosos obstáculos que desde el poder de la oligarquía se opusieran  al avance del renovado impulso a la Reforma Agraria, sustentado en la organización y capacitación de ejidatarios y pequeños propietarios rurales y en las instituciones al servicio de estos; de los pequeños triunfos y no menos importantes fracasos registrados en el camino, carece de sentido, de contenido y de honestidad intelectual. Más cuando estos huecos homenajes vienen de quienes no tuvieran el menor empacho en traicionar a los hombres del campo, sumándose y aplaudiendo en su momento tanto a la reforma salinista como al viraje neoliberal en el rumbo de la Nación.

En especial y por lo que se refiere a Veracruz, aquellos que desde la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos campesinos, carecen del mínimo de decencia para aceptar la profundidad y relevancia de su traición, ostentándose como líderes agraristas de un movimiento social al que le dan la espalda.

Hoy asistimos a una situación inédita en la que la sociedad y sus autoridades minimizan la importancia del papel jugado a lo largo de la historia de este país por un campesinado que, a lo largo de varias décadas, diera sustento al proceso de industrialización de México, con transferencias netas de capital vía precios de las materias primas, mano de obra barata y  disponibilidad de alimentos para sostener la fuerza de trabajo industrial y el surgimiento y desarrollo de de la clase media. Descapitalizado el campo, propiciada la migración desde el poder del Estado, abundando los pueblos fantasmas o habitados por ancianos, mujeres y niños, hoy importantes sectores de la sociedad y líderes de opinión, satanizan al ejido y a las comunidades agrarias, haciendo responsable al hombre del campo de una crisis que este no propiciara. El campesino no tiene nada que reclamar, el paternalismo lo hizo flojo y abúlico, dicen muchos. No se puede revisar el capítulo agropecuario del TLCAN a partir de la opinión de iletrados que no entienden de los beneficios que les acarrean las letras pequeñas del asimétrico convenio, dice el Secretario de Agricultura desde la comodidad de un campo de golf.

Se asegura que tras más de cinco lustros de abandono de la Reforma Agraria, hoy el campo está blindado contra los efectos del TLCAN y contra lo que se nos  viene encima,  a partir de los efectos de la desaceleración y posible recesión de la economía de nuestro principal cliente y socio comercial. No bastan inversiones, por muy cuantiosas que estas sean, si su destino está focalizado al sector moderno de la agricultura vinculado a los circuitos comerciales de exportación,  o al otorgamiento de caritativos paliativos a los productores más desprotegidos. Sin políticas públicas de gran visión, que rescaten el andamiaje institucional de apoyo al campo, con criterios de integralidad, solidaridad, y reconocimiento universal del derecho de la familia campesina a participar en libertad, con autonomía y autogestión, en la definición de su propio destino, el discurso oficial y triunfalista choca con la realidad. Hoy, a 35 años de la muerte de Alfredo V. Bonfil,  el campo mexicano y la soberanía alimentaria, acusan una franca indefensión.

“Recadito”

Al estilo del buen amigo Uriel Flores Aguayo, va un recadito solidario para “Crónica del Poder”, con motivo del inútil esfuerzo antidemocrático por sacarle de la Red de Redes con la vana intención de imponer el pensamiento único en Veracruz: Aguanten amigos, que si los perros ladran es porque se va cabalgando en el amplio camino de la pluralidad y la libertad de expresión.

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Por: Luís Hernández Navarro


João Pedro es un dirigente excepcional, una especie de anfibio político, que lo mismo nada en las aguas populares, que en círculos académicos o entre quienes practican la política institucional.


Es, con mucho, uno de los movimientos sociales más vivos y dinámicos de América Latina. Uno de los más consolidados y estructurados. Uno de los más odiados y admirados. Uno de los más conocidos internacionalmente. Es el Movimiento de los Sin Tierra (MST). En 25 años de vida ha organizado 7 mil 500 tomas de tierra, 2 mil 500 de ellas durante los casi siete años del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.


La figura más visible de ese movimiento es João Pedro Stédile. Nacido en Rio Grande do Soul, en el seno de una familia de descendientes italianos, vivió en la granja de sus padres hasta los 18 años. Desde su juventud fue profundamente influido por la Iglesia católica. Completó su carrera de economista trabajando en el campo durante el día y estudiando en la noche.


Trabajó en una agencia de desarrollo rural gubernamental, desde la que organizó a los campesinos productores de uva destinada a elaborar vino. Cuando en 1975 la Iglesia católica formó la Comisión Pastoral para la Tierra (CPT) participó con ella.


Pocos dirigentes sociales tienen una formación teórica tan seria como él. Enemigo de la educación política manualesca que tanto daño hizo a la vieja izquierda, es un conocedor profundo del marxismo y de la teoría crítica, los que utiliza regularmente como herramientas de análisis.


Durante dos años cursó la carrera de economía en la UNAM, en México. Aquí conoció a figuras centrales en su formación académica y política, como Francisco Juliao (organizador de las ligas campesinas), Ruy Mauro Marini y Teotonio dos Santos. Considera ese periodo como uno de los mejores de su vida.


El MST nació de la lucha por la tierra y en contra del latifundio improductivo. Surgió en 1984 y adquierió ese nombre por un accidente periodístico: la prensa comenzó a llamarlos los sin tierra. Apenas entre el 20 y el 23 de enero pasados celebró su décimo tercer encuentro nacional.


En su fundación desempeñó un papel central la Iglesia católica. Años antes de su nacimiento, religiosos inspirados en la teología de la liberación habían desarrollado un trabajo muy profundo de concientización en el mundo rural. La Iglesia era la única institución con presencia real en todo Brasil.


João Pedro estableció una relación muy estrecha con el CPT, que comenzó a organizar grandes encuentros nacionales sobre la problemática del campo. Nació como un movimiento autónomo e independiente de los partidos políticos y de la Iglesia. Hay quien, desde la izquierda, no se los perdona. Desearían que la organización se subordinara al gobierno de Lula y que no lo criticara.


El MST apoyó la campaña electoral de Lula, pero nunca firmó un cheque en blanco con su gobierno. Acostumbra moverse en el filo de la navaja. No rompe con ese gobierno definitivamente, mas no renuncia a presionarlo. Su actuación frente al gobierno ha sido siempre la misma: presiona, critica y, cuando viene al caso, aplaude.


En una época en la que muchas organizaciones campesinas han desaparecido o entrado en crisis, el MST sobrevive, se fortalece y crece. Se trata de un movimiento con gran fuerza de masas: cerca de 700 mil familias participan en sus filas.


En su interior se privilegia la educación política y formal de sus militantes, retomando las enseñanzas de pedagogos como Paulo Freire. Sus escuelas de cuadros son verdaderas universidades campesinas y sus convenios con instituciones educativas del Estado un ejemplo de cómo se puede avanzar en la transformación de la enseñanza. Desde ellas se promueve la elaboración de un nuevo pensamiento y una nueva praxis transformadora de la realidad. Reivindica la necesidad de elevar el nivel educativo de los campesinos para que sean ciudadanos, en todo el sentido de la palabra.


El MST otorga gran importancia al trabajo internacional. Desempeñó un papel central en el nacimiento de Vía Campesina. Sostiene una escuela técnica agroecológica en Venezuela. Apoya las luchas de liberación en diversas partes del mundo.


Ve con gran simpatía la lucha del EZLN en Chiapas, al que, entre otras cosas, le reconoce haber puesto en riesgo su vida para alcanzar su objetivo. Coincide con el zapatismo en el intento por crear un gran movimiento de masas capaz de transformar la realidad.


João Pedro es un dirigente excepcional, una especie de anfibio político, que lo mismo nada en las aguas populares, que en círculos académicos o entre quienes practican la política institucional. En todos los niveles es capaz de moverse sorprendentemente bien: lo mismo imparte una conferencia en una universidad que explica con gran sencillez la más compleja realidad a un grupo de campesinos, a los que defiende a muerte y no da tregua a sus adversarios políticos. Responde personalmente los mensajes que le llegan a su correo electrónico y con eficacia da entrevistas a los medios de comunicación en portugués y español.


Él, así como el movimiento en el que participa, se han negado a contar con representantes populares. Algo excepcional, dado que casi todo mundo quiere ser diputado o funcionario público a casi cualquier precio. «Ni la televisión ni los votos cambian la realidad», afirma.


Una de las ideas-fuerza centrales es que la lucha por la reforma agraria sólo tenía futuro si se desarrollaba como una lucha de masas. Sin embargo, la lucha en el campo ha cambiado drásticamente su naturaleza. Frente a los cambios que se han operado en los agronegocios en los últimos 10 años, la cuestión agraria se quedó amortiguada. Los latifundistas se convirtieron en burguesía agraria y dejaron de producir para el mercado interno. Los dueños de estas empresas -muchas de ellas trasnacionales- son ahora sus enemigos principales. En esas circunstancias el movimiento campesino ha debido cambiar su estrategia.


Luchador incansable y tenaz, João Pedro Stédile representa a una clase de dirigentes sociales que casi no existe ya, pues fue absorbida por la política institucional o se retiró, decepcionada, a la vida privada.


Stédile sostiene que «Dios es campesino (y probablemente latinoamericano) y el maíz es nuestra moneda». Su organización, el MST, es, con mucho, una de las más avanzadas políticamente de cuantas existen en América Latina. En los años recientes ha dado mucho de qué hablar. En los que vienen adquirirá una presencia aún mayor.


La Jornada 03/02/09

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