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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

El robusto y simpático presidente del Banco de México, siendo aún Secretario de Hacienda diagnosticó en el 2008 que no había nada que temer, que al reventar la burbuja especulativa en las finanzas internacionales lo más que podríamos esperar los mexicanos era un simple catarrito. Bueno, el resfrío  fue atendido como recomendaban las abuelas: un par de aspirinas y un the con piquete para sudar la fiebre.  

Gracias al remedio recomendado, la macroeconomía se mantuvo a salvo; se controló la inflación, se fortalecieron las reservas y se mantuvo la paridad cambiaria, ello a costillas de la microeconomía. Incrementándose desigualdad, pobreza y, entre los más pobres, angustia y desesperanza. Las clases medias, en el sándwich, se subieron al tobogán, a la par que  los más ricos ente los ricos incrementaron sus ganancias en un desbordado proceso de acumulación. 

Hoy día, el Sr. Cartens entre que reconoce y no reconoce que el catarrito devino en pulmonía, nos dice que por cierto lo que padecemos no es por falta de previsión sino por un contexto internacional negativo y sin control a la vista. 

Si el catarrito no fue tal, y  teniendo a la vista la profusa información periodística sobre la crisis global, habría que considerar entonces que independientemente de la fortaleza macroeconómica que presumen tanto la SHCP como Banxico, deberíamos esperar una pulmonía con visos de pandemia económico financiera, para la cual al parecer no hay cura. Los más destacados y prestigiados especialistas de la sociedad mundo, no le atinan al diagnóstico y, con mayor razón, los políticos tampoco se ponen de acuerdo sobre el remedio y el trapito. 

Hasta el momento, la pandemia económico financiera se extiende a todo el mundo sin freno a la vista. Los ricos se niegan a dejar de ser más ricos sacrificando parte de sus cuantiosas fortunas, y los pobres si antes observaran temerosos el derrumbe, hoy no teniendo ya nada que perder se alzan en contra un orden establecido, al que culpan de la debacle. El fantasma de la lucha de clases nuevamente recorre el mundo.

Y si me refiero a la dicotomía, ricos pobres, no es porque no cuenten las clases medias, sino porque estas ya se deslizan aceleradamente en el tobogán de la pobreza. Su clásico rol de amortiguadoras en el sándwich, se pierde ante el resurgimiento de una nueva expresión de la lucha de clases, que les obliga a tomar partido ya no a favor de los de arriba, sino solidariamente con quienes no tienen nada que perder. Como se ha venido observando en Islandia, Grecia, Irlanda, Portugal, Inglaterra, Italia, España y, en América Latina, Chile, paradigma regional del “exitoso” neoliberalismo. 

Qué nos espera en México, desprovistos del blindaje que podría ofrecernos el mirar hacia el fortalecimiento del mercado interno, la substitución de importaciones o velar por la soberanía energética y alimentaria. Para Calderón Hinojosa la prioridad es su hasta ahora fallida estrategia de guerra contra la delincuencia organizada y el  narcotráfico, en tanto que para su Secretario de Hacienda, aunque reconoce la amenaza de la pandemia, afirma que la desaceleración económica que ya nos impacta, no llegará al clima de recesión por muchos pronosticado.  

¿En que basan su optimismo Hacienda y BdeM? En la fortaleza de la macroeconomía, ni más ni menos que como en su momento se dijera que la crisis no pasaría de simple catarrito. 

Ante un escenario de incertidumbre y amenaza, la clase política está ausente y de espaldas al avance de la crisis. Su prioridad es el proceso electoral en puerta. El proyecto de presupuesto de ingresos y egresos no se le ve como respuesta a la pulmonía, sino como herramienta para afrontar la elección presidencial del 2012. Rebatinga en el seno de la partidocracia, en la que a los partidos políticos se suma la ambición de los virreyes, exigiendo mayor tajada en el reparto del pastel. 

En nuestra bucólica aldea, en la que el aquí no pasa nada se confronta cotidianamente con prosperidad virtual a toda costa, no hay nada relevante que agregar. Fidel Herrera blindó a Veracruz desde el 2008. Hoy, con las arcas públicas desfondadas, sin camastro para el enfermo, habiendo sentado sus reales la epidemia, simplemente nos negamos a su penosa presencia sin mayor defensa que unos cuantos pisos firmes y fogón a media altura para los más pobres. Sin faltar las plegarias lastimeras de un gobierno ineficiente que clama por convencer de la unidad y participación ciudadana, como panacea frente al único enemigo a vencer, el fantasma de la inseguridad. 

Los enroques en los primeros niveles de la administración pública veracruzana no nos dicen nada, más allá de buenos deseos. El problema no es si fulano o sutano reúne mejor el perfil para cargo y tarea. El bache insalvable es estructural y sobre éste no se actúa en consecuencia. El andamiaje de un estado próspero se construye con saliva. 

La alerta ya ha sido dada sin ser escuchada. El sector empresarial veracruzano cuya medida de todas las cosas es la ganancia, ya puso el grito en el cielo. La demanda agregada cae, se incrementa el desempleo, la masa salarial a la baja y  sin poder alguno para incrementarla está ahorcando a los negocios. Para el sector rural, la actividad agropecuaria y pesquera ha perdido rentabilidad. El déficit en producción de granos se incrementa y la ganadería que depende del maíz se desfonda. 

La pandemia de la pulmonía económico financiera, ya llegó al terruño. Esperemos que si llegara a ser enfermedad terminal cuando menos nos permita estrenar un mejor presidente que Calderón Hinojosa. Como consuelo, repitámonos que la esperanza muere al último.

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