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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En la antesala de las definiciones político electorales para las elecciones del 2018, en las que por cierto el grueso de la ciudadanía no toca baranda, tanto un PRI desdibujado como el frente integrado por el PAN y una pseudo izquierda venida a menos, patéticamente pretenden trascender arando en el desierto.

Ignorando lo mismo una realidad nacional agobiante inmersa en un contexto internacional adverso, que una percepción generalizada de hombres y mujeres comunes de una más que evidente necesidad de cambio en su vida económica y social, anteponen intereses coyunturales partidistas a respuestas congruentes a los grandes problemas estructurales de la nación, sin encontrar eco entre una ciudadanía que se debate entre la incertidumbre, la inseguridad, el desempleo y la pérdida de expectativas de progreso.

El gastado y manido discurso, rescoldo de un pasado ominoso, no permea más allá de los estrechos círculos de la llamada clase política y sus adláteres vinculados al clásico salpique de beneficios y prebendas que consigo acarrea el clima de corrupción dominante. Propósitos y objetivos ofertados, reflejando un más de lo mismo, cambiando para seguir igual, caen en el vacío social.

El PRI, sin rumbo, brújula y timonel, fiel a la consigna de un presidente de la república sin respaldo de las mayorías, pretende convencer de la bondad de un proceso de continuidad de políticas públicas derivadas de las llamadas reformas estructurales, fiasco empobrecedor de la actual administración; a la par que respalda la profundización de desigualdad, exclusión y entrega de soberanía.

En tanto que el frente opositor, perdido entre sus propias contradicciones coyunturales de intereses partidistas aparentemente disímbolos, no encuentra fórmula idónea de conciliación entre un PAN cada vez más a la derecha del espectro político nacional y una pseudo izquierda que, apostándole a una transversalidad ayuna de sustento ideológico y programático, se muestra incapaz de resistir a ser relegada a simple comparsa.

Ambas fuerzas político-electorales, sembrando semilla en tierra infértil. Ni una ni otra generan empatía entre las mayorías, dejándole libre el campo a Morena que, sin ser necesariamente de izquierda, enarbolando banderas de un tibio reformismo avanza como bola de nieve capitalizando descontento y hartazgo ciudadano.

Hojas que se lleva el viento

En el variopinto juego de las adivinanzas, orientado más a descubrirle el rostro al “tapado” que a dilucidar las bondades programáticas ofertadas por partidos y coaliciones que habrán de postular al sucesor de Peña Nieto, no se está tomando en cuenta la encrucijada a que, a mi juicio, se está enfrentando el titular de la administración pública federal: o la balanza se inclina por la continuidad y profundización de las llamadas reformas estructurales con un candidato idóneo neoliberal y tecnocrata, o rescata al PRI de su debacle con un candidato de amplio espectro surgido de la política política tradicional.

No se necesita ser Nostradamus para apreciar por donde viene la jugada, cuando Peña Nieto afirma que el candidato del tricolor no necesariamente será el más aplaudido, cuando en el inicio del proceso electoral del 2018 quienes menos aplausos y aceptación reciben de la ciudadanía son precisamente los tecnócratas encabezados por los secretarios de relaciones exteriores y de hacienda que, sin miramiento alguno, le recetan al pueblo políticas públicas que lo mismo agudizan desigualdad y pobreza que malestar, descontento y hartazgo.

Las llamadas reformas estructurales van, y ese el propósito último en el que coinciden los signantes del famoso “pacto por México”, oponiéndose a toda costa a una salida “populista” como la ofertada por Andrés Manuel López Obrador.

Encrucijada en la que habría que ubicar la decisión presidencial respecto a a la sucesión del minigobernador de dos años en Veracruz.

Cd. Caucel, Yuc., noviembre 23 de 2017

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Los que saben del asunto de la guerra dicen que lo trascendente en toda conflagración bélica no es el ganar o perder una batalla sino ganar la guerra. Y si como dicen los conocedores del paño, “la guerra es la política por otros medios”, bien podría establecerse como válido que en la política electoral es quien gana la guerra y no una batalla el que a la larga se hace merecedor al triunfo.

Bajo esta lógica, y atendiendo que el pasado domingo se diera inicio formalmente a la carrera electoral que desembocará en las urnas el 4 de junio próximo con la elección de alcaldes en los 212 municipios veracruzanos, cabe considerar que el PAN-PRD y MORENA, los dos grandes contendientes a enfrentarse con relativo éxito, se encontrarán en la tesitura de ganar o perder una batalla en el largo camino de ganar la guerra.

Por ahora y en lo que toca a la vida política postduartista de la entidad, la alianza PRD superó a Morena ganando la batalla por la gubernatura de dos años, más no la guerra; debiendo refrendar su triunfo parcial en la batalla por las alcaldías veracruzanas como prolegómeno para la gran batalla del 2018.

Por su parte, MORENA estará en la obligación de ganar la batalla parcial en el presente proceso electoral si quiere aspirar al triunfo de la guerra en el 2018, alzándose con la gubernatura local y la presidencia de la república.

Siempre bajo este orden de ideas, habría que considerar si alguno de los dos grandes contendientes tiene conciencia plena del con que armas cuenta no para ganar batallas, sino de manera relevante para ganar la guerra no a nivel nacional que es otro cantar, sino en territorio veracruzano.

Y es que bajo mi punto de vista personal, bajo esta óptica habría que analizar los pros y contras en el abanico de posibilidades reales de ganar la contienda, más que en los actores que de manera destacada circunstancialmente en ella participan.

Para empezar, habría que partir de si ambas fuerzas electorales tienen en mente ganar la guerra o sólo contiendas parciales; no por la intencionalidad que en eso no hay duda, ambas aspiran a la sucesión del enterrador del PRI en la presidencia de México, pero los buenos deseos no bastan, se requiere algo más que buenas intenciones y es aquí en donde a mi juicio la alianza PAN-PRD en Veracruz está en desventaja frente a MORENA.

A la cabeza de dicho contubernio sui generis de intereses locales en el que el sol azteca va sobre la espalda del blanquiazul, se ubica al actual mini gobernador Yunes Linares, cuya visión de mediano y largo plazo es prácticamente nula al estar obsesionado más en atacar fantasmas del pasado que en gobernar con visión de futuro.

Al frente de las huestes azul-negro amarillas, no tiene nada que ofrecer a una sociedad ávida de cambios que positivamente pongan al alcance de los electores mejores condiciones de vida material, política y social. No existe, cuando menos en el discurso, un proyecto-programa de acción que apunte al mediano y largo plazo; el quehacer político se reduce a una coyuntura inmediatista en el que el objetivo último es borrar del mapa a las corrientes fidelistas y duartistas enquistadas en la administración pública estatal y municipal. Ya mañana Dios dirá.

Por el contrario, MORENA –siempre a la luz del discurso- tiene más claro que el objetivo último es ganar la guerra y no solamente batallas aisladas; ofertando al electorado lo mismo hipotéticas respuestas a la coyuntura que se vive en Veracruz que expectativas, más o menos viables de florecer, plasmadas en un nuevo proyecto de nación enmarcado por un escenario internacional fuente permanente de incertidumbre, descontento y hartazgo ciudadano; vinculando el sentir popular frente a un gobierno local transitorio, “zombi” con poco dinero en efectivo y mucha deuda e incapaz de auspiciar crecimiento y desarrollo, con el pésimo gobierno priísta de Peña Nieto que lastima lo mismo inteligencia que el bolsillo de las mayorías.

Líneas arriba insisto en que mi apreciación se sustenta en el discurso-mensaje político electoral. Los hechos concretos están aún por verse en el marco de la terca realidad, toda vez que depende en mucho el que MORENA sepa capitalizar a su favor la batalla del 2017, aglutinando a la mayoría electoral en torno a democracia e inclusión en su base militante y corriente de simpatizantes para convencer a los indecisos; implicando esto el mayor esfuerzo por seleccionar a los mejores candidatos con amplia aceptación a las gubernaturas edilicias. Y aquí es donde, a mi juicio, la marrana tuerce el rabo, cuando el discurso no se hace acompañar por una praxis congruente y consecuente menospreciando a las bases y pragmáticamente recurriendo a prácticas antidemocráticas y antipopulares presuntamente superadas, dejando en manos de Andrés Manuel López Obrador la última palabra, cuando es evidente que este desconoce antecedentes, probada militancia y nivel de compromiso para con el partido y ciudadanía de la mayoría de los que -dejándose llevar por lo que la dirigencia estatal recomienda-,  con su dedo señale como precandidatos y candidatos en su momento a contender por las alcaldías.

En las filas de MORENA ni están todos los que son ni son todos los que están, dejando abierta la puerta de acceso a oportunistas de toda laya como le consta a los veracruzanos, y en ello debe poner atención tanto el líder moral del partido-movimiento como la dirigencia nacional, evitando lastimar a una militancia auténtica que a brazo partido se ha rajado el cuero acompañando a López Obrador en la lucha por la soberanía nacional y defensa del petróleo desde el 2006.

Mostrar el músculo, evidenciando la fortaleza de MORENA frente a la alianza PAN-PRD como gobierno local,  como se observara el pasado domingo en la capital veracruzana, no basta si el objetivo último es ganar la guerra. Por si no lo sabe Andrés Manuel, un buen de veracruzanos ya aprendió a leer entre líneas; cansados y agotados están de más de lo mismo y este malestar se inicia y concreta a partir de los gobiernos municipales.

Ganar una batalla a cualquier precio puede significar el perder la guerra.

Hojas que se lleva el viento

En plena incertidumbre y a goteo las arcas públicas en materia de convenios de comunicación y propaganda, la mayoría de la prensa veracruzana añorando el pasado da palos de ciego en torno a la vida política de la entidad; aspirando entre sueños al retorno a un pasado que Yunes Linares pretende sepultar. Solo así se explica que el cada vez más estrecho círculo priísta siga figurando de manera relevante en notas de prensa y columnas políticas, dándole más importancia que la que en la realidad tiene o pretende tener. Situación inercial que habrá de reflejarse durante el Foro “Medios de comunicación, comunicadores, libertad de expresión y derecho a la información”, que se realizará los días 13 y 14 de febrero en las instalaciones del Congreso del Estado y convocado por Instituciones de educación superior, públicas y privadas de la entidad.

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Si el gobernador veracruzano Miguel Ángel Yunes Linares no alcanzó su propósito de “cimbrar a México”, Andrés Manuel lo logró con creces con tres magnas concentraciones en Michoacán, Estado de México y Veracruz en las que se ratificara el “Acuerdo político de unidad por la prosperidad del pueblo y el renacimiento de México”. Confirmándose la amplia ventaja del tabasqueño rumbo al 2018 y un PRI que se desdibuja en el escenario nacional.

Y a propósito de Don Miguel Ángel, ni la burla perdona al afirmar que la prioridad de su administración es “Combatir la pobreza y el rezago social… por lo que se mejorará la calidad de vida de un millón de familias en materia de alimentación, salud, vivienda, educación y bienestar”. Ni dinero ni tiempo, tampoco claridad respecto a lo que en Veracruz representa pobreza y desigualdad, pero sí tremendismo mediático de un triunfalismo sin sustento. Javier Duarte al inicio de su mandato afirmó lo mismo, sólo que con mayor modestia, pues sólo se comprometió a reducir la pobreza en un 50%.

Xalapa, Ver., febrero 8 de 2017

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce
Esto no se acaba hasta que se acaba, suele afirmarse en las confrontaciones deportivas. Bueno, también el sentido común en el imaginario colectivo tiene aplicación en la vida política de un Estado-nación como México o en una entidad federativa y, para el caso de la veracruzana, nunca como hoy día cobra plena vigencia., el gobierno de Javier Duarte cae dentro de esta tesitura: El silbato de la indignación y hartazgo social dio término al encuentro. ¡Esto ya se acabó! Y a otra cosa mariposa.

Por donde se le quiera ver, sectorial o regionalmente, el sexenio en curso llegó anticipadamente a su fin. Agotado hasta sus últimas consecuencias, la pérdida de autoridad moral, política, financiera, económica, y social, así como ineptitud evidente, rebasó toda expectativa de credibilidad y confianza en un gobierno a todas luces fallido.

Nada que justifique el optimismo obligado de un Flavino Ríos, secretario de gobierno, se contempla para lo que falta en el 2015 y el sexto y último año de mandato constitucional de Javier Duarte “Aún hay tiempo”, para enderezar la nave, afirmara el funcionario público y político sureño, ante un nutrido grupo de propietarios de medios de comunicación, columnistas y algunos reporteros.

Mucho menos el optimismo de algunos sectores veracruzanos de clase media, que imbuidos más por el interés coyuntural que por honesta convicción, aún confían, primero, que el gobierno duartista pague lo que debe y, en segundo término, el cifrar esperanzas en torno a una posibilidad real de que la administración pública estatal les resarza el status económico y social perdido.

Y aún hay más, el optimismo sin sustento de los ingenuos que consideran que con abundancia de críticos y manidos señalamientos y denuncias mediáticas, corrupción impune cederá el paso a la justicia enjuiciando y encarcelando a los responsables de saqueo y desastre.

Lo perdido, perdido está, no hay vuelta de hoja. Así se colmen las cárceles de servidores públicos saqueadores, los miles de millones de pesos “extraviados”, no regresarán a las arcas públicas ni el aparato productivo se resarcirá de las pérdidas y, mucho menos, los veracruzanos mejorarán en sus condiciones de vida. Más de 10 años de saqueo inmisericorde, malos gobiernos y un aparato productivo dejado a su suerte, pesan y pesan mucho en un proceso casi irreversible de deterioro de un tejido social puesto a mansalva entre la espada y la pared.

No hay nada positivo que en lo que resta del sexenio duartista pudiera esperarse. Haciendo agua por doquier, ya se acabó.

Lo que sigue es el rescate de un Veracruz en ruinas y éste, si es que existe la disposición de afrontarlo con seriedad, Cabría entonces pensar, no sin cierto escepticismo, que en el mini gobierno de dos años, cuando menos se sienten las bases para recuperar si no las pérdidas, cuando menos el rumbo perdido. Lo cual, a mi también ya desgastado juicio y como dicen en mi pueblo, no es enchílame otra.

El contexto.

Y no es enchílame otra porque a su vez Veracruz está inserto en una realidad nacional en la que el modelo económico, social y político neoliberal que impulsa el Sr. Peña, más que como aspiración impuesta a un nuevo orden de cosas en el que las leyes del mercado se impongan por sobre la fuerza del Estado presuntamente en beneficio del bien común, se reduce a más saqueo, más corrupción y más impunidad.

Si la reforma energética, estimaran los tecnócratas aprendices de brujo -intereses norteamericanos aparte-, abriría el camino para la consolidación del modelo neoliberal, la realidad inercial del saqueo como paradigma de Estado, impone otra cosa: el obsequio de los recursos estratégicos de México al capital privado, doméstico e internacional; ampliando las oportunidades de corrupción, impunidad, enriquecimiento y acumulación individual para unos cuantos connacionales en detrimento de millones de mexicanos ahora sumidos en desigualdad, pobreza y pobreza extrema.

El mal es nacional y no es menor y en ello va implícito el agotamiento de un régimen político vigente, sin legitimidad democrática, credibilidad y confianza. Expresándose lo mismo en el desastre multidimensional veracruzano, que en una iniciativa privada sin iniciativa que, en la entidad, marcha sin visión de futuro a la zaga de una clase política aldeana ineficiente y corrupta.

Bajo este esquema imperante como contexto, nada que ofrecer a los veracruzanos para un auténtico rescate. Desigualdad, pobreza y miseria extrema, es lo que se aprecia en el horizonte inmediato y, en este panorama, miente todo aquel político que con aspiración a gobernar a la entidad, afirme con desparpajo que va a sacar al buey de la barranca.

Ni honestidad, ni preparación y capacidad que valga, parece suficiente para que un gobernador de dos años revierta la tendencia dominante. Con mayor razón, si no se está dispuesto a enfrentar al toro por los cuernos aceptando tanto la realidad real dominante como la ingente necesidad de reconstruir el aparato administrativo gubernamental y crear condiciones para una reordenación y reconversión del aparato productivo estatal, hoy por hoy obsoleto y agotado, al que irían aparejadas políticas públicas incluyentes de generación de empleos remunerativos, fortalecimiento del mercado interno y un auténtico combate desde sus causas últimas a desigualdad y pobreza. Lo cual no se vislumbra en un discurso que elude reconocer que por sobre la racionalidad económica y social que se pretende alcanzar con el proyecto de país del peñismo, objetivamente se impone la cultura del saqueo y la simulación como paradigma de Estado.

Así que ni para donde hacerse. Dejar hacer, dejar pasar; más de lo mismo hasta donde el cuerpo social aguante, para una sociedad que, a su vez, elude el compromiso de poner un alto a la corrupción impune. La dinámica de la inercia marcada por el interés coyuntural individual de sobrevivencia, opone una muralla de complicidad a la búsqueda del bien común.

Lo único que queda para quien quiera asumir que hay otras alternativas, es la resistencia del nosotros ante el avasallamiento del yo sistémico… O poner en silencio la otra mejilla.

Hojas que se lleva el viento

Mecánicamente se piensa que con la llegada de Manlio Fabio Beltrones a la presidencia del CEN del PRI, está asegurada la candidatura del senador Héctor Yunes Landa a la minigubernatura de Veracruz. Sin siquiera percibir que lo que en estos momentos cuenta no es el padrinazgo político sino la necesidad de un régimen en crisis de frenar su propia debacle. El país conducido por un grupo de tecnócratas neoliberales vinculado a intereses capitalistas creados, internos y externos, se le escurre entre las manos a un Sr. Peña Nieto que no ha contado con el necesario respaldo del partido gobernante, y que de hecho acepta el propio Beltrones al afirmar que la sana distancia entre el partido y el presidente no ha funcionado.

Y así es en efecto, el PRI no ha sido funcionalmente útil en la tarea de administrar el conflicto resultante de la confrontación de propósitos neoliberales modernizantes con una dinámica inercial del peso histórico de una sociedad liberal, construida con parches socializantes fruto de la Revolución Mexicana. De ahí que para solventar el déficit de control, confianza y credibilidad, el peñismo para sobrevivir tenga que recurrir a lo más rancio del priísmo salinista, “la vieja guardia de la mafia institucional”.

“Seré un presidente cercano al presidente”, afirma Manlio Fabio, interpretando esa necesidad del peñismo y, eso, como mensaje a quien quiera ponerse el saco en Veracruz, es jerarquizar como prioridad a una política política que sirva tanto a la necesidad de fortalecer al deteriorado gobierno peñista en la coyuntura, como el construir un valladar estratégico que con eficacia se oponga en el 2018 a la “amenaza populista” de López Obrador para asegurar la continuidad del proyecto de modelo de país en curso. A esta necesidad se deberá la designación del candidato priísta idoneo y no al compromiso amical entre compadres.

Necesidad a la que, por cierto, deberá poner atención una izquierda responsable para adecuarse a los nuevos tiempos.

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Y para que no haya duda de que la impunidad en México no tiene retorno, el INE declara que violar la ley no es suficiente para privar de su registro al partido verde, poniendo en evidencia la existencia de un estado de derecho a modo y conveniencia del presidente en turno. La ley de Herodes es la constante.

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Con el número 312 fechado el 12 de agosto del año en curso, el Semanario Pulso Crítico cumplirá 6 años ininterrumpidos incursionando en la Red de Redes. Fruto de un esfuerzo periodístico alternativo y ciudadano de quien esto escribe, ha dejado constancia de que si se puede cuando se quiere en el ejercicio de la libertad de expresión, decir sin ataduras y en el filo de la navaja lo que se piensa, gracias a los amplios canales de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación puestos al alcance de todos. En estos días aciagos el riesgo es alto pero vale la pena intentarlo, peor sería para un ciudadano de a pie, el cargar con el silencio cómplice que doblega y atenta contra la libertad de la palabra.

Xalapa, Ver., 9 de agosto de 2015.

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J. Enrique Olivera Arce

Se escuchó hasta el cansancio la frase acuñada por Calderón Hinojosa: “López Obrador es un peligro para México”,  y de ello derivó el rechazo de amplios sectores de clase media a las aspiraciones del político tabasqueño de alcanzar la primera magistratura del país en la elección presidencial del 2012. La izquierda se equivocó con la postulación de López Obrador, si se hubiera inclinado a favor de Marcelo Ebrard, demócrata sensato y bien portado, Peña Nieto no se levanta con la presidencia, se dijo en su momento.

Hoy esa misma clase media ramplona se desgarra las vestiduras ante los excesos de corrupción en la administración calderonista, que demuestran que el  verdadero enemigo residía en Los Pinos.

Seis años antes, esa misma clase media votó en contra de Andrés Manuel convencida de que nada bueno podía esperarse de un candidato que viendo moros con tranchete, resumía toda su propaganda electoral denunciando a las mafias que, desde los poderes formal y fáctico, saqueaban a la nación. Dos frases del tabasqueño fueron suficientes para concretar el rechazo: “Al diablo con sus instituciones” y,  “Ya cállate chachalaca” en referencia a los constantes y estúpidos exabruptos del presidente Vicente Fox,  abriéndole el camino a Felipe Calderón.

Hoy día, esas mismas clases medias, empobrecidas, frustradas en sus intentos de movilidad social y ascenso económico, son las primeras en reconocer y aceptar que López Obrador tenía razón al calificar en lenguaje llano como “chachalaca”,  a un presidente que aún ahora en su carácter de ex, no controla ni la  lengua ni a su familia. Así como acepta y lo expresa de diversas formas, en privado o en la calle, que las corruptelas que no cesan, o las  políticas públicas aprobadas y puestas en práctica por el poder formal respondiendo a los dictados e intereses mafiosos del poder fáctico,  tienen al país en un brete.

 Así como se reconoce en amplios sectores de la clase media,  que en el actual estado de cosas las instituciones republicanas se corresponden con un pacto social que para México resulta ya anacrónico y obsoleto. “Al diablo con sus instituciones”, es un sentir cada vez más generalizado entre esas clases medias que le abrieran la puerta a una trunca transición política que hoy de manera casi explícita, nos lleva a un nefasto bipartidismo bajo la conducción de un PRI que, con Peña Nieto como presidente,  retoma del viejo régimen y recicla  centralismo, autoritarismo y simulación.

Siendo evidente en la sociedad de un México plural que ya no es la del 2006 o 2012, el rechazo a partidos políticos,  organismos electorales, de defensa de los derechos humanos, de trasparencia y acceso a la información, de seguridad, procuración y administración de justicia, de asistencialismo social, entre otras instituciones del Estado,  y ni que decir, de las municipales, hacendarias y de promoción económica tiende a polarizar a la sociedad. Ausencia de credibilidad y confianza en las instituciones republicanas, es la constante.

Estado de derecho, instituciones públicas  y conducción política, han dejado de ser referentes del pacto social que históricamente nos diera identidad, pertenencia, cohesión y unidad como Estado independiente y soberano. El México de hoy, como en su momento afirmara Andrés Manuel López Obrador, requiere de un nuevo pacto entre los mexicanos que responda a las necesidades de nuestro tiempo; no basta con reformas presuntamente estructurales ni mucho menos con una reforma política ajena al sentir y necesidades de participación ciudadana, cuyo único beneficiario es una parasitaria partidocracia. El país exige un cambio verdadero desde abajo, democratizando la vida de la nación.

Vueltas que da la vida, a 12 años de distancia, el “al diablo con sus instituciones” y el “ya cállate chachalaca”, con un “¡Ya Basta!”  Y,  “que se vayan todos”, refrendan su valia,  dándoles plena vigencia en un México que día con día cambia para seguir igual.

Hojas que se lleva el viento

Definitivamente la humildad no es virtud en la administración pública veracruzana. No se quiere aceptar que en una cajetilla para 20 cigarrillos no caben 500 ni haciéndolos talco. Ni con toda la infraestructura hotelera y restaurantera con que cuenta la entidad, es posible en la conurbación Veracruz-Boca del Río, alojar y dar de comer  a 2 millones de visitantes durante los tres días que dura el carnaval jarocho. Euforia y triunfalismo sin sustento continúan siendo la tónica en una administración pública estatal que gobierna con anuncios de ocasión.

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No se quiere aceptar que lo primero es lo primero. En el orden de prioridades de la agenda veracruzana los medios de comunicación ya impusieron el tema de la sucesión por sobre la búsqueda de soluciones a problemas ingentes de la población. O no quieren al Sr. Dr. Duarte de Ochoa y ya les urge que se vaya, o bien, toman parte en la construcción de una cortina de humo que desvíe la atención de los veracruzanos para minimizar denuncia, protesta y reclamo social que sube de tono. Y en este escenario, la consigna parece ser la de confrontar y desgastar en el camino a los dos senadores priístas y el solitario  del PAN que aspiran a la gubernatura. Xalapa, Ver., Marzo 1 de 2014.

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J. Enrique Olivera Arce

Es preciso revertir una peligrosa tendencia que se sintetiza en una consigna rayana en el suicidio: “al enemigo no se lo estudia sino que se lo combate.” Atilio A. Boron

Los tragos decembrinos no son buenos consejeros cuando de satisfacer el ego y alimentar el morbo de lo más atrasado de los lectores se trata. Sólo así se explica el que un renombrado periodista veracruzano afirmara sin más que “cualquier pendejo es presidente”, haciendo referencia a la elección y presuntas reformas estructurales del Sr. Peña Nieto.

Ligereza e irresponsabilidad cuando cualquier papanatas se asume periodista, porque si de algo carece el presidente de México es del atributo que el culto tundeteclas le atribuye.

Una cosa es estar en desacuerdo con su entreguista estrategia y desempeño neoliberal y otra, muy distinta, el considerar que esté actuando por ignorancia y  sin conocimiento de causa en asuntos de la mayor trascendencia para el presente y futuro de México.

Atribuirle debilidad mental  al presidente es ignorancia supina de quien cuelga la etiqueta; el Sr. Peña desde su toma de posesión hizo suyos los tiempos, jugó en abierto sus cartas, incorporó al PAN y a la izquierda electoral al llamado pacto por México, haciéndoles partícipes de la traición a México; propició una amplia difusión de sus pretensiones privatizadoras, dando lugar de facto a un amplio debate público al que no faltó lo más lúcido de la academia,  sin ceder en lo más mínimo en su propósito imponiéndose a la crítica y a la protesta popular.

Por la vía del fast track, contando con la complicidad de senadores y diputados, salió avante con sus presuntas reformas estructurales. Aprobadas estas por el Congreso de la Unión y ya promulgadas, nos guste o no, son de observancia general.

Los resultados son los que cuentan y, aunque a mi juicio pírrico e ilegitimo, no se le puede escatimar al Sr. Peña un triunfo fruto de alguien que sabe como mover el abanico en un sistema político decadente y antidemocrático que responde a intereses ajenos a los más caros de la Nación.

De paso, alineó a la mayoría de los gobernadores en su propósito de restauración del viejo régimen presidencialista, recuperando para el centro el control de las entidades federativas en manos de cuasi virreyes.

Y por si fuera poco, eliminó al PRD como expresión opositora en el Congreso de la Unión jugándole el dedo en la boca; poniéndole la zanahoria por delante, en éste se apoyó para dar paso a un nefasto bipartidismo de ultraderecha que está llegando para quedarse.

Y aún hay más.

Así las cosas, el Sr. Peña no es ningún “pendejo”. Que no nos guste el modo es otra cosa. Que el pueblo de México perdido en la indiferencia y en el “buen fin” previo al canto de los villancicos navideños, haya optado por dejar hacer, dejar pasar, descansando en lo que bien a bien pudiera hacer el oportunista y acomodaticio PRD en contra de la aprobación de las reformas, es diferente.

Como otra cosa también es el hecho de que las clases medias empobrecidas y sin conciencia plena de su situación y expectativas económicas y sociales, en su momento le dieran la espalda a López Obrador y su movimiento en contra de la privatización de la industria petrolera nacional.

Hoy, a toro pasado, se reacciona mal y  tardíamente. Frente al autoritarismo de una nueva manifestación del presidencialismo centralista, ante hechos consumados gritos y sombrerazos y,  peor aún, expresiones soeces fruto de incomprensión e impotencia cuando lo que cabe es la reflexión y autocrítica constructiva por aquello que como mexicanos no hemos sabido o no hemos querido defender.

Ofender al hombre sin referencia al sistema que contextualiza el ejercicio del poder, o es ignorancia o pedestre mala fe. Ubicar los propósitos privatizadores como debilidad mental de un presidente y no como objetivos sistémicos neoliberales de ajuste global, es ignorar la realidad del mundo y el papel que a México históricamente le asignan poderosos intereses de nuestro vecino del norte.

El ofendido es presidente de la República, el que ofende es cuenta cuentos pueblerino, he ahí la pequeña diferencia.

Paradójico, quien acusa al gobernador de Veracruz de restringir la libertad de expresión, cae en el más corriente libertinaje en el ejercicio de la libertad que dice vulnerada. Ayuno de ideas arremete contra molinos de viento, haciendo de la crítica vulgar parodia de un aldeano tundeteclas que así mismo se cuelga del pescuezo la etiqueta: “Cualquier pendejo es periodista”.- Cd. Caucel, Yucatán, diciembre 30 de 2013.

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J. Enrique Olivera Arce

México es un país de leyes. Son tantas, tan variadas, unas absurdas otras contradictorias que entre ellas, como dicta la conseja popular, el que no cae resbala…En ellas descansa nuestro surrealista e inverosímil  Estado de derecho…

Confundidos, entre otear el futuro y renovarse ó  retornar al  pasado maniqueo, los priístas se pierden entre sus propias contradicciones mientras el país se les escurre entre las manos.

Ya nada será igual para el PRI

 La historia no se repite, nadie se baña dos veces en el mismo río y, sin embargo, insisten en tropezarse con la misma piedra con el manido pretexto de modernizar al país.

Con Peña Nieto a la cabeza, tras un pírrico triunfo en la elección presidencial del  2012 y no obstante que los resultados de esta se fueran a tercios, confiaron en una tersa restauración del presidencialismo de antaño. Ignoraron la composición real de las fuerzas políticas y el clima de descontento y hartazgo de importantes segmentos de la sociedad mexicana que, en la alternancia, heredaban de dos sexenios panistas. Así como minimizaron un movimiento social convergente que diera a López Obrador más de 16 millones de votos.

Les fallaron los cálculos. México ya no es el que pensaran tanto en el diseño de la campaña presidencial de Peña Nieto como en la de arranque del sexenio.

 Peña Nieto hoy

 Los mexicanos de hoy no le dieron vuelta a la página para iniciarse confiados en nuevas lecturas de la realidad bajo la restauración del viejo régimen priísta por sus epígonos.

Antes al contrario, reafirmando tanto su percepción subjetiva como objetivamente viviendo en carne propia las condiciones de deterioro del país en todos los órdenes de la vida nacional, con resistente suspicacia antes que borrón y cuenta nueva el mexicano de hoy asume que la alternancia no enriquece por si democracia política y bienestar social. Dicen que la burra no era arisca…

En los inicios de la actual administración a cargo del Sr. Peña, quien estas líneas escribe señalaba la valía y plena vigencia de la conseja popular que nos dice: “Más vale paso que dure que trote que canse…”, en referencia a un ímpetu desbocado por diferenciarse de la administración calderonista, sin atender a la realidad real de un México que al margen del gobierno se construye y reconstruye día a día.

 El arrancar el sexenio queriéndose comer todo el pastel de un solo bocado, trae hoy a cuento lo que para muchos representa el fracaso del primer año de gobierno del Sr. Peña. Mucho ruido y pocas nueces sin resultados dignos de apuntarse como materialización de promesas de campaña.

 Peña Nieto y las mayorías

 Sustentado en un falso diagnóstico, se consideró que con tener bajo control a las dirigencias del PAN y el PRD a través de un acuerdo cupular mal llamado “Pacto por México”, con ello en automático cooptarían a las militancias opositoras para respaldar mayoritariamente tanto la legitimización del Sr. Peña como al ramillete de reformas presuntamente estructurales que, a su particular modo de ver las cosas, se requieren para encarrilar al país por el camino de la modernización, abundancia y el bienestar.

Fallaron los cálculos. La militancia de los tres principales partidos en que se sustenta el régimen político, no ha respondido de manera homogénea y consensuada a lo pactado por sus dirigencias con el presidente Peña; tampoco ha quedado demostrado fehacientemente que sumadas,  constituyan la mayoría de las fuerzas políticas que se requiere para legitimar el mandato del Sr. Peña y avalar sus reformas empobrecedoras y privatizadoras.

Más de dos tercios de la población en edad de votar, se mueven por la libre, aceptando, cuestionando o rechazando; no se sienten incluidos en los acuerdos cupulares del llamado “Pacto por México” y el control de este segmento mayoritario de la sociedad no está a cargo de los partidos políticos. En ello reside la debilidad del intento de restauración del viejo régimen y sus afanes por conducir al país por la vía del autoritarismo gatopardista.

Hoy a nueve meses de distancia de haber tomado las riendas de la administración pública, el Sr. Peña ni ha obtenido la legitimización por parte de sus gobernados ni mucho menos, el aval mayoritario a sus reformas.

Aplaudido por unos y denostado por otros, el único logro a la vista es la continuidad de la polarización social y política en un clima de incertidumbre, descontento y hartazgo. Cuestionándose lo mismo desde la confusa y fragmentada izquierda que en los bastiones empresariales de derecha, a un régimen que no está cumpliéndole a las mayorías.

 Democracia representativa y división de poderes en duda

 La unidad consensuada en torno a una visión presuntamente modernizadora a la que aspiran Peña Nieto, su partido y los poderes fácticos, queda en el tintero mientras la  división entre los mexicanos se agudiza en un escenario económico adverso y socialmente deteriorado que auspicia mayor desigualdad, pobreza y exclusión.

Que mejor prueba de que se viene arando en el desierto, que frente al rechazo popular el Primer Informe de Gobierno del presidente Peña se entregue al Congreso de la Unión por la puerta de atrás del el recinto de la Cámara de Diputados, convertido este de facto en bunker blindado con cercos metálicos y bajo la custodia de la fuerza pública al que el mexicano de a pie no tiene acceso. Nada mejor para ilustrar el divorcio entre un régimen caduco y un pueblo que no es escuchado.

Y ahí, en el rincón del bunker, el mismo día por la noche, se fraguaba la traición a México. Bajo el asedio de unos cuantos miles de profesores, al amparo de la Bandera Nacional  los diputados protagonizaban  un ignominioso y vergonzoso espectáculo seguido paso a paso por las cámaras del Canal del Congreso; unos aprobando por consigna y mayoriteo sin mayor análisis y discusión y otros simulando férrea oposición, para en el pleno entre eufóricos alaridos y de espaldas a la Nación, aprobar una ley más de las muchas con las que en el papel, solo en el papel, se soporta al Estado de Derecho, la inconsulta ley general de profesionalización docente.

Más allá de lo que en sí representa esta ley secundaria para la educación y para el magisterio y sus derechos constitucionales, más allá de su aceptación o rechazo, lo que queda en evidencia para la historia es la confirmación cínica, premeditada y servil, de una tácita renuncia a la democracia representativa en México, por parte de quienes el pueblo eligiera como sus representantes.

Con toda propiedad y certeza, el diario La Jornada en su edición del lunes 2 de los corrientes, destaca en primera plana tan vergonzoso sainete con el titular: “El pacto por México aplasta al Congreso”. El acuerdo cupular, ilegítimo y antidemocrático colocado por encima de la soberanía en que se sustenta la democracia representativa.

Peña Nieto y su partido se anotan un triunfo pírrico más; el vergonzante ensayo para lo que viene con la iniciativa de reforma energética les es exitoso. Para el señor Peña ha quedado  plenamente demostrado que el mayoriteo por consigna en el Congreso de la Unión, sin mayor trámite  es el camino. «Las reformas van», afirma sin el menor rubor.

En el inter, las mayorías de un pueblo ofendido aprenden la lección y se preparan por su lado para lo que sigue en un ejercicio más del juego del gato y el ratón.  

A partir del pasado lunes en su cambiante devenir México y su realidad real, es otro. Frente a la burla legislativa y la simulación plasmada en el primer informe de gobierno del Sr. Peña, la correlación real de fuerzas políticas y sociales se enriqueció en toma de conciencia. La percepción de una democracia representativa secuestrada por la partidocracia se objetiviza,  el descontento, hartazgo y rechazo disperso, toman forma coherente y organizada en el imaginario colectivo.

Lo que no entraba en los fallidos cálculos de los restauradores del viejo régimen.

Peña Nieto gana al imponer sus reformas, perdiendo de entrada su oportunidad de trascender como el gran reformador, así como la partidocracia su viabilidad como opción política para impulsar por el sendero democrático las tareas del desarrollo. Inmersos en la simulación se están quedando solos,  y en ello reside hoy la fuerza de la protesta social.

Con reformas o sin estas, con más leyes o sin estas, la democracia representativa y división de poderes, están en duda. El Congreso de la Unión se descalifica a sí mismo. Será la correlación real de las fuerzas políticas internas en México la que hablará por sí sin falsos intermediarios.- Xalapa, Ver., 3 de septiembre de 2013.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

A la cargada. Todos a una, recomienda la agachona y acrítica disciplina partidista de un viejo PRI que nunca se fue. “Lo que usted mande señor”, respuesta unánime del priísmo al llamado de Cesar Camacho Quiroz de salir a la calle a defender la iniciativa de reforma energética del presidente Peña. 

Exacerbado por los pírricos y democráticamente ilegítimos resultados de los dos últimos años, el PRI de hoy y de siempre, asume engallado desde ya  la defensa de una iniciativa cuyo contenido, fuera de la cúpula gobernante, nadie conoce.

A defender en la calle lo indefendible. Lo que la gente percibe es el propósito modernizador del PRIAN que lleva implícita la entrega de la industria petrolera y eléctrica a un capital privado voraz, doméstico y extranjero, sobre todo este último, cuyo único objetivo es quedarse con la mayor parte del pastel incluida la cereza.  ¿Podrá el dinosaurio convencer de lo contrario?

El interés nacional no cuenta, la mayoría del pueblo de México así lo percibe y resiste.

¿Acaso el PRI va a defender lo contrario?

¿Va a oponerse a los propósitos privatizadores que vulneran soberanía e independencia nacionales?

Si más allá del descaro y cinismo a ultranza, se tuviera la sana intención de respaldar un proceso de modernización empresarial, tecnológica y financieramente viable que fortaleciendo a la industria petrolera nacional redundara en beneficio de los mexicanos todos, el PRI ya hubiera sacrificado a Carlos Romero Deschamps, antes de pensar en entregar el patrimonio de todos al capital extranjero.

Y aún así, si este fuera el caso ¿Con qué autoridad moral y política un partido político contaminado hasta el tuétano de corrupción e impunidad, va a defender  la entrega del patrimonio nacional a particulares? ¿No acaso siempre se ha echo de la vista gorda ante el impune e infame saqueo de que es objeto PEMEX?  

Lo que pretende la dirigencia nacional del PRI es defender en la calle una iniciativa presidencial que bien pudiera ser cualquier otra. Lo que cuenta sin mayor análisis y compromiso con el país  es respaldar lo que el señor desde Los Pinos disponga.

La iniciativa del Sr. peña no contempla la privatización del petróleo y la electricidad; ni un tornillo de PEMEX se venderá. Es el argumento a defender en la calle. Tardía defensa, en la calle se piensa lo contrario. La soberanía nacional es primero.

Partiendo de la premisa de que lo que se acuerda en el pacto por México, es expresión del sentir mayoritario de las fuerzas políticas y no decisión cupular inconsulta, el priísmo considera tener todas las de ganar en la calle, tapándole el ojo al macho en un acto más de simulación para vía Congreso de la Unión y Legislaturas locales, cumplirle al presidente.

¿Defensa en la calle para legitimar una iniciativa que de entrada es rechazada?  ¿Desde cuando en este país las grandes decisiones se toman escuchando a la gente?

No es lo mismo ganar o arrebatar elecciones que callar a una opinión pública que de antemano descalifica al PRIAN y sus pretensiones “modernizadoras”. Una cosa es contar con una representación espuria en el Legislativo y otra, muy distinta, convencer al ciudadano medianamente informado de que la voluntad popular no está secuestrada por una partidocracia rampante en la que el PRI lleva la mano.  

“Lo que usted mande señor”. A la cargada, cartucheras al cañón quepan o no quepan, y en ese entorno ignominioso, el próspero gobernador de Veracruz, siempre a la caza de oportunidades que le permitan elevar mediáticamente su pequeñez, a la vanguardia siempre, se anota como el primero de los virreyes pueblerinos, expresando su total y absoluto respaldo a una iniciativa presidencial que no conoce. “La reforma energética del Sr. Presidente traerá empleos y desarrollo”, afirmó en el seno de la Comisión para el Desarrollo Integral de la Región Sur-Sureste de la Conferencia Nacional de Gobernadores instalada en Villahermosa, Tabasco. 

Y, de paso, celebra la desincorporación y enajenación de los activos del Complejo petroquímico “Pajaritos”, argumentando “…que la enajenación de activos del Complejo «Pajaritos» por parte de Pemex a Mexichem, con la consecuente reactivación de la planta será una acción benéfica para la región sur de Veracruz, donde se están generando muchas fuentes de empleos”. 

Defensa mediática de la iniciativa peñista con vías a convencer en una calle que no le pertenece. Javier Duarte de Ochoa, primer priísta en la entidad, habla por sí y por su partido, olvidando que gobierna para todos. La mayoría de los veracruzanos en el trabajo, en el hogar, en la escuela, saben y lo saben bien, que desmantelar a PEMEX y entregar la renta petrolera al capital privado, sólo acarreará desempleo y precariedad, así como incertidumbre en las finanzas públicas nacionales. La privatización de Telmex y la entrega de la banca al capital trasnacional, no se olvidan.  

La calle ya tiene voz propia. No está representada en el pacto cupular y mucho menos confía en lo que ahí se cocina. Vano intento del priísmo, para la gente PEMEX no se vende, se defiende.

Hojas que se lleva el viento

Debate sobre la legalización de la marihuana, distractor morboso y a modo para desviar la atención. Cortina de humo que pretende evitar que la opinión pública se concentre en lo verdaderamente trascendente para la Nación.

-ooo-

Cambios en el gabinete del Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa, irrelevantes. Más de lo mismo con los mismos. A casi tres años de distancia el gobernante no ha logrado construir un equipo propio que le auxilie en el constante darle vueltas a la noria.- Cd. Caucel, Yuc., agosto 7 de 2013.

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Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Lo deseable y socialmente sano es que se le de vuelta a la hoja a todo lo concerniente a la elección del domingo 7 en Veracruz. El PRI obtuvo su triunfo pírrico e ilegítimo y así lo registra la ciudadanía. Para el Sr. Duarte de Ochoa,  a decir de sus panegiristas, pavimentó exitosamente el camino de su sucesión conservando aplastante mayoría en el Congreso; para el presidente nacional del tricolor ganó el nuevo PRI, en tanto que para Erick Lagos, dirigente estatal, el abstencionismo no fue tal y su partido gobernará a más del 70 por ciento de los veracruzanos.

Seguirle dando vueltas a la noria es tan inútil como innecesario, palo dado ni Dios lo quita y a otra cosa mariposa, que lo que sigue es ni más ni menos, no la imposición de rector de la Universidad Veracruzana, asunto ya cocinado en la tremenda corte, sino la sucesión del gobernador de Veracruz cuyo proceso ya está, para variar, en plena marcha.

Sin embargo vale la pena detenerse en el por qué del abstencionismo, que si fue tal y de tal magnitud en las 14 entidades federativas en las que se convocara a elecciones locales que se hizo sentir cimbrando a la partiocracia, no tanto por curiosidad sociológica sino por lo que el fenómeno representa para la vida política del país como señal de alerta sobre lo que le espera a la clase gobernante de no poner sus barbas en remojo.

A lo largo de los últimos días se ha especulado mucho al respecto. Mucha tinta ha corrido calificándolo desde manifestación antisocial de apatía, abulia ó limitada inteligencia de los electores, hasta una actitud política de rechazo de una sociedad dominada por el hartazgo. Ni blanco ni negro, como en la viña del señor, hay de todo y los medios tonos también están presentes.

Pero a quien estas líneas escribe, no deja de llamar la atención la corta memoria de políticos, analistas, comentaristas y, con mayor razón de texto servidores orgánicos. A un año de distancia,  parece haber quedado en el olvido que más de 16 millones de electores inclinaron la preferencia de su voto a favor de Andrés Manuel López Obrador, postulado a la presidencia de la República por el Movimiento Progresista.

Mexicanos que frente a un descarado agandalle de un PRI tutelado por los poderes fácticos internos y externos, sintiéndose victimados y frustrados percibieran a la elección presidencial como un fraude electoral más en la larga lista de agravios a la soberanía popular.

Frustración y encono que se queda en el subconsciente de quien se sintiéndose engañado y burlado, cerradas las puertas para expresarlo con relativo éxito, espera una mejor ocasión para  venganza, desquite y castigo. Que mejor que canalizar su frustración en abierto rechazo al juego electoral y sus reglas impuestas.

¿Cuántos mexicanos que le dieran la espalda a las urnas, son parte de esos 16 millones que dieran su voto a López Obrador en 2012?

No se sabe, pero si de algo estoy seguro, es que sin haber participado oficialmente en la elección, Morena jugó a su modo y bajo sus propias reglas, haciendo sentir el polvo de aquellos lodos de los comicios fallidos del 2012.

La memoria colectiva en el imaginario popular, suele imponerse por sobre la memoria corta de los burladores, resultando estos  burlados por las clases subordinadas, como está escrito en la historia de los pueblos. Con mayor razón en la historia no escrita, la que cotidianamente construyen con sus pequeñas vivencias  individuales, de grupo o de movimientos sociales las masas oprimidas.

Vivencias que no se olvidan, que marcan para siempre a los individuos y a los pueblos y que, en momentos álgidos de la sociedad, saltan a la palestra, como bien puede ser el asumir una actitud de rechazo a una elección con la que se confirma el carácter dominante de la clase gobernante.

El rechazo casi unánime a las llamadas reformas estructurales, surgidas de la cúpula del poder formal, es parte de de esta actitud asumida. Si el poder no escucha, no ve, no siente, la memoria colectiva invierte la tortilla haciéndose presente.

Ni López Obrador ni Morena son entidades muertas. El liderazgo del tabasqueño no está apagado como muchos consideran, el Movimiento de Regeneración Nacional está vivo y no dudo que en la memoria colectiva se aloja.

Bien se puede dar dos pasos atrás para avanzar uno con solidez. Seguramente Morena ya sin impedimento legal alguno vendrá por lo suyo en los próximos comicios. Ya veremos como pinta el abstencionismo que ahora cómodamente se ignora y niega. El tiempo lo dirá.- Cd. Caucel, Yuc., 17 de julio de 2013

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J. Enrique Olivera Arce

En recientes declaraciones en Veracruz,  Andrés Manuel López Obrador afirmó que la alianza entre el PRD y el PAN es una vacilada. Parece tener razón, lo que constituía una oportunidad pragmática de posible triunfo electoral de las fuerzas políticas opositoras al PRI, fue tirada por la borda; como el perro de las dos tortas, las tribus negro amarillas representadas en la entidad con ayuda del Tribunal Electoral del Poder Judicial del estado, quemando la pólvora en infiernitos anuncian su inminente derrota en las próximas elecciones de alcaldes y diputados locales. 

El inveterado canibalismo, el oportunismo de siempre y la carencia de inteligencia de una dirigencia acomodaticia y corrupta, rechaza la “Gran alianza por ti” con el PAN, demostrando su incapacidad para aceptar su propia realidad y construir mediante un programa mínimo para la acción una posibilidad de triunfo electoral que, más que beneficiar al PAN, rendiría pingues dividendos a un PRD al que sólo le resta sobrevivir al paso de Morena.  

Pues no de puede hacer de lado que fue una facción del propio PRD la que impugnó ante los órganos electorales el registro de la “Gran Alianza por ti” convenida entre el sol azteca y el panismo en Veracruz. 

Demostrando que efectivamente, como machaconamente lo reiteraran sobre pedido los medios de comunicación oficialistas, no hay forma alguna de mezclar ideológica o pragmáticamente el agua con el aceite en Veracruz. El resolutivo del Tribunal electoral veracruzano, para beneplácito del régimen duartista,  sólo dio un último empujón, por cierto autoritario y cuestionado ya por las dirigencias nacionales de los partidos coaligados. 

Pero no sólo hay incapacidad. A esta se suma la perversidad de una dirigencia comprada, obviamente  con un propósito no explícito que no es el obtener triunfos electorales, así sean estos parciales, sino que valiéndose de la debilidad coyuntural de la derecha representada por el PAN, su objetivo es tender la alfombra roja al paso del PRI para el retorno de éste al viejo y rancio esquema de partido hegemónico. 

Con este más que obvio propósito, traicionan a Veracruz, abriendo la puerta al régimen de pensamiento único, al autoritarismo, y a la represión de la movilización social contestataria, de un  PRI-gobierno que volviendo por sus fueros, no aceptará más contrapesos por más simulados que estos sean.  

Así como también traicionando al proceso de construcción de la democracia en la entidad, renuncian a su presunto papel de oposición de izquierda, cancelando de facto la vía electoral como camino para avanzar de una sociedad plural que, demandando gobierno para todos, confiaba en una sana alternancia; favoreciendo un perverso bipartidismo que hará sentir el peso de la derecha en el poder. Porque, guste o no, el partido hegemónico seguirá necesitando pragmáticamente del PAN como comparsa.  

En múltiples ocasiones afirmé que el PRD en Veracruz, con “los chuchos” o sin estos, era un cadáver insepulto. López Obrador le concedió mantenerse fuera de la tumba. Hoy, retirado el oxígeno auxiliador por el tabasqueño y su Morena, el voto ciudadano en julio próximo se encargará de darle sepultura. El PAN, al que rechazan, testigo de calidad no llorará frente a la tumba.

La alianza PRD-PAN, así sea esta de facto, quedará como una simple vacilada, como lo afirma el peje tabasqueño, quien sabe bien  lo que es el plumaje negro amarillo jarocho al que sí mancha el pantano. 

Así es la historia, el canibalismo insensato, el oportunismo, corrupción y traición en el seno de la llamada izquierda electoral, cavó la tumba del perredismo veracruzano, los panistas alegrarán las noches de sus viudas en la negra noche del aquelarre tricolor.

Hojas que se lleva el viento.

Como era de esperarse, el calor preelectoral crece agitando el cotarro. Las cosas pasan cuando suceden y tiene sucedido que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de Veracruz , que también es gobierno, desconoció y anuló el registro de la “Gran Alianza por Ti”, del PAN y el PRD. Para una sociedad harta de la partidocracia y sus enjuagues, no debería causar ni sorpresa ni sarpullido, y mucho menos enojo innecesario. La elección de alcaldes y diputados locales es en julio por lo que no vale la pena que la ciudadanía adelante vísperas sudando penas ajenas.

Debería bastar el que el gobernador Javier Duarte de Ochoa pusiera en claro que el gobierno no tuvo nada que ver en la invalidación de la alianza PRD-PAN para que se calmaran los ánimos y hacer caso omiso al rumor, dimes y diretes, chismes y maledicencia propiciado por medios de comunicación y opinadores oficialistas que trabajan llevando agua a su molino en contra de la «vacilada» de perredistas y panistas.  “Es parte del folklore electoral” expresó el mandatario, y así debemos entenderlo, que al fin y al cabo de todas formas llegado el momento del palomeo en las listas de aspirantes a candidatos, lo que menos cuenta es la opinión de los mirones de palo. Así es la democracia jarocha  y al que no le guste que cambie de canal.

-ooo-

Desde estas líneas nuestra felicitación a Generales, Jefes, Oficiales, cadetes y tropa del Ejército Mexicano, con motivo del Primer Centenario de la Institución castrense que tuviera su origen en la creación del Ejército Constitucionalista, surgido de la Revolución Mexicana.  “Por el honor de México”.- Xalapa, Ver., febrero 19 de 2013

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J. Enrique Olivera Arce

Nuestra clase política de manera reiterada, insiste en considerar a los veracruzanos como menores de edad… Lo grave es que social y  políticamente asumimos que lo somos. Reflexión personal

A jalones y estirones y sin faltar fuego amigo e intervención externa oficial y oficiosa, se concretó la alianza del PAN y el PRD para la contienda en Veracruz por la elección de diputados locales, así como de alcaldes ahora constitucionalmente de cuatro años. La alianza va (https://pulsocritico.wordpress.com/) en los términos pragmáticos previstos.

Sin mediar posicionamientos ideológicos, programáticos o doctrinarios, en el toma y daca se resolvió que al PAN le corresponderá el 60 por ciento de las candidaturas y al PRD el 40 restante. Reduciéndose así lo que parecía ser un problema irresoluble, a una conciliación aritmética de intereses particulares o de grupo.

“Haiga sido como haiga sido” el arreglo cupular entre ambos institutos políticos, lo concreto es que por ahora de manera inédita se crea un frente común opositor de probado peso electoral en contra del PRI en Veracruz. Lo que falta es lo que el sentido común recomienda: que se haga extensivo a la militancia de base de ambos partidos. Lo cual plantea un nuevo escenario de conflicto en torno a la selección de los precandidatos y / o candidatos en su momento, así como la aceptación de estos por consenso. Paso previo para influir en el electorado para que este respalde a la alianza en las urnas.

Resuelto esto último, vendrán precampañas y campañas en las que se determinará de que cuero salen más correas en la confrontación con el PRI-gobierno, pues no basta con el consenso partidario si no se cuenta con aceptación y participación activa de la llamada sociedad civil a la hora de la emisión del voto. Y en este trance es donde los veracruzanos todos tienen mucho que decir. O se acepta sin más que los partidos coaligados digan la última palabra  ó la ciudadanía participa pesando en la toma de decisiones a la hora de preseleccionar y seleccionar.

Luego falta aún un largo trecho por recorrer para que la alianza “Gran Alianza por Ti” (PAN-PRD) prospere como opositor competitivo en la elección de julio próximo y cobre sentido la frase del senador  Fernando Yunes Márquez: “Lo que nos une es la voluntad de cambio para Veracruz”.

Ser opositor competitivo hoy día no está reñido con las reglas del juego preestablecidas, diseñadas y administradas  por la partidocracia para las contiendas electorales. Luego también deben considerarse otros factores de peso para enfrentar al priísmo en el gobierno, como, entre otros, la capacidad financiera y disposición para invertir en las tareas proselitistas. Sin invertir con inteligencia, oportunidad y eficacia, -Dante Delgado Rannauro podría ilustrarnos al respecto-, no se gana una elección.

Sin obviar que la ingeniería electoral para la oposición debe contemplar estrategias que contrarresten y si capitalicen a favor, el efecto de la andanada priísta en la aplicación de sus tradicionales usos y costumbres clientelares, que van desde cooptar y  utilizar con fines proselitistas el asistencialismo oficial que la compra directa e indirecta del voto. Tras lo ocurrido en la elección presidencial del 2012, no cabe más la ingenuidad política: el PRI en Veracruz va por el carro completo al costo que sea. El gobernador Duarte de Ochoa no se puede dar el lujo de perder nuevamente una elección. “Veracruz para adelante” es el pendón del tricolor en alianza por el Verde y el Panal ya bendecido por el gobernante en Tlacotalpan al expresar: ¡“Hacia delante, la dirección en la que va Veracruz”!

Y en este contexto se inscribe el que se haya acordado en la alianza opositora pactada,  que el PRD lleve la mano en la capital veracruzana para la elección de alcalde, en tanto que al PAN le dejan contender por la diputación local. Esto bajo el supuesto de que el perredismo le gano Xalapa urbano al PRI en la elección del 2012.

No obstante, tal supuesto está más que cuestionado. No se puede ni se debe apostarle a dudosas pasadas glorias. Uriel Flores Aguayo y el PRD no ganaron por sí en Xalapa la diputación federal en 2012. La votación se inclinó a la “izquierda” tanto por el hartazgo ciudadano que viera en López Obrador la oportunidad de cambio, como por el desprestigio nacional del gobierno de Felipe Calderón y la nula respuesta de los gobiernos locales a la demanda ciudadana, a lo que se sumara la pésima imagen de Reynaldo Escobar Perez como candidato del PRI a la diputación por el distrito.

Hoy es otra cosa en un escenario circunstancial distinto. López Obrador no apadrina al PRD en su alianza con el PAN ni Morena ha dicho esta boca es mía;  tampoco los xalapeños quieren saber más de una variopinta oferta partidista de la que se desconfía. En amplios sectores de la población se ha tomado conciencia de que la partidocracia tiene secuestrada voluntad y representación popular y que el atraso que en todos los órdenes priva en la capital veracruzana, no conmueve a partidos políticos y sus personeros. El voto ciudadano será para uno u otro candidato, no para los partidos postulantes.

La clase política en general es mal vista y las esperanzas de la ciudadanía en torno a la elección de un alcalde de cuatro años, se cifran en un candidato surgido de la sociedad civil que esté dispuesto a someterse a reglas mínimas de honestidad, eficacia, transparencia, escrutinio y contraloría social, así como al plebiscito y revocación de mandato cuando ello lo amerite.  Una propuesta de trabajo sensata, sustentada en la participación ciudadana que atienda a las necesidades más sentidas del municipio, la ciudad  y sus habitantes,  es lo menos que se espera.

Pero también hoy la oposición al “nuevo” PRI se enfrenta a una maquinaria electoral que cuenta con todo el respaldo del aparato al servicio del poder presidencial, que no es poca cosa. Luego  no cabe el triunfalismo anticipado y si realismo, coherencia, congruencia y humildad para afrontar el reto.

Es indudable que la alianza por sí misma y el candidato de ésta si llegara a triunfar en las urnas, no es garantía suficiente para los xalapeños. Tanto el PRD como el PAN están identificados en lo sustantivo con el PRI. Los tres institutos se tapan con la misma cobija mereciendo desconfianza de la ciudadanía. No obstante, la única forma de restar presión al descontento y hartazgo ofreciendo una alternativa diferente de gobernar, es encauzar pragmáticamente el rechazo al PRI. Estimo que por ahí va la intención de la “alianza impúdica” como le calificara el politólogo Alfredo Bielma y, por los mismos cauces, avanza la idea de postular a un candidato ciudadano independiente. Esperemos que se de una sana concurrencia entre ambas opciones y no un enfrentamiento estéril que de al traste con el objetivo común.

Para mi gusto, no compartido por muchos por cierto, espero que el Movimiento de Regeneración Nacional” (Morena), partido político en ciernes, entienda que por el bien de la capital del estado y la región, es la hora de sumar y multiplicar y no de dividir. Ojala y así sea.

 Por lo pronto, Veracruz está ya en lo que le gusta, anima y entusiasma: politiquería y no política trascendente que vea por el bien común.

Hojas que se lleva el viento

Manteniéndose siempre dentro de los límites de lo políticamente correcto, el Profr. y Lic. Guillermo Zúñiga Martínez en su quijotesca cruzada no ceja en su intento de convencer de que la Universidad Popular Autónoma de Veracruz es iniciativa, obra y resultados palpables del Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa. Plausible el reconocimiento público, no obstante es de llamar la atención el que ni el gobernador ni su secretario de educación le correspondan con igual medida. El fuego amigo, que no es otra cosa, no cede, minimizando empeño y logros, que los hay, de un modelo de educación superior inédito cuando menos en Veracruz. Podemos estar o no de acuerdo con el modelo y la manera de llevarlo adelante, pero no podemos negar que está cumpliendo con el propósito y objetivos trazados, como tampoco negarle a Zúñiga Martínez su disciplinada persistencia y entrega a un sueño, una idea con la que se siente comprometido.

Leí con interés el último artículo del destacado mentor: “Nuevos modelos de Universidad”. No estoy de acuerdo con lo expresado por el maestro. Parte en su análisis de dos contextos diferentes y opuestos, al destacar lo que se viene haciendo en la UPAV frente a lo que promueve la nueva rectora de la Universidad Autónoma de Barcelona. En el modelo veracruzano se dice que el propósito es reafirmar el carácter público de la educación superior, “democratizándole” y poniéndole al alcance de quienes menos tienen aunque en los hechos, no logra trascender el marco del individualismo y competitividad personal de los “aprendientes” en el mercado laboral. Esto en consonancia con la visión neoliberal de la educación.  En  tanto que en el reino de España, al igual que en el resto del sistema-mundo, la tendencia es privatizarle y someterle al libre juego del mercado en beneficio de de las grandes empresas. Dos modelos, dos visiones que a mi juicio excluyéndose entre sí, coinciden en negarse a reconocer que su marco social, económico y político paradigmático, ya es rechazado por una juventud movilizada y contestataria.- Xalapa, Ver., enero 3 de 2013

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