Pulso crítico
J. Enrique Olivera Arce
No es “políticamente correcto” insistir tanto en las flaquezas políticas de un joven gobernante que se niega lo mismo a reconocer su realidad y circunstancias, como a escuchar la opinión que de su administración corre de boca en boca. Sin embargo…
Considero que ante la pésima consideración que se tiene de su persistencia en mantener una política de comunicación social chocante y, hasta aberrante en algunos casos -a mi juicio estrategia errada y contraria a los propósitos buscados-, no es política y periodísticamente correcto guardar silencio sobre un tema que nos concierne a todos.
Javier Duarte de Ochoa suma cotidianamente desplantes de soberbia y triunfalismo que no se corresponden con su alta investidura, garante de la soberanía estatal y de lo que el esperan importantes sectores de la población veracruzana.
Anteriormente se decía que atendía a los consejos de Enrique Jackson, su principal asesor que le fuera impuesto por Herrera Beltrán Ahora que el político sonorense dejo Veracruz, la pregunta obligada es ¿quién asesora al gobernador? ¿Quién es su consejero de cabecera que le induce a desbarrar verbalmente día con día?
O no hay asesor y simplemente toca a la coordinadora de comunicación social y vocera oficial hacer las veces de de tal, sin atinar a aclararle a los medios lo que el gobernador quiso decir. Lo cierto es que no hay día en que Duarte de Ochoa no sea exhibido en la prensa como un locuaz y dicharachero aprendiz de brujo, que pretendiendo transformar abalorios en vasijas de oro, termina por mostrar desconocimiento de un Veracruz al que dice gobernar.
Sin perder de vista la ilusoria prosperidad que sólo él ve en Veracruz, habla y habla, con el “adelante” como estandarte, sin parar mientes en que se le oye pero nadie le escucha. Y sin embargo, insiste, propalando el mismo y ajado discurso en torno a su multicolor utopía.
Tratando de ver las cosas con optimismo, a lo sumo vale afirmar que con el gobierno duartista los veracruzanos no somos ni más ni menos prósperos que en sexenios anteriores.
El clímax del despropósito
Inspirado en el pegajoso danzón “Juárez”, creado en 1919 por el músico chiapaneco Esteban Alfonzo y al que popularmente se le conoce como “Si Juárez no hubiera muerto”, ante el estupor de sus oyentes del Club de Industriales del D.F., el gobernador de Veracruz no ha tenido empacho en proclamar a los cuatro vientos que: “Si Veracruz fuera un país sería una de las 20 economías más importantes del mundo…”. No reconociendo el presente al cual se enfrenta, si Juárez no “hubiera” muerto Javier Duarte no habría sido gobernador.
El hubiera no existe en el devenir histórico. Veracruz es México como México es Veracruz. Así que no esperemos el que al gobernador otro gallo le cantara como bien lo deseara en sus discursos. En medio de la crisis global y la pérdida de brújula del sistema político nacional, la realidad presente en la entidad indica estancamiento y retroceso económico, deterioro de la vida social, una administración pública en vías del desastre y un vacío de poder que amenaza con ingobernabilidad, reflejando la parcela fiel al país en su conjunto en el que hoy nos toca vivir.
Lo que dentro de sus limitaciones y sueños guajiros Duarte de Ochoa no alcanza a comprender, pese a haberlo afirmado discursivamente, es que ya estamos dentro del proceso electoral que culminará en unos meses con la elección del próximo presidente de la República.
De seguir como va, flaco favor le hace al dogma-Peña Nieto y al partido político del cual es “lider moral”.en Veracruz. La piedra en el zapato para el PRI no es Calderón Hinojosa, es el “primer priísta” de Veracruz, que no sabiendo gobernar pone en riesgo el regreso del dinosaurio a Los Pinos, dilapidando alrededor de 2 millones de votos.