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Pulso crítico

 J. Enrique Olivera Arce

 De tanto repetirse que la capital veracruzana vive de la burocracia, el comercio y las instituciones de  educación superior que  proliferan como plaga, ello ha dado en lugar común, generando una absurda resignación como si Xalapa no pudiera acceder a otras alternativas económico productivas que generen empleo, derrama económica, fortalecimiento del mercado interno y una mejor imagen de la ciudad.

 De ahí que no es de extrañarse el que a lo largo de la pésima administración municipal que encabeza la Sra. Elizabeth Morales sean motivo de preocupación y estéril debate temas tan trillados como vialidad, transporte público, seguridad, comercio informal y tratamiento de la basura. Responsabilizándose, de hecho, al gobierno municipal de desapego a su gestión en perjuicio de la población sin detenernos a revisar cuidadosamente el tamaño de la viga que en el ojo propio impide veamos más allá de nuestro ombligo.

 Sin pretender minimizar la importancia de la problemática urbana que acusa el municipio de Xalapa y la polémica a que ello da lugar y, mucho menos lo atinado de la crítica a que se ha hecho merecedora la joven y corrupta alcaldesa, con la perspectiva que da el ver los toros a distancia estimo tan fuera de lugar como inútil el dar vuelta tras vuelta en la noria, destacando lo accesorio sin tocar lo principal. Se ignora el contexto histórico y geográfico  y se pasa por alto el sustento económico en que se asienta el tan anárquico como caótico crecimiento urbano de la ciudad capital.

 Pretender superar  problemas nuevos o añejos para dar paso a una ciudad moderna, funcional, con más de medio millón de seres humanos que le habitan y otro tanto de vehículos automotores que le agobian, sin aceptar que Xalapa históricamente, por su ubicación geográfica, topografía y  diseño original como lugar de reposta de viajeros y almacenaje de mercancías camino al puerto de Veracruz, fuera concebida para un propósito específico que no se corresponde con la categoría de capital de Veracruz, asiento hoy del los gobiernos estatal y municipal,  que coyunturalmente en su momento le fuera asignada.

 Sin más plano regulador que el establecido en tiempos de la Colonia, sexenio tras sexenio los gobiernos priístas le dejaron crecer en extensión y número de habitantes de manera anárquica, atendiendo a intereses electoreros,  y sin la más mínima visión de futuro. Fenómeno que se incrementó exponencialmente con la migración de los desheredados del sector rural que, a partir del desmantelamiento del campo por las mismas autoridades, buscasen mejores oportunidades en la ciudad capital. Haciendo nugatoria con el tiempo toda posibilidad de acceso a obras y servicios públicos de manera ordenada y eficaz.

 Xalapa, “Atenas Veracruzana”, dejó de ser bucólica posta de diligencias bellamente adornada con multicolores flores y destellos culturales para pasar a “urbe cosmopolita,” con marcados cinturones de miseria, escasez de agua, colonias populares abandonadas a su suerte, sucia y con una vialidad para carretas. Un rancho grande ubicado en el corazón del Veracruz de la prosperidad, caldo de cultivo para la exclusión y discriminación social, criminalidad y la violencia que hoy lamentamos. Lo cual a estas fechas pareciera no se puede remediar, salvo mediante la drástica medida de reubicar a la ciudad en un espacio más idóneo a partir de un proyecto urbanístico integral e integrador a la altura de  los paradigmas del nuevo siglo.

 Tenemos que aceptar que Xalapa físicamente ya no tiene para donde hacerse, ni manera de que sus habitantes puedan contar con los servicios públicos que demandan, como tampoco parece ser posible que las autoridades estatal y municipal tengan el mínimo de, imaginación, voluntad y visión para una adecuada gestión del municipio. A falta de ello, lo cómodo y conveniente para las autoridades es hacer como que se hace sin hacer nada, desviando presupuestos federales, estatales y municipales a otros menesteres poco claros, por decir lo menos, en tanto sus habitantes clamamos por orden, racionalidad y una civilidad que nunca llega. A lo hecho pecho, si tiene remedio bien y, si no lo tiene, también.

 Lo que debería preocuparnos y ocuparnos es que la mayoría del más de medio millón de habitantes, como se dice reiteradamente subsiste de magros empleos y peor salario siendo presa fácil para la manipulación política que acompaña al subsidio proveniente de programas asistencialistas públicos y privados. El empleo remunerador es escaso y concentrado en pocas manos en un clima de desigualdad económica y social al que nadie se refiere.

 Las actividades económicas dominantes son insuficientes para generar la riqueza necesaria para acceder a los beneficios de “la modernidad”. Sin actividades productivas que generen empleo remunerativo, bienes de consumo y ahorro, la ciudad está ahorcada, la población en su mayoría colgada de los cerros participando como consumidor cautivo e ineficiente en un mercado con marcados desequilibrios entre oferta y demanda efectiva, condenada a sobrevivir sin expectativas de creciente bienestar.

 Si no hay fuentes de empleo industrial que dinamicen la economía regional, hay que crearlas. Sería la respuesta lógica. ¿Cómo? Con imaginación y voluntad para buscar la autosuficiencia; substituyendo importaciones que nos llegan de todos lados tanto para no depender del exterior como para equilibrar oferta y demanda de bienes de consumo e el marco del fortalecimiento del mercado interno; impulsando el efecto multiplicador de la construcción de vivienda digna e infraestructura urbana; dando valor agregado a productos agrícolas y pecuarios de la región; capitalizando la ventaja comparativa del recurso humano formado en las instituciones educativas y, dejando atrás el pesimista lugar común de que Xalapa no tiene vocación industrial, esperando que los tres órdenes de gobierno se hagan cargo.

 La tarea es de todos, los inversionistas y emprendedores por delante. Y aquí es donde la marrana tuerce el rabo. La iniciativa privada en nuestra región carece de iniciativa y de vocación emprendedora, salvo para colgarse del gobierno. Falta de visión empresarial cierra el círculo perverso. Si la inversión no llega de fuera, el capital local no asume el riesgo; atiende a lo seguro, el comercio, el agio, más escuelas patito, especulación  y  pésimos servicios en su mayoría acogidos a la economía informal, hasta saturar el mercado con una oferta mal planeada frente a una demanda que día a día pierde capacidad efectiva de compra y de consumo,  matándose a la gallina de los huevos de oro.

 Por ahí debería centrarse el debate. Cómo hacer de la capital veracruzana cuna para la inversión productiva, autosuficiente en lo económico y digna y próspera en lo social, sin necesidad de depender de programas asistencialistas oficiales u oficiosos corrupto y falaz pretexto para politizar, manipular y explotar a los más desprotegidos.

 Tela de donde cortar la hay, generando riqueza lo demás ya vendrá por añadidura Seguirle dando vueltas a la noria sin agarrar al toro por los cuernos es a mi juicio inútil. Si la alcaldesa es un estorbo, pidámosle renuncie y a otra cosa mariposa. ¿O nos resignaremos a seguir pensando que Xalapa no tiene futuro?

 Hojas que se lleva el viento

 Quienes menos pueden contribuir al rescate de Xalapa y la región son los candidatos a legisladores federales que andan por ahí presumiendo que cuentan con una varita mágica que se apellida Peña Nieto para resolver la cada vez más lastimada realidad de Veracruz, emulando a la Sra. Perlasca que con saliva a su real entender está revolucionando la actividad turística en todo el Estado.  Su imaginación y voluntad transformadora está muy por debajo de los que la ciudadanía demanda, su inicuo paso por la administración pública lo confirma. Paradójicamente entre más prometen más exhiben a los diversos gobiernos priístas por ineptos, corruptos y dejados. ¿No acaso Veracruz es un estado próspero que brilla con luz propia? Mucho ruido y pocas nueces, diría mi abuela. Mérida, Yuc., abril 25 de 2012

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

«Disculpas se piden cuando se tiene la culpa, nosotros no tenemos la culpa de nada». Ivonne Ortega Pacheco

Mérida, “Ciudad de la Paz”, declarada así por organismos internacionales en enero del presente año al encontrarse entre las 100 ciudades más seguras y pacíficas del mundo, pareciera hacer honor a ello, pues cuando se recorren sus calles, avenidas, plazas y mercados, todo indica que los meridenses viven en paz, conviviendo en armonía y brindando su tradicional hospitalidad a quienes les visitan. Pero no todo es miel, a últimas fechas entre los yucatecos se percibe una corriente de opinión que piensa y se expresa en contrario: la paz y la armonía está rota, las autoridades estatales y municipales se han encargado de vulnerar la tranquilidad, me comentan.

Para quien esto escribe y seguramente para las oleadas de turistas que gozan de las bondades de una entidad federativa cuya principal riqueza es su gente, no deja de extrañar el que se ponga en duda el que reine la paz y la concordia en un pueblo por principio enemigo de la violencia y la confrontación estéril. El observar los toros desde la barrera, es engañoso, las apariencias engañan, me comentan algunos amigos yucatecos que me ponen al tanto de los últimos acontecimientos en la ciudad blanca, que enfrentaran a la alcaldesa con sus gobernados.

Tan suele no pasar nada en Mérida que afecte el clima de tranquilidad que, cuando algo pasa, es porque realmente pasa y los medios de comunicación se encargan de hacer más grande el borlote.  Aún desde el otro lado de la barrera, al observador interesado no deja de llamarle la atención la violencia innecesaria con la que se agrediera a un grupo de manifestantes que se oponen a una obra vial con el argumento de que se atenta contra el patrimonio del Siglo XX y altera el paisaje urbano, en una zona por demás paradigmática, como lo es el Paseo de Montejo.

Agresión a los ciudadanos en la que todo indica que la responsabilidad recae en la arquitecta Angélica Araujo, alcaldesa priísta de Mérida, tanto por su cerrazón al diálogo como por la participación activa de conocidos porros cercanos a la edil en el “zafarrancho” de marras. Sin dejar de considerar una posible provocación, ¿de quién?, esa es la incógnita por despejar pues son muchos y variados los interesados en mecer la cuna, tanto del PAN como del propio PRI en el que el fuego amigo está a la orden del día.

Para la sociedad yucateca, en especial la clase media meridense, no importa tanto la extracción partidista de sus gobernantes, si estos al frente de la administración pública se manejan con transparencia, auspician inversión, crecimiento económico, ahorro y empleo, sean priístas o panistas, y si la obra pública es eficaz en sus alcances y beneficia al mayor número posible de ciudadanos. Sobre esta base se construye el consenso o el disenso en torno a la acción de gobierno.  El mayor o menor grado de una sana convivencia pacífica, respeto y tolerancia entre diferentes de ello depende, haciendo prevalecer la mayor de las veces el clima de paz social y tranquilidad.

Las diferencias políticas se dejan para el tiempo justo de los procesos electorales. Como es el caso que nos ocupa, que refleja, a partir de las dos únicas opciones electorales viables, polarización social y política, calentamiento de los ánimos y el estira y afloja en torno a los posibles candidatos a la gubernatura estatal, en un proceso electoral local que coincide con la elección presidencial del 2012. Escenario en el que los dos más importantes diarios de la entidad, beligerantes y atendiendo a conveniencia a intereses encontrados, meten basa en el juego electoral.

Con el regreso del PRI con el vetusto costal de mañas al hombro, con Ivonne Ortega y Angélica Araujo a los gobiernos estatal y municipal, me comentan, “el orden establecido” se rompe. Las frivolidades, rechazo al diálogo y autoritarismo de ambas servidoras públicas, así como la opacidad de las administraciones a su cargo dejan mucho que desear de la “alternancia”, provocando confrontación político partidista y malestar ciudadano.

Así las cosas, la escaramuza en la ahora ex “glorieta de la Paz”,  se inscribe circunstancialmente en el marco de la pugna sexenal del poder por el poder, sin que pueda calificarse como extraordinaria y, mucho menos, como una movilización social generalizada de repulsa a las autoridades vigentes que pusiera en riesgo tranquilidad y paz social. Apenas se trató de un grupo de vecinos que no encontrando respuesta a sus  insistentes intentos de ser escuchados por la autoridad municipal, optaron por la protesta pública y pacífica, actuando al margen de cualquier sigla partidista, hasta que se les montaran personeros priístas y panistas politizando la protesta ciudadana.

Pero no puede descartarse que con la intervención del PAN y del PRI, pretendiendo llevar agua a su molino,  el evento en cuestión  pudiera ser considerado como prolegómeno del proceso electoral del 2012, habiéndose registrado ya una primera víctima política, al afirmarse que se le cortaron las alas a la delfín de la gobernadora, Angélica Araujo, al no meter Ivonne Ortega las manos al fuego en defensa de su correligionaria y aspirante a sucederle, en previsión al papel destacado que se estima tendrá la gobernadora como cabeza de playa en el sureste  tanto de de Carlos Salinas de Gortari como de Enrique Peña Nieto para  la contienda por la presidencia de la República.

En atención a su imagen, Ivonne sacrifica a su delfín, lavándose ls manos en aras del papel que le toca desempeñar en el 2012, se comenta, abriendo el abanico a otras opciones priístas a las que se les despeja el camino.

Paradójicamente el “zafarrancho” y lo que sigue, no necesariamente frena la dinámica de crecimiento económico sustentada principalmente en el ahorro interno e inversión local, productiva y social, pese a que la generación de nuevos empleos formales en Yucatán registra ya estancamiento. La política en Yucatán, a diferencia de otras entidades federativas en México, tiene sus límites, así como el contrapeso de un pujante sector empresarial que vela por sus intereses.

Los yucatecos lo saben, por lo que no le apuestan fácilmente a perder lo más por lo menos. El alto grado de participación ciudadana y el debate en torno al futuro inmediato, se expresan en los hogares en donde objetivamente se decide la intención del voto, pero hasta ahí.

Para quienes somos simples visitantes de a pié, Mérida sigue siendo la ciudad blanca, hoy “ciudad de la paz”, remanso de tranquilidad que invita al disfrute de su riqueza cultural y bonhomía de su gente.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Sin una estrategia de largo plazo que ponga orden al caos a que ha dado lugar el crecimiento anárquico de Xalapa, capital de una de las entidades federativas con mayor potencial económico y social, seguiremos dándole vueltas a la noria. Trienios van y vienen y nuestra ciudad persiste en ofrecer a propios y extraños una pobre imagen de lo que sus habitantes no desean para sí y para las nuevas generaciones, contrastando con el pujante desarrollo de otras capitales estatales tanto en el ámbito nacional como en lo específico en el sur sureste del país.

Cada presidente municipal en turno reinventa el mismo rollo, concentrando su atención en el insoluble problema vial de la ciudad capital, cerrándose a aceptar que este problema no sólo es consecuencia del exceso de tráfico vehicular o de insuficiente ingeniería de tránsito para hacer de calles y avenidas vías fluidas que faciliten la intercomunicación funcional entre el centro histórico y los ya varios cientos de colonias periféricas.

El Xalapa colonial fue diseñado en sus inicios de acuerdo a las condiciones topográficas prevalecientes y a un lento crecimiento demográfico determinado por su carácter de ciudad de paso en el tránsito de viajeros y mercancías de Veracruz al altiplano. Más que calles, estrechas callejuelas dominaron el paisaje urbano y, con ello, una vialidad considerada para carretas y peatones. El diseño original subsiste y a este se le han venido agregando anárquicamente, como parches mal puestos, lo mismo colonias que avenidas presuntamente vías rápidas de desfogue de un centro histórico concentrador de oficinas, comercios, planteles educativos, hospitales y espacios públicos, sin respetar el obligado ordenamiento derivado del entorno topográfico y, por ende, sin considerar el alto costo de hacer llegar a todos los habitantes el beneficio de los servicios públicos indispensables para la vida en comunidad.

Hoy la ciudad es un caos y su población, lo reitero, ingobernable. Problemas de toda índole brotan por doquier y la autoridad municipal en turno se manifiesta incapaz de su atención y pronta respuesta, con el consiguiente disgusto permanente de los xalapeños. Las autoridades estatales y municipales no quieren verle así, cerrando los ojos ante lo obvio. De ahí que lo mismo autoricen el anárquico crecimiento de un servicio de transporte público obsoleto que la incorporación de varios cientos de taxis o la apertura de nuevas colonias colgando de los cerros circundantes, haciendo acompañar a tal aberración un llamado plan de ejes viales que como vías rápidas atiendan a la necesidad de conductores de vehículos desatendiendo a los peatones, mayoría entre los habitantes del municipio. Sin que nadie se preocupe por el futuro de mediano y largo plazo de la capital veracruzana.

Si algo hay que aprender de la pujanza de otras capitales es la visión de futuro de habitantes y autoridades que de manera coordinada,  se han echado a cuestas la tarea de romper con inercias negativas, adoptando planes estratégicos de ordenación del crecimiento urbano que conjuguen pasado, presente y porvenir en un espacio que es de todos.

El proceso electoral en marcha, que desembocará con la elección de nuevas autoridades municipales, no contempla en quienes aspiran a gobernar a Xalapa propuesta alguna en tal sentido. Elegiremos a nuestras autoridades a ciegas como ciegos seguirán siendo quienes pretenden gobernarnos, y nuestra otrora bella y culta capital de Veracruz seguirá en su letargo siendo lo que sus habitantes no desean, ciudad para carretas y vendedores ambulantes.

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