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Pulso crítico

José Enrique Olivera Arce

En sentido inverso al discurso oficial la realidad de un país estancado y ya en el tobogán del retroceso, va ganando terreno. La desigualdad y la pobreza avanzan a pasos agigantados, haciendo nugatorio todo esfuerzo por combatirles o, cuando menos frenar tal fenómeno de nuestro tiempo.

No hay estrategia que valga en el ámbito internacional que pudiera aplicarse en México, como se pudiera constatar en la reciente reunión del grupo G-20,  cuando se apunta a ponerle más leña al fuego a las causas que dieran lugar al empobrecimiento de la mayoría de la población mundial. Lo que acontece en la llamada sociedad del bienestar en Europa, es apenas la punta de de un  gigantesco iceberg que pugna por salir a flote.

La concentración del ingreso en una minoría hábida de mantener inalterable la tasa de ganancia del capital, no puede seguir descansando en el empobrecimiento galopante de la mayoría y, sin embargo, en ello se insiste confiando en las bondades de un modelo económico agotado. Si con el neoliberalismo se pretendía generar tal acumulación de riqueza que, por sí misma y con ayuda del mercado, se derramara en beneficio de los menos favorecidos, el resultado al paso de los años confirma el equívoco mostrando que a mayor acumulación y concentración del producto social en pocas manos, mayor pobreza y desigualdad.

En esa vorágine de crisis económico-financiera y política, México ya no siente lo duro sino lo tupido. Los números fríos que arrojan los estudios de Naciones Unidas (PNUD), son apenas un indicador  de lo que realmente subyace en el seno de la sociedad mexicana. “En un año el país sufrió un retroceso del 23 % en desarrollo humano, elevándose  los índices de pobreza por sobre el promedio de América Latina”.

De acuerdo a cifras dadas a conocer por el  Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la situación de pobreza en el país es muy grave, aumentó en el último año, de 48 a 52 millones de personas. Sólo en el estado de Veracruz “se incrementó en 100 mil personas más, al aumentar su tasa de 24 al 25.4 por ciento de la población”.

Indicadores que muestran que lejos de abatirse el desempleo, pobreza y desigualdad, estos fenómenos estructurales van en aumento, siendo insuficientes o equivocadas las estrategias del sector público para combatirles y abatirles, en tanto éstas se sustentan en recetas de organismos financieros internacionales como el FMI y el Banco Mundial, ampliamente aplaudidas y estimuladas por el sector privado de la economía, en la medida en que favorecieran en el pasado reciente tanto la concentración de la riqueza en pocas manos como la reproducción barata de fuerza de trabajo vía asistencialismo.

Fenómeno este último que ya resulta contraproducente. El equilibrio entre mano de obra ocupada y el ejercito de los sin empleo, se rompió. De la disponibilidad de mano de obra desocupada, como reserva, se pasó a la manutención improductiva de hombres y mujeres por parte del Estado. Sostener deprimidos los salarios bajo el supuesto de la existencia de una reserva laboral que presionara sobre el empleo-salario, frena ya la reproducción ampliada del capital. Aparejado al bajo nivel salarial va de la mano la contracción de la demanda interna en perjuicio de la producción de bienes y servicios destinados al mercado interno y, por tanto, presionando a la baja la tasa media de ganancia del capital.

Por otro lado, la crisis europea y la que ya acusan los Estados Unidos de Norteamérica, inciden en el mercado de exportación de bienes y servicios nacionales. La mano de obra barata dejó de ser factor determinante para una mayor productividad y competitividad en los mercados internacionales. El proteccionismo comercial en los países destino y la paridad cambiaria del peso frente al US Dólar y el Euro, son elementos determinantes para competir en desventaja en una relación tecnológicamente asimétrica. La necesidad de bienes de capital para una producción intensiva que sea competitiva, haciendo más con menos, se impone por sobre la necesidad de ocupación extensiva de mano de obra, propiciando el desempleo masivo y, por ende, incrementándose pobreza y desigualdad. A mayor tecnificación y modernización focalizada del aparato productivo, mayor el número de desocupados.

Luego el insistir en conjugar modernización, productividad y competividad con políticas públicas asistencialistas, en las actuales condiciones del país ya es no sólo contradictorio sino verdadero nudo gordiano al que no se le encuentra la punta del mecate en el modelo económico y social dominante. O se corrige y cambia de modelo ó la economía nacional se verá en serios aprietos en el mediano plazo, arrastrando consigo en su caida al país entero.

Hablar de esta situación en Veracruz no tiene sentido. La realidad habla por sí misma, mostrando serias fracturas estructurales en una sociedad que privilegia la política electoral a políticas públicas medianamente racionales. Oídos sordos a las campanadas de alerta de la crisis global, es la constante en una entidad federativa que se gobierna sin receta. Lo que se puede decir sin temor a equivocarse, es que más temprano que tarde el bolsillo hablará por varios cientos de miles, si no es que millones de veracruzanos. Entonces, posiblemente, nuestra aldeana y ramplona clase política se tome el trabajo de escuchar.

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One Comment

  1. Sobre el tema que es por demás acertado, solo me queda por decir que el fenómeno que se define no es propiedad del pueblo veracruzano ni siquiera del pueblo mexicano, corresponde a un fenómeno de America Latina y en el caso de Colombia, se eleva a niveles insostenibles, donde la concentración de la riqueza parece no tener límites, la voracidad de algunos especialemnte de las instituciones financieras no tiene parangón, las leyes que timidamente se aprueban no son acatadas, con el beneplacito de quienes supuestaente ejercen control sobre ellas y de quienes juzgan la relaciones contractuales entre los más débiles, los que tienen que recurrir al prestamo y de quienes lo otorgan pero bajo condiciones que en ocasiones hacen impagable tal crédito, despojando así a multitud de familias que no tienen más remedio que engrosar los cinturones de miseria que ya amenazan con estrangular las ciudades en torno a las que se forman. ¿Que hacer entonces? Es una respuesta que deben dar nuestros representantes en el poder legislativo para proteger a quienes los eligieron y de los que estando encargados de impartir justicia respondan. No más justicia de espectáculo, se requiere de verdaderos conocedores de la ley, se dice que la ignorancia de la ley no sirve de excusa, pero al parecer solo aplica para los ciudadanos de a píe, pues la balaza de la justicia se inclina por el peso del poder económico. Esto realmente no proporciona el mejoramiento social de un pais, por el contrario genera más desplzamiento, pues este no solo es generado por el conflicto armado también por la perdida de las viviendas de colombianos que a diario deben ser protagonistas del bochornozo espectáculo de ser lanzados de sus viviendas que en la mayoría de los casos yan pagado con creces. Por ello el problema de Mexico me duele pero más aún cuando tenemos que compartirlo.

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