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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Pasada la carnestolenda del 4 de junio y una vez calificada la elección de los 212 alcaldes veracruzanos nuestra aldeana clase política ya está embarcada en el proceso electoral del 2018.  Sin darse tiempo y respiro para entender con espíritu autocrítico la lección de los comicios del 2017, partidos políticos y sus personeros con el triunfalismo de costumbre dan vuelta a la página y a otra cosa mariposa.

Esto en el marco de guerra de lodo en contra de MORENA y López Obrador, enemigo a vencer antes que adversario incómodo al que hay que bajar del caballo antes de llegar al río.

No así en la llamada sociedad civil, ciudadanos de a pie, que continúan debatiendo en torno a lo que aconteciera el pasado domingo 4, privilegiando percepción por sobre reglas escritas y no escritas argumentadas lo mismo por las autoridades electorales que por el gobernador del estado que opta por tapar el sol con un dedo.

El PAN y el PRD en alianza como gobierno de la alternancia y autoridades electorales, dan por sentado que los resultados de la elección están más claros que el agua, considerando improcedentes los reclamos de MORENA y el PRI por presuntos delitos (irregularidades les llaman) y manidos trastupijes, en tanto que en el imaginario colectivo los ciudadanos perciben que una vez más se pasó por encima de la voluntad popular expresada en las urnas; reafirmándose la idea de que no vale la pena votar si desde arriba se persiste en prácticas fraudulentas. Paradójicamente, en este marco, el voto nulo adquiere connotación política deslegitimadora como expresión de rechazo en amplios sectores de la población.

Percepción, en política, mata argumentos legaloides y esto no se quiere entender en las altas esferas del poder, dejando a la libre interpretación de la ciudadanía lo que pudo haber sido y no fue. Agudizándose incredulidad,  desconfianza y vacuna en contra de instituciones y procesos electorales, en detrimento de una democracia representativa ya de por sí secuestrada.

Hasta donde se alcanza a observar, tal percepción tiene sin cuidado a nuestra aldeana clase política, para esta las reglas del juego son inamovibles, cartucheras al cañón quepan o no quepan, lo relevante es lo que sigue, los procesos electorales del 2018. No se alcanza a entender que cada proceso electoral es distinto porque se da en un lugar, un tiempo histórico y un entorno global diferente.

El no hacer un alto en el camino, evaluar con espíritu autocrítico procesos y resultados ignorando la percepción colectiva, profundiza el divorcio entre partidos y ciudadanía, partidos y su estructura de base, arrastrando consigo credibilidad y confianza en las instituciones republicanas en un escenario global en el que el horno no está para bollos.

Tanto ha ido el cántaro al pozo… que la prioridad hoy autoimpuesta puede resultar tiro por la culata para partidos y personeros; la elección del 2018, pudiere revertírseles de continuarse transitando, régimen político y ciudadanía, por caminos divergentes. Y esto va para todo el espectro partidista, ningún instituto político se salva si se antepone triunfalismo sin sustento por sobre el bien común en una realidad más que evidente.

En la elección edilicia ningún partido o coalición contendiente, con sus pírricos triunfos obtuvo el aval mayoritario de los ciudadanos (o aspirantes a serlo) que les legitime; todos sin excepción representan a minorías segmentadas y dispersas. Habida cuenta también de que tanto el PAN como el PRI de haberse presentado solos y no en coalición, aún mayor sería su descalabro y carencia de legitimidad democrática.

La gente lo percibe y en la calle lo debate. Ignorando incluso a una prensa que se niega a si misma negándose a ver más allá de su ombligo, uncida como está a la ya manida costumbre del triunfalismo sin sustento de la llamada clase política y al interés coyuntural de la supervivencia; caja de resonancia de personeros partidistas y servidores públicos protagónicos, la mayoría de los medios renuncian a su rol de voceros de la opinión pública prestando oídos sordos a la percepción ciudadana.

Caldo de cultivo, esto último, para fraguar un descalabro mayor en el 2018. No se le podrán pedir peras al olmo cuando al arribo de la elección de gobernador la gente, desde abajo, opte por su propio camino consciente de que en la correlación de fuerzas político-electorales en la entidad,  es la gente, si la gente común, la que tiene mayoría.

 Hojas que se lleva el viento

Acto de congruencia de López Obrador y de MORENA cuando rechazan aliarse con el PRD en el 2018. Este último no figura más como de izquierda electoral en el espectro político, aliado con el PRIAN enlodo a los morenistas en el 2017 y para el 2018, no es de fiar.

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Considerando el clima de guerra sucia que campea en todo el país, no es de extrañarse que los alcaldes veracruzanos recién electos y ajenos al gobierno de la alternancia, pasarán las de Caín transitando por un sendero sembrado de minas. De ahí que en el caso de los postulados por  MORENA, abiertamente rechazados como miembros de pleno derecho del sistema, la prioridad obligada para librarla es desempeñarse con honestidad, eficiencia y rindiendo cuentas con oportunidad y transparencia.

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Con motivo del Día de la Libertad de Expresión, con un propósito eminentemente electorero, el senador Héctor Yunes Landa ofreció a los tundeteclas parte de sus ingresos como legislador para la constitución de un fideicomiso,  llamado este a brindar apoyo a periodistas con problemas económicos. Por su parte, Don Generoso Zúñiga Martínez, alcalde de la capital veracruzana con el mismo motivo y propósito, repartiendo chilaquiles, despensas, reconocimientos y electrodomésticos a periodistas afines, pensando en el futuro se dijo amigo de la prensa.

Como siempre, no falto el colega que expresara que el PRI si sabe salpicar, a diferencia de otros… #$#&#  que se pasan de miserables.

Y ya metidos en el ajo, por enésima ocasión insisto en que los trabajadores de la prensa como dependientes subordinados, así como denuncian y exigen justicia para otros grupos vulnerables, en los mismos términos deberían no sólo denunciar su situación laboral, sino que también organizarse para exigir mejores condiciones de trabajo, salarios remunerativos y aquellas prestaciones sociales que la ley mandata, antes que sumarse a la simulación de los generosos políticos y servidores públicos que, en corto, no tienen pelos en la lengua para calificar a los tundeteclas como “pinches”  limosneros.

Xalapa, Ver., 14 de junio de 2018.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Dicen por ahí que no hay peor ciego que el que no quiere ver. También se dice que ojos que no ven, corazón que no siente. Sabias consejas populares que le quedan como anillo al dedo al inefable partido tricolor que, ahora con la nueva cara que le imprimen generaciones recién llegadas, ni quiere ver ni quiere sentir lo que a su alrededor pasa en un México cuya crisis actual deviene, sin lugar a dudas, del Ancian Regime bajo la conducción hegemónica del PRI.

Sólo así se explica el que en una manifestación más de simulación y descaro, el presidente nacional del PRI afirme que en México “no existe distanciamiento entre partidos políticos y sociedad civil”. Ignorando o pretendiendo ignorar el Sr. Cesar Camacho Quiroz, el divorcio entre las llamadas clase política y sociedad civil más que evidente en la actual crisis que vive el Estado mexicano.

Vulnerado el estado de derecho, deteriorado el tejido social, comprometido el territorio nacional y políticamente viviéndose en una democracia representativa simulada, de la que devienen instituciones republicanas carentes de credibilidad y confianza, México vive un presente ominoso en el que la realidad ya no se puede tapar con un dedo.

Pero el Sr. Camacho no es el único, ni único el partido político que ni ve ni escucha. Salvo contadas y muy respetables excepciones, tapándose con la misma cobija políticos y partidos padecen de ceguera crónica conscientemente inducida; no quieren ver ni sentir que se les mueve el piso. Es por ello que antes que reconocer una crisis de Estado que requiere de cirugía mayor, tratan de vender la idea de que lo que se vive son baches locales de eficiencia y eficacia en materia de administración de seguridad y justicia, ante los embates de una delincuencia organizada desbordada de manera focalizada a lo más en dos o tres entidades federativas.

De esta ceguera se hace eco no poca prensa, y en primer término el duopolio televisivo, poniendo el énfasis en la arista policiaca de un fenómeno social que pone al desnudo la colusión entre servidores públicos y delincuencia que la sociedad no debe tolerar; castigo exigen para los autores intelectuales y materiales del crimen de Iguala, restringiendo su exigencia al ámbito penal y. de paso, a la descalificación política del cadáver insepulto conocido como PRD. Hasta ahí.

Los verdaderos culpables, impunes fraguan el guión de una telenovela para el consumo popular en la que de antemano, sin mediar juicio legal alguno, en la picota el ex servidor público y la esposa están mediáticamente condenados. Sacrificándose lo sustantivo en pro de lo accesorio para manipular y desviar la atención entre el respetable.

Sólo que nuestra llamada clase política no contaba con la astucia perspicaz en los tendidos. Los que si ven, si escuchan y sienten en carne propia la gravedad del desaguisado, alzan la voz y señalan lo que su intuición y los hechos les dictan: el culpable es el Estado.

Luego la afirmación del Sr. Camacho Quiroz, lejos de abonar en favor del PRI y del régimen político vigente, se le revierte ante una población indignada que expresa su hartazgo en la calle; el costo de esta ceguera a modo, quizá no se refleje en las urnas en la justa electoral del 2015, pesa más la inercia de hábitos y costumbres, pero la llamada sociedad civil haciendo camino al andar en su momento cobrará factura.

Por lo pronto, “que se vayan todos” es consigna y reivindicación popular que como la humedad, va penetrando hasta el último rincón en el imaginario colectivo. El régimen político está quebrado, sobrepasa su fecha de caducidad y sólo la ceguera impide a la llamada clase política observar que su supervivencia está en juego; o, posiblemente, siendo consciente de ello el Sr. Camacho trata de prolongar la agonía, pretendiendo convencer que los ciegos son otros, los que no quieren ver ni sentir que el México del Siglo XXI nace con Peña Nieto y el retorno de un PRI que nunca se ha ido.

Hojas que se lleva el viento

Dejemos a las buenas conciencias el disfrutar en paz de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Bien merecido lo tienen al dejar hacer dejar pasar en torno a la sede de una justa deportiva que naciendo contrahecha bajo las instancias de Fidel Herrera, no pudo enderezar sus ramas bajo la conducción del Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa.

Cómo afirmara la hijastra del Sr. Peña, se está para disfrutar no para hablar de Ayotzinapa; las buenas conciencias así lo entienden y ejercerán su derecho a la recreación y el jolgorio. Y que bueno, con su participación y la torta bajo el brazo, no quedará en entredicho calidez y buen nombre de los veracruzanos.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

La sociedad humana con una indiferencia que pone en duda su propia naturaleza, asiste como espectador de piedra a la amenaza del cambio climático, apostando a favor de un planeta inhabitable para las generaciones venideras.

Unos por comisión, otros por omisión, uno a uno todos los seres humanos contribuimos con el sueño de la modernidad a a costa del ecocidio. Nadie está exento de responsabilidad, lo mismo Estados que gobiernos que la llamada sociedad civil y, en el seno de estas entidades, el uno por ciento de la humanidad que detenta el poder real, acumulando y concentrando riqueza a un costo demasiado alto para todos.

El desgarre de vestiduras y manifestaciones populares aisladas, no hace mella en el patrón hegemónico dominante de una sociedad que, paradigmáticamente, encuentra la felicidad en el tener para ser. Destruyendo el futuro en aras de un presente en el que acumular bienes materiales es la razón última de la vida humana, lo mismo para quienes no tienen nada que para aquellos que teniendo todo, quieren más. Unos y otros, contribuyendo, cerrando el círculo perverso del imperativo categórico que nos hemos impuesto, justificar con la sinrazón la razón de nuestro efímero paso por el planeta que generosamente nos acoge.

No hay vuelta atrás. El cambio climático ya no es especulación ni amenaza tremendista visualizada por la academia, está presente y actuando por sobre todas las cosas. La naturaleza cobrando caóticamente la factura, reconstruyendo el equilibrio perdido; manifestándose hostil para la vida humana así como esta ha sido hostil al planeta entero. Hoy, el hombre cosecha lo que sembró en un esfuerzo inaudito por poner a la naturaleza al servicio de sus aviesos fines.

Y en este inédito escenario, la previsión humana frente al cambio climático y sus secuelas presentes y futuras, no pasa del discurso, buenas intenciones y acuerdos internacionales, a los que se opone y domina pragmáticamente la irracionalidad del utilitarismo de un sistema de vida que, en lo económico y social, tiene por motor el privilegio de la acumulación y concentración de riqueza por sobre cualquier otra cosa; aberración que se justifica con la política a todos los niveles, vendiendo esta la idea de búsqueda del bien común en el principio y fin del arco iris; cual can daltónico en cuya naturaleza no está la percepción de los colores, el hombre transita a ciegas encontrando la felicidad en su propia destrucción destruyendo la vida del planeta.

Así como en este marco se ubican los propósitos y objetivos últimos de la educación, la ciencia y la tecnología, en una absurda competencia que divide a la sociedad en ganadores y perdedores, igualándoles en la espiral del individualismo y el consumismo, así como condicionando desarrollo y bienestar de la gran familia humana, sujetándole a los intereses del 1 por ciento de la población mundial.

Saqueo y depredación de recursos naturales limitados y explotación del hombre por el hombre, en nombre de crecimiento y desarrollo para los menos es el paradigma dominante. El futuro del planeta y los seres vivos que le habitan, no cuentan en el presente como no han contado en el pasado.

Por eso es de llamar la atención que algunos tan bien intencionados como ingenuos, atribuyan a la educación propiedades liberadoras que no tiene, en tanto está diseñada, organizada y administrada respondiendo a favor de propósitos sistémicos y no en contra de estos, como es el caso también de la ciencia y la tecnología cuyos impresionantes avances se prueban en el exterminio masivo de poblaciones enteras.

¿Qué estudiar, para qué y para quién? En esta irracional realidad contra natura es lo que deberíamos preguntarnos antes de hacer del conocimiento acumulado panacea.

¿Estamos dispuestos a contribuir a propósitos y objetivos sistémicos o a transitar en sentido contrario a éstos. En la respuesta a esta interrogante a mi juicio debería sustentarse eso que se da por llamar cultura política, así como la conceptualización de izquierda o derecha en el espectro político de una democracia sin etiquetas.

Estamos a favor del alivio al planeta y liberación de la raza humana, asumiendo este compromiso como forma de vida, o estamos en contra. Sin tener clara la respuesta la vida misma pierde sentido, la razón última del ser y deber ser se pierde en la marginalidad de un esteril paso en lo transitorio de la existencia, dejando como única huella trascendente una herida más en la faz de una tierra que hoy en un proceso irreversible se revuelve contra lo humano.

Hojas que se lleva el viento.

En una manifestación más de simulación, los dueños de las canicas condicionan la participación de los “adelantados” en los procesos electorales. La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ratificó un criterio general para garantizar la equidad en las contiendas electorales: los aspirantes no pueden «destaparse» o promover sus proyectos en los medios. Si tanta belleza fuera verdad, en Veracruz la clase política desaparecería a los ojos de la ciudadanía y la prensa falleciendo de inanición, tendría que escribir su propio epitafio.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Mucho se ha hablado en los últimos días sobre “los cambios” en el gabinete del gobernador Duarte de Ochoa, existiendo amplio consenso en que estos son expresión viva del gatopardismo que anima a los actos de gobierno ya no sólo en Veracruz, sino en el país entero;  en los que la simulación o interés implícito o explícito ocultando lo que compete o afecta a  ciudadanía y democracia, sólo modifica el tenor del discurso.

Sin embargo, poco o nada abonamos a favor de lo que deberíamos entender o esperar  de todo cambio impreso en la estructura orgánica de la administración pública veracruzana. Confundiéndose la necesidad de cambio en el contexto más amplio de la vida política y económica de la sociedad, con el cambio de actitud o de rumbo en el ejercicio del poder público que esperaríamos como sociedad de un gobierno por ahora fallido a los ojos de la ciudadanía.

Esto sin parar mientes en que si bien sociedad civil y gobierno se interactúan y retroalimentan, no necesariamente responden a los mismos propósitos y objetivos ni marchan al mismo ritmo. Como tampoco les afecta en igual medida el estado de cosas que configura el reino de las necesidades reales y sentidas y las respuestas y mecanismos para satisfacerlas.

En tal sentido, no se ve un punto de encuentro que permita aseverar que unidos, los veracruzanos transitamos por el mismo camino en la búsqueda de crecimiento y desarrollo.

En este orden de ideas cabe preguntarse entonces cuales son las expectativas de cambio de la sociedad civil, en que rubros y en qué orden de prioridades, así como cuáles serían los caminos más idóneos que se espera conduzcan a la búsqueda de respuestas eficaces al abanico de necesidades que ésta demanda para alcanzar estadios superiores de convivencia y bienestar.

Y, en este marco, delimitar lo que en justicia es tarea de la sociedad civil y cuál es la que corresponde al poder público en sus tres órdenes de gobierno. Para, a partir de esto, concretar lo que la sociedad espera de su gobierno, así como identificar y encuadrar lo que siendo tareas comunes, exigen la conjunción de propósitos, objetivos y tareas de todos,  en su respectivo ámbito competencia.

Si no se tiene clara esta situación, a mi juicio estaríamos recreando el clima de paternalismo de Estado del viejo régimen, esperando –dejando hacer, dejando pasar- que sea el gobierno el responsable único de proveer respuesta eficaz a todas nuestras necesidades como sociedad. Evadiendo lo que a cada quien corresponde aportar en la construcción de un país más amable y llevadero.

Si lo que se persigue es la utopía de una sociedad justa y solidaria que por sí misma construya y fortalezca lo que se ha dado en llamar “Estado del bienestar”,  lo que encontraríamos con tal talante de dejadez sería reafirmar el carácter ineficaz por sus resultados y autoritario por sus actos, de un régimen político que hoy día parece no dar más.

México ha cambiado, se dice con razón y, por ende, también Veracruz que va en el mismo barco. Habría que clarificar en qué, cómo y hacia donde apunta este cambio, para tomar conciencia de en donde estamos parados y que es lo que en dicho proceso, para bien o para mal, se ha quedado rezagado, y entonces pensar y actuar en consecuencia con visión de futuro. Si esto no se tiene claro, a mi modesto entender sociedad civil y gobierno van de la mano sin rumbo y a la deriva, compartiendo e intercambiando reclamos, lamentos e indiferencia.

Bajo esta óptica es que considero debe contemplarse el “gatopardismo” del Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa.

¿Qué cambia para seguir igual? Lo mismo para las expectativas de la sociedad en su conjunto que para una administración pública que, en stricto censu, está obligada a desempeñarse bajo el mandato de la ciudadanía con honestidad, eficiencia, eficacia y transparencia, dando resultados palpables a sus mandantes como coadyuvante en las tareas del crecimiento y desarrollo.

De otra manera, tejeremos burdo o fino en torno a la idea de cambio como mera abstracción, frente a una realidad real que nos ofrece estancamiento económico, deterioro del tejido social y nulo avance en el bienestar de los veracruzanos. Realidad que exige algo más que elaborada retórica.

Hojas que se lleva el viento

Gobierno omiso. Hubo necesidad de un movimiento social de autodefensa en Michoacán para que el gobierno federal “descubriera”, en un mar de corrupción, cuantiosas operaciones presuntamente ilícitas en el puerto Lázaro Cárdenas en esa entidad federativa. Miles de toneladas de minerales y decenas de maquinaria pesada se ocultaban bajo la alfombra ante la mirada complaciente de las autoridades.

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El ya identificado como “falso debate” en torno a la centralización del cobro y administración del impuesto predial por parte del gobierno estatal, ha levantado ámpula en la sociedad. Más allá de la especulación, ignorancia o chisme palaciego, lo que vale y vale mucho, es lo que la ciudadanía percibe. Lo primero que se pensó es que el gobierno duartista ante la falta de dinero para afrontar el costo de los Juegos Centroamericanos, se ve obligado a irse sobre los recursos de los Ayuntamientos. Los veracruzanos no olvidan el affaire de la bursatilización y sus nefastos resultados.  La burra no era arisca…

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En Xalapa no hay obra pública porque aún no hay plan municipal de desarrollo, diría muy molesto el alcalde Américo Zúñiga ante la tempranera crítica. Y tampoco hay con qué, dicen los xalapeños. El Ayuntamiento de la capital veracruzana cuenta con más deudas que disponibilidades, y no es la excepción en el ámbito municipal de la entidad. Así que no nos queda más que aguantar y esperar a que los genios de la planeación, si es que los hay,  hagan de la crisis oportunidad para salir del bache.

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Y ya montados en las expectativas electorales del 2015 y 2016, pasamos por alto que lo que está en juego, de no entender y atender cuál debe ser la prioridad número uno de Veracruz, es su viabilidad económica y social.  El no avanzar en la concreción de logros tan importantes como urgentes de crecimiento económico, creación de empleos y aminorar los efectos de la miseria, desigualdad y marginación, así como en el combate a la corrupción, impunidad y dispendio de los recursos disponibles, la entidad no tiene futuro. De ahí la pregunta obligada: ¿El futuro de Veracruz depende de la política electoral o de la reactivación económica?.- Xalapa, Ver., marzo 5 de 2014.

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