Pulso crítico
J. Enrique Olivera Arce
¿“Que quieren, qué imaginan, tras cual sueño se lanzan todos estos que por costumbre callan y de repente irrumpen en tumulto?” Adolfo Gilly, Historias Clandestinas, México 2009.
Mucho ruido y pocas nueces. Tanto es el ruido mediático en torno a los presuntos avances que en materia económica y social colocan a Veracruz en los primeros lugares en el espectro nacional, que tiro por viaje la realidad desmiente lo propalado y se impone por sobre el optimismo que se pretende inocular en la población.
En el complejo imaginario colectivo, la percepción que de la realidad real da sustento a credibilidad, confianza y seguridad a la población, no se ve correspondida con una imagen virtual que, en el proceso comunicacional orquestado desde palacio, satisfaga ya a unas mayorías que con talante crítico cuestionando su entorno son más selectivas en el creer o no creer.
Duda e incertidumbre dominan el escenario en un Veracruz estancado en lo económico y con marcado deterioro del tejido social.
La desconfianza en los servidores públicos toca ya a la puerta de credibilidad y confianza en las instituciones en demerito de gobernanza y gobernabilidad. La respuesta a un pretendido encauzamiento del descontento y hartazgo por los caminos de lo que la ley dispone, en amplios sectores de la población es irse por la libre.
Los instrumentos de control social con que cuenta el Estado en sus tres órdenes de gobierno, están rebasados; el corporativismo sindical y político antaño eficaz, ya no responde a las nuevas condiciones de una correlación de fuerzas políticas que, fuera de cauce, se manifiestan ajenas a partidos, organismos y asociaciones tradicionales, reivindicando atención y resistencia al actual estado de cosas que priva en la entidad.
No es circunstancial el que un cada vez mayor número de estudiosos, desde la academia, con datos duros, contemplen a un Veracruz postrado en una crisis que desde el gobierno estatal no se ve ni se escucha pero que sí, mediáticamente le pondera a salvo de los altibajos de un país que, como México, transita sin rumbo claro en el pantanoso escenario del expansionismo neoliberal y reacomodo geopolítico y geoestratégico de los centros de poder global.
La realidad veracruzana se exhibe a flor de piel. Pobreza, desigualdad, exclusión, desempleo, discriminación, corrupción, violencia e inseguridad, lejos de atemperarse se agudizan en un escenario en el que la administración pública dice avanzar en su combate. La imagen mediática de un Veracruz próspero y pujante a cargo de la prensa oficialista, se desdibuja; hueca palabrería se desvanece ante la confirmación de mentira y simulación así como de ausencia de visión de pasado, presente y futuro en la conducción política de la entidad.
Veracruz marcha al garete. Sólo la acción intuitiva del pueblo trabajador le mantiene a flote. Creatividad, empeño, esfuerzo productivo y paciencia infinita, a contracorriente hombres y mujeres comunes escribiendo su propia historia salvan a la entidad del desastre ante la indiferencia de un gobierno que le ha fallado a los veracruzanos.
Lo hemos señalado. El privilegiar en la agenda política el tema de la sucesión en el poder ejecutivo del gobierno estatal por sobre la búsqueda de respuestas al crítico estado de cosas que aquejan a Veracruz, es reflejo de la necesidad sentida de un cambio real en la conducción del gobierno de la entidad. Deseo inconsciente de que los tiempos se acorten y el cambio de estafeta ofrezca expectativas reales de crecimiento económico, movilidad social y mejoría en los estándares de bienestar para todos.
Paradójicamente, la mayor incidencia de tal reflejo se da entre los primeros círculos del poder político -del que se hacen eco los medios de comunicación-, sin parar mientes en que siendo corresponsables del desbarajuste que en todos los órdenes de la vida económica y social del “estado próspero”, proyectan éste al futuro con el anhelo sucesorio anticipado.
Por la libre, dice la ciudadanía, actuando en consecuencia. Marchas, plantones, protesta colectiva y organización para participar en la búsqueda de respuestas al margen de la intermediación de partidos políticos e instrumentos de control social, son síntomas de la crisis que acusa Veracruz. Y van en crescendo en todo el territorio estatal, sin que se atienda a la enfermedad, antes al contrario, se le pone más leña al fuego descalificando, criminalizando y reprimiendo la movilización social, agudizando esta y profundizando la crisis que ya tocando fondo, no parece ser motivo de preocupación alguna entre gobernantes y gobernados. Cada quien en lo suyo hasta que la cuña apriete parejo.- Xalapa, Ver., marzo 12 de 2014.