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Tag Archives: Twiteros en Veracruz

Pulso crítico

 J. Enrique Olivera Arce

 En memoria de Carlota Ángela Botey Estape, incansable luchadora social agraria hasta el día de su muerte. Descanse en paz.

Difícil cambiar de página como me lo propusiera. Lo que inicialmente se circunscribiera a un asunto policiaco –que no es mi línea el tratarlo-, se tornó político, prestándose a todo tipo de interpretaciones y especulaciones como suele suceder en Veracruz.

Sin pretender meter las manos al fuego por los twitteros consignados como presuntos “terroristas y saboteadores” -los que no conozco personalmente-, a mi juicio la actitud asumida por el gobierno me parece, además de exagerada, arma de doble filo, al poderse interpretar como advertencia o amenaza en contra de quienes disientan con el comportamiento de funcionarios públicos ó con las políticas públicas de la administración estatal.

Atendiendo al lenguaje coloquial, una cosa es Juan Domínguez y otra “no me chingues”. Está bien que la sociedad veracruzana aplauda el empeño de su gobierno por combatir a la delincuencia organizada cumpliendo con su función de proveer de seguridad a la población, mas no es aceptable a mi juicio que, con el pretexto de ello, se equipare a lo acontecido en Monterrey, acción criminal premeditada que Calderón Hinojosa calificara de “terrorismo”, con el caos vial y zozobra de atribulados padres de familia que, en la conurbación Veracruz-Boca del Río, se dejaran llevar por la histeria generada por un rumor en medio de un clima de desinformación propiciado por las mismas autoridades, como bien señala Emilio Cárdenas Escoboza en su columna “De interés público”.

Parangón a mi entender exagerado que, con su secuela de actos punibles en contra de dos o más twitteros y el juicio sumario en contra de estos en la prensa cooptada, habla por sí de paranoia gubernamental.

En el caso de la Sultana del Norte, independientemente de la intencionalidad de quienes sean los criminales responsables de la tragedia, hay pérdida de vidas humanas que lamentar y daños materiales. En Veracruz, el único daño real es la confirmación de una pésima política de comunicación social del gobierno duartista, al extrapolar un asunto local a toda la entidad, extendiéndose lo mismo zozobra que rumor.

“Terroristas y saboteadores” somos todos. Internet, celular y “radio bemba” no descansan; el miedo se apodera de las calles ante la incertidumbre. «Si aquí hoy no pasa nada, ya pasará, me lo dijo un pajarito».

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En mis años mozos el gobierno priísta imponía a chaleco el pensamiento único, combatiendo a la disidencia. No había lugar para pensar diferente y, quien se atreviera a hacerlo, acusado de disolución social era encarcelado o desaparecido sin mayor trámite. Todavía está vivo el recuerdo de los varios cientos de jóvenes masacrados en  Tlatelolco  a manos del gobierno priísta en 1968. Para quienes vivieran enfrentando desde la clandestinidad al gobierno de Díaz Ordaz, está aún latente la zozobra propia y de sus familias ante la amenaza del terrorismo de Estado.

El gobierno de México,  haciéndose eco del macartismo norteamericano, a todo disidente le colgaba la etiqueta de “comunista y propalador de ideas exóticas y extralógicas”. Ello bastaba para que fuera reo del delito de disolución social y enemigo de la patria.

Hoy día en Veracruz, sin el mayor talante autocrítico y si mucho de ligereza, por decir lo menos, el gobierno priísta presuntamente sin  más intención aparente que poner las barbas en remojo ante el creciente malestar, inconformidad y protesta ciudadana,  saca del armario empolvado artículo del Código Penal y califica de “terrorismo y sabotaje” a un rumor que, fruto de la inconsciencia, dolo deliberado o venganza política, fuera propalado vía internet y teléfono celular, consignando la Procuraduría de Justicia ante un juez a sus presuntos autores.

No medió un análisis serio, reflexión sobre las consecuencias políticas ó la autocrítica por parte del gobierno, juez y parte en el tema. A bote pronto se aplica la ley a raja tabla, bajo el supuesto de que la Agencia Veracruzana de Investigaciones (AVI) logró ubicar las cuentas y usuarios iniciales que generaron estas actividades y que propagaron los falsos mensajes. “Estableciendo que llevó a cabo diligencias periciales de química forense, perfil psicológico, informática forense, dactiloscopia y dictamen de información de teléfonos celulares y equipos de cómputo, los cuales se tienen como prueba plena de que los indiciados enviaron mensajes desde estas unidades».

Mejor no lo pudo hacer la policía china, cuando es público y sabido que los presuntos “terroristas informáticos”, en sus cuentas en twitter y facebook, daban pelos y señales de su identidad, dirección IP, conexión al servicio de internet, y presumible proclividad al chisme y el rumor.

No se pensó que de haber existido premeditación en los indiciados, lo lógico hubiera sido el que estos actuaran al amparo del anonimato, lo que es posible y práctica común en todas las redes sociales.

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El rumor está en la carcel, los villanos andan sueltos. Todo al viejo estilo autoritario priísta, para beneplácito de los cortesanos, amanuenses, y texto servidores a disposición del gobierno duartista.

El rumor ya no más tiene cabida en Veracruz, quien lo inicie o lo propale será acusado de “terrorismo”. Luego o se tiene el valor civil para expresar libre y abiertamente lo que se piensa del gobierno priísta, ateniéndose a las consecuencias, o se guarda silencio cómplice. No habría de otra sopa.

El dinosaurio está de vuelta y la disidencia, en esta ocasión más amplia y con mejores medios a su alcance, de percibir advertencia o amenaza, optaría entre regresar a los sótanos de la clandestinidad y el anonimato o, con valentía y mejor juicio, dar la cara enfrentando al autoritarismo oficial negándose a aceptar el retorno al pensamiento único.

Si el PRI quiere ganarse a los jóvenes para que estos voten en el 2012  a favor de los candidatos de éste partido político, el tiro pudiera salirles por la culata. El no entender que la sociedad veracruzana ha evolucionado, resistiéndose a aceptar los retos de nuevas expresiones comunicacionales de una juventud inconforme y dolida, ello tiene un costo. Chile es el ejemplo.

Bien vale no provocar a la hidra, pretendiendo enjaularle. El caldo podría salir más caro que las albóndigas.

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