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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En Veracruz somos tan dados a no ver más allá de nuestro propio ombligo que deteniéndonos en el árbol sin ver el bosque, terminamos por conformarnos con hacer carbón del árbol caído. Sólo de esta manera quien esto escribe se explica tanta tinta derramada en especulación y chismorreo.

Anclados en el rumor y la especulación que rodea la presunta salida de Javier Duarte de Ochoa, nos negamos a aceptar que lo que está en juego no sólo es el futuro inmediato del gobernador fallido, sino que también pesa y determina el futuro de México, habida cuenta de que Veracruz es una pieza más en el ajedrez sucesorio en el que Peña Nieto y sus propósitos y objetivos neoliberales, sustenta su proyecto transexenal.

La elección de gobernador en el 2016, es prolegómeno de la presidencial en el 2018, y así deberíamos entenderlo para enmarcar el estira y afloja en el que por sobre el interés de los veracruzanos está el interés de Enrique Peña Nieto y su grupo de aprendices de brujo. Qué conviene y que no conviene para el proyecto transexenal en juego para tomar la decisión de fincarle juicio político o forzar a Duarte de Ochoa a solicitar licencia ante el congreso local. El estirar la cuerda, reventarla, aflojarla, o dejar la decisión en manos de la voluntad unipersonal del denostado gobernante, está en manos de la presidencia y no en la presión mediática que, si bien refleja el clamor popular, no deja de representar también intereses locales personal, partidista, o de grupo.

Tampoco se puede dejar de considerar en este posible escenario, que el mini gobierno de dos años es de transición. Sea quien fuere el sucesor de Javier Duarte, más que resolver o intentar resolver la problemática económica, social y política por la que atraviesa Veracruz, tendrá como tarea crear las mejores condiciones posibles para asegurar un triunfo electoral en el 2018 favorable a la continuidad del proyecto neoliberal en curso o, en su caso, abrirle la puerta al “populismo” de la izquierda reformista que representa Morena con Andrés Manuel López Obrador. En la inteligencia de que tanto el PRI como el PAN y el PRD se inclinan por la primera opción, son parte de ella, está en su naturaleza y así lo han expresado con hechos concretos y tangibles más que con palabras.

Son dos proyectos antagónicos y no tres, los que se pondrán a la consideración del electorado en el 2018. Peña Nieto ha sido muy claro, combatirá al “populismo” con todo lo que esté a su alcance y si hoy decide sostener a Javier Duarte a expensas de la derrota del PRI en junio próximo, no será por motivos éticos o morales o por la repulsa generalizada de una población lastimada, dolida y harta de un gobierno fallido, sino porque en su aritmética política así conviene a su proyecto.

Si Peña a pesar del evidente vacío de poder en la entidad, considera a Veracruz como desechable, le tendría sin cuidado si el tránsito al 2018 es con Héctor Yunes landa o con Miguel Ángel Yunes Linares. No se puede echar en saco roto que en los últimos sexenios la entidad veracruzana dejó de ser el cacareado reservorio de votos para el PRI, toda vez que las últimas elecciones presidenciales, al margen de un abstencionismo creciente, la intención del voto favoreció a los candidatos de Acción Nacional.

De ahí que a mi juicio resulte irrelevante el que se considere que entre más tiempo pase sin que se resuelva el futuro inmediato de Javier Duarte, mayor será la pérdida de sufragios para el precandidato o candidato ya de facto, del PRI y mayores las posibilidades de triunfo de la alianza opositora con Miguel Ángel Yunes Linares. Lo lamentable es el daño que Veracruz resiente ante la ambigüedad e indefinición de una decisión que ante la cercanía de la elección, en Los Pinos no se da con la claridad, autoridad y oportunidad deseable. Los coletazos y patadas de ahogado de un gobernador fallido, encuentran campo propicio para que las cosas mantengan su curso en el día a día de mal en peor, pagando los platos rotos el convidado de piedra que en una democracia real debería ser el principal protagonista.

Hojas que se lleva el viento

La carta abierta a la ciudadanía, que Javier Duarte hiciera publicar el pasado domingo en el Diario de Xalapa, asegurando que pagará hasta el último centavo a la Universidad Veracruzana, así como su discurso mañanero y triunfalista del lunes en el que insiste en que por sobre el rumor se impone la prospera realidad construida por su gobierno, pone a los veracruzanos en la disyuntiva de creer o no creer. ¿Usted estimado lector, cree o no cree en quién en el imaginario colectivo de hecho ya no es gobernador?

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J. Enrique Olivera Arce

Bueno, era lógico esperarlo. La dinámica inercial del viejo régimen puede más que la sensatez y el buen juicio en el proceso electoral en marcha, como se puede observar en la tónica del discurso de quienes aspiran al gobierno de dos años en Veracruz.

Las mismas mañas, los mismos vicios que apuntan a considerar a los votantes potenciales como menores de edad, incapaces de pensar y discernir sobre lo que ven, escuchan y perciben lo mismo en el discurso proselitista que en la parafernalia en la que se cobija la demagógica retórica. Nada que indique disposición a considerar que los tiempos que corren ya no son los mismos que aquellos en los que engañar y manipular a la audiencia era el camino para sumar adhesiones y sufragios, como tampoco hay visos de una aceptación tácita de una realidad real que indica que Veracruz y el mundo han trascendido el tiempo, ya no son los mismos.

Más en un Veracruz, entidad federativa en la que el repudio a la élite gobernante va de la mano con el descontento y hartazgo de una población dañada, lastimada e incrédula en la que su vida cotidiana está preñada de inseguridad e incertidumbre. La sociedad veracruzana ha cambiado, toma conciencia de su cotidiano existir y de sus necesidades reales y sentidas, las que no ve reflejadas en propuestas descontextualizadas y ajenas a la realidad real.
Una frase de campaña de uno de los aspirantes lo dice todo: “Dos años bastan…”, sin parar mientes en quien la expresara, que no sólo el daño infringido a Veracruz por un gobierno fallido, también el deterioro económico y del tejido social al paso del tiempo, son de tal magnitud que no dos, sino acaso 10 o más años son necesarios para enderezar entuertos y restablecer normalidad, confianza y certidumbre en el futuro.

Esto, sin considerar como contexto más general, que Veracruz es parte de un todo nacional que con la instauración del modelo neoliberal de país por los últimos gobiernos a lo largo de más de tres décadas, no escapa a la pérdida de expectativas de crecimiento con bienestar y desarrollo con justicia social para las mayorías.

Desigualdad, pobreza e inseguridad, como constante es el fruto perverso de este modelo y todos vamos en el mismo barco. Contexto que profundiza y agudiza la inviabilidad de conjugar con éxito en el menor tiempo posible lo deseable con lo posible. Luego en este marco de referencia, dos años de gobierno no bastan para reencontrar el camino perdido; cuantimás si a nivel nacional el gobierno priísta con Peña Nieto a la cabeza, no sólo no tiene intención de cancelar el modelo privatizador y empobrecedor en curso, sino todo lo contrario, insiste en llevar las presuntas reformas estructurales hasta sus últimas consecuencias.

Con este escenario como referencia, a mi juicio, insisto, no todo lo que los aspirantes consideran quiere la gente escuchar, tiene visos de verdad, reduciéndose a simple expresión demagógica ajena a lo que los veracruzanos esperan de una renovada administración pública estatal.

Certeza o demagogia, que los veracruzanos juzguen por sí mismos antes de emitir su voto en junio próximo.

Hojas que se lleva el viento

Según anuncia el senador José Yunes Zorrilla, la minuta de la Cámara de Diputados referente a la Ley Federal de Zonas Económicas Especiales y la adición al artículo noveno de Bienes Nacionales, será dictaminada en las primeras semanas del mes de marzo. Una escalada neoliberal más que responde a compromisos con los poderes fácticos, domésticos y externos, y no a las necesidades reales de la mayoría de los mexicanos. Y aún hay más, Peña Nieto anuncia que en 2017 le recetará a México otra andanada de las llamadas reformas estructurales, privatizadoras y empobrecedoras como corresponde al modelo de país impuesto por los organismos financieros internacionales. Esto en el marco de un escenario de crisis global insoluble y barruntos nacionales de recesión y retroceso económico que anuncia más despidos, más pobreza y más desigualdad. ¿Aguantaremos los mexicanos más de esta sopa?

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Gracias a una argucia legal los partidos políticos que contienden por la minigubernatura de dos años en Veracruz, evaden la veda electoral y reciben recursos frescos del erario público para actividades proselitistas, utilizando “patiños” como precandidatos simulando una competencia democrática a su interior que no es tal, toda vez que ya está definido quién en definitiva les abanderara en la justa. Ni hablar, es la partidocracia la que hace las reglas del juego esperando que los electores potenciales se traguen el garlito. Y luego acusan a López Obrador de crear “Juanitos”.

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J. Enrique Olivera Arce

Javier Duarte de Ochoa

Javier Duarte de Ochoa

Tras un prolongado y madrugador pre proceso electoral 2016, formalmente arranca la contienda por la absurda minigubernatura de Veracruz que, de manera arbitraria, el congreso local le aprobara a Javier Duarte. Pre proceso que entre otras cosas, a más de desgastante, se viera descarrilado por el propio gobernante en su afán de dar continuidad al proyecto transexenal de Fidel Herrera Beltrán. A ello se suma el estira y afloja en torno a la designación de candidatos a la diputación local que entre otras cosas, habrá de calificar la elección de gobernador.

En consecuencia y en congruencia con usos y costumbres veracruzanos, toda la atención de la llamada clase política y por lo consiguiente la prensa de la entidad, está puesta en el proceso que iniciando el pasado lunes está arropado por un clima negativo de especulación, chismes y rumores, lo mismo al interior de los partidos contendientes que al exterior de éstos. Bombardeando con dimes y diretes a un electorado potencial que, por principio mirón de palo, se mantiene al margen alimentando lo mismo desconfianza que rechazo a una actividad político electoral que no le merece credibilidad.

Incredulidad, desconfianza y rechazo que se ha ganado a pulso una partidocracia simuladora y rapaz, alejada de los intereses más caros de una ciudadanía que no se siente representada en la toma de decisiones que le competen.

Aspirantes y expectativas en el arranque

Son tantos los que queriendo alcanzar la gubernatura estatal, aspiran a la soñada nominación como candidatos por sus respectivos partidos o por la vía de candidatos independientes, y hasta sin registro oficial, que el arranque del proceso es un verdadero galimatías en el que lo único que genera en la percepción ciudadana, es que todos aspiran al poder por el poder mismo. Mucho ruido mediático y pocas nueces en el sube y baja de personajes conocidos unos y desconocidos otros para la población, que el objetivo central que debería importarnos, como es el rescate y reconstrucción de Veracruz se pierde en el río de tinta vertido para hacer pesar mediáticamente a uno u actor beligerante..

Acostumbrados a la rancia dinámica inercial del juego electoral, todo se hace girar en torno a los personajes que de manera directa o indirecta, cuentan con mayores posibilidades de éxito en su propósito. Lo mismo para ensalzarlos que para exaltarlos o denostarlos y descalificarlos, a la par que éstos, afanosamente muestran el músculo con la clásica movilización y concentración de simpatizantes y presuntos seguidores ávidos de escuchar y aplaudir el manido discurso, preñado de promesas y lugares comunes, incluído el hoy de moda que habla de crítica y distanciamiento para con el gobernador fallido.

Paradójicamente, aspirantes, seguidores y amanuenses a modo, coinciden en destacar del discurso la hueca alusión al cambio y rescate, enriquecida con la vana promesa de ejemplar castigo para los prevaricadores. Paradójico, en tanto que cambio, rescate y reconstrucción no pasan por la vía electoral ni los aspirantes se expresan con claridad en lo que para cada uno significa el sacudir a Veracruz de su marasmo y ponerlo en el camino correcto, con más ánimo de expresar lo que la audiencia quiere escuchar que de tomar con autenticidad el toro por los cuernos.

Verdadera Torre de Babel que anidada en el ruido mediático, hace de la palabra hablada o impresa cortina de humo tras la cual se oculta ausencia de voluntad política para afrontar con seriedad y al costo político implícito, las tareas que exige un proceso real de cambio y tranformación para la entidad. Lo cual dentro de la turbiedad de la contienda electoral que desembocará en la elección de julio del 2016, resulta hasta cierto punto lógico. Nadie en sus cabales se comprometería a transformar la realidad presente con un límite de tiempo acotado, en el mejor de los casos, de no más de 15 meses calendario.

Y tan es así esto último, que no hay nada que verse sobre propuestas fundadas en un diagnóstico puntual, sectorial y regional, a partir del cual trazar un curso de acción viable cuando menos para crear las condiciones necesarias para que, en los años posteriores al absurdo de dos años, se cuente lo mismo con brújula que con rumbo cierto para encauzar a la entidad en las tareas del crecimiento y desarrollo. Esto bajo la premisa de que las finanzas quebradas de la administración pública no constituirán palanca alguna para un plan o programa aceptable para limpiar el cochinero, antes al contrario.

Pero aún hay más. No basta con un buen diagnóstico del estado que guarda la vida económica y social de la entidad para sustentar un plan emergente de gobierno. A ello obligatoriamente habría que sumarle en previsión, las tendencias más generales de la estrategia neoliberal peñista que inciden o no para avanzar o retroceder y, con mayor razón, aquellas tendencias que en el marco del mundo globalizado, amenazan al todo y, por ende a las partes, con transitar por un periodo de tiempo no cuantificado de estancamiento, recesión y deterioro social que a partir del 2016, condicionan la marcha de la sociedad planetaria.

Sin este marco de referencia, sea cual fuere el llamado a gobernar a Veracruz en el mini periodo de dos años, a juicio de quien esto escribe, toda propuesta, programa o promesa no pasaría más allá de un simplista onanismo retórico y esto, es desafortunadamente lo que a estas alturas se alcanza a percibir lo mismo en partidos, coaliciones y aspirantes a candidatos que en el coro mediático. Lo cual debería parecernos grave y preocupante en tanto el futuro de Veracruz nos atañe a todos.

El V informe

Y es en este escenario turbio y desalentador que Javier Duarte de Ochoa, en un acto más de triunfalismo sin sustento y exaltada simulación, rinde su V informe de gobierno sin el mínimo de honestidad y conocimiento de causa de una realidad que le rebasa y abruma. Con el más bajo índice de aceptación, popularidad y credibilidad, el gobernante fallido se exhibirá desnudo ante sus gobernados, firmemente convencido de que vistiendo atuendo de finos hilos de oro y pedrería sin par, justifica la prosperidad de los veracruzanos que sólo anida en su mente desquiciada

Y al final del día, prolegómeno del nuevo año de mal gobierno, despilfarro, corrupción impune y desvaríos, de su V informe sólo quedará en el imaginario colectivo la interrogante de donde quedó el dinero que hoy es deuda.

Xalapa, Ver., 14 de noviembre de 2015.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Esto de sumarse a la especulación y a los dimes y diretes que ocupa a los círculos políticos y medios de comunicación en torno a la sucesión del gobernador fallido en Veracruz, tiene su chiste, el secreto, a decir de los que conocen del paño, está en hacer coincidir el mensaje de nuestra particular bola de cristal con lo que la audiencia quiere escuchar, que al fin y al cabo en materia electoral todo cabe en un jarrito.

Quedando ampliamente demostrado que en el juego de adivinanzas, cualquiera puede participar sin temor a equivocarse, o todo lo contrario, pues siempre existe la opción de corregir, bien sea por un oportuno cambio de camiseta o bien, porque la audiencia giró 180 grados en sus preferencias…

Como también esta más que demostrado que una opinión favorable o adversa, para los aspirantes que sueñan con alcanzar la candidatura que les permitirá contender por la gubernatura de dos, cinco o seis años, según el caso, ni les va ni les viene. La especulación de aquí o de acullá les resbala. Estos ya tienen definida aspiración, estrategia, discurso, parafernalia y un buen de votos duros; salvo una verdadera catástrofe, no están dispuestos a enmendar la plana porque fulanito o zutanito en sus elucubraciones se orinara dentro o fuera del bacín en un legítimo intento por quedar bien con la audiencia, con el aspirante de su preferencia, o con el que paga dado el caso, como suele suceder en el aldeano quehacer periodístico.

Para el opinador, profesional o amateur, lo que cuenta es participar que por cierto, no cuesta; haciendo gala de más o menos un barniz de cultura política o, como dice un laureado columnista a sus inteligentes lectores, sabiendo conjugar el verbo en pluscuamperfecto para que el garabato guarde congruencia con artículo, adjetivo, adverbio y demás monsergas gramaticales que en los tiempos que corren ya están en franco desuso. Audacia es el juego y participar opinando en futuro perfecto es el contexto. El papel aguanta todo, audiencia y aspirantes a un cargo de elección popular también.

Tras esta brevísima introducción, en este escenario quiero decir a mis cuatro lectores (uno a favor y tres en contra) que tienen la suficiente paciencia para seguir generosamente mis maquinazos, que quien aquí especula al incursionar fuera de lo ortodoxo de la opinión generalizada de los profesionales, no necesariamente orinaba fuera del tiesto en textos anteriormente publicados, afirmando que la sucesión estaría determinada por el interés del Sr. Peña en consolidar y hacer trascender sus llamadas “reformas estructurales” –que a mi juicio no son tales sino simples recetas dictadas por los organismos financieros internacionales-, en un proyecto transexenal neoliberal, privatizador y empobrecedor. Ni compadres ni padrinazgos, tendrán cabida fuera de este propósito.

La cruda y amarga realidad presente, habla por sí misma. La designación antidemocrática de presidentes del CEN tanto del PRI como del PAN y seguramente del PRD que está por definirse, confirma que el llamado “Pacto por México” signado por el Sr. Peña y las principales fuerzas electorales de la derecha, sigue vivito y coleando. Las declaraciones cupulares de Manlio Fabio Beltrones y Ricardo Anaya cerrando filas en torno al presidente y sus “reformas” neoliberales para evitar el retorno en 2018 del populismo de Estado, no tienen desperdicio. Sin medias tintas de por medio, claro y contundente el mensaje partidocrático dice al pueblo de México que contra todo, contra todos los que se opongan y a cualquier costo, el país seguirá transitando por el sendero neoliberal.

Más claro ni el agua de antaño, cristalina y potable. Las próximas elecciones de gobernadores deberán sujetarse al dictado del “Pacto por México”.

O se está con la fórmula presidencial o se está en contra y, en esta tesitura, la designación de candidatos del PRIAN y satélites, responderá a lo que más convenga al proyecto transexenal del poder real, representado formalmente en el gobierno por el Sr. Peña.

Manlio Fabio Beltrones y Ricardo Anaya, serán los que en nombre del Sr. de Los Pinos dirán la última palabra en sus respectivos ámbitos partidistas. No pueden ni deben equivocarse al reagrupar el rebaño, el horno no está para bollos en un país que al borde del desastre día con día se le achica lo mismo el precio del petróleo que el presidente.

Lo paradójico es que en el caso del PRI el populismo al que se pretende combatir es la argamasa que da sustento al dinosaurio redivivo. Luego la búsqueda de la unidad en el seno del tricolor y en torno a Peña y sus reformas, será interna y de franco enfrentamiento a la dinámica inercial del asistencialismo populista y demagógico practicado por décadas. Lo que de antemano obliga a pensar que de aquí para adelante, el discurso proselitista ofreciendo y prometiendo el oro y el moro al ya volátil voto duro, entrará en franca contradicción con el propósito de unidad de un PRI que le apuesta por mandato presidencial a dejar atrás la sana distancia con quien manda en Los Pinos.

Y es en este marco en el que nos atrevemos a reiterar sin temor a equivocarnos, que por lo que toca a Veracruz, los candidatos del PRI y PAN-PRD, serán aquellos que más se identifiquen y comprometan con el proyecto peñista, al margen de padrinazgos y compadrazgos. Certeza que por cierto nos lleva a pensar que el deteriorado gobernador fallido no tocará baranda a la hora de proponer, votar o vetar, habida cuenta de que su pésimo desempeño cual cero a la izquierda, no abona nada a favor de los propósitos peñistas.

De ahí que será la tónica, intencionalidad y nivel de compromiso con las llamadas reformas estructurales del discurso, la que, para el mirón de palo en que nos ha transformado la democracia representativa simulada, sea la mejor señal de quien será el candidato de Peña Nieto-Beltrones, o de Peña Nieto-Anaya, para el mini gobierno de dos años en Veracruz en el 2016, esto como anticipo de lo que viene en el 2018.

Si nos equivocamos, no hay purrum, decía mi maestro de lenguas muertas. De eso se trata el pitorreo y especulación como sustento de la política como deporte estatal. Si la audacia es el juego en un juego arbitrado por la partidocracia y cuyo resultado final será dictado desde la cúpula de la pirámide, nuestros cuatro lectores no podrán echarnos en cara que le sacamos el bulto a opinar sobre una contienda electoral en la que como buenos ciudadanos de a pie, conjugando el verbo en pasado, presente o futuro, todos resultamos perdedores.

Hojas que se lleva el viento

El economista y político Rafael Árias insinúa que en materia electoral, todo es posible y, entre lo posible, el que una mujer, independientemente del partido que le postule, pudiera alzarse con la mini gubernatura de dos años en la entidad. El argumento, a mi juicio válido, es que las féminas de todas las clases sociales son mayoría en una sociedad regida por usos y costumbres machistas. No se puede hacer de lado que esta mayoría es cada vez más participativa, más preparada, más congruente entre lo que piensa, dice y hace en la vida pública o privada, e indudablemente mas consciente de la necesidad de enfrentar una terca realidad real cuyo mayor impacto social y económico se refleja en el creciente empobrecimiento de la familia y carencia de oportunidades para los hijos.

Lástima Margarito, le diría el clásico al maestro Árias. Las reglas del juego electoral diseñadas por una añeja partidocracia obsoleta, discriminatoria y excluyente sólo contemplan la inclusión de la mujer en actos simulados, como queda claro en la designación cupular de la Secretaría del CEN del PRI para los próximos años. Flor de ornato, diría la abuela.

Xalapa, Ver., agosto 19 de 2015.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce
Esto no se acaba hasta que se acaba, suele afirmarse en las confrontaciones deportivas. Bueno, también el sentido común en el imaginario colectivo tiene aplicación en la vida política de un Estado-nación como México o en una entidad federativa y, para el caso de la veracruzana, nunca como hoy día cobra plena vigencia., el gobierno de Javier Duarte cae dentro de esta tesitura: El silbato de la indignación y hartazgo social dio término al encuentro. ¡Esto ya se acabó! Y a otra cosa mariposa.

Por donde se le quiera ver, sectorial o regionalmente, el sexenio en curso llegó anticipadamente a su fin. Agotado hasta sus últimas consecuencias, la pérdida de autoridad moral, política, financiera, económica, y social, así como ineptitud evidente, rebasó toda expectativa de credibilidad y confianza en un gobierno a todas luces fallido.

Nada que justifique el optimismo obligado de un Flavino Ríos, secretario de gobierno, se contempla para lo que falta en el 2015 y el sexto y último año de mandato constitucional de Javier Duarte “Aún hay tiempo”, para enderezar la nave, afirmara el funcionario público y político sureño, ante un nutrido grupo de propietarios de medios de comunicación, columnistas y algunos reporteros.

Mucho menos el optimismo de algunos sectores veracruzanos de clase media, que imbuidos más por el interés coyuntural que por honesta convicción, aún confían, primero, que el gobierno duartista pague lo que debe y, en segundo término, el cifrar esperanzas en torno a una posibilidad real de que la administración pública estatal les resarza el status económico y social perdido.

Y aún hay más, el optimismo sin sustento de los ingenuos que consideran que con abundancia de críticos y manidos señalamientos y denuncias mediáticas, corrupción impune cederá el paso a la justicia enjuiciando y encarcelando a los responsables de saqueo y desastre.

Lo perdido, perdido está, no hay vuelta de hoja. Así se colmen las cárceles de servidores públicos saqueadores, los miles de millones de pesos “extraviados”, no regresarán a las arcas públicas ni el aparato productivo se resarcirá de las pérdidas y, mucho menos, los veracruzanos mejorarán en sus condiciones de vida. Más de 10 años de saqueo inmisericorde, malos gobiernos y un aparato productivo dejado a su suerte, pesan y pesan mucho en un proceso casi irreversible de deterioro de un tejido social puesto a mansalva entre la espada y la pared.

No hay nada positivo que en lo que resta del sexenio duartista pudiera esperarse. Haciendo agua por doquier, ya se acabó.

Lo que sigue es el rescate de un Veracruz en ruinas y éste, si es que existe la disposición de afrontarlo con seriedad, Cabría entonces pensar, no sin cierto escepticismo, que en el mini gobierno de dos años, cuando menos se sienten las bases para recuperar si no las pérdidas, cuando menos el rumbo perdido. Lo cual, a mi también ya desgastado juicio y como dicen en mi pueblo, no es enchílame otra.

El contexto.

Y no es enchílame otra porque a su vez Veracruz está inserto en una realidad nacional en la que el modelo económico, social y político neoliberal que impulsa el Sr. Peña, más que como aspiración impuesta a un nuevo orden de cosas en el que las leyes del mercado se impongan por sobre la fuerza del Estado presuntamente en beneficio del bien común, se reduce a más saqueo, más corrupción y más impunidad.

Si la reforma energética, estimaran los tecnócratas aprendices de brujo -intereses norteamericanos aparte-, abriría el camino para la consolidación del modelo neoliberal, la realidad inercial del saqueo como paradigma de Estado, impone otra cosa: el obsequio de los recursos estratégicos de México al capital privado, doméstico e internacional; ampliando las oportunidades de corrupción, impunidad, enriquecimiento y acumulación individual para unos cuantos connacionales en detrimento de millones de mexicanos ahora sumidos en desigualdad, pobreza y pobreza extrema.

El mal es nacional y no es menor y en ello va implícito el agotamiento de un régimen político vigente, sin legitimidad democrática, credibilidad y confianza. Expresándose lo mismo en el desastre multidimensional veracruzano, que en una iniciativa privada sin iniciativa que, en la entidad, marcha sin visión de futuro a la zaga de una clase política aldeana ineficiente y corrupta.

Bajo este esquema imperante como contexto, nada que ofrecer a los veracruzanos para un auténtico rescate. Desigualdad, pobreza y miseria extrema, es lo que se aprecia en el horizonte inmediato y, en este panorama, miente todo aquel político que con aspiración a gobernar a la entidad, afirme con desparpajo que va a sacar al buey de la barranca.

Ni honestidad, ni preparación y capacidad que valga, parece suficiente para que un gobernador de dos años revierta la tendencia dominante. Con mayor razón, si no se está dispuesto a enfrentar al toro por los cuernos aceptando tanto la realidad real dominante como la ingente necesidad de reconstruir el aparato administrativo gubernamental y crear condiciones para una reordenación y reconversión del aparato productivo estatal, hoy por hoy obsoleto y agotado, al que irían aparejadas políticas públicas incluyentes de generación de empleos remunerativos, fortalecimiento del mercado interno y un auténtico combate desde sus causas últimas a desigualdad y pobreza. Lo cual no se vislumbra en un discurso que elude reconocer que por sobre la racionalidad económica y social que se pretende alcanzar con el proyecto de país del peñismo, objetivamente se impone la cultura del saqueo y la simulación como paradigma de Estado.

Así que ni para donde hacerse. Dejar hacer, dejar pasar; más de lo mismo hasta donde el cuerpo social aguante, para una sociedad que, a su vez, elude el compromiso de poner un alto a la corrupción impune. La dinámica de la inercia marcada por el interés coyuntural individual de sobrevivencia, opone una muralla de complicidad a la búsqueda del bien común.

Lo único que queda para quien quiera asumir que hay otras alternativas, es la resistencia del nosotros ante el avasallamiento del yo sistémico… O poner en silencio la otra mejilla.

Hojas que se lleva el viento

Mecánicamente se piensa que con la llegada de Manlio Fabio Beltrones a la presidencia del CEN del PRI, está asegurada la candidatura del senador Héctor Yunes Landa a la minigubernatura de Veracruz. Sin siquiera percibir que lo que en estos momentos cuenta no es el padrinazgo político sino la necesidad de un régimen en crisis de frenar su propia debacle. El país conducido por un grupo de tecnócratas neoliberales vinculado a intereses capitalistas creados, internos y externos, se le escurre entre las manos a un Sr. Peña Nieto que no ha contado con el necesario respaldo del partido gobernante, y que de hecho acepta el propio Beltrones al afirmar que la sana distancia entre el partido y el presidente no ha funcionado.

Y así es en efecto, el PRI no ha sido funcionalmente útil en la tarea de administrar el conflicto resultante de la confrontación de propósitos neoliberales modernizantes con una dinámica inercial del peso histórico de una sociedad liberal, construida con parches socializantes fruto de la Revolución Mexicana. De ahí que para solventar el déficit de control, confianza y credibilidad, el peñismo para sobrevivir tenga que recurrir a lo más rancio del priísmo salinista, “la vieja guardia de la mafia institucional”.

“Seré un presidente cercano al presidente”, afirma Manlio Fabio, interpretando esa necesidad del peñismo y, eso, como mensaje a quien quiera ponerse el saco en Veracruz, es jerarquizar como prioridad a una política política que sirva tanto a la necesidad de fortalecer al deteriorado gobierno peñista en la coyuntura, como el construir un valladar estratégico que con eficacia se oponga en el 2018 a la “amenaza populista” de López Obrador para asegurar la continuidad del proyecto de modelo de país en curso. A esta necesidad se deberá la designación del candidato priísta idoneo y no al compromiso amical entre compadres.

Necesidad a la que, por cierto, deberá poner atención una izquierda responsable para adecuarse a los nuevos tiempos.

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Y para que no haya duda de que la impunidad en México no tiene retorno, el INE declara que violar la ley no es suficiente para privar de su registro al partido verde, poniendo en evidencia la existencia de un estado de derecho a modo y conveniencia del presidente en turno. La ley de Herodes es la constante.

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Con el número 312 fechado el 12 de agosto del año en curso, el Semanario Pulso Crítico cumplirá 6 años ininterrumpidos incursionando en la Red de Redes. Fruto de un esfuerzo periodístico alternativo y ciudadano de quien esto escribe, ha dejado constancia de que si se puede cuando se quiere en el ejercicio de la libertad de expresión, decir sin ataduras y en el filo de la navaja lo que se piensa, gracias a los amplios canales de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación puestos al alcance de todos. En estos días aciagos el riesgo es alto pero vale la pena intentarlo, peor sería para un ciudadano de a pie, el cargar con el silencio cómplice que doblega y atenta contra la libertad de la palabra.

Xalapa, Ver., 9 de agosto de 2015.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En la reunión del priísmo nacional con el presidente Peña, el mandatario se pronunció en contra de los “adelantados”, manifestando que ““Hoy no hay espacios para proyectos personales. No obstante que algunos se adelantan al calendario electoral de 2018, para los priistas son tiempos de trabajar.” Esto en el contexto de la sucesión presidencial y en la necesidad de que se mantenga la unidad partidista en torno a las tareas que exige el aterrizar las llamadas reformas estructurales, pero también con el objetivo de recuperar en un esfuerzo concentrado, credibilidad y confianza en la acción de gobierno.

Para el caso de Veracruz, el contexto dentro del cual se da la sucesión del titular del ejecutivo es otro, respondiendo a tiempos electorales diferentes. Y aunque guarda relación con el proceso electoral del 2018, la elección del 2016 en la entidad atiende a circunstancias coyunturales locales muy específicas en las que pareciera no cabe el llamado presidencial a frenar aspiraciones tempraneras, dejando en libertad al gobernador Duarte de Ochoa de diseñar y operar sus propias estrategias para lograr una sucesión afín a intereses y propósitos del gobierno estatal y del propio partido gobernante.

Pienso que el Sr. Duarte así lo entiende y esta es a mi juicio la razón por la que, lejos de frenar aspiraciones tempranas, las auspicia y alienta, incluso en aquellos aspirantes ajenos al PRI para dar a los veracruzanos un mayor número de opciones electorales siguiendo la tónica de la reciente elección de diputados federales. Y, por lo que al PRI toca en lo específico, el que a mayor número de aspirantes más rico sea el rejuego en un proceso de selección en el que el más apto y más competido pueda ser el elegido como candidato a la gubernatura.

Decir que esta estrategia en lo local se contradice con el llamado presidencial, ya que lejos de fortalecer unidad genera dispersión, polarización y fuego amigo al interior del priísmo estatal, considero no es procedente; el PRI de antemano se sabe nunca está unido en las preliminares y cierra filas en las definitivas. A más de que también es público y sabido que en la coyuntura actual lo que menos priva en el partido tricolor es la unidad en torno al gobierno duartista. Luego lo que cabe es manos libres para todos los aspirantes aunque el piso de despegue sea diferenciado, más como distractor que como hándicap electoral.

Y en esas estamos, muchos son los llamados y uno solo será el escogido. El más audaz, el más preparado, el más competitivo, y el que mayores amarres tenga y consolide en el inevitable padrinazgo oficial y extraoficial.

Hay luz verde pues desde palacio, y la estampida de los búfalos se deja sentir con toda intensidad lo mismo en las cuadras priístas que en las de sus opositores. De aquí para adelante el que tenga más saliva tragará más pinole, sin perder de vista que no necesariamente el elegido será el que mayores y mejores atributos acumule, sino el que sea congruente con la estrategia trasexenal y modelo de país no del gobernador, sino del señor de las reformas estructurales que despacha en Los Pinos.

Y aquí es donde habría que poner atención en lo que se debe entender por más audaz, más capaz, más preparado y más competitivo, y a quién corresponde el calificar tales virtudes. Querámoslo o no, el llamado presidencial en el contexto del 2018, cobra entonces vigencia para el 2016 en una entidad que destaca por contar con la tercera fuerza electoral del país.

Para los intereses concretos de hombres y mujeres de a pie –si es que a estos pudiera interesarles-, el bombardeo mediático, el baño de pueblo y la parafernalia a la vieja usanza no es necesariamente la señal de quién podría ser el próximo gobernador, sino que ésta surgiría de la temática, contenido y énfasis del discurso proselitista. Lo que está en juego es la continuidad y consolidación del proyecto neoliberal del Sr. Peña y, a la búsqueda de este objetivo tendrán que avocarse todos y cada uno de los gobernadores vigentes en el 2018. Qué o no convenga a México es otro cantar.

Entre la pléyade de aspirantes los hay de diferentes tamaños y, de entre estos, los de mayor estatura indudablemente ninguno milita en la cuadra duartista aunque así se quiera aparentar. Mucho menos el que la mayoría este a la altura del objetivo de Peña Nieto para el 2018. Luego, sin mayor esfuerzo, debe entenderse que las posibilidades al interior del PRI apuntan a los senadores Yunes Zorrilla y Yunes Linares y, quizá, en los terrenos de la oposición, al diputado federal panista Juan Bueno Torio si consideramos los servicios que éste ha prestado en el terreno de los grandes temas de interés nacional, en los que el PRI y el PAN juegan en la misma cancha.

Seguramente el gobernador lo sabe y de ahí su presunto respaldo al senador Héctor Yunes Landa, como el más idoneo para conciliar los intereses locales representados por su gobierno y los de Peña Nieto en el ámbito nacional. Como sabría seguramente también que el senador Yunes Zorrilla sacrificaría el interés político local en aras de la continuidad y consolidación del proyecto peñista, aún a costa de dejar mal parada a la actual administración estatal como ya se observa.

Es al PRI y a su militancia en la entidad, a quien toca en teoría decidir si se inclina por el candidato del duartismo o por el de Peña Nieto. Lo cierto es que más allá del marco teórico, pragmáticamente el peso específico del presidencialismo siendo mayor que los intereses creados locales, será el que diga la última palabra. El gobernador debería saberlo y sopesarlo, así que las “manos libres” para los aspirantes tiene un límite: no contrariarse con el proyecto peñista. Y en este supuesto, una cosa es el discurso de dientes para afuera exaltando el quehacer político y gubernamental del presidente y otra, muy distinta, es el compromiso real de respaldar el proyecto neoliberal en curso. El mensaje es claro: “Hoy no hay espacios para proyectos personales”. A los priístas y no priístas, tocaría identificar quien es el aspirante que realmente convendría a la cúpula priísta estatal a la hora de la definición.

Aunque no puede olvidarse que las circunstancias responden a coyunturas concretas. Lo que es hoy no necesariamente será mañana, pudiendo suceder imponderables no considerados, cambiando totalmente el panorama. El tiempo y la profundización de la crisis por la que atraviesa el mundo y México en particular, lo dirán.

Por lo pronto, para la mayoría de la población hay asuntos más urgentes y de mayor relevancia por atender, que perder tiempo cifrando esperanzas en una sucesión a la veracruzana que no sacará al buey de la barranca.

Hojas que se lleva el viento

Habiendo reconocido la magnitud de la pobreza en México y su incidencia en el crecimiento, el presidente Peña tiene ante sí el reto estructural más importante del Estado y, por lo consiguiente, los gobernadores son corresponsables en la tarea. Para el empresariado mexicano, el abatir el flagelo estructural requerirá de 200 años al paso que va la economía nacional. La pregunta para quienes aspirar a gobernar a Veracruz: ¿Cómo, en dos años que operativamente se reducen a 14 meses escasos, se revertiría la tendencia negativa?

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Mediáticamente la capital veracruzana se recupera de su postración gracias al buen gobierno del alcalde Américo Zúñiga. La realidad desmiente este optimista visión, Xalapa va de mal en peor lo mismo en infraestructura urbana que en servicios públicos y calidad de vida de sus habitantes. No hay inversión productiva, no hay empleo, la economía informal crece, los problemas de recoja de basura, vialidad y transporte público no se resuelven y en el caso de quienes cuentan con trabajo remunerado el salario es insuficiente para sostener una vida familiar digna. Cuestión de enfoques.

Xalapa, Ver., julio 29 de 2015

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Para hombres y mujeres comunes, la percepción pesa más que cualquier intento de explicación racional de por qué ganó el PRI en Veracruz. En el imaginario colectivo parece ser obvio, sin mayor explicación, que dos factores hasta ahora no suficientemente desmentidos fueron determinantes: la tradicional compra de votos y la inducción del sufragio mediante los programas asistencialistas aplicados estratégicamente en los sectores económicamente más vulnerables.

Para los conocedores del paño electoral, con información histórica, ambos factores estaban más que previstos con bastante anterioridad a los comicios del 7 de junio en la entidad. No hay forma de que sea derrotada maquinaria y estrategia electoral, legal y extralegal del PRI, se dijo, argumentándose que de antemano se operó con eficacia ablandando y dividiendo a la oposición, a más de la oportunidad de capitalizar el amplio espectro de opciones electorales que fragmentaría y pulverizaría la intención del sufragio.

Se argumentó también que el abstencionismo y el voto nulo de castigo, operaría a favor de la estrategia tricolor.

Todo esto en el terreno de la especulación y en un primer análisis lineal previo a la elección, que se confirmaría en los hechos.

Sin embargo, hacía falta un análisis ex post más preciso, respaldado con números duros, para tener claro a nivel distrital el éxito o derrota lo mismo de la estrategia seguida que de la operación de la aplanadora priísta y, en su caso, su equivalente en los terrenos opositores en los que se confiara en el clima de descontento y hartazgo sustentado en la percepción negativa del desempeño de un gobierno fallido.

Corresponde al destacado economista Hilario Barcelata Chávez, el dar una respuesta coherente, congruente y sólida a la interrogante de por qué ganó el PRI la diputación federal en 16 distritos dejándole a sus opositores únicamente 5, repartidas entre el PAN, PRD y Morena. El también Coordinador del Doctorado en Finanzas Públicas de la Universidad Veracruzana, con números duros en exhaustivo y puntual análisis pone en contexto lo que sucedió el domingo 7 de junio.

En el ensayo de su autoría, titulado “Por qué ganó el PRI en Veracruz”, Barcelata Chávez apoyándose en el estudio realizado por la empresa Parametría, que mediante encuestas identificó las características que definen a las personas que votan por cada uno de los partidos políticos en México, para definir el “perfil del votante mexicano”; destaca y desmenuza a detalle tres factores que fueran determinantes para el pírrico triunfo del tricolor: El perfil del votante; El poder del abstencionismo y, La insensatez del voto nulo. Destacando como variables comunes el peso de la pobreza, el nivel de escolaridad, y el de ingresos de los votantes en cada uno de los 21 distritos electorales.

Mapeo electoral que coincide con el grado de desarrollo regional relativo en la entidad y el innegable estancamiento económico, educativo y cultural por el que atraviesa Veracruz. Y que sin duda, refleja también la validez de la opinión sustentada en números duros de diversos expertos, que coinciden en señalar que la entidad veracruzana vive una profunda crisis económica que repercutiendo en la vida social de la población, no es ajena al pésimo desempeño de la administración pública y al endeudamiento creciente del gobierno estatal.

Para quien escribe estas líneas, el análisis del Dr. Barcelata, por su contundencia y oportunidad, no debe ser ignorado. Más allá de propósitos y objetivos electorales, da una idea precisa de cuales deberían ser las prioridades tanto en el combate de la desigualdad y pobreza como en el rescate y fortalecimiento tanto del quehacer económico como de un tejido social en franco deterioro. Si para el PRI la pobreza e ignorancia es un aliado estratégico para sus fines, para Veracruz es un lastre que debe ser superado.

Hojas que se lleva el viento

Y a propósito del partido en el gobierno, se está publicitando a bombo y platillo la llamada “Escuela de cuadros” del PRI en la entidad, como medida de renovación de la estructura jerárquica de la maquinaria tricolor. Medida sustentada en la incorporación de una nueva camada de operadores electorales con mayor nivel de escolaridad y capacitación político-electoral. Sobre ello vale la pena considerar lo siguiente:

Perdida la brújula ideológica liberal con la que el PRI por más de 70 años mantuviera hegemónico rumbo y destino, y no habiendo aún asimilado los nuevos paradigmas neoliberales en que se sustenta el modelo de país que se promueve desde Los Pinos, a lo único que podría aspirar hoy día el priísmo, es a trasmitir a las nuevas generaciones de cuadros partidistas paradigmas de simulación, saqueo, corrupción, impunidad, y un cínico y descarado pragmatismo ajeno a principios y valores éticos. Está en su naturaleza y no se puede apartar del guión en su afán por sobrevivir.

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La especulación, el chisme y la descalificación a priori, ganan terreno al análisis serio de lo que Veracruz espera de su próximo gobernador, perdiéndose la oportunidad para revisar y enmendar entuerto tras entuerto en la entidad. Curiosamente, el ambiente de cotorreo que domina en el anticipado proceso sucesorio, queda restringido a los círculos políticos y periodísticos en los que por inercia y sin duda intereses creados, dan por hecho que la competencia por la gubernatura de dos años una vez más habrá de decidirse cupularmente en los círculos del poder real, ignorándose tanto lo que los votantes potenciales piensen y opinen al respecto como las siempre variables e impredecibles circunstancias políticas y sociales tanto en el ámbito nacional como local. El sonado affaire de la evasión del ahora más buscado capo del narcotráfico internacional, así como el brutal e inimaginable monto del endeudamiento del gobierno duartista, juegan en el proceso sucesorio, sumándose como un elemento más a considerar en las bolas de cristal de los adivinadores. Al tiempo.

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Al agitado cotarro de la grilla veracruzana, ahora se introduce en el tema de la sucesión el factor confusión. Como un distractor más, se auspicia mediáticamente la multiplicación de aspirantes a “candidatos independientes” a la gubernatura de 2 años en la entidad, haciéndole el juego a la estrategia priísta de dividir para vencer, sabiamente precedida por una cuestionada reforma legal que estableciendo nuevos candados para dificultar aún más el registro de los “independientes” da lugar a un falso debate. Pretendiendo con ello dar la impresión de que el partido en el gobierno teme a dicha opción electoral. El nuevo elemento distractor es muy burdo, pero no faltarán los que se vallan con la finta. Veracruz da para eso y más.

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Primero saquean a PEMEX, lo castigan fiscal y presupuestalmente hasta dejarlo en la lona y hoy día, con todo cinismo y descaro el gobierno de Peña Nieto nos dice que la empresa propiedad del Estado mexicano no tiene dinero para participar en las licitaciones de la Ronda Uno. Igual se nos dijo que no se privatizaría el petróleo, hoy en los hechos se afirma lo contrario evidenciando lo que Cuauhtemoc Cárdenas califica como traición a lesa patria.

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